Carrera de piratas cazados[Privado Byakuro Kyoya-Yumiko Mei][Pasado]

Byakuro disfrutaba de un delicioso helado de pistacho de dos bolas. Se agradecía, teniendo en cuenta que estaban casi a cuarenta grados. El chico estaba en la plaza central de la ciudad del agua, esperando a que los yagaras de la carrera pasasen por un canal frente a él. Había un gentío interesante, sobre todo teniendo en cuenta la violencia de la carrera y el hecho de que una bala perdida podía darle a alguien. Él mismo no se había puesto en primera fila para evitar esto. Observó el cielo despejado. Había oído que un par de piratuchos habían llegado a la ciudad para participar en la carrera. No estaría mal echarles el guante. Observó que un enorme madara pasaba por el canal, anunciando el comienzo de la carrera en otro punto de la ciudad.

- Bien, vamos a observar más desde arriba. -dijo el cazador, al tiempo que extendía un par de alas en su espalda y volaba hacia uno de los tejados de los edificios más próximos. Cuando pasara alguno de los piratas, pensaba derribarlo con uno de sus dardos. Para asegurarse de no perder el proyectil, sacó un dial de araña de su bolsa y lo activó sobre el dardo, creando un largo hilo de seda. Aquello le ayudaría a recuperarlo. Dejó apoyado su bastón en una cornisa cercana y se dispuso a esperar la llegada de los competidores. Un corrillo de gente sorprendida por su despegue quedó bajo él, señalándolo y murmurando durante un par de minutos antes de volver a prestar atención al canal, aun vacío.

Byakuro observaba el canal con aburrimiento, cuando Klaus gruñó en su hombro. El sonido del animal hizo que el cazador alzase la mirada y mirase al edificio que tenía a su lado, donde Klaus estaba mirando. Una chica joven, de pelo rubio, estaba con un arco apuntando al canal también. Por las pintas que tenía, seguramente estuviera esperando a que llegaran los competidores para soltar una de aquellas flechas. No es que a Byakuro le importase, pero estaría bien saber a quien iba a disparar. El cazador escuchó una explosión unas calles más allá, y una humareda negra empezó a formarse a toda prisa. Le dio un lametón a su helado y observó al lugar del que venía el humo. ¿Habrían sido los piratas? El cazador creó una pequeña gris en su hombro libre y le dio la orden de que fuera a ver el lugar de la explosión. El pájaro salió volando hacia allí, y Byakuro se sentó en el borde del tejado, con los pies colgando en el aire. Observó de nuevo a la chica y le guiñó un ojo con picardía. Sacó una concha de color aguamarina de su bolsa, un dial de grabación, y grabó una frase en él.

- ¿Qué hace una chica tan guapa como tú en un tejado como ese? -cuando terminó la frase, apagó el dial y se lo lanzó con fuerza a la chica. Esperaba que ella supiera como funcionaba aquella cosa, y le pudiera grabar una respuesta.

Mientras esperaba a que la chica respondiera, se quedó mirándola con curiosidad.

Byakuro saltó para agarrar la flecha que iba hacia él. En la punta estaba encajado el dial de grabación. Tras escuchar las palabras de la cazadora, una sonrisa se dibujó en su rostro. Una cazadora, como él. Aquello podía ser muy interesante. En lugar de volver a lanzarle el dial, el chico agarró sus cosas y extendió sus alas de nuevo, salvando la distancia que los separaba a ambos en un breve instante. Aterrizó al lado de la chica, y con la sonrisa aún en su rostro, extendió la mano hacia ella al tiempo que se presentaba:

- Encantado, mi nombre es Byakuro -sus alas desaparecieron de la espalda, y el chico apoyó sus cosas en el tejado-. Y este es mi amigo Klaus -añadió mientras señalaba al camaleón en su hombro. En ese momento, la paloma regresó volando, emitiendo un sonido imperioso. Byakuro se puso serio durante un instante, y el animal estalló en una nube de plumas-. También voy tras los piratas, y me alegro de haber encontrado a alguien de mi... ocupación aquí. -su rostro volvió a adquirir su característica expresión de jovialidad.

Después de aquella rápida presentación, se sentó en el borde del tejado, con los pies colgando, y sacó su dardo y jugueteó con él entre los dedos de la mano derecha. En ese momento, en una de las esquinas de la calle, en el canal, empezaron a aparecer, uno tras otro, un grupo de yagaras nadando a toda velocidad. Los había de varios colores, y todos llevaban un dorsal identificativo. Byakuro no sabía cuales de aquellos competidores eran los piratas. Esperaría a que se mostraran, y en cuanto lo hicieran, los hundiría con un dardo en la garganta a cada uno de ellos.

La cazadora, que se presentó como Yumiko, parecía no tener en alta estima a los piratas. No era algo que importase mucho a Byakuro. Le dijo que uno de los piratas era de pelo verde y el otro tenía el pelo plateado. Según los yagaras iban pasando, el cazador observaba a los competidores. No había ninguno con el pelo plateado, por el momento. El que sí que apareció fue el de pelo verde, abatido por tres flechas que Yumiko disparó.

- Buena puntería, imoto. -dijo el chico, mientras seguía observar los competidores. De repente, en la esquina apareció un hombre con el pelo plateado y largo, y con una pistola de mecha en la mano. Tenía toda la pinta de ser el pirata. El cazador jugueteó con su dardo, analizando la distancia que lo separaba del objetivo. Estaba aún a setenta y tres metros. Esperaría a que se colocara en el punto más cercano al edificio para disparar con total precisión. Los yagaras se golpeaban y trataban de adelantarse unos a otros. Byakuro aguardó en absoluto silencio, durante unos segundos que parecieron eternos, y cuando el objetivo estuvo a una distancia de lanzamiento óptima, lanzó su dardo con un grácil movimiento. El proyectil voló en el aire unos instantes antes de clavarse en la garganta del pirata, que cayó hacia atrás en su montura. Byakuro tiró rápidamente del hilo para recuperar el dardo e inmediatamente creó cinco leones marinos al lado del canal. Con un simple gesto, les indicó que entraran al agua y recuperasen el cuerpo. Mientras los animales entraban en el canal, Byakuro guardó el dardo en su bolsita. Yumiko había bajado ya, y él ya no tenía nada que hacer en aquel tejado. Así que se agarró a un canalón de la fachada y se dejó caer hasta llegar al suelo.

- Dos millones... normal que no haya podido esquivar ese ataque. -Byakuro se encogió de hombros.

Byakuro sonrió a la cazadora mientras los piratas se acercaban a toda velocidad hacia ellos. La mayoría iban armados con sables, aunque un par de ellos llevaban pistolas. Byakuro se giró hacia ellos. Los leones marinos gruñeron y se metieron en el agua, alejándose con la corriente. Mientras tanto, al lado de Byakuro se materializó un búfalo gris sobre el cual el cazador cargó el cuerpo del pirata. Había perdido la consciencia debido a la presión en el punto vital de la garganta, el tiro había sido muy bueno.

- Bien, bien... Klaus, voy a hacer un truco de magia -sonrió a su mascota, mientras con una ilusión su rostro se volvía pálido y grotesco, con un brillo antinatural. Un par de alas salieron en su espalda, esta vez en lugar de hermosas alas emplumadas, apareció un par con aspecto membranoso, similar a un murciélago o a un demonio. El cazador habló con una voz antinatural, como si un coro de fantasmas estuvieran pronunciándose a través de su garganta-. ¡No oséis acercaros, miserables mortales! Un paso más y os arrancaré del pecho vuestros corazones palpitantes con mis manos. -mientras hablaba, su cuerpo se elevaba en el aire unos centímetros con la última de sus ilusiones. Los piratas se detuvieron, amedrentados ante esta visión, y el cazador empezó a descender de nuevo hasta el suelo. Según las ilusiones se disipaban y el chico volvía a su aspecto normal, los piratas lo apuntaron con sus pistolas y sables. El chico, ya con su forma humana, sonrió de medio lado. Entre él y los cazadores hizo aparecer cuatro enormes armaduras de samurai de color negro como el azabache, de dos metros de altura. Las armaduras iban armadas con naginatas, y se mantuvieron en guardia, esperando a los piratas. Mientras tanto, el cazador se giró, y con un chasquido de dedos, hizo que el búfalo empezase a caminar, cargando el cuerpo.

- Espero no haberte asustado con eso. -sonrió a Yumiko de forma inocente.

- Bueno, digamos que tengo un pequeño don... -sonrió Byakuro mientras seguía corriendo. Los piratas tras ellos habían quedado retrasados por las armaduras, por lo que la huida entre la gente iba a ser bastante sencilla.

En ese momento, una bala golpeó a su compañera en el cinturón, pero no llevó a dañarla. La sorpresa del cazador se cambió por comprensión al ver el dial de impacto que llevaba colgado. Estaba preparada. Soltó una flecha con su arco, que voló directa a un tejado cercano, donde un hombre con un rifle cayó con la saeta clavada en la cabeza. No estaba nada mal.

- Sí, sí que es algo insegura. -Byakuro sonrió y torció por una callejuela con su búfalo por delante. El animal cargó contra una valla de madera oscura y la reventó, abriendo camino. El cazador saltó sobre el animal mientras tres piratas armados con enormes cañones se apostaban frente a ellos. ¿Qué demonios pasaba con aquellos tipos? No podía ser que por dos piratuchos de dos millones hubiera tanto revuelo. Byakuro agarró su arma y saltó hacia delante, impulsándose a toda velocidad contra los hombres. Al primero lo golpeó con la base del bastón en la entrepierna, en un movimiento ascendente. Luego, con un molinete rápido en horizontal, le rompió la mandíbula al segundo, que emitió un quejido antes de derrumbarse. En el movimiento también golpeó el arma del tercero, que cayó al suelo con un sonido metálico. Luego, saltó de nuevo sobre el búfalo, y sonrió.

- Carga -cerró los ojos y su sonrisa se amplió, como si acabara de contar la historia más graciosa del mundo. El búfalo empezó a correr, con los cuernos por delante, mientras el pirata huía aterrorizado-. ¿Sabes? -murmuró-. Creo que estos piratas valen algo más que dos millones, esta tripulación no es normal... y el hecho de que estén en Water Seven debe significar que son mínimamente fuertes. -Klaus respondió al razonamiento con un gruñido indiferente en su hombro.

Byakuro la siguió hasta el callejón, y una vez allí, se sentó en un montón de cajas para descansar. Escuchó a la cazadora numerar las diferentes hipótesis que tenía sobre el repentino ataque pirata. Byakuro asintió para sí, y cuando ella hubo acabado de hablar, le llevó la mano a los labios, apoyando el índice y el corazón en sus labios, para indicarle que guardase silencio. Su ojo derecho estaba brillando con un tono rojizo. Escuchaba pasos en la lejanía, imperceptibles para un humano de a pie. Se acercaban rápidamente, y pronto estuvieron sobre ellos. Un fino polvillo cayó sobre la pareja cuando por el puente pasaron varios piratas ladrando órdenes. Byakuro suspiró y dijo:

- Tal vez ellos sepan algo -señaló los cuerpos de ambos piratas y clavó su bastón en la mano del que había capturado-. No perdemos nada en preguntarles. Tú sujétame. -le indicó a la chica, antes de poner los ojos en blanco y perder el sentido.

Bien... vamos allá... tú mismo valdrás... ¡Cuéntanos lo que sepas!

El pirata que había derribado con el dardo se movió en su letargo y se levantó, para mirar a Yumiko y el cuerpo inerte de Byakuro. Se encogió de hombros y dijo:

- Esos hombres son miembros de una tripulación aliada. El pirata lleva un tiempo en la ciudad, y habíamos acordado vernos aquí para realizar una serie de intercambios comerciales -dinos cuánto vale su cabeza-. Su cabeza está valorada en cincuenta millones. -el pirata quedó de pie, sin moverse. De repente, puso los ojos en blanco y se derrumbó en el suelo. Byakuro estuvo inconsciente un par de segundos más antes de abrir los ojos.

Byakuro hizo un mohín e hizo que el pirata le dijera dónde se encontraba su contacto. Parecía ser que iban a quedar en uno de los almacenes del puerto, cerca de los talleres de Galley-la. El cuartel marine quedaba de camino, por lo que podrían entregar a los piratas antes. Byakuro miró a Yumiko y chasqueó los dedos.

- No hace falta que usemos a uno de estos piratas para colarnos.

Mientras lo decía, su cuerpo se volvía físicamente idéntico al del pirata. Esto no era real, pero a simple vista, parecía haberse convertido en el desdichado. Al mismo tiempo, Yumiko sufrió una transformación similar, pero con su propio pirata. Después, al lado de Yumiko apareció una copia idéntica a ella, y al lado de Byakuro apareció un clon de su aspecto original. Sonrió. El elemento de distracción estaba listo. Aquellas copias atraerían la atención de los enemigos por el aire, mientras ellos se escabullían bajo sus pies. Se había asegurado de que las copias no fueran reales, por lo que un disparo no las haría caer. Al contrario, podrían recibir gran cantidad de fuego enemigo antes de que los francotiradores sospechasen, por lo que ganarían un tiempo precioso.

-Bien, vamos allá. -dijo, mientras sus copias alzaban el vuelo con un par de alas grandes y blancas. El cazador echó a correr por el callejón, con su búfalo al lado, cargando con el cuerpo. Escuchó varios disparos sobre sus cabezas, había empezado la caza de ilusiones.

Klaus gruñó levemente, y un par de disparos más sonaron. El camino que los separaba del cuartel discurría por un par de manzanas más. Tal vez debieran avanzar por los callejones secundarios, dado que aquel despliegue de piratas había ahuyentado a la mayoría de personas de la carrera, y las calles principales estaban desiertas. Byakuro ordenó a su buey cargar por uno de los callejones. Él se subió a su grupa, agarrando el cuerpo de su presa para que no se cayera, y observó los tejados, buscando cualquier señal que le dijera que los habían detectado. Por ahora los clones volaban libres sobre ellos. El cazador esbozó una sonrisa.

El búfalo corría por la calle adelante, lanzando piratas por los aires. Era divertido. Ellos gritaban como locos, huyendo de las embestidas del animal, al que parecía importarle más bien poco el peso añadido de Yumiko y su presa. Byakuro sonrió y se acercó a la oreja del animal.

- Vamos, al cuartel. -el animal soltó un bramido y empezó a correr a más velocidad hacia el cuartel de la marina, girando a toda velocidad por las calles.

En apenas cinco minutos el animal se detuvo frente a un gran edificio con banderines blancos y azules. El cuartel local de la marina. Resollando por el esfuerzo, el animal dejó que los cuatro pasajeros desmontasen, y luego fue perdiendo consistencia hasta disiparse en medio del aire. Byakuro agarró los dos piratas, uno sobre cada hombro. Normalmente no habría podido con aquellos dos cuerpos, pero su akuma lo ayudaba bastante, haciendo que aquellos dos mastodontes fueran poco más que una molestia. Abrió la puerta de una leve patada y entró. La zona del recibidor era amplia, y tras un mostrador, una joven con gafas se levantó, ligeramente turbada por la escena.

- Buenos días -sonrió el cazador, tomando momentáneamente su forma normal-. Traigo un par de piezas que hemos cazado mi amiga y yo -dicho esto dejó caer ambos piratas al suelo, para inmediatamente añadir-. Ahora mismo no podemos cobrar la recompensa, vendremos en un rato a cogerla... ¿es posible?
- Ehh... sí, supongo que no hay problema. -la chica de gafas asintió.
- Perfecto -Byakuro se giró hacia la puerta y le dijo a Yumiko-. Vamos, imoto-chan. Directos al puerto. -mientras pronunciaba estas palabras, su cuerpo volvía a cambiarse para convertirse en el del pirata.

Una vez entregados los pesos muertos, no eran necesarios los dos hologramas que sobrevolaban la ciudad, por lo que Byakuro los llevó a un punto alejado del puerto y los hizo descender entre los edificios. Una vez ocultos de la vista de los francotiradores, los hizo desaparecer.

Byakuro suspiró, se llevó la mano al interior de la chaqueta y sacó un malvavisco. Que hambre tenía, le rugían las tripas. El chico se levantó el sombrero que llevaba la ilusión y le pasó un malvavisco a su colega con una sonrisa. Luego se lo volvió a calar bien, antes de decir:

- Bien... los almacenes a los que nos dirigimos están a diez minutos de aquí, mas o menos. Podemos ir hacia allí y ver cómo hacemos. Seguramente la mayoría de los piratas están buscándonos lejos, pero tenemos que tener cuidado. -agarró su bastón. En caso de una emboscada, estaría atento. Activó su haki de visión y se preparó para cualquier cosa que pudiera suceder.

Empezó a caminar por la calle junto a la chica. Su bastón destacaba, pero tampoco es que le importase. Las calles en aquella zona estaban algo más transitadas, el peligro de los piratas había quedado atrás. Eso les venía bien. Era más sencillo pasar desapercibidos en medio de la multitud que en una calle completamente vacía.

- Si nos preguntan que ha pasado, deberíamos decir que logramos huir y dejar atrás a los cazadores -miró su sombrero-. Klaus cree que es un buen plan -dándose cuenta de lo ridículo que sonaba aquello, teniendo en cuenta que los piratas los consideraban traidores, deshizo las ilusiones y dijo, con una gran sonrisa-. O podemos entrar a lo bestia.

Byakuro observó ante ellos a los diez piratas. Sacó un dial de su bolsa y apuntó a los que quedaban de pie tras el ataque de Yumiko. Un poderoso láser salió del dial, lanzando a los hombres por los aires.

- Bien, sigamos. -dijo el chico, guardando el dial de nuevo.

Estaban cerca del lugar al que se dirigían, un edificio al lado del puerto. En dicho puerto había tres barcos, uno de ellos grande y poderoso. Sin duda debía ser el del tipo al que estaban buscando. El plan era entrar a lo bestia. Eso no sería problema. Quienquiera que estuviera dentro del edificio sabría que estaban llegando. El hecho de que casi un centenar de piratas se interpusieran entre la pareja de cazadores y el susodicho edificio era más que suficiente para dar la voz de alarma. Byakuro observó la escena. No parecían estar muy contentos. El cazador se encogió de hombros y creó cuatro enormes bisontes frente a él. Inmediatamente, recubrió su testa y patas delanteras con unas placas llenas de púas metálicas. Y chasqueó los dedos.

Los animales cargaron como una pequeña estampida contra los piratas, que dispararon sin mucho éxito antes de ser empujados, aplastados y apartados a ambos lados de los animales. Se había abierto un enorme camino entre los piratas, mientras los animales corrían entre ellos, sembrando el caos. Un grupo de piratas echó a correr hacia Byakuro y Yumiko, con las espadas desenvainadas. Byakuro agarró el bastón con ambas manos y se preparó para pelear.

- Vaya... parecen enfadados. -sonrió mientras interceptaba a uno de ellos y con una patada en la entrepierna lo dejaba tumbado en el suelo. Su ojo brillaba con intensidad.

Byakuro echó a correr al lado de ella, mientras los piratas trataban de atraparlos. Había visto cómo uno de ellos rompía su espada contra la chica. ¿Qué había sido aquello? Y aquellas mágicas esposas que había generado para atrapar al tipo... aquella cazadora guardaba secretos. Secretos que al joven no le importaría descubrir. Además, era bastante guapa.

Mientras se abrían paso entre las filas de piratas, Byakuro generó tres pequeñas esferas grises en sus manos. Cuando los piratas se acercaban demasiado, el chico lanzaba una de las bolitas, que estallaban en una explosión considerable. Ah, que divertido. Habían llegado a la entrada del edificio, derrotando a un número interesante de piratas en el proceso, cuando de un salto apareció un gigantón con un bate de béisbol y un ego más grande que el Red Line. Lanzó un golpe, que a Byakuro le pareció lento y predecible. Se hizo a un lado, evitando el impacto y viendo cómo el suelo se hundía bajo el bate. Tres piratas se lanzaron sobre él en ese momento, y el cazador generó un caparazón con púas de acero sobre él. Los piratas se clavaron las púas, que se hundieron en su carne, y chillaron de dolor, cayendo al suelo. El caparazón se deshizo, y Byakuro observó cómo Yumiko acababa de atravesar al mastodonte con una especie de bala extraña. Sin darle importancia, el chico decidió rematar al gigante. Creó un par de enormes patines, acordes a los pies del tipo del bate, y se los colocó debajo. El hombre trató de moverse, pero en su lugar, cayó al suelo con un estrépito. El chico saltó sobre él y le echó un dial de feromonas en la cara. El hombre empezó a sonreír con una mueca estúpida, y Byakuro aprovechó para atarlo con unas gruesas cadenas sin más contemplaciones.

- Entrar ahí será fácil. Si te notas cansada descansa un poco. -un pirata trató de golpear al cazador, que lo ignoró por completo y le hizo la zancadilla con el bastón, quedando el pobre hombre en ridículo y con un par de huecos en su boca donde antes había dientes.

Byakuro se acercó a la puerta, y creó tras ellos una gruesa pared de titanio, para evitar que los molestaran. Acto seguido, apoyó la punta central de su bastón en la puerta, que empezó a brillar con un tono rojo, que acabó tornándose blanco incandescente. La puerta empezó a echar humo y a fundirse lentamente, goteando acero líquido por el suelo. Tras unos segundos, la resistencia del acero desapareció, indicando que el bastón había atravesado la puerta. Byakuro empezó a agrandar el agujero para poder pasar. En realidad podía crear una puerta en la propia puerta, o una simple abertura, pero había que admitir que aquello molaba más. Klaus gruñó en su cabeza. El cazador sonrió y terminó de agrandar el agujero de la puerta. La luz incandescente se apagó, y el chico entró en el recinto. Estaba pobremente iluminado en comparación con el exterior, y en aquella sala no parecía haber nadie. Tal vez si subían al segundo piso se encontrasen con alguien.

- ¿Estás mejor? -dijo el cazador, observando a Yumiko al otro lado de la puerta. Si ella se dejaba, le tendería la mano para ayudarla a pasar. Ante todo, había que ser un caballero.