Encuentros prohibidos [Aki y Karl]

La estrechó entre sus brazos, notando su aroma y el calor de su cuerpo contra el suyo. Hacía mucho que no abrazaba a nadie de aquella manera, y Aki no se parecía a nadie con quien hubiera estado. No era ninguna chica desvalida y débil, pero tampoco tenía un cuerpo exageradamente musculoso. Era fuerte, pero femenina. Y su olor era como estar respirando el aroma del mismo cielo. Se olvidó de las preocupaciones que lo atormentaban permanentemente. De sus fantasmas. Se centró únicamente en aquel momento y en las sensaciones que se desbordaban en su interior y amenazaban con hacerle perder el control. No entendía aquellos sentimientos, pero tampoco le importaba. Ya había aprendido hace tiempo a no buscarle lógica o explicaciones. A no intentar entender cómo una mujer con su sonrisa podía alejar todos sus miedos, hacer latir con fuerza su corazón con sus caricias o sentirse el ser más feliz de la existencia al besarla y abrazarla. Y realmente, no tenía lógica ninguna el que se sintiera así. Apenas conocía a Aki. No se veían desde hacía años, y ambos habían cambiado. Pero se atraían. Y no iba a buscarle explicación ninguna: tal vez no sobreviviese a los próximos meses. Ya había estado demasiado cerca de la muerte otras veces como para saber bien que si seguía vivo era por pura fuerza de voluntad y suerte. Y la suerte no siempre le sonreiría... apartó esos pensamientos peregrinos de sí, deseando que el abrazo no acabara. Pero finalmente, Aki lo apartó con suavidad. La magia del momento se rompió y Karl volvió a la realidad. Mil dudas lo asaltaron. ¿Se había adelantado a los acontecimientos? Tal vez lo había estropeado todo con su irreflexivo acto. ¿Y si era el único que se sentía así?

- No empezará hasta que nos levantemos, me temo.

El alivio que sintió fue enorme, pero ocultó su anterior preocupación con una sonrisa. Una sonrisa como pocas que hubiese esbozado el Almirante. Sonreía bastante. No era una persona excesivamente seria en ese sentido. Pero rara vez eran sonrisas sinceras o alegres. Rara vez iban acompañadas de la paz y felicidad que sentía en aquel momento. ¿Cuánto habría pasado desde la última? No lo recordaba, pero hubiese apostado a que desde la última vez que la había visto. No había tenido demasiados motivos para sonreír en todo aquel tiempo.

- Vayamos pues... tú guías.

Siguió a la chica, tratando sin éxito de no mirar sus caderas y sus posaderas. No podía negar que Aki era muy atractiva. Por respeto hacia ella no miró de una manera muy descarada, pero tampoco era ningún puritano, así que de vez en cuando se permitió la "tentación" de observar su cuerpo. Bajaron del edificio y se dirigieron a un rincón del callejón donde ella guardaba sus cosas. Dejó su capa sobre una alfombra, al lado de la cual reposaba su pequeño dragón. Se agachó y murmuró algo, y la alfombra salió volando. Karl había visto muchas cosas raras en sus viajes, y estaba acostumbrado a sorpresas de ese tipo. Sin embargo, aquello fue tan inesperado que su cara fue una auténtica oda a la expresividad facial. Sacudió la cabeza y se centró en lo que estaba. El dragón creció de tamaño, hasta ser lo suficientemente grande para transportarlos a ambos. Aki se montó y le tendió la mano. Sus palabras y el brillo de su mirada lo descolocaron totalmente, obligándole a hacer un esfuerzo consciente para no quedarse embobado mirándola.

- Sí, ya he visto la isla desde el aire. Pero será un placer verla contigo - se apresuró a corregirse.

Agarró la mano de ella y montó en el enorme reptil tras la pelirroja. No sin cierta picaresca y aprovechando el pretexto de asirse a algo para mantener el equilibrio, se abrazó a ella. Sonrió de nuevo y esperó a que el dragón despegase. La sensación fue bastante particular. Mientras el ser tomaba carrerilla, podía notar los enormes y fuertes músculos trabajando bajo él, y en el momento en que alzaron el vuelo sintió una sacudida en el estómago. Estaba acostumbrado a volar, pero nunca lo había hecho en una montura. Inconscientemente, se apretó un poco más a Aki pero sin hacer una fuerza real. La sensación era increíble. Volar por uno mismo era una experiencia incomparable, pero hacerlo sobre un animal no se le quedaba atrás. Se permitió una expresión de emoción, notando el subidón de adrenalina cuando el dragón comenzó a aletear con fuerza para ganar altura. Entonces recordó lo que se suponía que se proponían hacer, y disfrutó de las vistas de la ciudad. En la noche perpetua de Dark Dome, miles de luces artificiales brillaban por todas partes. Un espectáculo increíble para un visitante, y más aun para un hombre criado en una aldea de pescadores como Karl, donde aun no empleaban electricidad. Suspiró y se aproximó más a ella, convirtiendo la situación en un abrazo en toda regla.

- Me alegro de haberte encontrado.

Pensó en la suerte que habían tenido. O depende de como se mirase, había tenido. Pues no tenía claro que a una chica joven le conviniese relacionarse con un hombre metido en asuntos tan peligrosos como él. Por fuerte que fuese Aki, si el plan de Karl fracasaba y su relación saliese a la luz, nada la salvaría de la cólera del Gobierno. Nada, a menos que alguien interviniese. Por un instante frunció el ceño... debería tomar cartas en el asunto. Asegurarse de que dejaba a alguien que evitase que la capturaran, y evitar que se supiese nada sobre ellos dos. Aunque la cita de hoy no saliese bien, en el peor de los casos igualmente irían a por ella. El marine conocía demasiado bien los métodos del Gobierno. No en vano llevaba tantos años trabajando para ellos. "Ya estoy empezando a pensar demasiado... debería disfrutar del momento." Parecía que ni ella podía evitar apartarlo totalmente de sus tormentos. Pero al menos no estaba en el estado de tensión constante en que llevaba desde hacía un tiempo.

- Aki, ¿qué ha sido de ti en estos años? Has cambiado, y para mejor. Si es que era posible - dijo, con una leve risa - Apuesto lo que quieras a que hace tres años las cosas no habrían sido tan... rápidas, por así decirlo.

Le apartó el pelo del lado izquierdo de la cara, con cariño, y la observó, esperando su respuesta. Sí, había cambiado en aquel tiempo. ¿O tal vez sería, que era muy posible, que cuando la conoció no llegó a entenderla del todo? En todo caso, su actitud parecía distinta. Más resuelta y decidida... lo que la hacía más atractiva, a su vez.