Un nuevo comienzo: encuentro en el islote de Avaros

Byakuro había cogido un barco que había decidido parar en aquel pequeño islote comercial. Bueno, así tendría tiempo de poner en orden sus ideas. Salió del barco, aunque le dijeron que aquella solo era una parada temporal, por lo que debía regresar en un plazo de dos horas si quería seguir viajando con aquellos hombres. Byakuro sonrió y se despidió con un gesto sencillo.

- Está bien, de todos modos, si no vuelvo en menos de dos horas, no hace falta que esperéis por mí. -el cazador salió del barco y empezó a caminar por las diversas pasarelas de madera que había por toda aquella zona de la isla. No recordaba haber estado nunca por allí, pero por lo que había visto desde el barco, aquella isla era casi una pared en el medio del mar, por lo que más allá de aquel muro casi vertical de piedra donde estaban construidas las diversas casetas, no había nada. Empezó a ascender por las calles construidas con madera de diversos árboles, curioseando por los diversos puestos comerciales con mercancías de todo el Grand Line. Se detuvo ante un puesto lleno de pequeñas esculturas de cristal. Una de ellas le llamó la atención: era una rama de un árbol, y sobre ella un reptil con una forma muy familiar para el cazador: un camaleón. Sintió una especie de oleada de tristeza, mermada por el paso del tiempo, pero aún presente. Se preguntó si algún día lograría volver a llenar aquel hueco que había dejado Klaus. Desvió su mirada hacia otro de los pequeños tesoros de cristal tallado: una preciosa flor de loto, adornada con hilos de oro y plata: sin duda una verdadera pieza de artesanía. Era perfecta, sin ninguna imperfección, y Byakuro no pudo evitar perderse en sus curvas y sus detalles.

Apenas se dio cuenta de que el vendedor llevaba un rato mirándolo hasta que alzó la mirada, un par de minutos después. Ante la mirada inquisitiva del hombre, simplemente dijo una pequeña palabra de disculpa, y siguió caminando por las pasarelas de madera. Según ascendía, los puestos comerciales dejaban de aparecer para dar paso a una serie de casas de madera, posiblemente los domicilios de aquellos que habitaban aquella enorme roca en medio del mar. Una única pasarela ascendía pegada a la pared de roca, hasta la zona más alta, donde un manto verde se veía caer sobre los edificios, las ramas y hojas de los árboles más altos de la isla. Algunos de ellos estaban inclinados sobre las casas, empujados por el viento, pero desde el lugar en el que se encontraba, Byakuro era incapaz de ver más allá de algunas ramas y hojas. Se planteó el subir hasta allí, pero tras pensárselo bien, negó con la cabeza. Si quería seguir viajando en el barco, debía pensar en ir regresando. La ascensión le había llevado un buen rato, y si se despistaba, podía llegar a perder el barco.

- Una lástima... -murmuró, con gesto compungido-. Ya vendré en otra ocasión. Pero ahora debo encontrarme con mis amigos... -apretó el puño con decisión. Sí. Debía renacer su alianza. Debía volver a encontrar a todos aquellos que pensaban que estaba muerto y, tal vez, encontrar más gente que se uniera a él.

Byakuro caminaba con lentitud, observando el puerto, allá abajo, mientras descendía las calles con un paso relajado, pero sin detenerse. Dejó atrás la zona residencial, alcanzando de nuevo el bullicio de la zona del mercado. Llegó a un punto en el que un montón de gente se reunían en lo que parecía ser un edificio de antigüedades. El ruido del interior le hizo suponer que se estaba desarrollando una subasta de algún tipo. Tal vez valiera la pena observar los artículos en subasta, al fin y al cabo aún le quedaba como media hora antes de que el barco se fuera. El cazador se disponía a entrar cuando una chica salió de entre la multitud a toda prisa, y se chocó contra él.

- Ugh. -el golpe le hizo tropezar y acabó cayendo de espaldas al suelo, con el cuerpo de la chica pegado al suyo. La chica se levantó, liberándolo de su peso, y el chico sonrió cuanto empezó a atropellarse con las palabras, tratando de disculparse-. No te preocupes, imoto-chan -el chico se levantó apoyando las manos en el suelo, y se sacudió con las manos el polvo de la chaqueta que llevaba puesta.

Aquella chica parecía tener mucha prisa, o no habría salido corriendo así de aquella multitud. No era algo que importase en demasía a Byakuro, que le hizo un gesto de despedida a la chica y empezó a caminar hacia el edificio de las subastas. Tenía curiosidad por ver aquellas antigüedades. Sacó su bolita dorada del bolsillo de la chaqueta y la miró con curiosidad. El mismo nombre, la misma isla. Volvió a guardarla. Pronto llegaría, era la primera persona de su alianza a la que pensaba ir a buscar. No por favoritismo, sino porque era la única de la que tenía un objeto que podía llevarlo hasta ella. Pensando en estas cosas, entró en el edificio.

Byakuro se detuvo, observando una escultura de madera que estaba siendo subastada justo en ese momento, que representaba una pareja desnuda, junto a un árbol, besándose apasionadamente. La estatua en sí podía ser muy cara, pero el cazador no tenía ni idea de arte, así que para él aquello era un pedazo de madera tallado. No por ello dejaba de ser bonito, pero el precio por el que se estaba pujando le parecía excesivo.

Iba a marcharse cuando alguien le agarró del brazo. Su primera reacción fue preparar la mano libre, para tratar de golpear al que estuviera tratando de realizarle aquella extraña llave. Pero se detuvo al ver que era la chica de antes, que parecía estar huyendo de un hombre. El cazador giró la cabeza.

- No sé por qué ese hombre te persigue, la verdad, pero no te preocupes -sonrió de forma tranquilizadora-. Yo me llamo Byakuro -esperaba que aquella chica no lo reconociera como el ex-Yonkaikyo. Tenía la intención de pasar desapercibido hasta poder volver a ostentar aquel puesto. Aunque tampoco era que le preocupase mucho-. Y dime... ¿qué le has hecho a ese hombre para que te persiga? ¿Eres una rompecorazones? -le preguntó a modo de broma, mientras seguía observando la subasta. La estatua se había adjudicado a una mujer mayor, con tantos kilos de maquillaje en la cara como toneladas de peso en el cuerpo. Byakuro torció el gesto al verla, odiaba a la gente que usaba el maquillaje para tratar de ocultar imperfecciones, desde siempre. Le gustaba que una chica joven lo empleara para realzar la expresión de los ojos, o para marcar los labios, pero aquellas mujeres que no salían a la calle sin un quintal de cremas y maquillajes le causaban una gran aversión. La siguiente pieza era un bastón de madera tallada, con formas tribales sobre toda su superficie. Le recordaba al arma que él solía emplear, aunque este no contaba con la punta en forma de tridente.

- Vaya... -observó el hombre-. Me gusta ese bastón. Es bastante bonito, y parece resistente. -se encogió de hombros y miró a Yoko-. Yo pensaba irme de esta isla en un barco dentro de un cuarto de hora... ¿me acompañas o tienes algo que hacer?

El cazador sintió curiosidad por la fruta de la chica, parecía ser extraña e interesante. Un pensamiento recorrió su mente: ¿Qué sería de él si no hubiera perdido la fruta? Suspiró y le dijo:

- Bueno, todo mejora con la práctica. Seguro que pronto serás capaz de dominar ese extraño poder a la perfección. -sus palabras trataban de transmitir ánimo a la joven, que parecía algo abatida por no poder regresar en el barco.

Byakuro observó como la chica se dirgía a la subasta y pujaba por aquel bastón. Lo cierto era que nadie parecía dispuesto a dar dinero por aquel bastón, algo que a Byakuro le resultó muy extraño. Aquella pieza de artesanía le atraía más que cualquier otro objeto que pudieran dar en aquella subasta. Así que cuando Yoko regresó con el bastón y se lo tendió, sus ojos se iluminaron como antaño, con un brillo de ilusión, como cuando a un niño le dan un juguete nuevo.

- Oh, ¡muchas gracias, Yoko-chan! -sonrió agradecido y agarró el bastón. Hacía mucho tiempo que no empleaba aquel tipo de armas para realizar el Ryu Yoshiki, pero en cuanto lo tuvo entre sus manos, quiso realizar alguno de los movimientos más básicos de aquel arte marcial-. Ven conmigo, en el barco te enseñaré cómo uso este objeto.

La agarró de la mano con suavidad y empezó a caminar hacia el puerto. Descendieron las calles comerciales, hasta llegar a los embarcaderos, donde el barco mercante seguía atracado. Algunos de los fornidos marineros llevaban cajas de aquí para allá, aprovisionándose y preparándose para partir hacia la siguiente isla. Byakuro los saludó con un leve deje de la mano y subió a cubierta con Yoko. El suave movimiento del navío haría difícil realizar un espectáculo con muchas piruetas, pero enseñarle a la chica los movimientos básicos era factible.

- Atenta, Yoko-chan. Te voy a mostrar lo que sé. Espero no hacer el ridículo. -dijo, mientras se quitaba la chaqueta y la camiseta que llevaba debajo, apoyándolas en un montón de cajas amontonadas. Su cuerpo estaba marcado por unas cicatrices en forma de cadena, lo que le daba un aspecto, si no inquietante, imponente. Se crujió las vértebras del cuello, y comenzó a calentar, dando unos cuantos pasos en el sitio. Tras eso, agarró el bastón tallado con firmeza y realizó la primera kata, una maniobra que hacía varios meses que había dejado de utilizar.

Byakuro no pudo sino alegrarse ante el entusiasmo de Yoko. Una persona a la que poder enseñar el Ryu Yoshiki. Soltó el bastón y lo apoyó sobre las cajas.

- Vamos por partes -dijo con una sonrisa de oreja a oreja-. Últimamente ando algo oxidado, aunque ciertamente, con un poco de entrenamiento podré volver a hacer verdaderas acrobacias y movimientos que seguramente te gustarían mucho más, con volteretas y piruetas muy chulas... -se llevó la mano a la barbilla, algo pensativo-. La verdad es que llevo entrenando casi sin interrupción este arte desde que era pequeño, en la isla donde pasé la mayor parte de mi infancia, en un dojo. Posiblemente podría enseñarte lo más básico de este estilo, aunque no es fácil -le guiñó un ojo a Yoko-. Claro que pareces bastante dispuesta a aprender...

Volvió a agarrar el bastón y lo apoyó en el suelo, con una sonrisa. Lo agarró con dos manos y empezó a realizar un molinete con él. Mientras tanto, empezó a hablar sobre el principio del Ryu Yoshiki:

- Para que entiendas la finalidad de este estilo, podría decirse que es un estilo de combate compasivo pero versátil. Con un mismo ataque puedes dejar inconsciente a un enemigo sin dañarlo más de lo necesario, o acabar con su vida -dicho esto, lanzó una serie de amagos hacia Yoko, sin intención de darle, al tiempo que nombraba las partes del cuerpo a las que dirigía los ataques- Cuello, axila, esternón, vientre, ingles, rodillas, codos, tobillos, muñecas, sien. -terminó apoyando el bastón tallado en la frente de la chica, con una delicadeza que más lo hacía parecer una caricia-. Si logras golpear en estos lugares, serás capaz de inutilizar a tu oponente, sin realizar grandes esfuerzos ni gastar energía inútilmente.

El cazador apartó el arma, observando la reacción de la chica. El camino del Ryu Yoshiki era exigente. Él mismo lo había adoptado como forma de combate al carecer de una gran fuerza física, dado que golpear en aquellos lugares no requería de unos potentes músculos, sino de agilidad y velocidad, cosas en las que Byakuro estaba más dotado.

Tras terminar con aquella pequeña demostración, volvió a apoyar el bastón y recogió la camiseta y la chaqueta, vistiéndose con ellas. Mientras cubría su cuerpo lleno de cicatrices, observó a la joven.

- Bien, si vienes conmigo, tendremos tiempo para que practiques. -soltó una risa.

El entusiasmo de la respuesta de la chica agradó a Byakuro. Y entonces ella preguntó acerca de las marcas que cubrían su cuerpo. El cazador entrecerró los ojos, con un aire de tristeza y rabia. Aquellas cadenas eran más que unas marcas físicas. Aquellas cadenas grabadas a fuego sobre su piel eran el resultado de estar aprisionado con ellas durante varios meses. Pero unas cadenas normales no habrían provocado aquello en él. En su momento, unas cadenas normales solo habrían supuesto una pequeña molestia para el cazador. No, aquellas cadenas eran de kairoseki, y su contacto continuo con el cuerpo del chico había provocado en él una reacción que había acabado creando aquellas marcas en su piel.

- Podría decirse que sí... tuve ciertos problemas y perdí a mi mejor amigo. No es algo de lo que me guste hablar, espero que lo entiendas... -dijo, a modo de disculpa. La muerte de Klaus aún estaba presente para él. El camaleón gruñón, su mejor amigo.

En ese momento, un grupo de marineros, cargados con varios sacos y barriles subieron a cubierta, mientras varios grumetes empezaban a soltar amarras. Aquello solo podía significar una cosa: el barco estaba a punto de abandonar el puerto, rumbo al mar. Byakuro echó una ojeada alrededor, y entonces se dio cuenta de un pequeño detalle, en el que hasta el momento no había caído:

- Etto... me acabo de dar cuenta de una cosilla... -dijo, poniendo las manos en la espalda, con cierta timidez-. Mi camarote solo tiene una cama... -tras unos segundos pensando, concluyó-. No importa, puedo dormir en una colchoneta en el suelo. Ya lo he hecho otras veces.

Byakuro asintió a la chica y recogió sus cosas. Se metió en el interior del barco, cruzándose con un par de tripulantes que cargaban una lona entre los dos. El cazador les hizo un breve saludo con la mano antes de seguir su camino. Había estado viajando en una pequeña despensa vacía en la que le habían instalado una pequeña cama plegable en una esquina. No era un cuarto grande, ni especialmente acogedor, pero cumplía con su función. Abrió la puerta, que chirrió levemente al rozar madera con madera, y entró, invitando a Yoko a pasar tras él. Si la chica entraba, cerraría la puerta para que no los molestasen.

Se dejó caer en la cama, suspirando. No era el mejor lecho del mundo, pero ciertamente era cómodo, más aún después de aquel paseo. Lentamente se fue quitando los zapatos que llevaba, y cerró los ojos:

- Bueno, ya puedes ver que no es muy grande, pero te puedo dejar esta cama, y yo me puedo acomodar por esa esquina. -dijo, mientras con la mano señalaba una esquina del pequeño camarote, donde había una silla-. Así podrás descansar con tranquilidad. -soltó un pequeño bostezo. Tenía algo de somnolencia, tal vez debido al relajante paseo y a la posterior demostración de Ryu Yoshiki. Ahora que tenía una especie de pupila, una alumna bajo sus cuidados, debería tener más cuidado y ser más precavido que antes. Ya no tenía que encargarse de sí mismo, sino también de aquella chica.

Decidió dejar de pensar en esas cosas y cerró los ojos, escuchando cualquier cosa que quisiera decirle ella. Aquel catre era cómodo, y le empezaba a entrar el sueño.