El médico gruñón contra Pelomoco

Definitivamente su suerte era la peor. ¿Ahora donde mierda estaba? Estaba totalmente perdido, en alguna isla de quien sabe dónde estaba, y para remate… Le faltaba comida. Odiaba estar hambriento y por si fuera poco… La maldita selva no lo dejaba ver nada, demasiado espesa y la visibilidad era prácticamente nula, con suerte, lograba ver unos dos metros hacia adelante. ”Maldita sea… ¿Pero por qué a mi?” – pensaba mientras ahora terminaba por cortar, con un cuchillo de esos raros que venden en cualquier isla, la última hoja antes de ver que un gran edificio se alzaba ante él. Parecía en buenas condiciones, no parecía nada viejo y al menos, lograba tener algo de sustento.

– Viendo mi situación actual…. Eso es peor que nada. – se dijo a si mismo mientras se guardaba aquel cuchillo en su bota. Seguramente, luego lo tiraría de ahí y lo dejaría olvidado. Sin muchas prisas, llegó a la puerta de esa estructura, y de una simple patada hizo que la puerta saliera volando… ¿Para qué usar las manos si la puedes destruir? Entró con cautela, con su mantra activado y listo por si había alguna sorpresa. Subió las escaleras hasta llegar al último piso antes de la azotea, este estaba igual que los otros, totalmente vacío ”Es inservible pero sirve de refugio” – lo que destacaba era un gran ventanal, sin las ventanas, por supuesto, que dejaba entrar la poca luz de la luna. Peor es nada, iba a servir de refugio, aunque había llegado sobre las 4 ahora seguramente eran las 8 y pico de la noche. Cuatro horas perdido en la puta selva, estaba enfadado y si alguien lo molestaba sería… Lo mataría… Odiaba perderse y más odiaba no tener comida. Todo iba de mal en peor.