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Byakuro llegó a aquella isla del East Blue en el Loto Púrpura. Cantaba una tonadilla mientras estaba en cubierta tomando el sol. Hacía un buen día, el sol brillaba en lo alto del cielo y los pájaros cantaban alegres melodías de trinos y gorgoritos. Byakuro bostezó con pereza sobre el mascarón de proa del barco, y justo en ese momento una gaviota le dejó un "regalito" en medio de la frente. El cazador pensó que se moría del asco, empezó a manotear como un loco y gritó, saltando del mascarón mientras se limpiaba aquella cagada de la cara, provocando así las risas de Theo y Yoko, que estaban en cubierta. Shun dejó de meditar durante un instante, y simplemente se llevó la mano a la frente con cara de exasperación. El samurai era muy serio a veces, pero eso solo hacía que la vida en la tripulación fuera algo más equilibrada, al haber alguien que impusiera un punto de cordura.
- ¡Joder, que asco! -se quejó el peliblanco, mientras se limpiaba los últimos restos de su rostro. Buscó en la bolsa de diales y sacó uno de agua, para lavarse un poco la cara, mojándose el pelo en el proceso.
Tras anclar el barco, Byakuro saltó a tierra y dijo que se iba a dar una vuelta para explorar el lugar. Dejando a los demás a cargo de Shun, el chico empezó a caminar por el interior del espeso bosque. Yoko quiso acompañarlo, pero el cazador le dijo que volvería enseguida. Tan solo le apetecía estar un rato solo y pensar en sus cosas. El barco empezaba a hacerse pequeño, y tal vez fuera necesario conseguir uno nuevo, más grande y chulo. ¡Y con alas! ¡Con alas y motores de reacción para volar! Y con una piscina. Que Byakuro no pudiera nadar no era motivo para dejar a Lowell, Viole y Titania sin una piscina.
- ¡Será genial! -pensó emocionado, mientras continuaba por uno de los senderos de la isla, apoyado en su bastón.
- ¡Joder, que asco! -se quejó el peliblanco, mientras se limpiaba los últimos restos de su rostro. Buscó en la bolsa de diales y sacó uno de agua, para lavarse un poco la cara, mojándose el pelo en el proceso.
Tras anclar el barco, Byakuro saltó a tierra y dijo que se iba a dar una vuelta para explorar el lugar. Dejando a los demás a cargo de Shun, el chico empezó a caminar por el interior del espeso bosque. Yoko quiso acompañarlo, pero el cazador le dijo que volvería enseguida. Tan solo le apetecía estar un rato solo y pensar en sus cosas. El barco empezaba a hacerse pequeño, y tal vez fuera necesario conseguir uno nuevo, más grande y chulo. ¡Y con alas! ¡Con alas y motores de reacción para volar! Y con una piscina. Que Byakuro no pudiera nadar no era motivo para dejar a Lowell, Viole y Titania sin una piscina.
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Si bien el East Blue era conocido como el más seguro de los cuatro mares al no existir piratas importantes en dichas aguas, eso no significaba que debía ser un lugar aburrido donde no pasara nada. Al contrario, al igual que el resto de los mares, existían islas que guardaban secretos que, quizás para los veteranos son cosas absurdas, pero, para personas que recién inician sus andanzas en las aventuras resultan verdaderas joyas.
Tal era el caso de la isla Nanami, un lugar que pocas personas frecuentaban al no tener un atractivo turístico importante, salvo la selva y quizás algunos manantiales inexplorados para los aventureros que gustan de estar en contacto directo con la naturaleza. Sin embargo, ese motivo no era suficientemente fuerte para atraer la atención de alguien como Azuka, sino otro. Escuchó en islas cercanas que Nanami en algún tiempo fue una isla con un pequeño pueblo muy prospero hasta que un catastrófico ataque pirata arrasó con ellos, dejando solo unos pocos sobrevivientes. Si bien no era una experta, era una buena oportunidad de poner en practica su investigación de campo para determinar como fue destruida la población, buscar indicios de que banda pirata lo hizo, entre otros curiosos detalles.
La joven de cabello azul había llegado muy temprano por la mañana a la isla al haber pagado a un barco turistico el viaje, acordando el regreso antes de que el sol se pusiera. Al ser un lugar con tanta naturaleza, debía ir con prendas adecuadas. Para ello, una blusa de tirantes color gris ceñida ligeramente al cuerpo, pantalón de mezclilla ligeramente holgado y botas un poco altas le ayudarían para andar cómoda. En un pequeño saco colgado en su hombro derecho llevaba dos libros, una libreta y lápiz y una botella de agua para hidratarse.
Horas antes había recorrido un sendero de la isla que la guió hasta las ruinas del pueblo, donde observaba y movía algunos escombros livianos, encontraba algunos instrumentos comunes de casa como platos, vasos y ropas viejas, todo esto apuntado o dibujado de alguna forma en su libreta. Ahora se encontraba absorta haciendo una consulta en uno de sus libros por unas inscripciones en una pared que no parecían normales, esto sin imaginar que alguien estaba recorriendo el sendero que la llevaría directamente a donde ella estaba.
Tal era el caso de la isla Nanami, un lugar que pocas personas frecuentaban al no tener un atractivo turístico importante, salvo la selva y quizás algunos manantiales inexplorados para los aventureros que gustan de estar en contacto directo con la naturaleza. Sin embargo, ese motivo no era suficientemente fuerte para atraer la atención de alguien como Azuka, sino otro. Escuchó en islas cercanas que Nanami en algún tiempo fue una isla con un pequeño pueblo muy prospero hasta que un catastrófico ataque pirata arrasó con ellos, dejando solo unos pocos sobrevivientes. Si bien no era una experta, era una buena oportunidad de poner en practica su investigación de campo para determinar como fue destruida la población, buscar indicios de que banda pirata lo hizo, entre otros curiosos detalles.
La joven de cabello azul había llegado muy temprano por la mañana a la isla al haber pagado a un barco turistico el viaje, acordando el regreso antes de que el sol se pusiera. Al ser un lugar con tanta naturaleza, debía ir con prendas adecuadas. Para ello, una blusa de tirantes color gris ceñida ligeramente al cuerpo, pantalón de mezclilla ligeramente holgado y botas un poco altas le ayudarían para andar cómoda. En un pequeño saco colgado en su hombro derecho llevaba dos libros, una libreta y lápiz y una botella de agua para hidratarse.
Horas antes había recorrido un sendero de la isla que la guió hasta las ruinas del pueblo, donde observaba y movía algunos escombros livianos, encontraba algunos instrumentos comunes de casa como platos, vasos y ropas viejas, todo esto apuntado o dibujado de alguna forma en su libreta. Ahora se encontraba absorta haciendo una consulta en uno de sus libros por unas inscripciones en una pared que no parecían normales, esto sin imaginar que alguien estaba recorriendo el sendero que la llevaría directamente a donde ella estaba.
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Byakuro seguía caminando tranquilamente por el senderito que atravesaba la jungla, cuando vio algo extraño más adelante. Parecía que el bosque se terminaba a apenas un centenar de metros. Ladeando la cabeza de lado, el chico extendió un brazo hacia una de las ramas más bajas de los últimos árboles y disparó una cadena de energía. Ésta se enrolló alrededor de la rama, y el cazador se impulsó con una explosión, al tiempo que reabsorbía la cadena con su brazo, columpiándose a gran velocidad, y dando una vuelta completa alrededor de la rama, como un looping. Tras eso, el chico soltó la cadena, haciendo que se desintegrase en hebras de energía, y salió volando hacia lo que parecían ser las ruinas de una aldea. El chico aterrizó flexionando las piernas en lo que parecía ser la calle principal de la abandonada localidad, levantando una enorme polvareda al tiempo que sus pies se deslizaban debido a la inercia.
- Vaya... -murmuró para sí mientras se incorporaba y veía los muros de una casa cercana. Estaban cubiertos de hiedras, y en lo que antaño debía haber sido uno de los cuartos del domicilio, ahora crecía un enorme árbol de grueso tronco.
En ese momento, le pareció ver un movimiento por el rabillo del ojo: un pequeño animal se movía por la calle. El cazador se giró hacia él y lo observó. Era un mapache de cola marrón, con una manzana entre sus manitos con garras. El chico sonrió mientras el animal daba un mordisco a la fruta. Y entonces una sombra se cernió sobre él. Cuando se giró, vio un gigantesco pájaro verde que aterrizaba sobre él, con sus garras por delante, levantando polvo con sus enormes alas de más de un metro y medio cada una.
- ¡Mostaza! ¡Para, para, para! ¡Paraaaaa! -gritó el peliblanco, mientras el loro gigante se posaba en el suelo a centímetros de él-. Uffff... casi me aplastas...
- Vaya... -murmuró para sí mientras se incorporaba y veía los muros de una casa cercana. Estaban cubiertos de hiedras, y en lo que antaño debía haber sido uno de los cuartos del domicilio, ahora crecía un enorme árbol de grueso tronco.
En ese momento, le pareció ver un movimiento por el rabillo del ojo: un pequeño animal se movía por la calle. El cazador se giró hacia él y lo observó. Era un mapache de cola marrón, con una manzana entre sus manitos con garras. El chico sonrió mientras el animal daba un mordisco a la fruta. Y entonces una sombra se cernió sobre él. Cuando se giró, vio un gigantesco pájaro verde que aterrizaba sobre él, con sus garras por delante, levantando polvo con sus enormes alas de más de un metro y medio cada una.
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—Que secretos tan interesantes guarda este lugar, pero es bastante triste el tipo de destrucción que sufrió este lugar, no imagino como debió ser aquel momento.— Dijo para si misma al ver lo que quedaba de un muro de una vivienda, podían verse rastros de hollín entre las enredaderas que habían crecido en aquel escombro. Hecha la observación, volvió a su lectura para buscar descifrar el mensaje que recién había encontrado.
Pero, contrario a todas las expectativas de Azuka, su calma fue interrumpida repentinamente. A unos pocos metros, del otro lado de la barda, se levantó una cantidad importante de polvo que obviamente llamó su atención, y a continuación una especie de loro de enormes proporciones aterrizó cerca del lugar. La chica de inmediato cerró su libro y lo guardó en el saco de viaje que llevaba.
Con la obvia pregunta en su cabeza, la chica se asomó un poco por detrás del muro, y para su sorpresa había alguien ahí, un hombre que al parecer era el domador de aquel pajaro. Estaba de pie ahí, apoyado en un bastón, pero a simple vista no se veía que lo necesitara. Se veía ligeramente exaltado, quizás con la fuerza con la que aterrizó aquella criatura casi le da.
—¿Y el quien es?— Se preguntó en silencio. ¿Sería un enemigo?, ¿pero cómo?, ella aun no tenía ninguna reputación. ¿Un pirata?, eso era probable, pero otra pregunta era el motivo de su presencia en un lugar tan inhóspito. ¿Algún tesoro?. No lo sabía, hasta el momento ella no había encontrado nada.
—Kami no Bakuhatsu.— Susurró muy bajito, ocultándose detrás del muro otra vez. El dorso de su mano derecha pareció desprenderse con ligereza en un pequeño rectángulo que se extendió un poco más por debajo de la muñeca. Tal desprendimiento adoptó color blanco, era una hoja de papel. Azuka arrugó el papel y comenzó a retroceder para ocultarse, rodear la aldea y escapar. Pero, para su mala suerte, pisó una rama que crujió algo fuerte y asustó a un par de pequeños pajaros que alzaron vuelo asustados.
—Diablos.— Pensó en silencio, esperaba que su posición no hubiera sido delatada, pero aquello era poco probable.
Pero, contrario a todas las expectativas de Azuka, su calma fue interrumpida repentinamente. A unos pocos metros, del otro lado de la barda, se levantó una cantidad importante de polvo que obviamente llamó su atención, y a continuación una especie de loro de enormes proporciones aterrizó cerca del lugar. La chica de inmediato cerró su libro y lo guardó en el saco de viaje que llevaba.
Con la obvia pregunta en su cabeza, la chica se asomó un poco por detrás del muro, y para su sorpresa había alguien ahí, un hombre que al parecer era el domador de aquel pajaro. Estaba de pie ahí, apoyado en un bastón, pero a simple vista no se veía que lo necesitara. Se veía ligeramente exaltado, quizás con la fuerza con la que aterrizó aquella criatura casi le da.
—¿Y el quien es?— Se preguntó en silencio. ¿Sería un enemigo?, ¿pero cómo?, ella aun no tenía ninguna reputación. ¿Un pirata?, eso era probable, pero otra pregunta era el motivo de su presencia en un lugar tan inhóspito. ¿Algún tesoro?. No lo sabía, hasta el momento ella no había encontrado nada.
—Kami no Bakuhatsu.— Susurró muy bajito, ocultándose detrás del muro otra vez. El dorso de su mano derecha pareció desprenderse con ligereza en un pequeño rectángulo que se extendió un poco más por debajo de la muñeca. Tal desprendimiento adoptó color blanco, era una hoja de papel. Azuka arrugó el papel y comenzó a retroceder para ocultarse, rodear la aldea y escapar. Pero, para su mala suerte, pisó una rama que crujió algo fuerte y asustó a un par de pequeños pajaros que alzaron vuelo asustados.
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Byakuro sonrió a Mostaza. El enorme animal hizo un ruido similar a un carraspeo, para luego mirar hacia una casa lateral.
- ¡CRAAAAA! ¡GALLETA! -gritó el pájaro.
- ¿Galleta? -se preguntó Byakuro, girándose hacia el lugar y proyectando su mantra para ver si había algo ahí. Un montón de diminutas auras, insectos seguramente, y una mayor. El mapache había salido corriendo ante la presencia del animal, así que no debía ser él-. ¿Hay alguien ahí? -preguntó el cazador.
El loro empezó a avanzar a saltitos proporcionales a su tamaño, de metro y pico cada uno. Byakuro soltó una carcajada y empezó a seguirlo corriendo.
- ¡Eh! ¿Hay alguien ahí? -preguntó, mientras seguía acercándose. Sería raro encontrar a alguien en aquella isla perdida en el East Blue, pero si no era eso, ¿qué otra cosa podía atraer a Mostaza?
El enorme loro saltó, posándose en el muro y dejándose caer al otro lado. Soltó otro chillido estridente y Byakuro echó a correr, para ver qué había encontrado su mascota. ¿Tal vez una persona, o un animal salvaje? El cazador saltó y lanzó una cadena a lo alto del muro, clavándola en la roca y acercándose a toda velocidad a la fachada del edificio en ruinas para acabar colándose por una ventana.
- ¡Hola! ¿Hay alguien en casa? -preguntó con una sonrisa.
- ¡CRAAAAA! ¡GALLETA! -gritó el pájaro.
- ¿Galleta? -se preguntó Byakuro, girándose hacia el lugar y proyectando su mantra para ver si había algo ahí. Un montón de diminutas auras, insectos seguramente, y una mayor. El mapache había salido corriendo ante la presencia del animal, así que no debía ser él-. ¿Hay alguien ahí? -preguntó el cazador.
El loro empezó a avanzar a saltitos proporcionales a su tamaño, de metro y pico cada uno. Byakuro soltó una carcajada y empezó a seguirlo corriendo.
- ¡Eh! ¿Hay alguien ahí? -preguntó, mientras seguía acercándose. Sería raro encontrar a alguien en aquella isla perdida en el East Blue, pero si no era eso, ¿qué otra cosa podía atraer a Mostaza?
El enorme loro saltó, posándose en el muro y dejándose caer al otro lado. Soltó otro chillido estridente y Byakuro echó a correr, para ver qué había encontrado su mascota. ¿Tal vez una persona, o un animal salvaje? El cazador saltó y lanzó una cadena a lo alto del muro, clavándola en la roca y acercándose a toda velocidad a la fachada del edificio en ruinas para acabar colándose por una ventana.
- ¡Hola! ¿Hay alguien en casa? -preguntó con una sonrisa.
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El miedo se apoderó de ella como un poderoso depredador ante una pequeña presa al escuchar el grito de aquella cosa. Ya no había marcha atrás, había sido descubierta y la mejor idea que tenía en ese momento era correr, pero ¿a donde?, forzosamente debía rodear la aldea y no podía hacer mucho más. La chica, ansiosa, se dio media vuelta para ver de frente el edificio frente a ella, sosteniendo la bolita de papel con todas sus fuerzas. Poco a poco retrocedió dando algunos pasos atrás.
Pero no estaba preparada para lo siguiente, aquella enorme bestia saltó como si nada sobre las ruinas y se dejó caer frente a ella. Sus ojos se abrieron como platos y sus pupilas se volvieron más pequeñas por la impresión, retrocedió más pasos pero tropezó con una piedra y cayó al suelo, quejándose en el acto. El ave emitió tal chillido que puso más nerviosa aun a Azuka.
Sin poder incorporarse, la joven retrocedió arratrandose unos metros, hasta que se topó con el tronco de un árbol. Ya no había a donde escapar, estaba rodeada y ahora aquel tipo hizo acto de presencia como si estuviera visitando a alguien. Azuka solo cerró los ojos con fuerza y agachó la cabeza.
—Por favor, no me hagas daño. Solo soy una arqueóloga y no quise meterme en sus asuntos.— Justificó de inmediato con un volumen de voz medianamente alto, con palabras temblorosas cargadas de miedo. —¿Qué será de mi ahora?... Ayuda...— Pensó.
Pero no estaba preparada para lo siguiente, aquella enorme bestia saltó como si nada sobre las ruinas y se dejó caer frente a ella. Sus ojos se abrieron como platos y sus pupilas se volvieron más pequeñas por la impresión, retrocedió más pasos pero tropezó con una piedra y cayó al suelo, quejándose en el acto. El ave emitió tal chillido que puso más nerviosa aun a Azuka.
Sin poder incorporarse, la joven retrocedió arratrandose unos metros, hasta que se topó con el tronco de un árbol. Ya no había a donde escapar, estaba rodeada y ahora aquel tipo hizo acto de presencia como si estuviera visitando a alguien. Azuka solo cerró los ojos con fuerza y agachó la cabeza.
—Por favor, no me hagas daño. Solo soy una arqueóloga y no quise meterme en sus asuntos.— Justificó de inmediato con un volumen de voz medianamente alto, con palabras temblorosas cargadas de miedo. —¿Qué será de mi ahora?... Ayuda...— Pensó.
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- Oh, una chica... -se sorprendió Byakuro, mientras le hacía un gesto a Mostaza para que se detuviera. El aura que había detectado era aquella mujer. ¿Arqueóloga? Vaya, aquello podía explicar el porqué de estar en las ruinas. El chico se acercó a ella y le tendió la mano, tratando de no asustarla-. Eh, tranquila... no voy a hacerte nada -dijo mientras la miraba atentamente-. Perdona a Mostaza... a veces es demasiado sociable. -el cazador echó una mirada de reproche al loro.
Cuando la chica se hubo recuperado del principio de infarto, el cazador le dijo, algo más tranquilo:
- No esperaba encontrar a nadie por aquí... Mi nombre es Byakuro Kyoya, pero puedes llamarme Bya. ¿Y tú, arqueóloga-chan?
Galleta observaba la escena desde sus casi tres metros y medio de altura, así que Byakuro le lanzó un malvavisco que se sacó del bolsillo. El loro se lo comió de un solo bocado.
Cuando la chica se hubo recuperado del principio de infarto, el cazador le dijo, algo más tranquilo:
- No esperaba encontrar a nadie por aquí... Mi nombre es Byakuro Kyoya, pero puedes llamarme Bya. ¿Y tú, arqueóloga-chan?
Galleta observaba la escena desde sus casi tres metros y medio de altura, así que Byakuro le lanzó un malvavisco que se sacó del bolsillo. El loro se lo comió de un solo bocado.
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Azuka esperaba su final de alguna u otra forma, o al menos una situación difícil que le hiciera usar la bola de papel que tenía apretada en su mano derecha. Pero nada pasa, la cazadora abrió un poco su ojo izquierdo, y frente a ella estaba aquel sujeto tendiéndole la mano, afirmando que no le haría nada y que disculpara a su mascota por acercarse de esa forma.
Tardó un poco en tomar algo de confianza, abrió ambos ojos y su mirada se cruzó con la de aquel individuo. Finalmente le dio su mano para que le ayudara a levantarse. Una vez de pie aquel hombre se presentó con su nombre completo y un nombre de pila y pidió información parecida a ella. Pero no habló por distraerse al ver como le daba una golosina a la mascota, ella siguió nerviosa con esa ave.
—Mi nombre es Azuka.— Contestó en voz baja, retrocediendo un paso otra vez para apoyar su cuerpo contra el árbol que estaba detrás de ella, no se sentía en total confianza y debía buscar una forma de salir de la situación. —Si he interrumpido algo, o he entrado a un lugar que no debía, ruego me disculpe, señor Kyoya, he de admitir que tampoco esperaba encontrarme con nadie.— Admitió titubeando. Aquel nombre no lo había escuchado con anterioridad, y no lo sabía, pero la chica estaba frente a uno de los más grandes cazarecompensas.
—Solo investigaba la extinción de la vida humana en esta isla a manos de los piratas...— Y hasta ahí dejo el comentario, la conversación la seguiría de acuerdo a la reacción del individuo delante de el.
Tardó un poco en tomar algo de confianza, abrió ambos ojos y su mirada se cruzó con la de aquel individuo. Finalmente le dio su mano para que le ayudara a levantarse. Una vez de pie aquel hombre se presentó con su nombre completo y un nombre de pila y pidió información parecida a ella. Pero no habló por distraerse al ver como le daba una golosina a la mascota, ella siguió nerviosa con esa ave.
—Mi nombre es Azuka.— Contestó en voz baja, retrocediendo un paso otra vez para apoyar su cuerpo contra el árbol que estaba detrás de ella, no se sentía en total confianza y debía buscar una forma de salir de la situación. —Si he interrumpido algo, o he entrado a un lugar que no debía, ruego me disculpe, señor Kyoya, he de admitir que tampoco esperaba encontrarme con nadie.— Admitió titubeando. Aquel nombre no lo había escuchado con anterioridad, y no lo sabía, pero la chica estaba frente a uno de los más grandes cazarecompensas.
—Solo investigaba la extinción de la vida humana en esta isla a manos de los piratas...— Y hasta ahí dejo el comentario, la conversación la seguiría de acuerdo a la reacción del individuo delante de el.
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Byakuro notaba como la chica tenía una actitud reservada y desconfiada, posiblemente debido a la intimidante figura de Mostaza. El cazador se giró hacia su pájaro y le puso un malvavisco en el pico, para después acariciarle la testa y sonreír al pájaro, que alzó las alas y despegó, seguramente dirigiéndose al barco. El cazador se giró de nuevo hacia la chica, con una sonrisa aún en su rostro.
- Bueno, no sé si esto es privado o no, pero no te preocupes... porque yo tampoco esperaba encontrarme con nadie -el cazador le acercó la mano al pelo, donde una pequeña hoja se había quedado enganchada, y se la quitó con cuidado-. Y no me llames "señor", por favor... me haces sentir mayor -el chico soltó una carcajada-. ¿Has dicho algo sobre piratas? -preguntó con interés.
Tras eso, miró las ruinas. Parecían abandonadas desde hacía bastante tiempo, por lo que dudaba que nadie los viese allí. Bueno, el tiempo era agradable, y no tenía prisa por volver al barco hasta después de unas horas:
- Deja que te ayude, parece divertido. -dijo, animado.
- Bueno, no sé si esto es privado o no, pero no te preocupes... porque yo tampoco esperaba encontrarme con nadie -el cazador le acercó la mano al pelo, donde una pequeña hoja se había quedado enganchada, y se la quitó con cuidado-. Y no me llames "señor", por favor... me haces sentir mayor -el chico soltó una carcajada-. ¿Has dicho algo sobre piratas? -preguntó con interés.
Tras eso, miró las ruinas. Parecían abandonadas desde hacía bastante tiempo, por lo que dudaba que nadie los viese allí. Bueno, el tiempo era agradable, y no tenía prisa por volver al barco hasta después de unas horas:
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Como si pudiera leerle la mente a la joven, aquel individuo atendió ahora a su mascota, y en una orden que ella no supo identificar, el ave desplegó sus enormes alas y alzó vuelo rumbo a la costa más o menos. Le siguió con la mirada unos momentos hasta que le perdió de vista y volvió la mirada con el individuo que le hablaba nuevamente.
Cuando el levantó la mano hacia ella se sobresaltó y cerró los ojos asustada pensando que le haría daño, pero no fue así, el solo lo hizo para quitarle una hoja de árbol que tenía entre el cabello. Abrió un ojo solo para escucharlo decir que no le llamara señor además de mostrar interés por su investigación. Incluso parecía motivado en ayudar, pero la idea no terminaba de agradarle a ella.
—Agradezco el gesto.— Admitió, seguía evidentemente nerviosa. —Pero este tipo de cosas son bastante aburridas, son horas y horas de lectura, además, quiero identificar como fue destruido este lugar por piratas para ayudar a que la historia no vuelva a repetirse en otros sitios.— Relató, poco a poco sus palabras ganaban una ligera y casi imperceptible confianza. Y no mentía, realmente ese era su objetivo desde un principio.
—Pero, ¿a usted que lo trae por estos lugares tan alejados de la civilización?...— Se aventuró a preguntar tratando de mantener la mirada fija en el desde el principio, pero era más para analizar algún posible movimiento agresivo que por un verdadero envalentonamiento.
Cuando el levantó la mano hacia ella se sobresaltó y cerró los ojos asustada pensando que le haría daño, pero no fue así, el solo lo hizo para quitarle una hoja de árbol que tenía entre el cabello. Abrió un ojo solo para escucharlo decir que no le llamara señor además de mostrar interés por su investigación. Incluso parecía motivado en ayudar, pero la idea no terminaba de agradarle a ella.
—Agradezco el gesto.— Admitió, seguía evidentemente nerviosa. —Pero este tipo de cosas son bastante aburridas, son horas y horas de lectura, además, quiero identificar como fue destruido este lugar por piratas para ayudar a que la historia no vuelva a repetirse en otros sitios.— Relató, poco a poco sus palabras ganaban una ligera y casi imperceptible confianza. Y no mentía, realmente ese era su objetivo desde un principio.
—Pero, ¿a usted que lo trae por estos lugares tan alejados de la civilización?...— Se aventuró a preguntar tratando de mantener la mirada fija en el desde el principio, pero era más para analizar algún posible movimiento agresivo que por un verdadero envalentonamiento.
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Byakuro ladeó la cabeza, algo decepcionado. ¿Horas de lectura? Él era de moverse algo más e investigar, aunque la chica le había caído bien, y seguro que mientras ella investigaba él encontraría algo que hacer.
- Bueno, tengo tiempo... y tu fin me parece... -su rostro se ensombreció, al recordar cómo su isla entera fue destruida por la banda pirata de los Pinza Negra, en un símil muy irónico- me parece un fin loable y digno de admiración -su expresión había dejado de ser feliz para pasar a una más comedida y serena. El triste puñal del recuerdo de infancia le había golpeado duro-. Así que me temo que insisto en acompañarte.
El cazador sabía que evitar aquel tipo de acciones era algo harto difícil, pero si podía ayudar a que aquella chica lo lograse, situaciones como la de Nanami o su propia isla, lo haría. La joven le preguntó por los motivos que lo habían llevado a esa isla a él.
- Bueno... estoy con mi banda aquí. Estamos atracando en esta isla durante el día, y simplemente me apetecía estirar las piernas. Si luego quieres, puedo presentártelos, y podemos acercarte a donde sea que vayas... Además, seguro que les caes bien. -el chico cerró los ojos, y sonrió, a modo de invitación.
- Bueno, tengo tiempo... y tu fin me parece... -su rostro se ensombreció, al recordar cómo su isla entera fue destruida por la banda pirata de los Pinza Negra, en un símil muy irónico- me parece un fin loable y digno de admiración -su expresión había dejado de ser feliz para pasar a una más comedida y serena. El triste puñal del recuerdo de infancia le había golpeado duro-. Así que me temo que insisto en acompañarte.
El cazador sabía que evitar aquel tipo de acciones era algo harto difícil, pero si podía ayudar a que aquella chica lo lograse, situaciones como la de Nanami o su propia isla, lo haría. La joven le preguntó por los motivos que lo habían llevado a esa isla a él.
- Bueno... estoy con mi banda aquí. Estamos atracando en esta isla durante el día, y simplemente me apetecía estirar las piernas. Si luego quieres, puedo presentártelos, y podemos acercarte a donde sea que vayas... Además, seguro que les caes bien. -el chico cerró los ojos, y sonrió, a modo de invitación.
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Cuando Kyoya le contestó sobre su fin algo en su mirada cambió repentinamente, quizás los recuerdos de un pasado oscuro, quizás, no estaba de acuerdo con el fin de esa investigación, no podía adivinarlo, la cualidad de leer a las personas aun no era de ella. Pero lo segundo no era, ya que el aplaudió la meta de la investigación, cosa que tranquilizo un poco a la chica, estaba frente a una persona en apariencia buena.
—¿Una banda?— Preguntó para si misma en voz baja. Entonces el no venía solo. Habiendo tomado ya algo de confianza Azuka avanzó un poco hasta la ruina cercana que el loro había saltado con suma facilidad. —Bueno, agradezco tu insistencia en ayudarme, pero repito, será algo realmente aburrido.— Aclaró la joven, manteniendo un tono y un semblante más serenos ahora, aunque no dedicaba su vista directamente a su receptor. —Es la forma en que las personas debiles ayudamos al beneficio de otras personas, al no igualar los poderes de un Shichibukai o un Yonkaikyo, por ejemplo.— Explicó brevemente contemplando el muro semi-carbonizado.
—¿Y has dicho banda? Suena interesante, ¿a qué se dedican?— Le preguntó para tratar de hacer algo de charla, pasando suavemente con la yema de sus dedos de la mano izquierda sobre aquel muro. —Oh, y agradezco el ofrecimiento, pero dentro de unas horas, cuando caiga el sol, un barco vendrá por mí.— Aclaró, para no dar por ignorado el comentario que el hizo.
—¿Una banda?— Preguntó para si misma en voz baja. Entonces el no venía solo. Habiendo tomado ya algo de confianza Azuka avanzó un poco hasta la ruina cercana que el loro había saltado con suma facilidad. —Bueno, agradezco tu insistencia en ayudarme, pero repito, será algo realmente aburrido.— Aclaró la joven, manteniendo un tono y un semblante más serenos ahora, aunque no dedicaba su vista directamente a su receptor. —Es la forma en que las personas debiles ayudamos al beneficio de otras personas, al no igualar los poderes de un Shichibukai o un Yonkaikyo, por ejemplo.— Explicó brevemente contemplando el muro semi-carbonizado.
—¿Y has dicho banda? Suena interesante, ¿a qué se dedican?— Le preguntó para tratar de hacer algo de charla, pasando suavemente con la yema de sus dedos de la mano izquierda sobre aquel muro. —Oh, y agradezco el ofrecimiento, pero dentro de unas horas, cuando caiga el sol, un barco vendrá por mí.— Aclaró, para no dar por ignorado el comentario que el hizo.
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Aquella chica conocía el término Yonkaikyo y de sus poderes, así que debía conocerlos por lo menos un mínimo. Byakuro sonrió y dijo:
- Oh, vaya... resulta que, aquí donde me ves, yo mismo soy un Yonkaikyo. -sonrió ampliamente. Mientras la chica se ponía a investigar las paredes derruidas del lugar, Byakuro se sentó en una roca cercana, observándola.
Ella parecía completamente concentrada en su tarea, ante lo que Byakuro se puso a juguetear con una bola de tinta, haciendo malabares con ella.
- Bueno... -murmuró-. En realidad nos dedicamos a viajar por ahí y pasarlo lo mejor que podemos. Yoko es una chica muy simpática, que está viajando conmigo desde el principio, Theo y Viole son una pareja que se nos unieron un tiempo después, y desde entonces hemos ido aumentando la gente... la verdad, es que es divertido hacer vida de día a día con ellos. Son de lo mejor -el chico sonrió-. Bueno, si te vienen a buscar a última hora, creo que puedo quedarme contigo hasta entonces. -el chico se acomodó en la piedra y sonrió, mientras observaba a la joven hacer sus pesquisas.
- Oh, vaya... resulta que, aquí donde me ves, yo mismo soy un Yonkaikyo. -sonrió ampliamente. Mientras la chica se ponía a investigar las paredes derruidas del lugar, Byakuro se sentó en una roca cercana, observándola.
Ella parecía completamente concentrada en su tarea, ante lo que Byakuro se puso a juguetear con una bola de tinta, haciendo malabares con ella.
- Bueno... -murmuró-. En realidad nos dedicamos a viajar por ahí y pasarlo lo mejor que podemos. Yoko es una chica muy simpática, que está viajando conmigo desde el principio, Theo y Viole son una pareja que se nos unieron un tiempo después, y desde entonces hemos ido aumentando la gente... la verdad, es que es divertido hacer vida de día a día con ellos. Son de lo mejor -el chico sonrió-. Bueno, si te vienen a buscar a última hora, creo que puedo quedarme contigo hasta entonces. -el chico se acomodó en la piedra y sonrió, mientras observaba a la joven hacer sus pesquisas.
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La arqueóloga seguía concentrada en lo suyo, cuando de pronto, en el suelo, encontró una vieja muñeca de trapo. Se agachó y la levantó con la mano izquierda, contemplando por unos breves instantes el objeto. Entrecerró los ojos un poco y un enorme sentimiento de frustración la abordó de solo pensar el terror que los piratas causaron en todas las personas y la cantidad de vidas que debieron tomar.
Sin embargo, las imágenes en su cabeza se vieron opacadas por la voz de la persona que le acompañaba causándole una enorme sorpresa al admitir que el era uno de los cuatro miembros de la Saigo Yonkaikyo. Azuka abrió los ojos de par en par y lo miró de reojo, el se mantenía impasible y con una amplia sonrisa en su rostro, por un momento recordó a su ídolo que conoció en Shimotsuki, Takeshi, quien entonces también pertenecía a dicho grupo. Byakuro creó una bola de un liquido negro y empezó a jugar con ella.
—Y además es un usuario de fruta del diablo.— Pensó en silencio la peliazul intentando concentrarse de nuevo en las ruinas, pero era complicado con la idea de tener a un Yonkaikyo cerca. Además, estaba prestando atención a lo que decía, ahora pasando a describir a tres personas que pertenecían a su agrupación, al parecer buenas personas todos. Hubo un breve silencio, pero después el dijo que se quedaría a acompañarla hasta que su barco volviera por ella.
—Me siento honrada en cierta forma de que una personalidad tan grande como un Yonkaikyo decida perder su tiempo acompañándome.— Admitió, girando un poco la cabeza para que sus anaranjados ojos se encontraran con los de el. —Aun cuando estoy segura que tendrías mejores cosas que hacer que estar perdiendo el tiempo con una rata de biblioteca.— Continuo aun sin dedicarle ni una sola sonrisa, pero procuraba mantener un tono agradable en la voz.
—Aunque no es la primera vez que tengo una situación de esta naturaleza. En el pasado conocí a otro Yonkaikyo llamado Takeshi y a un Shichibukai, el cyborg Stark. Es increíble que existan personas tan poderosas como ustedes.— Siguió hablando, y por primera vez en toda la charla sonrió ligeramente. —En algún momento del pasado fueron una inspiración para mí.—Confesó.
Sin embargo, las imágenes en su cabeza se vieron opacadas por la voz de la persona que le acompañaba causándole una enorme sorpresa al admitir que el era uno de los cuatro miembros de la Saigo Yonkaikyo. Azuka abrió los ojos de par en par y lo miró de reojo, el se mantenía impasible y con una amplia sonrisa en su rostro, por un momento recordó a su ídolo que conoció en Shimotsuki, Takeshi, quien entonces también pertenecía a dicho grupo. Byakuro creó una bola de un liquido negro y empezó a jugar con ella.
—Y además es un usuario de fruta del diablo.— Pensó en silencio la peliazul intentando concentrarse de nuevo en las ruinas, pero era complicado con la idea de tener a un Yonkaikyo cerca. Además, estaba prestando atención a lo que decía, ahora pasando a describir a tres personas que pertenecían a su agrupación, al parecer buenas personas todos. Hubo un breve silencio, pero después el dijo que se quedaría a acompañarla hasta que su barco volviera por ella.
—Me siento honrada en cierta forma de que una personalidad tan grande como un Yonkaikyo decida perder su tiempo acompañándome.— Admitió, girando un poco la cabeza para que sus anaranjados ojos se encontraran con los de el. —Aun cuando estoy segura que tendrías mejores cosas que hacer que estar perdiendo el tiempo con una rata de biblioteca.— Continuo aun sin dedicarle ni una sola sonrisa, pero procuraba mantener un tono agradable en la voz.
—Aunque no es la primera vez que tengo una situación de esta naturaleza. En el pasado conocí a otro Yonkaikyo llamado Takeshi y a un Shichibukai, el cyborg Stark. Es increíble que existan personas tan poderosas como ustedes.— Siguió hablando, y por primera vez en toda la charla sonrió ligeramente. —En algún momento del pasado fueron una inspiración para mí.—Confesó.
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Stark... Stark... aquel nombre le sonaba de algo. Espera, ¿no se apellidaba aquel cyborg tan extraño Stark?
- Por casualidad no te referirás a Jack Dralion... estuve sentado con él hace un tiempo, durante la guerra de Mariejoa -el rostro de Byakuro se estremeció-. Tras la batalla no se le encontró y hay quien dice que abandonó el puesto en medio de la guerra y voló hacia el océano. -el recuerdo de Mariejoa estaba latente en él. Aún recordaba las caras de sus amigos aterrados cuando se vio obligado a atacarlos. "Aides, te juro que me vengaré..."
El cazador volvió la vista hacia la chica, parecía haber sonreído un poco, lo cual alegró al chico, que no esperaba conseguir sacarle nada aparte de aquel educado pero distante trato. Sonriendo, absorbió la bola de tinta y le preguntó a la chica:
- Dime, ¿buscas algo en especial? -preguntó-. Puedo ayudarte a buscar restos, aunque dudo ser de gran ayuda, pero al menos cuatro ojos ven más que dos...
Dicho esto, se puso a mirar en los alrededores, buscando cualquier cosa que pudiera servir a la chica. Tal vez por pura suerte encontrase algo interesante en aquel lugar.
- Por casualidad no te referirás a Jack Dralion... estuve sentado con él hace un tiempo, durante la guerra de Mariejoa -el rostro de Byakuro se estremeció-. Tras la batalla no se le encontró y hay quien dice que abandonó el puesto en medio de la guerra y voló hacia el océano. -el recuerdo de Mariejoa estaba latente en él. Aún recordaba las caras de sus amigos aterrados cuando se vio obligado a atacarlos. "Aides, te juro que me vengaré..."
El cazador volvió la vista hacia la chica, parecía haber sonreído un poco, lo cual alegró al chico, que no esperaba conseguir sacarle nada aparte de aquel educado pero distante trato. Sonriendo, absorbió la bola de tinta y le preguntó a la chica:
- Dime, ¿buscas algo en especial? -preguntó-. Puedo ayudarte a buscar restos, aunque dudo ser de gran ayuda, pero al menos cuatro ojos ven más que dos...
Dicho esto, se puso a mirar en los alrededores, buscando cualquier cosa que pudiera servir a la chica. Tal vez por pura suerte encontrase algo interesante en aquel lugar.
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Por un momento dejó de hacer lo que estaba haciendo para prestar atención al Yonkaikyo, el cual también reconoció a tan famoso Shichibukai y Azuka asintió con la cabeza para confirmarle que a el era a quien había conocido. Aun recordaba aquella fiesta de cumpleaños en la cual conoció su persona y el lugar donde habitaba, un lugar tan extravagante y lleno de lujos que nunca había imaginado. Recordaba bien como habían bailado al compás de la música que aquel caballero sugirió. De eso ya habían sido algunos años.
La joven de cabello azul se quedó distraida en los recuerdos que venían a su mente de diferentes personas, también de Karl, aquel marine con la fruta del diablo de quimera que le salvó la vida contra el pirata Allen. Tenía ganas de ver a muchas de las personas de su pasado, pero que estuvieran en el East Blue era una probabilidad bajisima.
—Ah, lo siento.— Soltó. Se había quedado en silencio varios segundos después de la pregunta del cazador. —Me distraje demasiado en mis recuerdos. Hace algunos años salí al mar y conocí muchas personas, unas más agradables que otras. Esta charla me ha llevado a revivir algunas memorias.— Justificó, habiendo borrado su sonrisa desde hace un rato, recuperando el gesto sereno de hace rato.
—En especifico busco notas, libretas, o inscripciones. Algo que pueda ayudarme a descubrir cual era el estilo de vida de esta aldea, ya que, aun hay muchas cosas que no puedo detectar a través de las ruinas o los objetos únicamente. Aun no soy lo suficientemente buena para armar estos rompecabezas.— Admitió. —Pero eso es algo que pretendo cambiar con la practica.— Agregó, demostrando ser una persona perseverante en sus objetivos, aun cuando estos parecen bastante lejanos.
—Quisiera saber de tus logros como Yonkaikyo, ¿cómo escalaste a tal puesto?— Preguntó con cierta curiosidad, volviendo la atención de sus ojos a las ruinas.
La joven de cabello azul se quedó distraida en los recuerdos que venían a su mente de diferentes personas, también de Karl, aquel marine con la fruta del diablo de quimera que le salvó la vida contra el pirata Allen. Tenía ganas de ver a muchas de las personas de su pasado, pero que estuvieran en el East Blue era una probabilidad bajisima.
—Ah, lo siento.— Soltó. Se había quedado en silencio varios segundos después de la pregunta del cazador. —Me distraje demasiado en mis recuerdos. Hace algunos años salí al mar y conocí muchas personas, unas más agradables que otras. Esta charla me ha llevado a revivir algunas memorias.— Justificó, habiendo borrado su sonrisa desde hace un rato, recuperando el gesto sereno de hace rato.
—En especifico busco notas, libretas, o inscripciones. Algo que pueda ayudarme a descubrir cual era el estilo de vida de esta aldea, ya que, aun hay muchas cosas que no puedo detectar a través de las ruinas o los objetos únicamente. Aun no soy lo suficientemente buena para armar estos rompecabezas.— Admitió. —Pero eso es algo que pretendo cambiar con la practica.— Agregó, demostrando ser una persona perseverante en sus objetivos, aun cuando estos parecen bastante lejanos.
—Quisiera saber de tus logros como Yonkaikyo, ¿cómo escalaste a tal puesto?— Preguntó con cierta curiosidad, volviendo la atención de sus ojos a las ruinas.
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- Bueno... es una larga historia que podría resumirse en tres palabras: cosas del destino -el chico sonrió-. Vencí al anterior Yonkaikyo y me ofrecieron su puesto -el combate con Noah había sido difícil, y el chico aún lo recordaba-. Luego hice otros méritos por mi cuenta, y supongo que se tuvieron en cuenta... -cuando el chico derrotó a los yonkous Kirito o Zero, o cuando plantó cara y derrotó a la ex-Shichibukai Rose, que ahora podía considerarse su... "amante". Sí, tal vez fuera un título apropiado-. Y bueno, supongo que tras todo eso, no les he dado motivos para que me echen -el chico se encogió de hombros mientras se elevaba en el aire, haciendo brotar un par de alas blancas en la espalda-. Iré a buscar por ahí, a ver si encuentro algo.
El chico empezó a volar por el lugar, buscando restos de algo que pudiera serle útil a la chica. Sinceramente, buscar desde las alturas era bastante más divertido y rápido que hacerlo en el suelo. Tras dar un par de vueltas, le pareció ver una casa más intacta (o menos destruida) que las demás. Descendió sobre ella y empezó a buscar entre los restos derruidos. Detectó un aura a su lado, y vio un movimiento: un pequeño animal salió por una ventana cercana. "Vaya... mira dónde se había escondido el mapache..." pensó con una sonrisa.
El chico empezó a volar por el lugar, buscando restos de algo que pudiera serle útil a la chica. Sinceramente, buscar desde las alturas era bastante más divertido y rápido que hacerlo en el suelo. Tras dar un par de vueltas, le pareció ver una casa más intacta (o menos destruida) que las demás. Descendió sobre ella y empezó a buscar entre los restos derruidos. Detectó un aura a su lado, y vio un movimiento: un pequeño animal salió por una ventana cercana. "Vaya... mira dónde se había escondido el mapache..." pensó con una sonrisa.
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Méritos propios combinados con azares del destino le habían llevado hasta su cargo actual, o al menos eso era lo que demostraba con sus palabras el Yonkaikyo, fuera lo que fuera, no había porque quitarle merito, ya que obtener dicho título no es algo que cualquier persona pueda conseguir. Azuka vio de reojo como un par de alas surgían de la espalda del individuo y se sorprendió un poco, ¿cómo hacía eso?, ella por su parte usaba su poder de la kami kami no mi antes, pero la falta de practica seguro le impediría hacer lo mismo de nuevo, al menos ahora.
Pasaron los segundos, los minutos y las horas, el sol empezó a recorrer el cielo y cada vez amenazaba más con ocultarse detrás del horizonte. ¿Cuánto tiempo habían tardado?, era una cuenta que al menos la peliazul no llevaba, pero todo ese día había sido provechoso. Gracias al Yonkaikyo habían encontrado dos libretas, un diario de una niña al parecer, donde relataba su día a día en la isla, un lugar meramente campesino sin protección de la marina pero sin amenazas latentes por parte de los piratas. Era un diario medianamente corto y en las ultimas páginas la niña describía comportamientos inusuales por parte de los adultos y otros acontecimientos que la arqueóloga analizaría después para armar el rompecabezas con calma. La segunda libreta parecía más bien de un adulto, con apuntes desorganizados, palabras sueltas, cálculos extraños y algunos códigos extraños. La isla guardaba un secreto, ¿pero cuál?
—Te agradezco tu ayuda, me hubiera costado más trabajo hacer todo yo sola.— Dijo de forma gentil la chica. A estas alturas, el cielo estaba pintado de un agradable y cálido color naranja con algunos matices, una bella obra de arte del cielo que poco iba a durar, pues era el preámbulo a la oscuridad de la nota. Ambos ya estaban en camino a la playa, y para mala suerte de la chica no se veía cerca el barco que había pagado anteriormente.
—Al parecer el destino es caprichoso.— Soltó con algo de seriedad cuando llegaron a la playa, donde el barco del Yonkaikyo era el único a la vista. —He sido abandonada y lo más seguro es que las velas de tu nave hayan ahuyentado mi transporte.— Argumentó, con la mirada fija en el horizonte, donde el sol parecía ser devorado por el inmenso mar.
—Si tu invitación a tu barco aun sigue en pie me temo que debo tomarla, no tengo como volver y esta isla no creo que sea muy segura por la noche.— Agregó, mirando de reojo primero a su espalda y después al cazador.
Pasaron los segundos, los minutos y las horas, el sol empezó a recorrer el cielo y cada vez amenazaba más con ocultarse detrás del horizonte. ¿Cuánto tiempo habían tardado?, era una cuenta que al menos la peliazul no llevaba, pero todo ese día había sido provechoso. Gracias al Yonkaikyo habían encontrado dos libretas, un diario de una niña al parecer, donde relataba su día a día en la isla, un lugar meramente campesino sin protección de la marina pero sin amenazas latentes por parte de los piratas. Era un diario medianamente corto y en las ultimas páginas la niña describía comportamientos inusuales por parte de los adultos y otros acontecimientos que la arqueóloga analizaría después para armar el rompecabezas con calma. La segunda libreta parecía más bien de un adulto, con apuntes desorganizados, palabras sueltas, cálculos extraños y algunos códigos extraños. La isla guardaba un secreto, ¿pero cuál?
—Te agradezco tu ayuda, me hubiera costado más trabajo hacer todo yo sola.— Dijo de forma gentil la chica. A estas alturas, el cielo estaba pintado de un agradable y cálido color naranja con algunos matices, una bella obra de arte del cielo que poco iba a durar, pues era el preámbulo a la oscuridad de la nota. Ambos ya estaban en camino a la playa, y para mala suerte de la chica no se veía cerca el barco que había pagado anteriormente.
—Al parecer el destino es caprichoso.— Soltó con algo de seriedad cuando llegaron a la playa, donde el barco del Yonkaikyo era el único a la vista. —He sido abandonada y lo más seguro es que las velas de tu nave hayan ahuyentado mi transporte.— Argumentó, con la mirada fija en el horizonte, donde el sol parecía ser devorado por el inmenso mar.
—Si tu invitación a tu barco aun sigue en pie me temo que debo tomarla, no tengo como volver y esta isla no creo que sea muy segura por la noche.— Agregó, mirando de reojo primero a su espalda y después al cazador.
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Byakuro acompañó durante lo que quedaba de día a la chica, rebuscando entre las ruinas del pueblo, y llevándole cuadernos y notas que encontraba por el lugar. El crepúsculo los sorprendió a ambos tras un largo día de investigación. Ella le agradeció el trabajo, ante lo que él simplemente negó con la cabeza y dijo:
- Ha sido divertido, lo he pasado bien... no tienes que darme las gracias. -hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.
Ambos acabaron por salir de allí, llegando a la playa en la que el barco debía ir a recoger a Azuka, pero no había ninguna embarcación en el lugar. El chico suspiró y ella dijo que seguramente el barco se había espantado al ver otro navío cerca.
- Claro, no hay ningún problema -sonrió el chico-. Aunque no hay cuartos preparados para invitados ahora mismo, se puede preparar uno, o si no puedes dormir en mi habitación... yo dudo que vaya a dormir hoy. -el chico soltó una carcajada.
Tras eso, y sin esperar un instante, agarró a la chica, por debajo de las piernas y la levantó como a una princesa. Extendió dos alas de ángel y empezó a volar hacia el Black Lotus, donde toda su tripulación esperaba. Sería divertido tener una nakama más con ellos, aunque solo fuera hasta la siguiente isla.
- Seguro que les caes genial a todos. -sonrió el chico, mientras el viento le alborotaba el pelo.
- Ha sido divertido, lo he pasado bien... no tienes que darme las gracias. -hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.
Ambos acabaron por salir de allí, llegando a la playa en la que el barco debía ir a recoger a Azuka, pero no había ninguna embarcación en el lugar. El chico suspiró y ella dijo que seguramente el barco se había espantado al ver otro navío cerca.
- Claro, no hay ningún problema -sonrió el chico-. Aunque no hay cuartos preparados para invitados ahora mismo, se puede preparar uno, o si no puedes dormir en mi habitación... yo dudo que vaya a dormir hoy. -el chico soltó una carcajada.
Tras eso, y sin esperar un instante, agarró a la chica, por debajo de las piernas y la levantó como a una princesa. Extendió dos alas de ángel y empezó a volar hacia el Black Lotus, donde toda su tripulación esperaba. Sería divertido tener una nakama más con ellos, aunque solo fuera hasta la siguiente isla.
- Seguro que les caes genial a todos. -sonrió el chico, mientras el viento le alborotaba el pelo.
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Azuka no tenía ningún problema de no contar con habitación, incluso estaba dispuesta a no dormir y permanecer en cubierta, pues el viajar a otra isla y ya en un barco era mucho más seguro que pernoctar en una isla deshabitada por humanos, donde las bestias salvajes pudieran cazarla sin ningún problema.
Sin embargo, para sorpresa de la chica, el Yonkaikyo la levantó sin ningún esfuerzo, usando una mano a la altura de sus rodillas y la otra en su espalda. Ella dejó escapar un leve grito de sorpresa. Haciendo uso de sus alas ya estaban a una altura suficiente como para que ella no pudiera quejarse, pero aun así se olvido de ello.
—¡¿Pero que te pasa, por qué has hecho eso?!— Exclamó, dandole un par de golpes en el pecho con los puños cerrados, aunque, su fuerza era poca, y el verdadero problema estaba en que ella estaba muy sonrojada ya. Sintiendo el calor en su rostro optó por cubrirse con ambas manos y no seguir discutiendo, de modo que no podía ver en que instante llegarían al barco.
Sin embargo, para sorpresa de la chica, el Yonkaikyo la levantó sin ningún esfuerzo, usando una mano a la altura de sus rodillas y la otra en su espalda. Ella dejó escapar un leve grito de sorpresa. Haciendo uso de sus alas ya estaban a una altura suficiente como para que ella no pudiera quejarse, pero aun así se olvido de ello.
—¡¿Pero que te pasa, por qué has hecho eso?!— Exclamó, dandole un par de golpes en el pecho con los puños cerrados, aunque, su fuerza era poca, y el verdadero problema estaba en que ella estaba muy sonrojada ya. Sintiendo el calor en su rostro optó por cubrirse con ambas manos y no seguir discutiendo, de modo que no podía ver en que instante llegarían al barco.
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