Me recuerdas a alguien... Dexter VS Zuko

Condiciones: 1 pa 1 sin camiseta. No es a muerte.



Arabasta: Un reino desértico muy avanzado dentro de Grand Line con una cultura muy peculiar. En este caso, el enfrentamiento será en medio del desierto.

Empieza 1-Dexter 2-Zuko

2 (?)

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¿Otra vez en Arabasta? Siempre acababa allí de una u otra forma. Primero con toda la banda, luego un momentáneo retorno para entrenar a las armaduras andantes y poco antes de la guerra, buscando a Ann Ominous... Aquella fulana que debía ser fantasía de muchos hombres, y él creyó inocentemente que era una delincuente. ¿Por qué estaba de vuelta allí? Bueno, tal vez por alejarse de Sarden y Minato. No era que le gustase huir, pero si era todo lo que podía hacer por evitar cargarse a aquel imbécil era lo correcto. Y de un desierto a otro, Arabasta era una parada que no le importaba hacer. El calor era tan agradable...

Sin embargo no era momento de relajarse. ¿Cuánto quedaba para el torneo? Tres días a lo sumo, y dedicando un rato a descansar le quedaba muy poco para preparar su actuación, la estrategia de los combates y cómo dar un gran espectáculo. Era consciente de que la teatralidad era algo tan importante como una buena presentación, por lo que tal vez debiera convertirse en un putón pugilístico... "Nah, mejor no".

Las alas dejaron de batir a varios metros de altura, mientras el cuerpo del dragón poco a poco tomaba forma humana de nuevo, y caía sobre la arena con el puño cerrado. "No, no es una buena entrada", se dijo mientras recuperaba la compostura. Tal vez lo mejor fuera dar una entrada más o menos discreta y un espectáculo ya dentro de la arena... ¿Qué debería hacer? No podía decidirse, aunque parecía todo tan buena idea...

-Sin embargo, si me paso en la primera ronda el listón para la segunda será más alto, y así sucesivamente...

Sus palabras hicieron eco en la inmensidad, mientras sus brazos se colocaban en posición. Poco a poco, y con el viento rodeando ambas manos, se preparó para hacer volar la duna. Un segundo, luego dos, y con el tercero una ráfaga de viento salió disparada contra el montículo arenoso, que levantó una momentánea tormenta de arena. Donde antes estaba Dexter había una pequeña duna, aunque no tardó en deshacerse y el pirata volvió a aparecer. Se sacudió el pelo y siguió pensando. Había estado bien, pero no genial...

Una voz sonó a su espalda. Gritaba su nombre, Gobierno Mundial y que se entregara. ¿Ahora su vida se iba a resumir a eso? Gente buscándolo para llevarlo ante la justicia por poner un pie en Mariejoa. "Lo mejor es que seguramente ni sepan que me persiguen por eso", pensó mientras se daba la vuelta. Nadie quería nunca tomar el té, ni unas pastas ni charlar amigablemente. La gente era muy poco comprensiva, aunque siempre sucedía aquello; desde que tomó precio sobre su cabeza nadie quería escuchar por qué su caza se recompensaba. Nadie quería nunca conocer los motivos que llevan a alguien a enemistarse con el Gobierno, porque era menos incómodo que hacerse preguntas... Más fácil.

-¡Yo me veo bastante libre!- gritó él. Ya estaba bastante cerca y se colocó en posición, como si estuviera preparándose para atacar. Sin embargo lo que hizo que el Shichi... Yonkou arqueara una ceja y arrugara el labio por un momento no fue otra cosa que encontrar frente a él a aquel muchacho. Príncipe de Reddo Teikoku, o algo así, había dejado libre a una muchacha hacía un par de años por un delito rimbombante... Colarse en un templo. Ni siquiera lo había hecho a propósito, o bueno, sí, pero no sabía que estaba prohibido y tan sólo quería aprender el manejo del fuego más a fondo. Por desgracia aquello había quedado en nada, pues tuvo que dejar la isla sin estudiar lo más mínimo. Pero lo importante, ¿Aquel muchacho trabajaba para el Gobierno Mundial? Era cuanto menos curioso.

"En fin", pensó. No usó su haki de observación, le llegaba ver aquella confianza para saber que estaba ante alguien a su altura, o un loco. Aunque si gozaba de un poder comparable sólo había una opción: Que fuese el arma secreta del Gobierno. Y si lo fuera, al saludar perdía todo el factor inesperado que le confería una mayor efectividad. Así pues... ¿Sería sólo un fantoche? En fin, era bastante arriesgado comprobarlo de aquella forma, pero qué demonios, se iba a presentar a un torneo donde si la Marina quisiera podría localizarlo. ¿Por qué no adelantarlo unos días?

-En fin, a ti no voy ni a intentar convencerte- dijo, en un tono más calmado mientras adoptaba una postura relajada, con las piernas ligeramente flexionadas y los brazos preparados para bloquear cualquier ataque-. Si quieres atraparme, aquí estoy.

El poco viento que soplaba frenó en seco, dejándolos en completo silencio. El silencio de la batalla...

-Oh- fue lo único que alcanzó a decir. Así que, al igual que Madara y Akagami, el joven príncipe de Reddo Teikokku también era un dragón. Le sorprendía, la verdad. No sabía que hubiera tanta gente con esa clase de Akuma no mi, aunque el océano estaba lleno de peces. Sin embargo era cuanto menos curioso que todos los que la consumían llegaran a lo más alto... Bueno, como todos los dragones de los cuentos, en realidad.

Sin mucho preámbulo, y de hecho ignorándolo en gran medida, se preparó para la ofensiva. Ya transformado en un reptil gigante con aspecto humanoide, se propulsó con llamas hacia él, y quedando por encima de su cabeza, lanzó una fuerte patada. "Muy lento", dijo una voz en su cabeza mientras Dexter se encogía de hombros quitándose la camiseta, haciendo que por el hueco de la cabeza entrase el pie del principito. Seguramente estuviera calentando, o eso esperaba.

-Bueno, no está mal. Pero si tú no llevas camiseta yo tampoco- su torso, ahora desnudo, mostraba un cuerpo marcado por años de entrenamiento que, pese a todo, no perdía la proporcionalidad.

"¿Tan alto me he vuelto?", pensó observando la forma híbrida de aquel muchacho. Era algo pequeño en comparación a la suya, la verdad. Era más o menos como él en ese momento, algo más escamoso y dorado, pero chaparro en comparación a Akagami y a él. Y suponía que Madara también sería abominable. ¿Cómo podía ser tan pequeñito? En fin, tampoco importaba mucho, ya que si algo le había enseñado el tiempo era que en los más pequeños podían ocultarse las mayores fuerzas. "Aunque, por lo menos, parece en mejor forma que la última vez".

-Vamos a ver qué tal lo haces ahora- su brazo brilló por un momento, y estalló en unas quinientas esmeraldas que flotaban a su alrededor, reflejando la luz del sol y dejando un bello aspecto boscoso a aquel desierto-. No toques ninguna o podrías tener problemas.

Pasó la mano por una, y ésta se deshizo en un polvo brillante que se desvaneció rápidamente. La energía contenida en la gema se esparcía de nuevo por el mundo, aunque si el chico lo hacía bien las cosas podrían ponerse divertidas.

-Vale, mejor de lo que esperaba- comentó. El agente había reventado desde la distancia una de las esmeraldas, pudiendo comprobar lo que hacían sin correr un verdadero riesgo. Aunque lo verdaderamente sorprendente fue cómo intentó volcar las esquirlas sobre él. ¿Le harían daño? Nunca se lo había preguntado, y la había usado tan poco desde que la desarrolló que no tenía constancia de que pudiera dañarlo.

Extendió la mano y recibió el impacto... Bueno, más o menos. Si no le afectara se desharían antes de llegar a tocarlo, pero en su lugar un parpadeo negro hizo rebotar las pequeñas espinas para luego ver cómo se deshacían en polvo dorado... "Curioso". Era bastante interesante saber que su habilidad tenía ese límite, le salvaría de problemas en el futuro, aunque debería intentar aprender a controlarlo algo mejor, hasta el punto de no dañarse a sí mismo. La situación era confusa de esa manera, vaya, pero por suerte su haki se encargaba de arreglarlo. Al fin y al cabo, matarse a sí mismo con su propia técnica sería ridículo... Bueno, inintencionadamente, claro.

-Vale, eso ha sido muy descortés- dijo con un notado malhumor fingido-. Además, ¿Qué haces ahí detrás? No hay nada que ver- salvo la cicatriz en el hombro, claro. La herida que Derian le había hecho seguía ahí marcada, recordándole la muerte de Bya-. Supongo que me toca.

Su mano derecha adoptó un color azulado y surgieron escamas a su alrededor, mientras ésta se transformaba en una poderosa garra. Con ella trataría de dar una palmada en el pecho del joven, lo suficientemente fuerte para provocarle una ligera arritmia, no mediante fuerza, sino con un chispazo de voltaje medio. ¿Resistiría?

-No lo haces mal- comentaría, una vez girado-, pero desde Reddo parece que no has mejorado nada.

-No puedo adiestrarte, joven Dragón- dijo el Sacerdote tras un rato hablando con Sapphire, aunque ambos sabían ya quién estaba realmente tras el cuerpo de aquella mujer-. Eres prometedor, sin duda, pero nuestros caminos no están destinados a entrelazarse. No obstante, hay un favor que debo pedirte...

Los ojos de Dexter se exorbitaron por un momento, recordando lo que había sucedido antes. El Sacerdote Dragón, la negativa, y la confesión del poco tiempo que le restaba. Según él un año, dos, o con suerte hasta cinco, pero que no llegaría vivo a la fecha de su muerte. Sabía que perecería antes y, aunque se negó a dar más explicaciones al respecto, adujo de una forma más o menos rozando la metafísica que él debía ayudar a su último pupilo a dominar el secreto de la montaña. ¿Cómo? fue la pregunta que invadió la conversación finalmente, tras un rato de debate en el que salieron a relucir viejas leyendas de Reddo Teikokku y de varias islas más, incluyendo el Ojo, donde el anciano dragón había estudiado los mitos del Bondye y sus infinitas garras. La verdad es que le tocó la fibra con esa declaración. Sin embargo la respuesta a su pregunta no llegó como esperaba; la isla era famosa por el dominio del fuego, y oculta en la montaña dormía el poder ancestral de los primeros moldeadores, o eso decía la leyenda...

-¡La comiste!- exclamó, fruto de la sorpresa. La revelación del anciano mostró un pequeño carambolo en un cofre, y las instrucciones eran continuar su guía hasta que mereciera consumirla. Por algún motivo, la Bestia no creía llegar a verlo con sus ojos, pero confiaba en que el día llegaría... ¿Qué significaba entonces aquello? ¿Qué debía hacer? Y por otro lado, ¿Cómo no se había dado cuenta en un primer momento de aquello? Bueno, al fin y al cabo no fue revelada la identidad del luchador.

Tardó unos segundos en reaccionar, tratando de devolver a su mente el transcurso de su conversación con él, e incluso recordó que le había dado una vivre card para saber el momento exacto en que debía buscar... ¿Pero cómo iba a verla arder si mientras no estuvo encerrado en el templo pasó el tiempo secuestrado? Un error, pero no tan grave en realidad si lo pensaba bien. Los temores del dragón eran que cometiera alguna locura guiado por la arrogancia y... "Vale, puede que sí sea grave", sentenció mentalmente, sin dejar de mirar al príncipe. Había tratado de atacar a uno de esos criminales de Peligrosidad Máxima, o como los llamaban por sus siglas abreviadas, DPM... Tenía suerte de haberse cruzado con él y no con Émile. Ese niño estaba completamente loco y quién sabe lo que podría hacer si se le presentaran de una forma tan maleducada.

-Levántate del suelo, que te vas a poner perdido- dijo, cuando se relajó, y dejó que su rostro adoptase una expresión más serena-. No voy a enseñarte nada. Has elegido un camino duro que te va a buscar muchos enemigos, incluso en tus propios aliados. Si el Gobierno Mundial se da cuenta de que tienes demasiado poder, cualquier mínima osadía la tratarán como una amenaza, y te dará la espalda si no enseña los dientes- a él mismo le había pasado. Por un paseo por Mariejoa le colgaron la recompensa de peligrosidad por acabar con Kirito y Zero-. Y aunque tiene cosas buenas, como entender a qué huelen las nubes o saborear el relámpago, es un camino que debes recorrer solo. Lo siento mucho, pero aunque quisiera no podría.

Le dio la espalda, y siguió practicando. Por un instante el aire a su alrededor se enrareció, y una densa nube de tormenta terminó liberando su lluvia sobre la arena, mientras relámpagos cruzaban por ella y algunos hacían amago de bajar contra la Tierra en algún momento. Tenía que entrenar mucho más, ya no sólo por el Torneo. El mundo necesitaba un cambio, y alguien para llevarlo a cabo.