¿Y por qué tan lejos? - Privado/Pasado [Annie & Therax]

El tiempo había pasado muy rápido en compañía del joven Lance. A pesar de que solo había consistido en dar una vuelta, la vida no paraba de cambiar y ya llevaba demasiados días atracada en Sakura. Por no hablar del cabreo de Robin, iba a ser monumental por entretenerse tanto. Desde que este le había contado que pasó con una agente de pelo rosa ya no era el mismo, se había vuelto más duro, frío y distante y Annie no sabía como hacer que volviera a ser el muchacho risueño de siempre.

La nieve comenzó a caer con fuerza a medida que caminaba por las angostas calles del reino. Se abrochó el abrigo pese a no tener frío por el poder que llevaba en su interior, pero aun con eso si podía sentir los copos de nieve posarse sobre su piel o pelo y eso si que estaba frío. Caminó sin ganas y sin rumbo, pensando en qué hacer. Sakura le gustaba mucho, un lugar frío, agradable y acogedor, lejos de la vida mundanal y del ruido que causaba la sociedad que una vez más la atosigaba.

El hecho de tener una recompensa alta por su cabeza la traía de mal humor últimamente. Encima que intentó salvar al mundo, encima que se puso del lado del gobierno no tuvo otra recompensa más que aumentar el precio de su cabeza. Annie llevaba mucho tiempo pensándolo, ¿por qué seguir ayudando al pueblo cuando al final iban en su contra? Estaba enfadada con el mundo, con la gente desagradecida que lo habitaba y aun así, no podía hacer nada, tan solo desaparecer una temporada y, Sakura le resultaba un lugar ideal para esconderse y vivir en paz durante un tiempo.

Pero una voz captó su atención, una voz muy conocida. Se quedó parada, ensimismada y con los ojos como platos. Habían pasado semanas desde la última vez que le había escuchado y aquel cabello rubio sedoso le delataba. Annie cogió un puñado de nieve y le dio forma, para después lanzársela a la espalda con fuerza. La ventisca había amainado un poco, pero conociendo a Therax, seguro que se lo tomaría a mal.

-Porque eres un blando que no sabe decir que no - comentó con sorna para después coger otra bola de nieve y apuntarle.

Annie esbozó la sonrisa más sincera en cuanto el rubio se giró. Se alegraba mucho de verlo, incluso su corazón palpitaba a pesar del poco tiempo que había pasado. No le gustaba estar separada de él y tras su último encuentro creía que las cosas se habrían torcido más de lo previsto, pero al final no ha cambiado nada y se unieron todavía más. La muchacha siguió dando forma a su bola de nieve y la alzó nada más escuchar su preguntas.

Su sonrisa sincera desapareció para dejar paso a un semblante arrogante. Apretó la bola con un poco de fuerza y la lanzó, dispuesta a darle en la cara con la potencia de su viento. No sabía si le daría, el muchacho siempre era muy escurridizo y avispado, por lo que Annie a veces se enfadaba fugazmente, pero no hasta el punto de destruir una taberna como en la anterior isla.

Sin embargo, ella no tuvo tanta oportunidad de escapar de un montón de copos de nieve y quedó cubierta hasta la mitad de su cuerpo. Sacudió la cabeza para deshacerse de los restos aguados que habían permanecido en su pelo y después estiró los brazos para abandonar aquel cúmulo de nieve. Su ropa estaba húmeda y a pesar de no sentir el frío en su interior, se había calado hasta los huesos.

Sacudió partes de su cuerpo nuevamente para desprenderse de los restos de nieve que quedaban y miró al rubio, listo para seguir con la guerra mientras se reía como un niño pequeño. Annie corrió a por él, dispuesta a abalanzarse y tirarlo contra la fría nieve. Se agarró cual koala, enlazando sus manos por detrás de su cuello y después caer juntos, con ella sobre él.

Una vez allí abajo, le besó durante un momento fugaz, sus labios gélidos chocaron contra los suyos, con una temperatura más cálida. Deseó que aquel momento no terminara y no lo haría, pues Annie esta vez acompañaría al rubio a sus quehaceres fueran los que fueran, aunque primero quería hablar un poco con él. Cuando hablaban, el tiempo se detenía a su alrededor y pese a que fueran momentos que desearan ser eternos siempre terminaban siendo fugaces.

-¿Cómo has venido a parar a un sitio tan remoto? - Inquirió, levantándose y tendiéndole una mano para que se irguiera -. Te he echado de menos, ¡ha sido una sorpresa encontrarte aquí!

Estar entre sus brazos le reconfortaba de una manera increíble. Sentir su calidez y, aunque no fuera así, una sensación de protección la inundaba en una calma y serenidad extraña, como si todos los problemas que la asolaran se desvanecieran por unos instantes. Pero todo lo bueno terminaba y ambos se apartaron del uno al otro. A veces deseaba que momentos así fuesen eternos, pero las responsabilidades siempre los acechaban, tanto a uno como al otro. Therax no podía vivir sin los Arashi no Kyoudai y ella, ella necesitaba navegar por los mares hasta encontrar un lugar en el mundo, un lugar en donde pudiera sentirse acogida y de donde no tuviera que estar escapando siempre.

Annie no era tonta, sitio al que pisaba sitio del que tenía que huir porque los Claveles la seguían. ¿Qué tenía ella que tanto ansiaran? Nunca supieron de su poder, o eso pensaba ella, pero a este paso que siguieran sus pasos tan de cerca no hacía más que aterrarle. La última vez se llevaron su barco con Robin y rescatar ambos fue una odisea en la compañía de Osuka, solo pensar que podían estar en Sakura observando sus pasos y los de seguramente a Therax le enfadaba.

Escuchó con atención la historia del rubio en aquel callejón. Sí que había llegado lejos con su banda y eso le alegraba, en el fondo se sentía orgullosa de que Momoiro les perteneciera aunque por lo que había escuchado de aquel lugar, no se hacía a la idea de ver a Therax o a Zane en compañía de aquellas gentes, pero quién era ella para juzgarlos. Ante la pregunta del pirata se quedó en silencio, ¿ir con él en una misión diplomática? Sonaba muy bien y seguramente pasasen un rato muy ameno, pero llegar hasta el castillo no era fácil, se encontraba a las afueras de la villa y con la tormenta que a ratos amainaba y a ratos se ponía a nevar copiosamente no sabía cuán seguro era.

-Claro, por una vez no nos meteremos en problemas, ¿no crees? - Inquirió esbozando una sonrisa mientras caminaba para abandonar aquel callejón -. En el tiempo que llevo aquí he visto el castillo de lejos y se cómo llegar por un atajo, pero no podemos ir volando con el tiempo que hace. Esta gente es de costumbres antiguas y si ves nuestros poderes se escandalizarán y seguro que montan algún desastre. Tocará ir caminando o...

Sus ojos se detuvieron a la entrada de una casa. Al lado de esta parecía había una moto encendida que parecía deslizarse por la nieve sin problemas. No había nadie a su alrededor y en dentro de aquella casa parecían estar bastante entretenidos para no salir a apagarla. Miró a Therax, mordiéndose el labio inferior y después a la moto.

-Por un solo problema no nos pasará nada - musitó -. Pero esta vez conduciré yo, que la última acabamos empapados en una fuente.

Tras eso Annie echó a correr hasta la moto, esperando a que el rubio la siguiera y se montara. No sabía controlarla muy bien, pero con la práctica no podía ser difícil. Tras eso aceleró con fuerza hacia la salida de la villa. La nieve volvía a caer copiosamente y la visión era borrosa, por no decir que no había ni camino, pero recordaba las dirección. Al salir de la villa hacia la izquierda, luego recto y a la derecha, y allí encontrarían el famoso castillo.

-¡Agárrate! - Exclamó Annie, manejando con dificultad el volante.

Sentir el tacto del rubio rodeando su cintura con suavidad le provocó un escalofrío y se sonrojó, evitando mirarlo. ¿Por qué a pesar de todo lo que habían pasado juntos seguía poniéndose nerviosa ante él? Los recuerdos fugaces de la última vez que se vieron regresaron a su mente. Recuerdos ardientes en la Estrella del Viento, llenos de caricias y besos de los que solo ambos podían ser testigos. La verdad es que extrañaba aquella sensación y cuando terminara todo el viaje diplomático tenía ganas de secuestrarlo de nuevo en su barco.

Annie no tenía mucha práctica conduciendo, pero todo era cuestión de seguir haciéndolo y aquella moto empezaba a gustarle. Tenía muy buen agarre y deslizaba de maravilla, pero tenía una serie de botones y seguramente ocultase más secretos que tarde o temprano averiguaría. Si bien no era una experta conductora, las voces de Therax gritando hacia donde debía dirigirse la ponían más nerviosa aún.

Los giros bruscos del volante casi hacen que vuelquen más de una vez y sin comerlo ni beberlo consiguió estabilizar el vehículo. Pero a su frente se erguía un enorme montículo de nieve y quizás la moto no fuese capaz de evitarlo. Annie aceleró de nuevo ya que aquello no le detenía y fue de frente. Se imaginaba la reacción del rubio al ver aquello, pero la revolucionaria confiaba en sus aptitudes. Aceleró más, hasta el punto de que la moto comenzaba hacer ruidos extraños y ascendió por el montículo, dando un gran salto en el aire.

Los vientos rodearon el vehículo y este siguió deslizándose por los aires. Desde arriba, Annie consiguió visualizar las luces del castillo a lo lejos, las cuales estaban borrosas por la espesa niebla. No faltaba mucho para llegar y poco a poco la moto fue descendiendo con suavidad. Sus cabellos comenzaron a mecerse con el viento y miró para atrás, sonriendo al ver la reacción de su chico. Una vez la moto tocó el suelo, Annie volvió a acelerar. Era un camino recto y nada podía pasar, pero la muchacha se dio cuenta de una cosa terrible.

-Therax - dijo en voz alta -. ¡No sé frenar!

Y cada vez, con el castillo más cerca a punto de chocarse contra los muros, en un arrebato de desesperación Annie giró con fuerza el manillar de la moto, haciendo que derrapara y acabase volcando. La muchacha dio un par de vueltas por la nieve, pero esta vez no había caído sobre Therax, si no que parecía que iba a ser aplastada por él.