¡Que viene el boss! (Privado Nassor-Meneror)

Meses habían pasado desde que Toussaint fuera una pequeña aldea de quinientos habitantes cuyas gentes adoraban a su deidad local, la Dama, y apreciaban a su "benefactor" Don Meneror, el cual había reconstruido la isla durante todo este tiempo. Meneror siempre tuvo toda la atención en la villa de Toussaint proporcionándole a sus habitantes todo el bienestar posible. Por fortuna la aldea ya estaba en funcionamiento y los colonos iban llegando poco a poco al igual que los primeros comerciantes, que veían por primera vez en más de un siglo los muelles de Toussaint repletos de mercancías y de gentes. Parecía ser que la villa estaba más viva que nunca. Los campos estaban dando su fruto, concretamente vino y aceite mientras que sus minas sacaban oro, hierro y cobre de las profundidades de la tierra. En los diferentes lugares podía verse gentes de todos los países, algunos comprando casas, otros abriendo nuevos negocios. Sin duda alguna la cosa estaba marchando a las mil maravillas.

Y no era para menos, pues todo aquel proyecto reposaba sobre un acuerdo entre el revolucionario Nassor y Meneror. Nassor había aportado soldados para que vigilaran la isla al servicio de Meneror, pero el mafioso por su parte, debería considerar que "su isla" debía ser un lugar de "paso seguro" para los revolucionarios que allí llegaran. Era un buen trato, sin embargo las perspectivas económicas tanto de Nassor como de Meneror se abrían a múltiples posibilidades. Por este motivo Meneror había recibido una carta del propio Nassor diciéndole que venía a la isla. El mafioso dispuso todo y se acercó al muelle número dos para recibir a su invitado él mismo.

Así que me encontraba endicho muelle fumando un habano mientras los estibadores continuaban haciendo sus quehaceres. No iba a ser un recibimiento pomposo, pues levantaría la curiosidad de más de algún mercader del muelle. Así que simplemente le esperamos en aquella calurosa mañana de verano.

El Pandora había cambiado desde su última visita a la isla. En su pabellón ya no ondeaba el jolly roger de los Jigoku no Kaizoku, y su cubierta ya no estaba llena de bucaneros. Sin embargo en consonancia Toussaint también había cambiado. Antes deshabitada, ahora su población costera rebosaba de actividad. Nassor observó desde la cubierta el lugar, bebiendo de su taza de té. Meneror había puesto a sus hombres a trabajar, eso sin duda. Parecía que su trato podría seguir adelante... siempre y cuando el mafioso estuviese dispuesto a negociar.

- Preparad la maniobra de atraque. Gibbs, encárgate de todo. Taito, nuestro anfitrión espera en los muelles, vamos.

Junto con el enorme pelirrojo iban su fiel compañera, la gueparda gigante Kilah. A ellos se les unió Taito, un hombre alto de pelo rubio con una cicatriz en el ojo izquierdo. No tan alto como Nassor, pero igualmente corpulento. En cuanto el Pandora estuvo junto a los muelles, los tres saltaron a estos sin esperar a que el barco terminara al maniobra, y se aproximaron hacia la enorme figura de Meneror. Incluso Nassor era más bajito que él, pero a diferencia de otros hombres se acercaba a su estatura.

- Meneror - le saludó con la cabeza - Tenemos negocios que tratar. ¿Tienes algún buen lugar?

Allí estaba y con dos personas de lo más variopintas. Nassor era conocido por muchos, pero por mi era simplemente un compañero de negocios cuyo futuro en lo que a relaciones se refiere había que seguir fraguando. Me acerqué a él en el momento que él se acercó a mi. No le ofrecí la mano, pues tampoco era un hombre de tratos formales, y menos cuando hay negocios por el medio.

-Saludos Sr Nassor, bienvenido a Toussaint- respondí al saludo de igual forma.- Así es. Vuestros hombres pueden pasar el rato en la tasca local o en el burdel más próximo, no son los mismos a los que están habituados pero entienda que todavía hállome con un bebé de barro- dije en referencia a la aldea.- En cuanto a nos, seguidme por favor.

Di media vuelta para emepzar a caminar y dejar los muelles atrás rumbo al interior de la isla. Cogimos el camino principal hasta llegar a las primeras casas y acabar en la plaza central de la aldea. Había bastante bullicio, sobre todo de gente comprando y moviendo mercancía de un lado a otro, si Nassor se fijaba varios de sus hombres le saludarían quitándose el sobrero y continuarían sus quehaceres. Una vez dejad el "pueblo" atrás subiríamos a la colina más alta de la Isla, que se levantaba a los pies de la aldea donde había una imponente mansión de piedra blanca.

-Sed bienvenido a mi morada Sr. Nassor. Espero que la encuentre cómoda. Iremos a mi despacho directamente.- dije abriendo la puerta hasta llegar a un gran vestíbulo con una lámpara de araña enorme sobre nosotros. Le llevé a la sala contigua, un salón bastante ornamentado, similar a un pequeño palacio. Constaba de dos sofás y una mesa de café en su centro. Al fondo una gran chimenea de madera talla de color blanco, cortinas negras adornaban los ventanales y un pequeño mueble bar con habanos y licores se situaba en el umbra de la puerta por donde acabábamos de entrar. Entre los sofás y la chimenea había un escritorio con una silla a cada lado.

- Tome asiento por favor-dije señaládole o bien el sofá o la silla-Quiere una copa?- dije dirigiéndome al mueble bar.

Captando la indirecta, Nassor hizo un gesto con la cabeza a Taito. Sin embargo no hizo ademán alguno para que Kilah dejase de seguirle. Se dirigió a los aposentos de Meneror, mientras algunos de los hombres que había dejado en la isla le saludaban por el camino. Les devolvió el saludo con un gesto de cabeza y continuó a sus asuntos. Aún había mucho que hacer, pero por ahora el criminal estaba haciendo un buen trabajo.

- Claro - se limitó a decir ante la invitación.

Por lo general era hombre pocas palabras, y ni la riqueza ni el lujo le impresionaban con facilidad. Había visto ambas en abundancia en el palacio de su familia en Arabasta. Una pequeña mansión era un pobre intento al lado de eso. Y de todos modos los muchos años de viajes y luchas le habían enseñado a valorar a los hombres por sus méritos y no la riqueza, y ver el escaso valor real de las grandes fortunas. Al entrar en el despacho se acomodó en uno de los sofás.

- No bebo alcohol. Pero no rechazaré té o café si tenéis.

Kilah se acomodó a sus pies, bostezando silenciosamente y haciéndose un ovillo. Es decir, con su tamaño se convirtió en una enorme bola de pelo casi tan alta tumbada como el asiento del sofá. Nassor extendió una mano y le acarició la cabeza sin apartar la mirada de su anfitrión. era hora de discutir asuntos de negocios. Tenía esperanzas de que Meneror fuese un hombre de honor y estuviese dispuesto a aceptar la renegociación del trato.

- No sé si sois consciente de los cambios en mis "afiliaciones" que ha habido recientemente. Aunque sigo teniendo leales que me siguen e influencia sobre los Jigoku no Kaizoku, he abandonado la piratería y sumando mi poder a las filas de la Revolución. Así pues, estoy aquí para discutir ciertos puntos de nuestro acuerdo - cruzó los dedos, mirándole con seriedad - Aún cuando nuestro acuerdo estipulaba que los beneficiarios de la protección serían los Jigoku no Kaizoku aún cuando hubiese dejado el manto de capitán, deseo que dicha protección se amplíe a la Revolución. A cambio, lograré que obtengáis buenos tratos de negocios con mis camaradas de armas. Estoy seguro de que en una isla como esta tendréis recursos que estarán dispuestos a comprar.

Al final la bola de pelo también había venido a mi despacho, y como era obvio no me apetecía discutir, y menos con Nassor. Asentí a su objeción de beber alcohol como un hombre, y por ende, me dispuse a preparar unos pozuelos de café para los dos. Mientras los preparaba iba escuchando lo que me decía.

Para mi sorpresa el temido pirata parecía haberse unido al bando de la revolución. ¿De verdad? ¿Con esos hippies piojosos y muertos de hambre? Pensaba que Nassor tenía mejores aspiraciones, sin embargo, y tras pensarlo por unos segundos quizás tuviera algo en mente para semejante cambio. No me agradaba, como era obvio, y menos cuando había matado hace una semana con el agente Omega a varios de esos hippies. Cuando el café estaba listo serví dos tazas en la mesa de café y tomé asiento en el sofá que estaba enfrente al que estaba sentado Nassor.

- No os seré mentiroso Sr Nassor, y la verdad es que muchas cosas han cambiado por estos lares, más nunca pensé en que vos os uniríais a la Revolución. Sin embargo creo que no tengo objeción alguna a vuestra propuesta, pues dame igual vender a piratas que a revolucionarios, pues los berries son los berries.-dije dando un sorbo de la taza- Más me gustaría que estos revolucionarios no armaran escándalo, pues en esta isla hay gente de todos los grupos y etnias...y no me gustaría tener al Gobierno ni a la Marina en mi propia isla. Así que no tendré problema en que nuestro acuerdo sea así a partir de ahora.


Me levanté un momento para ir al escritorio, abrí el cajón central y saqué un rollo de pergamino de 1,2 metros de largo. Volví al sofá y con permiso de Nassor expandí el pergamino sobre la mesa de café, colocando las tazas en la esquina de la mesa para no molestar.

-En lo que reiférese a la isla, me congratula anunciar que ya hay pequeños ingresos, que poco a poco tornaranse mayores. Por otro lado tengo a unos arquitectos levantando las primeras estructuras "decentes" de esta pequeña villa, pues esperamos nuevos colonos y por tanto demanda de nuevos "servicios". Sin embargo este proceso es lento y requiero de...liquidez rápida. Como bien decís hay recursos en abundancia en esta isla, concretamente hierro, oro y cobre. Tenemos madera, ,vino y aceite también. Y tras varios días consultándolo con la almohada Sr Nassor, creo que es hora de impulsar el negocio. Vos queréis que esta isla colabore con vos, ya no solo en refugio sino en abastecimiento, sin embargo tenemos los materiales pero no la capacidad de levantar grandes estructuras o fábricas. ¿Qué proponéis vos que podamos hacer para solventar dicho problema?

-

Evaluó con la mirada a Meneror, sin dejar traslucir sus pensamientos o emociones. Estaba bastante seguro de que su cambio de lealtades no le había gustado. Pero eso le daba igual, no tenía que gustarle, solo que aceptarlo y continuar con el negocio. Lo que sí que no le gustaba a él eran... su actitud y ambiciones. Era la clase avaricia monstruosa y voraz que llevaba a la gente a vender esclavos y poseerlos, o a maltratar y arruinar las vidas del pueblo llano por unos berries. Meneror era simplemente despreciable, un tiburón dispuesto a devorar a sus congéneres por un poco más de espacio de caza. Sin embargo mientras respetase sus tratos y no comerciase con esclavos, podían hacer negocios. Era el mal menor, por ahora.

- Los revolucionarios saben ser silenciosos, o no habrían sobrevivido a las purgas del Gobierno.

Entonces Meneror desplegó un gran mapa y empezó a mostrarle los recursos que generaba la isla y hablarle de sus planes. Lo que el mafioso le planteaba tenía fácil solución... con su ayuda. La pregunta era, ¿quería ayudar a un hombre como él? Cierto era que si mantenía sus acuerdos, la Revolución ganaría con ello, más si lograba que saliese beneficiada de los tratos. Pero por otro lado, si un hombre como él se hacía demasiado poderoso, podía volverse un verdadero peligro para todos. Gente inocente podría sufrir. Pero llegado el caso la isla tendría revolucionarios ya infiltrados en su seno y listos para castigar al infractor. Tras el breve debate interno, que no dejó traslucir en su rostro, habló al fin.

- La gente que ha venido conmigo a la Revolución me es leal a mí. Podrán colaborar en la construcción. Construir fábricas no será un problema. Tengo conocimientos de arquitectura, podré encargarme de diseñar los planos de los edificios y supervisar su construcción. Sin embargo, no será gratis. Quiero que la Revolución tenga una parte del beneficio, pues al fin y al cabo estaréis usando sus recursos. Si levantáis una fábrica de armas, de conservas o de algo similar, quiero que reciban una parte de la producción. Si es de algo que no proporcione recursos útiles a la causa, una parte de los beneficios.

Sabía que Nassor me podría ese tipo de condiciones, además ¿ no era obvio? Nassor tenía demasiado poder como para rechistarle, y menos en una isla que todavía estaba creciendo. A pesar de que no me gustaba del todo el proceder de Nassor, si que me gustaba que me mantuviera su palabra. Como caballero la esclavitud estaba totalmente prohibida en la isla, y mi palabra, al ser recta, seguiría siendo cumplida.

Escuché la propuesta de Nassor con detetenimiento con los ojos cerrados dejando el café sobre la mesa nuevamente, vacío esta vez. Finalmente saqué un habano de mi bolsillo del pecho, lo encendí mientras le ofrecía otro a Nassor.

- Dejadme que recapitule a ver si bien entendido lo he. Vos me ayudaréis a levantar dicha fábrica, vos ponéis los planos y yo los obreros esta vez. Una vez levantada la fábrica, yo os daré un tercio de la producción para la revolución, más he de deciros que no quiero que mi nombre se involucre en absoluto. Os interesa tanto a vos mantener el anonimato del origen de esas armas como a mi el mantenerme en el anonimato. Además podré darle trabajo a mas "Toussianos" y la gente me verá como un mecenas por abrir una fábrica que les permita "protegerse". Sin embargo tenemos un problema que resolución necesita, más si os es menester escucharlo os lo diré- dije exhalando humo hacia el techo -Tenemos hierro, cobre, oro y madera más carecemos de pólvora. O bien me la suministráis vos, o trato yo de que me vendan varias plantas para comenzar la producción cuanto antes. No sería difícil obtenerlas, más estoy seguro que algún mercader de Toussaint las traerá al puerto seguramente. Así que si vos aceptáis, yo lo haré también. ¿Trato?

- No os puedo suministrar pólvora, no soy un mercader - aclaró Nassor - Tendréis que obtenerla por vuestra cuenta. Yo puedo hacer los planos y daros mano de obra adicional. Por lo demás, estamos de acuerdo - dijo estrechándole la mano.

Hechos los tratos, se pusieron manos a la obra. Le pidió a Meneror una oficina donde ponerse a trabajar y material de dibujo apropiado: papel, regla, escuadra, cartabón, cálamo, tinta... y una visita al solar donde iban a instalar la fábrica. Dedicó los primeros días a observar el solar y hacer bocetos de la posible fábrica. Consultó además a Taito y a otros de sus hombres sobre la estructura de fábricas que hubieran visto para sacar ideas. Tras eso pidió a varios de sus hombres que le ayudasen a sacar las medidas del solar. Una vez las tuvo y hubo decidido la planta de la fábrica y cómo diseñarla, dedicó la semana siguiente a dibujar los planos y a dar las primeras órdenes para que fuesen preparando los cimientos. Una vez acabados los planos, se los pasó a los encargados de la construcción y se dedicó a supervisarla, proporcionando su experiencia como arquitecto y mano de obra adicional. Además de eso envió a través de Taito mensajes a la Revolución para informarles del trato, enviando el mensaje a Prometeo. Él sabría a quién avisar y hablaría en su favor.

- Ha sido un trabajo duro, pero he cumplido mi parte. Cuando la producción esté en proceso, cumplid vuestra parte y podremos seguir haciendo negocios - dijo a Meneror.

Estaban frente a la fábrica recién terminada. El edificio no era lo más bonito del mundo, pero era funcional y de construcción sólida. Al fin y al cabo estaban levantando industria, no un palacio de proporciones hermosas y con columnas decoradas y bajorrelieves.

-Sea pues- dije antes de levantarme y celebrarlo con una copa que sólo yo bebí debido a la abstemia de Nassor. Durante las siguientes semanas se le entregó a Nassor todo los materiales que necesitaba para diseñar los planos y llevar a cabo la construcción. Le envié a mis arquitectos para que se empaparan del conocimiento de Nassor y aprendieran para futuras construcciones. Yo por mi parte solía pasar por el solar de vez en cuando para supervisar las obras, ofreciéndole también algunas comodidades a Nassor para que estuviera a gusto. Por mi parte fui arreglando el problema de la pólvora, charlando durante esas semanas, y para no molestar a Nassor, con los mercaderes que llegaban al puerto todos los días.

Por fortuna encontré un mercader que me dejaba la pólvora bastante barata, concretamente me vendía los materiales para elaborar la pólvora .El salitre podríamos obtenerlo nosotros, al igual que el carbón vegetal, sin embargo lo que le compraría sería el azufre, inexistente en Toussaint. Rápidamente cerré un trato con él ofreciéndole ciertas ventajas  que podría obtener cuando usara el puerto, así como evitar las "aduanas" siempre y cuando me dejara a buen precio el azufre.

Una vez cerrado el trato procuré dejar a mi segundo al mando, el señor Bill, se encargara de todo el asunto para preparar los playas del este para extraer el salitre. Por lo menos seríamos autosufucientes teniendo algunas zonas de la isla dedicadas a la extracción del salitre y la obtención de carbón vegetal procedente de la madera de Toussaint.

Finalmente acabé por dirigirme a Nassor:

-Tenemos pólvora, pues he logrado que uno de los materiales faltantes para su elaboración me sea entregado regularmente. Al menos tendremos material para empezar una producción modesta.-dije antes de escuchar sus palabras-No os preocupéis, cuando tengamos el primer cargamentos os avisaremos, pero contad con ese primer envío en cuatro meses.

Me quedé mirando la fábrica, que si bien no era deslumbrante si que cumpliría su función.

-Señor Nassor, creo que hemos concluido, sin embargo témome que tengo una duda que asola mi mente. ¿Porqué ese cambio de bando? Entended mis dudas, más me gustaría saber a quién le vendo armas. No porque no me fío de vos, sino porque me gustaría saber que está sucediendo en el mundo, fuera de Toussaint.

Cuatro meses era un tiempo de espera aceptable, siempre y cuando se cumpliesen los acuerdos. Le pediría a algunos de sus hombres que se quedase en la localidad y entrasen a trabajar en la fábrica. De esa manera podrían hacerse una idea de cuánto material se movía y si Meneror estaba respetando la tercera parte que les debía. Una cosa era hacer tratos con un mafioso y otra ser un completo imbécil dispuesto a fiarse de su palabra sin pruebas ni tomar medidas para evitar un engaño.

- Esperaremos al primer envío. En algún momento de las próximas semanas llegará el comando que se instalará en la ciudad. Su líder será quien negocie con vos los lugares y plazos de entrega.

Entonces Meneror le hizo la pregunta que esperaba no tener que contestar. Sus motivos para entrar en la Revolución no eran asunto de aquel hombre. Más aún, era consciente de que no los comprendería. Sin embargo no podía darle una negativa categórica y arriesgarse a molestar a aquel hombre sin motivo. Era preferible evitar la cuestión. O... por otro lado, tal vez ese era el momento no de dar sus auténticas razones, sino dar motivos para sumarse a la lucha.

- Porque ha llegado el momento se sumarse a la lucha. El Gobierno Mundial tiene los días contados, señor Meneror. No pienso quedarme a un lado y arriesgarme a que la Revolución fracase y el mundo caiga en la barbarie. Estaré en primera línea y me aseguraré de ser los que forjen el nuevo mundo.

Exhalé un poco de humo por la boca mientras escuchaba como a Nassor le parecía bien el plazo de cuatro meses. Tranquilamente podría tener los pedidos en tres, sin embargo, no había que dar a entender que al fin y al cabo, el interés de vender esas armas radicaba más en en mi que en Nassor, y no me convenía que las armas estuvieran tan pronto, pues mis motivos propios tenía. Cuando Nassor me comunicó que vendría un intermediario para efectuar y llevar a cabo el negocio le dije:

-Bien problema alguno no habrá, más se os hará entrega de un pequeño edificio cuya tapadera será un herbolario, estará junto a la plaza "État" la cual estamos construyendo en estos momentos para ampliar la villa , pues no quiero que esos trapicheos llévense en el centro de la ciudad, no por ahora al menos. Como es obvio, yo costearé el precio del edificio, vos tan sólo tenéis que enviarme a dicho intermediario para detalles concretar.

Tras eso, el ex-pirata me comentó el motivo de su cambio. Este estaba totalmente justificado aunque discrepaba en algunos detalles. Para mi todos seguían siendo igual, y los revolucionarios eran poco más que hippies...pero al fin y al cabo compraban armas y me daban dinero, así que podría decirse que eran mis "amigos".

-Entiendo Sr Nassor. Cada hombre su camino debe seguir. Espero que la menos hayáis quedado contento con los resultados de nuestro "emporio" en esta isla. Queda mucho que hacer, pero como véis las obras no cesan y continúa llegando gente de otras tierras.

- Ha efectivamente crecido todo a buen ritmo. Más rápido de lo que esperaba, admito. ha sido una buena apuesta.

Era hora de irse yendo. Había dedicado a Meneror un tiempo para afianzar el trato y asegurarse de que la Revolución se beneficiaba de ello. Ahora que eso estaba hecho, era hora de que cada uno siguiera por su lado y dedicarse a otros asuntos. Ahora tenía superiores ante los que responder y un deber. Superiores... era raro volver a estar bajo las órdenes de alguien tras tantos años siendo el jefe. Más aún cuando antes de ser el jefe había sido un segundo al mando. Una extraña situación al tener en cuenta que ahora había pasado a ser un soldado más. De hecho, sin ayuda de Prometeo cerrar aquel trato hubiese sido complicado.

- He de marchar, señor Meneror. Tengo asuntos en otras islas. Volveremos a vernos.

Se despidió del mafioso con un apretón de manos y se alejó de la zona, yendo directamente hacia su barco. El Pandora le esperaba ya listo para zarpar, de acuerdo a las órdenes que había dado a la mañana. Se subió a un bote que le llevó a su navío, donde le esperaba Taito.

- Da un mensaje a la gente que hemos dejado en la isla. Que no le quiten el ojo a la situación. Si Meneror maltrata a su gente... tendremos que intervenir. Antes o después.