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Alice Wanderlust
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- Tienes que tener agallas muy grandes para presentarte aquí y matar a uno de mis hombres de esa forma, chico -dijo Sutur. Lejos de haberse asustado parecía que el hecho le agradaba-. Podría llegar a hacer negocios contigo, siempre que...
Entonces Nia apareció rifle en mano apuntando a algunos de los guardias. El traficante, con cara de sorpresa, ordenó de un gesto a sus hombres que bajasen las armas, cosa que cumplieron a medias: No apuntaban a mi cabeza, pero seguían listos para neutralizarnos en cualquier momento. Estaba claro que se trataba de una táctica ensayada, pero cuando la conversación entre marines comenzó asomó a su gesto una expresión tan perpleja como la mía.
El oficial comenzó a dar un extraño discurso acerca de cómo su actuación era la que permitía mantener la libertad de la que la recluta disfrutaba. Yo no conocía sus motivos, pero instrumentalizar el sufrimiento de familias para enriquecerse los bolsillos no parecía la idea menos cuestionable del mundo. Básicamente era la clase de discurso que cabría esperar de un alto rango, esos cargos donde la frontera del bien y el mal era una amplia franja gris llamada pragmatismo. Pero que un simple sargento atacase con semejante argumentario el eje moral de sus reclutas... Bueno, no me parecía lo más adecuado ni de lejos.
Lo que fue quizá más llamativo resultó el descubrimiento de que Nia lloraba frente a sus palabras. Sin duda debía estar lobotomizada ya por semejante espécimen, porque no había otra forma de que alguien que tanto se quejaba de él sintiese emoción por semejante demostración de verborrea.
- Una cosa... ¿Hola? -saludó Sutur-. Sí, veréis... Esta sigue siendo mi nave, este mi negocio y no me interesan demasiado las razones de un zoquete para convertirse en un traidor. Sin embargo... Hay algo que es mío, señor.
Chasqueó los dedos y un arma me apuntó a mí, dos al sargento y otras dos a Nia. Sutur parecía bastante tranquilo pese a todo, confiado en que no iba a tener mayor problema ante aquel acto de intimidación.
- Chiquilla, si no bajas el arma primero te dispararemos a los hombros y cuando no puedas sostener ese fusil te lo meteremos por el culo. Tal vez disparemos. En cuanto a ti, ya te he pagado. Libera la mercancía.
El sargento sacó de bajo su camisa una única uva, de color rojo intenso, con una esfera en el centro y protuberancias semejantes a una llama en la parte superior. Al instante supe lo que era: Estaba traficando con una fruta del diablo.
- Aquí tienes -dijo, mostrándolo como si de una joya se tratase-. El poder de un almirante, en la palma de una mano...
- ¡La fruta completa, inútil!
- Está en el cuartel; ¿tú sabes lo difícil que será mantener mi tapadera si me llevo la fruta entera? Nadie va a notar esto... Aunque claro, vas a tener que hacer limpieza. -Clavó una mirada sádica en Nia-. Vas a tener que hacerte cargo de ella si la quieres.
Entonces Nia apareció rifle en mano apuntando a algunos de los guardias. El traficante, con cara de sorpresa, ordenó de un gesto a sus hombres que bajasen las armas, cosa que cumplieron a medias: No apuntaban a mi cabeza, pero seguían listos para neutralizarnos en cualquier momento. Estaba claro que se trataba de una táctica ensayada, pero cuando la conversación entre marines comenzó asomó a su gesto una expresión tan perpleja como la mía.
El oficial comenzó a dar un extraño discurso acerca de cómo su actuación era la que permitía mantener la libertad de la que la recluta disfrutaba. Yo no conocía sus motivos, pero instrumentalizar el sufrimiento de familias para enriquecerse los bolsillos no parecía la idea menos cuestionable del mundo. Básicamente era la clase de discurso que cabría esperar de un alto rango, esos cargos donde la frontera del bien y el mal era una amplia franja gris llamada pragmatismo. Pero que un simple sargento atacase con semejante argumentario el eje moral de sus reclutas... Bueno, no me parecía lo más adecuado ni de lejos.
Lo que fue quizá más llamativo resultó el descubrimiento de que Nia lloraba frente a sus palabras. Sin duda debía estar lobotomizada ya por semejante espécimen, porque no había otra forma de que alguien que tanto se quejaba de él sintiese emoción por semejante demostración de verborrea.
- Una cosa... ¿Hola? -saludó Sutur-. Sí, veréis... Esta sigue siendo mi nave, este mi negocio y no me interesan demasiado las razones de un zoquete para convertirse en un traidor. Sin embargo... Hay algo que es mío, señor.
Chasqueó los dedos y un arma me apuntó a mí, dos al sargento y otras dos a Nia. Sutur parecía bastante tranquilo pese a todo, confiado en que no iba a tener mayor problema ante aquel acto de intimidación.
- Chiquilla, si no bajas el arma primero te dispararemos a los hombros y cuando no puedas sostener ese fusil te lo meteremos por el culo. Tal vez disparemos. En cuanto a ti, ya te he pagado. Libera la mercancía.
El sargento sacó de bajo su camisa una única uva, de color rojo intenso, con una esfera en el centro y protuberancias semejantes a una llama en la parte superior. Al instante supe lo que era: Estaba traficando con una fruta del diablo.
- Aquí tienes -dijo, mostrándolo como si de una joya se tratase-. El poder de un almirante, en la palma de una mano...
- ¡La fruta completa, inútil!
- Está en el cuartel; ¿tú sabes lo difícil que será mantener mi tapadera si me llevo la fruta entera? Nadie va a notar esto... Aunque claro, vas a tener que hacer limpieza. -Clavó una mirada sádica en Nia-. Vas a tener que hacerte cargo de ella si la quieres.
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Sabía que el sargento era una rata ya desde Dressrosa, al menos ya su comportamiento para con los reclutas era poco más que despreciable. Siempre se llevaba el mérito de todo, y lo toleraba por la cadena de mando...pero esto, uf....por mis santos ovarios que este tío acababa en un tribunal.
Entonces desperté de mi alocado sueño de justicia y vendetta por lo que aquel tipo había hecho, y entonces..splash. Los hombres de Sutur se quedaron apuntándome con sus armas al igual que al Sargento y a Silver.
-¿Quién ha dicho que había honor entre ladrones?- dije irónica ante tal situación.
Tal y como estaba la cosa no quería poner en peligro a Silver...todavía más. Y como no quería acabar muerta decidí bajar el arma lentamente haciendo caso a Sutur. No iba a encabronar al tipo que ahora mismo tenía todo a su merced. Además por si fuera poco sacó una extraña uva de debajo de su camisa. ¿Una joya tal vez? ¿ Un producto exótico? No tenía ni idea. Oh, espera ¿Sería la misma cosa que se comió el Sargento? ¿ Una akuma no mi? No lo creo, demasiado pequeña y falta gran parte del fruto, pues solo era una ¿uva?. Y parecía que no iba muy desencaminada, pues a Sutur no le sentó nada bien que la mercancía estuviera incompleta.
Entonces cuando el sargento dijo que era una fruta, y que el resto estaba en el cuarte, ya resolvió todas mis dudas.
"Con razón tanto secretismo" Pensé para mi sin quitar los ojos de encima. Si eso fuera poco, la frase "El poder de un almirante, en la palma de una mano" hizo que abriera la boca y los ojos sorprendida. ¿El poder de un almirante? ¿De veras?. Por unos segundos fantaseé con tener ese poder, pero entonces no pude evitar mirar a Silver.
-Lo siento- le dije con tono apenado creyendo que habíamos perdido la partida. Si me movía, me mataban y Silver parecía tener una negociación pendiente con Sutur. Estábamos muy jodidos.
Entonces desperté de mi alocado sueño de justicia y vendetta por lo que aquel tipo había hecho, y entonces..splash. Los hombres de Sutur se quedaron apuntándome con sus armas al igual que al Sargento y a Silver.
-¿Quién ha dicho que había honor entre ladrones?- dije irónica ante tal situación.
Tal y como estaba la cosa no quería poner en peligro a Silver...todavía más. Y como no quería acabar muerta decidí bajar el arma lentamente haciendo caso a Sutur. No iba a encabronar al tipo que ahora mismo tenía todo a su merced. Además por si fuera poco sacó una extraña uva de debajo de su camisa. ¿Una joya tal vez? ¿ Un producto exótico? No tenía ni idea. Oh, espera ¿Sería la misma cosa que se comió el Sargento? ¿ Una akuma no mi? No lo creo, demasiado pequeña y falta gran parte del fruto, pues solo era una ¿uva?. Y parecía que no iba muy desencaminada, pues a Sutur no le sentó nada bien que la mercancía estuviera incompleta.
Entonces cuando el sargento dijo que era una fruta, y que el resto estaba en el cuarte, ya resolvió todas mis dudas.
"Con razón tanto secretismo" Pensé para mi sin quitar los ojos de encima. Si eso fuera poco, la frase "El poder de un almirante, en la palma de una mano" hizo que abriera la boca y los ojos sorprendida. ¿El poder de un almirante? ¿De veras?. Por unos segundos fantaseé con tener ese poder, pero entonces no pude evitar mirar a Silver.
-Lo siento- le dije con tono apenado creyendo que habíamos perdido la partida. Si me movía, me mataban y Silver parecía tener una negociación pendiente con Sutur. Estábamos muy jodidos.
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- Así que de un almirante... -comenté, pensativo.
Había habido unos cuantos almirantes a lo largo de los años, de entre los cuales eran famosos el retirado hombre de hielo, Arthur Silverwing y el hombre árbol. También había habido otros a los que no había prestado atención y, además... El trío de almirantes que había perseguido a Monkey D. Luffy durante su travesía. Cuando alguien se refería a los elementos que controlaban hablaban de su poder, de su inmenso poder, sobre todo de los dos que habían convertido la isla laboratorio de Punk Hazzard en un territorio completamente hostil de hielo y magma.
¿Sería eso? ¿Tendría la Marina guardada la fruta de esas bestias esperando un sucesor digno? Las teorías volaban por mi cabeza sin mucho rumbo mientras en mi mano apretaba con todas mis fuerzas dos pequeñas pelotitas negras, apenas perceptibles. En ellas la energía entraba y se compactaba cada vez más, volviéndose errática y violenta. Había sido molesto aprender a controlarme, a modular la fuerza que ejercía y sobre todo a mantener una concentración en ocasiones difícil. Pero curiosamente en aquella situación me sentía particularmente cómodo.
- Entonces no me la vas a vender, ¿verdad? -Sutur negó con la cabeza-. Bueno, supongo que entonces no me queda más remedio.
El movimiento de mis manos alertó a mi verdugo, que disparó contra mí al momento. Antes de que la primera esfera impactase contra uno de los fusileros mi mano ya estaba ennegrecida, absorbiendo y reflejando el disparo. Habían caído dos cuando me levanté, y bajo mis pies el suelo comenzó a ennegrecerse, tirando más y más hacia el suelo de los presentes.
Entonces, llegó la segunda explosión. Se llevó por delante a dos hombres más mientras el sargento me encaraba con una sonrisa socarrona. La oscuridad hizo que los cristales de la nave colapsasen, y se creó una jaula de casi perfecta oscuridad en la que entraba apenas una débil franja de luz.
- ¡Yo también sé hacer truquitos, enano! -gritó el sargento-. ¡No te tengo miedo!
Lo agarré del cuello. Era muy alto, pero una vez el gancho comenzó a elevarse quedamos colgados del centro de la estancia, con mis dedos de tinieblas rodeándolo. Intentaba tragar saliva pero no podía, y mientras iba apretando más y más podía ver sus ojos abrirse como platos.
- Háblame de tus truquitos -dije con toda la dulzura-. Tu voluntad es demasiado débil; no puedes usar tu poder mientras te tenga sujeto. Ahora, dame esa uva.
- Si te la doy... me matarán.
- Si no me la das te mataré yo. -Puse la otra mano, esperando-. No tienes mucho tiempo. Tic, tac, tic...
Cuando me la dio dejé que cayera al suelo y la oscuridad se desvaneció, dejándolo golpearse de espaldas desde más de diez metros de altura. Yo bajé detrás grácilmente y, ya sobre un malherido truhan con aspecto de Marine, miré al traficante.
- Y tú... ¿Cuánto decías que vale tu cabeza?
Había habido unos cuantos almirantes a lo largo de los años, de entre los cuales eran famosos el retirado hombre de hielo, Arthur Silverwing y el hombre árbol. También había habido otros a los que no había prestado atención y, además... El trío de almirantes que había perseguido a Monkey D. Luffy durante su travesía. Cuando alguien se refería a los elementos que controlaban hablaban de su poder, de su inmenso poder, sobre todo de los dos que habían convertido la isla laboratorio de Punk Hazzard en un territorio completamente hostil de hielo y magma.
¿Sería eso? ¿Tendría la Marina guardada la fruta de esas bestias esperando un sucesor digno? Las teorías volaban por mi cabeza sin mucho rumbo mientras en mi mano apretaba con todas mis fuerzas dos pequeñas pelotitas negras, apenas perceptibles. En ellas la energía entraba y se compactaba cada vez más, volviéndose errática y violenta. Había sido molesto aprender a controlarme, a modular la fuerza que ejercía y sobre todo a mantener una concentración en ocasiones difícil. Pero curiosamente en aquella situación me sentía particularmente cómodo.
- Entonces no me la vas a vender, ¿verdad? -Sutur negó con la cabeza-. Bueno, supongo que entonces no me queda más remedio.
El movimiento de mis manos alertó a mi verdugo, que disparó contra mí al momento. Antes de que la primera esfera impactase contra uno de los fusileros mi mano ya estaba ennegrecida, absorbiendo y reflejando el disparo. Habían caído dos cuando me levanté, y bajo mis pies el suelo comenzó a ennegrecerse, tirando más y más hacia el suelo de los presentes.
Entonces, llegó la segunda explosión. Se llevó por delante a dos hombres más mientras el sargento me encaraba con una sonrisa socarrona. La oscuridad hizo que los cristales de la nave colapsasen, y se creó una jaula de casi perfecta oscuridad en la que entraba apenas una débil franja de luz.
- ¡Yo también sé hacer truquitos, enano! -gritó el sargento-. ¡No te tengo miedo!
Lo agarré del cuello. Era muy alto, pero una vez el gancho comenzó a elevarse quedamos colgados del centro de la estancia, con mis dedos de tinieblas rodeándolo. Intentaba tragar saliva pero no podía, y mientras iba apretando más y más podía ver sus ojos abrirse como platos.
- Háblame de tus truquitos -dije con toda la dulzura-. Tu voluntad es demasiado débil; no puedes usar tu poder mientras te tenga sujeto. Ahora, dame esa uva.
- Si te la doy... me matarán.
- Si no me la das te mataré yo. -Puse la otra mano, esperando-. No tienes mucho tiempo. Tic, tac, tic...
Cuando me la dio dejé que cayera al suelo y la oscuridad se desvaneció, dejándolo golpearse de espaldas desde más de diez metros de altura. Yo bajé detrás grácilmente y, ya sobre un malherido truhan con aspecto de Marine, miré al traficante.
- Y tú... ¿Cuánto decías que vale tu cabeza?
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¡Kyaaaaaa! ¿Pero aquí todos era usuarios o que? Había quedado absorta en el momento en que vi a Silver ennegrecer sus manos y ver aquella manta de oscuridad. No puede ser, he estado con un tipo poderoso y ni me había enterado. Aunque ciertamente me esperaba que le tipo fuera fuerte pero ¡No que tuviera una akuma no mi tan poderosa! Pues no tardó mucho en poner al sargento en su sitio y llevarlo a parlar a unos diez metros sobre nosotros.
Como era obvio había que aprovechar el caos creado por Silver. Así que mi primera reacción fue disparar rápidamente a uno de los guardias en el hombro, haciendo que cayera al suelo y soltara su arma. No, no iba a matarlos, de momento. Así como disparé el primer tiro salí corriendo tras unas cajas a modo de cobertura, recargando el fusil y preparándome para disparar de nuevo. Sabía que no estaba a la altura de Sutur ni del Sargento, y que debía dejar a los mayores jugar mientras yo al menos daba cobertura a Silver para que no le dispararan.
Bueno, realmente era un paripé, pues había visto como había detenido aquella bala.¿ Porqué tenía la sensación de que estaba jugando con el enemigo? Parecía un gato jugando con un ratón al que tarde o temprano se iba a comer. No lo sabía, pero lo que si sabía es que los guardias estaban quedando flipados. Muchos de ellos no se movían ante el asombro, así que dije:
"Esta es la mía".
Así que efectué otro disparo rápido al hombro de otro maleante, y en cuanto el resto se dieron la vuelta cogí las armas de los dos abatidos (el previo y este) y les apunté con cara de muy pocos amigos. Estaba realmente enfadada.
-Yo en vuestro lugar ni me movería- dije acariciando los gatillos. Los guardias se miraron unos a otros, y luego miraron a Silver, que habiéndose quitado de en medio al Sargento ahora encaraba a Sutur, y tiraron las armas. No por miedo a mi, sino porque ahora mismo, Silver era el protagonista.
-Largaos, y bastante suerte vais a tener hoy- dije disparando a los pies de los guardias, los cuales salieron corriendo por patas hacia la puerta más cercana.
Entonces vi a Silver parlamentando con Sutur, parece que este último no iba a tener mejor suerte que el Sargento. Yo me acerqué al derrotado, y le apunté con el arma en la cabeza antes de mirar a Silver para que supiera que este tío estaba bajo vigilancia. Que bueno, no creo que se moviera mucho tras caer de diez malditos metros de altura con la espalda. Por muy usuario que seas, este tío estaba K.0, sin embargo...Sutur seguía en pie.
Como era obvio había que aprovechar el caos creado por Silver. Así que mi primera reacción fue disparar rápidamente a uno de los guardias en el hombro, haciendo que cayera al suelo y soltara su arma. No, no iba a matarlos, de momento. Así como disparé el primer tiro salí corriendo tras unas cajas a modo de cobertura, recargando el fusil y preparándome para disparar de nuevo. Sabía que no estaba a la altura de Sutur ni del Sargento, y que debía dejar a los mayores jugar mientras yo al menos daba cobertura a Silver para que no le dispararan.
Bueno, realmente era un paripé, pues había visto como había detenido aquella bala.¿ Porqué tenía la sensación de que estaba jugando con el enemigo? Parecía un gato jugando con un ratón al que tarde o temprano se iba a comer. No lo sabía, pero lo que si sabía es que los guardias estaban quedando flipados. Muchos de ellos no se movían ante el asombro, así que dije:
"Esta es la mía".
Así que efectué otro disparo rápido al hombro de otro maleante, y en cuanto el resto se dieron la vuelta cogí las armas de los dos abatidos (el previo y este) y les apunté con cara de muy pocos amigos. Estaba realmente enfadada.
-Yo en vuestro lugar ni me movería- dije acariciando los gatillos. Los guardias se miraron unos a otros, y luego miraron a Silver, que habiéndose quitado de en medio al Sargento ahora encaraba a Sutur, y tiraron las armas. No por miedo a mi, sino porque ahora mismo, Silver era el protagonista.
-Largaos, y bastante suerte vais a tener hoy- dije disparando a los pies de los guardias, los cuales salieron corriendo por patas hacia la puerta más cercana.
Entonces vi a Silver parlamentando con Sutur, parece que este último no iba a tener mejor suerte que el Sargento. Yo me acerqué al derrotado, y le apunté con el arma en la cabeza antes de mirar a Silver para que supiera que este tío estaba bajo vigilancia. Que bueno, no creo que se moviera mucho tras caer de diez malditos metros de altura con la espalda. Por muy usuario que seas, este tío estaba K.0, sin embargo...Sutur seguía en pie.
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Sutur mantenía firmeza en una mirada inteligente que no encajaba con el resto de su físico. Contrahecho y rechoncho, casi desproporcionado, mantenía una clara asimetría que estaba claro había conseguido disimular tan solo con el uso de postura elegante y movimientos perfectamente medidos. Podía parecer feo, que lo era, pero poseía cierta aura de autoridad que resultaba difícil ignorar.
- Poco -contestó-. Muy poco, teniendo en cuenta que no he cometido ningún delito. Soy un distribuidor de bienes exóticos, pero nunca robo nada, capitán. De dónde haya salido ese gajo de fruta del diablo solo resulta relevante para quien lo haya robado; yo he pagado, y no poco, por un producto. Lo que se haga para conseguirlo no me compete.
Por un momento se me heló la sangre. Si Sutur no poseía recompensa sobre su cabeza el hombre al que había disparado tampoco, seguramente. Había esperado un traficante de poca monta, y solo habían utilizado su nombre como cebo sabiendo que en el peor de los casos no habría ningún delito por el que juzgarlo. De hecho, si ya había hecho más tratos con el oficial tal vez no fuese el único y tuviese una gran manta de la que tirar.
- De todos modos, ahora que sé que es un bien robado mi conciencia me impide revenderlo. -Miró hacia Nia con cierta sonrisa burlona-. Además, seguro que comerciar con bienes robados a sabiendas es delito, ¿verdad? En fin...
Me pasó por la izquierda sin siquiera mirarme, recogiendo un maletín negro que estaba por el suelo. Seguramente el pago.
- Es una pena, muchacha; podrías haber tenido un encaje en mi equipo. Mondego siempre anda buscando nuevos talentos.
- ¡Espera! -exclamé, reclamando su atención-. Te ganas la vida consiguiendo cosas, ¿verdad? Porque hace tiempo estoy buscando varias.
Sutur se dio la vuelta lentamente. Podía ver en su rostro la mirada calculadora de un empresario, tratando de decidir si le estaba tendiendo una trampa o mi oferta sería genuina.
- Hay una familia...
- ¿Qué parte de comerciante no has entendido? -espetó, molesto-. No asesino ni...
- Están secuestrados. Necesito a alguien que pueda rescatarlos. -Por un momento tu voz escapó, pero pude retomar el control a tiempo-. Los están utilizando para chantajear a una amiga; si eres capaz de dar con ellos te pagaré más de lo que puedas soñar.
- Soy un gran soñador -repuso.
- Y yo un generoso pagador.
Me tendió una agenda. En ella escribí los nombres, edades, una breve descripción y hasta boceté los rostros de Eli y Charles. Tras eso, Sutur se despidió educadamente -sobre todo de Nia, exagerando un pomposo adiós que rallaba en la burla más desconsiderada- y dejó la nave. Dos semanas iba a tardar en tener datos; dos semanas y una reunión en aquella misma nave. Advirtió de que podían ser muchos o pocos, útiles o no... Pero que podríamos acordar un precio justo tras ello. Respiraste aliviada por un momento.
- Bueno -comenté, entumecido-. Parece que ya está, ¿no?
- Poco -contestó-. Muy poco, teniendo en cuenta que no he cometido ningún delito. Soy un distribuidor de bienes exóticos, pero nunca robo nada, capitán. De dónde haya salido ese gajo de fruta del diablo solo resulta relevante para quien lo haya robado; yo he pagado, y no poco, por un producto. Lo que se haga para conseguirlo no me compete.
Por un momento se me heló la sangre. Si Sutur no poseía recompensa sobre su cabeza el hombre al que había disparado tampoco, seguramente. Había esperado un traficante de poca monta, y solo habían utilizado su nombre como cebo sabiendo que en el peor de los casos no habría ningún delito por el que juzgarlo. De hecho, si ya había hecho más tratos con el oficial tal vez no fuese el único y tuviese una gran manta de la que tirar.
- De todos modos, ahora que sé que es un bien robado mi conciencia me impide revenderlo. -Miró hacia Nia con cierta sonrisa burlona-. Además, seguro que comerciar con bienes robados a sabiendas es delito, ¿verdad? En fin...
Me pasó por la izquierda sin siquiera mirarme, recogiendo un maletín negro que estaba por el suelo. Seguramente el pago.
- Es una pena, muchacha; podrías haber tenido un encaje en mi equipo. Mondego siempre anda buscando nuevos talentos.
- ¡Espera! -exclamé, reclamando su atención-. Te ganas la vida consiguiendo cosas, ¿verdad? Porque hace tiempo estoy buscando varias.
Sutur se dio la vuelta lentamente. Podía ver en su rostro la mirada calculadora de un empresario, tratando de decidir si le estaba tendiendo una trampa o mi oferta sería genuina.
- Hay una familia...
- ¿Qué parte de comerciante no has entendido? -espetó, molesto-. No asesino ni...
- Están secuestrados. Necesito a alguien que pueda rescatarlos. -Por un momento tu voz escapó, pero pude retomar el control a tiempo-. Los están utilizando para chantajear a una amiga; si eres capaz de dar con ellos te pagaré más de lo que puedas soñar.
- Soy un gran soñador -repuso.
- Y yo un generoso pagador.
Me tendió una agenda. En ella escribí los nombres, edades, una breve descripción y hasta boceté los rostros de Eli y Charles. Tras eso, Sutur se despidió educadamente -sobre todo de Nia, exagerando un pomposo adiós que rallaba en la burla más desconsiderada- y dejó la nave. Dos semanas iba a tardar en tener datos; dos semanas y una reunión en aquella misma nave. Advirtió de que podían ser muchos o pocos, útiles o no... Pero que podríamos acordar un precio justo tras ello. Respiraste aliviada por un momento.
- Bueno -comenté, entumecido-. Parece que ya está, ¿no?
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Parecía que la cosa había acabado gratificantemente. Pues el sargento estaba fuera de juego y listo para ser entregado al cuartel. Es suponía un ascenso como mínimo , o en todo caso que me cambiaran de limpiar retretes a hacer algo más productivo. El problema es que a pesar de que amordacé al sargento con una cuerda, no sabía si sería suficiente, y por ello eché un vistazo a Silver a ver si me daba su aprobado.
-No sé si funcionará o si puede hacer cosas atado- dije en alusión a su fruta. -Pero este no se escapa de una degradación o expulsión como me llamo Nía.-concluí antes de escupirle.
Si, lo odiaba mucho, y técnicamente ya no era mi superior.
Dicho esto Sutur y Silver comenzaron a hablar mientras yo me llevaba el fusil a la espalda. Admito que no había sido de mucha ayuda, ya que Silver había logrado hacer todo el esfuerzo bélico. ¿Pero que iba a hacer? Sólo podía disparar y rezar para no recibir un tiro en la cabeza. En cierto modo envidiaba al sargento y al propio Silver, pues podían hacer cosas increíbles.
Lo que más me sorprendió fue que Silver se quedara con aquel gajo, algo que me sorprendió y comprendí en el momento en que vi aquella sonrisa por parte del propio Sutur. El tipo no quería problemas y tampoco quería agenciarse un delito, y siendo listo, decidió pasar del tema y largarse. O eso hubiera hecho si Silver no hubiera empezado a preguntarle sobre un asunto que requería la atención de Sutur. Yo por mi parte decidí no molestarles y esperar a que acabaran de charlar, sin embargo no podía quitar la vista del gajo..como tampoco podía obviar lo que podría hacer con poderes mágicos como los de Silver o el sargento. Me harían la vid.
"El poder de un almirante, en la palma de mi mano" Dioses, podría ayudar muchísimo a la Marina siendo más útil que simplemente limpiando retretes y usar un fusil que ante los peces gordos daba risa...y para muestra un botón. Había sido del todo inútil para Silver y sólamente pude ayudarle a "contener" los guardias.
Entonces me quedé mirando a Silver, concretamente a su mano. Como una niña pequeña al que su papá tenía un caramelo en la mano. Por unos instantes solo podía pensar en que eso era realmente un "tesoro", pero tampoco me atrevía decirle nada a Silver, no aún, y menos después de aquella exhibición de poder. Y por cierto a todo esto...¡Mierda, que no he contactado con Alice! ¿Estará bien?
-No sé si funcionará o si puede hacer cosas atado- dije en alusión a su fruta. -Pero este no se escapa de una degradación o expulsión como me llamo Nía.-concluí antes de escupirle.
Si, lo odiaba mucho, y técnicamente ya no era mi superior.
Dicho esto Sutur y Silver comenzaron a hablar mientras yo me llevaba el fusil a la espalda. Admito que no había sido de mucha ayuda, ya que Silver había logrado hacer todo el esfuerzo bélico. ¿Pero que iba a hacer? Sólo podía disparar y rezar para no recibir un tiro en la cabeza. En cierto modo envidiaba al sargento y al propio Silver, pues podían hacer cosas increíbles.
Lo que más me sorprendió fue que Silver se quedara con aquel gajo, algo que me sorprendió y comprendí en el momento en que vi aquella sonrisa por parte del propio Sutur. El tipo no quería problemas y tampoco quería agenciarse un delito, y siendo listo, decidió pasar del tema y largarse. O eso hubiera hecho si Silver no hubiera empezado a preguntarle sobre un asunto que requería la atención de Sutur. Yo por mi parte decidí no molestarles y esperar a que acabaran de charlar, sin embargo no podía quitar la vista del gajo..como tampoco podía obviar lo que podría hacer con poderes mágicos como los de Silver o el sargento. Me harían la vid.
"El poder de un almirante, en la palma de mi mano" Dioses, podría ayudar muchísimo a la Marina siendo más útil que simplemente limpiando retretes y usar un fusil que ante los peces gordos daba risa...y para muestra un botón. Había sido del todo inútil para Silver y sólamente pude ayudarle a "contener" los guardias.
Entonces me quedé mirando a Silver, concretamente a su mano. Como una niña pequeña al que su papá tenía un caramelo en la mano. Por unos instantes solo podía pensar en que eso era realmente un "tesoro", pero tampoco me atrevía decirle nada a Silver, no aún, y menos después de aquella exhibición de poder. Y por cierto a todo esto...¡Mierda, que no he contactado con Alice! ¿Estará bien?
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Sutur abandonó la nave mientras yo miraba en silencio. Nia, por su parte, ataba a un malherido sargento que se quejaba bastante más de lo que debería, preocupada porque utilizase su poder para huir. Aunque era posible que lo intentase, en su situación actual era dudoso que llegara muy lejos y agarrar como mínimo una de las supuestas esferas sería suficiente, si éramos capaces de elegir la adecuada, para detenerlo.
- Normalmente los delincuentes son enviados a prisión -contesté-. Hay quien diría que por robar una fruta del diablo se debería aplicar pena capital. Y según tengo entendido la ley militar es mucho más severa con esta clase de cosas, ¿verdad?
Abrí la mano sin dejar de observar a la marine. Como un cachorrillo goloso contemplaba mi mano, anhelante. Era la misma cara que estoy seguro puse yo cuando tuve a Velkan delante. Un gran poder que no todos los días uno tenía delante; un poder por el que muchos matarían. Yo, de hecho, formaba parte de esos muchos.
- Lo estás pensando, ¿verdad? -pregunté-. Todo lo que podrías hacer si lo tomaras, todo lo que podrías ayudar al mundo. -Puede que una sonrisa malévola se formase en mi rostro-. Pero sabes lo que sucederá si la consumes, ¿no? El sargento al que quieres ajusticiar te culpará del robo, achacándolo a tu propia ansia de poder. No hay testigos de que sus delitos más allá de una recluta que lo odia y yo. -Alguien que normalmente resultaba difícil de encontrar, de hecho-. Si sigues el protocolo con este hombre es muy probable que siga haciendo el mal, y tú deberás dormir con un ojo abierto porque tratará de vengarse. Y lo hará.
El marine estaba entre la sorpresa y la furia, pero al mismo tiempo no parecía atreverse a responder algo. Lógico, por otro lado. La propuesta que estaba a punto de hacer no era nada razonable para él; de hecho, hay quien la consideraría nociva.
- Si entregas el fragmento tendrías una pequeña prueba, claro. Tú no podías haberlo robado, pero él sí. Lo negará todo, claro, pero puede que con suerte alguien sospeche de él por entrar en una isla ajena al Gobierno Mundial, o por qué perseguir dentro de ella a un hombre sin recompensa sobre su cabeza. Puede que alguien piense. -En realidad lo dudaba, pero podía ser-. Sin embargo, perderías el acceso por ahora a este poder. Tienes que elegir, Nia; puedes matar a este hombre y ganar un poder que deberás usar en secreto durante años o puedes hacer justicia y convertirte en alguien digno de este poder. -Tragué saliva-. Una decisión difícil, ¿no te parece?
Le lancé levemente boleado el fragmento. No era mío, y además... Sentía mucha curiosidad.
- Normalmente los delincuentes son enviados a prisión -contesté-. Hay quien diría que por robar una fruta del diablo se debería aplicar pena capital. Y según tengo entendido la ley militar es mucho más severa con esta clase de cosas, ¿verdad?
Abrí la mano sin dejar de observar a la marine. Como un cachorrillo goloso contemplaba mi mano, anhelante. Era la misma cara que estoy seguro puse yo cuando tuve a Velkan delante. Un gran poder que no todos los días uno tenía delante; un poder por el que muchos matarían. Yo, de hecho, formaba parte de esos muchos.
- Lo estás pensando, ¿verdad? -pregunté-. Todo lo que podrías hacer si lo tomaras, todo lo que podrías ayudar al mundo. -Puede que una sonrisa malévola se formase en mi rostro-. Pero sabes lo que sucederá si la consumes, ¿no? El sargento al que quieres ajusticiar te culpará del robo, achacándolo a tu propia ansia de poder. No hay testigos de que sus delitos más allá de una recluta que lo odia y yo. -Alguien que normalmente resultaba difícil de encontrar, de hecho-. Si sigues el protocolo con este hombre es muy probable que siga haciendo el mal, y tú deberás dormir con un ojo abierto porque tratará de vengarse. Y lo hará.
El marine estaba entre la sorpresa y la furia, pero al mismo tiempo no parecía atreverse a responder algo. Lógico, por otro lado. La propuesta que estaba a punto de hacer no era nada razonable para él; de hecho, hay quien la consideraría nociva.
- Si entregas el fragmento tendrías una pequeña prueba, claro. Tú no podías haberlo robado, pero él sí. Lo negará todo, claro, pero puede que con suerte alguien sospeche de él por entrar en una isla ajena al Gobierno Mundial, o por qué perseguir dentro de ella a un hombre sin recompensa sobre su cabeza. Puede que alguien piense. -En realidad lo dudaba, pero podía ser-. Sin embargo, perderías el acceso por ahora a este poder. Tienes que elegir, Nia; puedes matar a este hombre y ganar un poder que deberás usar en secreto durante años o puedes hacer justicia y convertirte en alguien digno de este poder. -Tragué saliva-. Una decisión difícil, ¿no te parece?
Le lancé levemente boleado el fragmento. No era mío, y además... Sentía mucha curiosidad.
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Silver se había dado cuenta de que estaba mirando lo que estaba mirando. No podía culparme ni tampoco fingir que no lo estaba haciendo, pues me pasaban un montón de cosas por la cabeza según miraba aquella pequeña uva. Entonces miré al sargento para luego mirar a Silver.
- Y tan severa...te aseguro Silver que lo que le esperaría a este tipo es una bonita celda, un nombre manchado, y una carrera arruinada. -dije antes de ponerme al lado del sargento. Entonces Silver dijo lo que estaba pensando:
- No te lo voy a negar, así es- dije con tono tranquilo antes de escuchar las palabras de Silver. Estaba ante un auténtico dilema moral que no sabía como resolver. ¿ Que debía hacer? Las reglas eran las reglas y debía entregar a este tipo a la justicia,, sino, ¿para que estaba en la Marina? ¿Para acabar como el sargento: Corrupto y rendido?. Sin embargo las palabras de Silver tenían mucha verdad....debía elegir. Por un lado estaba perdonar a aquella deshonra de hombre y volver al cuartel con él como si nada hubiera pasado, y así renunciando a un gran poder por unas pruebas ínfimas y que no me darían la victoria judicialmente hablando, y todo para lograr ese poder. Sin embargo, si lo obtenía tendría que dormir con un ojo abierto el resto de mi vida a la par que trataba de ser digna del poder que llevaría a la espalda, fuera lo que fuera lo que me tocara.
Suspiré por unos segundo sin saber muy bien que decir, mirando a Silver y al sargento todo el rato. Entonces tras meditarlo me acerqué a Silver y extendí mi mano.
-Lo haré a mi manera- dije a la espera de que el grano de uva cayera en mi mano. Pero antes me acercaría al sargento, agarraría las bridas que lo mantenían atado y, frente a frente con él le diría lo siguiente:
-Yo no le caigo bien y usted no me cae bien, así que lleguemos a un acuerdo. Yo tengo que perder, pero usted mucho más, se lo juro. Hoy puede salir de aquí con su honor intacto aunque sepamos que carece de ninguno. Usted quedará libre y volverá a su rutina en la Marina, y yo obviaré todo lo sucedido aquí, lo que he visto y lo que han visto- dije mirando a Silver antes de volver a posar la mirada en el sargento- y usted en cuanto toque el cuartel, pedirá un cambio de destino voluntario a Orange Town, como instructor. Si acepta esto, saldrá por esa puerta. Sin embargo, si va a increparme porque me he quedado la akuma no mi le explicaré porque le saldría mal la jugada. Yo recibiría un castigo, eso no se lo voy a discutir, pero si el poder es tan digno y "útil" , tenga por seguro que la Marina me tendrá en nómina y en mayor querencia que a usted, señor esferas. ¿Tenemos un trato o no ?
Entonces miré a Silver, y con cierto tono de pena y cansancio le dije.
-Se que no hay marcha atrás en esta decisión, pero si quiero lograr algo, necesito poder, necesito que la Marina se libre de los lastres que la mancillan. ¡Necesito poder señor Silver! Poder para que aquellos que no pueden defenderse puedan sobrevivir a lacras como él. ¡No quiero limpiar más retretes, no quiero ser la que plancha, no quiero ser la recadera, quiero ser una marine como mi padre! Y si por ello voy a ser aleccionada, espero sangrar mucho por ello, pero al menos sabré que lo que estoy a punto de hacer es por un bien mayor.
Dicho esto abrí el gaznate y cogiendo la uva la dejé caer garganta abajo antes de llevarme las manos al cuello. Pues estaba amarga, y el proceso fue sumamente rápido e indoloro, cosa que no pensaba que fuera así. Tras eso miré a Silver algo seria.
-Espero que no me judgue mal por esto. No soy mala persona, y necesitaba este empujón.
- Y tan severa...te aseguro Silver que lo que le esperaría a este tipo es una bonita celda, un nombre manchado, y una carrera arruinada. -dije antes de ponerme al lado del sargento. Entonces Silver dijo lo que estaba pensando:
- No te lo voy a negar, así es- dije con tono tranquilo antes de escuchar las palabras de Silver. Estaba ante un auténtico dilema moral que no sabía como resolver. ¿ Que debía hacer? Las reglas eran las reglas y debía entregar a este tipo a la justicia,, sino, ¿para que estaba en la Marina? ¿Para acabar como el sargento: Corrupto y rendido?. Sin embargo las palabras de Silver tenían mucha verdad....debía elegir. Por un lado estaba perdonar a aquella deshonra de hombre y volver al cuartel con él como si nada hubiera pasado, y así renunciando a un gran poder por unas pruebas ínfimas y que no me darían la victoria judicialmente hablando, y todo para lograr ese poder. Sin embargo, si lo obtenía tendría que dormir con un ojo abierto el resto de mi vida a la par que trataba de ser digna del poder que llevaría a la espalda, fuera lo que fuera lo que me tocara.
Suspiré por unos segundo sin saber muy bien que decir, mirando a Silver y al sargento todo el rato. Entonces tras meditarlo me acerqué a Silver y extendí mi mano.
-Lo haré a mi manera- dije a la espera de que el grano de uva cayera en mi mano. Pero antes me acercaría al sargento, agarraría las bridas que lo mantenían atado y, frente a frente con él le diría lo siguiente:
-Yo no le caigo bien y usted no me cae bien, así que lleguemos a un acuerdo. Yo tengo que perder, pero usted mucho más, se lo juro. Hoy puede salir de aquí con su honor intacto aunque sepamos que carece de ninguno. Usted quedará libre y volverá a su rutina en la Marina, y yo obviaré todo lo sucedido aquí, lo que he visto y lo que han visto- dije mirando a Silver antes de volver a posar la mirada en el sargento- y usted en cuanto toque el cuartel, pedirá un cambio de destino voluntario a Orange Town, como instructor. Si acepta esto, saldrá por esa puerta. Sin embargo, si va a increparme porque me he quedado la akuma no mi le explicaré porque le saldría mal la jugada. Yo recibiría un castigo, eso no se lo voy a discutir, pero si el poder es tan digno y "útil" , tenga por seguro que la Marina me tendrá en nómina y en mayor querencia que a usted, señor esferas. ¿Tenemos un trato o no ?
Entonces miré a Silver, y con cierto tono de pena y cansancio le dije.
-Se que no hay marcha atrás en esta decisión, pero si quiero lograr algo, necesito poder, necesito que la Marina se libre de los lastres que la mancillan. ¡Necesito poder señor Silver! Poder para que aquellos que no pueden defenderse puedan sobrevivir a lacras como él. ¡No quiero limpiar más retretes, no quiero ser la que plancha, no quiero ser la recadera, quiero ser una marine como mi padre! Y si por ello voy a ser aleccionada, espero sangrar mucho por ello, pero al menos sabré que lo que estoy a punto de hacer es por un bien mayor.
Dicho esto abrí el gaznate y cogiendo la uva la dejé caer garganta abajo antes de llevarme las manos al cuello. Pues estaba amarga, y el proceso fue sumamente rápido e indoloro, cosa que no pensaba que fuera así. Tras eso miré a Silver algo seria.
-Espero que no me judgue mal por esto. No soy mala persona, y necesitaba este empujón.
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No habría sabido explicar qué esperaba, pero desde luego no aquello. Por un momento temí que fuese a apuntar al sargento con el arma y dispararle, pero en lugar de eso eligió... Lo que eligió. ¿Era la peor opción? Quizá no, quizá yo lo estaba viendo todo demasiado blanco y negro, pero después de todo estaba rompiendo con todo lo que se suponía que estaba defendiendo. Tal vez sí que su relación con el poder estuviese algo corrupta. Quizá sí fuese un poco hija de papá.
- No me parece la decisión adecuada, ni creo que esos motivos sean adecuados -repuse mientras Nia tragaba la fruta-. ¿De verdad por no limpiar retretes vale la pena perder tu alma? -Avancé muy despacio hacia ella. Había un detalle al respecto que desconocía, y podía ver en la cara del sargento que él sí se había percatado-. No sé si tu padre habría traicionado a la Marina para ganar poder, y por otro lado... ¿De verdad crees que todo es tan sencillo?
Suspiré, agotado. A mí me lo había explicado Velkan y pude comprobarlo muy pronto, pero si un caballero de Hallstat podía saberlo era muy probable que el Gobierno Mundial también fuese consciente. Nia acababa de poner su vida en riesgo al hacer ese trato y devorar la fruta prohibida sin dudarlo.
- Cuando un usuario muere el poder de su fruta del diablo se reencarna en la fruta más cercana. Él lo sabe -dijiste, señalándolo-. Si tu poder es tan digno y útil que te descubran robándolo puede significar tu ejecución inmediata, no un castigo. No tienes forma de controlar a este hombre si lo envías lejos de ti; tampoco si lo dejas cerca. -Vi la expresión del sargento volverse lívida de golpe. Acababa de comprender lo que le esperaba-. Tienes que...
- ¡No diré nada! -exclamó-. ¡Me portaré bien, lo prometo! De hecho, podemos hacer un trato.
- Te escuchamos -respondí.
- No voy a irme de instructor a ninguna parte. Voy a seguir en mi puesto y, de hecho, tú me vas a ayudar. -Señaló a Nia con un ligero temblor en el dedo-. Cuando hayas trabajado lo que yo considere suficiente recomendaré que entres en la lista de candidatos a obtener la fruta; seguro que hasta entonces podemos hacernos muy buenos amigos tú y yo. Al menos si te portas bien.
Entorné los ojos.
- La decisión sigue siendo tuya.
- No me parece la decisión adecuada, ni creo que esos motivos sean adecuados -repuse mientras Nia tragaba la fruta-. ¿De verdad por no limpiar retretes vale la pena perder tu alma? -Avancé muy despacio hacia ella. Había un detalle al respecto que desconocía, y podía ver en la cara del sargento que él sí se había percatado-. No sé si tu padre habría traicionado a la Marina para ganar poder, y por otro lado... ¿De verdad crees que todo es tan sencillo?
Suspiré, agotado. A mí me lo había explicado Velkan y pude comprobarlo muy pronto, pero si un caballero de Hallstat podía saberlo era muy probable que el Gobierno Mundial también fuese consciente. Nia acababa de poner su vida en riesgo al hacer ese trato y devorar la fruta prohibida sin dudarlo.
- Cuando un usuario muere el poder de su fruta del diablo se reencarna en la fruta más cercana. Él lo sabe -dijiste, señalándolo-. Si tu poder es tan digno y útil que te descubran robándolo puede significar tu ejecución inmediata, no un castigo. No tienes forma de controlar a este hombre si lo envías lejos de ti; tampoco si lo dejas cerca. -Vi la expresión del sargento volverse lívida de golpe. Acababa de comprender lo que le esperaba-. Tienes que...
- ¡No diré nada! -exclamó-. ¡Me portaré bien, lo prometo! De hecho, podemos hacer un trato.
- Te escuchamos -respondí.
- No voy a irme de instructor a ninguna parte. Voy a seguir en mi puesto y, de hecho, tú me vas a ayudar. -Señaló a Nia con un ligero temblor en el dedo-. Cuando hayas trabajado lo que yo considere suficiente recomendaré que entres en la lista de candidatos a obtener la fruta; seguro que hasta entonces podemos hacernos muy buenos amigos tú y yo. Al menos si te portas bien.
Entorné los ojos.
- La decisión sigue siendo tuya.
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No había error en las palabras de Silver. Dioses, parecía que tenía a la voz de la conciencia aconsejándome que hacer, y sin embargo, estaba hecha un auténtico lío. Entonces al escuchar la mención a mi padre no pude evitar mirar seriamente a Silver.
- Mi padre tuvo que retirarse de la Marina, como un héroe si, pero ¿A que no sabías el motivo real de porque fue así? No fue por darle una jubilación tranquila, oh no. Sino por un escándalo dentro de las filas del regimiento en el que servía. Mi padre fue apuñalado por la espalda por aquel que decía llamarse "su compañero" mientras asaltaban una base pirata. ¿Adivinas el porqué? El pirata había untado a su compañero prometiéndole de todo si lo hacía, ya que mi padre era un grano en el culo para él. Mi padre acabó matándolo con sus propias manos. Cuando las autoridades llegaron vieron el panorama. Mi padre fue degradado a pesar de que se había protegido de un traidor, pero él tampoco podía quedar impune a pesar de que logró salvar muchas vidas en la toma de la fortaleza. Por ello se llegó a un acuerdo: él se retiraba y su honor quedaba intacto y la Marina mantenía intacto su honor, a pesar de estar podrida por corruptos y traidores. ¿Qué si vale la pena?. Si, Silver....con pena te lo digo, pero si.
Entonces miré al sargento.
-Y tu no eres más que otra muestra de lo que no se debe hacer y lo que no se debe repetir. Tu trato parece simple y lo más lógico. ¿Qué necio se negaría a ello? Tu te ahorras problemas y yo también. Pero sigue habiendo un problema: Sigue habiendo una rata a bordo.
Si lo mataba me enfrentaba al problema de explicarle a mis superiores porqué tenía ese poder, y no se tardaría en ligarme con el robo de la akuma del cuartel. Sin embargo, la opción del Sargento era lógica, a pesar de que tuviera que dejarle con vida. Así que cogí mi mosquete y me acerqué a él. Le apunté a la frente mientras el desgraciado cerraba los ojos...como si eso fuera a evitar que la bala le perforara la cabeza. Pasados unos segundos, sin saber si iba a apretar el gatillo o no, la retiré.
- Hoy han herido a Marines por tu culpa, nos han enviado a esta misión por tu recomendación a sabiendas de que éramos ganado para el matadero, nos han perseguido, atacado y te daba prácticamente igual porque resultaba que todo era para que tu te enriquecieras por haberle robado a la Marina.
-Entonces. ¿Trato? -dijo el sargento sin todavía entenderme demasiado.
Entonces volví a apuntarle a la cabeza.
- Conste que esto no lo hago por mi ni por mi padre, sino por aquello que he jurado defender. Si dejo que una manzana podrida toque un cesto lleno de tantas otras...todo se acaba echando a perder. Si dejo que un traidor como tu vuelva al cuerpo, no sólo estaría traicionando a la Marina por el engaño, sino me estaría traicionando a mi misma. Puedo tolerar un castigo, el exilio o la muerte, pero no pienso tener cargos de conciencia por salvar a alguien que no lo merece. No es cuestión de vivir o morir, sino de ¿A cuanta gente podrás hacer daño en un futuro si te dejo ir?¿Cómo pesaría eso sobre mi conciencia? Quiero llevar los galones con orgullo y poder mirar a mi gente a la cara sin vergüenza alguna en mi rostro, y si para ello debo seguir el código de la Marina, sea, pues usted si todavía recuerda nuestros preceptos " Honra a los tuyos, protege el cuerpo, y destruye a aquellos que osen mancillar esta sagrada casa". Lo siento, aunque sea solo en parte.-dije antes de hacerle el saludo militar.
-¡No no espera!
Un disparo le atravesó la cabeza haciendo que sus sesos se desparramaran por todo el suelo. El sonido del disparo se ahogó y solo quedaba ya el humo saliendo del cañón. Tras eso caí de rodillas, pues nunca había matado a un hombre...bueno, a alguien que compartía los mismos colores que yo. Era lo que había que hacer. No sé si pagaría por ello, pero el código es el código.
Tras ello arrojé el fusil contra unas cajas con gran fuerza y comencé a llorar con las manos en la cara, ignorando a Silver y todo lo que había alrededor. Incluso el sabor amargo de lo que había comido estaba desapareciendo ya.
- Mi padre tuvo que retirarse de la Marina, como un héroe si, pero ¿A que no sabías el motivo real de porque fue así? No fue por darle una jubilación tranquila, oh no. Sino por un escándalo dentro de las filas del regimiento en el que servía. Mi padre fue apuñalado por la espalda por aquel que decía llamarse "su compañero" mientras asaltaban una base pirata. ¿Adivinas el porqué? El pirata había untado a su compañero prometiéndole de todo si lo hacía, ya que mi padre era un grano en el culo para él. Mi padre acabó matándolo con sus propias manos. Cuando las autoridades llegaron vieron el panorama. Mi padre fue degradado a pesar de que se había protegido de un traidor, pero él tampoco podía quedar impune a pesar de que logró salvar muchas vidas en la toma de la fortaleza. Por ello se llegó a un acuerdo: él se retiraba y su honor quedaba intacto y la Marina mantenía intacto su honor, a pesar de estar podrida por corruptos y traidores. ¿Qué si vale la pena?. Si, Silver....con pena te lo digo, pero si.
Entonces miré al sargento.
-Y tu no eres más que otra muestra de lo que no se debe hacer y lo que no se debe repetir. Tu trato parece simple y lo más lógico. ¿Qué necio se negaría a ello? Tu te ahorras problemas y yo también. Pero sigue habiendo un problema: Sigue habiendo una rata a bordo.
Si lo mataba me enfrentaba al problema de explicarle a mis superiores porqué tenía ese poder, y no se tardaría en ligarme con el robo de la akuma del cuartel. Sin embargo, la opción del Sargento era lógica, a pesar de que tuviera que dejarle con vida. Así que cogí mi mosquete y me acerqué a él. Le apunté a la frente mientras el desgraciado cerraba los ojos...como si eso fuera a evitar que la bala le perforara la cabeza. Pasados unos segundos, sin saber si iba a apretar el gatillo o no, la retiré.
- Hoy han herido a Marines por tu culpa, nos han enviado a esta misión por tu recomendación a sabiendas de que éramos ganado para el matadero, nos han perseguido, atacado y te daba prácticamente igual porque resultaba que todo era para que tu te enriquecieras por haberle robado a la Marina.
-Entonces. ¿Trato? -dijo el sargento sin todavía entenderme demasiado.
Entonces volví a apuntarle a la cabeza.
- Conste que esto no lo hago por mi ni por mi padre, sino por aquello que he jurado defender. Si dejo que una manzana podrida toque un cesto lleno de tantas otras...todo se acaba echando a perder. Si dejo que un traidor como tu vuelva al cuerpo, no sólo estaría traicionando a la Marina por el engaño, sino me estaría traicionando a mi misma. Puedo tolerar un castigo, el exilio o la muerte, pero no pienso tener cargos de conciencia por salvar a alguien que no lo merece. No es cuestión de vivir o morir, sino de ¿A cuanta gente podrás hacer daño en un futuro si te dejo ir?¿Cómo pesaría eso sobre mi conciencia? Quiero llevar los galones con orgullo y poder mirar a mi gente a la cara sin vergüenza alguna en mi rostro, y si para ello debo seguir el código de la Marina, sea, pues usted si todavía recuerda nuestros preceptos " Honra a los tuyos, protege el cuerpo, y destruye a aquellos que osen mancillar esta sagrada casa". Lo siento, aunque sea solo en parte.-dije antes de hacerle el saludo militar.
-¡No no espera!
Un disparo le atravesó la cabeza haciendo que sus sesos se desparramaran por todo el suelo. El sonido del disparo se ahogó y solo quedaba ya el humo saliendo del cañón. Tras eso caí de rodillas, pues nunca había matado a un hombre...bueno, a alguien que compartía los mismos colores que yo. Era lo que había que hacer. No sé si pagaría por ello, pero el código es el código.
Tras ello arrojé el fusil contra unas cajas con gran fuerza y comencé a llorar con las manos en la cara, ignorando a Silver y todo lo que había alrededor. Incluso el sabor amargo de lo que había comido estaba desapareciendo ya.
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La historia de Nia no tenía sentido. Asumiendo que fuese literal, el relato implicaba que su padre habría matado a un traidor y la Marina, lejos de condecorarlo, lo había apartado discretamente. Si realmente había un traidor en el bando lo último que querría el Gobierno Mundial debía ser mantenerlo oculto. ¿Por qué habían castigado en la Marina a ese hombre? Una sanción disciplinaria por el homicidio, tal vez un tirón de orejas... ¿Pero por qué ocultar una traición? La exhibición como un éxito del cuerpo sin vida podría haber disuadido a otra gente, como a ese sargento que ahora trataba de chantajearla. Ninguna institución dirigida con alguien con medio cerebro haría eso.
¿Tal vez debí haber actuado? Escuché el grito, pero me mantuve impasible mientras veía a la mujer disparar el arma. Una ejecución en toda regla, completamente racionalizada para no aceptar que únicamente estaba salvándose a sí misma. En la guerra a veces los accidentes ocurrían, pero eso no estaba ni de lejos bien.
- ¿Cómo pesa en tu conciencia haber matado a un hombre sin juicio? -pregunté-. ¿De verdad esta va a ser tu forma de llevar los galones sin vergüenza? -Mi tono se iba congelando poco a poco. Mi voz, casi queda y silente, avanzaba despacio, como si las palabras no quisieran salir por mi boca-. Has matado a una persona para ocultar que cometiste el mismo delito que ella. ¡¿Te das cuenta de que estás haciendo lo mismo que él?!
Tuve que alejarme un par de pasos cuando la sangre amenazó con mancharme los zapatos. Nia se echó a llorar, arrodillada, pero eso no calmaba la ira que estaba sintiendo en ese momento. ¿Cómo podía haberse corrompido totalmente en menos de diez minutos?
- ¡Quizá él también entró a la Marina queriendo luchar por lo justo! ¡¿No crees que él pudo haber cometido el mismo error que tú ahora mismo?! Una manzana contaminando toda la cesta, decías. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo va a funcionar tu brújula moral después de esto? ¿Vas a seguir matando a quien se interponga en tu camino? Dime, Nia: Si ahora entrase Bobi por esa puerta, ¿lo matarías para que no se supiese el monstruo en el que te has convertido por puro poder? Si siquiera la historia que has contado de tu padre es cierta... Eres una vergüenza para él y para todo lo que él defendió. -Respiré hondo, tratando de recordarlo palabra por palabra-: Haces lo que debes hacer para preservar tu propia supervivencia. tu existencia, aunque grotesca e incomprensible para mí, salva vidas a pesar de que tengas que acabar con unos pocos de nosotros cada cierto tiempo. ¿Eso es lo que defiendes ahora? No eres mejor que él; él al menos no se autoengañaba.
Le di la espada.
- Y aun así no tienes ninguna garantía de que alguien no te denuncie a la Marina.
Abrí la puerta y atravesé el umbral. El muelle estaba en completo silencio, pero mi cabeza estallaba. Bloquear tu visión era muy difícil, pero no tenías por qué ver eso. No te lo merecías.
¿Tal vez debí haber actuado? Escuché el grito, pero me mantuve impasible mientras veía a la mujer disparar el arma. Una ejecución en toda regla, completamente racionalizada para no aceptar que únicamente estaba salvándose a sí misma. En la guerra a veces los accidentes ocurrían, pero eso no estaba ni de lejos bien.
- ¿Cómo pesa en tu conciencia haber matado a un hombre sin juicio? -pregunté-. ¿De verdad esta va a ser tu forma de llevar los galones sin vergüenza? -Mi tono se iba congelando poco a poco. Mi voz, casi queda y silente, avanzaba despacio, como si las palabras no quisieran salir por mi boca-. Has matado a una persona para ocultar que cometiste el mismo delito que ella. ¡¿Te das cuenta de que estás haciendo lo mismo que él?!
Tuve que alejarme un par de pasos cuando la sangre amenazó con mancharme los zapatos. Nia se echó a llorar, arrodillada, pero eso no calmaba la ira que estaba sintiendo en ese momento. ¿Cómo podía haberse corrompido totalmente en menos de diez minutos?
- ¡Quizá él también entró a la Marina queriendo luchar por lo justo! ¡¿No crees que él pudo haber cometido el mismo error que tú ahora mismo?! Una manzana contaminando toda la cesta, decías. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo va a funcionar tu brújula moral después de esto? ¿Vas a seguir matando a quien se interponga en tu camino? Dime, Nia: Si ahora entrase Bobi por esa puerta, ¿lo matarías para que no se supiese el monstruo en el que te has convertido por puro poder? Si siquiera la historia que has contado de tu padre es cierta... Eres una vergüenza para él y para todo lo que él defendió. -Respiré hondo, tratando de recordarlo palabra por palabra-: Haces lo que debes hacer para preservar tu propia supervivencia. tu existencia, aunque grotesca e incomprensible para mí, salva vidas a pesar de que tengas que acabar con unos pocos de nosotros cada cierto tiempo. ¿Eso es lo que defiendes ahora? No eres mejor que él; él al menos no se autoengañaba.
Le di la espada.
- Y aun así no tienes ninguna garantía de que alguien no te denuncie a la Marina.
Abrí la puerta y atravesé el umbral. El muelle estaba en completo silencio, pero mi cabeza estallaba. Bloquear tu visión era muy difícil, pero no tenías por qué ver eso. No te lo merecías.
Nia
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No entendía a Silver, primero que quitarlo de en medio habría sido la mejor opción, ahora de repente no. ¿En que quedamos? Podría decir que no estaba orgullosa de lo hecho, pero no era así. Era una persona de conciencia sumamente frágil, pero lo que había hecho no me enturbiaba la mente ni lo más mínimo. Era un traidor, punto. Y para ello tenemos órdenes explícitas.
-No te vi poner pegas mientras arrancabas la carne a un chivato- le dije a Silver antes de cambiar el tono- ¿Juicio? ¿Qué podríamos esperar los míos y yo ante un juicio? Es un sargento, y su respiración ya vale más que toda la sangre derramada de los que estamos por debajo de él. En un juicio sería su palabra contra la nuestra, y ya te digo que no nos darían crédito ninguno, este capullo seguiría en su cargo haciéndonos la vida imposible, nosotros acabando en una celda o vete tu a saber, o quedando de mentirosos y con total impunidad para seguir siendo una rata dentro de la Marina. Así que no, Silver, pues me parece bien que vengas de adalid de la moralidad, pero estas cosas no son en blanco o negro, es mucho más complicado
Tras eso tomé algo de aire y le respondí nuevamente.
-Si, me he comido la akuma, y no tengo excusa. Pero hoy podría haberse perdido si este intercambio se hubiera llevado a cabo, y lo que quedaría en el cuartel sería una cáscara vacía. No tengo excusa, pero por lo menos me he garantizado que esa akuma, va a estar en buenas manos. Además, puedes estar tranquilo, porque pienso responder por habérmela comido.
Entonces le increpé.
-Ni se te ocurra mencionarlo. Por gente como él- dije señalando al sargento.- mi padre acabó así, por gente como él la Marina jamás sanará. ¿Quieres que te sea sincera? Si volviera a tenerlo delante, volvería a apretar el gatillo. A ves tenemos que hacer acciones que nos repugnan para evitar un mal mayor, y si, el sargento tenía razón. Pero él mataba a inocentes con el símbolo que juró defender por mera avaricia, y yo por lo hago por traición. Y si he cometido un error, pagaré por ello Silver, pero mi conciencia está tranquila.
No iba a ir matando a gente así porque si, obviamente no. Por lo que a mi me compete había hecho lo correcto y no creía que la Marina se rasgara las vestiduras por acabar con una rata en sus filas, y más viendo la situación del tiroteo y combate. De todas maneras, trataría de hablar sobre este tema con algún superior o algo....mucho más adelante. Así que dicho todo esto cogí el galón del sargento y me limpié la mejilla. Salí a los pocos minutos tras Silver, tras haber meditado un poco más en frío lo sucedido.
-¿Vas a denunciarme?. Hazlo- le dije, pues ya tenía intención de volver al cuartel a dar todo el reporte- Como dije y aunque no te lo creas, pienso pagar por mi parte de culpa, pero no puedo decirte que esté arrepentida.
Tenía un objetivo, y estaba segura de que no había sido la primera en acabar con un marine corrupto estando del mismo lado. Creo que la Marina tiene un largo historial sobre eso.
-Siento que pienses mal de mi, pero, no soy mala persona. Y si hoy no hubiera hecho esto, las cosas irían mucho peor. -miré a Silver- Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada, y si por defender lo que creía voy a recibir un golpe, es lo que me toca.- concluí antes de cambiar el tono- Haz lo que veas, no te condenaré por ello, pero igualmente quiero darte las gracias por todo, por la ayuda y me gustaría compensártelo en un futuro, si volvemos a vernos
-No te vi poner pegas mientras arrancabas la carne a un chivato- le dije a Silver antes de cambiar el tono- ¿Juicio? ¿Qué podríamos esperar los míos y yo ante un juicio? Es un sargento, y su respiración ya vale más que toda la sangre derramada de los que estamos por debajo de él. En un juicio sería su palabra contra la nuestra, y ya te digo que no nos darían crédito ninguno, este capullo seguiría en su cargo haciéndonos la vida imposible, nosotros acabando en una celda o vete tu a saber, o quedando de mentirosos y con total impunidad para seguir siendo una rata dentro de la Marina. Así que no, Silver, pues me parece bien que vengas de adalid de la moralidad, pero estas cosas no son en blanco o negro, es mucho más complicado
Tras eso tomé algo de aire y le respondí nuevamente.
-Si, me he comido la akuma, y no tengo excusa. Pero hoy podría haberse perdido si este intercambio se hubiera llevado a cabo, y lo que quedaría en el cuartel sería una cáscara vacía. No tengo excusa, pero por lo menos me he garantizado que esa akuma, va a estar en buenas manos. Además, puedes estar tranquilo, porque pienso responder por habérmela comido.
Entonces le increpé.
-Ni se te ocurra mencionarlo. Por gente como él- dije señalando al sargento.- mi padre acabó así, por gente como él la Marina jamás sanará. ¿Quieres que te sea sincera? Si volviera a tenerlo delante, volvería a apretar el gatillo. A ves tenemos que hacer acciones que nos repugnan para evitar un mal mayor, y si, el sargento tenía razón. Pero él mataba a inocentes con el símbolo que juró defender por mera avaricia, y yo por lo hago por traición. Y si he cometido un error, pagaré por ello Silver, pero mi conciencia está tranquila.
No iba a ir matando a gente así porque si, obviamente no. Por lo que a mi me compete había hecho lo correcto y no creía que la Marina se rasgara las vestiduras por acabar con una rata en sus filas, y más viendo la situación del tiroteo y combate. De todas maneras, trataría de hablar sobre este tema con algún superior o algo....mucho más adelante. Así que dicho todo esto cogí el galón del sargento y me limpié la mejilla. Salí a los pocos minutos tras Silver, tras haber meditado un poco más en frío lo sucedido.
-¿Vas a denunciarme?. Hazlo- le dije, pues ya tenía intención de volver al cuartel a dar todo el reporte- Como dije y aunque no te lo creas, pienso pagar por mi parte de culpa, pero no puedo decirte que esté arrepentida.
Tenía un objetivo, y estaba segura de que no había sido la primera en acabar con un marine corrupto estando del mismo lado. Creo que la Marina tiene un largo historial sobre eso.
-Siento que pienses mal de mi, pero, no soy mala persona. Y si hoy no hubiera hecho esto, las cosas irían mucho peor. -miré a Silver- Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada, y si por defender lo que creía voy a recibir un golpe, es lo que me toca.- concluí antes de cambiar el tono- Haz lo que veas, no te condenaré por ello, pero igualmente quiero darte las gracias por todo, por la ayuda y me gustaría compensártelo en un futuro, si volvemos a vernos
Era muy fácil ponerse digno cuando el gatillo lo aprieta otro. Dicho esto esperaría su respuesta, fuera afirmativa o negativa, para hacerle un aceno con la cabeza dijera lo que dijera. Lamentaba que las cosas terminaran así, y mi rostro era un libro abierto, pero del mismo modo que yo pude haberme equivocado en parte, quizás Silver también me había judgado precipitadamente, pues como dije, no todo es blanco o negro. A veces la vida nos muestra un tono gris.
Alice Wanderlust
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Akuma no mi
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Cuando Nia empezó a hablar tuve que encerrar tu conciencia de nuevo en un lugar desde el que no pudieses escucharla y desenfundé la pistola, apuntando a su cabeza. A cada palabra que iba diciendo más asco me estaba produciendo y más arrepentido estaba de haberla salvado del disparo. Tal vez la fruta se hubiese perdido, pero al menos no estaría en manos de una loca egomaníaca.
- Hasta donde yo sé herí a un hombre armado que casi te mata -repuse, con toda la tranquilidad de la que pude hacer gala-. Hasta donde yo sé en ningún momento he levantado un arma hoy contra nadie que no estuviese en posición de defenderse. No oses compararte a mí; solo eres un pedazo de escoria incapaz de aceptar que es tan corrupta como su superior. -Mi tono se mantenía antinaturalmente neutro mientras zarcillos de oscuridad se iban extendiendo por el suelo, entrelazándose en complejas redes irregulares-. Podrías haber devuelto el fragmento a donde pertenecía, pero has elegido comértelo no para ayudar a nadie; solo querías poder por poder. Dejar de limpiar retretes es una razón completamente indigna para consumir una fruta del diablo, pero asesinar a una persona para no tener que asumir las consecuencias de tus acciones es miserable, tan rastrero y vil que ni siquiera hay una palabra para describir el asco que me produces ahora mismo.
Mi mano se mantenía recta, pero yo sentía que de un momento a otro iba a empezar a temblar si no disparaba. Estaba furioso, tanto por lo que estaba viendo como porque me había hecho responsable de su crimen. Yo había reducido a ese hombre, yo lo había puesto en sus manos. Yo tenía, en última instancia, la culpa de que ese hombre estuviese muerto.
- No eres buenas manos. Solo eres una asesina miserable que si hubiese tenido un mínimo de decencia habría devuelto la fruta a donde pertenecía. Solo eres una ladrona con complejo de héroe incapaz de arrepentirse por uno de los actos más crueles que se pueden realizar. Que no te arrepientas solo es indicativo del peligro que representa alguien como tú para cualquier organización y para el mundo si logras una mínima autoridad. Una niñata engreída a quien su padre, seguramente otro corrupto apartado discretamente del servicio, le ha inculcado unos valores errados en los que el asesinato es perfectamente aceptable. ¡¿De verdad, destruir a quienes mancillen esta sagrada casa?! Hasta yo sé que la Marina es laica, jamás usaría esos términos. ¡Y desde cuándo un ejército destinado a defender a su pueblo dedica sus preceptos a destruir a los traidores! Lo que sea que te han enseñado es una mentira. Nunca vas a honrar a la Marina, ni a nadie. Todo lo que has hecho hoy era por ti misma, y por nadie más. Todo el tiempo quejándote de que la Marina está corrupta, de que si tu sargento se lleva todo el mérito... ¿Y ahora qué? ¿Eres digna de una fruta que SIN MÍ no habrías encontrado? ¿Eres digna de vivir una vida que SIN MÍ habría terminado? ¿Cómo puedes ser tan estúpida de incumplir tu deber, matar a tu superior y aun encima decirme que lo repetirías? Porque eso solo significa que nunca te detendrás ante nada para cumplir con tus propios objetivos, no los de la Marina. No te mereces respirar el aire que malgastas.
Apreté el gatillo. La bala pasó a unos milímetros de su cabeza, clavándose en la pared del fondo. De golpe toda la oscuridad se desvaneció en un humo negro y la luz volvió a inundar el interior.
- Claro que vas a pagar. -Recogí las cadenas del sargento, ensangrentadas-. Voy a entregarte.
Si no hacía nada la ataría y me la llevaría conmigo.
- Hasta donde yo sé herí a un hombre armado que casi te mata -repuse, con toda la tranquilidad de la que pude hacer gala-. Hasta donde yo sé en ningún momento he levantado un arma hoy contra nadie que no estuviese en posición de defenderse. No oses compararte a mí; solo eres un pedazo de escoria incapaz de aceptar que es tan corrupta como su superior. -Mi tono se mantenía antinaturalmente neutro mientras zarcillos de oscuridad se iban extendiendo por el suelo, entrelazándose en complejas redes irregulares-. Podrías haber devuelto el fragmento a donde pertenecía, pero has elegido comértelo no para ayudar a nadie; solo querías poder por poder. Dejar de limpiar retretes es una razón completamente indigna para consumir una fruta del diablo, pero asesinar a una persona para no tener que asumir las consecuencias de tus acciones es miserable, tan rastrero y vil que ni siquiera hay una palabra para describir el asco que me produces ahora mismo.
Mi mano se mantenía recta, pero yo sentía que de un momento a otro iba a empezar a temblar si no disparaba. Estaba furioso, tanto por lo que estaba viendo como porque me había hecho responsable de su crimen. Yo había reducido a ese hombre, yo lo había puesto en sus manos. Yo tenía, en última instancia, la culpa de que ese hombre estuviese muerto.
- No eres buenas manos. Solo eres una asesina miserable que si hubiese tenido un mínimo de decencia habría devuelto la fruta a donde pertenecía. Solo eres una ladrona con complejo de héroe incapaz de arrepentirse por uno de los actos más crueles que se pueden realizar. Que no te arrepientas solo es indicativo del peligro que representa alguien como tú para cualquier organización y para el mundo si logras una mínima autoridad. Una niñata engreída a quien su padre, seguramente otro corrupto apartado discretamente del servicio, le ha inculcado unos valores errados en los que el asesinato es perfectamente aceptable. ¡¿De verdad, destruir a quienes mancillen esta sagrada casa?! Hasta yo sé que la Marina es laica, jamás usaría esos términos. ¡Y desde cuándo un ejército destinado a defender a su pueblo dedica sus preceptos a destruir a los traidores! Lo que sea que te han enseñado es una mentira. Nunca vas a honrar a la Marina, ni a nadie. Todo lo que has hecho hoy era por ti misma, y por nadie más. Todo el tiempo quejándote de que la Marina está corrupta, de que si tu sargento se lleva todo el mérito... ¿Y ahora qué? ¿Eres digna de una fruta que SIN MÍ no habrías encontrado? ¿Eres digna de vivir una vida que SIN MÍ habría terminado? ¿Cómo puedes ser tan estúpida de incumplir tu deber, matar a tu superior y aun encima decirme que lo repetirías? Porque eso solo significa que nunca te detendrás ante nada para cumplir con tus propios objetivos, no los de la Marina. No te mereces respirar el aire que malgastas.
Apreté el gatillo. La bala pasó a unos milímetros de su cabeza, clavándose en la pared del fondo. De golpe toda la oscuridad se desvaneció en un humo negro y la luz volvió a inundar el interior.
- Claro que vas a pagar. -Recogí las cadenas del sargento, ensangrentadas-. Voy a entregarte.
Si no hacía nada la ataría y me la llevaría conmigo.
Nia
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Akuma no mi
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La bala pasó por mi lado afortunadamente. Miles estaba realmente cabreado y me veía poco más que como un gusano al que aplastar sin dudarlo. Hasta tal punto lo estaba que lo que parecía oscuridad se había arremolinado a su alrededor. No quería tentar más al diablo ni provocarle más, si es que eso era posible.
En cierto modo y escuchando sus palabras se sembró la semilla de la duda en mi interior, pero ¿Estaba haciendo lo correcto no? Empezaba a dudarlo, y no me gustaba dudar de lo que hacía, porque entonces eso significaba que me había equivocado. ¿Me había convertido en un monstruo por boba? Podría decirse que si, pero ahora mismo no vislumbraba con claridad nada. ¿Era un traidor no? Pero había hecho lo mismo que él, y encima solo deseaba el poder. ¿A tan alto precio? Sin duda mi padre se revolvería en su tumba si me viera. Pero no podía hacer otra cosa ¿no? Era él o yo. No sabía ya si había hecho mal o bien ¡Maldito Miles!.
Me llevé las manos a la cabeza por un instante, como tratando de agarrar mis pensamientos, solo que lo único que lograba agarrar era mi pelo mientras miraba a Miles con algunas lágrimas, y no, no eran de cocodrilo en absoluto. Entonces el problema solo creció más.
Si dejaba que Miles me arrestara podría vivir con la conciencia limpia pero estaba segura que sería sentenciada y condenada. No podía permitir eso. Si había cometido un error me encargaría de solventarlo, y vale que la muerte de alguien no es fácil de solucionar, pero el tiempo y lo que haría a partir de aquel momento dictaminarían si yo era digna o no de seguir portando los colores de la Marina. Nadie entra al cielo sin haber pasado por penitenciaria al menos alguna vez.
Di un paso hacia adelante, con la intención de entregarme. Sin embargo cuando iba a colocar la muñeca frente a Miles tomé una decisión, no era la más adecuada, pero si había creado un problema, lo solventaría de alguna manera, aunque me llevara años purgar la culpa. Así que di un paso hacia atrás, y mirando a Miles le dije con tono calmado y lo más sincero posible.
-Lo siento Miles, pero no puedo hacerlo. Pagaré por lo que he hecho, no lo dudes, pero no puedo entregarme- dije sin quitarle la vista de encima y sin intentar echar agua al fuego a modo de expiación- Solo puedo decirte que mi penitencia empieza esta noche. Me ha encantado conocerte y te pido perdón porque esto acabe así, y espero en un futuro que pueda verte a la cara con mayor dignidad que la que porto ahora.-no, no iba a pedir perdón, no aún, no ante él. Quizás el tiempo me permitiera pedir el perdón de Miles, pero ahora debía solventar le problema con los míos- Pero lo haré a mi manera, así que si no puedes perdonarme por lo hecho, al menos perdóname por esto.
Dicho esto me di la vuelta y comencé a correr en dirección contraria a Miles calle arriba, tratando de desaparecer en los callejones de la ciudad, aprovechando la oscuridad y ante todo, sin mirar atrás. No sabía si Miles iba a perseguirme o no, pero yo simplemente corrí y corrí. El hilo del destino estaba ya tejido, ahora me tocaba a mi trabajar para que no lo cortaran. Pues ahora sabía que había errado, pero solo en parte. ¿Hice lo que hice por el ansia de poder? Si, pero también porque creía que era lo justo, aunque ahora puede que me estuviera equivocando, y quizás eso debo agradecérselo a Miles.
Sabía que la herida de la Marina tardaría en ser reparada y sanar adecuadamente, pero tenía tiempo. Tiempo para demostrar que no soy el monstruo que dicen que soy, y para demostrarme a mi misma que puedo cambiar, tratar de ganarme los galones sin que estén manchados de sangre. ¿Iba a costar? Claramente. Pero lo que más iba a costar era recuperar la amistad con el desconocido que me había ayudado esta noche...menos mal que Alice no ha visto esto.
En cierto modo y escuchando sus palabras se sembró la semilla de la duda en mi interior, pero ¿Estaba haciendo lo correcto no? Empezaba a dudarlo, y no me gustaba dudar de lo que hacía, porque entonces eso significaba que me había equivocado. ¿Me había convertido en un monstruo por boba? Podría decirse que si, pero ahora mismo no vislumbraba con claridad nada. ¿Era un traidor no? Pero había hecho lo mismo que él, y encima solo deseaba el poder. ¿A tan alto precio? Sin duda mi padre se revolvería en su tumba si me viera. Pero no podía hacer otra cosa ¿no? Era él o yo. No sabía ya si había hecho mal o bien ¡Maldito Miles!.
Me llevé las manos a la cabeza por un instante, como tratando de agarrar mis pensamientos, solo que lo único que lograba agarrar era mi pelo mientras miraba a Miles con algunas lágrimas, y no, no eran de cocodrilo en absoluto. Entonces el problema solo creció más.
Si dejaba que Miles me arrestara podría vivir con la conciencia limpia pero estaba segura que sería sentenciada y condenada. No podía permitir eso. Si había cometido un error me encargaría de solventarlo, y vale que la muerte de alguien no es fácil de solucionar, pero el tiempo y lo que haría a partir de aquel momento dictaminarían si yo era digna o no de seguir portando los colores de la Marina. Nadie entra al cielo sin haber pasado por penitenciaria al menos alguna vez.
Di un paso hacia adelante, con la intención de entregarme. Sin embargo cuando iba a colocar la muñeca frente a Miles tomé una decisión, no era la más adecuada, pero si había creado un problema, lo solventaría de alguna manera, aunque me llevara años purgar la culpa. Así que di un paso hacia atrás, y mirando a Miles le dije con tono calmado y lo más sincero posible.
-Lo siento Miles, pero no puedo hacerlo. Pagaré por lo que he hecho, no lo dudes, pero no puedo entregarme- dije sin quitarle la vista de encima y sin intentar echar agua al fuego a modo de expiación- Solo puedo decirte que mi penitencia empieza esta noche. Me ha encantado conocerte y te pido perdón porque esto acabe así, y espero en un futuro que pueda verte a la cara con mayor dignidad que la que porto ahora.-no, no iba a pedir perdón, no aún, no ante él. Quizás el tiempo me permitiera pedir el perdón de Miles, pero ahora debía solventar le problema con los míos- Pero lo haré a mi manera, así que si no puedes perdonarme por lo hecho, al menos perdóname por esto.
Dicho esto me di la vuelta y comencé a correr en dirección contraria a Miles calle arriba, tratando de desaparecer en los callejones de la ciudad, aprovechando la oscuridad y ante todo, sin mirar atrás. No sabía si Miles iba a perseguirme o no, pero yo simplemente corrí y corrí. El hilo del destino estaba ya tejido, ahora me tocaba a mi trabajar para que no lo cortaran. Pues ahora sabía que había errado, pero solo en parte. ¿Hice lo que hice por el ansia de poder? Si, pero también porque creía que era lo justo, aunque ahora puede que me estuviera equivocando, y quizás eso debo agradecérselo a Miles.
Sabía que la herida de la Marina tardaría en ser reparada y sanar adecuadamente, pero tenía tiempo. Tiempo para demostrar que no soy el monstruo que dicen que soy, y para demostrarme a mi misma que puedo cambiar, tratar de ganarme los galones sin que estén manchados de sangre. ¿Iba a costar? Claramente. Pero lo que más iba a costar era recuperar la amistad con el desconocido que me había ayudado esta noche...menos mal que Alice no ha visto esto.
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1, 2- El comienzo de una bonita...¿amistad? [Privado][Pasado][Alice J. y Kutxi Ayala]
- !Hola Alice-chan! :DDD [Jin y Alice] [Pasado y PRIVADO :D] [Posibilidad de muerte y arresto]
- Esto no me lo esperaba (Pasado/Privado)
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- Érase una vez un lindo gatito [Moderado nivel 3] [Zay]
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