Alfa y Omega, principio y fin [Alpha-Omega - Privado]

Sardia... tan similar y tan diferente a Arabasta. Ambas era civilizaciones creadas en una isla desierta, con gente dura y recia que se las había apañado para forjar su destino en una tierra que les negaba hasta el sustento más básico. Sin embargo, donde en Arabasta la gente se había refugiado en la tradición y en un fuerte sentido de comunidad, en Sardia imperaba una cruel religión que convertía a las mujeres en poco más que animales. Habían logrado, sin embargo, envidiables avances en diferentes campos tecnológicos. Era un lugar que habría sido interesante estudiar si estuviese allí por otros motivos.

Pero ni siquiera estaba en una zona poblada. Su localización era la Bahía Blanca, una enorme salina al este de la isla que daba al mar. Era una de las zonas más inhóspitas de la isla, un lugar donde hacía un calor terrible y la enorme cantidad de sal impedía el desarrollo de vida. El lugar perfecto para que alguien que quisiera pasar desapercibido recalase tras una tormenta a hacer arreglos en su barco. O para encontrarse con alguien para tratos pocos legales. O para acceder ilegalmente a Sardia. Y como esa, muchas otras razones. Y por eso estaba allí.

Había recibido una orden. Freites D. Alpha se había convertido en una amenaza y no podía dejar Sardia con vida. Estaba en lo alto de una de las colinas de sal. Llevaba sus viejas ropas de Arabasta para adaptarse mejor al calor infernal del desierto y estaba cubierto con una tela blanca para ocultarse de la vista. Un barco se estaba aproximando en el horizonte. Preparó el modo francotirador de su fusil Ak-T-Meto y vigiló por la mira telescópica. Un pájaro alzó el vuelo desde la cubierta y se dirigió hacia tierra. Era un ave sorprendente, más grande que cualquiera que hubiese visto. Aguardó con calma a que se aproximase a tierra y a tener una confirmación visual del objetivo.

- Tengo al objetivo en vista, base. Sobrevuela la Bahía hacia la salina. ¿Disparo? - dijo por su den den mushi.

- Elimine al objetivo, agente Omega.

Calculó el ángulo de tiro y se preparó para hacer un disparo directo hacia la cabeza de Alpha. En la recámara había una letal bala MST, un tipo de munición diseñada por él que tras hacer impacto explotaba. En el momento en que su dedo acariciaba el gatillo, algo le detuvo. El pájaro era un blanco más grande y fácil de acertar. Además, estaba seguro de que sería capaz de someterlo con su propio poder, sin necesidad de trucos. Sí, ¿por qué no demostrar su auténtica fuerza? Así demostraría a sus superiores que era competente. Recalculó el ángulo de tiro y apuntó al ave.

- Blanco fijado. Abriendo fuego.

Y entonces apretó el gatillo.

Sardia… había escuchado muchos rumores sobre este lugar y, ninguno muy agradable para mí. Después de un largo tiempo sin haber hecho nada, me disponía a realizar un primer movimiento. Lo primero que quería realizar era una investigación. Quería ver con mis propios ojos de si realmente los rumores sobre este lugar eran ciertos. ¿Una isla donde las mujeres son básicamente tratadas como animales? No lo sé, pero si esto era cierto… la guerra pronto estaría por llegar.

Y será una donde yo estaré en primera fila.

Pague al capitán del barco, el cual me acerco lo suficiente a la isla. Suzaku y Susanoo estaban conmigo, listos para alzar vuelo. La plumífera y yo dimos un salto sobre el ave, el cual alzo vuelo. Estábamos listos para entrar en la isla de Sardia. – Mujeres tratadas como animales. Zoofilia ¿Qué sigue? ¿Pedofilia? – Di un gran suspiro. Todo este asunto ya me estaba dando dolor de cabeza y ni siquiera había comenzado ya. Suzaku solo se limitaba a picotear mi cabeza. La mire por un momento. – Si, lo más probable es que vengamos a este lugar después si los rumores son ciertos. Lo he estado pensando y, tendré que rehacer a la vieja banda. Pero esta vez, lo haré bien.

De pronto algo me saca de mí. Una pequeña explosión y un quejido de Susanoo. - ¡Susanoo! – El plumífero hacia lo que podía para no dejarse caer, pero poco a poco estábamos descendiendo. - ¡Rayos!... ¿Quién nos dio? – Me fije rápidamente en toda dirección. No podía ver nada. Luego Susano dejo de aletear y caímos en la bahía.

- ¿Están bien? – Me levante del suelo. Suzaku había caído bien. Pero Susanoo era otra historia. Se encontraba en el suelo. Con una horrenda herida en la zona de su pansa. Corrí en su ayuda. - ¡Shh! No hagas nada. Descansa. Estarás bien, lo prometo.

Cautericé la herida e hice un vendaje improvisado. Era lo máximo que podía hacer para evitar que muriera por hemorragia. Esperando tener suerte y que el impacto no dañase algún órgano interno.

- Suzaku… espera aquí – Le ordene, le extendí el brazo y ella me haría entrega de mi alabarda. Luego de eso ella montaría guardia cuidando del plumífero mientras yo me dirigía caminando hacia el mar… hacia la playa. Comencé a tronar mi cuello y algunos huesos de mi cuerpo. Luego, mis grandes cuernos hicieron acto de presencia y mi cabello comenzó a encenderse en llamas. Claramente era momento de cazar. Estaba enojado, absolutamente enojado. Un ataque a traición era algo bajo, incluso para mí que soy pirata. Me paro en la playa. Con el ceño más fruncido que nunca.

- Ven…

- Blanco fallado. Su montura voladora cae de los cielos, pero el objetivo primario sigue intacto.

- ¿Caen sobre tierra o mar, agente Omega?

- Están logrando llegar a la salina, base. No parece que vaya a ser un aterrizaje sencillo - contestó Atsu. Esperó un instante y observó la llegada - El objetivo primario ha logrado aterrizar sin problemas.

- Nunca sufren un afortunado accidente. Qué bonito sería si simplemente se partiesen el cuello en un tropezón o una caída, ¿eh? - contestó base.

Omega no respondió a eso. Sus ojos estaban clavados en el pequeño pirata, observándole vendar a su pájaro y levantarse, con grandes cuernos ahora visibles en su cabeza y llamas ardiendo en su pelo, sin aparentemente hacerle daño. Caminaba hacia la playa con actitud violenta. Parecía enfadado, realmente enfadado. Bien. Eso sólo lo haría más divertido. Su pulso se aceleró, y una sonrisa se dibujó inadvertidamente en su rostro. Era consciente de cada músculo de su cuerpo. Se sentía curiosamente calmado y excitado a la vez, como si el tiempo se hubiese ralentizado y su percepción de sí mismo expandido. ¿Era aquello sed de sangre? ¿Era el ansia de batalla que describían algunos agentes más sanguinarios? Si no lo era, era algo muy parecido.

- Base, permiso para neutralizar al objetivo en combate directo.

- Agente, la misión continúa. Vigílelo y espere refuerzos. Será eliminado en una situación controlada.

- Es tarde, base. Me ha localizado - mintió - Permiso para entrar en combate. ¿O debo retirarme?

Hubo silencio durante unos tensos segundos. Una gruesa gota de sudor resbaló por el rostro moreno de Atsu.

- Permiso concedido. Extreme las precauciones y ataque a matar, agente. Considérelo un objetivo de extrema peligrosidad. Su captura no debe ser priorizada sobre su neutralización.

- Recibido. Omega fuera.

Colgó la llamada y se guardó el caracol. Entonces empezó a readaptar el Ak-T-Meto a modo de asalto y puso un cargador de munición MST de calibre apropiado. Se colgó un cargador de repuesto en el cinturón y se levantó. Estaba en lo alto de la duna de sal, ahora perfectamente visible y con la capa blanca ondeando al viento. Antes de atraer la atención de Alpha y entrar en combate, echó mano al interior de la túnica y dejó tres Sorpresas de Cumpleaños preparadas para recoger rápidamente y calibradas a tres segundos, pero sin armar todavía. Podría haber intentado neutralizarlo desde su escondite, pero eso no habría sido una prueba de habilidad. Ni habría sido divertido.

- ¡FREITES D. ALPHA! - gritó - Soy el agente Omega, del Gobierno Mundial. Defiéndete. ¡No quiero que esto sea aburrido!

Alzó el fusil y colocándose en posición para reducir el retroceso, apuntó. Aquello no bastaría, estaba seguro. Si bastase, no sería una persona con 205.000.000 por su cabeza. O al menos sería muy decepcionante. Sin embargo, esperaba ponérselo muy difícil. Alpha estaba en lo más bajo de la salina, en la playa, mientras que él estaba sobre una duna de sal de cuarenta metros de altura, con una cuesta aceptablemente empinada. Le resultaría difícil subir a pie con la sal desmoronándose y cayendo. Era la clase de obstáculo que no se superaba con fuerza bruta. ¿Cómo le sorprendería Alpha? No podía esperar a verlo. Con una risa, comenzó a apretar el gatillo y disparar en sucesivas ráfagas cortas para mantener la precisión.

Mire en diferentes direcciones. Buscaba como loco al causante de la herida de mi tan preciado compañero. No podía encontrar nada, estaba bien oculto, eso he de admitirlo. Por unos instantes me calmo y, respiro profundamente. Aún sigo con cara de pocos amigos, pero ahora un poco más calmado buscando rastrear a mi oponente.

Aunque, el había hecho el trabajo fácil para mí.

Al escuchar mi nombre fije la mirada justo en mi objetivo. Se encontraba justo arriba de mí. Se hacía llamar agente Omega, del gobierno mundial. <Así que… ¿finalmente han venido por mí.?> Pensé. Ahora mi enejo paso a ser una sensación de gozo y de alegría. Habían enviado a alguien fuerte a por mí. Cipher pol… tengo meses esperando poder toparme con uno de sus buenos jugadores y, ahora me lo ponen en bandeja de plata. Le veo apuntar hacia mí, se trata de un fusil. La ráfaga de balas no se hace esperar, el dispara con bastante destreza. Doy un gran salto y alzo el vuelo en su búsqueda. Esquivando la ráfaga de balas. Llego hasta su altura y me mantengo elevado allí, en frente de él.

-¿Cipher pol, verdad? – Dije mientras apretaba mi puño derecho con fuerza – Espero que puedas hacer que esto sea valga la pena. Aún tengo que cobrarme el tiro que le hiciste a mi compañero. – Mi puño se tornó rojo. Le lance hacia mi oponente a tope de calor y listo para usar una de mis técnicas. Apunte directamente hacia su pecho y abanique con fuerza mi puño liberando una poderosa onda de calor. Mantuve en todo momento usa sonrisa. Estaba comenzando a emocionarme. Una señal de ello es que estaba empezando a tararear. Una tonada muy tranquila. Siempre que estoy en batalla me da por cantar. Pero aún no he llegado a ese momento.

Esto apenas estaba comenzando.

Hubo de admitir que se había esperado muchas cosas. Que fuese capaz de correr por las dunas como si fuesen perfectamente estables, que le atacase a distancia, que tirase la duna abajo... pero que empezase a emitir fuego y volar como si fuese un misil no estaba entre ellas. Tal vez fue ese el motivo por el que, pese a disparar en ráfagas y reorientando el cañón tras cada tanda, le bastó con ese salto para esquivarlas. Debía ser la sorpresa, porque estaba seguro de haber intentado dispararle en el vuelo. En cuanto se paró ante él, Omega aprovechó para recargar y respondió:

- El que tiene algo que demostrar eres tú, no yo - respondió fríamente - Emboscarte ha sido tan fácil que he tenido que desvelarme para que esto no fuese aburrido.

El puño de Alpha brilló antes del impacto con tono rojizo. ¿Fuego de nuevo? Podía resistirlo. Aguantar el calor era su especialidad: se había criado en un desierto. Cambio la postura de sus piernas para aminorar el impacto y desviar parte de la potencia hacia el suelo y soltó con la mano izquierda el fusil, interponiendo el brazo en el camino del golpe mientras tensaba todos los músculos.

- Tekkai kenpo, ¡Shield!

Una corriente de aire tan cálido que le secó la garganta y le hizo parpadear surgió de la mano del pequeño pirata. Estaba tan infernalmente caliente que estaba seguro que de no ser por su resistencia natural al calor y su entrenamiento para resistir ataques basados en fuego, le hubiese hecho verdadero daño. El puñetazo fue fuerte, pero no lo suficiente como para romper su Tekkai, aunque sí para hacerle derrapar tres metros hacia atrás. Los cristales de sal salían disparados en todas direcciones mientras frenaba. Sin embargo estaba seguro de que eso no era toda la fuerza de Freites. "Probablemente intente golpear más fuerte a la próxima vez. Necesitaré un tiempo para recargar el Shield, así que intentaré mantenerme fuera de su rango y si logra alcanzarme, combinaré Tekkai y busoushoku." Entonces se movió tan velozmente que pareció desaparecer, convirtiéndose en un fugaz destello que se movió por el aire.

- ¡Kamisori!

Se situó a unos cinco metros a la espalda de Alpha y dos por encima de él, manteniéndose estable en el aire dando rápidas patadas hacia el suelo con su geppou kenpo. Entonces apuntó con el Ak-T-Meto al pirata y apretó el gatillo, disparando en modo automático. No pensaba soltar el gatillo: le vaciaría todo el cargador encima mientras reorientaba el cañón adaptándose a sus movimientos. A aquella distancia, aún disparando de aquella manera, no creía poder fallar.

¡Le di! Pero… ¿Qué es esto? ¡Lo está resistiendo! Puedo ver como su brazo se tensa y siento en carne propia como es tan duro como el acero. Su postura y la manera en que lo hace. Yo... también puedo hacerlo. Por eso había deseado desde hace tiempo luchar con un miembro de Cp. Quería tomar todas sus técnicas y habilidades de hacerlas mías de alguna manera y por supuesto que puedo hacerlo. Pero al menos no por ahora. Omega demuestra ser más que digno para pelear contra mí. No puedo evitar sentirme emocionado. No puedo evitar sentirme feliz. Es momento de demostrarle una de mis más fuertes técnicas.

Es momento de dar el todo por el todo.

Tome la alabarda por la base. La manera en que la sujetaba sería un tanto extraña para algunos. En mi caso. Me permitía maximizar el máximo rango de la misma. El levante y comencé a tensar con mucha fuerza mis músculos. Todas las venas de mi extremidad derecha se marcaban con fuerza. Y cuando estaba a punto de asestar el golpe. El desapareció de mi vista a gran velocidad. <¡Es rápido!>. Apenas y podía seguirlo con la mirada. Cuando quise darme cuenta, estaba justo detrás de mi volando por los aires de una extraña manera. Parecía como si… este pudiera patear el suelo de alguna manera. Eso… también podía hacerlo. El me apunto nuevamente con su arma, no había tiempo para esquivar, así que tocaba improvisar y rápido.

-¡Aaaaahhh! ¡Maldito! – No tenía de otra. Un rápido movimiento hacia la manga de mi quimono y saco a P.A.P.E.L.I.T.O. Me agacho pisándolo con fuerza. Estirándolo lo suficiente como para cubrirme. Las balas comenzarían a impactar sobre el legendario papel como cual goma impenetrable. Aunque lastimosamente no alcance a cubrirme todo el cuerpo, un par de balas lograron impactar en mi cuerpo, una en el brazo derecho y otra en la pierna izquierda. Por otro lado. Quien diría que el “arma” que me había dado aquel genio hace tiempo me serviría de algo.

- Eres bueno, he de admitirlo. – Dije. Al levantarme, el papel regresaría a su tamaño original. – ¿Qué otras cosas tienes en tu repertorio de técnica? ¡Vamos! ¡Quiero verlo todo! – Guarde nuevamente el papel. Me di cuenta de los agujeros que tenia mi kimono por las heridas. Mira al agente nuevamente, se le notaba que estaba confiado. Y tenía con qué. Era rápido y había logrado herirme. - ¿Te digo algo? Este kimono era mi favorito. – Dije al momento que busqué nuevamente dentro de la otra manga de mi atuendo. Saque de allí un pequeño protector bucal de acero. La última vez que me puse esto, era porque me disponía a tomarme la pelea totalmente en serio. Ya que no se trataba un juego de niños. ¿En serio debo tomarme esto en serio? ¿Vale la pena?

¡Si! Claro que lo vale.

Coloque el protector en mi boca y mordí con fuerza. Luego de aquello, mira profundamente al agente Omega a los ojos. Visualizando su muerte. Podía ver como con mi técnica lo decapitaba. Mis intenciones eran totalmente letales, tanto, que el agente podría ver su propia muerte a través de mi simple deseo. No, no era mente un simple deseo ¡Quería hacerlo! Es por eso que volví a tomar la alabarda por la base, alargando su rango al máximo. Me lancé hacia mi oponente en carrera y volví a tensar los músculos del brazo con toda mi fuerza. Justo al tenerlo en rango, abanique con todas mis fuerzas buscando hacer una de mis técnicas más mortíferas de todas.

- ¡Tormenta de leyenda!

En un movimiento a la desesperada, Alpha sacó lo que parecía una hoja blanca rectangular. Se agachó, la piso y la estiró como si fuese de goma, cubriéndose tras ella. ¿Qué era eso? Tenía una especie de dibujo de un... ¿martillo? Atsu apretó igual el gatillo y vació el cargador contra el pequeño. Las balas impactaron y comenzaron a detonar con furiosos estallidos. Pese a los destellos de luz constantes, el agente se percató de que algo iba mal. El principal motivo es que no debería estar viendo las explosiones. ¡Se suponía que tenían que explotar tras atravesar la carne, no antes! Entonces el cargador se agotó y Omega vio el problema. Aquella cosa blanca seguía intacta, y frente a Alpha había un montón de trozos de metal retorcidos y humeantes sobre la sal. Aquel material... ¿había bloqueado las rondas MST? ¿Qué clase de truco era ese? Retrocedió unos metros con el geppou, empezando a notar las piernas agotarse, y se posó en la duna.

- Si quieres ver más, verás más - respondió con un gesto fiero - Eres un necio si te preocupas por tu ropa en mitad de una batalla. Subestímame así y morirás antes de que pueda mostrar mi verdadero potencial.

No parecía que el pequeño pirata fuese a continuar usando como escudo activamente aquella cosa, pues pasó a empuñar la alabarda y se puso un protector en la boca como el de los boxeadores. Omega inspiró hondo y se colgó el fusil de la espalda. Aquel cargador estaba vacío y el otro había gastado casi todas sus balas en las primeras ráfagas. Era hora de cambiar de táctica. Cambio de posición, poniendo su cuerpo en un ángulo y cubriendo su rostro y pecho con los antebrazos, con los puños cerrados y listos para golpear. Una alabarda... el problema de ese arma sería el rango. Pero si combinaba el kenbunshoku con su kamie podría esquivar el golpe y aproximarse lo suficiente para iniciar un contraataque.

- Ven a por m...

Entonces vio algo en la mirada de Freites que le arrancó un escalofrío. Algo oscuro y terrible que se ocultaba tras la apariencia de un cuerpo pequeño y joven. La máscara cayó y vio lo que realmente era: el violento demonio que se ocultaba tras aquella sonrisa excitada y actitud despreocupada. Podía verlo, sí. Iba a matarle. Contemplar aquellos ojos era como ver a la Parca. La certeza de su muerte inminente le golpeó como un rayo. Pudo ver perfectamente la alabarda trazando un arco en el aire y seccionando su cabeza como una guadaña siega trigo. El terror recorrió como un calambre todo su cuerpo y le paralizó. Cualquier sentido de la táctica, cualquier concentración y capacidad de análisis se perdió en la oleada de pánico. Se agachó y cubrió tras los brazos, tensando todos sus músculos en un intento de protegerse.

- ¡Tekkai!

El golpe le dejó sin aliento. Su defensa fue totalmente quebrada y la violencia del asalto lo lanzó por los aires. Sobrevoló la duna en la que estaban y llegó a la siguiente, atravesándola de parte a parte y estampándose contra una tercera. La que había atravesado comenzó a deshacerse parcialmente, con ríos de sal arenosa corriendo por sus laderas. El agente abrió sus ojos con esfuerzo, aturdido. Ambos brazos le sangraban por un corte de la alabarda. Le dolía todo el cuerpo por el impacto de la onda y haber atravesado la duna. Además tenía decenas de cortes de la sal en la cara, brazos y piernas, superficiales pero que escocían a horror. "Es duro, sí. Ha quebrado tu voluntad." Echó mano del interior de su túnica y sacó un vial con un líquido rojo y una píldora negra. "Ha destrozado tus defensas." Se la metió en la boca y la tragó bebiendo el líquido. Eran una pirula y una poti de vida. "¿Vas a dejar esta ofensa pasar impunemente?"

- No.

El agente se levantó. Algo había cambiado en él. Estaba magullado, su ropa ensangrentada y, sin embargo, parecía más dispuesto a luchar que antes. Sus ojos, normalmente de un hermoso color verde, ahora se habían vuelto carmesíes, y una sutil aura rojiza envolvía su cuerpo. Apretó el puño y respiró varias veces hondamente. Clavó su mirada en el ahora distante pirata.

- Voy a disfrutar haciéndote daño.

Se lanzó a por él corriendo por el aire. Con el kamisori, recortó distancias en un instante. Preparó el puño derecho como si fuese a golpearle con este, pero no era su intención real. Alpha seguía teniendo la ventaja del rango con su arma. Primero tenía que ocuparse de ella si quería llegar al cuerpo a cuerpo. Un brillo metálico recorrió su mano y su antebrazo cuando concentró su busoushoku haki, protegiendo su cuerpo, y lanzó un golpe contra la hoja de la alabarda para intentar desviarla hacia un lado. Entonces aprovecharía el hueco en la defensa para situarse justo delante suya y apuntarle con el dedo índice de la mano izquierda, pasando el recubrimiento de haki a esa mano.

- Shigan.

Golpeó con la velocidad de una bala, directo al pecho de Alpha. No iba al corazón, no quería matarlo. Aún no. Primero tenía que sufrir. "Primero debe conocer tu poder. Hazle daño. Devuélvele el que te ha hecho." Casi podía oír la risa gozosa de la voz de su otro yo. Atsu sonrió, no con felicidad, sino con una mueca violenta y agresiva.

¡Y allá va! Volando a lo lejos luego de haber recibido mi técnica. Respire profundamente luego de aquello, aquella técnica exigía en gran parte una gran fuerza aplicada. Además, estaba comenzando a cansarme un poco más rápido de lo normal. Hoy no he consumido café y mis botellas las tiene Suzaku en las alforjas. Al menos podía luchar por un rato más antes que la narcolepsia comenzara a afectarme. De todas formas, si la batalla se prolongaba más, tendría que volar hacia la plumífera y hacer que me pasara algo de café.

- ¡Vamos, pelea! ¿Esto es todo lo que quieres, gobierno mundial? – Gritaba a todo pulmón. - ¿Es todo lo que tienes que ofrecerme a mí? ¡Patético! ¡¿Como osan subestimarme y no enviar un ejército contra mí?! – No es que subestimara o menospreciaría a Omega, ni de lejos. Personalmente disfrutaba de luchar contra grandes números de adversarios. Si muy bien quería llegar a ser alguien por quien pudieran apostar en un uno contra uno, también quería ser alguien por quien se pudiese apostar en un uno contra muchos. – ¡Si saben de lo que estoy hecho, denme lo mejor que tengan!

Mis palabras no se hicieron de rogar mucho. Allí estaba el, nuevamente frente a mí en un abrir y cerrar de ojos. Me gustaría decir que pude reaccionar a su ataque, pero fue algo que incluso a alguien experimentado le costaría reaccionar. Su dedo penetro mi pecho a una gran velocidad. Dolía bastante. Demasiado incluso. Pero su técnica, pude verla. Los músculos de su dedo estaban tan tensos como el acero. Era como su otra técnica defensiva, pero más pequeña y mortal. El dolor que sentía me bridaba el suficiente placer para seguir luchando.

Si… esta batalla es una de las mejores, y como la estoy disfrutando.

-¡Zehahahahahaha! – No podía para de reír. Realmente lo estaba disfrutando - ¡Zehahahahahahahahaahaha! – Sin pensarlo mucho intente tomar el brazo de mi oponente, tratando de hacer que se mantuviera fijo allí. Apunte con mis cuernos justo en su pecho y me dispuse a lanzarle una de mis ondas punzantes a quema ropa. Buscando hacerle una muy fea herida en el pecho. - ¡Mas! ¡Pelea más!

En el momento en que Freites le agarró el brazo, un escalofrío le recorrió y una imagen cruzó su mente: vio al pirata apuntando a su pecho con los cuernos y una onda cinética abriéndole un boquete. Esta vez no era aquella extraña habilidad, sino que era una premonición de su kenbunshoku haki. Un escalofrío le recorrió y supo que estaba en problemas. Aún no había pasado suficiente tiempo como para volver a usar su tekkai kenpo, y la presa de Alpha era férrea; tardaría más en soltarse de lo que le llevaría a él realizar su ataque. Sin más tiempo para reaccionar, trató de ponérselo lo más difícil que pudo.

Con el brazo libre, trazó un arco golpeando el cuerno izquierdo de su enemigo y desviándole la cabeza hacia el lado contrario y hacia abajo. Al mismo tiempo, forcejeó en la presa y usó su kami-e para retorcerse en dirección opuesta a la onda. La defensa funcionó, parcialmente. Notó un intenso dolor cuando la onda rasgó su costado izquierdo. A su espada, un trozo de duna se desgajó y comenzó a deslizarse hacia abajo a causa del impacto de la onda. La sal comenzó a manar en ríos bajo los pies de ambos, haciendo el suelo más inestable.

- ¿Eso es todo? - bravuconeó, jadeando.

Pasó la mano por su túnica y lanzó dos puñetazos hacia Alpha, uno al brazo con el que le agarraba y el otro a su pecho. Tras eso, le lanzó una patada a la espinilla para hacerle perder el equilibrio, aprovechando que la inestabilidad del terreno se lo complicaría, y entonces se liberó de la presa de un tirón. Intentó echarse hacia atrás con un kamisori, pero tras el primer desplazamiento, un intenso dolor en su costado le hizo detenerse. Aminoró el ritmo y continuó alejándose usando su geppou hacia la duna más cercana. Además de haberle hecho un feo corte en la carne, el ataque debía haberle roto al menos una costilla. Eso iba a ser un problema. Sin embargo, si su estratagema había salido bien, pronto Alpha estaría peor. El movimiento hacia su túnica no había sido casual: había cogido dos de las tres sorpresas de cumpleaños que había preparado antes y tras activar la cuenta atrás, le había golpeado con la parte del adhesivo para dejárselas pegadas. Las bombas pronto explotarían. Con una sonrisa, Atsu le apuntó con la mano como si si fuese una pistola y simuló un disparo.

- Bum.

Le di, pero a medias. Este hombre por alguna extraña razón siempre sabe lo que voy a hacer o, quizás solo lo intuye. Sea lo que sea el porqué de ello, no importa. Él está brindando una batalla la cual estoy disfrutando en cada rincón de mi cuerpo. ¿Cuándo había sido la última vez que disfrute de una buena contienda? Ya ni lo recuerdo. A veces… siento que mi vida pasaba a mil por hora. Muy rápido, si, como los golpes que me acaba de propinar Omega. Por un segundo se alejó, pero esta vez un poco más lento. Comenzó a hacer una mofa con el dedo y me apunto. Cuando quise darme cuenta, tenía un par de cosas extrañas pegadas en mi cuerpo y… estas tenían contador.

- Que hijo de… - ¡Bum! Una nube de humo se levantó inmediamente. El daño a mi era grande, muy grande. Caí con una rodilla al suelo y mis iris estaban completamente blancas. Apretaba los dientes buscando no caer inconsciente. La sangre corría por los costados de mi boca. Para mi suerte era imposible salir quemado. Pero el golpe… eso ya era otra cosa.

- Como… duele. – Dije respirando agitadamente. – No recuerdo cuando fue la última vez que algo me dolió tanto. He de decirte algo, agente Omega. – Mis ojos volvieron a brillar, buscando la mirada de este. – Vales la pena. ¡Vales toda la jodida pena y mi tiempo! – Con fuerza comenzaba a apretar mi puño. De un fuerte golpe lo enterré en el suelo y, el calor claro que comenzaba a aumentar. - ¡¿Cuándo fue la última vez que la pase tan jodidamente bien!? – Todo… comenzaba a fundirse. Eran más grandes de lo que muchos querían imaginar. – Fire… below the mountain. – En este estado, todo lo que toque y pise puede ser fundido a mi voluntad. Entonces fue allí cuando me deje caer, como si el suelo fuese piscina. No necesitaba escavar. Fundía y me impulsaba fuertemente con la propulsión en mis pies. Aunque solo mi cabeza estaba en la superficie, necesitaba ver a mi oponente. Si el intentaba atacar, me hundiría un momento en el suelo, con la intención de esquivar sus ataques. Aunque mi objetivo real esta embestirlo fuertemente en el abdomen. Buscaba una cornada mortal con mi par de astas.

Una vez vi la oportunidad, me lancé contra el justo en contra de su abdomen. Intentando devolver el favor que me había hecho con sus bombas.

Los informes eran ciertos: Alpha era un usuario de akuma no mi. Era la única manera de explicar aquello: estaba fundiendo al contacto la sal y nadando por ella como si fuese una piscina. ¿Los usuarios de akuma no mi sabían nadar? Igual su debilidad sólo les impedía nadar específicamente en agua. Tomó nota de ese útil dato y se centró totalmente en el combate y en su kenbunshoku haki. Notaba la hostilidad que emanaba del pirata. Pretendía hacerle mucho daño. Pudo verle remontar la duna a nado y saltar a por él, cubierto en sal fundida e impulsándose emitiendo fuego por sus extremidades. Entonces le atravesaría el pecho con los cuernos. La premonición terminó, dándole a Atsu el tiempo justo para pensar su defensa. Si iba a poder volar, huir por el aire no sería totalmente efectivo, pero quedarse en el suelo cuando estaba a punto de volverse una masa incandescente no parecía una opción saludable.

Se alzó usando geppou, soportando estoicamente el punzante dolor que sacudía su costado con cada patada. Seguía sin estar preparado para usar Shield de nuevo, así que debía improvisar. No debería haberlo gastado tan pronto. Fortaleció todo su torso con busoushoku y en el momento en que Alpha, como una especie de pez monstruoso, se alzó brillando de entre las dunas, le agarró los cuernos intentando frenarle y bloqueó todos los músculos en esa posición con el tekkai. La violencia del impacto los mandó a volar por encima de la salina, alejándose de la costa y aproximándose al inmenso desierto de Sardia que se extendía tras estas. Durante el vuelo, la presión constante de los cuernos y el inmenso calor que el pirata desprendía, tan intenso que sus manos comenzaron a dolerle, debilitaron su agarre. Y entonces cayeron, con Atsu debajo, y sin poder frenar más el embate los cuernos atravesaron el torso del agente. Daba igual que fuese resistente hasta cierto punto al calor, que hubiese usado haki o que hubiese desviado unos centímetros hacia abajo los cuernos para evitar el corazón: el golpe fue grave. Estaba en serios aprietos.

Aunque la mayor parte de la sal fundida se había despegado durante el vuelo parte no lo había hecho. Eso no impidió que, en un acto desesperado y temerario, Atsu tratase de hacerle una llave con las piernas en torno al abdomen. Mientras sacó con la mano derecha el revólver Sweet Sugar, cargando de rondas MST, y apoyó el cañón contra el costado izquierdo de Alpha. Realizó dos disparos a quemarropa y a continuación, sobreponiéndose al dolor por pura adrenalina, intentó girar para quedar situado por encima de él y apuntarle a la cabeza para realizar un tercer disparo.

- ...traga plomo.

Sentí que mi ataque había hecho daño. Pero no era así. Su técnica defensiva impedía que atravesara la carne. No solo eso, estaba utilizando haki para fortalecerla. Salimos disparados hacia el desierto y al caer, el ya no podía resistir más. Logre atravesarlo. Pero lo siguiente sí que fue una sorpresa. La acometida de Omega realmente no la esperaba. Cualquiera en su sano juicio trataría de alejarse de mí, pero este no fue el caso. Realizo una llave en mi persona, la cual yo intente deshacerla con mis manos. Fue inútil, la fuerza de sus piernas era increíble. No solo eso, saco un revolver el cual no dudo en disparar. Ambos disparos conectaron en mi abdomen. Pude sentir un par de ondas dentro de mi ¿más balas explosivas? No creo que no importara mucho a esta altura. El dolor… ¿Me estaba dejando inconsciente? No… era mi narcolepsia. Me estoy quedando dormido. Apreté los dientes con fuerza y un fuerte desespero por mantenerme despierto. Vi como Omega estaba apuntando en mi cabeza a punto de disparar. No se fueron mis reflejos o simplemente mi instinto de supervivencia, pero moví mi cabeza hacia un lado, logrando esquivarlo.

Eso estuvo cerca. Demasiado cerca.

- Que… idiota. – Mi puño derecho comenzó a brillar nuevamente. – Gracias por su esfuerzo, querido agente. – Lo intente sujetar con furia de la ropa con mi mano libre. Sin dudar mucho utilice toda la mi fuerza en combinación con mi Pressure granade para intentar darle un imponente golpe en la barbilla y mandarlo a bolar lejos. Luego de ello poco a poco mi temperatura comenzaría a bajar lentamente. Estaba completamente cansado. – Es por eso que los necesito a ellos. – Di un fuerte silbido. Esperaba que mis dos plumíferas llegaran a mí. Tardarían un poco, pero aun así era cuestión de tiempo. Me dispuse a sentarme en el suelo. Agotado. Necesitaba café y pronto. No podía darme el lujo de que Omega resistiera aquello y yo no tener energías suficientes para seguir luchando.

Solo necesitaba aguantar un poco más. Solo un poco más.

El golpe conectó con su barbilla. Aunque el calor que desprendía estaba dentro de los límites que podía tolerar (al menos por un tiempo), la violencia del impacto fue mucho mayor a lo que su maltrecho cuerpo podía impactar. El mundo dio vueltas a su alrededor mientras volaba por los aires, hasta caer sobre la arena como un peso muerto. Estaba al borde de la inconsciencia. El dolor de sus heridas anteriores no hacía más que empeorar, y estaba seguro de que en aquella caída la costilla rota le había hecho daño en el pulmón. Sí, ahí estaba. Tosió con bastante dolor y un poco de sangre cayó sobre la arena del desierto. "Te ha dado una buena paliza." Había sido una idea terrible. Debería haberlo matado desde lejos cuando pudo. "Te ha ganado a tu propio juego y te ha dejado destrozado." Pero, ¿cómo podía haberlo sabido? ¿Cómo podía alguien recibir tanto daño y seguir contraatacando? Parecía que daba igual lo que hiciera... la voluntad de Alpha por sobrevivir era simplemente abrumadura. Era un hombre verdaderamente aterrador. Alguien como él podía convertirse en una verdadera amenaza para el Gobierno. "Dime, Atsu. ¿No hace que la sangre te arda en las venas?"

- Sí - respondió con voz ronca.

- Déjame que te preste mi fuerza - le dijo la voz, esta vez usando su propia boca - como ya te la ofrecí una vez.

- ¿Podrás hacerlo? Estamos destrozados... - preguntó Atsu, con voz débil.

- Yo soy tú, sí. Pero también tengo la voluntad de matar que te falta. Dame el control y te enseñaré a hacerlo - la voz hablaba con un tono más grave y fuerte que Atsu.

- Hazlo. Mátale.


La fuerza de sus latidos se incrementó, y la energía comenzó a recorrer sus venas, surcándolas con tanta fuerza que sintió que le quemaba. Poder, en estado puro, inundó todo su cuerpo. Sintió oleadas de emociones tan intensas que apenas... no, no podía controlarlas en absoluto. Euforia. Rabia. Alegría. Deseo. Odio. Odio. Odio. Y, de repente, la oscuridad comenzó a envolverle. Era como quedarse dormido. Sus sentidos simplemente comenzaron a entumecerse, y de repente estaba flotando en la nada. Y la nada dejó de tener importancia.

Omega se levantó. Temblaba con cada movimiento y las heridas de su torso sangraban, pero eso no parecía importarle. Se incorporó totalmente y se miró las manos como si fuese la primera vez que lo hacía. Se las llevó lentamente a la cara y comenzó a tocársela, como intentando reconocer sus propios rasgos, sin parecer importarle manchársela de sangre. Luego se llevó un dedo a la herida del pecho y se la tocó. Lentamente, una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. Apretó los puños y la sonrisa se deformó en una mueca. Con todas sus fuerzas, gritó. Un gritó de libertad, de exhilarante libertad. Y al grito le siguió la transformación. Fuego rojo y negro envolvió su cuerpo por un momento, mientras dos grandes alas emplumadas negras salían de su espalda y dos cuernos rojos de su frente. En cuanto terminó de gritar, tosió sangre violentamente.

- Dolor... ah, nunca había sido tan dulce - dijo, con la voz de Atsu pero un tono muy distinto, uno sugerente y engañosamente meloso - Nunca pensé que agradecería sentir mi cuerpo destrozado tanto como ahora.

Prestó finalmente atención a Alpha. Sonrió siniestramente y comenzó a caminar hacia él.

- Alpha y Omega. ¿Sabes que en una lengua antigua eran la primera y la última letra? Su combinación significaba muchas cosas. Comienzo y fin. Infinito. El final de todas las cosas. Diría que en mi caso, mi Alfa y Omega ha representado mi comienzo y fin. El fin de mis días de encierro, de ser una mera consciencia latente en el interior de otro. ¡Escúchame, mundo! ¡He regresado! - se rio maníacamente - No pudisteis matarme. Nadie puede - centró su mirada en Alpha - Dime, pequeño pirata, la razón de mi renacimiento. ¿Qué es lo que más deseas?

Podía verlo llegar a los lejos. Suzaku corría a toda velocidad al yo hacer mi llamado. Yo suspire aliviado, sabía que pronto tendría mi café conmigo y podría seguir mi camino. Como pude me levanté. Utilizaba mi alabarda como apoyo, el daño era bastante grande. Escupí un poco de sangre y procedí a retirarme de la boca el protector. – Ha sido bastante divertido, he de admitirlo. – La plumífera llego finalmente a mí. Con su pico me extendió una botella de café la cual yo bebí con desespero. Una vez recargado, podía sentirme más aliviado. – Gracias, hermosa. Si te soy honesto, casi no la cuent... - ¿Qué era este escalofrió que sentía? ¿Estoy asustado? ¿De quién? ¿Dónde? Voltee la mirada nuevamente en dirección a mi enemigo caído.

Esto… es imposible.

El temblaba con cada moviendo. No paraba de sangrar y aun así no parecía importarle en lo absoluto. Examinaba su cuerpo, pero su rostro poseía cierta curiosidad. Aquella curiosidad que solo podías destacar en alguien que veía algo por primera vez. Sonreía con satisfacción. Gritaba con euforia. Ese grito estaba lleno con algo mucho más allá que simplemente felicidad. Ese fuego infernal, esas alas y esos jodidos cuernos.

¿Qué diablos es este hombre?

Su explicación claro que la conocía. Sabía que, aunque fuera de manera irónica, me había topado con un hombre que poseía el nombre que significaba un final. Apreté mi alabarda con fuerza, ante la criatura que estaba frente de mí. Ese ya no era omega, su voz no era la misma. Su expresión no era la misma. Sus gestos no eran los mismos. Esta cosa era totalmente peligrosa, superaba mi entendimiento.

Pero aun así, a pesar de todo esto… ¿Por qué no puedo parar de sonreír? ¿Por qué no puedo parar de sentirme feliz? ¿Es miedo lo que siento? No… ¡es emoción! Emoción por saber que algo más allá de mi comprensión esta frente de mí, amenazando con mi vida. ¡Retándome a superarme y a gritar a los cuatro vientos que soy el más fuerte!

Corazón que estas aquí dentro de mí, no pares de latir. Sentidos que me han ayudado a sobrevivir, no paren aquí. Voluntad que me ha ayudado a superar todo hasta ahora, ayúdame una vez más. -¿Es esta la batalla que tanto había esperado? – Preguntaba, sonriente al hombre frente de mí. – ¡¿Es esta la batalla que tanto había soñado?! – Le pregunte gritando. La plumífera me cogió con su pico colocándome en su lomo. Yo me encontraba de pie en su amplia espalda empuñando mi alabarda. - ¡Grita tu nombre,  maravilloso enemigo! ¡Grítalo y hazme saber quien me brinda la batalla que tanto he añorado desde hace tiempo ya!

Empuñe mi alabarda desde el base nuevamente. Me dispuse a tener el máximo rango disponible. Era la primera vez que me veía obligado a usar mi verdadero estilo de lucha: Súper jinete de batalla. Apretaba con fuerza la alabarda y mis músculos se tensaban con nunca. Pero me mantenía allí, quieto. Mirando fijamente a los ojos al monstruo con quien me había topado. Con esa mirada de niño ilusionado por haber encontrado un juguete nuevo.

- Ya me lo has dado. – Dije, sonriendo de felicidad.

Una mirada de incredulidad fue todo lo que pudo mostrar. ¿Qué clase de reacción era esa? Tal vez no comprendía que no estaba ante la misma persona que antes. Entonces vio su pose, su mirada y los cambios en su actitud. No, sí que era consciente. Pero aquel hombre estaba loco. Estaba obsesionado con la batalla hasta tal punto que, ante el mismísimo Ángel Negro, su única petición era combatir contra él. Podría haber pedido riquezas, la vida eterna o tantas otras cosas... y todo lo que quería era luchar. La verdad es que no esperaba que tras haber muerto en una batalla, su renacimiento fuese en una. Había cierta ironía en el destino. Muerto y renacido de la guerra. ¿Era su destino la sangrienta batalla constante? Había huido del conflicto durante décadas en el interior de su Palacio del Ángel, disfrutando de todos los placeres que el mundo tenía para ofrecerle y dejando que fuesen otros los que matasen por él. Sin embargo, eso ya no era posible. Había vuelto al punto de partida, a la primera casilla. Le tocaba volver a ensuciarse las manos.

- No voy a darte mi nombre - respondió altaneramente - Arráncamelo a golpes o muere en el proceso.

Analizó la situación. La bestia de monta de Alpha era un pájaro, aparentemente de una variedad que no podía volar. Probablemente sería veloz, fuerte y resistente. Sin embargo, a diferencia de su dueño, era un animal. Había maneras de lidiar con él, y ahora que Alpha había decidido cabalgarlo en batalla... se le ocurría cómo poner en problemas al pirata. Ambos estaban débiles y tenían el cuerpo destrozado. Eso limitaba sus opciones en combate. Por eso tendría que poner en juego toda su experiencia y capacidad estratégica. A diferencia de Atsu, sin embargo, él sabía como usar la akuma no mi que poseían y sacarle partido. Se puso en posición, cubriéndose con los brazos y aguardó a que le cargase.

- ¿De qué sirven más palabras? Que la sangre derramada hable por nosotros.

Sabía que funcionaría. Por lo que había visto, había comprendido que Alpha no podría resistirse a aquella invitación. Y en el momento en que comenzase a moverse, habría caído en su trampa. La anticipación estaba matándole. Volver a sentir el fragor de la batalla y el dolor de las heridas era casi tan dulce como la caricia de un amante. Ser consciente de que volvía a estar vivo, dejar de ser una simple voz en el fondo de la mente de otro... sonrió salvajemente. Y entonces, en cuanto Alpha se moviese, reaccionaría. Se agachó velozmente extendiendo el brazo como si fuese a coger arena y arrojarla hacia el frente. Pero su mano no llegó a coger las arenas del desierto, ni a levantarlas. Lo único que salió de su mano fue una llamarada de fuego rojo oscuro que se extendió rápidamente por las arenas. No era fuego normal, pues el suelo del desierto prendía como si fuese hierba seca al contacto con aquellas llamas. ¿Su intención? Asustar al animal. Solo necesitaba que se frenase o se encabritase durante un instante. El tiempo suficiente como para dejar a su dueño expuesto.

- ¡Kamisori!

Pagando un precio en dolor y sangre, se desplazó rápidamente por el aire hasta situarse a tres metros de altura y a unos cinco de Alpha. ¿Por qué en esa posición? Para tener el sol a su espalda. En cuanto el pirata mirase en su dirección no vería más que una figura oscura rodeada por el gran sol de Sardia y se deslumbraría. Levantó la mano derecha y comenzó a emitir energía demoníaca, formando una gran lanza verde. Sin perder un instante, la arrojó contra el pecho de su enemigo, con una risa feliz y sádica.

Aquellas palabras fueron suficiente para hacerme cargar hacia él. Sin lugar a dudas este era uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Lograba sentir mi corazón latiendo a una velocidad increíble. Podía sentir esa adrenalina, la cual me hacía querer más de lo mismo una y otra y otra vez. Definitivamente luchar era una de las mejores cosas que podía hacer para liberar todo aquello que me encadena. Sentía gratitud, una muy grande, pero al mismo tiempo no quería que esto terminase. Aunque sabía que esto debería finiquitar tarde o temprano.

Ninguna pelea era eterna. Alguno de los dos tenías que ceder.

-¡Vamos! – Gritaba con euforia. Estaba muy cerca de el y estaba preparando nuevamente mi ataque. Los músculos de mis brazos estaban tensos nuevamente, por toda la fuerza que utilizaba para lograr esto. Suzaku cargaba confiada en que yo atacaría a mi enemigo sin duda alguna. Pero fue una sorpresa para ambos ver aquella muralla de fuego interrumpir nuestra carga. - ¡Suzaku! – Se detuvo al instante. La plumífera no era el típico animal de asustarse en situaciones como estas. Era una súper ave de batalla después de todo. Ahora, lo otro era que aquello nos había hecho perder la vista de nuestro enemigo. - ¡Búscalo! – Ambos buscamos mirando en todas direcciones. Cuando lo encontré, él estaba situado en la mejor posición y mejor escenario posible para el. La luz del sol logro deslumbrarme. Por unos instantes dejándome ciego. No podía atacar a algo que no podía ver y dependía totalmente de mi compañera. -¡Suzaku! ¡A un-! – No había tenido el suficiente tiempo. Pude sentir como me atravesaba con algo. ¿Qué era esto? ¿Una lanza? ¿De dónde había sacado esto? Mi visión regreso lentamente para toparme con un endemoniado agente sonriendo. Una lanza formada con una extraña energía se encontraba en mi pecho. Esta energía… me recordaba a Lysbeth. Ella alguna vez llego a usar unos orbes contra mi durante el entrenamiento, los cuales llamaba “energía demoniaca” o algo similar.

Ya veo… este hombre es este tipo de usuario.

<Maldita… sea. Este hombre es muy fuerte ¿Acaso este es mi fin? ¿He vuelto a fallar?> Todo comenzaba a ponerse borroso. Mi terquedad y mis ansias por luchar era lo único que me mantenía cuerdo en una situación como esta. Poco a poco todo comienza a ponerse más borroso. Aun puedo verle. Sonriente y encontrándose triunfador. Era la viva imagen de un demonio lo que tenía delante de mi.

¿Había llegado al final del camino? ¿Era esta mi última batalla?

-¡No…! – Me mantuve firme, tomando nuevamente posición. Hacerlo fue dificil, me dolia cada musculo de mi cuerpo. En especial las costillas, quizás alguna estaba rota. - ¡Me importa una mierda si mandan al mismo diablo ante mí, maldito gobierno mundial! ¡¿Me oyen?! – Comencé a respirar más agitadamente. La sangre comenzaba a subírseme a la cabeza. Mi voluntad era lo único que me mantenía de pie, sobre mi plumífera. Esta solo miraba a omega sin perderle ni un instante de vista, puesto que hace un movimiento indebido podía ponerme en una peor situación. - ¡Yo iré a por todos ustedes, red line! ¡Me las pagaran todas y cada una! ¡Pagaran por haber provocado una guerra interna en mi clan! – Cada palabra era acompañada de un agarre más y más fuerte sobre la alabarda. Yo estaba tan furioso y tan decidido a logra todo, que incluso estar en las mismas puertas de la muerte me tenían sin cuidado.

Lo siento madre, aun no es mi momento de ir a tu lado.

- ¡Yo soy, Kurokami! – Ese grito soltó una explosión de energía que salió de mí. Era la primera vez que sentía eso de mi parte, pero sí que lo había visto antes. Suzaku había caído inconsciente involuntariamente y yo estaba a punto de caer. Pero eso no me impidió seguir en carrera. Corría con furia y haciendo el mas alegre grito de guerra de mi vida. Di un frenetico salto hasta llegar a la altura de Omega. Era momento de mi ultimo ataque.

El ultimo, de este combate.

- ¡Tormenta de leyenda!

Ya estaba. Podía sentir su Voz vacilando y titilando, poco a poco perdiendo fuerza. En su estado, tras las graves heridas que le había hecho Omega, una lanza de energía demoníaca en mitad del pecho era más de lo que el pirata podía resistir. Aquel cuerpo era muy débil en comparación con el poder que había tenido en el pasado, pero seguía siendo quien era. Aún sin todo su poder, su experiencia de combate seguía siendo muy superior a la del pequeño guerrero. Se mantuvo en el aire aleteando, disfrutando de cada instante de la agonía de Alpha. Hasta aquí había llegado; vivo o muerto, entregaría lo que quedaba de él al Gobierno. Sin embargo, de repente empezó a gritar lleno de rabia y voluntad. El demonio frunció el ceño, sintiendo la fuerza de su Voz crecer un poco. ¿Qué estaba haciendo?

- Da igual las bravuconadas que sueltes. Este es el fin. Has luchado con valor, pero el resultado estaba decidido desde el primer momento. Un pequeño diablillo no puede aspirar a destronar al Rey del Infierno.

Levantó el puño y generó una segunda lanza de energía en este para rematar definitivamente a Alpha antes de que pudiera intentar otro truco. Entonces ocurrió: al tiempo que su enemigo gritaba, su Voz comenzó a hacerse más fuerte e inabarcable, hasta convertirse en un poderoso trueno que le paralizó por unos segundos de puro terror. ¿Haoshoku? ¿Él? Una mueca de rabia se dibujó en su rostro mientras Alpha cargaba y saltaba hacia él con sus últimas energías. "Quién hubiese esperado que fuese a ser un Conquistador..." La envidia y la furia corroyeron al demonio, pero no lograba moverse. Haciendo un esfuerzo supremo, activó su tekkai y gritó:

- ¡Yo te maldigo! ¡La próxima vez que te encuentre, caerás!

Sabía lo que tocaba ahora. Era consciente del estado en que se encontraba aquel cuerpo y del poder de aquel golpe. Podría sobrevivir, pero no tendría fuerzas para moverse, y eso si quedaba consciente. Menuda la había liado; menos mal que no le había dado su nombre. Aún no era el momento de que el mundo supiese de que volvía a estar ahí, no cuando no tenía el control sobre el cuerpo y Omega aún no se había fortalecido lo suficiente para ser un anfitrión perfecto. Peor aún, percibía en su interior el desagradable hedor de aquella otra presencia. Su otra mitad, la parte que debería haber sido exterminada hace años. Parecía que no la había logrado ahogar del todo. Su último pensamiento antes de ser golpeado y perder la consciencia, fue que no todo había sido en vano. Ahora estaba despierto.

El cuerpo de Atsu voló por los aires y sobrevoló el desierto, cayendo sobre las arenas pesadamente.

- V-Victoria? – Me pregunte a mi mismo mientras observaba el cuerpo de Omega volar lejos. Esta era mi primera victoria real en mucho tiempo. Me sentía cansado y totalmente agotado. Estaba herido por todo el cuerpo y sin lugar a dudas pronto debería hacer algo al respecto. Pero aun así… tengo sueño. Comencé a caminar lentamente hacia la plumífera, quien se encontraba en el suelo. Poco a poco comenzaba a recuperar la conciencia. Yo me limite a buscar en las Alforjas algunos vendajes y cosas de primeros auxilios. Aplicándomelas con mucho cuidado y con dificultad, ya que sentía mucho dolor. – Esto servirá mientras voy a por un médico. – Después de un rato, finalmente la plumífera había terminado de reaccionar y yo estaba vendado. No era mi mejor trabajo, pero me daría el tiempo suficiente para ir al pueblo.

- Vamos, hermosa. Vayamos por Suzano y larguémonos de aquí. – La plumífera me cogió con el pico y me subió en su lomo. Yo me desplome totalmente sobre este y comenzamos la marcha. Pasamos por al lado del agente. Lo miraba desde arriba, sonriente. Realmente había sido una batalla que había disfrutado con todo mi corazón. Estaba totalmente agradecido. – Te veré nuevamente, Omega. – Luego de ello, y de recoger al plumífero, quien ya podía andar al menos, caí en profundo sueño.

Era curioso como el Alpha y el Omega se habían encontrado para entablar combate. Era curioso como el destino nos había hecho encontrar de una manera tan curiosa. El gobierno aun no mide mi potencial, a veces pienso que me subestiman. Aunque hoy el agente Omega es la viva prueba de que no lo hacen. Enviaron un candidato perfecto para darme batalla y ponerme en problemas.

Joder… como disfrute de esta pelea.

Mientras me recupero, pienso en todo lo vivido en el combate. Con cierto cariño, aunque suene algo alocado. Soy alguien que aprecia cada recuerdo ya que cada uno es precioso. Aunque otros muy dolorosos.

Pero asi era la vida, te dejan marcas que nunca podrás olvidar.