Una gran celebración [Alpha - Michaela]

Se estaba acercando demasiado, lo sabía. Volver a Downs era una apuesta arriesgada. Todavía no sabía nada de su marido, al que había dejado encamado en Kieskaya. Pero había recibido una llamada bastante particular y era hora de redondear una jugada.

Momojiro había tardado menos de lo que esperaba en darle una puñalada al capitán del Albatros. Por suerte para ella, aunque no les había matado les había dejado sin barco… y sin cargamento. Había sucedido no hacía demasiado, en aguas tampoco muy lejanas. El agujero en el mercado apenas empezaba a insinuarse, pero si lo repescaba a tiempo el beneficio sería enorme.

Una apuesta arriesgada. Una gran inversión. Necesitaba un almacén, un barco y una tripulación lo bastante dócil para seguir sus órdenes y lo bastante autosuficiente como para hacerlo sin que ella estuviera presente. ¿Dónde conseguir todo eso? Downs era un buen lugar para empezar. La revolución se había instalado allí hacía no poco tiempo. En principio, todas las actividades ilegales habían cesado. Sin embargo, de forma natural el lado oscuro de la ciudad había ido mudando hasta convertirse en un lugar ideal para parlamentar.

La mitad de la agenda de su marido tenía allí casas, pisos, negocios u otras propiedades. Era el momento ideal para tender los hilos y anunciar que a partir de ahora, ella se encargaría de todo. No había nada que temer, pero sí mucho que perder. Aquellos que no aceptaran, quedarían rápidamente excluidos del flujo de dinero. El apellido de su marido inspiraba confianza; pero la confianza no iba a hacer que dejara de ser un vegetal. Desde la cama, poco podía llevar a cabo. Ella era la única opción.

-Crawford, atento.- Acababan de atracar. El hombre la miró como un cachorrito abandonado, pidiendo atención. Sin ninguna duda, era su lacayo favorito.- Necesitamos candidatos para montar el almacén. Busca también una casa decente, limpia. Una vez esté, tráeme los papeles para firmar y envía invitaciones a todas estas personas.- Añadió dándole una pequeña cuartilla de papel doblada.- Es hora de dar una fiesta.

Le indicó que esperaría en una posada. No era que confiara en el hombre, eso sería estúpido, pero llevaba con él lo suficiente como para saber que era capaz de cumplir esas instrucciones. Y desde luego, siempre era preferible que él hiciera las compras en lugar de ella.

Llegó hasta una taberna llamada ''La Rosa Manchada'' y entró sin vacilar. Pidió una taza de té y se acurrucó en una esquina, mientras repasaba los pasos de su plan. Una vez los grandes clientes de Downs estuvieran en lo que se convertiría en su madriguera, empezaría la subasta. Aquellos que más donaran, obtendrían más beneficios. Entregas específicas, prioridad de envío, pequeños descuentos simbólicos. Imagen y reputación frente a sus iguales. Si todo iba bien, financiarían el renacer del negocio del Albatros sin que ella tuviera que mover un dedo.

-Voy a necesitar eso, eso y eso, señor. – Decía mientras señalaba con cada cosa que me disponía a comprar. Me encontraba en la zona comercial de Downs. A simple vista parecía una ciudad bastante tranquila. Claro, desde que la revolución había llegado hasta aquí. Incluso yo dudaría un parte veces antes de siquiera querer interponerme en lo que quieren. ¿Qué opino yo al respecto? No mucho honestamente. No tengo nada en contra de ninguna facción en particular, solo que digamos que no comparto ciertos puntos de vistas.

Igual, cada cabeza es un mundo.

- Aquí tiene, joven. Es una linda mascara la que usted trae. – Era una suerte que Privacy me permitese estar en lugares tan concurridos sin ser detectado. Bueno, en algunas ocasiones mi querida mascara podía fallar. No era perfecta. Igualmente ¿Acaso en este mundo algo era perfecto? Quien sabe y pensar en ello no me llevaría a ningún lado. Finalmente, solo incline la cabeza en señal de agradecimiento. Pague y tome las cosas saliendo del local. Me fije por un momento en el nombre del local: La bomba feliz.

- Pues su dueño sí que es feliz. – Me dije a mi mismo. El dueño siempre parecía sonriente. Mucho para alguien dueño de una tienda de artillería y explosivos. Me fije nuevamente en lo que había comprado: Todo lo necesario para armas al menos unas bombas y que me sobraran para unas cuantas más. Sonreía satisfecho. Suzaku estaba afuera esperándome. Se acercó a mi mirándome con la misma seriedad de siempre.

-¿Ya has terminado? – Pregunto yo le haría entrega de las compras, la cual metió en la alforja.

- Si, ya podemos tomar un descanso. – Dije. Me disponía a dar un salto y montar a la plumífera, pero mi flama y mi nube se encontraban juguetoniando en su espalda.

- A ver, a ver. Thor, Logi ¿Qué hacen?

- ¡Jugamos a la pilladas sobre Suzaku! – Respondieron alegremente al unísono. Ambos Homies estaban en su forma diminuta, así que podrían darse el lujo de hacer aquello. Aunque la plumífera no parecía pasárselo tan bien.

- Vale, vale. Ya se acabó. Voy a subir. – Dije mientras subia en la plumífera dando un salto. Ellos simplemente se hicieron a un lado. Flotaron y cada uno se colocó en un hombro diferente. Logi en el derecho y Thor en el izquierdo.

- ¿A dónde vamos Alpha? – Preguntaron todos.

- A la rosa manchada, quisiera poder pasar el rato sin tener que usar a Privacy.

La rosa manchada era un lugar de criminales. Había escuchado que era un sitio protegido por un alto señor criminal. Claro, anónimo. La gente de este mundillo a diferencia del mío, era que ellos dominaban desde las sombras. Podía imaginármelos como maestros titiriteros guiando una obra. Personalmente no era mi estilo, pero podía entender que de vez en cuando eran un mal necesario. Aunque todo dependía del tipo de negocio. Cosas que no podía llegar a aceptar eran las drogas y la esclavitud.

Porque incluso un pirata como yo tenemos algo de moral.

Al llegar, vi en la puerta cierto letrero que no sería del agrado para alguien: Prohibido animales. – Lo siento Suzaku. – Dije mientras bajaba de ella. Ella solamente resoplo y se dispuso a esperarme afuera, a un costado de la puerta. Entre de golpe avanzando unos cuantos pasos. Luego me quitaría la máscara sacudiría un poco la cabeza, haciendo que mi larga melena se moviera al ras.

- ¿Qué haces tú aquí? – Pregunto el tabernero, con el ceño fruncido. – No quiero ningún problema con mis clientes, mocoso.

- ¿Acaso tengo caras de querer problemas? – Respondí sonriente. – Solo he venido al único sitio donde puedo tomar un café sin que la gente se me quede mirando.

- ¡Venga, va! Pero nada de peleas, pirata. – Dijo mientras colocaba una taza de café en la barra. – Toma asiento y disfruta.

Me fuera gustado decir, que las miradas pararían del todo. Algunos de los presentes igual se fijarían en mi por un momento. Aunque agradecía que después dejaran de ponerme atención. Aunque no era que no fuese llamativo, era un joven con una nube de tormenta y una bola de fuego en los hombros. Me senté en la barra y di un sorbo al café. – Azúcar, por favor. – El tabernero con mucha habilidad rodo por la barra el tarro de azúcar haciéndola llegar hacia mí.

- Gracias.

Crawford tardó en regresar. Le dio tiempo a acabarse el té y varios capítulos del tomo que estaba leyendo; no era más que una novela, pero estaba resultando ser bastante entretenida.

En realidad, no podía culpar al hombre por su tardanza. Si hubiera vuelto pronto, se habría preocupado. Era un encargo importante, al fin y al cabo. Siempre y cuando lo que trajera fuera de la calidad adecuada, su retraso sería más que comprensible.

-¿Señorita Albás? Tengo los papeles.

El hombre le explicó que los fondos solo habían dado para cerrar la entrada de una casa. El resto tendría que venir de los invitados a la fiesta. Michaela observó la descripción que le había dado. Era, esencialmente, un chalet de dos pisos situado en el corazón de Down. Completamente amueblado, como no podía ser de otra manera, y con exquisito gusto a juzgar por las imágenes. Le quedaba verlo en persona, pero desde luego era muy prometedor. Las habitaciones se encontraban en la parte de arriba, junto a dos despachos, mientras que el piso de abajo estaba reservado a la cocina y a dos grandes salas de reuniones; ideal no solo para la fiesta de hoy, si su estadía siempre que regresar fuera necesario.

-Bien, empieza a crear las invitaciones.

El hombre asintió y tras ella hacerle un gesto, desapareció de su vista. En su lugar, apareció otra persona. Un hombre bajito, de melena tan larga que le hizo arrugar la nariz por un momento. Estaba cuidada, pero lógicamente no le favorecía. Solo cuando se quitó la máscara dio en reconocerlo. Freites D. Alpha, buscado pirata. La reacción del camarero era más que comprensible, pero en seguida se ablandó. Debían de pasarle cosas semejantes a diario, al fin y al cabo. Sabía que ser estricto no le llenaría los bolsillos.

Decidió en ese mismo momento que toda buena fiesta necesita un buen reclamo. Cogió de nuevo los papeles que le había traído Crawford y sobre ellos garabateó la enrevesada firma de Arabella. No conocía a ninguna, pero acababa de convertirse en la propietaria del chalet. Usar su propio nombre, especialmente tan cerca de Kieskaya, era una insensatez. Arabella era lo bastante sencillo como para ser recordado con facilidad y lo bastante anodino como para no despertar sospechas de ningún burocrático aburrido.

Una vez estuvo listo, los guardó en su abrigo y se puso en pie. Se sentó en la barra al lado del pirata con elegancia y en seguida tuvo la atención del camarero.
-Otra taza de té negro, por favor. Sin azúcar.

Una vez se la hubo traído, dio un pequeño sorbo y se giró hacia el pirata. Le tendió la mano con el anillo de esmeralda y esbozó una pequeña sonrisa de cortesía.

-Michaela Albás, señor Freites. Un placer, su reputación le precede.

Me digne por tomar uno de los periódicos que estaban a un costado de la barra. Por si se lo pregunta, sí, me suele gustar leer la prensa. No diré que no suele estar llenas de noticias basura, pero para mantenerme informado del estado del mundo actual, siempre era importante utilizar este medio. Un medio que para bien o para mal puede ser manipulado y corrompido con facilidad. Pasaba las paginas poco a poco hasta que me detuve en cierta sección que me llamo la atención: Diez formas de cocinar sin morir en el intento, una guía para tarados. Era irónico, ya que yo no podía tocar la cocina sin que esta se viera arruinada casi al instante. De la misma forma, no era malo saber sobre este tipo de cosas. Tener algún tema de conversación con Chihiro sobre la cocina nunca estaba de más.

-¿Mmm? – Mi lectura fue interrumpida por una mujer, y una muy alta. A simple vista me resultaba una mujer bastante adinerada. Era hermosa, mucho si se me permitía decirlo. Había algo en el color de sus ojos que me resultaba un poco… melancólico. ¿Tal vez era por el color de estos? ¿La forma de los mismos? No… quizás simplemente son cosas mías.

- El placer es mío, señorita Albás. – Dije mientras colocaba el papel sobre la barra. Me habría girado para corresponder al apretón con mucho cuidado. Incliné la cabeza en señal de cortesía y luego de aquello le sonreí con amabilidad. Luego volví a colocarme de cara a la barra, dando otro sorbo a mi café.

- ¡Si, es un placer! - Decia Logi.

- ¡Si claro que sí! - Mecionaba Thor.

Thor y Logi se mostraban bastante alegres. Flotaban sobre en círculos mientras trataban de pillarse el uno al otro. Era una suerte que estuvieran en su forma miniatura, de lo contrario será un problema que ocasionaran un desastre.

- Thor, Logi. Quedaos quietos, por favor.

- ¡Si, Alpha! – Decían al unísono mientras volvían a colocarse en mis hombros.

- Dígame, señorita Albás. – Decía mientras me giraba para devolverle la mirada. - ¿En que podría ayudarle? Si usted está aquí, he de imaginar que también pertenece a este mundo ¿no?

Ah, debería haberlo supuesto. Ni siquiera en Downs la gente conocía de etiqueta. Arrugó un poco la nariz cuando el pirata le apretó la mano en lugar de besársela. Bajó la cabeza, eso sí, con lo que se dio por contentada. No importó mucho, claro, porque en seguida reparó en algo que le hizo abrir mucho los ojos.

No dijo nada, no inmediatamente, pero se quedó mirándolos unos segundos. Como una errónea interpretación de la conciencia, en lugar de un ángel y un demonio eran una llama y una nube los que se encontraban en los hombros del pirata. Tenían rasgos que aunque claramente no eran humanos, desde luego recordaban a unos. Se llevó una mano a la boca, un tanto paralizada de la sorpresa. Acababan de hablar, de hablarle a ella. Flotaban en círculos completamente ajenos a su estado. Por otro lado, imaginaba que la suya no era una reacción inusual.

Carraspeó ligeramente, tratando de recobrar la compostura. El pirata domó a los extraños seres con una sola frase y ambos regresaron a sus hombros con aparente tranquilidad. ¿Qué eran esas cosas? No podía decidir si estaba asqueada o intrigada. Por suerte, antes de que dijera algo que desde luego lamentaría, Alpha se dirigió a ella y pudo centrar su atención en las palabras que le estaba dirigiendo.

-Sí.- dijo, parpadeando un par de veces.- Sí, podría decirse así.- Dio otro sorbo a su té, recomponiéndose un poco. No importaba lo que fueran, no cambiaba sus planes. Si acaso, los mejoraban. Un pirata famoso es un buen espectáculo, pero los fenómenos inexplicables eran la clase de cosas de las que la gente hablaba en las esquinas y tras las fiestas. Michaela quería que la gente hablara y hablara sin parar.- Lo cierto es que llevo mucho tiempo fuera y hoy he regresado a la ciudad. Para celebrarlo, he decidido hacer una pequeña fiesta entre algunos… conocidos.- Sí, esa era una buena forma de llamar a sus clientes. De su bolsillo, sacó una de las invitaciones que había hecho Crawford. No tenían nombre, pensadas para esta clase de situaciones.- Si le interesara, sería un placer que asistiera. He oído hablar mucho de usted.

Cosas buenas, cosas malas, cosas extrañas. Freites D. Alpha era una persona de la que había oído hablar bastante y lo cierto es que todavía no tenía una opinión concreta formada al respecto. Caótico, impulsivo y violento era lo que más le venía a la cabeza, pero viéndole mientras se tomaba el té tranquilamente pensó que quizá valía la pena gastar algo más de tiempo analizándolo.

-¿Asistirá esta noche? – preguntó con una pequeña sonrisa de cortesía.

Las reacciones de Michaela antes mis pequeños amigos me causaban algo de gracia. No era de esperarse, nadie conocía la naturaleza de los mismos. Ellos, que fueron formados con un trozo de mi alma. Ellos forman parte de mí y de mi esencia. De cierta manera, todos somos uno. - ¿Una fiesta? – Pregunte. No podía evitarme mostrarme un poco inseguro con aquella invitación, ya en Arabasta por aceptar cartas de un desconocido me había costado la vida de Susanoo. Ya no sería tal fácil de convérseme para ciertas cosas.

-Quizás si me platicara más un poco sobre su fiesta, me vea interesado en asistir. – Dije mientras daba un sorbo a mi café. – No es que quiera darme de alguien importante o superior. En lo absoluto. Pero ya en el pasado me he visto afectado por aceptar invitaciones que terminaron en desastre.

- ¡Vamos Alpha! No seas aguafiestas. – Decía Logi al odio. – Es solo una invitación a una reunión formal ¿Qué tiene de malo?

- Realmente no tiene nada de malo. – Recalque. – Pero la última reunión que tuve con gente del bajo mundo, termino con un hotel hecho añicos ¿O se les olvido?  - Al decir aquello, ambos homies mostraron una siniestra y muy feliz sonrisa. Aquella noche, el antiguo señor criminal, Agnis, había caído bajo mi mano. El me había tendido una trampa alegando que era un antiguo nacido de mi familia. Aunque aquello fue totalmente falso. luego me entere que todo aquel espectáculo simplemente fue una estrategia del antiguo criminal para acorralarme y tenderme una emboscada. Aseguraba que yo era un problema muy grande que debía ser controlado lo antes posible. Claro que lo era, al menos para muchos criminales que osen hacen negocios que no sean de mi agrado.

Ni tampoco del agrado de mis amigos.

- Señorita Albas ¿Qué me asegura a mí que usted no es como el resto? – Dije girando de nuevo la mirada hacia ella. – Se lo que habla el bajo mundo de mí. El chico problema de la nueva generación pirata. Un mocoso imprudente y aleatorio que no duda en hacer el caos por simple diversión. – Decía con total tranquilidad, aquello no me resultaba molesto en lo absoluto. – Si es tan amable. - Le extendí mi mano por un momento, invitando a tomarla. Si ella lo hacía, en su mente llegaría recuerdos de las últimas 24 horas de vida del Agnis. De cómo planeaba la emboscada contra mi persona, para luego vérselas conmigo masacrado a los suyos. Ella podría sentir todo lo que el sentía: Miedo, terror, angustia y dolor. El antiguo señor criminal veía a un Alpha montado sobre Suzaku, pero este Alpha no estaba feliz ni disfrutando de la batalla. Estaba enojado, inconforme y bastante decepcionado. Lo último que se vería era como Alpha arrancaba de Agnis algo viscoso y transparente de su cuerpo al mismo tiempo que la visión se tornaba en negro.

Allí el criminal ya habría dejado de vivir.

- Si aún desea invitarme a su fiesta después de ver aquello, créame que le aceptó gustoso la invitación. – Dije, mientras soltaba su mano. – Pero le aseguro que, si algún idiota se quiere pasar de listo, lo de Agnis abra sido un mero juego de niños.

Si era sincera, no tenía claro cómo iba a reaccionar el pirata. Había estado junto a muchos tipos de personas; no tenía experiencia con piratas. Lo que se escuchaba de ellos variaba ampliamente dependiendo de a quién le preguntaras y encontrándose cara a cara con uno por primera vez todo lo que sabía era que en esos momentos, lo más probable era que su éxito dependiera de la suerte.

Por fortuna, hacía falta mucho más que eso para amilanarla.

No aceptó de inmediato, pero le habría extrañado que lo hiciera. No la conocía. La segunda parte, sin embargo, era reveladora. ¿Un mal recuerdo? Una invitación no era un mal método para atraer a alguien a una trampa, si bien algo burdo y con demasiados cabos sueltos. No era algo que ella prefiriera, pero lógicamente él no podía saberlo.

De alguna forma, los extraños seres en sus hombros se enteraban de todo… y querían asistir, más que su dueño. Cuando su cara cambió ante el recordatorio de Alpha, a Michaela le recorrió un escalofrío que logró ocultar con bastante destreza. Un hotel destrozado… se preguntó con qué gente del bajo mundo se codearía el pirata. Claramente utilizarlo de tirón no iba a ser viable, al menos no con quienes fueran los asistentes a esa reunión. Con suerte, aún guardaría algún que otro contacto y de ser así, podría ser más útil de lo que había previsto en un principio.

Era precavido, lo que en realidad le agradaba. Si bien eso no negaba automáticamente los rumores de su violencia e impulsividad, dejaba espacio para cierto raciocinio. Para negociaciones y parlamento, de ser necesario. Le ofreció su mano y, tras vacilar un segundo, la tomó con seguridad y delicadeza a un tiempo.

Esta vez no pudo esconder el escalofrío, pero sí controló su voz apretando los labios. De repente, no era ella. Le llevó unos segundos comprender que lo que estaba viendo, lo que estaba sintiendo no era parte de ella. Solo era una espectadora y una vez llegó a esa conclusión, fue más sencillo tolerar el resto. De alguna manera, dejó que su cuerpo notara las sensaciones de asco y dolor sin permitir que la sobrepasaran. No le pertenecían. Solo era el cuento más viejo del mundo: alguien había pagado el precio de intentar abarcar mucho más de lo que podía morder. Y, al fin y al cabo, era un precio más que justo.

Parpadeó un par de veces en cuanto la visión terminó, retirando la mano con cuidado y llevándosela a la frente por unos instantes. Notó náuseas, pero fueron leves y no tardaron en pasarse. Más recuperada, atendió a lo que le estaba diciendo el pirata. Asintió con educación y volvió a señalar la invitación.

-Si desea acudir, lógicamente será bajo mi beneplácito. Si alguno de los invitados tiene un problema al respecto, no tengo inconveniente en que lo solucione siempre y cuando lo haga con discreción o fuera de mis terrenos. ¿Confío en que no será un problema?

No era una petición insólita. Acababa de llegar y simple y llanamente no podía permitirse atraer atención indeseada tan temprano. Claramente el hombre tenía recursos y arrastrar a quien decidiera insultarle fuera de un edificio no podía ser tan complicado. Esperaba. Se arrebujó un poco en su abrigo y se levantó, dejando unos berries en la mesa para pagar el té.

-Le espero a las 8. El código de vestimenta es formal, como indica la invitación, pero si prefiere continuar utilizando ropas… exóticas, no hay ningún inconveniente. Tenga un buen día.

Salió de la posada, camino a ver su nuevo edificio. Todavía le temblaba un poco la mano.

El silencio fue lo único que ella obtuvo de mi parte. Podía ver su miedo. Podía ver pequeños fragmentos de su esperanza de vida salir de su cuerpo. Aun así, no podía culparle si llegaba a tenerme miedo. Tampoco me interesaba mucho si llegaba a sentirlo o no. Lo que realmente me importaba, era saber realmente el motivo por el cual a ella le gustaría tenerme allí en esa reunión. ¿Qué tan importante era este evento? Realmente no perdía nada asistiendo a esta fiesta.

Ella me indico la hora y el código de vestimenta para la ocasión. Aunque algo me decía que no le agradaba del todo mi actual vestimenta. Lo sé por la manera en que se ha referido. Yo me limite a mirar la invitación mientras ella se retiraba. – Tenga un buen día, señorita Albás. – Dije aun mirando el ticket. Luego justo antes de que ella saliera, me fije una última vez en ella. Se le notaba segura, orgullosa, elegante e implacable. Pero su temblorosa mano, me demostraba que ella podría llegar a sentir miedo.

¿Y realmente eso tiene algo de malo? Personalmente diré que no. El miedo puede llegar a ser incluso uno de los combustibles emocionales más grande en la humanidad. Muchas personas actúan bajo este estimulo. El débil tiene que obedecer al fuerte, muchas veces he escuchado eso. Pero también exista la posibilidad de que ese ser débil se vuelva mucho más fuerte. El miedo puede convertirse en rencor, una emoción mucho más fuerte capas de impulsar a temerarios a cometer sacrificios para lograr grandes cosas. Podría quedarme pensando sobre esto durante toda la tarde, de cómo no solo existen el miedo y el rencor para impulsar a una persona a ser alguien con potencial inmensurable. Pero… no tengo tiempo para ello, porque todo este rato meditando me ha hecho sentir mas curiosidad sobre ella.

Michaela Albás… ¿A ti que te impulsa?

Pague por el café y me volví a colocar mi mascara. Tomé la invitación y Salí de la posada. Suzaku me esperaba al lado de la puerta. Ella se acercó a mí. Yo simplemente levante mi mano y la tome del pico, ella me subió a su lomo y le indique que buscáramos alguna tienda donde comprar algo de ropa.

- ¿Tiene algo que ver con la mujer que vi salir antes de ti? – Pregunto la plumífera.

- Sí, asistiremos a una reunión. Tenemos hasta las ocho para encontrar un traje.

- ¿Estás seguro, Alpha? Ya sabes lo que ocurrió la última vez.

- Si. Y ella también lo sabe.

Encontrar una tienda de etiqueta no fue un problema. Incluso el encargado del lugar resulto ser amable y me atendió de buena manera. Los tres Homies me esperaban afuera mientras yo me disponía a la tarea de elegir el atuendo adecuado, no sin antes que mi dedo pequeño del pie chocara con uno de los muebles del local.

Como dolía, joder.

Había muchas opciones, pero finalmente me decidí por un traje negro. Con camisa blanca y sin corbata. Me gustaba utilizar el chaleco sobre los hombros, me hacía sentir más cómodo. Mirándome en el espejo me detalle un poco. Aun con la máscara puesta podía imaginarme a mí mismo en el reflejo sin ella. Me pedí un par de zapatos y para los toques finales. me quite el lazo de mi cabellera, dejándome el cabello totalmente suelto. También me colocaría un par de pendientes para hacer juego, había unos muy lindos con forma de cráneos que me llegaron a gustar mucho. Finalmente pagué por aquello y salí. Mis compañeros me esperaban y Suzaku no pudo evitar mirarme.

- He de admitir que si luces bastante bien.

- Gracias. – Dije mientras le entregaba mi otra ropa. – Odio ser impuntual, vayamos.

Por suerte no tardamos mucho en llegar. El edificio era bastante… elegante. Me quede detallándolo por unos instantes y se notaba que Michaela le gustaba darse los mejores lujos. En la entrada se encontraba la seguridad, que al acercarme me habían pedido la invitación. Yo simplemente me quite mi mascara. Cosa que altero a los guardias al percatarse que era yo. – No se alarmen, estoy invitado. – Introduje la mano en el bolsillo de mi chaleco y allí estaba la invitación. La entregue al guardia, quien examinaba el ticket asegurándose de que no fuera falso. Luego de unos momentos se me permitió la entrada. Me dijeron que esperaba en el lobby. Yo baje de Suzaku antes de entrar y todos mis homies me seguían el paso. Por un instante quisieron prohibir el paso de mi compañera el edifico.

- Ella viene conmigo. Caballeros.

- Si… vengo con el.

Los guardias se quedaron perplejos por unos instantes, me imagino que por la sorpresa de ver a Suzaku hablar. – No se preocupe. La señorita Albás sabe que vengo acompañado. – En ese instante Logi y Thor se colocarían en mis hombros. El guardia no parecía del todo convencido en dejar pasar a mis compañeros, pero no le tocaria de otra. Finalmente pasamos, aunque Suzaku tendría que agachar la cabeza para pasar por la Puerta.

Le quedaba algo pequeña.

A lo largo de la tarde, se preguntó varias veces si habría tomado la decisión correcta. Si de verdad necesitaba a ese hombre en la celebración. No tardó en lograr controlar los temblores, pero hacer que su cabeza dejase de revivir lo que había visto fue más complicado. Nunca había contemplado un poder semejante y no llegaba siquiera a imaginar cómo podía uno adquirirlo. Tampoco lo quería para ella, pero la curiosidad era… inevitable.

Al final, llegó a la conclusión de que no le necesitaba. La celebración iría adecuadamente estuviera él o no, porque la había planeado para que así fuera. Pero era una elección que había tomado y que, si jugaba bien sus cartas, podía llegar a dar frutos inesperados. En cualquier caso, se había comportado de forma civilizada y sus términos habían sido más que respetables. Ahora era un invitado más y eso era todo en lo que debía centrarse.

Se aseguró de que el contrato estuviera formalizado y recogió personalmente las llaves de su nuevo edificio. Lo recorrió de arriba abajo, memorizando su plantilla y supervisando las decoraciones que Crawford había ido disponiendo en el salón de abajo. Era una sala bastante amplia como para albergar cómodamente a cuarenta o cincuenta personas, con algunas mesitas y sillas en un lateral. Ahora mismo estaban vacías, pero a lo largo de la velada se irían llenando con diferentes tipos de aperitivos y bebidas para servir a los invitados. Había también una pequeña tarima en la que tocaría una banda. No habían podido gastar mucho dinero, por lo que sería un grupo pequeño de apenas cinco personas, sin vocalista, pero al menos la velada estaría bien amenizada. Sería ahí también desde donde se dirigiría a sus invitados y comenzaría la subasta una vez la noche estuviera bien encaminada.

En resumen, todo estaba listo. Tuvo tiempo de relajarse, darse un buen baño y ponerse un lujoso y sencillo vestido de seda de color verde oscuro. Joyería sencilla pero de buen gusto, como siempre, al igual que su querido anillo de esmeralda. Se maquilló de forma sutil pero elegante, apenas un toque para resaltar sus facciones. Hacía mucho que le habían enseñado a poner siempre el mejor lado de sí misma.

Estuvo presente para agradecer a todos los invitados que llegaran. Uno tras otro, fueron pasando al interior. La banda ya estaba tocando, una melodía relajante para darle la bienvenida a todo el mundo. Había allí gente de todos los Blues, pero principalmente del North. Se dedicaban a todo tipo de cosas y si bien muchos de ellos estaban metidos en asuntos poco limpios, muchos otros no eran más que nobles y gente adinerada que quería codearse y hacer nuevas amistades. Michaela los trató a todos por igual. Myers y Crawford estaban fuera, asegurándose de que nadie intentara colarse. Supo que el pirata había llegado cuando Myers fue a buscarla, pero no necesitó que le dijera nada. En lugar de eso, le dio instrucciones precisas.

-Ve a los muelles. Para cuando acabe la noche, vamos a necesitar un barco y una tripulación leal. Entrevístalos y escógelos.- Esbozó una pequeña sonrisa.- Confío en tu criterio.

En realidad, no confiaba para nada. Pero tenía que hacerse y Crawford era mucho mejor en eventos como el de esa noche. Ya se encargaría de hablar con la tripulación al día siguiente, asegurarse de que eran… adecuados.

No pudo evitar arrugar la nariz un momento cuando llegó al vestíbulo. Al lado del pirata había un extraño ave. Reconocía su especie, por supuesto, pero por un segundo se planteó pedirle que la dejara fuera. Cambió de idea en el último momento; si había algún inconveniente siempre podía pedírselo más adelante. Por lo pronto, llamaría la atención; seguro que sus invitados estaban intrigados. Sonrió y extendió la mano para saludarle.

-Alpha. Me alegro de que hayas llegado.

Le introdujo por la casa hasta llegar al salón en el que se estaba celebrando la fiesta. No era un edificio muy grande y no fue un camino muy largo, pero por suerte la mayoría de la gente ya había llegado y estaban hablando entre ellos o bailando al son de la música. De momento al menos, todo estaba tranquilo.

-Espero que la fiesta sea de tu agrado. Me alegra mucho haber podido juntar a tanta gente y… espero que pasen una buena velada. Por favor, no dudes en sumarte a la celebración y hablar con quien gustes.

Finalmente, había llegado ella. Tenía que admitir que ella lucia bastante elegante, el verde definitivamente le quedaba de perlas. Aunque en su caso, diré que le queda de esmeraldas. – Gracias por invitarme, señorita Albás. – Respondí a la par que sonreía. Tome la mano de la criminal y acerque mis labios lentamente, dando un beso. Se suponía que estábamos que un evento social de alta clase, y yo era conocedor de todas estas costumbres y protocolos que la “alta clase” estaba acostumbrado a realizar. Y aunque no lo hice la primera vez cuando la vi, nada me obligaba a seguir protocolos en ese momento.

Pero aquí es diferente…. no me puedo permitir ofender a mi anfitriona.

- Creo que nunca me acostumbrare a esto de los protocolos de la “alta sociedad”. – Dije mientras separaba mis labios de su mano. – Prefiero los métodos clásicos. – Ella guiaba nuestro camino al interior del lugar. Todo era bonito y lujoso. Yo no para de mirar en toda dirección detallando cada lugar, particularmente me gustaba detallar cada cosa nueva con la que me encontraba. Llegamos a un salón lleno de personas de toda clase. Muchas se encontraban hablando entre ellas y otras bailando. La música era bastante agradable, lo suficiente para no hacerme querer dormirme, pero no lo era lo suficiente para incitarme a querer bailar. Preferiría hacer otra cosa mientras tanto.

- La única persona con quien me gustaría charlar, la tengo ya junto a mí. – Dije mirándole fijamente. – Pero puedo entender que, como anfitriona, tiene asuntos que atender, y yo puedo esperar. – Dije mirándole con cierta amabilidad. – Solo espero que la comida este buena.

- Y espero que lo este. – Dijo Suzaku. Mirando a todos lados. – Esa mesa de allá esta vacía, Alpha. – Señalo con el pico.

- Excelente. – Dije mientras comencé a caminar. – Con su permiso.

Era curioso que Suzaku señalara una mesa en un lugar y yo estaba caminando en otra dirección. Estaba caminando hacia una esquina que estaba totalmente vacía. De pronto poco a poco la mesa comenzó a moverse. Comenzó a dar saltos hacia mi dirección al igual que las sillas que la acompañaban.

-¿Crees que es un buen sitio, Suzaku? – Pregunte a mi compañera.

- No me gusta mucho, lo veo un poco solitario para mi gusto.

- ¿Tu que opinas, mesa?

- Opino que deberíamos estar en un lugar con mejor vista ¿No lo creen, sillas?

- ¡Si!

La manera tan simple de pensar de los muebles siempre me causaba bastante gracia. Miré en otras direcciones y al final me decidí por un sitio en el costado derecho del salón. Era un buen sitio, ya que teníamos la vista perfecta hacia el escenario donde estaba la banda. Suzaku se colocó a mi lado al igual que Thor y Logi. Me dispuse a disfrutar de la música y a relajarme todo lo posible.

- Si… es un buen sitio. – De pronto a lo lejos vi a un mesero con una charola que llevaba una botella de vino y copas. Le indique con el dedo índice que se acercara, pero realmente no se lo decía a él, se lo decía a la botella y a un par de copas, quienes cobraron vida y comenzaron a saltar en mi dirección.

- ¡Aquí tienes, Alpha! – Decían al unísono los utensilios.

- Que amables. – Dije mirándoles con ternura. Me dispuse a degustar de la bebida, y la copa no paraba de preguntarme que si estaba o no delicioso. – No está nada mal. – Dije mientras la botella me servía un poco más.

-¿Debería estar alerta, Alpha? – Preguntaba la plumífera, quien no dejaba de mirar en todas direcciones. Algunos de los presentes tenían la mirada puesta sobre nosotros.

- Se supone que es una zona neutral - Dije con total tranquilidad. – Pero si, está bien que estes alerta.

Ah. Eso estaba mucho mejor. Alzó un poco la cabeza mientras Alpha le besaba el dorso de la mano. Parecía que el pirata sí tenía algunos modales después de todo. Que escogiera ignorarlos a veces era… interesante. Propio de su clase, sin duda.

-Todo tiene su propósito.- Se limitó a responderle.

Le miró con curiosidad. La estancia estaba llena de gente importante, quién más quien menos todos conocidos en según qué círculos. Algunos más públicos, otros más privados, pero sin duda puestos a hacer conexiones o entablar conversaciones interesantes había en la sala mucho donde elegir. El pirata, sin embargo, quería hablar con ella. Podía ser una muestra de cortesía, el capricho de un salvaje o, simplemente, la verdad. En cualquiera de los tres casos, no le convenía desoír ese deseo. Sin embargo…

-Me encantará tener esa conversación, pero ha dado en el clavo. No tendrá que esperar demasiado y en cuanto a la comida, de no estarlo tendré una palabra con el cocinero. Por favor, disfrute.

La extraña ave al lado del pirata volvió a hablar. Michaela, sin saber cómo dirigirse a ella o qué decirle, se limitó a devolver la leve inclinación de cabeza y apartarse del camino. Vio como según caminaban las cabezas se giraban en su dirección y supo que todo iba a pedir de boca.

Pasó varios minutos terminando de recibir a los huéspedes. Saludó a gente a la que no veía desde hacía años y a gente a la que nunca había visto, tan solo oído hablar de ella. Muchos habían acudido por su apellido y no por su nombre y aunque no había logrado convencerlos a todos de entrada, sí había inspirado su curiosidad. La fiesta, los invitados y el pirata con su extraño e involuntario espectáculo acabaron por hacer que nadie deseara marcharse.

Crawford cerró la puerta principal con una sonrisa de oreja a oreja. Indicó que iría a preparar el podio para que ella pudiera dirigirse a los asistentes y Michaela se encontró con algo de tiempo libre. Sacudiéndose algún que otro nervio solitario, fue a buscar de vuelta a su invitado particular.

Desde lejos, vio a la botella moverse sola. Al acercarse, pudo oír a la copa hablar entusiasmada. Iba a sentarse, pero el mueble se acercó y ella se quedó perpleja. Tras la sorpresa inicial, inclinó un poco la cabeza y aceptó la invitación para sentarse. Sentía los ojos de media sala en su nuca y, de alguna manera, eso la relajó. Otra copa llegó, ya llena.

-Gracias.- Dijo con tranquilidad. La educación, ante todo. Acto seguido, evitó mirar a los utensilios y fijó su mirada en el pirata.

-¿Debería preguntar?- Comentó, todavía a medio camino entre la perplejidad y la diversión. Desde luego era una habilidad… peculiar.- En cualquier caso, espero que la comida haya sido de su agrado. ¿De qué deseaba hablar? Será un placer atenderle.

La comida no se hizo esperar. Pronto mi mesa estaría llena por platos aparentemente de alto calibre. Agradecí al mesonero, quien se quedaría perplejo unos instantes mirando el espectáculo creado por los homies comunes creados por mí. Aunque más pronto que nunca regresaría a sus quehaceres. Yo simplemente miraba la comida con cierta sonrisa dibujada en mi rostro.

- Se ve delicioso. – Dijo la plumífera, que no dudo ni un instante de tomar con su pico uno de los filetes que estaban servidos. – Y esta delicioso. – Decía satisfecha, devorando la carne felizmente.

- Me alegra que puedas disfrutarlo. – Decía mientras seguía disfrutando del vino. – Quizás debería darle una oportunidad a la ensalada. Se ve bastante apetitosa.

- No sé cómo ustedes los humanos pueden disfrutar de los vegetales. Son tan asquerosas.

- Los seres humanos somos omnívoros, Suzaku. – Recalque. – Literalmente mientras lo que este servido sea comestible, podemos disfrutar de maravillas culinarias. En tu caso, al ser un ave, tu dieta se limita simplemente a la proteína de otras especies animales. Simplemente cosas de la naturaleza.

Ella no me quito la razón. De igual manera, me tomaba mi tiempo para disfrutar de los deliciosos platillos que me habían servido. Luego, llegaría nuevamente la señorita Albás ante mí. La silla claramente demostró educación y ayudo a la señorita a sentarse. Botella y copa no se quedaron atrás. Sirvieron del delicioso vino ofreciéndoselo. Ella acepto muy gustosamente.

- ¿Acaso se tiene que preguntar lo que es obvio? – Respondí. – En cuanto a la comida, he de admitir que si estaba deliciosa. – Bebi lo que quedaba de vino en mi copa. Botella no tardo casi nada en servir nuevamente en mi copa. – Gracias, botella. – Ella no paraba de dar saltitos muy alegremente. Mire nuevamente a mi anfitriona. Esta vez, mi mirada estaba un poco más relajada. – Nada del otro mundo, señorita Albás. Solo tengo curiosidad de saber sobre usted. Pero no deseo saber sobre su faceta de negocios. Claramente usted no se dedica a nada legal y, por supuesto yo soy un pirata. – Di otro sorbo. – Quisiera saber que se encuentra más allá de oficio. ¿Quién es Michaela Albás? Pienso que usted es más que simplemente una mujer hermosa que tiene influencias. Algo me dice que usted es mucho más que lo que aparenta, señorita Albas.

- También es algo valiente. – Añadió Logi. – No cualquiera se atreve a invitarnos a su reunión, Alpha.

- En eso sí que tienes razón, mi flameante amigo. – Afirme. – Pero creo que no estoy aquí por simplemente mera cortesía. Quisiera saber el por qué estoy aquí, señorita Albás. No creo que simplemente este aquí por simple amor al arte y mucho menos para socializar.

Michaela no respondió. Para ella no era obvio, pero tampoco se le ocurría cómo explicar ese factor de forma educada. Para el pirata, que el mobiliario cobrase vida a su alrededor parecía tan natural como respirar. Y ellos parecían encantados de servirle. La botella daba pequeños saltitos de alegría en el lugar, emocionada por poder rellenarle la copa. Se preguntó si se quedarían así una vez el pirata desapareciera. Y de ser así, ¿qué tendría que hacer? ¿tirarlos? ¿dejarlos permanentemente en las cocinas? No quería que asustaran a los cocineros. Arrugó levemente la nariz, antes de volver a fijar sus ojos en Alpha y centrarse en la conversación.

Michaela se recostó un poco en la silla, mientras le examinaba con la mirada. Su petición susurraba el privilegio que tenía sobre ella. No le interesaban sus negocios, el motivo por el que habían acudido todas las otras personas en el cuarto. Quería saber sobre ella, buscaba información que no le gustaba regalar a la ligera… pero eso ya tenía que saberlo. Nadie en su posición era un libro abierto y ella menos que cualquiera.

Elevó un poco la copa e inclinó la cabeza ante la extraña llama y su cumplido. Le halagaba, sin duda, por lo extraño de la situación y por el reconocimiento que venía implícito. Pero al final de la línea, solo había una pregunta a la que estaba dispuesta a responder y por suerte era una en la que podía permitirse ser sincera. Al fin y al cabo, el pirata ya sospechaba que no le había invitado por la bondad de su corazón.

-Mire a su alrededor; todos nos observan, con mayor o menor habilidad para ser discretos. Me observan a mí, por ser la anfitriona. He venido hoy aquí a tomar posesión legítima de los negocios que hasta hace poco pertenecían solo a mi marido. Muchos han acudido por curiosidad y sé que la mitad no creen que vaya a salir a flote en mi empeño.- Se encogió de hombros y dio un pequeño sorbo al vino.- Se equivocan, sin más. En cuanto a usted, bueno… los rumores le preceden. Buenos, malos, puede que no sean más que chismes. Pero no hay que subestimar nunca el poder de una buena historia. Hoy, esta es la historia que va a contarse entre bambalinas: llegué de la nada y tú llegaste conmigo. Incluso los muebles se apresuraron a servirnos y conversamos en compañía como iguales.- Le clavó la mirada, esbozando una pequeña sonrisa ladeada.- Soy consciente de que la verdad es bastante diferente; le agradezco su presencia.- Acarició brevemente el costado de su copa y casi le pareció oír como ronroneaba. La miró con curiosidad, antes de continuar.- Desconozco qué clase de poder posee que permite toda esta… extravagancia. Y sé que si usted no hubiera aparecido el resultado de la velada no habría sido diferente. Sin embargo, me alegro de que haya venido y me alegro de que la comida haya sido de su agrado. Si algo me place es ser una buena… anfitriona.

No estaba segura de si era la respuesta que buscaba, pero era la que iba a obtener. Era la más cercana a la verdad, si bien quizá velada con algo más de educación. Le estaba utilizando, era un hecho. Pero él había llegado por su propio pie a sabiendas y eso también era algo inamovible. De una forma o de otra, estaba convencida de que ninguno había malgastado la jornada.

Por el rabillo del ojo, vio a Crawford acercarse a paso sosegado. En breves, sería hora de dirigirse a los asistentes. Pero de momento, prefería terminar la conversación… como era debido.

Sus palabras aparentaban sinceridad. Era una lástima que no tuviera dispuesta a compartir conmigo aquello que pocos conocen. Lo es mejor que nadie, nadie está dispuesto a revelar información personal de la nada. Aunque… yo aprecio mucho mas eso que cualquier negocio o tesoro que pudieran ofrecerme. Estamos en un mundo cruel donde el valor de las cosas recae en el precio que se le brinda. Sé que eso es algo que no puedo cambiar. Es parte del balance y del equilibrio. Ying y Yang. Alpha y omega. “El bien y el mal”. Aunque esto último es totalmente relativo y depende de los ojos de cada quien.

Porque al final, todo se resume a quien tiene mas poder.

- Entiendo… - Dije mientras mirándole finamente a los ojos. – Puedo entender por qué estoy aquí. – Suzaku me miraba. Lo hecho, hecho estaba. No podía evitar sentirme incomodo por las miradas que se dirigían a mí. No sabían disimular para nada el hecho de que claramente estaban hablando de nosotros. Logi era mi representación de ira. Este estaba comenzando a enojarse. Tenía el ceño fruncido mientras miraba a los invitados.

- ¿Puedo quemarlos, Alpha? – El homie me miraba esperando una aprobación por mi parte. Yo no dejaba de mirar a Michaela. Quería ver su reacción ante una situación donde un ser desconocido para ella, claramente se estaba molestando por el hecho de que todos estaban mirando de diferentes maneras a su creador.

- Tranquilo, Logi. Hoy no estamos en plan de saqueo. – Dije mientras le acaricia un poco. Era como si fuera algo bastante esponjoso al contacto de mi mano. Aunque solo yo podía hacer aquello, la última vez que alguien intento acariciar a mi fuego, salió bastante quemado. - Le diré lo que veo a mi alrededor, señorita Albás. Veo enemigos. El bajo mundo está lleno de gente incluso peor de lo que puede llegar a ver en el mundo de la piratería. Que, de igual manera, no nos diferenciamos en mucho. Ustedes les gusta estar entre las sombras planeando mil y un cosas. Nosotros no tenemos miedo a tomar lo que queramos sin importar quien este en frente. – Los tres homies comenzarían a sonreír de manera tétrica. - Pero como le dije, no estoy aquí para hablar de lo obvio. Y tampoco quiero sonar grosero, ya que me parece curioso de no conozca sobre las Akuma no mí. Son frutas malditas que brindan habilidades especiales a quienes la consumen, a cambio de no poder nadar en el mar.

>>La que yo he consumido me permite crear a estos amigos que me rodean utilizando el tiempo de vida de las personas, el cual puedo robar. – Todos los objetos comenzarían a tararear al son de la música que sonaba. -  Por ejemplo… - La copa que estaba en mi mano comenzó a desprender la poca esperanza de vida que le introduje. Era como una pequeña esfera flotante blanca que estaba flotando justo al frente de mí. Allí la copa dejaría de vivir, volviendo a la normalidad. – Esto es tiempo de vida robado por mí. Aunque una muy pequeña cantidad. – Tomé el esférico y sin pensarlo mucho lo introduje en mi boca, consumiendo aquella esperanza de vida. – Es una habilidad bastante útil.

- Alpha. – Me miraba Suzaku. – ¿No crees que ella debería pagar el habernos traído aquí solo por quedar ella mejor parada? – Mencionaba la plumífera. Luego, se dirigió a la Michaela. – ¿Por qué debería Kurokami no Alpha pasar por alto tal osadía? – Cada palabra venia acompaña de un enorme sentimiento de orgullo. Yo por su parte, solo sonreía mientras pensaba.

- Quizás tengas razón. – Pose mi mirada junto a la de ella. – Pero sería descortés de mi parte no darle opciones a mi anfitriona. Pero… no aquí… ¿Quizás en un lugar más privado? Además, ella tiene asuntos que atender. Vaya y atienda a sus invitados. Yo puedo esperar. Ademas, muero de ganas por escuchar su discurso hacia los presentes.

Para lo calmo que estaba el pirata, sus acompañantes no parecían habérselo tomado bien. Podía ver la furia en la cara de la pequeña llama y por un momento se preguntó si sería así como de verdad de sentía el hombre. Arrugó la nariz un instante, pero no dijo nada. Al dar la invitación, había dejado claro el tipo de velada que era. Que él hubiera decidido venir a pesar de saberlo no era culpa suya y ofenderse a esas alturas le parecía un tanto hipócrita. Él, como ella, tenía sus intereses. No era nada inusual.

Su corazón se saltó un latido al escuchar al extraño ser pedir permiso para hacer arder a los presentes, pero nada en ella lo delató. Por suerte, el pirata parecía más razonable… al menos al principio. Escuchó sus palabras y no tardó en decidir que no estaba para nada de acuerdo. Ese ir de frente que describía para ella no era más que impulsividad mal llevada. Lo que querían lo cogían cuando lo querían, sin pararse a pensar. Michaela prefería la prudencia y la organización, sin más. No obstante, alzó su copa.

-Hay algo en lo que concuerdo. A nuestro alrededor solo hay enemigos. Quien no lo es hoy puede serlo mañana y el cómo cada uno se enfrenta a esos retos… bueno, es una decisión individual.

Aparcó el tema al igual que él, en primer lugar porque no creía que fueran a llegar a ningún acuerdo y en segundo porque al seguir hablando había dicho varias cosas muy interesantes. ¿Akumas no mi? Nunca había oído hablar de ellas. Atendió a la explicación con grata curiosidad y si bien a priori parecía algo salido de un cuento para niños, la copa que todavía sonreía en su mano contaba una historia muy diferente. Decidió que no le estaba mintiendo, pero el concepto de ''tiempo de vida'' era algo tan abstracto que no pudo visualizarlo hasta que él lo volvió real justo delante de sus ojos. A su alrededor, los murmullos bajaron sensiblemente de volumen y, de repente, ya casi nadie les estaba observando. Michaela esbozó una pequeña sonrisa; los curiosos habían salido escaldados. Ella misma tenía demasiadas cosas rondándole por la cabeza y cuando el ave habló, tan solo alzó las cejas. ¿Osadía? Crawford llegó a su lado, pero le frenó con una mano y se levantó. El pirata tenía razón y era hora de que atendiera a sus huéspedes. Antes de ir, sin embargo, se dirigió a la pájara con tranquilidad.

-Hasta donde sé, Alpha ha llegado aquí por su propio pie. Si la velada no fuera de su agrado, la puerta ha permanecido abierta y a su disposición todo este tiempo; no quisiera retenerle si prefiere dedicar su tiempo a otros asuntos.

Se fue, sin más. Subió al escenario y dedicó una perfecta sonrisa a los asistentes, que aguardaban con interés. De vez en cuando sus ojos volvían al pirata, pero logró corregirse tras las primeras frases. Si para cuando todo terminara seguía allí, podrían hablar en privado. Si prefería marcharse… quizá no fuera tanta pérdida. Sabía que jugar con fuego podía llegar a ser contraproducente y había demasiados factores que no controlaba en esta situación.

Sin embargo, se calmó. Explicó a la flor y la nata del crimen cómo su marido había caído enfermo y cómo ella había tomado las riendas de todas sus empresas y negocios. Cómo el valiente galeón que se encargaba de obtener los especímenes más extraños había caído a pique. Cómo en esos mismos momentos sus hombres estaban reclutando una nueva tripulación para formar y enviar a los mares; ni una sola orden sería retrasada más de lo necesario y de ahora en adelante el cuidado a cada uno de los ejemplares sería la prioridad en todo momento.

Para cuando acabó de hablar, había no pocas caras interesadas. Finalizó pidiendo a los asistentes que se dirigieran a Crawford en caso de que quisieran solicitar algo en concreto y pidiéndoles que disfrutaran de la fiesta. La música volvió a sonar y ella abandonó la sala tras saludar al pirata. Si quería hablar en privado, sería descortés no permitírselo. Se dirigió a un pequeño salón conformado con varias estanterías llenas de libros, dos butacas y una pequeña mesa redonda entre ambas. Se sentó en una y cerró los ojos un instante. Estaba siendo una velada bastante… cargada.

Suzaku frunció el ceño ante la respuesta de Michaela. – Tu… humana. – Antes de que la plumífera pensara siquiera pensar o decir algo, le tire una de mis miradas de inconformidad. La plumífera de percato de ello y prefiero simplemente dejar pasar el asunto. Ella se fue. La comida poco a poco seguía llegando a mi mesa. Tanto yo como la plumífera seguíamos comiendo, pero ella estaba bastante inconforme. – Odio a esa mujer, Alpha. – Decía la plumífera mientras comía.

- Lo sé. Después de todo, somos uno. – Dije llevando un trozo de filete a mi boca. – Tenemos que admitir que tiene coraje. Pero eso podría costarle la vida si no sabe dónde ni cuándo mostrarlo.

- ¿Cómo ahora? – Pregunto Thor. – Es raro que dejes pasar este tipo de cosas por alto, Alpha.

- ¿Qué gano yo matándole? – Pregunte a los tres homies. - ¿Dinero? ¿Fama? ¿Renombre? ¿De cuándo acá a mí me interesan este tipo de cosas, queridos míos? Si todos son parte de mí, quiero que me digan cuales son las cosas que me importan.

- Libertad. – Dijo Thor.

- La familia. – Añadió Logi.

- Disfrutar de la batalla. – Acoto Suzaku.

- ¿Y ella me esta privando de alguna de ellas? – El silencio de los tres fue lo único que recibí como respuesta. – Ella es una mujer interesante e intrigante. Veamos qué es lo que tiene que decir al público. - Comenzó el discurso de Michaela. El comienzo fue bastante interesante, ella platicaba el cómo había llegado a sustituir a su marido, el cual cayó bajo caído enfermo. Luego comenzó a hablar de sus negocios. Todo iba bien… hasta que menciono una palabra que no tenía que pronunciar. Los tres homies me miraron infracto, ellos sabían lo que ocurría cuando yo llegaba escuchar algo correspondiente a ese tema.

-¿A-Alpha? – Suzaku me picoteaba un poco. Yo trataba con todo mi corazón de no caer en una furia total. Incluso Logi, que compartía aquel sentimiento contigo. El fuego estaba asustado por que sabía muy bien lo mucho que yo odiaba los negocios con seres vivos, ya fueran animales o personas. Y mi cara no disimulaba para nada mi mal genio en ese momento. – Alpha, tú mismo lo dijiste. No estamos en plan que saqueo y no estamos en un terreno ventajoso para comenzar una pelea. Cálmate. – Respire profundo. Suzaku tenía totalmente la razón. No era el momento y no podía dejarme llevar por el enojo. Pero tengo mis razones para estarlo. ¿Qué opinaría mis hermanas amazonas de esto? Yo estoy aquí frente a alguien que trafica con animales. Ellas no estarían muy contentas, eso lo aseguro.

Y créanme, yo tampoco lo estoy.

-Tienes razón. – Fue mi respuesta. Botella se acercó hacia mí y yo la tome. Di un profundo trago directamente de ella. Fondo blanco. Logre calmarme y bajarme los humos. Claramente podía dejar pasar por alto el hecho de que ella me invitara solo para quedar bien. Porque al final de cuentas, ella tenía razón, la decisión la era totalmente mía.

Pero esto… no lo pasare por alto.

-Espérenme aquí. – Me levanté de la silla y me dirigí al lugar donde se encontraba la dama del momento. Allí estaba ella. Sentada, como su estuviera esperando algo. Y ese algo definitivamente era yo. – Maravilloso discurso. – Dije. Avance hasta llegar hasta ella y luego me senté justo al frente. – Puedo decir que hoy calmado un poco mi curiosidad con respecto a saber quién es usted. Una lástima de lo su marido. – Aun le miraba con amabilidad. – Ciertamente tiene razón. Yo he decidido venir por cuenta propia. De antemano, agradezco la invitación… pero. – Mi mirada ahora se tornaba fría y sin sentimiento alguno. – Lamentablemente usted tiene negocios los cuales no comparto y estoy totalmente en contra, Michaela. – Era la primera vez que la llamaba por su nombre. Esperaba que ella entendiera la seriedad del asunto. – No tiene ni idea lo mucho que odio que negocien con la libertad de los seres vivos. – Mi brazo derecho tomo el borde de la mesa. Lo estaba apretando con tal fuerza que comenzaba a agrietarse. –Si quiere que pase esto por alto, no le saldra gratis. Quiero saber cuantos años de su vida esta dipuesta entregarme para que yo haga de la vista gorda justo ahora.

De alguna forma, podía notar la mirada del ave clavada en su nuca mientras se alejaba. Pareció calmarse mientras se dirigía a los presentes, pero supo que la tregua había terminado cuando en vez de la del ave fue la de Alpha la que se clavó en ella. Sin embargo, retuvo las ganas de suspirar y acabó el discurso. ¿Qué había ocurrido ahora?

Sabía que iba detrás de ella cuando se dirigió a la salita privada. Era lo mejor, en realidad. No había por qué darles un espectáculo a los invitados. Mentiría si dijera que no estaba nerviosa, pero los nervios de poco le servirían. En lugar de agobiarse, notó su corazón latiéndole en la garganta y dio las gracias. Prefería siempre y ante todo estar viva y asustada antes que tranquila y enterrada. Tras coger aire una última vez, se dio la vuelta y se enfrentó a la mirada de reproche del pirata.

No, no era reproche. Mientras hablaba más y más se dio cuenta de que le estaba mirando con odio y, por suerte para ella, no tardó en darle sus razones. Ah, así que ese era el problema. No la odiaba a ella, si no a lo que representaba. Era justo, al fin y al cabo. Por desgracia, había ido tremendamente rápido a buscar algo que le tapara los ojos. Qué asco. Suspiró. Desearía estar sorprendida, pero no lo estaba. Y aunque era consciente de que justo ahora era cuando debería estar temblando de miedo, solo podía sentir desdén.

-¿Cuántos? – Preguntó, frunciendo el ceño y clavándole la vista. El hombre tenía tal ira dentro que estaba agrietando la mesa y aún así tenía la osadía de hacerle esa pregunta, esa oferta. Nadie estaba a salvo de la avaricia, pero él estaba haciendo gala de una hipocresía tan grande como su ego.- ¿Cuántos años valen el que te des la vuelta y cierres los ojos? ¿Cuántos años valen todas esas vidas por las que dices preocuparte? No. Esa no es la solución.- Bajó el volumen y miró a su alrededor. Ella debería estar al llegar. No le gustaban las muchedumbres, pero solía unírsele después.- No voy a sobornarle, Alpha. No tendría ningún sentido. Si lo que quiere son años de vida siéntase libre de regresar a la sala y escoger a cualquiera de los invitados; puedo asegurarle de que no obtendrá un no por respuesta. Pero no utilice una excusa tan vulgar para conseguirlos.

En realidad, entendía, o al menos suponía, que los que quería eran justamente los suyos. Bien por algo que desconocía bien por ser un sibarita; no era algo descabellado, viniendo de un pirata. Incluso aquel que coge todo lo que gusta sin medida acaba desarrollando ciertas preferencias. De una forma u otra, si los quería, tendría que arrancárselos. En su opinión, ya había perdido demasiados.

Aurum había llegado a la sala en algún punto de su pequeño discurso. Michaela sonrió y le tendió el brazo para que trepara. La serpiente del maíz se enroscó a gusto hasta descansar cómodamente entre su hombro y la butaca, mirando con curiosidad a Alpha. Ella se dedicó a acariciarla mientras seguía hablando, con algo más de tiento. El pirata había hablado por impulso y no había terminado de pensarlo, pero eso no era motivo para no comportarse de forma civilizada. Al fin y al cabo, tenía una imagen que mantener.

-¿Sabe lo que es un nicho de mercado?- Preguntó, con delicadeza.- Es algo inevitable. Si considera que matarme aquí y ahora salvará las vidas que tanto le preocupan, le invito a hacerlo. Le garantizo que, al menos en estos momentos, carezco de medios para protegerme.- Aurum la miró, intrigada, antes de volver a relajarse.- El problema es que, antes o después, aparecerá otra persona dispuesta a retomar el negocio… como yo he hecho con mi marido. Ni siquiera soy la única proveedora y por desgracia, tengo la total certeza de que incluso si matara a todos los vendedores y todos los clientes, saldrían más en cuestión de días, de hasta debajo de las piedras como se suele decir. No es algo que sea posible frenar.

Hizo un gesto y dejó pasar a Crawford, que estaba en la puerta. Le pidió que trajera una cosa y en cuestión de segundos le tendió al pirata un grueso libro.

-Lo que tienes en las manos son las directrices de la nueva tripulación a mis órdenes. Como puedes ver, mis estándares son impecables… al menos todo lo posible en este negocio. No hacemos daño a las criaturas a la hora de capturarlas. No separamos a madres e hijos. Las condiciones a bordo del barco en cuanto a higiene, ejercicio y nutrición son las mejores a las que se pueden aspirar.

Dejó que se quedara el libro. De todas formas, tenía copias de sobra. Eso era a lo que aspiraba, pero sabía que formar a la tripulación iba a costar un poco. De todas formas, pensaba intentarlo siempre y cuando no muriera esa noche. Cada vez era más consciente de que era una posibilidad real.

-Entiendo su postura al respecto. Hasta cierto punto, la comparto. Me gustaría que esto no fuera necesario; pero si la gente va a seguir pidiendo, prefiero dar respuesta bajo mis propios términos. Con algo de suerte, pronto otros proveedores se verán en la bancarrota. O, por lo menos, se verán forzados a imitarme. –Volvió a clavarle la vista al pirata, curiosa.- Eso es todo lo que tengo que decir. Lamento que no sea lo que esperaba.

De alguna forma, el pirata no fue capaz de contestarle. Aguardó un rato, mientras miraba el libro de directrices que le había pasado. Sin embargo, al final se impacientó. El ave todavía le estaba taladrando con la mirada, pero haciendo caso omiso se levantó.

-Por favor, tómate el tiempo que necesites. He de volver a la fiesta, pero será un placer retomar esta conversación cuando gustes.

Fuera, fue recibida por sus comensales. La música había sido un éxito y todo el mundo parecía estar disfrutando de la velada. Echó un ojo mientras paseaba por el lugar, tomando buena nota de todos los presentes. Como solía suceder en eventos de ese estilo, la muchedumbre había acabado por juntarse en pequeños grupos. Algunos estaban formados por gente que ya se conocía de antaño, otros acababan de encontrarse. Prestó especial atención a los segundos; nuevas alianzas, nuevos contactos, nuevas facciones a las que ignorar sería un tanto irresponsable. Era mejor saber quién se estaba codeando con quién.

Myers apareció poco después. Lleva consigo las fichas de los hombres a los que había reclutado y los detalles del nuevo galeón que surcaría las aguas. Esta vez no se limitarían solo al North Blue; todos los Blues serían susceptibles de hacer un encargo con ella. Supervisó personalmente a los hombres, por supuesto. Descartó a varios, hizo algunas sugerencias y organizó un encuentro para la mañana siguiente; los visitaría y se aseguraría de que fueran de fiar. Luego zarparían y pronto empezarían a ver los beneficios. No tenía ninguna duda de que podía llevar el asunto mil veces mejor de lo que lo había hecho su marido. Era demasiado consciente de sus errores como para cometerlos de nuevo.

No, bajo su mando toda la mercancía sería de una calidad excepcional. No habría nadie que pudiera hacerle sombra. Poco a poco, iría construyendo algo propio y si todo iba bien, pronto nadie podría quitárselo. La libertad que ahora apenas empezaba a saborear en seguida pasaría  a formar parte de su desayuno, comida y cena. Y solo entonces quizá, y solo quizá, empezara a darse por satisfecha.