Encuentros a la luz de la hoguera (Presente privado) (Anagumitsu/Berry)

El entrenamiento marchó a buen ritmo, durante aquel mes del palo y el haki Berry se dedicó a desarrollar técnicas por su lado tras supervisar a Anagumitsu. Así, no solo aprendió a utilizar escamas de piedra para ayudar a su ya basta resistencia a costa de sacrificar un poco de su movilidad si no que finalmente encontró la manera de usar su veneno de una forma ofensiva y sin sentirlo como una trampa. Si bien no era la manera mas elegante, tras escupir sus manos una gruesa capa de veneno recubría sus garras convirtiendo sus golpes electrificados en algo mucho más peligroso al contacto.

Claro que Berry desconocía que efecto causaría su veneno ante un cuerpo, ya que entrenar contra las piedras y árboles del lugar no mostraban ningún progreso evidente. Al parecer el veneno tenía una función más sútil en lugar de quemar o castigar la zona afectada mediante un efecto grotesco. Día tras día Berry mejoró en la utilización de ambas técnicas, las escamas surgían casi instintivamente y el veneno ya no era tan complicado de producir como los primeros días.

Cuando recuperó la noción del tiempo, su compañero tejón ya dominaba el haki de armadura al menos en una práctica. Era capaz de recubrir objetos y además emplearlo en su cuerpo casi a voluntad pero todavía le costaba entrar al corriente. Tras volver al campamento y antes de dormir, la marine pensó en un entrenamiento adecuado para finalmente dar por graduado a su compatriota.

El sol anunció un nuevo día y la zorra se había levantado un tiempo antes para ver el amanecer. Tras estirar su cuerpo, observó a su compañero con una sonrisa, definitivamente tenía planeada una aventura para ese día.

—Estuve leyendo hasta tarde anoche. ¿Qué? ¡Sí se leer! Pero lo importante es que encontré información sobre una especie de lagartos de esta isla. Son bastante rudos y estamos en la época de apareamiento de la especie. Si combatimos solo te rompería más huesos pero estos lagartos no te dejarán tan mal y también estaré entrenando contigo. ¡Es sencillo localizarlos!—

La zorra entonces guió al mink por la isla hasta llegar a un barranco, tras un largo cuerpo de agua podían verse aquellos gigantescos lagartos semejantes a caimanes. Algunos peleaban entre ellos y otros simplemente tomaban el sol, su tamaño era similar al de los minks y erguidos podían sacarles una cabeza o dos en cuanto a tamaño.

—Pelearemos contra las hembras, utilizando todo lo aprendido. Si nos rodean, yo me ocupo y tu prioridad es sobrevivir. No te expondré a mucho peligro porque es mi tarea mantenerte vivo.—

Berry crujió sus nudillos mientras se preparaba para lanzarse a la carrera contra los caimanes. Si bien era un entrenamiento extremo era lo mejor que se le ocurrió, los otros animales de la zona no sonaban tan indicados o durables como esas criaturas de tres metros cuyas escamas eran tan gruesas como para soportar balas. Si lograban cazar a alguno cenarían como reyes esa noche.

Llevaba varios días viendo a la zorra escupirse en las manos, aquella sustancia me tenia intrigado, así como sus escamas. Veía como entrenaba sin descanso, como si algo fustigase su espalda, sentía esa emoción que compartíamos por mejorar, “Tal vez antes de que nuestros caminos se separen la pida unos viales de esa sustancia, fijo que le encuentro utilidad química.”, pensé mientras la seguía camino al nuevo entrenamiento.

Mientras el tiempo pasaba tratando de aprender a usar el haki e imbuir mis armas comencé a pensar que no solo es haki lo que puedo mover o canalizar, gases, mi fruta… poco había experimentado con ella, pero tras varios días comencé a juntar y explorar con distintos gases alrededor de mis cuchillos tácticos. Petardeaban al hacerles pasar el electro con mayor o menor virulencia, hasta que estudiando química básica una noche lo recordé, gases nobles, plasma y gracias al uso de argón y el electro tras casi una semana de ensayo y error los filos comenzaron a comportarse como esperaba de ellos, parecía que el entrenamiento iba dando sus frutos. Hora de continuar.

Mientras nos dirigíamos a la zona de entrenamiento, Berry iba hablando de unos lagartos y no se que mas cosas, pero no podía para de tomar notas de toda la naturaleza y vegetación que estábamos viendo a nuestro alrededor, esta isla era una locura, “¿Cómo podría tener tiempo para estudiar tantas y tantas maravillas?”, mascullé entre dientes, parece que al final todo consiste en matar unos lagartos, si bien es cierto que no suelo verle el motivo a la violencia sin sentido su carne y piel pudrían ser bien usadas para reponer mis suministros de alimento.

Tras varias horas de larga caminata por la selva llegamos a un barranco, y allí en el lago estaban los caimanes mas grandes que podría haberme imaginado, supongo que es como es esta marine y no va a cambiar ahora, vaya entrenamiento...

Entonces sin casi mediar palabra la teniente crujió sus nudillos, como expectante ante mi forma de actuar. La mire, preparé mis garras y mis armas, concentré mi haki de armadura, de observación, activé mi electro y como un cohete de corto alcance volé en linea recta hacia el caimán mas cercano. Pensaba matarlo antes de que la zorra me alcanzase, tenía que aprender a respetar a los civiles y nuestra letalidad.

Entonces golpeé con mis cuchillos lo mas fuerte que pude contra el cuello del caimán, apenas brotó un poco de sangre y salí despedido varios metros por los aires, perdí la concentración y quedé flotando aturullado, el caimán se revolvió y me miraba de forma agresiva. Joder, iba a costar ganarse la cena...

Berry sonrió al ver como su compañero se lanzaba contra uno de los caimanes solo para ser repelido y quedar flotando sorprendido por la fuerza de estas bestias. La mink no elegiría rivales sencillos para entrenar ya que los rivales más flojos no ayudarían a progresar en ningún ejercicio.

Se vendó los ojos con un trozo de tela para luego ponerse en guardia y utilizando su haki de observación ubicar a sus enemigos quienes comenzaron a lanzar ataques con sus garras, bocas y el más peligroso con sus largas colas. La mink no tuvo problemas en evadir estos primeros intercambios, aunque se había percatado de lo complicado que sería evadir sus colas ante un grupo grande y por tal motivo inició su propia ofensiva.

Su haki de observación le ayudó a ubicarse mientras su puño chocaba contra las escamas de uno de sus oponentes. El choque del electro contra las escamas se sintió como un chirrido que distrajo a otros lagartos, mientras la sangre de la criatura no tardó en ser expulsada por la boca de la misma, había sido un golpe potenciado por el haki de armadura que hundió las escamas del lagarto en la zona de impacto y le hizo retorcerse.

Esto solo provocó que otros lagartos se apresuraran a golpear a la mink quien les evadió mediante una pirueta improvisada antes de golpear con una fuerza menor sus cabezas, aunque con la suficiente potencia para dejar restos del veneno que fluía por sus puños en  las escamas de cada lagarto haciendo que estos se sacudiesen por tal humillación.

—¿Cómo vas Anagumitsu? Puedes tomarlo con calma si ves que te rodean, tal parece que son bastante protectores entre sí. ¡Pero sería aburrido de otro modo!—

Berry sonrió lamiendo sus garras volviendo a dejarlas imbuidas en la sustancia que nacia desde su saliva y colocando sus puños al frente imbuidos en electro dedicó una postura de combate ante los lagartos. Esta vez eran dos criaturas más grandes y con escamas resecas quienes comenzaban a acercarse desde cada lado a la zorra. El tercero seguía en el suelo escupiendo sangre y temblando tras el fuerte golpe que Berry le había propinado, la mink contemplaba una visión mucho más agradable, en forma de auras que se dibujaban en la oscuridad como miles de estrellas centellantes dentro de la infinidad del color negro, esperaba ver pronto un progreso respecto al haki de observación.

Mis sentidos aún vibraban por el impacto con el caimán. Flotaba en el aire, aturdido y desconcertado, mientras el reptil me observaba con una mezcla de agresividad y curiosidad. Me forcé a recobrar la compostura y regresé al suelo con agilidad, sintiendo la presión del combate a mi alrededor. La teniente Berry, con su característica sonrisa, observaba la escena como si esperara ver algo más que un simple enfrentamiento, pero no observaba realmente, con sus ojos vendados era como si estuviese pendiente de todo y todos completamente privada de la vista. Su haki de observación resultaba impresionante.

"¡Joder, eso sí que fue un golpe!" mascullé, viendo como hacía vomitar sangre de un golpe a otro caimán.

La bestia a la que había golpeado se acercó lentamente, sus ojos fijos en mí. Aunque mi ataque no le causó daño significativo, al menos lo distrajo lo suficiente como para darme tiempo para recuperarme. Me puse en guardia, preparando mis garras y afilando mis sentidos, cerciorándome de tener todas mis armas disponibles. La cena estaba en juego, y no podía permitirme parecer débil ante la bestia ni ante los caimanes.

Berry, con su habilidad y destreza, se desenvolvía en medio de un grupo, su figura esquivando las embestidas con gracia y precisión. Su manejo del haki de observación de forma evidente, localizando a sus enemigos incluso con los ojos vendados. Cada golpe que lanzaba estaba potenciado por su haki de armadura, creando estragos entre los reptiles. Observé maravillado cómo controlaba la situación, dejando una estela de golpes en las pieles de duras escamas de los animales.

"Anagumitsu, ¿Cómo vas? ", se intereso Berry.

Respiré profundamente, sintiendo la energía recorrer mi cuerpo. Activé mi haki de observación, tratando de emular la maestría de mi maestra. Las auras de los lagartos se revelaron ante mí, pero aún me costaba discernir los detalles. Era como intentar ver a través de un velo oscuro, pero estaba decidido a mejorar.

Me concentré en la sinfonía de la batalla a mi alrededor. Los caimanes se movían con rapidez, sus colas y garras buscando cualquier apertura. Tomé una respiración profunda, dejando que el haki de observación guiara mis movimientos. Esquivé un ataque lateral, girando con agilidad y respondí con un rápido contraataque. Mis cuchillos chocaron contra las escamas de uno de los lagartos, y una sensación de satisfacción recorrió mi ser.

Sin embargo, la batalla estaba lejos de ser ganada. Los caimanes, ahora más irritados, redoblaron sus esfuerzos. Me vi rodeado, con sus colas amenazando desde todas las direcciones. Mantuve la calma, recordando las lecciones de Berry sobre la importancia de la observación y la adaptación.

Mi haki de observación se intensificó a centrarme en sobrevivir. Pude percibir las sutilezas en los movimientos de los lagartos, anticipando sus ataques. Respondí con movimientos rápidos y precisos, esquivando las colas y asestando golpes certeros. La lucha se convirtió en una danza caótica, con destellos de electro iluminando la escena.

Los lagartos, ahora heridos y confundidos, comenzaron a retroceder. Aproveché la oportunidad para lanzar un último ataque, canalizando mi electro a través de mis cuchillos. La electricidad surcó los filos restallando con el Argón, se convirtieron en dos hojas de plasma ardiente que restallaban de electricidad como mil pájaros cantores. Entonces con un movimiento mas por instinto que planificado esquivé un mordisco del primer caimán al que había enfrentado y le caí a horcajadas en la nuca golpeando con ambas armas, fue como si viera el lugar, ahí entre la dura piel, como si se alinease un momento de claridad mental. Todo en mi ser clamaba por la muerte de la bestia.

Por fin tras unos segundo de angustiosa cabalgada hundiendo mas y mas mis cuchillos en el tallo cerebral del caimán cayó al suelo muerto.

"Ahora solo quedaba salir de allí sin que me matasen el resto de los reptiles.", pensé mientras me encaraba a ellos dispuesto a seguir esquivando ataques.

Mientras el combate avanzaba la mink pudo divisar el aura del tejón montando a un lagarto, dejó fluir una leve risa interpretando que este también se estaba divirtiendo antes de volver su atención al grupo que entre golpe y golpe estaba domando. Pese a no utilizar el haki de armadura en todos sus golpes al condsiderarlo muy aburrido dado el fatal desenlace del golpe que había dado al principio, las criaturas ahora se veían sometidas por el veneno y al hecho de que los golpes de Berry no necesitaban de haki para ser demoledores.

La mink se dedicaba a golpear con sus garras tras aguardar una apertura tal y como tantos maestros le habían enseñado. Ser paciente, cosa que ayudaba a entrenar su haki de observación al reducir sus movimientos a esquivar y resistir los golpes gracias a las escamas de su forma híbrida para luego focalizar su energía en un golpe que apuntaba en dirección a las formas que le rodeaban.

Al conectar el golpe contra la piel escamosa Berry sonreía, dejando a su puño girar mientras el electro se extendía por el cuerpo de los caimanes y el veneno se introducía ante el movimiento que dejaba fluir la ponzoñoza saliva entre las escamas infectando su piel blanda. Tras unos cuantos intercambios, la zorra se quitó la venda de sus ojos para observar su alrededor, conocía que no debía forzar su haki de observación o le comenzaría a doler la cabeza.

Para su fortuna en los meses que entrenó con Anagumitsu comenzó a distribuir mejor su energía y no abusar tanto del uso continuado de sus hakis dando como resultado que ahora no se agotara tanto en los primeros compaces de una batalla. Los lagartos a su alrededor se mostraban recostados en el suelo, pese a parecer mansos realmente estaban furiosos pero sus cuerpos apenas lograban palpitar dado el veneno que habían recibido y la electricidad que todavía chispeaba en sus extremidades.

—Creo que es suficiente para calentar, alargarlo más solo sería contraproducente.—

La mink se dirigió al lagarto más grande y conectando un fuerte golpe cargado de haki y electro a la altura de la nuca hizo estallar un crujido horrible que se sintió en el resto de la zona. Cargó el cuerpo gigantesco de la criatura en su hombro y giró su rostro en dirección al tejón quien seguía rodeado de lagartos pero también había matado a su primer oponente.

—No te exijas demasiado, si lo haces puede que tu cuerpo no lo soporte, es diferente entrenar contra un trozo de madera que hacerlo en movimiento cuando das tu vida en ello. ¡Te espero arriba!—

Berry guiñó su ojo mientras comenzaba a escalar el acantilado con ambas garras habiendo aferrado el cuerpo del lagarto a su espalda mediante un cinto de su uniforme. Esto le permitía parecer un lagarto trepando dado a que el cuerpo del reptil ocultaba por completo su figura, al menos era un entrenamiento de escalada con peso mucho más divertido y original a ojos de la mink.

El golpe resonó en mis oídos como un trueno, y la visión de la criatura abatida a mis pies me llenó de una extraña mezcla de triunfo y agotamiento. El plasma de mis cuchillos tácticos aún fluía, impregnando el aire con su aroma penetrante. Miré alrededor, consciente de que mi victoria momentánea no garantizaba la seguridad inmediata.

Los otros caimanes aún rondaban, sus ojos centelleando con ira y confusión. La teniente Berry mirando mi situación y con un caimán a sus espaldas me gritó, "No te exijas demasiado, si lo haces puede que tu cuerpo no lo soporte, es diferente entrenar contra un trozo de madera que hacerlo en movimiento cuando das tu vida en ello. ¡Te espero arriba!"

Asentí con determinación, consciente de que el peligro aún no había pasado. Me moví con rapidez cortando un gran pedazo del animal, no era tan fuerte como para llevármelo entero, pero una huida con lastre ayudaría a seguir entrenando mis destrezas. Tras asir la pata trasera en alto, salí deslizándome entre los reptiles con agilidad felina. Cada ataque que esquivaba era una danza calculada, cada esquiva una demostración de mi conexión con el haki de observación. La batalla había llegado a su fin, pero aun tenía que huir y solo la determinación me mantenía en pie.

Vi el momento perfecto para huir y un asidero cerca del lugar por donde trepaba la teniente. Use mi fruta para volverme lo mas liviano posible, concentré toda mi fuerza en las piernas y deje fluir electro y haki por mis garras. Tras estos preparativos me impulsé todo lo fuerte posible contra el acantilado. Fue como si volara, hasta el golpe cuando falle al amortiguar mi llegada, sentí como mis garras dolían cada vez que se clavaban en la dura piedra, pero rascando y lanzando metralla fue trepando como pude hasta hacer cumbre y ahora si por fin estas fuera de peligro.

La noche nos envolvía con su manto oscuro, y aunque la batalla había llegado a su fin y ya secábamos la carne de los caimanes al fuego. Juntos, sentimos que aquel había sido un día provechoso de entrenamiento, llevando con nosotros la experiencia de la lucha y la conexión entre dos guerreros unidos por la supervivencia.

La cima del acantilado nos recibió con una vista impresionante del paisaje nocturno. La luna iluminaba el horizonte, revelando la vastedad de la isla y sus misterios. Berry y yo compartimos una mirada significativa, conscientes de que esta noche de entrenamiento había forjado una amistad mas fuerte que los rangos o las capas.

Con dolor en los brazos y aun pensando en todo lo que había pasado estos días saqué mi cuaderno y retomé mis experimentos tratando de sintetizar con mis poderes un gas calmante que nos ayudara tanto en momentos asi como durante intervenciones quirúrgicas. Tras varias horas miré a berry y la dije, "Te importaría respirar fuerte aquí? Es por motivos de estudio." Dije ofreciendo mi mano a modo de mascarilla mientras un gas azulado trataba de entrar en la nariz y boca de la marine.

La brisa nocturna acarició nuestras figuras mientras permanecíamos en la cima, contemplando el mundo que se extendía ante nosotros.

La escalada hasta la cima no fue tan complicada gracias a la fuerza de su tren superior se sintió como un ejercicio común entre los cientos de esfuerzos a los que se sometía. Incluso el lagarto le pareció una presa liviana para verse tan grandote. Sin embargo, Anagumitsu tuvo sus dificultades entre el cansancio y el hecho de no estar tan acostumbrado a los esfuerzos continuados, la zorra aguardó pacientemente al tejón que combinó vuelo con escalada un ejercicio improvisado que sin duda podrían repetir para aumentar la fuerza de sus voluntades en conjunto.

El traslado al campamento no fue riesgoso e incluso parecía aburrido, con Berry recomendando descansos cada ciertos metros para asegurarse de que ninguno de los lagartos le siguieran, eran omnivoros y devoraban incluso a otros de su especie pero para su fortuna su nariz no detectó ninguno y probablemente no les podrían alcanzar dado el barranco que les dividía de aquel sector de la isla.

Mientras la mink se relamía las garras y el doctor se encargaba de la comida al fuego, este le pidió que olfateara su garra ahora convertida en una especie de humo azul. La zorra lo hizo sin negarse y al olfatearlo se dio cuenta que no tenía aroma, ni siquiera el del tejón. Más aún dejó de sentir el delicioso aroma a carne por unos segundos, aunque a los pocos minutos volvió a ella haciendose agua a la boca.

—Mmm, que extraño, siento mi cuerpo relajado como si no hubiera hecho nada en todo el día. Incluso el pequeño dolor de cabeza se me ha ido, podría ir a correr o golpear casco de barco toda la noche que no sentiría nada.—

La zorra miró el gas, reconociendo que era un calmante que le gustaría tomar cada tanto, en especial cuando se excedía en una pelea o tomaba la peligrosa decisión de actuar como carnada. Sin embargo, el lagarto estaba listo y como un cachorro se volvió en cuatro patas cortando o más bien desgarrando un trozo con sus garras.

No tardó en lanzarlo al aire al notarlo caliente para luego soplarlo en plena caída y atraparlo con ayuda de una de sus camisas continuando con su acción de soplar como loca.

—Auuu, está caliente pero huele tan bien no es justo...—

Se quejó mientras trataba de mordisquear algún trozo como perro que no aprende solo para escupirlo y soplarlo. Tras unos segundos de impaciencia, finalmente pudo incarle el diente a la carne, momento que disfrutó como nunca pareciendo más un canino con ropa que había cazado una presa que una persona con aspecto de animal. Los modales de Berry a la hora de comer carnes salvajes escaseaban, incluso lo hubiera comido crudo de no ser porque el tejón insistió en prepararlo de esa manera.

El calor de la hoguera se entrelazaba con la fresca brisa nocturna mientras observaba a Berry disfrutar de la carne recién preparada. La relajación se apoderaba de la atmósfera después de la intensa batalla contra los caimanes. Aunque mi cuerpo protestaba por el esfuerzo y el dolor persistía en mis extremidades, la sensación de deber cumplido y la camaradería con mi maestra aliviaban el agotamiento.

El gas calmante que había creado, un experimento de tantos que realizaba al cabo del día con los poderes de mi akuma no mi, demostró tener los efectos esperados en la teniente. La escuché hablar sobre la relajación de su cuerpo y la desaparición de dolores y molestias. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro, sabiendo que mis habilidades como médico y científico podían contribuir de manera inesperada a nuestro bienestar y al de mucha otra gente.

"Me alegra que funcione. A veces, un poco de alivio es justo lo que necesitamos después de un día duro", comenté mientras continuaba observando el fuego danzar bajo la luna.

La comida se cocinaba a la perfección, impregnando el aire con su aroma tentador. Aunque mi mente estaba en el presente, mi cuaderno de experimentos yacía a mi lado, listo para recibir nuevas ideas y observaciones. La ciencia y la supervivencia se entrelazaban en esta isla llena de misterios y peligros.

Berry, con su instinto animal, devoraba la carne con ferocidad e inocencia, recordándome la dualidad de nuestra naturaleza mink. La imagen de ella mordiendo y soplando la carne caliente era casi cómica, un recordatorio de que, incluso en los momentos más serios, siempre había espacio para la ligereza y la diversión, supongo que por ese motivo no me resultaba tan difícil convivir con ella.

"Te ves como un auténtico depredador disfrutando de su presa", comenté dejando escapar una risa suave.

La teniente levantó la mirada con sus ojos brillando de satisfacción, una expresión que reflejaba la esencia salvaje que la caracterizaba.

La conexión entre nosotros se fortalecía con cada desafío superado y cada momento compartido. La noche parecía extenderse infinitamente ante nosotros entre las volutas de humo de pipa, el café de puchero recién hecho y el sonido del rasgar de mi pluma en el papel, ofreciendo un espacio para la reflexión y la camaradería.

Después de compartir la comida y las anécdotas del día, la conversación se deslizó hacia nuestros propios objetivos y motivaciones. La marine compartió algunas anécdotas de sus experiencias pasadas, revelando la complejidad de su vida en el cuerpo y sus dificultades como mink. Mis oídos se abrieron a sus palabras, absorbido por la historia que se desarrollaba frente a la candela.

"Cada uno de nosotros tiene sus propias razones para estar aquí", comenté, mirando las llamas danzar. "A veces me pregunto si las islas en el Grand Line atraen a personas como nosotros, con deseos de superación y descubrimiento o si es todo azar y casualidad.", reflexioné exhalando una bocanada de humo.

Berry quedó pensativa, sus ojos reflejando la luz del fuego mientras se sumía en sus pensamientos. La sensación de comunidad que se había forjado entre nosotros se volvía más palpable con cada palabra compartida.

La noche avanzaba, y la conversación fluyó entre risas y reflexiones. A medida que las estrellas poblaban la negrura del firmamento, la idea de un futuro incierto se apoderaba de mi mente. Con el tiempo, la fogata se redujo a brasas incandescentes, y la quietud de la noche envolvía el campamento. La fatiga finalmente se hizo de nuevo presente, pero la sensación de estar con un aliado leal y la promesa de un nuevo día repleto de desafíos mantenían mi espíritu alerta.

"Creo que es hora de descansar. Mañana será otro día.", propuse levantándome con gracia sin usar las manos.

Acomodé mi cuaderno con cuidado, guardando las ideas y observaciones de la jornada. Mientras me recostaba para descansar, una sensación de gratitud me envolvió. La isla, con sus peligros y maravillas, se extendía ante nosotros, ofreciendo la promesa de un viaje único e inolvidable.

Bajo el cielo nocturno y al arrullo de las olas, cerré los ojos, dejándome llevar por la melodía de la naturaleza. La aventura continuaba al amanecer.

La noche se pasó volando entre charlas y comida, Berry apenas recordaba las últimas historias al momento de recostarse y dormir plácidamente tras un día tan extenuante. Tardó en despertar al día siguiente pero tal y como marcaba la rutina que habían seguido durante el mes de entrenamiento tocaba un día de descanso.

Como habitualmente la mink salió de su tienda con una ropa relajada mientras tomaba algo del lagarto para desayunar, sus prendas consistían de una camisa y un pantalón corto, prendas que apenas abrochaba aunque luego de relajarse y jugar con su pelota decidió sentarse en la orilla de la playa para cerrar sus ojos. Sus orejas seguían atentas a su alrededor pero el agua tocaba sus pies sin causar mayor reacción.

Para Berry era un entrenamiento tedioso y complicado, el entrar en meditación, en un estado de paz le era complicado. Sus ganas de rascarse, morderse o moverse le solían distraer pero tras unos minutos de intentarlo finalmente su haki de observación le respondio sintiendo las auras a su alrededor.

La oscuridad se inundaba de colores, el color de Anagumitsu, el de los pájaros, los insectos y seres vivos a su alrededor que se vislumbraban como estrellas aglomeradas a su alrededor. Lentamente las galaxias que en un primer momento se veían difuminadas, habían mutado a una forma más compacta y definida.

Era evidente que su uso y el mes de entrenamiento le habían ayudado a desarrollar este sentido a un nivel mucho más preciso que antes, incluso en los entrenamientos con Anagumitsu y el hecho de exponerse al peligro.

Abrió sus ojos, sin saber cuanto tiempo se había mantenido en aquel trance tratando de expandir las auras a su alrededor o detectar algún ataque. Se levantó y estiró su cuerpo mientras se sacudía el agua de su pelaje como un canino retornando a su hamaca en posición cuadrupeda.

Sentía curiosidad por ver lo que Anagumitsu haría ese día, por lo general se la pasaba entre libros o probando medicamentos en las heridas del entrenamiento. Supuso que pronto se presentaría con algún gas o medicina para que ella tomase, Berry siempre estaba dispuesta a exponerse en defensa de algún civil asi fuese para protegerlo de si mismo. Después de todo su cuerpo no era débil y podía aguantar bastante castigo que a muchos le resultaría letal.

Según la rutina que habían mantenido desde que entrenaba con Berry debería ser día de relax, para la Mink significaba jugar como un perro en la playa, pero para mi tenia un significado mas profundo. Era el momento de actualizar mis investigaciones, pasar a limpio mis bocetos y escritos a sobre la marcha y lo mas importante de todo era el momento de la experimentación. Berry era el tapiz perfecto donde probar distintos gases, aguantaba bastante, por lo que podíamos llegar bastante lejos en los riesgos asumidos in vivo.

Con mi café humeante y pipa encendida en mano la hice venir a mi jergón al lado de la hoguera. Tenía ya desplegados un montón de cuadernos y determinadas formulas químicas. Algunos viales de medicamentos de emergencias y unos kits de primeros auxilios básicos.

“Hoy me gustaría terminar algunas de mis investigaciones usándote a ti de sujeto de pruebas”, dije mientras la indicaba donde sentarse. “Finalizaremos con la última versión del gas que ya probaste ayer. Así podrás dormir y descansar después del duro día que tenemos ante nosotros. Comenzaremos con una prueba de resistencia al corte.”, comenté sacando uno de mis cuchillos. Recubrí su filo en un flujo continuo de argón y lo encendí. Rápidamente la hoja se convirtió en material quirúrgico u ofensivo de primer nivel.

Pedí a la marine que se transformase para valorar el poder de penetración de mis cuchillos, recolectar una muestra de escamas y plumas y valorar el cierre de la herida una vez deshecha la transformación. Berry fue muy servicial, asumió con entereza la extracción de muestras y el filo cumplió a las mil maravillas. La piel escamosa de esfinge era dura pero el filo penetró no sin dificultad en su base permitiéndome sacar una escama como muestra, el plasma no solo hizo que el corte fuera mas sencillo si no que la herida ni sangró. Continué con la batería de pruebas, extrayendo viales de forma metódica.

Eventualmente llegó el momento de jugar a lo grande con los gases, llevé a la teniente casi hasta la hipoxia en varias ocasiones creando una burbuja sin aire alrededor de su cabeza, tratando de expandir el área lo mas posible cada vez, dejando distintos gases en su interior. Tras dejarla reponerse durante una hora, pasamos a la prueba mas arriesgada del día.

“Lista para hacer historia en la medicina? Cuando el dolor sea demasiado para ti, dímelo y te sedaré para comenzar con el tratamiento contigo inconsciente y que pases lo peor sin dolor. Y si, se que eres muy fuerte y si doy por hecho el dolor. Tranquila, no es una deshonra gritar con lo que estas a punto de respirar.”, la preparé con mi tono mas tranquilizador. Gracias a las muestras de veneno obtenidas de la teniente en estas semanas he podido analizar el comportamiento de su veneno y aplicarlo a nivel químico a mi neurotoxina. Ya no es su veneno, pero me sirvió de base para escribir las moléculas que hacen mas eficiente mi gas.

La aplicación pasó por una dosis superior a la que debería generar un dolor inmenso y parálisis nerviosa, pero tratando de no llegar a lo que estimé una dosis letal. Supongo que esto es un poco mas fe que ciencia exacta dado el hecho de ser un experimento con alguien como Berry.
La Mink lo ha tolerado especialmente bien, se nota que es dura y cabezota, no ha quedado totalmente paralizada ni ha roto a llorar hasta pasada hora y media del inicio de la sudoración fría, con todo hasta pasada otros 32 minutos no ha pedido la anestesia. He recopilado unos datos maravillosos.

Tras administrarla gas somnífero como para operarla a corazón abierto sus constantes se han normalizado. Esto indica que mi gas anestésico es lo suficientemente potente como para acallar el dolor nervioso mas insufrible, esta prueba es un doble éxito en mi camino. Supongo que me toca cuidar y evitar que la teniente se muera. Bueno, paños húmedos, carbón activado y rezar pro no haberme pasado de la dosis. Si no se muere en las próximas 3 horas fijo que mañana vemos el amanecer juntos. Aunque dudo que la resaca le de buenos sueños.

Así, me preparé una gran olla de café, mi pipa y un enorme trozo de carne asada, mientras me encargaba de mi ayudante improvisada. En ese momento un pensamiento cruzó fugaz por mi mente sorprendiéndome incluso a mi, “Espero que no se muera…”, y esa idea se quedó flotando en el ambiente como una voluta de humo.

Berry accedió a las pruebas, no le costaba generar sus escamas o veneno gracias a las técnicas que había desarrollado. Siendo que al poco tiempo se encontraba en aquel juego de mantenerse consciente sin respirar, era buena resistiendo la respiración y aunque algunas veces la prueba le fue complicada al final de cuentas lo había hecho bien según el tejón.

Tocaba entonces la parte de ser un "hito de la medicina" palabra que a Berry le agradaba al siempre soñar con ver su nombre en algún libro o historia importante. Al parecer nuevamente se trataba de resistencia aunque esta vez del dolor, su cuerpo era bastante bueno en eso y si bien una parte de ella dudaba, confiaba en el criterio de Anagumitsu.

Los primeros momentos fueron leves, no tuvo reparo en mostrarse molesta cuando la garganta comenzó a punzarle y su actitud cambiase al confundirlo con un estado gripal, gruñendo y rechinando sus dientes pese a que el dolor le hiciera chillar como un perrito que le pisan la cola.

La mink continuó cambiando entre estados alterados y chillidos hasta que el dolor comenzó a ocupar demasiados pensamientos e hizo la señal para dormir. Si bien todo su mundo se puso oscuro el dolor en su cuerpo se sintió incluso en sus sueños, hasta que estos fueron profundos y confusos.

De repente se encontraba luchando contra el general chocolatoso, un enorme gigante de flan ardiente que buscaba conquistar al pueblo galletita pero Berry se habia comprometido a no dejarlos caer. El gigante era un poderoso enemigo que podía escupir azucar derretida y sus puños eran del tamaño de una montaña.

Mientras el cuerpo de Berry pateaba y golpeaba dormido a causa de su malestar en su mente se libraba una batalla épica en contra del villano más dulce del mundo gelatinoso. La zorra estaba contra las cuerdas en su batalla, pero en ese momento recordó que el flan en efecto puede comerse y ella no había cenado por lo cual se lanzó hacia el gigante con su boca bien abierta.

Despertó con el sol de la mañana de frente, su boca llena de arena y una sensación de resaca que le impedía recordar que había hecho la noche anterior. Su cabeza le dolía y su estónago daba tumbos pero estaba de vuelta en una pieza, en la playa y con el tejón a un costado.

—¿Y la gente galletita? ¿El general chocolatoso? ¿Cuánto bebí anoche?—

La mink se levantó lentamente frotando su cabeza, su cuerpo estaba adormecido y algo mareado, tardó en recomponer su postura escuchando los consejos del tejón para purgar los restos de su cuerpo. Fué entonces que los recuerdos comenzaron a llegar mientras se adentraba en los ejercicios de rehabilitación, las palabras sobre hacer historia y los datos que Anagumitsu había dicho recopilar gracias a ella.

Al atardecer mucho más repuesta, la mink consumió un poco de la sopa de lagarto que había sobrado y sus ojos rojos se clavaron en el tejón, era tal vez la última tarde que compartirían antes de seguir su rumbo a la mañana siguiente. Su rostro sonreía al haber ayudado a un civil a ser mejor, tanto como guerrero como médico pese a no entender demasiado de ese segundo mundo. Aunque en un principio el tejón resultaba arisco, ambos habían llegado a sentirse parte de una misma tribu. La zorra estaba cerca de casa una vez más, había algo que le decía que Anagumitsu era algo similar a un recordatorio de sus origenes y que gracias a esto, no debería tener preocupaciones respecto a su tribu en un futuro.

—¿Qué tal un tatuaje tribal hoy que es luna llena?—

Insistió la mink mientras buscaba en su tienda una crema envuelta en una tela hecha de lana, un decolorante que volvía dorado el pelaje negro. La mink simplemente lo aplicó en forma serpenteante en su costado derecho, creando una especie de S cuyas puntas se anillaban en círculo, según lo explicado simbolizaba su experiencia con el tejón. Sin mediar más palabras le tendió el pote al mink, no le importaba si participaba o no, para ella era su forma de despedirse antes de zarpar al día siguiente.

La mañana se deslizaba suavemente hacia la tarde mientras Berry se recuperaba poco a poco de los últimos efectos del veneno con sopita y descanso. Observé con curiosidad mientras la mink aplicaba el decolorante en su pelaje. La crema, envuelta en la tela de lana, se deslizaba en movimientos sinuosos, creando una figura que parecía danzar con la luz de la tarde. Sus palabras resonaron en el aire tranquilo, invitándome a unirme al rito de despedida.

"Tal vez sea hora de llevar algo que me recuerde a esta aventura", murmuré mientras aceptaba el pote con una sonrisa agradecida.

Aunque mi experiencia con los tatuajes y la modificación corporal era limitada, la propuesta de la teniente resonó en mi interior. Aquel diseño que ella había elegido no solo representaba la conexión entre nosotros, sino también la superación de desafíos y primera impresiones.

Con cuidado, comencé a aplicar el decolorante siguiendo las indicaciones de Berry en el exterior de mi biceps. La textura suave de la crema se deslizaba entre mi pelaje azabache, y el aroma peculiar del potingue llenaba el aire. Mientras trabajaba en el diseño, mis pensamientos se sumergían en las experiencias compartidas, en las lecciones aprendidas y en la amistad que había florecido en este rincón del mundo.

La crema hacía su magia, transformando mi pelo en un tono dorado que resplandecía con los últimos rayos del sol, mas incluso que el dorado de mi melena. El diseño serpentino tomaba forma, entrelazándose con las sombras proyectadas por la luz crepuscular. Era un símbolo tangible de la conexión entre ambos, una marca que trascendería el tiempo y el espacio.

Concluido el ritual, ambos contemplamos nuestras creaciones, dejando que el significado de esos trazos se asentara en nuestras mentes. Sonreí, satisfecho con el resultado, mientras el sol se ocultaba en el horizonte. La luna llena asomaba, iluminando la playa con su resplandor plateado.

"Este tatuaje nos recordará siempre que, aunque sigamos caminos separados, compartimos esta experiencia peculiar", comenté, admirando la figura dorada en mi pelaje. Berry asintió, sus ojos reflejando la complicidad que habíamos construido en este viaje. Era el momento de despedirnos, de mirar hacia el futuro con las lecciones del pasado en el corazón.

La noche avanzaba, y la hoguera que encendimos iluminaba nuestros rostros cansados pero llenos de gratitud. Nos sentamos en la arena, compartiendo silenciosamente los últimos momentos en este rincón de la isla que se había vuelto nuestro hogar temporal.

"Mañana emprenderemos rumbos distintos, pero llevaremos con nosotros los lazos que hemos forjado aquí", pronuncié rompiendo el silencio.

Asintió nuevamente, su expresión mostraba una mezcla de melancolía y determinación. La mink siempre estaba lista para la siguiente aventura, y yo, con mi mente científica y mi corazón guerrero, encontré en ella una escoria marine dictatorial que al final había sabido hacerse querer. Nos sumergimos en la conversación una última vez, compartiendo risas y reflexiones sobre el futuro. La marea susurraba secretos antiguos, y las estrellas titilaban en el cielo nocturno, como faros guiándonos hacia destinos desconocidos.

Cuando el amanecer tiñó el horizonte con tonalidades rosadas, nos levantamos de la arena. Un destacamento de la marina vino a buscarla para escoltarla al barco.

"Hasta siempre, Berry. Que nuestros caminos se crucen de nuevo en esta vasta maraña de islas y mares", dije dándole la mano.

La marine se convirtió en una silueta en la distancia, pero su espíritu y la conexión que compartimos permanecieron grabados en mi memoria. La aventura continuaba, y con cada ola que rompía en la orilla, sabía que la historia que vivimos aquí se sumaba a las innumerables vivencias que me quedaban por disfrutar en el Grand Line.

Así, tras recoger todos mis pertrechos, los subí a mi pequeño barquito y zarpé rumbo a lo que tuviera por delante.