(Privado Nayra pasado) Lo que sucede en la isla se queda en la isla

Estaba en el barco marine, bajando yo solo con la pasarela, mientras me despedía alegre de mis compañeros, con una pequeña bolsa con un mapa, un den den mushi, ropa de repuesto y una cantimplora con agua, el motivo era mas bien sencillo, que me habían dado unos días de permiso y había decidido ir a visitar una isla en concreto, Little Garden, había leído que se trataba de una isla aun prehistórica, lo que la hacía mucho más interesante, aunque quizás un tanto peligrosa. La había descubierto por casualidad, mientras leía un libro de guía sobre las islas conocidas de la Grand Line y al ver su breve descripción, me interesé por ella y empecé a investigar sobre esta, tanto en libro como en campo, así que se podría decir que estaba allí por una misión, no de la marina, si no personal, como amante de la historia quería expandir mis horizontes y una isla así era una muy buena manera.

Una vez abajo, me despedí de nuevo de mis compañeros, mientras les ayudaba a retirar la pasarela y tomaba unas cajas que había en el suelo, en las cuales había básicamente suministros, una tienda de campaña, material para hacer fuego y material para mi investigación, además había añadido una hamaca, para también tomarme mis siestas bajo el sol, era una isla deshabitada de humanos así que, además de los dinosaurios hostiles no había nada de lo que preocuparse y tenía confianza suficiente en mi, en mi habilidad de espadachín y en la de mi akuma.

Empecé a caminar por el lugar viendo como por el cielo volaban unos dinosaurios en pareja, probablemente hacia su nido, además, había pasado por al lado de uno de estos enormes seres aunque para mi suerte, este había resultado ser un dinosaurio herbívoro y pacifista, por lo que no me preocupaba. Iba con un libro en la mano, se trataba de una enciclopedia con dinosaurios, su habito alimenticio y su época real de existencia, así me sería más fácil poder identificarlos y de paso, por que no estudiarlos, siempre sería un entretenimiento.

Tras horas de caminar, llegué a una especie de explanada, era un alivio después de tan bosque la verdad que era un alivio. Para mi sorpresa, me encontré con un enorme esqueleto, aunque no podía identificar de quien era, había leído de que en esa isla se hallaban dos cadáveres de dos reyes del mar, cosa muy impresionante al verse de tan cerca, tanto que si quería podía tocarlos. Empecé a preparar mi campamento para aquellos días, montando la tienda de campaña, recogiendo un par de piedras para crear el cerco del fuego y dejando allí ya un poco de madera preparada para ser encendida. Además puse las cajas al rededor de dicho fuego en forma de asientos y una de ellas como si fuese una mesa. Finalmente, saqué el material que iba a necesitar, como los libros, el mapa y el den den mushi, el cual me habían prestado para llamar a un barco de la marina, situándolos en la caja que había predispuesto para ser usada como una mesa y puse la hamaca entre dos árboles mirando que ya estaba todo listo y ya podía empezar a cambiarme de ropa, ya que estaba vestido aún con ropa de marine, por lo que empecé a desnudarme y fui guardando el uniforme dentro de una de las cajas, poniéndome una camisa desabrochada negra con decorados de un león dorado, unos pantalones también negros y botas.

El día proseguía tan tranquilo, mientras el sol recorría el cielo, yo terminaba de vestirme con total tranquilidad a la par que ultimaba los detalles para que la estancia allí fuese lo más confortable posible. Ya estaba todo en su sitio y no sabía ya que hacer, el rugido de algunos dinosaurios se confundía en el silencio selvático de la isla, era un poco intimidante pero hermoso a su vez, era por uno de los motivos que me gustaban tanto los animales como la naturaleza, su fiereza podía ser también su belleza.

Pero, aunque pensase de esa manera, sabía totalmente de que seguían siendo animales y que estaba en peligro de que algún carnívoro le apeteciese como un aperitivo, por este motivo era por el que tenía mis armas siempre a mano, no tenía que fiarme de nada, era una tierra hostil y deshabitada, alejada totalmente de la mano del hombre, pero eso le daba un toque especial de hermosura y una gran emoción para la aventura, donde todo aquel que tuviese afán de exploración y no tuviese miedo ante los posibles peligros que allí acechaban podía pasar un grato periplo.

Estaba preparando el fuego tan tranquilo, cuando escuché unos bramidos, demasiado fuertes para ser los que se solían escuchar, parecía que se tratase de un combate, lo cual por una parte no me llamó mucho la atención, podría ser un herbívoro luchando para que un carnívoro no le convierta en su comida no obstante por otra no me gustaba tener una pelea tan cerca, podían alterar a los otros animales y hacer que alguno me viese como un primer plato.

Pasaron los minutos y me dediqué a investigar la composición osea de los reyes marinos, con el objetivo de determinar con exactitud cuantos años llevaban muertos y cuantos habían pasado desde el nacimiento de estos hasta que escuché como un par de dinosaurios estaban cerca de donde me encontraba, aparentemente mirando algo en el suelo con intenciones un poco claras de que fuese lo que fuese sería su comida.

Fui corriendo hacia ellos con las espadas empuñadas y armando un gran ruido, con intención de espantarles para que dejasen en paz lo que fuese, cosa que por suerte conseguí ya que tras amenazarme con un bramido se marcharon ambos, dejando al descubierto que lo que estaban olisqueando se trataba de una chica inconsciente, cosa que me extrañó más que cualquier otra cosa, no recordaba que nadie bajase conmigo y tenía constancia de que aquella isla estuviese habitada.

Pude ver que había bastante sangre, por lo que me apresuré a tomarla en brazos y llevarla hasta mi campamento y una vez allí, tomando una toalla y agua empecé a limpiar toda su sangre, procurando no ver más de lo preciso, mientras me preguntaba que hacer para curar las heridas, ya que apenas tenía conocimientos de medicina, por lo que decidí limpiar por completo las heridas que tuviese y presionar un poco con ellas para intentar detener una posible hemorragia.

Luego de unos cuantos minutos y secar sus partes mojadas por el agua, la dejé recostada en la cama, tapándola con una suave manta que tenía por allí mientras avivaba el fuego de la hoguera con un par de troncos de leña más, mientras trinchaba un par de trozos de carne para que se empezasen a cocinar, yo empezaba ya a tener hambre y supuse que ella también podría tenerlo cuando despertase y si no siempre puedo guardarlo para luego o comérmelo yo, a veces tenía un hambre verdaderamente voraz.