Mientras tanto, en la Capital del Agua...[Priv. Rayder]

El agua caía rauda y veloz por los canalones fabricados para llevarla de vuelta al mar, mas el día estaba soleado. Se encontraba en la Capital de los Carpinteros, Water Seven. Más allá del Grand Line, casi en su parte final, dicha isla aguardaba a todos los viajeros que quisieran llegar para admirar sus creaciones. Botes, bergantines, navíos, buques ... Todo lo que un navegante experimentado quisiera probar en su vida. Era una gigantesca isla, cuyo peso había ido consiguiendo un hundimiento sobre el nivel del mar. No se sabía cuánto tiempo podría durar aquella estancia, pero era seguro que terminaría haciendo compañía a los peces. Para intentar ralentizar esete caso, la ciudad estaba compuesta en una forma de fuente, con varios canales que transportaban el agua de vuelta a su lugar de origen. "Ahora comprendo porqué se ganó el sobrenombre de La Capital del Agua", pensaba el pelinegro, mientras que paseaba por los tejados de la ciudad. No tenía ningún objetivo en concreto, y únicamente estaba allí de pasada. Ver cómo trabajaban los carpinteros y el resultado de su duro esfuerzo era una curiosidad que se había implantado en el fondo de su corazón desde que tuvo conocimiento de ello. Por tanto, se mostraba tranquilo y sereno, con las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y una media risa en su expresión facial. Sin embargo, aquello era un tanto aburrido, y él prefería que las cosas tuvieran un poco más de gracia y marcha. Nunca quería quedarse quieto.

- Llegó la hora de investigar más a fondo a Galley-LA y los distintos diques de construcción - Dijo el pelinegro con una mirada semi-perdida en las partes bajas de la ciudad. Su gabardina negra se mecía por el viento, dándole un aspecto siniestro y aterrador, pero tan cautivador y sensual como siempre. Allá por donde iba, siempre dejaba su huella, bien fuera física o visualmente. Y Water Seven no iba a ser una ciudad distinta de las demás, eso lo tenía cien por cien seguro, por no decir completamente.

Ataviado con sus oscuros ropajes y sus tres espadas en la parte derecha de la cintura, el pendiente que portaba en su oreja izquierda indicaba que había pertenecido anteriormente a la nobleza, concretamente a la del Reino de Lvneel. Los tiempos de gula y tranquilidad habían pasado, puesto que renunció a dicha forma de vida para darse a la piratería. Una forma mucho más plena, demasiado. Se encontraba saltando de tejado en tejado cuando fue sorprendido por una voz que llegaba desde las calles. Acercándose al extremo del techo en el que se situaba, logró ver cómo un bandido robaba algo a lo que parecía ser una chica con ... ¿Orejas de gato? Daba igual, era una "damisela en apuros". Y sabiendo cómo es Rayder, claro que iría a prestarle su ayuda. Calculando a ojo los posibles efectos de una caída a tal distancia, el pelinegro tomó carrerilla para luego saltar desde el extremo de la zona donde estaba. Cayendo en picado, terminó por aterrizar encima del ladrón que había hecho de la chica su nueva víctima. Dándole un golpe en el cuello con el mango de una de sus espadas, el pelinegro lo dejó insconsciente, mientras que tomaba la bolsa que el hombre había "tomado prestada" a la fuerza y se la tendía a la chica, de la cuál era única propiedad.

- Creo que deberías tener un poco más de cuidado por estos lares, preciosa. Hay bandidos austeros que se acercan a tus posesiones en cuanto les das la espalda, así que no conviene separarse mucho de ellos - Dijo con una media sonrisa, guiñándole uno de sus incoloros ojos a la chica gato. Sus penetrantes ojos amarillo-oscuros eran bastante impresionantes, por lo que entabló un contacto visual para ver quién de los dos desviaba la mirada primero. Además, añadió. - Aunque entre bandidos y piratas, todos podemos considerarnos delincuentes, haha - Reveló el ex-noble, dándole a entender a la chica que era un pirata hecho y derecho, como tenía que ser. Decirle lo que era no solo haría el camino más corto, sino que ya estaba dándole un voto de confianza que esperaba que no rechazara.

Una vez que el pelinegro le dio la bolsa a la chica que pertenecía por derecho propio, se giró para mirar al inconsciente tumbado en el suelo. La joven se estaba apiadando de él, pero el pirata no podía hacer lo mismo. Alzó su mano derecha, de la que comenzó a manar aquella sustancia oscura propia del poder de su Akuma No Mi. En forma de látigos, la sustancia se desplazó hacia el cuerpo del hombre, mientras que la gente de alrededor empezaba a mostrarse asombrada por las habilidades del ex-noble. Dichas creaciones se aferraron en torno a las muñecas y tobillos, creando unos grilletes negros que serían sólidos y difíciles de romper con simples golpes. Así, lo había apresado en menos de un minuto. Trabajo fácil y sencillo para él, puesto que había hecho cosas un millar de veces más complicadas. "Este ya no vuelve a robar, irá a la cárcel y de eso se encargarán los guardias de Water Seven", pensó para sí mismo, mientras que dejaba que los látigos de sustancia oscura se despegaran de su propia mano y quedaran bien apretados contra el criminal y ladrón. Tras eso, Rayder se dio la vuelta y miró a la chica, cuyos ojos amarillos sobrecogían a cualquiera que intentase entablar un contacto visual con ella. Con una sensual sonrisa, el pelinegro se acercó a ella, hasta que quedó a escasos centímetros de su posición. Las orejas de su cabeza le hacían un poco de gracia, mas a pesar de todo era una chica bastante guapa. Su pelo grisáceo o blanquecino, dependiendo del punto de vista de cada uno, era muy llamativo.

- Dos cosas, guapa. Una, no tienes por qué darme las gracias, esto lo he hecho porque no puedo ver a una chica en apuros y desviar la mirada como si nada. Segundo, no me trates de usted, eso para los mayores. Mi nombre es Rayder, aunque puedes llamarme Ray - Dijo con una sonrisa y un guiño de uno de sus incoloros ojos, para luego hacer hincapié en que no conocía el nombre de la chica a la que acababa de ayudar recuperando sus pertenencias. Así que tendió una mano para que ella misma se presentase. Sería de mala educación que él le hubiera dicho su nombre y ella no quisiera contestar, aunque estaba abierto a todo tipo de posibilidades. No era la primera vez que trataba con mujeres, y desde luego no sería la última.

Su voz había salido galante y agradecida en aquel mismo instante, con los matices de sensualidad que siempre aportaba a sus frases. La típica manera de hablar de Rayder era considerada aduladora e intrigante, misteriosa y a la vez "pasional". Un carácter que muy pocas personas podían disponer en aquel mundo en el que ambos vivían. Así, la gente de los alrededores comenzó a llamar a los guardias de la ciudad para que tomasen al apresado y lo llevasen a una jaula, por lo que el pelinegro se mostró alertado. Él tenía una recompensa por su cabeza, y si los guardias le reconocían, podían enviarle a un calabozo también. Mas no era la primera vez que estaría en uno de ellos, y no era de su agrado el volver a poner un pie en aquellos lugares lúgubres y oscuros. Por tanto, miró a la chica con una media sonrisa en sus labios, dirigiéndose hacia ella y pasando hasta quedar a un metro de su posición, en dirección a un callejón que estaba escondido entre dos paredes bastante altas. La miró y le hizo una seña con la mano para que fuera a donde estaba él, mientras que le decía, intentando atraerla:

- ¿No me negarás un trago, no? Invito yo, no te preocupes - Sonriendo y comenzando a andar hacia el interior de aquel lugar. Encontrar una taberna en Water Seven no sería un trabajo muy difícil, pues todas las islas estaban llenas de dichos establecimientos para tomar refrescos o bebidas un poco más fuertes. Después de todo, los piratas, trabajadores y navegantes siempre buscaban un pequeño nido de paz donde ahogar sus penas y divertirse.

La chica aceptó la proposición del pelinegro, revelándole su verdadero nombre y un apodo por el que llamarla más cariñosamente. Ante ello, Rayder pensaba con una sonrisa en sus labios: "Es un nombre muy bonito, y le pega bastante con su dulzura. Además, es bastante guapa". Así, el chico empezó a caminar por los distintos callejones que conformaban los canales de la isla de Water Seven, en busca de un buen lugar donde poder reposar un refrigerio y mantener una charla con dicha señorita. Rozzen le comentó que tal vez se arrepintiera de invitarle a todo lo que quisieran tomar, por lo que el pelinegro esbozó una sonrisa ante la mirada de la albina. Si era de las que comían o bebían mucho, aquello no era un problema. Como pirata, siempre tenía que tener una segunda opción, y en ese caso no era para nada dificultosa. En caso de que no tuviera suficiente dinero para pagar los gastos de su estancia, bien podían darse dos casos: que huyeran corriendo como almas que lleva el Diablo, o intimidar al camarero y gerente del local para que les pagase la comida él mismo. Era un pirata, y por supuesto que no le importaba lo que le pudiera pasar al posible dependiente. Lo único que le importaba era vivir su propia vida sin ataduras y con completa libertad, y mientras que esos dos casos se dieran, no habría nada de lo que preocuparse. Sin embargo, le comentó a la chica lo que tenía en mente, con un tono ciertamente irónico para que no pensase que lo decía completamente de verdad:

- Hagamos una cosa entonces. Si no tengo suficiente dinero para pagar, una de dos: huimos o asustamos al dependiente para que nos invite. En cualquier caso, disfrutemos primero de lo que vayamos a tomar y luego ya tendremos tiempo de pensar en cómo resolver el problema. ¿Te parece bien? - Preguntó en última instancia el chico, dándose la vuelta para mirar a los amarillentos ojazos de la chica, moviendo su cabeza para instarla a que se acercase a él para no perderse.

Sin más, el personaje siguió andando por aquellos lugares, hasta que se toparon de frente al cabo de unos minutos con una taberna bastante amplia. Entrando a su interior, el chico se sentó en una mesa donde no había mucha gente alrededor, sacando la silla para que Rozzen se sentase a su lado. Llamó con la mano al camarero, un hombre de mediana edad y sin pelo en la cabeza, que se acercó rápidamente para pedirles qué querían tomar. Dando suaves golpecitos con sus dedos en la mesa, el pelinegro comenzó a hablar, guiñándole un ojo a la chica cuando fue su turno de habla:

- A mí ponme un whisky con hielo, y a la señorita le pones lo que quiera. ¿Algo de comer? - Dijo levantando una de sus cejas un poco más que la otra, por si la chica quería picar algo entre horas. La verdad es que él no había comido desde hacía tiempo, pero eso era lo que menos importaba.

Una vez que el camarero llegó a la mesa en la que estaban sentados Rozzen y Rayder, este les pidió lo que querían tomar adentro. Tras tomarle nota al pelinegro, y después de unas cuántas sugerencias por parte de dicho hombre acerca de la comida que preparaban en la taberna, la chica albina decidió sorprender a ambos afirmando que quería comer el plato más grande que pudieran cocinar en dicho lugar. Los ojos del camarero y del pelinegro se miraron con ciertos matices de complicidad, mientras que la mente del segundo pensaba para sí misma: "Espero que esta chica no me arruine ... Sería la primera en aprovecharse de mí ... Y más bien, suele pasar al revés, que yo me aproveche de ellas". Mas una sonrisa surgió en la cara del pirata, puesto que su curiosidad le instaba a quedarse para ver cuánto era capaz de comer aquella señorita con la que estaba plácidamente sentado en la taberna. El camarero apuntó algo en su libreta que no llegó a ver el ex-noble, para luego retirarse y traerle al cabo de unos minutos un vaso de agua a la señorita, al cuál invitaba la casa, y el vaso de alcohol que solicitó Rayder en su turno de habla. Dejándolos encima de la mesa, el hombre les advirtió de que el plato de comida tardaría unos cinco o diez minutos en cocinarse, así que tendrían que esperar durante el tiempo suficiente para que lo preparasen a gusto del consumidor. Cruzando una de las piernas por encima de la otra, Rayder clavó sus ojos en la señorita, de nombre Rosalia, para decirle carismáticamente:

- ¿Desde cuándo tienes esa afición por comer tanto? Estoy seguro de que te van a traer un plato tan grande que no te va a caber en ese cuerpo que tienes - Comentó el pelinegro con una sonrisa, apoyando ambos codos en la mesa y entrecruzando los dedos de las manos entre sí. Ladeó un poco la cabeza, fijándose en las facciones de la chica y sus graciosas orejas animales. Fue entonces cuando dijo. - Eso que llevas en la cabeza ... ¿Son de verdad? ... ¿De dónde eres? - Dijo, completamente intrigado acerca de los misterios que tenía aquella señorita para con él. Cierto era que se encontró con un sujeto bastante misterioso por primera vez, y como no podía estar callado durante tanto tiempo, tenía que intentar averiguar la mayor parte de las cosas que se le pasaban por la cabeza.

Además, era bueno que empezasen una conversación, puesto que así el tiempo pasaría mucho más rápido mientras esperaban a que los cocineros le trajeran la comida a Rozzen. Con cada palabra que salía de su boca, el chico se olvidaba completamente del vaso que tenía en la mano derecha, hasta que lo recordó y tomó un sorbo de aquel licor que tanto le encantaba. Al contacto con su garganta, la quemó unos segundos, para luego dejarle aquel regustillo ardiente del whisky. Las puertas de la cocina se abrieron, y tres trabajadores salieron con una bandeja de un metro de diámetro, por lo menos. Encima de ella había lo que parecía ser carne de cerdo, jabalí, aves, etc. Tragando con fuerza, el pelinegro pensaba para sí mismo: "Es imposible que pueda comerse todo eso ... Mis bolsillos van a resentirse bastante". Sin embargo, suspiró y aceptó aquello. Dichos personajes se acercaron a la mesa con sumo cuidado y depositaron la bandeja en el centro de esta, la cuál era ocupada en toda su plenitud. Asomándose por un lado, puesto que dicho plato ocultaba en parte a Rayder al otro lado de la chica, le dijo con una sonrisa:

- Sí que tienes fondo, haha - Añadió, puesto que ella no parecía mostrar señales de miedo o rechazo, a pesar de que el plato fuera lo más grande que Rayder había visto en toda su maldita vida de pirata. Se quedó allí y apoyó una de sus manos en la mejilla propia, mientras que su mano libre tomaba la copa y daba otro sorbo. - Que aproveche, Rozz - Le dijo, abreviando el apodo de su nombre. La verdadera hora de comer había llegado, y los ojos del pelinegro no se apartaban de los de la chica. Quería comprobar hasta qué punto podía sorprenderle cómo una joven tan menuda podía zamparse aquel manjar gigantesco.

Parecía mentira que aquellas dos protuberancias auditivas estuvieran en la cabeza de la peliblanca desde su nacimiento, pues él no podía pensar en otra cosa que no fuera un cruce de animal y humano que diera como resultado a una joven con orejitas perrunas en su parte superior. Le llamaba mucho la atención, pues no se acostumbraba normalmente a ver a una persona de esas características todos los días. Mientras que estaban esperando a que les sirvieran la comida que había pedido Rozzen, ella dijo que venía de un barco en el que se había criado, mas no desveló más posibles misterios sobre su pasado. Algo había que escondía para sí misma, algo que no quería que el pelinegro conociera. Tal vez estuviera trabajando para alguien que estuviera del bando contrario, o simplemente no tenía ganas de hablar más sobre lla misma por un posible trauma de infancia. De todas formas, y como no quería presionarla, dejó de preguntar. El turno de debate se abrió para la peliblanca, que se interesó por la procedencia del ex-noble de Lvneel. Apoyando los codos en la mesa, simplemente hizo lo mismo con los antebrazos, de forma que los dejó reposados contra la madera. Desviando un momento la mirada hacia su derecha, donde se fijaba en cómo unos graciosos empezaban a gritar alto lo borrachos que estaban, fue cuando decidió hablarle a la chica de cómo se convirtió en lo que era actualmente. No tenía nada de lo que avergonzarse, puesto que su pasado era algo que formaba parte de su vida y no era nada bueno enterrarlo como si de un juguete de niño pequeño se tratase. Sus labios se movieron, y pronto sus cuerdas vocales articularon toda la información que requería la chica:

- Provengo del North Blue, concretamente del Reino de Lvneel. Mis padres eran unos acaudalados empresarios, y no nos iba nada mal en el sector de la nobleza. Pero en cuanto mi madre murió, las cosas fueron a peor. Ya no había el mismo cariño fraternal entre mi padrastro y yo ... - Hizo una pausa para tomar su copa y dar un sorbo. - Sí, no soy el heredero de dicho hombre, sino que mi madre me tuvo mucho antes ... Todavía no he conocido a mi verdadero padre - Dio otro sorbo, este un poco más largo, apoyando el vaso en la mesa con un sonoro golpe y con las mejillas sonrojadas por el alcohol que contenía el líquido ingerido. - Pero todo tiene un principio y un final, y la nobleza no era algo que me sentase muy bien. Terminé con la vida de mi padrastro y me di a la mar ... Con el tiempo encontré una buena familia de la que formar parte, y ahora lo único que me preocupa es el precio que hayan puesto los del Gobierno por mi cabeza ... - Mostrando una sonrisa mientras que devolvía la mirada al frente, para enmarcar sus orbes incoloros en los ojos amarillentos de la chica. - Ni te imaginas la de cazarrecompensas que se han acercado a mí ... Ni a cuántos arrebaté su vida ... Soy muy joven para morir, me aferraré mucho a este mundo ~

Su gran parrafada terminó en cuanto la comida salía por la puerta, trayendo la anteriormente mencionada bandeja de distintos tipos de carne. Ante aquello, Rayder se irguió en su silla y se quedó mirando de brazos cruzados, pues no tenía hambre y quería observar cómo Rozzen terminaba ese plato entero por sí misma. "Espero que no tenga tantas ansias y se coma la mesa también". Mas cerca de ellos, un ligero inconveniente comenzó a hacer acto de presencia. Levantándose de la mesa un poco ebrio, un personaje cuyo nombre y procedencia no importaban lo más mínimo, se encaminó hacia la mesa donde estaban Rozzen y el pirata. Con un paso tambaleante, iba haciendo eses allí por donde pisaba. No tardó más de diez segundos en acercarse y poner sus manos sobre la gran bandeja de comida que estaba a punto de degustar la chica, cosa que hizo que los ojos de Rayder se abrieran de par en par.

- Dame algo a mí también ... que tengo hambre ... hip ... - Comentó con hipo, mientras que cogía la carne y se la llevaba a la boca, enfrente de aquellos dos personajes.

Rápidamente, un sonido metálico se hizo presente en el interior de la taberna, cortando toda música que estaba en el ambiente y sumiendo la situación en un incómodo silencio. Una espada había salido de una de las fundas de Rayder, y el filo de esta apuntaba sobre la boca del hombre. Los ojos incoloros mostraban una furia pirata irrefrenable, y aun sentado en la silla, su sola presencia imponía ante los demás. La gente ahogaba unos pequeños gritos de miedo, mientras que lentamente el ex-noble fue levantándose, hasta decir con una voz bastante seria:

- Tápate los ojos, Rozzen-swan. No quiero que veas cómo asesino a los insolentes - Empezando a andar, moviendo a su espada y al hombre consigo, que había levantado las manos en señal de paz. Pero haber interrumpido de aquella forma la velada que estaban compartiendo aquellas dos personas había sido de un modo impropiamente profesional.

La mano del pirata no vacilaba a la hora de sujetar el arma, y su mirada indicaba claramente que iba a arrebatarle hasta su último aliento de vida. No era su culpa que un maldito borracho se hubiera interpuesto en su camino, pero no toleraba lo que le había hecho a la chica. Ella estaba deseando probar la comida de aquella taberna y rellenar su estómago, mas aquel ebrio voraz le había quitado el "caramelo" de la boca en cuestión de segundos. Y claramente, él sería el juez que dictaría sentencia.