Una decisión importante (Alice - Hinori) [Privado][+18, probablemente(?)]

Alice alzó la cabeza un poco desde donde se estaba escondiendo y suspiró de alivio al ver que había perseguido a sus vigilantes. Honestamente, las estaban frustrando un poco, pero no había nada que pudiera hacer. La CP ya no confiaba en ella, no luego que se enteraran de cierto... asunto. Pese a eso, le habían dado una última chance para poder redimirse, de lo contrario la echarían. Era la misión más importante que le encomendaban, pero... La albina se estremeció al recordad de que iba. Si le quedaba algo de respeto por el gobierno, eso se fue a la mierda por la osadía que se atrevieron a cometer. Aparte, la tenían bajo amenaza por eso mismo. La peliblanca no pudo evitar cerrar con fuerza sus puños, al tiempo que una mueca de disgusto se formaba en su bello rostro. Primera vez que estaba tan enojada, por no decir la primera. Normalmente era una hazaña difícil de realizar, pero la joven había llegado al límite de su paciencia. En eso, la imagen de cierta pelinegra se le vino a la cabeza, logrando que se tranquilizara y una sonrisa se formara en su rostro. Dos años habían pasado, y extrañaba demasiado a su novia.

– Y ese es el problema – se quejó mentalmente.

Llevó una mano al bolsillo y sacó un cartel medio arrugado. Frunció el ceño al ver una foto de Hinori, para luego dirigir su mirada hacia su precio. ¿Qué había estado haciendo estos dos años, como para tener tal cantidad de precio por su cabeza? No lo sabía, pero si estaba segura de algo. Cuando se volviera a encontrar con ella, la castigaría por hacerle pasar tantos sustos.

– Ah, señorita Alice, no se aleje así tan de repente – la mencionada maldijo en su mente al notar que la habían encontrado en medio de su distracción.

– Lo siento, necesitaba un poco de aire – mintió la joven.

– Pues que no se repita. Sabe que está colgando de un péndulo y que debe cumplir a la perfección esta misión. Normalmente sería imposible para cualquiera, pero viendo su situación con esa criminal en específico... Para usted sería fácil asesinar a Hinori Markov – dijo arrogantemente el agente.

Y esa fue la gota que rebalsó el vaso. Alice se sacó la capucha y fulminó con la mirada a esos dos agentes. Éstos, al ver esa mirada tétrica y fría en la usualmente pacífica y amable albina, retrocedieron varios pasos. ¿Cómo osaban mandarla a matar a la persona que más amaba en este mundo? Por si fuera poco, tuvo que soportar las miradas lujuriosas que ambos tipos le mandaban cuando creían que la joven no los estaba viendo.

– Escuchen muy bien, porque no volveré a repetirme. No necesito que ustedes imbéciles me vigilen. Tengo muy claro lo que voy a hacer, así que largaos y antes que se den cuenta, estaré presentando el cuerpo de Hinori Markov ante los de arriba.

Sin esperar respuesta alguna de esos idiotas, la joven se marchó rápidamente de allí. Llegó hasta un callejón y Alice se desplomó allí mismo, al tiempo que se apoyaba en la pared y volvía a ponerse la capucha para ocultar su rostro. Algunas lágrimas caían por sus ojos, al tiempo que tenía ganas de vomitar por lo que había dicho. Si bien fue una mentira, no pudo evitar sentir asco por decir tal crueles palabras. La albina cerró sus ojos y tomó una bocanada de aire, al tiempo que asentía para si misma. Ya tenía muy claro lo que iba hacer, pero tenía que planearlo a la perfección...

Estaba tan perdida en sus pensamientos, que no notó a la persona que se acercaba hasta que la abrazó. Instintivamente se tensó al sentir aquellos brazos rodeando su cuerpo por detrás, pero al notar el aroma que emanaba, se calmó instantáneamente. Tragó en seco y sus ojos se enmudecieron de nuevo, pero esta vez por felicidad. Alice sintió como la giraban y encontró frente a frente con la persona que más amaba en el mundo. Entonces... no había sido su imaginación como lo pensó en un principio. En verdad estaba aquí, justo en frente de ella. Seguía siendo igual de hermosa como la recordaba, los mismos ojos que le encantaban y esa sonrisa que le volvía loca con tan solo mirarla. Al sentir su cálida mano acariciando su mejilla, la albina rápidamente la tomó y la mantuvo en su rostro. Cerró sus ojos y suspiró de alegría, sintiendo como sus problemas se esfumaban con su mera presencia. Como la había extrañado, a su amada y prometida. Instintivamente rodeó sus brazos por la cadera de la su chica, al tiempo que la atraía más hacia su cuerpo mientras se besaban.

– Lo sé – murmuró suavemente al separarse, pero sin apartarse de ella. – No sabes cuanto te extrañé, Hime-chan – exclamó, para luego darle otro pico.

Alice no opuso resistencia alguna al sentir como levantaba en brazos. Tan solo rodeó el cuello de Hinori con sus brazos y se quedó en esa posición. Podía notar como las personas las miraban raro, pero eso no le importaba a la albina. Solo esperaba que esos dos imbéciles no anduvieran dando vuelta por ahí, porque no quería lidiar con ellos ahora. No cuando tenía una hermosura que la estaba cargando. Llegaron hasta una posada y, para su sorpresa, se trataba de la misma de la última vez. Se sonrojó violentamente al recordar exactamente lo que hicieron dentro de ese cuarto, porque cuando no estaban afuera, solo hacían una cosa en la privacidad. Fue una semana de lo mas placentero, y su cuerpo se estremecía de tan solo pensarlo. En su defensa, no era su culpa. Hinori era demasiado irresistible como para tener su mano apartada por más de un minuto entero. Si hasta llegaron a hacerlo cinco veces en un solo día, por el amor a todo.

– Mmm – murmuró, al tiempo que una sonrisa extraña se formaba en su rostro.

Al llegar al cuarto, Alice se bajó suavemente de los brazos de su prometida y la miró fijamente. Para su bochorno, seguía siendo más corta que ella. No era demasiado, pero llegaba a notarse a simple vista. Negó con la cabeza y se acercó hacia ella, al tiempo que rodeaba su cuello con sus brazos. Sin poder aguantarlo más, acercó su rostro al de Hinori y la besó apasionadamente, dando rienda suelta a todo lo que estaba sintiendo en este momento. Introdujo su lengua dentro de su boca y jugó con la de ella por varios momentos. Tres minutos más tarde, la joven se separó y junto su frente con la de ella. Joder, como había extrañado hacer eso.

– Extrañaba eso – dijo, al tiempo que sonreía con un leve rubor en sus mejillas. – No quiero volver a separarme de ti. Te amo demasiado para estar alejada tanto tiempo...

Alice se relamió despacio, saboreando lo más que pudiera la saliva de su amante. Cómo había extrañado tener a Hinori entre sus brazos. Realmente, la albina no sabía como sobrevivió sin ella durante esos dos últimos años. No pudo evitar sonreír un poco y abrazar con un poco más de fuerza a la pelinegra. Había llegado un punto en el que no soportaba estar a tanta distancia. Eso era estar enamorada, y ahora sabía que la gente que hablaba de ello no exageraba. Sinceramente nunca creyó que le tocaría a ella, pero se equivocó... por fortuna. Pese a ser una agente, no se arrepentía en lo más mínimo de lo que hizo. Elegía a Hinori por todo lo demás, simplemente porque ella era su mundo. Si llegaba a morir algún día, era muy probable que ella la siguiera después debido a la tristeza que le invadiría. Pensar en ello le hizo recordar su misión, provocando que la peliblanca se estremeciera. No, no haría un acto como ese. Ya dijo anteriormente que había tomado una decisión, y nada haría que desistiera de ello...

Pero primero, debería aclarar todo con su prometida. Quería que se enterara por boca de ella lo que hacía en esa isla, y no de esos inútiles. Suspiró un poco y todo rastro de alegría desapareció de su rostro... Aunque no duro demasiado. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro al verse recostada en la cama junto a su pequeña, e inconscientemente se acercó más a ella. Levantó su cintura un poco y miró directamente a la pelinegra. Acarició su mejilla por algunos segundos y besó tiernamente sus labios nuevamente. Luego, se tumbó y no dejó ir más a Hinori hasta que ella misma se soltara, aunque quería que no lo hiciera.

– Ara, gracias por recordarme ese detalle. Ya te castigaré luego por lo preocupada que me dejaste al ver tu precio – dijo con falsa indignación al principio, para luego sonreír seductoramente al decir la palabra "castigaré". Estaba claro la clase de castigo que tenía en mente la joven cuando dijo eso, pero dejaría que la propia pelinegra se lo imaginara.

En es volvió a mostrar un semblante calmado y dudó por algunos segundos. Tenía pensado hacer una broma de mal gusto y decir en ese mismo momento que estaba arrestada, pero sabía muy bien como podía tomárselo Hinori. No, era mejor ir directo al grano en vez de intentar aligerar el ambiente. Pasó su mano por el negro azulado cabello de su amante y le dio un beso en la frente.

– No creas que hago esto voluntariamente, ¿vale? – Alice tomó una bocanada de aire y prosiguió. – La última vez que estuvimos por aquí, alguien nos vio juntas. Suficiente decir con que estoy casi marginada del CP, y la última oportunidad que tengo es... – la joven cerró sus ojos y bajó un poco la mirada. – Me ordenaron "seducirte" nuevamente y capturarte cuando no te des cuenta o... matarte y entregar tu cuerpo al gobierno – la voz de la agente fue apagándose a medida que hablaba, y miraba a cualquier lado menos al rostro de su novia. No quería ver la expresión de su rostro, de verdad que no. Se le rompería el corazón si ahora estaba enojada con ella y la odiaba...

Alice bajó más la mirada al notar como Hinori dejaba de abrazarla. Escuchó el sonido de pisadas alejándose en dirección a la ventana y la albina casi se echó a llorar allí mismo, pero sabía que debía ser fuerte. Si la pelinegra no quería volver a verla lo entendería... pese a que eso sería el fin de Alice. Probablemente nunca volvería a ser la misma si sobrevivía a la extrema depresión que le daría luego. Mientras esperaba respuesta por parte de su novia, la albina cada vez se iba poniendo más nerviosa. Tan solo quería que la pirata soltara todo lo que tenía dentro, no importa cuanto doliera. Tras lo que pareció ser una eternidad, por fin sintió como la joven volvía a ponerse en marcha en la habitación. Como aún seguía sin mirarla, Alice no tenía idea de la expresión que tenía en su rostro, lo cual fue un pequeño error de su parte. Sintió como volvía a tumbarse en la cama, provocando que la peliblanca se estremeciera un poco. Por algunos segundos pensó en que la golpearía, pero luego descartó ese pensamiento. No importaba cuanto estuviera enojada, ella nunca la golpearía adrede. Simplemente su personalidad era así, aún si se encontraba enojada.

– ¿Qué...? – preguntó la joven mientras parpadeaba, con un sonrojo en su cara, sin entender del todo lo que había dicho su novia.

Ella...¿No estaba enojada? La había abrazado de nuevo, y había lamido sus labios. Parpadeó de nuevo y cerró sus ojos, al tiempo que tomaba una bocanada de aire para poder tranquilizarse. Sin poder evitarlo, un pequeño puchero se formó en su rostro. No tuvo porque haber hecho tiempo. Casi se muere ahí mismo debido a la ansiedad que le estaba provocando... En sentido figurativo, claro estaba. Su sonrojo aumentó un poco al sentir los mimos, y miró directamente a esos hermoso ojos. Se relamió un poco debido al nerviosismo, pero luego adoptó un semblante más juguetón. Rió un poco y aprovechando los mordiscos, juntó sus labios con los de ella de forma hambrienta.

– No te voy a matar – dijo mientras rodaba sus ojos. – Pero voy a arrestarte luego de esto, lo siento – reveló con una mirada seria, sin mostrar compasión en lo absoluto.

Estuvo un minuto entero con esa cara, para luego relajarse y reír levemente. Era su pequeña venganza por el susto que le hizo pasar anteriormente. Nuevamente juntó sus labios con los de ella. Jugaba con su lengua, sin darle ninguna chance de poder responder. Además, llevó sus manos hacia abajo y apretó firmemente su delicioso trasero que tanto le gustaba.

– Si, arrestarte. Luego te llevaré a un lugar donde nadie pueda encontrarte y solo te tendré para mí, donde nadie nos podrá molestar, jejejeje – rió la albina. – Y no tengo ningún problema en hacer lo otro, querida.

Aprovechando la posición, se dio la vuelta dejando a la pelinegra debajo suyo. Se relamió un poco, para luego sacarse rápidamente la prenda superior, quedando solo en sujetador. Con la mirada fija en Hinori, lentamente fue retirando la propia de la pirata. Una vez hecho eso, presionó sus pechos con los de ella y nuevamente la besó con intensidad, al tiempo que movía sus manos por el estómago desnudo de Hinori. Era demasiado suave, y no pudo evitar profundizar más el gesto. Incluso llegó atrapar la lengua de la pirata a ratos y la succionaba.

– Te amo demasiado, Hinori-chan – murmuró tiernamente, al tiempo que acariciaba su mejilla...

Estaba disfrutando tanto de aquel húmedo beso, que no notó las intenciones de Hinori hasta que fue demasiado tarde. Para cuando quiso darse cuenta, la albina ya se encontraba debajo de su novia, volviendo a la posición de antes. Sin poder evitarlo, la joven infló un poco sus mejillas en señal de falsa indignación. Con lo a gusto que se encontraba dominando... Esta vez no duró ni cinco minutos encima de ella. Bueno, ya volvería a tener otra chance cuando tuviera la oportunidad. De momento se aseguraría que ella no se pasara tanto de ideas, y que entendiera que mandaba allí en el acto. En eso notó que se había quedado completamente en ropa interior, provocando que se sonrojara un poco. Ella era la única persona que tenía derecho de verla en aquel estado, después de todo. Iba a decir algo, pero se vio silenciado por el erótico beso de la joven. Gimió con fuerza debido a las caricias en su trasero, e instintivamente levantó sus dos manos y las llevó a los glúteos de Hinori, para luego apretarlos con sus manos. Se estremecía demasiado debido al placer que le provocaba el cuerpo de su novia frotándose contra el suyo propio.

– No es justo – se quejó la joven, al tiempo que volvía a inflar los mofletes.

Negó un poco con la cabeza y, desde debajo, retiró los pantalones de su mujer. Ahora ambas se encontraban en ropa interior, pero eso no duraría mucho tiempo. Alice tenía algo planeado, después de todo. Mientras dejaba que la mujer la dominara, la albina levantó lentamente sus manos y las llevó al seguro del sujetador de su novia. Una vez allí, de un rápido movimiento retiró la prenda de arriba, para luego arrojarla a quien sabía donde. En tanto, la albina hizo lo mismo con el suyo propio, por lo que ahora ambas solo le quedaban sus bragas. Ahora que estaban semi desnudas, la fricción de hizo mucho más placentera debido a que sus pechos estaban descubiertos. Sentía como sus botones rosados se restregaban con los de Hinori, provocando que un escalofrío de placer recorriera su espalda.

– Mucho mejor – dijo la joven en un tono de voz que denotaba toda la lujuria que sentía en ese momento. – Pero... ahora mismo me apetece algo más que esos delicioso labios tuyos.

Una vez que dijo eso, la albina se sentó, dejando a Hinori encima de su regazo. La posición era tal, que ambas zonas íntimas, que aún era cubiertas por las bragas, quedaran en directo contacto. Alice empezó a moverse lentamente, al tiempo que nuevamente besaba a su novia. Aumentó aún más su velocidad con la lengua, usando una versión menor del Kempo sexual (Kami-E). Luego, pasó a su cuello, lamiendo delicadamente aquella zona. Finalmente, llegó a su destino. Miró perversamente esos pequeños pezones por algunos segundos, para luego empezar con su ataque. Se llevó uno a la boca y succionó con intensidad, pero no con la intención de que le doliera. En tanto, usaba su mano para masajear el otro. Al cabo de unos segundos, dejó de darle atención... para luego pasar al otro. Así estuvo por algunos segundos, al tiempo que seguía frotando su protegida intimidad con la de su pequeña novia...

– Vamos, gime para mí, Kurohime-chan...

Al cabo de unos minutos terminó por degustar completamente aquellos botones rosados, pero eso no quería decir que no fuera a volver hacerlo más adelante. Tan solo tenía otras... prioridades. Escuchó sus palabras y sus ojos se abrieron un poco más de lo normal. Luego, una sonrisa pervertida se formó en su rostro. ¿Quién era ella para denegarle su castigo? Alice se la iba a pasar muy bien con lo que iba hacer... pero primero disfrutaría de aquel beso. Rodeó su cintura con sus brazos y se dejó ser, sabiendo muy bien que esos serían los últimos minutos en los que Hinori podría estar arriba. No le daría el placer de nuevo durante un buen tiempo, hasta que la albina estuviera satisfecha con su castigo... que podría tomar bastante tiempo. Todo dependía del humor en el que se encontrara. Sintió como retiraba sus bragas, pero eso no le importaba en lo más mínimo, pese a que gimió dentro de la boca de la pirata debido a las caricias en su intimidad. Sin embargo, tras unos minutos besándose, Hinori se coloco boca arriba en una posición que simulaba como si estuviera atada. Alice ladeó su cabeza hacia un lado y se llevó una mano a la barbilla, al tiempo que fingía estar pensando en algo. La verdad, era que solo quería que Hinori se pusiera más nerviosa y no viera venir lo que iba hacer.

– Mmm... Más que un castigo, yo diría que es una pequeña venganza por lo de la última vez. Tómalo como quieras – ronroneó la peliblanca.

Sin darle tiempo de responder, se echó sobre ella y la besó con fervor en sus labios. Exploraba cada rincón de su cavidad bucal, sin dar tregua alguna. Alice ya estaba desatada, y costaría que volviera a su modo sumisa. Aún con violando su boca, la joven bajó su mano hasta la intimidad de la chica y la acarició por sobre sus bragas. Podía notar que ya estaba bastante mojada, por lo que no sería necesario prepararla. Mentalmente se río siniestramente, pero por fuera su rostro seguía manteniendo una expresión algo lujuriosa. Tras unos minutos finalmente se separó, solo para volver a acercarse, aunque esta vez no juntó sus labios con los de ella. Aprovecharía que debía tener la boca abierta para capturar su lengua y succionarla usando sus labios. La saliva de su pelinegra le encantaba, y nunca se cansaría de ella.

– Ahora – empezó mientras se relamía luego de separarse. Fue tan erótico, que incluso algo de saliva caía por su mentón y cuello. – Has sido una chica muy mala, y por ende debo castigarte... Aunque también podría considerarse como premio, dependiendo del punto de vista – reveló.

De un movimiento, retiró la última prenda de su mujer. Tomó el control del DDM que se encontraba en el velador y lo sostuvo firmemente en una mano. Le dedicó una mirada perversa a la pelinegra, y lentamente fue bajando el mando hasta su zona prohibida. Sin embargo, no lo insertó en primera instancia. Acarició la entrada de su intimidad con la punta del mando, luego lentamente lo introdujo. Dejó que se acostumbrara un poco, pero luego fue sacándolo y metiéndolo, aumentando el ritmo conforme pasaban los minutos. En tanto, la joven sacó la lengua y lamió desde el cuello hasta su mejilla, repitiendo el procesos varias veces.

– Vamos, gime para mí. Esto no es nada comparado con lo que te espera cuando... decida embarazarte – dijo, sonriendo pervertidamente mientras aumentaba la intensidad de los empujes con la mano...

Aún con una pirada de perversidad en su rostro, la joven asintió eufórica mente. Realmente estaba feliz, y nada podría hacer que volviera al estado de ánimo en el que se encontraba antes de volver a reencontrarse con su amada. Su mera presencia provocaba ese efecto en ella, y Alice no la tendría de otra manera. Hacerle el amor era un bono de lo más placentero, pero no era lo único. La albina nunca creyó que podría tener sentimientos tan fuertes hacia otra persona, pero toda su ideología se fue a la mierda cuando conoció a su princesa. Aparte que ella terminó por recordarle ciertas enseñanzas, así que también fue beneficioso para ella. Por unos segundos su mirada llena de lujuria se relajó, y una sonrisa sincera y de amor se formó en su rostro mientras contemplaba de pies a cabeza el cuerpo de su novia. Realmente la amaba con locura, y nunca se cansaría de ella. A partir de ahora nada la separaría de ella, aún si debía hacer lo inimaginable, pero eso ya vería después. De momento tan solo quería disfrutar cada segundo que tenía con Hinori, amándola y haciéndola suya. Tenían dos años de frustración para liberar, después de todo.

– Hay más de donde vino, pero bueno. Queda mucho tiempo para que llegue ese día, de momento te tomaré una y otra vez de esta forma, princesa – le susurró en el oído, para luego morder levemente su lóbulo.

Escuchó sus palabras y paró en seco sus movimientos, aún con el mando en mano. Su mirada era seria, por lo que la pelinegra podría malinterpretar y ver que Alice se había enojado con ese comentario. La albina arqueó una ceja y su semblante se relajó. Una sonrisa rara se formó en su rostro, al tiempo que lentamente volvía a empujar el mando hacia el interior de ella.

– ¿Me estás desafiando, preciosa? Mira que hay más de donde vino eso... y aún tengo mi arma secreta escondida – reveló seductoramente la agente.

Pero de momento haría otra cosa. Tomó con cuidado el cuerpo de su pequeña y la puso en su regazo, apoyando su deliciosa espalda contra sus generosos atributos. Activó el Kempo en su totalidad y rápidamente empezó a embestir con el mando, pareciendo como si su mano desapareciera con cada movimiento que hacía. En tanto, con su mano libre, empezó a masajear uno de sus pechos. Con una sonrisa de diversión en su rostro, aprovechó la posición para besar y lamer intensamente su cuello. Para terminar, frotaba sus senos contra la espalda de la pirata.

– Vamos... Grita mi nombre y vente por mi, Kurohime-chan...

Bueno, al parecer la resistencia de su princesa había aumentado demasiado en estos dos últimos años, pero daba un poco igual. Una cosa era eso, y otra muy distinta era sentir tanto placer que ni siquiera tu cuerpo podría responderte... Y en ese tema, la albina sabía muy bien donde atacar. Siguió con sus caricias y embestidas, al tiempo que se deleitaba con los sonoros gemidos de Hinori. Sentía algo de vergüenza que todos la escucharan, pero daba un poco igual. No iba a ocultar su amor por nada en el mundo, después de todo. Eso si, tendría que asegurarse que el próximo hostal tuviera paredes anti ruidos. Esos gemidos serían solo para ella y nadie más. Se relamió un poco y siguió introduciendo rápidamente el mando, pese a que ya había llegado a su velocidad máxima. En cierto modo era un poco frustrante haber tenido que usar casi todo su repertorio, pero aún guardaba su arma secreta para casos de emergencia. Rió siniestramente en su interior, puesto que que quería ver la cara de su princesa cuando viera su "pequeño" objeto.

– ¿Mmm?

Alice salió de sus pensamientos al oír lo que dijo. Una sonrisa traviesa se formó en su rostro y tiró el mando hacia un lado. En ese caso, supuso que era hora de darle el último golpe, pero lo haría a su modo. Lentamente, como si de un tesoro se tratara, la joven tendió boca arriba a su novia en el colchón. La contempló durante algunos segundos y, sin poder evitarlo, juntó sus labios con los de ella. Exploró cada rincón de su interior, sin darle oportunidad alguna para que pudiera resistirse. Al separarse, lamió sus labios para quitar la saliva restante, para luego repetir el mismo proceso varias veces, al tiempo que frotaba su cuerpo contra el suyo.

– Dios, como te amo, como te deseo. No pienso dejarte ir nunca más, y te haré mi futura esposa para asegurarme. Eres mía para siempre – exclamó mientras mordía levemente su cuello.

Una vez que terminó allí, pasó hacia el evento principal. Lentamente fue bajando por su cuerpo, dejando rastro de besos a medida que descendía. Finalmente, tras lo que pareció ser una eternidad, llegó hacia la zona íntima de su mujer. Se relamió un poco al ver lo húmeda que se encontraba, y solo era cosa de tiempo para se viniera. Lentamente acercó su rostro a la entrepierna de Hinori, y una vez allí empezó a lamer con gusto. Joder, como había extrañado su sabor. Aparte desde esa distancia lo azotaba bien fuerte su aroma, por lo que se descontrolaba un poco. Minutos después, había dejado solo de lamer y ahora succionaba con fuerza. Ni siquiera se veía la intimidad de la pelinegra a estas alturas.

– Como había extrañado tu sabor. Si fuera por mi, me alimentaría de esto para el resto de mis días – dijo riéndose tras separarse por unos segundos.

Luego de decir aquello, nuevamente empezó a devorarla, aunque ahora agregó dedos también usando el Kempo. Entraba y salía sin parar, al tiempo que exploraba cada rincón de su hermosa prometida...