Consultorio de Mariposo el Florido

El joven cazador miraba asombrado hacia la pantalla. Su programa favorito estaba en emisión, así que aprovechó para crear unas palomitas de luz y empezar a comer de estas mientras lograba sentirse reconfortado en su sillón. -Fantástico, ¡esto es fantástico! -Gritó, eufórico por saber con qué contestaría el doctor.- ¿Y si... llamo? -Se preguntó a sí mismo, preso de la devoción y la curiosidad de saber el por qué de sus enigmas de orientación sexual. ¿O de eso iba el programa, no?

Tocó su transmisor y recibió una llamada. ¿Cien mil berries cada cinco minutos? Sí, se lo podía permitir. Agarró la cartera de Álex y miró su fondo infinito, sacando varios millones de esta y guardándolos en el bolsillo de su americana. Tras introducir la secuencia del programa, Dark estuvo atento a los quince minutos de espera. Hasta que le atendieron.

-Coño, que ya es hora. -Su voz retumbó por el programa, tosca y enfadada.- Esto... Hola. -Dijo, algo avergonzado. Se quedó en blanco varios segundos y después miró hacia la televisión.- Soy Dark Evans Satou y me gustaría saber la respuesta a esta pregunta: -Volvió a tomar una pausa, esta vez mucho más reservada y a propósito para joder a los espectadores.- ¡¿Por qué coño estoy llamando a esta línea y no a la erótica?! O no. ¿Por qué me escuece el glande al frotarme, doctor? -Acabó diciendo, explotando entre carcajadas que no sonaron gracias a que tapó el transmisor con la mano. Después se dio cuenta de que era alguien conocido en el mundo y no había hecho lo acorde a su rango.- De parte de Álex Drachen, el rey de los cazadores. Saludos.

¿Cortar el glande? Aquella voz, sin duda, le resultaba conocida. "Al Naion, brillante como el neón." Pensó, consumiéndose entre los recuerdos de sus peleas en las islas del bambú. Él no conocería su forma masculina, así que su voz pasaría imperceptible ante la audiencia. Y era de agradecer, ya que odiaba ser reconocido por sus méritos. Algo irónico en un mundo del cual la gente pecaba de falta de humildad. Suspiró y metió la mano en el bolsillo de su indumentaria, donde se encontraba una Ivankov. Negó con la cabeza. Iba a asistir a aquel lugar con su forma masculina, y no porque el dragón se las vendiera muy caras. Ahora, la cuestión era... ¿Dónde debía ir? ¿Cuál sería el lugar de tal famoso programa?

Pero casi como si de suerte se tratase, la dirección pasaba en cámara rápida por la parte inferior de la pantalla, donde se encontraban números de referencia y mensajes enviados por gente. -¿En serio, por qué dicen esas cosas? -Cuestionó ante el transmisor. El público aun le escuchaba y era algo que le gustaba, ya que los sorprendería.- En un rato estoy ahí. -Acabó exclamando, cortando la transmisión y saltando hacia fuera de su mansión. Observó el horizonte, dirigiéndose hacia el este, y pasó a forma semimaterial, consumiendo su piel nívea y volviéndola en una luz ténue y agradable. Antes de que la frase lograra transmitirse debido a la distancia, Dark ya se encontraba divisando el lugar, y muy a su pesar, entrando de forma forzada en este.

Los escombros del techo yacían por encima de él, ya que tras un gran sonido molesto para los integrantes y emisores del programa, lograron dirigir la vista hacia el moreno. -Hola. -La voz les resultaba conocida. Era algo diferente a la del transmisor, pero el tono sarcástico que siempre mantenía en ella lograba seguir identificándose.- A Álex Drachen no le pica el glande. Soy Dark Evans Satou, encantado. -Dijo, encorvando ligeramente la espalda mientras hacia una reverencia con la mano derecha. La otra la tenía pegada a la altura del esternón, y no podía evitar mirar hacia los dos integrantes principales del plató, a pesar de mantenerse cabizbajo.- Le he cortado el glande, y ahora... ¡Ya no le pica! -Exclamó, en un tono retórico, sin esperar respuesta. El público se mantuvo silencioso y explotó en carcajadas sonoras, casi riéndose de él más que su comentario.- Bueno, si me lo permitís, me uniré a tan agradable jornada con ustedes.

Si Al lograba tener dos dedos de frente, comprobaría con mantra de que era la mujer de los anteriores entrenamientos. Si no era así, tampoco desvelaría nada. Simplemente vería desde el mismo plató cómo se desenvolverían las próximas llamadas, callado. Era su programa favorito, y debía estar en él de alguna forma.