[Primera Ronda] Lysbeth Ardian vs. Arthur Silverwing

Odiaba el público, era algo que no podía soportar. Un montón de palurdos coreando y vitoreando descerebradamente por gente que hacía todo el trabajo por ellos, para ellos, por el simple fin de su entretenimiento. Bien podían estar viendo los mejores luchadores del mundo enfrentarse en una competición, o bien podrían estar haciendo el círculo de la muerte con dos cangrejos y un par de cuchillos atados a sus pinzas. No les importaba, mientras vieran algo pegarse con algo. Y eso era lo que no me hacía ni gracia, ser partícipe de tan burdo entretenimiento, que mis esfuerzos se vieran arrastrados por el suelo de forma tan inútil.

Suspiré con resignación mientras la puerta se abría y mi cara era golpeada por los súbitos rayos del sol, así como mis oídos eran apuñalados por la cacofonía de todos esos sucios simios que deseaban ver sangre. Caminé cerca de 50 metros hasta cerca del centro de la arena, en silencio, no quería saludar, no quería darles nada innecesario, no deseaba animarles.

Quería terminar con esto, esperar a que llegase mi oponente, derrotarlo, pasar a la siguiente ronda y repetir hasta terminar. Puede que con todo esto por fin recibiera las respuestas que buscaba, puede que por fin diera la cara la persona que me había metido en este fregado. Quería respuestas y no iba a dejar que nadie se interpusiera en mi camino, fuera quien fuera.

Llegó al torneo con tiempo de sobra. Había dejado su barco oculto en otra isla, por descontado.  Y a su jovencita con él. Era un torneo amistoso, en teoría, pero también iba a haber mucha gente llegada de los cuatro confines. No quería que le pasase nada y en caso de que algo se torciera, podría protegerse mejor si solo tenía que preocuparse por sí misma.

Se sorprendió un poco al ver la lista de participantes. Reconocía varios nombres. ¿Dexter Black había resucitado? En realidad, pensándolo bien, lo más probable es que nunca hubiera llegado a estar muerto. Quizá se había precipitado con los fuegos artificiales, pero al menos ahora tendría algo de que hablar mientras intentaba que no le partiera la cara. Quien sí le sorprendía que estuviera en el tablero era Ivan Markov. Le recordaba, había interceptado su carta y matado al mensajero. Culpa de él por intentar matarla, todo había que decirlo. No sabía que le interesasen este tipo de eventos. ¿Debería fingir que no le conocía? Nah, arruinaría la diversión.

El último nombre que llamó su atención era precisamente su contrincante. Tragó saliva al reconocerlo y se dirigió al escenario. Por supuesto, siempre existía la posibilidad de que no hubiera mirado los wanted últimamente. Quizá le habían ahogado lo bastante en papeleo, aunque se sentía un poco mal deseándoselo. Quizá no le recordaba, pero no le había parecido alguien con mala memoria.

Ya estaba en el centro del escenario, esperándola. Se acercó en silencio, mientras repasaba en su cabeza lo que llevaba encima. Sus dos sai se balanceaban en sus caderas al ritmo de sus pasos, igual que los cuchillos que ocultaba bajo la falda. Por lo demás, ella misma era su arma más letal. Se aseguró, sin embargo, de borrar de momento cualquier efecto que su akuma pudiera tener. Había planeado utilizarla desde el minuto uno, pero podía esperar hasta necesitarla. Prefería poder saludar con tranquilidad. El público aumentó sus gritos cuando llegó hasta el pelirrojo, pero los ignoró. En lugar de eso, le tendió la mano a su contrincante.

-Cuánto tiempo. Supongo que esto te relajará más que un par de chorros de agua, ¿no?

Sonrió con amabilidad, pero se mantuvo alerta. Seguía siendo un combate y seguía habiendo un premio. Si decidía atacarle de repente, no podría culparle.

Mi contrincante no tardó mucho en presentarse. No me molesté en mirar nombres ni caras de participantes, alguien capaz de meterme en este fregado sin identificarse seguro que no estaba entre los contendientes. Prefería la sorpresa de ver si me encontraba con caras conocidas, o mejor aún, con alguna que otra gema oculta.

Sin duda, una cara conocida, y de hace unos meses nada menos. Una mujer llamada Lyswith, o Lysbet, o Lysa... No me acordaba del todo. Creo que sólo lo dijo una o dos veces, y sabia que empezaba por Lys. Era el tipo de mujer que a la que Al entraría sin dudarlo, aunque eso no era especificar mucho. De todas formas de algo si que me acordaba, por lo menos podía volar con las alas y definitivamente no era inofensiva. La verdad es que durante nuestro encuentro en Shabondy no me pareció alguien excepcional, no alguien que fuera seleccionada para este evento. Pero viendo que había pocos participantes y el nivel que buscaban... no podía permitirme bajar la guardia ante una cara bonita.

Lys, si, por ahora la llamaría Lys para evitar confundirme, se acercó despreocupadamente y con familiaridad, casi alardeando de seguridad frente al público, al cual le encantaba la atención. Se detuvo ante mí y me extendió la mano. Estaba demasiado expuesta, casi parecía una trampa. Nadie había dado ninguna señal para empezar, por lo que por ahora nadie podría dar el primer golpe, de todas formas podría intentar cualquier cosa con ese apretón, veneno por ejemplo, o aplicar algún poder raro. De todas formas mi instinto me decía que esto era una simple señal de respeto, sin intenciones ocultas, por lo que no dudé en responder a su saludo.

- No tienes idea de la tensión que se libra durante el trabajo de campo. - Comenté devolviendo el apretón de manos. - Y no tienes ni idea de lo que me relaja saber que no me tocará contenerme. - La última palabra la había dicho con algo bastante raro en mí, una sonrisa sincera y una expresión algo inquietante en la cara.

Tras aquella formalidad me retiré y me coloqué en mi posición designada mientras el árbitro esperaba para dar la orden de inicio. Aquel escenario era curioso cuanto menos, cinco columnas, una cerca de cada esquina y una central en medio de los dos, cada una con unos 20 metros de alto y 2 de diámetro, rematadas con un capitel de 3 metros de diámetro. Lo que me dificultaba saber donde estaría o ver su primer movimiento. De todas formas le daría el beneficio de la duda, el primer movimiento era suyo, más le valía no decepcionarme.

Los ojos de Lys relucieron al escuchar su respuesta. Su expresión iba a juego con la de Arthur, toda sonrisa y pérfidas intenciones.

-Me ofendería que te contuvieras. Disfrutemos, nos han dado un escenario muy bonito para destrozar.

Se apartó igual que él y aguardó con paciencia a que el árbitro diera la señal de inicio. En cuanto el pitido inundó sus oídos, pasó al ataque. Con un giro de muñeca creó tres cuerdas cortantes en forma de aros alrededor del marine. Una a la altura de sus rodillas, otra a la de su cintura y una última a la de sus hombros. Con la otra mano, hizo aparecer sobre sí misma tres orbes de oscuridad.

-¡Permíteme que lo inaugure!

Los lanzó directos a su cara y mientras volaban hacia él a toda velocidad, pasó a forma completa y desenfundó sus sai. Aguardó completamente alerta la respuesta de su contrincante. Activó el haki mantra y sus ojos se abrieron con sorpresa al ver el aura ofensiva que emanaba. Sin pararse a pensarlo, equiparó la suya para que aparentase ser igual. No tenía intención de amilanarse.

Lys no me hizo esperar ni un segundo. Lejos de comenzar de forma precavida pasó a la ofensiva el mismo instante que se dio la señal de inicio. Antes de lo que había previsto estaba al alcance de sus ataques, había decidido entrar a la ofensiva pero manteniendo las distancias. Un movimiento prudente si desconoces el verdadero potencial de tu oponente.

Unas extrañas cuerdas me rodearon, finas y con un leve destello que me indicaba que no sólo tenían pensado atarme con aviesas intenciones. Su primera jugada había sido tratar de restringir mis movimientos completamente, de los pies a los hombros. No esa no era su intención, el primer movimiento siempre se hace para saber la extensión de la fuerza del oponente. Seguramente quisiera comprobar mi tiempo de reacción o mi capacidad de resistirme de llegar a ser atado. Poca cosa podía hacer para evitarlo sin darle información, pero la que le diera sería la que menos me importase.

Inmediatamente me agaché hasta que mi pecho casi tocó el suelo, en una pose de combate que destacaba por su horizontalidad. Casi parecía un animal agazapado antes de saltar y, bueno, en cierto sentido lo era. Las cuerdas se cerraron, cortando las puntas de algunos de mis cabellos. Justo en ese momento aproveché para cargar contra mi adversaria poniendo toda mi fuerza en un solo y poderoso paso para acortar distancias. La fuerza empleada fue tal que liberó una pequeña onda de choque al salir, reventando un par de losas de piedra.

Tal y como esperaba no era lo único con lo que empezaba, pero lo que pe sorprendió no era su ataque preventivo, sino la naturaleza de este. Tres esferas de oscuridad, eso lo había visto antes. Sólo había una persona que podía hacer eso así que, o bien era la misma persona, o bien era alguien cercano. Mis sospechas en Sabondy estaban en lo cierto. De todas formas mi siguiente ataque me daría una respuesta, de responder con familiaridad significaba que me encontraba ante la misma persona, si daba signos de sorpresa significaba que se trataba de alguien distinto.

Extendí la mano al frente y tres explosiones se sucedieron en esta, El humo levantado me envolvió y el sonido fue ensordecedor durante el segundo que tardé en llegar hasta ella. La palma de la mano estaba algo magullada, pero no era nada importante. Al llegar a su altura clavé el pie derecho en el suelo para detenerme de golpe, liberando toda la energía de mi carga en una onda de choque cuya intención era desequilibrara. Sin perder toda mi cinética, aproveché la energía restante para pivotar y girar sobre mi cuerpo. Junté el puño derecho con la palma contraria, un brillo rojizo emergió de ellos al tiempo que mi arma emergía de entre mi manos.

- Zinogre, es hora de luchar. - Comenté en una calmada voz, más como un rezo que como una amenaza.

Al momento estaba sosteniendo un glaive entre mis manos. De colores rojizos, con el asta metálica y una cuchilla que parecía formada de finos cristales de agudos motivos geométricos. Terminé mi giro dejando caer sobre su cabeza un corte descendente en diagonal, cuando el arma tocase suelo planeaba que lo hiciese con la fuerza suficiente como para mandar a volar pequeños trozos de losa por el impacto.

La agilidad de Arthur le hizo sonreír, sin duda iba a ser un combate formidable. En seguida estuvo en el suelo, agazapado como si se dispusiera a cazarla. En ese caso, buena suerte intentándolo.

En cuanto fue hacia ella, aleteó con fuerza mientras pisaba el suelo para ganar espacio de un salto. La onda de choque le hizo errar la dirección, pero al menos seguía de pie en lugar de tambalearse. Notó la potencia en la cara y apretó los dientes sin quitarle los ojos de encima. Escuchó su voz de alguna forma más nítida que los gritos del público, a pesar de que no la había alzado. Como una profecía de lo que se avecinaba, nada más calló su arma apareció entre sus manos. Por acto reflejo, Lys alzó las suyas propias para cazar el filo entre sus sai.
Lo consiguió, pero la fuerza del ataque hizo que regresara a tierra firme, rodilla hincada en el suelo por el esfuerzo de contenerlo. El suelo se quebró bajo ella y por el rabillo del ojo vio volar una baldosa. Mierda, la rodilla iba a dolerle días y días. Aguardó un segundo, tan solo media respiración. En seguida, en un movimiento cuidadosamente controlado, se lanzó hacia un lado dando una voltereta mientras dejaba ir el arma de su contrincante.
Volvió a ponerse en pie, estudiando a toda velocidad sus posibilidades. Era más seguro atacarle desde lejos, pero tendría más probabilidades de llegar a él si se acercaba. El problema, por supuesto, era la fuerza desmesurada que tenía, por no hablar de su enorme arma. No podía darle tiempo a tocarla.
De un movimiento enfurecido, alargó el filo de sus sai y los recubrió de fuego infernal. Esprintó hacia Arthur, buscando entrechocar su arma con la suya. Si lo conseguía, con la otra mano recogería uno de sus cuchillos y trataría de clavarlo en su cadera, antes de esprintar de nuevo hacia atrás y alzarse varios metros. No tenía prisa y prefería tantearlo antes de ponerse seria.

No solo poseía unos reflejos elogiables, tenía la fuerza suficiente para detener mi golpe en pleno vuelo sin casi un rasguño. A pesar de que hice que descendiera su técnica le permitió liberarse de la presión que ejercía para poder desplazarse a un lado. Pocas veces me había enfrentado a oponentes que usaran armas exóticas como un sai, aunque tampoco era algo nuevo para mí. La disciplina en armas de control como los sai o los jitte era impartida en algunos cuarteles como medidas para desarmar oponentes con armas de filo.

Su respuesta no se hizo esperar. Tras una breve pausa en la que supuse estaba evaluando sus posibilidades decidió lanzarse a la ofensiva de cerca. Nada de sutilezas ni petardos, parecía que estaba dispuesta a llevar esto a un nivel más cercano. Sonreí con expectación mientras ponía mi arma en posición para interceptar las suyas, las cuales se habían alargado con extrañas llamas. Las chispas saltaron cuando los aceros se encontraron, lo que hizo que el público estallara en una ovación. Algo me extrañaba, ese ataque parecía a medias, alguien capaz de controlar cuerdas con esa precisión y usando sai tendría que apuntar a un sitio en concreto, el cuello, los ojos, entre las costillas. En cambio este ataque parecía una provoca... Oh mierda.

Vi por el rabillo del ojo el filo de un cuchillo dirigirse directo a mi cadera, pretendía limitar mis movimientos. Poniendo toda mi fuerza sobre la mano derecha traté de zafarme de ella mientras interponía la izquierda entre el puñal y mi cadera. Agarré el filo con fuerza, justo a tiempo para que se hundiera sólo un par de centímetros en la carne. Ahora tenía un pinchazo y un par de cortes en la mano. Mientras tanto ella había aprovechado para poner algo de distancia entre nosotros. Una estrategia de golpea y corre.

Me dispuse a perseguirla, pero algo me llamó la atención. Las llamas de sus armas se estaban extendiendo por Zinogre y ya habían cubierto todo mi brazo. Antes de que me quisiera dar cuenta todo mi cuerpo estaba envuelto en dichas llamas, su distribución de calor era extraña, y su comportamiento nada natural, parecía más un poder que una reacción química. Extendí mi brazo con fascinación mientras estudiaba la naturaleza de este fuego, el cual ahora pasaba a extenderse por las baldosas. Miré a Lys, esperaba que entre las llamas pudiera distinguir la chispa de la emoción en mi mirada y una sonrisa que, dada la situación quedaba algo antinatural. Las llamas comenzaron a retroceder atraídas por una fuerza invisible a la palma de mi mano, donde un pequeño vórtice se estaba formando. Tras un par de segundos cerré el puño, ahora libre de fuego, para luego mostrar una pequeña esfera de calor puro. Llevé la palma de la mano al arma y recubrí esta con el calor que había absorbido, formando una cuchilla de un blanco incandescente.

Corrí hasta situarme justo debajo de ella, tras eso saltaría hasta situarme a su altura, fingiendo llegar a dar un tajo en horizontal. Cuando me quedase un par de metros para llegar usaría el 0 Raiser, propulsándome usando chorros de aire caliente y tratando de sorprenderla acortando la distancia de manera repentina. Ahora sí lanzaría un tajo horizontal con el arma incandescente, de interceptarlo trataría de arrastrarla lo más alto posible, de esquivar seguiría mi ascenso. Si quería pelear en el aire ambos jugaríamos con las mismas reglas.

Sonrió mientras se alejaba. No había conseguido clavarlo tan profundo como esperaba, pero la sangre en su cuchillo era una pequeña victoria para ella. Primera gota. Susurró para sí.

Sin embargo, enseguida le llamó la atención lo que estaba pasando frente a ella. Las llamas que ella misma había invocado se extendían ahora cubriendo  a su contrario, devorando hasta las baldosas y centrándose… en su mano. Las atrajo hacia sí y de un segundo a otro, desaparecieron y se volvieron una esfera de calor puro. Cuando la llevó hasta su arma, Lys comprendió que había cometido un terrible error. Respiró hondo, aceptando los hechos. Nada de fuego para el marine, pues.

Vino hacia ella, desde abajo. Inmediatamente, utilizó Night Shadow y creó un muro de energía para separarse de él. Creyó que su arma se estamparía ahí, pero en lugar de eso él continuó subiendo, más rápido de lo que había calculado. Se echó hacia atrás justo a tiempo de evitar que le convirtiese en amazona oficial, pero a cambio varios mechones de pelo cayeron al suelo víctimas del filo. Demonios. No era lo peor, estaba subiendo. Y no por propia voluntad. Fuera lo que fuera que estuviera haciendo, la estaba arrastrando con ella. Ahí sus alas no le valían de nada y estaban demasiado cerca para su gusto. Enseguida, decidió un cambio de estrategia.

Enfundó sus sai y, aparentemente desarmada, alteró su presencia hasta parecer completamente inofensiva y  rápidamente se lanzó a los brazos de Arthur con lágrimas en los ojos. En menos de un segundo alteró su apariencia para acogerse a sus gustos y usó su poder para manipular el deseo de su contrincante, aumentándolo todo lo que podía.

Si conseguía llegar hasta él como había planeado, se colgaría de sus hombros, pegada a él. Susurraría su nombre en su oído y sin dejarle responder, le mordería el cuello hasta clavarle los colmillos.

cosis:

Ahora la tenía don de quería. Si había recibido el impacto y había seguido ascendiendo podría aprovechar para desatar un ataque desde todos sus ángulos muertos. Si había perdido el control de sus alas mejor todavía, ahora era la oportunidad de dar el golpe de gracia y terminar el combate. Espera ¿Qué hacía Saphira ahí? Había quedado en el cuartel junto al resto de la unidad. ¿Acaso se había transformado Lys en mi subordinada? ¿Pretendía ablandarme el corazón con el aspecto de una persona preciada? Que acto más bajo y pueril.

Aunque pensado por otro lado parecía que sólo quería un abrazo. Un abrazo no le ha hecho daño a nadie ¿no?. No me importaba abrazarla en medio del aire, de hecho si no lo hacía se estamparía contra el suelo. La verdad es que hoy estaba excepcionalmente guapa, ese pelo moreno con esos reflejos azulados y unos ojos color azul marino. Por alguna razón su contacto me reconfortaba y me daba una sensación cálida que hacía que no quisiera soltarla. Quería tranquilizarla y limpiar las lágrimas de su rostro. ¿Lágrimas?

- La Saphira que yo conozco nunca lloró delante de mí. Y después del entrenamiento infernal por el que hice pasar a su unidad no les deberían quedar lágrimas en los ojos. - Comenté en voz baja dándome cuenta del engaño.

Aunque por alguna razón seguía con esa extraña sensación de antes... y el emperador parecía listo para la batalla por alguna razón. Otra vez no. Siempre me molestaba en estos momentos, esa incómoda protuberancia que me proporcionaba esa gloriosa sensación al mínimo roce. Por favor, que alguien hiciera que pasase de una vez. Todo parecía parte de un extraño hechizo lanzado por Lys, y antes de que me quisiera dar cuenta estaba enroscada a mi cuello mordiéndolo como si se tratase de una sanguijuela. Si quería bailar... bailaríamos, así que enumeré el número de den den mushi que me había dado.

- Al salir del spa me dijiste que te llamara si encontraba un lugar que quisiera mostrarte. - Comencé a susurrarle al oído. - Es un lugar especial al que voy cuando quiero estar solo. Espero que lo aprecies.

Terminé de corresponder su abrazo, agarrándola con fuerza para que no se escapase. Congelé la carne alrededor de la herida, así como la sangre, con un poco de suerte se quedarían sus labios y sus dientes pegados. Hice circular el calor del ambiente por mis músculos y un aura rojiza me envolvió. Tras eso comencé a ascender a toda velocidad, en una línea perfectamente vertical, aprovechando el impulso extra de los chorros de aire caliente, ahora mejorados con el Trans Am.

Alzó la cabeza al escuchar el número de den den Mushi que le había dado. Justo a tiempo, porque nada más apartarse de su piel la vio congelarse. Exactamente, ¿qué akuma tenía este hombre, que le permitía manejar tanto fuego como hielo? Su ardid no había funcionado, o al menos no tan bien como a ella le habría gustado. Había consecuencias que eran completamente inevitables, pero ignoró el bache que acababa de surgir. Había asuntos más importantes teniendo lugar.

Intentó escaparse, por supuesto, pero sus brazos se cerraron en torno a ella como presas. Estaba atrapada, lo sabía. Él tenía más fuerza que ella y a no ser que la soltara por propia voluntad, terminarían por subir a lo más alto. Y después… no sabía qué podía ocurrir, pero no quería averiguarlo. El calor le azotaba, secándole la boca y distrayéndola. No le hacía daño, pero era tremendamente incómodo y aún más preocupante. Sin embargo, no había perdido todas sus bazas. Sus brazos todavía estaban en torno a su cuello. Separó su cabeza lo justo para mirarle a los ojos, sin cambiar de apariencia. Sonrió con tranquilidad.

-Es íntimo y precioso, lo reconozco. Pero tal y cómo están las cosas, no podemos quedarnos a disfrutarlo.

Con cuidado, acarició con la pierna aquello que gritaba por ser tocado. Lo hizo despacio, durante un par de segundos mientras continuaban subiendo. Lo justo para que el siguiente movimiento no pareciera apresurado. Alejó una mano de su cuello… para volver a acercarla con un rayo de energía demoníaca en esta. No quería matarle, así que se aseguró de apuñalarle en la clavícula en lugar del cuello. Una vez. Y otra. Mientras pudiera, continuaría apuñalándole los hombros y la espalda. Si conseguía un poco de espacio para maniobrar, volvería a coger un sai y lo dirigiría directo a su estómago, con toda la intención de atravesarlo.

-No voy a mentir, puede que no sea un spa pero creo que está siendo igual de entretenido. Recuérdame que te invite a café y vendas una vez hayamos… terminado.

- Oh no, insisto, quedémonos un rato más, todavía no has visto lo mejor. - Comenté con una voz un poco forzada debido a la situación.

La condenada tenía fuerza, eso no lo dudaba, tenía que poner todo de mi parte para evitar que se zafase de mi agarre. Todo estaría bajo control de no ser por el puñetero emperador que no se estaba quieto. De no ser porque me hacían falta manos juré que me lo arrancaría de cuajo si tuviera la oportunidad. Y el hecho de que su muslo se estuviera rozando contra él con perversas intenciones no ayudaba a mantener la sangre en mi cabeza, no en la que importaba.

Parecía más calmada, pero viendo los métodos de los que era capaz no dudaba en que eran para que bajase la guardia. Aunque la verdad es que con esa cara cualquiera lo haría. Bueno confiar un poco no me haría daño. ¿Pero en qué demonios estaba pensando? Estaba en esta situación por confiar y bajar la guardia, además de que sólo tenía un plan, y si no funcionaba tendría que emplearme al 100% en la primera ronda ¡¿Quieres estarte quieto maldito pedazo de carne?! Aunque por otro lado era un indicativo de que trataría de zafarse de forma desesperada, si no podía por la fuerza, lo haría con la seducción, y si fuera ella y no lo lograse... aprovecharía la situación.

Casi por instinto vi un destello en la mano de mi oponente, un ataque con la misma energía que las esferas de antes, pero de forma directa. Justo a tiempo cubrí la zona con haki, el suficiente como para que una herida mayor quedase en un corte y la piel levantada. La andanada continuó por mis hombros, los cuales conseguía proteger de daños fatales. Apuntaba a la clavícula intentando debilitar la fuerza de mis brazos. Pero yo no le dejaría si me concentraba lo suficiente lograría evitar daños mayores y quedarme sólo con daños superficiales. Sólo necesitaba un poco más.

De pronto un dolor punzante me sorprendió, uno que atravesaba mi espalda y se abría camino por mi carne, abriendo la piel por debajo del hombro izquierdo. Tras ese un segundo y, por último un tercero. Tres puñaladas, dos de ellas terminaron de atravesar mi cuerpo, dejando salir un par de notorios chorros de sangre en dirección a la chica demonio. Tenía que pensar rápido, no había tiempo para devolver el ataque, tenía que cerrar la hemorragia congelando las heridas, pero dada su gravedad tardaría unos segundos.

Por ahora sólo me tenía que concentrar en una cosa, no perder el agarre y seguir subiendo todo lo rápido que pudiese, lo más alto que fuera capaz de llevar este combate. Lys dijo algo más, pero dada la fuerza del viento en mis oídos no pude escuchar bien lo que comentó.

- No te preocupes, te prometo que el final no te decepcionará. - Hice una pequeña pausa para mirar la isla y la a multitud abajo. - Y creo que los espectadores podrán verlo de primera mano.

Había funcionado. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal casi con sorpresa cuando la sangre le salpicó, empapando su ropa. Por algún motivo, no esperaba llegar tan lejos. Se preocupó por un momento, pero se calmó al ver el hielo empezar a asomar en el borde de las heridas. El condenado no iba a morirse, así que podía volver a preocuparse por el hecho DE QUE SEGUÍAN SUBIENDO. CUÁNTO MÁS PENSABA SUBIR, DIABLOS. No la soltaba, si le hablaba el viento la apagaba y todo lo que hacía era continuar subiendo cada vez más arriba. No tenía muy claro qué pasaría si abandonaban el planeta, pero estaba segura de que no sería bueno. Le había dicho algo, pero no había entendido nada y la extraña sonrisa que tenía en la cara le daba de todo menos confianza.

De repente, se le encendió una lucecita en el cerebro. Sabía exactamente lo que tenía que hacer, aunque no tenía muy claro cómo empezar. Cerró los ojos con fuerza y respiró hondo una sola vez, tratando de aislarse de lo que ocurría a su alrededor. Su expresión se relajó y los brazos que todavía tenía en el cuello del marine se reposicionaron como si fuera lo más natural del mundo, ignorando la presión que él hacía para sujetarla. Uno se quedó en su sitio, mientras que el otro paseó hasta apoyarse en su pecho. Aprovechando que su presa le daba un punto de apoyo único, comenzó a rozarle, moviendo la cadera poco a poco, los pies después. Los movimientos eran extraños debido a las circunstancias, pero era fácil reconocer lo que hacía la pirata. Bailaba. Abrió los ojos e hizo contacto visual con su presa, tratando de atraparle. Sabía cómo hacer para convencer a cualquiera de que le otorgara un baile y no iba a dejar que él fuera el único que se escapase, sin importar que estuvieran a sabe dios cuantos metros de altura en perpetua ascensión.

Pretendía que le correspondiera y que mientras se entregaran al baile, bajara la guardia o, al menos, aligerara la presión que ejercía sobre ella. Solo necesitaba un momento de distracción para poder llegar con la mano a su muslo y lanzarle dos cuchillos a la cara, uno a cada ojo. Con suerte, si lograba llegar hasta ahí él la soltaría por la sorpresa y podría apartarse por fin. A unos metros de distancia, lanzaría un último orbe de energía lo bastante fuerte para rematar la faena y dejarle inconsciente. O, al menos, ese era el plan.

Ya casi estaba. Solo un poco más, sólo unos segundos más. Lo único que tenía que importarme era mantener la presión, la velocidad y la dirección. Si no intentaba nada más ni recurría a ninguno de sus trucos todo iría sin problemas. Exacto, y para asegurarme revisaría por si acaso. Velocidad: óptima. Presión: la suficiente como para no romper esternones. Dirección: vertical. Ritmo de baile: ligeramente mejor que el de un gofre siendo lanzado por una catapulta. Aquí había un dato que sobraba.

Ya lo había vuelto a hacer, esta mujer era peligrosa. Estaba claro que estar cerca de ella, o por lo menos en contacto con ella provocaba que mi cuerpo respondiera de forma que no deseaba, y el emperador no daba signos de calmarse. Parecía que había adoptado otra estrategia, ahora usaba una especie de hechizo que me obligaba a seguirle el baile. Mi agarre cambió de un abrazo fuerte a un agarre en los brazos, en una torpe parodia que un bailarín experto interpretaría como un intento de seguir sus movimientos. Lo peor de todo no era eso, estos movimientos estaba desviando la trayectoria, si no intervenía rápido podíamos desviarnos por mucho. Giro a la derecha, giro a la izquierda, por cada movimiento que trataba de hacer hacia un lado lo compensaba con el movimiento contrario para tratar de seguir.

En medio de la danza decidí que era la hora de subir el nivel, ahora podría ver lo que pasaba cuando me enfrentaba a oponentes verdaderamente admirables. Entre los movimientos centré el calor del Trans Am, ahora trataría de atraparlo en un ciclo, aprovechando al máximo la energía, como un reactor. Los chorros de aire caliente que nos impulsaban brillaron con un resplandor azulado mientras el ruido que hacían pasaba a ser un potente silbido agudo. Los movimientos cada vez eran más artísticos, poco a poco me estaba dejando llevar más y más por el baile, realizando maniobras cada vez más complejas.

Una nube alta nos tragó a ambos, lo que pasó ahí, solo los dos lo sabríamos. Un baile de grandes alturas sin testigos. Lo único que tenía claro era que ahora mi agarre era prácticamente inexistente. Tras unos segundos interminables por fin emergimos por encima de la nube, yo sosteniendo a Lys por encima de mi cabeza en una pose artística. En medio de un cielo despejado, con un mar de nubes por debajo el sol como corona. Una imagen de postal, salvo por un pequeño detalle. Ahora la estaba sosteniendo, no agarrando.

- Esto hay que repetir...- Fui cortado de forma abrupta por dos cuchillos dirigidos a mi cara.

Mi cabeza se echó hacia atrás por el impacto, para luego volver a alzarla con los cuchillos entre los dientes. La punta me había llegado a la campanilla provocando una pequeña arcada y que la boca me supiera a sangre. Necesitaría algo más para... ah cierto, eso. Otro impacto en mi cara, esta vez lo suficientemente potente como para separarnos varios metros, en los cuales yo inicié la caída. En toda la cara, tenía la piel magullada, en algunos sitios abierta. Me había dado entre las cejas y el impacto había hecho que perdiera la visión.

Entre el humo de la explosión, lo primero que emergió fue mi brazo izquierdo, extendido hacia ella (o por lo menos la fuente de calor que deduje que era ella), apuntándola con el dedo índice. En mi cabeza se formó una imagen, los dos sentados, entre ambos una mesa de madera en medio de un limbo blanco. Sobre esta había un tablero de ajedrez con fichas negras y rojas. Lys había movido, comiendo a mi torre y rompiendo el enroque. Pero ahora sus fichas estaban donde quería.

- Dependiendo de la zona la temperatura desciende unos siete u ocho grados cada kilómetro de ascenso... - Comenté mientras notaba como la gravedad me reclamaba ahora que había dejado de ascender. - Me pregunto cómo le sentará eso a toda la sangre y sudor que hay sobre ti... y sobre tus alas.

Si dependía de las alas para volar ahora estarían llenas de hielo y escarcha, sino por lo menos serían dos molestos alerones que le estorbarían a la hora de maniobrar. Si quería descongelarlas tendría que emplear fuego, cosa que sabía que no era buena idea contra mi. Solo tenía una opción. Pero hasta que lo hiciera aprovecharía el descenso para ganar más velocidad, antes de retomar el vuelo. No era necesario, pero prefería esperar a ver si recuperaba la vista para estar en plenas facultades.

Él comenzó a caer primero. Por un momento, cara a cara en completa horizontalidad, pareció que el tiempo se detenía. Rodeados de nubes, empapados por  de la cabeza a los pies por la última que habían atravesado, cubiertos de sangre, sudor y hielo. Extendió la mano para agarrar su muñeca mientras le señalaba, pero empezó a caer. El suelo le reclamaba y ella fue la siguiente.

Tardó unos segundos en entender lo que decía, pero cuando lo hizo su corazón empezó a latir a toda velocidad. Tenía razón, estaba cayendo en picado y ya le había adelantado. Pesaba más y las dos cosas que le arrastraban eran contra todo pronóstico sus alas, congeladas casi por entero. No era lo único; su ropa estaba fría y rígida, la sangre y el sudor se habían solidificado y le impedían moverse con su agilidad de siempre. Lo primero que hizo fue regresar a su forma humana. Las alas desaparecieron y el hielo que las cubría se precipitó al suelo lejos de ella. Había conseguido reducir un poco la velocidad de la caída, pero ni de broma era suficiente. Necesitaba secarse y encontrar la forma de suavizar la hostia que iba a pegarse.

Giró sobre sí misma, activó su haki de armadura y apretando los dientes creó un muro de energía justo delante de ella. Normalmente lo utilizaba para defenderse, pero en ese momento… se estampó contra él, cayendo de pie y por entero inmediatamente después. Sus pies habían absorbido todo el impacto, pero aún así  se sentía completamente magullada. Un vistazo le confirmó que en unas horas en lugar de pies tendría una masa azul y morada, además de un tobillo roto. Por no hablar de los moratones en la cadera y el hombro derechos del segundo impacto contra el muro. Sus pies podían desviar balas de una certera patada, pero  llevaba cayendo demasiado tiempo como para poder deshacerse de toda esa energía acumulada tranquilamente.  Había sido un movimiento calculado y astuto por parte de Arthur, se lo reconocía. Si hubiera seguido cayendo, habría acabado en el suelo o en una de las columnas mínimo con varias costillas rotas. Pero no lo había hecho.  

Respiró hondo y se puso en pie, ignorando el dolor. Podía convivir con eso y con mucho más, por lo menos durante un buen rato. Le buscó con su mantra, todavía tratando de ubicarse. ¿Había seguido cayendo? Dudaba que hubiera hecho todo eso sin un plan para sí mismo. Efectivamente, estaba cerca y había retomado el  vuelo.  Bien. Iba a darle un regalo.

Regresó a su forma completa. Podía extender sus alas con tranquilidad; no lo había hecho antes porque le preocupaba que la presión del viento las rasgase, pero ahora… estaba lista. Con un chasquido de dedos, hizo aparecer 4 clones de sí misma. Con otro chasquido, cambió sus vestimentas  hasta que hubo 5 Lys idénticas, todas con un uniforme de la marina inusualmente corto. Era sorprendentemente realista, exceptuando quizá una diminuta medalla de oro en el pecho de todas, con la inscripción Best Bitch grabada.

Mandó a sus otros yo a volar, situándolas alrededor de Arthur en un perfecto pentágono en el que ella era la punta central, cara a cara con él a una saludable distancia de unos metros. No iba a esconderse; no lo necesitaba.

-Tienes razón. Cuando llegues abajo, seré yo la que te deba un baile.

Con una sonrisa eufórica, activó su haki del rey. No iba a dejar espacio para errores. Cada clon activó su poder de seducción en el marine, aumentando su lujuria como ella misma había hecho hace un rato. Solo quedaba el toque final: sin demorarse, lanzó un rayo de energía demoníaca directo al marine. Si todo iba bien, le daría justo en el pecho, a la altura del corazón. Un trabajo impecable.

Se mantuvo atenta, sin embargo. No lo infravaloraba y sabía que podía salir con algo inesperado en cualquier momento. Y si lograba que todo fuera bien y él caía inconsciente, se aseguraría de pescarle para evitar que cayera.  Lys sabía que muchas de sus habilidades podían considerarse juego sucio, pero sabía distinguir una pelea justa.

Tal y como suponía no noté que tardase en librarse del hielo que la apresaba, aunque ahora ya era demasiado tarde para escapar de una caída libre con unas alas membranosas. Aunque bueno, siempre podía volver a forma humana y usar el muro de antes para parar la caída. Oh, ahí estaba.

Lo que no me esperaba era que de ella surgiesen otras cuatro marcas de calor, todas parecían idénticas la una a la otra, tanto en tamaño como en conductividad. Las cinco me rodearon en un pentágono perfecto. Inmediatamente noté un amplio abanico de sensaciones rodeándome. Desde la cálida sensación de seducción que usó antes conmigo a una potente intimidación. Respondí haki con haki y la seducción... con mi propia ceguera. Trataba de dejarme fuera de combate o intentar un golpe de gracia, eso no lo dudaba, por lo que me mantuve en guardia.

Algo rompió nuestro silencio, un destello de calor repentino casi tan rápido que no me daba tiempo a reaccionar. Interpuse el plano de mi arma. La potencia de ese rayo fue suficiente para empujarla contra mi pecho. Un sonido seco se escuchó. El impacto me había roto dos costillas, ambas a la altura del corazón. Dolían como un demonio, pero ahora lo que más me importaba era que no se clavasen en el corazón. Congelé la carne, sería una solución temporal, pero evitaría que se movieran. Lo que iba a hacer era movidito y no quería que acabase en desgracia.

Ahora que habían pasado unos segundos había recuperado la noción de arriba y abajo, por lo que, aprovechando la caída, puse los propulsores a toda potencia, apuntando hacia el cielo, impulsándome a toda velocidad hacia la superficie de la arena de combate. Esta velocidad sumada con la caída era vertiginosa incluso para mí, no tardaría mucho en notar la plaza. En efecto, la primera pista que noté fue uno de los inmensos pilares, el central para ser más exactos. Sin pensarlo dos veces aceleré, todo dependía de la velocidad y el tiempo. Un halo de aire comenzó a formarse alrededor de mi cintura, era la señal que buscaba, ahora sólo debía coordinar al milímetro.

Me reposicioné en medio del aire, justo en el momento en el que el boom sónico fue liberado, inundando el estadio con un estruendo ensordecedor. La presión del aire liberada, junto con el estallido y el calor acumulado por la fricción formaron un colchón de aire justo en la cima del pilar de piedra. Noté como la sangre se iba a las piernas y empezaba a notar la cabeza demasiado ligera. Pero no iba a quedarme ahí, ahora la potencia trataría de expandirse, y arriba era una de las direcciones. Me impulsé con toda la potencia acumulada y la que era capaz de generar hacia arriba, en dirección a Lys, con la potencia de un misil directo a ella.

El ascenso fue como la caída, vertiginoso. No me importaban sus defensas ni lo duras que fueran, las atravesaría sin dudarlo con mi arma, y justo cuando llegas a ella... trataría de golpearla con toda mi potencia en la boca del estómago, usando pi antebrazo para detenerla en seco. Si funcionaba podría quitarle la respiración del golpe y puede que dejarla inconsciente, si no caía con esto... bueno ya pensaría en ello.

¿Cual era la verdadera Lys? Simplemente lo sabía, me había puesto en su lugar, la mejor posición para esperar un contraataque. En el tablero habían aparecido cuatro peones más, lo que había hecho que perdiera otras tres fichas, dejándome sólo con otras tres y el rey antes de dejarlo en el estado actual. Pero no importaba, había hecho mi movimiento... ella estaba en jaque.

Logró interponer su arma, pero sabía que pese a eso había sido un gran impacto. Congeló… bueno, todo su pecho. Auch. Dios mio, lo que ahorraría este hombre en cubitos de hielo. Lys estaba en guardia, pero no se esperaba lo que ocurrió a continuación. En lugar de ir a por ella, echó a volar… hacia el suelo. Extrañada, hizo que los clones volvieran a su lado y se quedó observando el curioso proyectil. Sabía que no estaba huyendo. Lo sabía. Y si no estaba escapando, significaba… oh, mierda.

El sonido le hizo llevarse las manos a los oídos por un momento. Abrió los ojos enseguida y vio lo que en ese instante era su peor pesadilla. Una bala pelirroja volando hacia ella a toda velocidad, más de la que ella había acumulado en su caída. Mucha más. Rapidamente, dispuso a los clones delante de ella, en fila india. No era como si él fuera a tener tiempo de cambiar de dirección… pero ella tampoco. Aguardó con un sai en cada mano, pero no tuvo que esperar mucho. Sus clones se deshicieron en la nada con un suave 'puf' uno a uno, mientras el arma del marine los atravesaba. Cuando llegó a ella, todo lo que pudo hacer fue subir las rodillas hasta el pecho y activar su haki para encajar el golpe con toda la entereza posible.

La realidad, sin embargo, fue un poco más dura. Habría salido volando hacia atrás si el antebrazo de Arthur no la hubiera parado. Jadeó, quedándose sin respiración. Interpuso un muro de energía entre los dos, mareada como para alejarse volando inmediatamente. Respiró hondo e hizo inventario: sus piernas estaban claramente rotas, pero estaba convencida de que con la precisión que había tenido el golpe había sido una fractura limpia. Por otro lado, le dolía el estómago y no descartaba la posibilidad de una hemorragia interna. No iba a pararse a averiguarlo, eso lo tenía muy claro. Pero tampoco tenía mucho tiempo, tenía que terminar el combate enseguida.

No le quedaba más remedio. Dejó caer el muro y mientras le miraba a los ojos, se clavó los colmillos en la muñeca, haciendo que sangrara. Cuando su lengua rozó la herida, sellándola, los ojos de la súcubo relucieron con el color de la sangre. De repente, ya no le dolía nada. De hecho, se sentía fantástica, maravillosa, todo su cuerpo vibraba con la anticipación de rematar a su contrincante.  Iba a destrozarle y disfrutar haciéndolo.

Le señaló, volviendo a concentrar toda su capacidad de lujuria sobre él. Se aseguró además de toquetear algo que normalmente dejaba estar; cualquier dolor que estuviera sintiendo pasaría a ser un placer indescriptible… igual que cualquiera que le infligiera a partir de ahora. Una vez hecho eso, sonrió y dejó de contener sus ganas de saltarle al cuello.

Sin parar casi a respirar, lanzó tres orbes oscuros en su dirección a toda velocidad y tras darles un segundo de ventaja para asegurarse de que no le explotaran en la cara, aceleró todo lo que podía echando mano de sus cuchillos por el camino. Iba a rodearle. El pecho estaba congelado, así que lanzó dos a la carne más cercana; su garganta. Sin embargo, pasaría de largo para quedar a su espalda y clavar el último en la base de la columna. Saliera como saliera eso, se quedaría ahí y haría aparecer en su mano un rayo de energía, acercándoselo todo lo posible a la piel. Le hablaría, arrastrando un poco las palabras. Tenía muchas ganas de terminarlo todo en ese momento y le estaba costando mucho controlarse. Sabía que no debía matarle, ni siquiera intentarlo, pero todo su ser trataba de gritarle otra cosa.

-Creo que es hora de ir diciendo basta…

Había resistido. Aunque maltrecha había aguantado mi embate a toda velocidad. Una jugada de última hora, un fallo de cálculos, una prórroga, llámalo como quieras. Obviamente no me gusta que las cosas no salgan como yo quería, no me gustan los imprevistos y muchos menos las sorpresas. Sinceramente estaba en el punto en el que me preguntaba cuánto más haría falta para que cayera al suelo. Pero a pesar de la frustración, a pesar de lo inesperado de la situación, la sonrisa no abandonó mi cara. Eran unos sentimientos enfrentados, pero sin duda el más llamativo era la emoción, una que no había sentido en mucho tiempo. La emoción de luchar sin límites, de poder darlo todo sin cuidado. Si había sobrevivido a esto, y aun así querer más, significaba que estaba preparada.

Normalmente sólo usaba esto contra verdaderas amenazas, aquellas tan peligrosas que tendríamos que eliminarlas si o si. Criminales de renombre mundial, emperadores de los piratas, megalomanos con más poder que cerebro. Todos ellos me habían obligado a usarlo y jamás pensé que haría esto en un torneo con mero afán deportivo, pero ya no era para ganar, no era por premios ni gloria. Llegados a estas alturas contenernos sería un insulto para el contrario... y ella lo sabía. Quería más, quería seguir luchando, darlo todo. Era un impulso que me podía, que me superaba. Por primera vez desde que empecé el combate sentí una euforia genuina.

Puede que fuera la adrenalina, o puede que fuera un efecto de uno de sus poderes, pero las heridas dejaron de dolerme. Es más ya no me importaba que estuvieran ahí, hasta se sentían bien. Me hacían sentir vivo, más que nunca. De todas formas viendo la forma en la que se movía su cuerpo supuse que algo parecido estaría pasando con ella.

Tres marcas de calor salieron disparadas, por su forma deduje que se trataba de las mismas bolas explosivas de antes. Interpuse mi arma una, dos, tres veces. Un ataque tan simple como el de antes no volvería a funcionar. No fue todo, otra vez lanzando dos objetos metálicos (cuchillos seguramente), otra distracción, pero esta vez más elaborada. Con mi arma lejos de ellos lo único que podía hacer era endurecer mi piel con haki. Sin duda estos rebotaron ante la piel endurecida. Por último un tacto frío perforó mi piel, algo que normalmente dolería estaba entumeciendo mi carne y dándome una sensación de placer indescriptible.

- No querida, esto acaba de empezar.

Blandí mi arma en un movimiento limpio pero simple, pero no apuntando a mi espalda, sino a mi pecho. La hoja se hundió en mi carne con un brillo blanquecino, pero no apareció por mi espalda como cabría esperar. Giré la cabeza y dediqué una determinada sonrisa a Lys, así como una mirada desafiante con unos ojos ya sanados. Mi piel empezó a ennegrecerse y mis rasgos pasaron a ser más ferales, creció una larga cola y en el extremo de esta y de mis nuevas garras emergieron cuchillas parecidas a las del arma original. Ahora Zinogre y yo éramos uno, ahora éramos el arma.

Con un rápido movimiento roté mi cuerpo para encararla, dejando que la regeneración cerrase mis heridas y expulsase el cuchillo de mi cuerpo, para luego tratar de interponer mi mano al rayo de energía, aplastándolo en el proceso. Me alejé unos metros para tomar distancia, para luego cargar de nuevo, tratando de lanzar un tajo con la garra derecha a su estómago. No me detendría ahí, maniobraría en el aire hasta estar en una posición óptima. Una vez en esta me lancé directo para, un segundo antes de llegar a ella, desplazarme un poco hacia la derecha. Con la maniobra me había situado entre ella y el sol, por lo que si estaba en guardia mirándome el destello la cegaría. Una vez llegase a su lado trazaría un arco con la cuchilla de mi cola en diagonal para tratar de cerrar el combate de una vez por todas.

Buenas tardes, mi nombre es Zane D. Kenshin y me han dado las gafas de juzgar, una sotana que he dejado en mi casa porque no me gusta y una libretita para ir apuntando cosas.

Como es la primera ronda os voy a clarificar en que consiste el sistema de puntos que va a dictaminar al ganador de un combate. Pese a que la general se puntúe con 3 puntos para el ganador, 1 si hay empate y ninguno para el perdedor, para llegar a eso tenemos en cuenta lo siguiente:

• Victoria bélica: Que otorga 5 puntos de forma automática al ganador.
  
• Narración y estilo: 2 puntos.
  
• Asumir daños: 2 puntos.
  
• Originalidad y entorno: 2 puntos.
  
• Pulcritud de escritura: 1 punto.
  
• Faltas (cerradas, power rol, meta rol): -1 punto por cada acción que se haga, a no ser que sea consentida y hablada por los usuarios, que en ese caso no quitará nada.
  

Tengo que aclarar que si veo que uno de los apartados estás muy igualado no otorgaré puntos, dado que al tener que dar la misma cantidad a cada combatiente se anularían entre sí.

Teniendo esos conceptos claros, voy a ponerme con el veredicto:

Dado la campanita ha sonado antes de que alguno de “el golpe de gracia”, ninguno de los dos obtenéis la victoria bélica, así que puntos para nadie.

En lo que concierne a la narración y el estilo cada uno sigue el suyo propio, siendo fiel a su persona en todo momento, yendo directamente al combate y lo concerniente a él. Así que considero que en este punto tenéis un empate.

También considero que ambos habéis tenido una escritura pulcra y clara, con los párrafos muy bien definidos y sin faltas de ortografía reseñables; aunque he de decir que me ha dado un ligero TOC al ver como Arthur ponía dígitos en lugar de números escritos, todo sea dicho. Pero bajo mi juicio no creo que eso sea razón para decantarse por uno o por otro, así que punto para nadie, es decir: empate en el apartado de pulcritud de escritura.

Respecto a la asunción de daño he tenido muchas dudas, sobre todo por la caída libre hacia la arena del estadio desde a saber cuántos metros. Sin embargo, esto es un rol basado en un manga shonen, y habiendo visto las habilidades de cada uno y como habéis reaccionado a cada ataque de vuestro contrincante, considero que aquí también estáis empatados.

Hasta ahora todo ha ido muy parejo, pues ambos habéis empleado vuestras habilidades magistralmente, y ninguno tenéis faltas graves para restarons puntos, pero considero que Arthur usa un pelín más el entorno en el que estáis envueltos, así que de los dos puntos se los voy a otorgar a él.

Es por ello que la victoria es para Arthur. Enhorabuena a los dos, y seguid así.

Si no estáis conforme podéis pedir una segunda moderación.