[Quinta Ronda] Arthur Silverwing vs. Ivan Markov

Descripción aproximada de la arena del torneo:

Se miró al espejo una última vez, observando su rostro desde diferente ángulos. No le convencía su aspecto con aquel tinte, aunque no le quedaba mal. Simplemente prefería su pelo blanco. Sin embargo más dinero no le venía nada mal, y entre lo que le pagaría cuatrosmen y Gafas Okey tendría suficiente para empezar a financiar una flota de guerra con la que enfrentar a Émile... o para una semana de farra y alcohol. U otra visita a una subasta del mercado negro, a comprar juguetes nuevos. De hecho no podía esperar a probar a su moto nueva cuando volviera del torneo. En cualquier caso y volviendo al asunto, en cuanto acabase aquel combate se quitaría aquel tinte. Se guardó el espejo y entró a la arena, poniéndose las gafas de sol que le habían dado. Se le había roto uno de los pares en el combate anterior, pero sabiendo que eso iba a ocurrir le habían dado unos cuantos pares.

Esbozó una media sonrisa al escuchar las aclamaciones de una parte del público, junto con los abucheos de otro grupo. En serio, ¿para qué iban a ver su combate? ¿Para ver cómo le partían la cara? Pues oye, bien pensado no era tan mal motivo. Él también lo haría si tuviese la ocasión de ver cómo le partían los morros a alguno de los tipos que le caían mal. Ryuken por ejemplo, o Émile. Saludó alzando una mano a sus partidarios y le hizo un corte de mangas a un grupo que llevaban pancartas poco amistosas. Aquella gente probablemente nunca había estado en Hallstat ni habían tenido nada que ver con la guerra, y le odiaban solo por lo que habían oído sobre su padre. De todos modos no le importaba especialmente lo que pensaran, pero a lo mejor se quedaba con la cara de alguno de los simpáticos de la pancarta. Le vendría bien un refresco después del combate.

Observó con interés el campo de batalla. Zanjas, armas tiradas, barro, piedras... no parecía que esta vez fuese a haber truco, salvo que hubiese minas o algo así entre las zanjas. Por lo demás, le gustaba el terreno que le había tocado. Podría aprovecharlo bien. De hecho parecía la clase de terreno perfecta para aprovechar el completo de sus capacidades. No era ajeno al combate directo, pero su auténtica especialidad era golpear y desaparecer. Con las zanjas y los obstáculos podría realizar un tipo de tácticas que no había podido emplear en el resto del torneo. Y le haría falta, porque por lo que había visto su siguiente rival era el segundo en puntos del torneo, aunque para ser justos estaban en un triple empate ellos dos y Lysbeth. Le había sorprendido enterarse de que estaba también en aquel torneo.

- Si este combate va bien y Zane gana a Lysbeth, podré ponerme en segundo puesto. Luego solo tendré que asegurarme de ganar el último combate y podré tener mi revancha con Zane en la final - murmuró para sí mismo - Pero antes tendré que vencerle a Él...

Su nombre era famoso en Grand Line. La Justicia Pelirroja, el Brazo Corto de la Ley, el Jinete... aunque últimamente era conocido entre murmullos aterrorizados como el Inquisidor. Tal vez. O puede que el que se lo contó se hubiese bajado su dosis de setas con vodka. ¿Quién sabe? De todos modos aquel tipo había derrotado a su aliado, Thawne, y solo eso ya le hacía digno de su atención.

Miré con curiosidad el contenido de aquella caja. La calidad de la tela, la uniformidad del tinte por ambos lados, la presentación y el doblado con el que había sido empaquetada. Sin duda esta era una empresa de confianza para guitarras Flannigan, destacar en las rondas anteriores había hecho que mi nombre se hiciera algo famoso entre su círculo de ejecutivos. Sin duda habían manufacturado una camiseta con mi diseño de forma exquisita. Tampoco era una maravilla de la ingeniería, menos aún algo pensado para ir a la batalla, pero era lo suficientemente bueno como para cumplir con mis expectativas.

- ¿Qué te parece? - Preguntó Lucio mientras sostenía el espejo para que me viese.

- Un poco más ajustada de lo que me gustaría, pero creo que aguantará. Por cierto, siento que la guitarra quedara un poco chamuscada. - No pude evitar disculparme por enésima vez con el presidente de Guitarras Flannigan.

- ¿Bromeas?, el mero hecho de que sobreviviera con sólo un par de quemaduras es publicidad más que suficiente. Anda ahora ve y repite el milagro que llegas tarde. - Casi me estaba empujando hasta el pasillo, aunque el que llegase algo tarde era precisamente porque los de Smiley Boy habían tardado en traer la camiseta.

De nuevo la vista familiar de la entrada al estadio, ya me estaba empezando a acostumbrar a esta sensación. Lo que presencié al cruzar el umbral arrancó una sonrisa de mi rostro. Nada de pantanos ni piscinas, nada de estadios vacíos con o sin pilares de roca, este terreno era el que más familiar se me hacía, aquel que me hacía sentirme como en casa. Un amplio campo de batalla se extendía ante mí. Tierra, piedras y barro, con cráteres y zanjas que añadían una irregularidad casi natural, todo ello rematado con una gran cantidad de armas simples clavadas en el suelo. Dejé que el olor a tierra mojada y óxido llenase mis pulmones al tiempo que una nube gris tapaba el sol dando justo el toque que le faltaba.

Con arma en una mano, guitarra en la otra y un escudo en el mismo brazo me acerqué al centro donde se encontraba mi oponente, deteniéndome un par de segundos para dejar apoyada la guitarra en una roca más o menos plana a una distancia que estimé segura. Llevaba mi ropa normal, aunque el torso sólo llevaba una camiseta negra con unas letras blancas que decían "Pregúntame por mi sonrisa"

- Tú debes de ser Ivan Markov. Soy Arthur Silverwing, encantado. - Me presenté mientras me ponía en posición de combate, en una posición defensiva, con Zinogre blandido con ambas manos, la punta baja, un pie avanzado y otro atrás en perpendicular. - Te dejo a ti el saludo.

Vaya, pues ahora entendía lo de los motes. Acostumbrado a que todos los luchadores que se cruzaba en Grand Line fuesen monstruos de casi dos metros de altura o más, ver a Arthur apenas pasar el metro y medio era... peculiar cuanto menos. Le observó con cierta curiosidad preguntándose si aquel pequeñajo realmente era el temido Contraalmirante Silverwing. Eso fue, claro, hasta que intentó percibir su Voz con su haki de observación y esta le respondió con tal violencia que si su kenbunshoku tuviese oídos se habría quedado sordo. No era porque su presencia fuese poderosa, que por serlo era comparable a la de él o tal vez mayor, sino porque parecía estar gritando constantemente "voy a arrancarte las entrañas y obligar a tus peluches a mirar cómo tu perro salta a la comba con ellas". Todo en ella gritaba violencia. Algo que contrastaba totalmente con cómo depositó cuidadosamente la guitarra contra una roca (por un momento casi pensó que iba a reventarla contra el suelo) y se acercó para presentarse educadamente. ¿Cómo podía caber tanta ira y odio en un cuerpo tan pequeñito sin explotar? ¿A lo mejor era ese su poder? ¿Había ganado metiendo a Anders ira en el cuerpo hasta que hizo "pum"?

- Encantado - dijo acompañando el saludo llevándose dos dedos a la frente y moviéndolos hacia adelante - De acuerdo, vamos a ir comenzando esto. Tengo curiosidad por ver cómo de fuerte eres.

Mostró una sonrisa salvaje y cargada de emoción mientras hablaba. Sentir su agresividad, lejos de intimidarlo, había logrado despertar sus ganas de combatir, su instinto guerrero. En el momento en que terminó de hablar, metió la mano izquierda dentro de su chaqueta rápidamente, extrayendo una pequeña concha color gris oscuro: un dial de humo negro. La nube de gas se expandió desde él cubriendo una pequeña zona del campo de batalla donde estaban ellos. A continuación saltó hacia atrás mientras con la diestra sacaba tres dagas y las lamía, cortándose y cubriendo el filo de su sangre. Una llama azulada cubrió las armas. Parecía fuego, pero en realidad era todo lo contrario. Era frío puro, capaz de congelar aquello con lo que entraba en contacto.

- Dritter Mond, ¡Boreas!

Localizando la posición de Arthur con su haki y sus agudos sentidos a través del humo, lanzó las tres dagas hacia donde calculaba que debería estar su pecho. A continuación se metió silenciosamente en una de las zanjas y pulsó el botón de su chaqueta que activaba el campo de mimetismo, volviéndose casi invisible. Combinando eso y manteniéndose en las zanjas comenzó a desplazarse en silencio por estas buscando un punto más ventajoso, mientras guardaba el dial gastado y desenfundaba una de sus desert eagle. En aquel combate no se iba a andar con tonterías. Zane ya le había mostrado que no tomarse totalmente en serio a los rivales de aquel torneo podía salirle muy caro. Y Dexter... bueno, Dexter era Dexter. Esperaba no tener que volver a enfrentarse a sus poderosos trucos mentales, o tendría que volver a recurrir al plan del ratón en el pantalón.

- Ya veo, esto es una aproximación diferente.- Comenté mientras observaba como me envolvía el humo, dejándonos en medio de la oscuridad.

Supuse que optaría por un estilo más parecido al de Lysbeth, en el que tratase de sacar una ventaja más táctica que un mero despliegue de fuerza bruta. Comenzar cegando al oponente era una estrategia válida, aunque algo injusta de cara a los espectadores y a los patrocinadores. Ya me encargaría de este humo cuando llegase el momento, por ahora solo tenía que ver de qué era capaz.

Y casi como concediendo mi deseo noté tres pequeños objetos aproximarse a mí. No era muy difícil localizarlos, absorbían temperatura de forma antinatural, por lo que supuse que les había hecho algo. Dos chispazos iluminaron instantáneamente la oscuridad al encontrarse las dagas con mi arma, trazando un arco para interceptarlas. Una tercera llegó a mi pecho, abriendo un agujero en la camiseta nueva y dejando un molesto pinchazo. La agarré con la mano libre e inspeccioné la extraña llama, a diferencia de una normal esta absorbía el calor en vez de liberarlo, si no tuviera mis poderes me hubiera generado una fea quemadura.

Suspiré, y recogí las otras dos dagas. No tenía todo el día para andar jugando al gato y al ratón, así que seguí el rastro térmico que había dejado. Una marca inconfundible que me llevó a un cuerpo que se movía entre las zanjas de forma furtiva, buscando seguramente una apertura para poder atacar. Mis ojos no podían distinguirlo y se movía sin hacer un solo ruido, esta situación le hubiera dado bastantes problemas a otra persona... lástima que no sea esa otra persona. Me agazapé durante un segundo antes de lanzarme a su posición con un movimiento instantáneo, a ojos de cualquier persona normal parecería que hubiera desaparecido para volver a aparecer encima de la zanja, justo detrás de él.

- Se te ha caído esto. - Solté las dagas a su lado al mismo tiempo que lo decía. Estaba atacando por la espalda, pero no me gustaba atacar por sorpresa, un pequeño susto haría que despertase.

Tras eso descargué un fuerte tajo descendente con mi arma, al justo cuando que se escuchaba el tintineo del metal chocando con el suelo de tierra. Él había hecho su saludo, era la hora de mostrar el mío y ver cómo lo afrontaba.

Arthur parecía estar buscándole con la mirada, con más acierto del que le hubiera gustado. ¿Había sido demasiado evidente retirarse a la zanja más cercana? En principio debería estar bien igual. Su presencia estaba oculta al mantra y era lo bastante sigiloso como para evitar hacer ruido aun moviéndose por el suelo embarrado, dejando apenas marca al caminar. Alguien entrenado podría haber intentado seguir igual su rastro, pero no era algo sencillo de hacer en mitad de un combate. Así que en principio estaba cubierto, no debería tener peligro de que le localizara. Alzó la pistola y apuntó, preguntándose si podría sentenciar con un único golpe aquel combate. Alineó el alza, el punto de mira y la cabeza del pelirrojo, pero en el momento en que su dedo acariciaba el gatillo, el marine desapareció de su punto de vista en un pestañeo. Era muy rápido. Más que él en su forma humana, probablemente incluso más que en su forma completa. Y por la sorpresa, no había logrado seguir su movimiento con la vista. Entonces escuchó la voz a su espalda y sintió un escalofrío.

- Qué demonios...

Se giró, para encontrarse con Arthur sobre el desnivel y alzando su glaive. Hacia el suelo caían sus tres dagas, solo una de ellas ensangrentada. No sabía cuánta fuerza física tenía, pero le había pillado con el culo al aire. No había tiempo de esquivar, ni tenía a Vanator en su mano para intentar bloquearla. Sin embargo si no tuviera unos cuantos trucos bajo la manga no hubiese llegado tan lejos. Su especialidad era, al fin y al cabo, la defensa. No era el combatiente con los mejores ataques ni la mayor capacidad ofensiva, pero era duro de matar. Rápidamente, mientras ejecutaba su defensa, preparó su pistola y le pegó un disparo a quemarropa hacia el pecho. Al mismo tiempo, levantó la mano izquierda, extendiendo la palma como si fuese a bloquear el arma con esta. Entonces comenzó a canalizar su haki de armadura, formando una pequeña barrera invisible circular.

- ¡Vampir Duellant!

El arma impactó contra el aire, deteniéndose. El golpe fue tan duro y violento que su barrera se agrietó, formándose unas marcas en el aire que volvieron perceptible a simple vista su defensa. Pero eso no fue lo único que ocurrió. La presión a la que se vio sometida Ivan fue tan intensa que sus pies se hundieron varios centímetros en el barro, sus músculos comenzaron a dolerle por el esfuerzo y acabó doblando la rodilla derecha. Resopló por el esfuerzo, desactivó el mimetismo y apretó los dientes, furioso por la humillación, tanto por el comentario como porque con un golpe tan simple le hubiese obligado a arrodillarse. Y además no había salido intacto. El escozor en los músculos así se lo decía. Y en su espalda había sentido un latigazo de dolor. Entonces decidió confiar una vez más en el poder de su akuma no mi. Su piel se volvió pálida como el alabastro, sus ojos se volvieron dorados y sus colmillos crecieron.

- Eres fuerte y no es fácil engañarte... pero no va a ser suficiente contra mí.

Soltando la pistola, canalizó nuevamente su haki, esta vez en su mano derecha y de manera ofensiva. Soltó un golpe con fuerza contra la pared de la zanja justo bajo Arthur, intentando destrozar la estructura y hacerle perder el equilibrio. A continuación dio un potente salto girando sobre sí mismo y pasando por encima de su enemigo, desenvainó en el aire una cuarta daga oculta en la manga de su chaqueta, y recubriéndola de haki, la lanzó contra el hombro del brazo del arma. Cayó al suelo flexionando las piernas para amortiguar el golpe, y se giró de inmediato, sacando una larga daga plateada, Valak, para ponerse en guardia con ella en la diestra.

Y de entre la oscuridad apareció el destello de una detonación, seguido de un dolor seco en el pecho y un impacto que no pude ignorar sin poner una mueca de dolor. Una mano interceptó mi arma con una barrera antes de mostrar como su dueño salía de entre las sombras en las que se había escondido. Espada, dagas y una pistola, un adversario polivalente. A esto había que añadirle un notable cambio en sus atributos, al principio lo atribuí a la oscuridad y al humo, pero el reflejo de sus colmillos me advirtió que ya no era del todo humano. Otra... maldita... zoan. Todos mis adversarios habían tenido poderes por el estilo, ya no era una simple casualidad, era un patrón. Alguien me había lanzado al circo a luchar contra las fieras.

Lo siguiente que hizo fue golpear la pared sobre la que me apoyaba para tratar de desequilibrarme. Por suerte la punta de mi arma ya estaba baja y sólo tuve que clavarla en el suelo de la zanja para usarla de pértiga y balancearme hasta el otro lado. Aunque sus movimientos ahora parecían más ágiles que antes, pasando por encima mío y lanzando un objeto a mi espalda cuando todavía no había tocado tierra. Por la conductividad deduje que se trataba de otra daga. Si era con balas y cuchillos con lo que quería jugar no tenía problema, y menos en este campo. Centré mis poderes en la daga y en una espada clavada a mi derecha, enfriando ambas hasta unos doscientos grados negativos. Con el frío los metales se vuelven más susceptibles al magnetismo a y a partir de la temperatura crítica se comportan como superconductores. Tampoco esperaba que la daga cambiase de rumbo de forma radical, pero sí lo suficiente como para errar el blanco. Tal y como esperaba se desvió unos centímetros rozando mi hombro y cayendo al suelo cerca de la espada.

- Eso espero... También espero que entiendas que sólo los trucos no bastarán para darte la victoria. - Dije mientras hurgaba en el agujero en el pecho, sacando la bala incrustada en el músculo y sellando la herida con sangre congelada.

Él estaba en guardia, esperando con otra daga diferente, seguramente preparando algo contra mí. Blandí el glaive con la derecha, con la punta cubierta de haki encarada a Ivan, mientras dejaba el escudo cubriendo el pecho. Me lancé hacia él en una carga, girando el arma en un movimiento que diese un tajo ascendente en diagonal, para luego lanzar una estocada para perseguirlo en cuanto viese que se apartaba o abría la defensa. Tendría que mantener la presión sobre él para evitar que se alejase y recuperase el aliento.

Había... ¿desviado la trayectoria de la daga? No había podido ver bien todo el vuelo en medio de los giros de la pirueta, pero estaba seguro de haber apuntado bien. Además de eso ahora se había dado cuenta finalmente de que la primera puñalada no parecía haberle quemado por frío. Sangraba libremente como si no se hubiese congelado. Y ahora había tocado la herida de la bala tras sacársela y parar el sangrado. Era evidente que tenía alguna clase de poder, fuese de akuma no mi u otra cosa, pero aún no lograba discernir en qué consistía. Por ahora debía asumir que aquel poder le hacía inmune a su frío. Eso o hacer alguna prueba, pero no le apetecía gastar tiempo cuando tenía más recursos para combatir contra él. Centró su mantra en el pequeño guerrero, viendo que se disponía a un nuevo ataque. Aunque se sentía dolido en el orgullo aún por lo de las dagas, empezaba a disfrutar de aquel combate. Arthur era fuerte y tenía recursos. En aquel torneo estaba encontrándose a gente realmente interesante y de momento todos los combates habían merecido la pena.

Una imagen se pasó por su mente antes del golpe. Un corte seguido de una estocada. Las armas de asta eran algo terrible, y siempre se preguntaba por qué más gente no las empleaba. Es decir, él mismo había empuñado una lanza hasta perderla en el combate contra Kodama. Observó rápidamente el terreno y sus ojos se fijaron en una maza en el suelo, más o vieja y destrozada, pero aún podía servirle para un único golpe. Mientras Arthur comenzaba su carga, el vampiro impulsó la maza con un pie hacia arriba y la recogió con la mano izquierda. Para cuando terminó la jugada apenas tuvo tiempo de reaccionar, pues el pelirrojo ya estaba allí. Y entonces respondió al golpe ascendente con un mazazo dirigido al final del asta del arma, logrando desviar la hoja y convertir lo que hubiese sido un doloroso tajo profundo en un corte en el pecho. Dejó caer los restos de la maza, destrozada en el proceso, y aprovechó antes de que su rival pudiese recular el arma para preparar la estocada para hacer la clase de defensa alocada y suicida que le caracterizaba: avanzar hasta ponerse cuerpo a cuerpo.

- El problema de enfrentarse a lanzas y glaives es el rango - comentó, con una sonrisa - Pero de la misma manera, el problema de usarlas es manejar las distancias.

Pegándose a él evitaría que pudiese usar efectivamente su arma. Y además ahora era cuando le tocaba pasar a la ofensiva. Concentrando su haki de armadura en Valak, lanzó primero una puñalada dirigida al antebrazo derecho, retirando de inmediato el arma para evitar que se quedase clavada. Siguió el movimiento pasando por su derecha mientras se pasaba la daga a la otra mano por comodidad. Entonces le lanzó un corte con una precisión digna de un cirujano a la parte alta de la pierna, buscando una de las ramificaciones de la arteria femoral. No sería médico, pero para él el sistema circulatorio era como un libro abierto. Llevaba tantos años alimentándose de humano y escuchando la sangre latir bajo la piel que sabía dónde golpear para hacer que la gente sangrara. Eso obligaría al pequeñajo a volver a usar su poder... y tal vez entonces podría ver en qué consistía. Tras eso siguió corriendo y saltó por encima de una zanja, cayendo al otro lado y girándose hacia él. No le parecía la mejor idea quedarse cuerpo a cuerpo con él cuando no conocía sus poderes.

Tenía que admitirlo, era diestro, más que la mayoría de personas a las que me había enfrentado. Su postura era impecable y su reacción acertada al saltar directo cerca mío para evitar el peligro, para luego alejarse antes de que respondiese. Había sido lo suficientemente rápido para detener la daga con el escudo cuando se dirigía a mi brazo, aunque mis reflejos fallaron a la hora de usar el endurecimiento en la pierna a tiempo, surtiendo efecto cuando el metal estaba ya dentro de la carne. Sangraba, pero no parecía muy profundo, aunque tal y como podía apreciar todos los ataques que realizaba eran apuntados para desgastarme o inhabilitarme. De no haber reaccionado a tiempo puede que hubiese llegado a un tendón importante o provocado una hemorragia mayor.

- Ahora estamos hablando. - Contesté dedicando una sonrisa que denotaba un retorcido interés recién despertado. - Permíteme aumentar el ritmo.

Con la mano libre volteé la camiseta que llevaba, dejando el reverso cubriendo mi cara, mostrando una impresión de la cara de Smileyman, con una inquietante sonrisa, acentuada casualmente por los dos agujeros hechos anteriormente justo en los ojos, dejando una parcialmente quemado y otro con una línea de sangre que subía como si se tratase de un rayo carmesí. Tras eso despegué el velcro de la espalda, revelando una fina capucha. Smileyman, la criatura de pesadillas, había vuelto. El aire se volvió más frío a medida que absorbía temperatura del ambiente, hasta el punto de casi congelar la humedad de la tierra, a la vez que un tenue brillo rojizo emanaba de mi cuerpo, era el momento de usar el Trans Am.

Dejé que la energía alimentara mis músculos mientras volvía a colocarme en posición de ataque, agarrando mi arma más cerca del filo esta vez con una mano mientras defendía el pecho y cuello con el escudo de un posible contraataque. Con un potente paso arranqué la marcha corriendo en línea recta, cortando como un bólido lo que quedaba de la cortina de humo. Cada zancada añadía potencia y velocidad, pasando como un relámpago por encima de la zanja que nos separaba hasta pasar a su lado, lanzando un tajo horizontal directo a su daga. Seguí mi marcha unos metros hasta una enorme hacha de doble filo clavada en el suelo por el mango. Salté y di la vuelta para apoyar mis pies sobre sus hojas, la presión hacía que el metal se quejase a medida que acumulaba fuerza para saltar. Salí despedido varios metros sobre su cabeza, dejando el arma destrozada a mi paso. Centré mi fuerza en el brazo derecho, flexionado con la mano a la altura de mi hombro, para luego desatar toda esa potencia en una onda cortante en forma de estocada, como si de un cañonazo se tratase, directo a por Ivan.

La herida del pecho terminó de cerrarse, para alivio del vampiro. No era divertido moverse y forzar el cuerpo con un corte de ese tipo. Pero tras un breve momento de esperanza, comenzó a preocuparse al ver el cambio que comenzó a operarse en el ambiente, y en su enemigo. El suelo cerca de Arthur se comenzó a escarchar, y la temperatura del aire descendió. ¿Era eso lo que había hecho? ¿Usaba frío y por eso la llama de Boreas no le había hecho nada? Y esa máscara... esa capucha... la reconocía. Era uno de los Alvengers, el más temido y siniestro de todos. Smileyman, el que se suponía que debía repartir justicia con una sonrisa en la cara y había acabado convirtiéndose en un símbolo de terror para los criminales. En el número 42 de Defective Comics Scarfguy reprochaba a Smileyman haberse convertido en lo que debía derrotar, y mantenían una épica batalla.

- ¡La hostia! ¿Tú eres Smileyman? ¿Me firmarías los calzoncillos?

Se refería, claro estaba, a sus calzoncillos de los Alvengers de edición limitada. No los llevaba puestos porque no había querido arriesgarse a que le saliera (otra vez) un pirómano y le quemase vivo con ellos puestos. Podría haber pensado que Arthur fuese en realidad un cosplayer fan también de los Alvengers, pero esa imponente presencia... ahora ese aura de violencia tenía sentido. Solo el verdadero Smileyman podría causar semejante sensación. Y, entre tanta emoción, vino el problema de que había bajado la guardia. Cuando Smileyman lanzó el golpe contra su daga, apenas le dio tiempo a apartarla de su camino y en su lugar llevarse el tajo en el brazo y, otra vez, en el pecho, con tanta fuerza que le empujó hacia atrás y le hizo perder el equilibrio. Trastabilló y en lo que se recuperaba, el temible héroe ya había preparado su siguiente ataque. La onda cortante... ¿o más bien perforante? atravesó limpiamente su espalda, pese a que intentó protegerse con haki, y salió por su estómago, destrozando en el proceso sus costillas y uno de sus pulmones.

Las piernas le fallaron y una vez más volvió a caer de rodillas. El dolor era realmente terrible. En aquel torneo no hacía más que recibir golpes horribles, y a ese paso o se iba a volver loco por el sufrimiento o desarrollar un temerario desprecio a las heridas. Sin embargo... había logrado alcanzarle con Valak, y ahora era el momento de usar un pequeño truco el arma guardaba. Levantó la daga, acercando el mango su boca abierta, y giró el final de la empuñadura. Una abertura fue descubierta y de esta comenzó a caer sangre directamente en su boca. La sangre del propio Smileyman, que se había filtrado hacia el interior del arma al golpearle. El líquido bajó por su garganta, llenándole de fuerzas renovadas. Empleó parte de la sangre para potenciar su regeneración y otra parte para aumentar su fuerza temporalmente.

- Sabes, Smileyman... yo también he venido preparado a este combate - dijo, parafraseando el cómic, mientras se llevaba las manos a la boca con algo entre ellas - Porque la justicia siempre está preparada.

Se giró hacia Arthur, desvelando su nuevo y temible equipo de combate: una bufanda improvisada con un trozo de su destrozada camiseta. Entre eso y su pelo teñido de rubio, tenía tal vez un lejano parecido a Scarfguy, pero en su mente era el poderoso héroe líder de los Alvengers. Tras eso empezó a levitar, elevándose unos cinco metros en el aire mientras metía la mano derecha en el interior de su chaqueta. Dejó a Valak de nuevo guardada y en su lugar agarró un arma diferente. Con un momento elegante aunque algo teatral, sacó una espada bastarda de filo negro, Vanator.

- ¡Es el fin, Smileyman! ¡Tengo la ventaja de la altura!

Agarrando el arma a dos manos y concentrando su endurecimiento, lanzó un único tajo vertical en dirección al héroe renegado, liberando una onda cortante con forma de medialuna azul.

Oh, no. Con un fanboy hemos topado. Fue el primer pensamiento al ver su reacción, la petición de su firma y ver cómo parafraseaba los cómics que Al había empezado a publicar, todo esto mientras lamía sangre de su daga y cerraba el feo agujero en el pecho que le había hecho. Se me había parado el corazón por un momento pensando que me había cargado a alguien supuestamente inocente. Un momento, colmillos, piel pálida, regeneración y ahora levitaba. Un súcubo, un dragón, un hombre tigre, un fénix y ahora un vampiro, esto parecía una mazmorra pensada por un director de juego sin mucha imaginación. Sonreí por debajo de la camiseta, eso significaba que no tenía que preocuparme por dar golpes potencialmente mortales.

No le quité la mirada mientras terminaba de caer y él ascendía, recitando más frases de los cómics ¿Esperaba acaso que contestase con una voz rabiosa "¡Subestimas mi poder!"? No pensaba darle tanto fanservice. Por lo menos ahora blandía la espada, lo que despertaba más mi interés que unas simples dagas o una pistola. Ahora me lanzaba desde lo alto una onda cortante, sabía por experiencia que no podía subestimar aquellos ataques, había aprendido con Zane que podían esconder una fuerza inesperada.

Me puse en guardia nada más toqué tierra para detener el ataque, interponiendo la hoja de Zinogre en diagonal para una mejor defensa. A pesar de todo el barro jugaba en mi contra, negándome un buen agarre. Resbalé y la fuerza de choque me arrastró varios metros, extendí la mano libre para aferrarme a algún arma clavada, aunque no fue hasta la tercera que logré pararme. Me había dejado un bonito corte abierto en el abdomen cuyo sangrado no tardé en detener. Era la hora de responder, pero antes tenía que hacer algo contra esos ataques tan molestos. Miré a mi lado, un par de espadas y un hacha con el mango doblado descansaban bajo mi brazo, al otro lado una maza y una alabarda. Podía trabajar con esto.

Agarré las armas con ambos brazos y las abracé absorbiendo más temperatura del ambiente hasta lograr ablandar el metal, haciendo una gran bola de acero al rojo. Salí corriendo con Zinogre bajo el hombro, sosteniendo la bola con el mismo brazo, desplazándome en círculos alrededor del supuesto vampiro. Agarré el metal a puñados, aplicando el material fundido sobre mis articulaciones superiores, pecho y torso como si de una crema se tratase, no había tiempo de ser picajoso con la forma, con que cubriera la zona bastaba. La enfrié de forma gradual a medida que distribuía su temperatura a las zonas que necesitaba que fueran flexibles para que se pudieran doblar. Una segunda piel de hierro ayudaría.

Una vez terminada mi improvisada armadura me volvería a lanzar a por Ivan. De un salto traté de separar la distancia que nos separaba, Cuando me encontraba a un par de metros de él usé el 0 Raiser para impulsarme un poco más alto y dar un giro sobre mí mismo, descargando un tajo vertical sobre él con la potencia añadida de mi haki.

No parecía muy interesado en interpretar su papel o responder con las frases de los cómics. Eso en realidad era incluso más fiel a la realidad, al verdadero espíritu de Smileyman: ¿por qué iba a contestar con las mismas frases que en un cómic? Eso no encarnaba el verdadero espíritu de furia que representaba el justiciero enmascarado. Un escalofrío recorrió su espalda. Era irónico que como pirata admirase a un héroe que detenía a gente como él, pero eh, que no le fuese la moral convencional no significaba que no disfrutara de las historias de héroes y villanos. Empezó a entender algo mejor la naturaleza del poder del temido castigador cuando le vio fundir armas y cubrirse con ellas: ¿estaba haciéndose una armadura? Por lo de pronto el metal fundido no parecía quemarle. "Ni el frío ni el calor funciona, y puede fundir armas corrientes tocándolas. ¿En qué consiste su poder? ¿Temperatura?" Tras ver el alcance de sus habilidades dudaba que proviniesen de algo que no fuera una akuma no mi. Y eso le daba una idea de cómo actuar a continuación.

Mientras Arthur componía su armadura, el vampiro frunció el ceño y se concentró, concentrando sus reservas de energía para activar su Verstärkung. El combate estaba siendo intenso y con aquella técnica podría disminuir su cansancio un poco... no esperaba alargar mucho más el combate. No, estaba siendo interesante, pero alguien que manipulase el calor era un enemigo peligroso para él. Sabía que las temperaturas elevadas no le afectaban demasiado en su forma completa, pero... ¿las extremadamente elevadas? ¿Le afectarían como el fuego? ¿O le harían directamente prender en llamas? O peor, no podía descartar que no fuese capaz de crearlas. Y entre Katharina y Zane ya había tenido suficiente fuego para toda una vida. No, no podía darle tiempo a hacer alguna jugada que pudiese costarle otro combate más, debía esforzarse al máximo para poder enfrentarse de nuevo al Descamisetado en la final.

En cuanto vio a Smileyman prepararse para saltar arqueó una ceja. ¿Pretendía combatir contra él en el aire? Era una idea tan mala a todas luces que se planteó la capacidad de su oponente. Tal vez tuviese una técnica similar a esos extraños saltos en el aire del Cipher Pol, porque dudaba que pudiese volar usando calor. En cualquier caso, su maniobrabilidad en el aire le llegaría para moverse en torno a él para colocarse en un ángulo desde el que no pudiera golpear. Luego simplemente sentenciaría el combate en el aire sin siquiera necesidad de mostrar su Despertar de nuevo. No era una mala táctica... o no la hubiera sido sino fuera porque había cometido el error de subestimar a su enemigo. Cuando estaba empezando a posicionarse a su espalda, de repente unos cristales aparecieron a su espalda y Arthur comenzó a subir más rápido. No solo sí podía moverse en el aire, sino que tenía una buena maniobrabilidad. Para cuando el vampiro quiso darse cuenta, apenas tuvo tiempo para moverse lo justo para evitar que el glaive lo partiera por la mitad, y aún así el golpe abrió su torso en canal, mostrando huesos y entrañas. Un golpe que hasta para su naturaleza sobrenatural era suficiente para sentenciar el combate.

- De acuerdo... - agarró el asta con la mano izquierda, mientras una niebla negra le rodeó - Me has obligado a ponerme verdaderamente serio.

Si recibía otro golpe, en ese estado apenas podría defenderse y perdería. No podía regenerarse de heridas tan terribles demasiado rápido... no era tan monstruoso. Solo le quedaba pues una opción verdaderamente viable. Dos alas de murciélago surgieron a su espalda, mientras sus ojos pasaban del dorado al rojo y todos sus dientes se convertían en afilados colmillos. La herida comenzó a cerrarse al momento por el poder del Despertar, lo que aprisionaría el glaive en su carne si Arthur no lo retiraba. Pero Ivan no tenía intención de soltar el arma. No, tenía al pelirrojo justo donde lo quería: al alcance de su arma. Empleando toda su fuerza y concentrando su haki de armadura en la hoja con toda la potencia que fue capaz de reunir, lanzó una única estocada directa al torso del marine. Un golpe así por sí mismo sería terrible. Tal vez no suficiente para sentenciar el combate por sí mismo, no contra alguien que parecía del tipo resistente. No, la clave sería el kairoseki de Vanator. Si lograba clavar, no tenía intención de retirar la espada.

Vale, una cosa era que no me tuviera que contener y otra muy diferente esto. La sangre que había salido a chorros del torso de Ivan me había cubierto la cara y el pecho, de no ser por la camiseta juraría que un trozo de tripas podría haber acabado en mi boca. Por el despliegue de habilidades que había mostrado juraría que podía haber evitado ese golpe sin tantos daños... a lo mejor no había conseguido habilidades de vampiro por ansia de poder, sino por un impulso masoquista extremo que le consumía. Un escalofrío recorrió mi espalda al pensar que podría estar usándome como material que le excitase, si me llamaba "papito" saldría de dudas.

Otra posibilidad bastante plausible era que estuviera usando su resiliencia sobrenatural para tratar de sacar una posición ventajosa, aunque no caí en eso hasta que comenzó a transformarse de nuevo y su herida comenzó a cerrarse sobre el arma. Barajé la posibilidad de dejar el arma dentro y activar solar edge en su interior, después de visualizar como sus fluidos internos entrarían en ebullición inmediata y acabaría estallando dejando sólo su cuerpo de cintura para abajo descarté la idea, por lo que sólo trataría de evitar que la hoja quedase atrapada, apartándola de su cuerpo. Había agarrado con fuerza el asta de mi arma y ahora se disponía a terminar el combate tratando de empalar mi torso con su espada.

Me gustaba usarlo de forma más ofensiva, pero dada la situación y su monstruosa fuerza no me quedaba más remedio. El brillo rojizo pasó a azulado al usar el burst mode y sacar fuerza de manera más eficiente de la temperatura absorbida y darme la fuerza que necesitaría. Centré mi haki en el escudo, armadura y torso, para luego interponer el escudo entre la hoja y la carne. El impacto fue bestial, sospechaba que mi voluntad era más fuerte, pero la transformación lo había vuelto un monstruo con una fuerza abrumadora. Apreté los dientes casi hasta escuchar como alguno se rompía, estaba poniendo todas mis fuerzas en evitar que aquella espada me atravesase y su punta estaba dejando un feo surco en el metal del escudo. Noté como mi esternón crujía bajo el peso, partiéndose y la lámina de metal que me cubría se doblaba aprisionando mis entrañas. Tosí sangre a un lado a la vez que usaba mis ultimas fuerzas para terminar de apartar el arma, haciendo cuña con el escudo a un lado y dejando que resbalase con su fuerza.

- Hehehe. - Una tímida risa salió de mis labios. - Demonios, dragones, vampiros... - Mi voz, cada vez más grave y cascada a causa de la sangre en mi garganta iba aumentando el tono. - No importa lo fuertes que sean, no importa lo fieros que sean esos monstruos...- Si había una frase de los cómics que de verdad usaría Smileyman era esta. - ¡Que vengan, dejad que presenten sus cuerpos ante mí! ¡Rasgaré y desgarraré hasta que no quede nada! ¡Y si son más fuertes... los devoraré, su sangre será el tributo, sus huesos los cimientos de mi leyenda y su carne el manjar que me hará más fuerte!

Ahora lo estaba viendo, entre mis delirios se había mostrado una apertura justo tras el ataque del vampiro, una que podía aprovechar con la negación de zonas. Golpeé con el escudo la mano que sostenía la espada como contraataque, con la esperanza de apartar la hoja, no sólo de mi cuerpo, sino lo suficiente como para que no pudiera usarla para defenderse. Calenté mi arma distribuyendo todo el potencial térmico que pude a esta, calentando mi haki a la vez que hacía esto. Ahora era el momento de usar Solar edge desde el agarre a la punta. La temperatura era tal que, de no apartarse su mano se carbonizaría, incluso si no lo hacía empujaría y torcería lo suficiente como para dislocar su muñeca, acercando la hoja a su cuerpo en un tajo diagonal en el torso, esta vez me controlaría un poco más, intentando incapacitarlo en vez de asestar una herida mortal.

¡Buenas noches luchadores! ¿Todo bien? Espero que sí. Primero quiero deciros que ya sé que es la penúltima ronda antes de los playoffs, y que ya sabéis cómo funciona el sistema de puntos para dictaminar quien es el ganador. Sin embargo, por si acaso, os voy a refrescar cuales son los parámetros que tenemos en cuenta a la hora de elegir el ganador del combate:

• Victoria bélica: Que otorga 5 puntos de forma automática al ganador.
  
• Narración y estilo: 2 puntos.
  
• Asumir daños: 2 puntos.
  
• Originalidad y entorno: 2 puntos.
  
• Pulcritud de escritura: 1 punto.
  
• Faltas (cerradas, power rol, meta rol): -1 punto por cada acción que se haga, a no ser que sea consentida y hablada por los usuarios, que en ese caso no quitará nada.
  

Tengo que aclarar que si veo que uno de los apartados estás muy igualado no otorgaré puntos, dado que al tener que dar la misma cantidad a cada combatiente se anularían entre sí.

Teniendo esos conceptos claros, voy a ponerme con el veredicto:

Dado que la campanita ha sonado antes de que alguno diera el último golpe no os lleváis la victoria bélica.

Narración y estilo: Cada uno tiene su propio estilo a la hora de narrar, ya sea en primera o tercera persona, siendo fiel a su personaje y su psicología. He de decir que me he tenido que reír alguna que otra vez con vuestras referencias comiqueras. Y dicho esto…, punto para nadie.

Asunción de daños: La asunción de daños ha sido correcta por partes de ambos combatientes, aunque he de decir que en algunos puntos la he encontrado un pelín “exagerada”. No obstante, nada que objetar: Punto para nadie.

Originalidad y entorno: Este punto ha hecho que me lea el combate un par de veces antes de tomar mi veredicto. Es verdad que ambos usáis el entorno de una forma u otra, tratando de volcarlo a su favor, ya sea mediante la narración del terreno, ocultarse en una zanja, usar las armas que había… Sin embargo, uno de vosotros además de usar el entorno ha hecho algo que rara vez se ve en un combate, a excepción de que seas médico, y es usar la “cencia” a su favor. Me refiero a cuando Arthur ha usado el frío para aumentar el magnetismo de la daga (he tenido que meterme en google para mirar como de verídico era eso), y eso me ha resultado muy original. Es por ello que los dos puntos son para Arthur.  

Pulcritud en la escritura: Ambos habéis tenido una escritura impecable, así que punto para nadie.

Así que, si he contado bien, la victoria se la lleva Arthur. Enhorabuena.

Si alguno de los participantes tiene alguna objeción puede pedir una segunda corrección.

Un saludo, y buenas noches