For Peace [Priv. Astartea & Zuko]

—Es algo muy serio lo que me estás pidiendo, lo sabes, ¿verdad?

El dragón asintió, mirando a un lado estando de pie en aquel despacho. El almirante de flota tenía razón, era algo bastante serio que pedir, sin embargo... El dragón no podía esperar a que viniesen a su puerta a ofrecérselo. El puesto estaba vacío, solo habían dos, hacía falta un tercero. Un tercero que de forma activa buscase maneras de utilizar su puesto para el bien, para promover la paz y evitar más guerras estúpidas en un futuro. No le gustaba nada la idea de tener que proteger a los Tenryuubito, pero aquello era un precio que podía pagar con tal de tener un puesto influyente desde el cual trabajar. Sin embargo ya hacía bastante de la... "jubilación" de Kodama, y Hyoshi todavía no había elegido a un tercer almirante.

—Simplemente... Creo que estoy capacitado para el puesto, señor —contestó Zuko, mirándole de nuevo.

El almirante de flota suspiró. Se puso de pie, colocando las manos en la mesa. Se dio la vuelta, mostrando su gran altura que superaba la del dragón con creces, casi el doble. El vicealmirante estaba convencido de que Hyoshi era en parte gigante. El hombre cruzó los brazos a sus espaldas, quedándose en silencio totalmente meditativo durante lo que fueron unos minutos extremadamente largos para Zuko, que no dijo una sola palabra durante dicho rato.

—No digo que seas un mal marine, Kasai. Ascendiste a una velocidad curiosa y tienes buenos méritos tras tu estela. Derrotaste a Krauser, que una vez ocupó el puesto al que aspiras.

—No lo hice, señor. Tan solo ayudé a gente más fuerte que yo.

—No me importa quien más estuviese allí o quien lanzó las llamas que quemaron su piel. Estuviste, combatiste contra él y venciste. No hay más.

El dragón miró a un lado. No había caso en intentar debatir contra el almirante de flota y su tono fue tajante. Estaba claro que a Hyoshi tampoco le hacía gracia que la historia oficial del acontecimiento fuese modificada para los medios, sin embargo no menospreciaba la fuerza de Zuko y veía que aquello si era un mérito del cual sentirse orgulloso.

—Discúlpeme, señor, no pretendía contradecirle.

—No importa. Escucha, Kasai... Puedes llegar a almirante... algún día. Pero no creo que con lo actual pueda siquiera defender tu posición ante el Almirante en Jefe o el Gorosei. Espero que lo entiendas. —El dragón asintió, algo decepcionado—. Sin embargo hay algo que puedes hacer. Una misión diplomática tras la cual tal vez podría defender la propuesta.

—Cumpliría esa misión aún sin esa condición, señor. Es mi trabajo, después de todo.

—Me alegra oír eso. Vas a tener que hacer de escolta de un noble.


Estaba en el barco ya. Uno de sus buques reforzados que le tocaban por tener el rango que tenía. Se encontraban parados en una base marine que se alzaba sobre una isla artificial en el Calm Belt, justo al borde del nuevo mundo. Un grupo de artesanos, carpinteros y demás trabajadores estaban moviéndose de un lado a otro, recubriendo el barco en una de esas burbujas de jabón de Shabaody. Se iban a sumergir en el agua y llegar hasta una isla submarina. Suspiró. Creía que al ser una misión de escolta sería hasta cierto punto sencillo, sin embargo... Tenía que escoltar a un noble gyojin de una isla submarina.

Era un noble que creía en la paz entre los humanos y los hombres-pez. Por ello le odiaban varios grupos, concretamente los gyojin radicales y los humanos racistas. Sin embargo, tenía adeptos y seguidores. Zuko creía en esa causa y era algo que tenía pensado hacer una vez alcanzase un puesto importante de poder: Fortalecer las relaciones entre humanos y gyojin. Sin embargo, tenía cierto miedo.

Y, por ese miedo, no llamó a gente de su brigada. Eran fuertes y confiaba plenamente en ellos, pero aquello era algo que debía hacer sin ellos. En cambio, si que llamó a Astartea. ¿Por qué a ella? Ni el propio dragón lo sabía. Tal vez fuese porque, subconscientemente, sabía que con ella ese miedo se calmaría. O puede que simplemente quisiese estar a su lado en esos momentos tan... nerviosos. Suspiró y miró hacia arriba una vez más, viendo como terminaban de recubrir el barco con la burbuja.

Hay misiones y misiones, y bien sabéis que Astartea nunca ha rechazado alguna y que se ha metido en más líos de los que le gustaría reconocer delante vuestra. Sin embargo algo de ese tamaño político fue totalmente nuevo para ella, cierto era que ella era noble y la duquesa de una de las grandes casas, pero dudaba que la hubieran llamado en función de su título nobiliario.

Fue entonces que pensó que quizás necesitaban un médico en el barco, pero también era algo apresurado de admitir y de valorar en aquel momento. Nuestra dama de cabellos albinos y orbes de sangre era pragmática y sin duda el mejor médico que la marina tendría en un futuro teniendo en cuenta su akuma, pero aun así era una sensación extraña. Tal vez Zuko solamente quería una cara y una mano amiga a la que ver cuando las cosas se pusieran complicadas, pero ella era un eslabón muy pequeño de la marina como para compararlo con él.

-Algo me dice que estoy loca…- Bueno, como no era nada especialmente nuevo, nuestra dama simplemente se acomoda el uniforme de la marina y prepara aquel bolso de viaje. Luego camina hacía el punto de encuentro y se prepara para ir al barco donde tendrán que escoltar al Gyojin y a toda su corte.

La idea de meterse debajo del agua teniendo en cuenta su akuma es lo que menos le llama la atención, de eso no hay duda. Pero bueno, era una manera diferente de ir a una isla a la que nunca había ido, acompañada por el mejor guardia de seguridad de todos.

Saludó con una sonrisa a todas las personas que se encontraban allí, una leve inclinación de cabeza y finalmente nuestra dama divisa a la persona a cargo de todo aquello. Se apresura para notificar y reportar su llegada, por eso se coloca al frente, saluda de la forma en la que hay que hacerlo cuando se ve a un superior y sonríe.- Astartea Shikei a su servicio, vicealmirante.- Relajaría suavemente el gesto, suspirando para relajarse, mientras miraba el barco y todos los preparativos.

-No voy a molestarme en preguntar la razón de que me hayas llamado precisamente a mí, pero quiero pensar que piensas que puedo serte de utilidad en un momento así.- Ladea suavemente el rostro, esperando que de verdad pueda hacer algo en toda aquella situación. Bueno, al menos sabía que un estorbo no iba a ser, aunque quería pensar que podía hacer más cosas que la media.

El proceso de recubrir un barco con una de aquellas burbujas era largo. Solían tardar bastante en tenerlo todo listo. Por suerte, quedaba ya muy poco. La burbuja estaba ya casi por completo puesta y llena de aire y tan solo faltaban el resto de preparativos. El dragón paseaba por cubierta, con los brazos tras la espalda, saludando a todo recluta que pasaba por su lado reconociendo su autoridad en aquella misión. Recordó entonces lo que era ser alguien de su rango. Ir de un lado para otro obedeciendo órdenes... En cierto modo era algo que echaba de menos. Tenía menos preocupaciones. Sin embargo, como cadete no podía cumplir sus metas.

Estaba anocheciendo. Tenían claro que iban a empezar el viaje de noche, pues tendrían que sumergirse y viajar bajo el agua durante largas horas y prefería que los marines llegasen descansados. En cuanto todo estuviese listo, todo el mundo podría ir a cenar y luego a dormir. Y, al despertar, ya habrían llegado a la isla submarina donde los esperaba el príncipe Walter. Aunque Zuko tenía claro que él no iba a dormir, al menos no mucho. Tenía demasiado encima como para dormir tranquilo.

Finalmente llegó hasta él la persona a la que esperaba: Astartea. Sonrió, aliviado incluso. Sabía que la albina era la mejor opción para llevar a cabo una misión diplomática, además de los otros motivos por los cuales Zuko la había llamado. Si bien el dragón era un ex-príncipe, hacía muchísimo tiempo que no vivía en palacios, por lo que había perdido la costumbre y diplomacia que estaba seguro de que nunca tuvo.

—De mucha utilidad. Gracias por venir, Astartea. En este barco serás mi ayudante directa, si no te molesta. Mi cometido es hacer todo lo posible por fortalecer las relaciones gyojin-humano y creo que eras la mejor opción para...

—¿En serio? ¿Una cadete como segunda al mando de la misión? —dijo una voz.

Zuko miró a su origen. El comodoro Jackson, que habían asignado para que le acompañara, era un hombre alto y de hombros anchos. Tenía el pelo de un extraño color verde y una cicatriz en la mejilla con forma de cruz. Estaba cruzado de brazos y llevaba su capa de marine. Parecía algo enfadado.

—No segunda al mando, comodoro. Ayudante. Y ahora si me disculpa... ¿Podría volver a su cometido?

—Ya, lo que tú digas. Esta está aquí solo porque te la quieres tirar. Casi todo el mundo os vio teniendo una "cita" —dijo con un tono bastante despectivo al decir esa última palabra—. ¿Y ahora la pones por encima del segundo de mayor rango, o sea yo, solo porque tiene tetas? Por favor.

—Comodoro Jackson, no todo en la marina gira en torno a su miembro viril. Shikei será mi ayudante a la hora de hablar con el príncipe Walter, nada más, y como vuelva a hablarle así a un superior o a soltar otra acusación como esa sobre cualquier persona, yo mismo lo lanzaré fuera del barco, incluso estando bajo el agua. ¿Estamos?

Jackson frunció algo el ceño, aunque se cuadró.

—Sí, señor. Disculpe, señor..

—Vuelve al trabajo —ordenó, y Jackson se marchó. El dragón suspiró y miró a Astartea—. Lamento que hayas tenido que oír a ese tipo.

La gente tiende a no darse cuenta, a veces es un simple descuido, otras es parte de un pensamiento que desaparece en sus cabezas cuando se fijan en su sonrisa angelical. Nuestra dama de orbes de sangre y cabellos de plata no puede evitar sonreír como si nada pasara mientras el Comodoro habla. Ella es cadete, entiende que se sorprenda por ello, pero tal vez desconoce el hecho de que ella simplemente no ha avanzado en la marina porque no le ha dado la gana. Ha acumulado logros, misiones y cosas, pero no quiere alzar el perfil hasta que no sea el momento.

Por eso los deja hablar, mientras ella simplemente le mira como si nada pasara, hasta que sube al barco y comienza tranquilamente con aquello que ha planeado.- No se preocupe, estoy acostumbrada a ser menospreciada, la gente juzga rápidamente por la apariencia y no sabe de lo que puedo ser capaz.- Se encoge suavemente de hombros, mientras se dirige a solucionar ese pequeño problemita.

-Comodoro…¿Tiene un momento? -El hombre la fulmina con la mirada, mientras ella le sonríe de forma calmada.- Se que hemos empezado con mal pie, pero vengo en función de noble y médico, estoy segura de que ambos haremos un gran trabajo.- Extiende su mano y aunque el hombre duda en tomar la mano, lo hace.

Y es justo en ese momento que comienza aquello.

Ella se acerca, lentamente su sonrisa se ensancha, tomando una expresión casi demoníaca mientras el terror empieza a correr por el cuerpo del hombre. Esta asegurándose de que cada fibra de su cuerpo este sintiendo miedo, dolor y tristeza y en su rostro se nota toda esa mezcla, mientras ella simplemente aprieta sus uñas en ese brazo que arranca de un gesto.- Puedo prometerte que no necesito follarme a nadie para conseguir lo que quiero, a veces solo necesito darles la mano.- El hombre cae de rodillas, mientras ella suelta su mano, sonriendo con tranquilidad.- Tengamos un buen viaje, Comodoro.- Y luego de eso se pierde entre los pasillos, acercándose de nuevo a Zuko mientras esperaba que no hubiera notado la intranquilidad y el miedo en el rostro de su compañero.

-Estoy segura de que tendremos un buen viaje, espero serle de ayuda, he tenido tratos políticos y mercantes con los Gyojins antes y estoy segura de que esta misión de paz será un existo.- Una gesto tranquilizador, una mirada cómplice y poco a poco el viaje comienza antes de que nadie puede pararlos.

Dejo que fuera a hablar con el comodoro ella misma. No le puso pegas, ella podía luchar sus propias batallas, y en aquella misión concreta la cadete tan solo respondía a Zuko, por lo que no podría ser acusada de insubordinación por cantarle las cuarenta bien merecidas. Aunque se mostró bastante educada ante aquel hombre, al cual el dragón le daban ganas de hundirle el puño en la cara por tener esas actitudes. Ni siquiera Eric, que tenía pensamientos arcaicos y cuestionables debido a su cultura, podía llegar a ser tan nocivo como ese comodoro.

Una vez terminó de hablar con él volvió con Zuko, mostrando una bonita sonrisa. Una sonrisa que tranquilizó los nervios del vicealmirante. Era curioso, cuando la veía sonreír sentía que aquella podría ser la sonrisa más bonita del mundo y que podría resucitar a un muerto. Le devolvió la sonrisa, aunque seguro que la suya propia no era tan bonita.

—Agradezco tu confianza, de verdad.

El barco ya empezó a sumergirse. Zuko podía ver como el agua empezaba a cubrir la burbuja que los rodeaba. Nunca había visto el agua por debajo, ciertamente sería toda una experiencia. Tal vez viesen ballenas o... ¿Qué tipo de animales podía haber bajo el agua? Hasta ahora siempre se había centrado en las criaturas terrestres. Dejó de divagar cuando por fin el barco se sumergió por completo y empezó a sonar una pequeña campana, indicando a los soldados a bordo que fuesen al comedor del barco para cenar.

—Hay un comedor común y técnicamente tú tendrías que ir allí, pero... —miró a un lado, sonrojándose muy levemente—. ¿Quieres cenar conmigo en el despacho que me han preparado? Para hablar un poco... de la misión, me refiero, claro... —entonces se sonrojó todavía más y agitó la cabeza, como queriendo quitarse ese color de la cara antes de volver a mirar a Astartea—. No, déjalo, van a pensar que... Van a pensar lo mismo que ese comodoro, no me gustaría manchar tu reputación así. No hace falta que vengas si no quieres.

-¿Hum? Esa debería ser mi línea, el que pensara en mi para una situación tan delicada sin duda es todo un honor.- Le sonríe de forma amable, mientras observa la burbuja acabar de cubrirles y como después, se prepararían para viajar a la isla. Ella nunca había viajado hasta aquel lugar, pero había acompañado a su marido a alguna cena de negocios con gente de aquel lugar, nobles que deseaban hacer tratos con la gente de Wano. A veces en un extraño intercambio diplomático, otras simplemente en busca de armas y poder. Todo dependía de la persona que acudiera a ello.

La campana de la cena la sacó de sus pensamientos, dudando por un momento de si retirarse o pasar aquella noche de la cena. Debía dejar al Comodoro algo de espacio antes de que comenzara a volverse loco cada vez que la viera. Fue ahora el hombre el que la sacó de su mente, sabiendo que últimamente estaba algo más distraída, pero tal vez tenía algo de miedo de encontrarse con alguien que no le apetecía.

¿Podía llamarlo miedo sin embargo? Era más una clara sensación de asco.

-Soy consciente de ello.- Pestañea de forma suave, ladeando el rostro ante el pero del hombre, sonriendo de forma leve. Parece entrar en pánico, sonrojarse, moverse y quejarse, sabe de sobra que es demasiado bueno como para querer ver su reputación manchada. Es bueno, le jode, si, al final y tal y como pensaba era un hombre bueno que se sentía atraído por ella, ya fuera físicamente o por un engaño demasiado bien planeado.- Me encantará cenar con usted para hablar de la misión.- Breve, concisa, con esa sonrisa divertida en el rostro y negando ante las palabras de su superior.- Puedo prometerle que hace años que mi reputación no tiene salvación ninguna.- Se encoge de hombros y se prepara para caminar junto a él hasta el despacho.

Mucha gente había sido compañera de ella, había visto alguno de sus experimentos, o había terminado siendo parte de ellos. Algunos pobres desgraciados estaban en su lista con descripciones y señas, otros simplemente los había usado. Pero tal y como había dicho, era complicado cambiar la percepción que la gente pudiera tener de ella.

Zuko sonrió levemente ante su afirmativa. Se alegró de que hubiese accedido a cenar con él, tal vez... tal vez demasiado. No era una sensación que tuviese con cualquiera, sin embargo... No, era imposible. Simplemente estaba demasiado nervioso por el como podría desarrollarse esa misión y se alegraba de tener una mano amiga. Sí, debía ser eso, segurísimo. El vicealmirante suspiró y se llevó la mano al hombro, como queriendo quitarse él mismo las tensiones que podía llegar a tener en ese momen uto. Tras unos segundos de silencio, dio una leve reverencia a Astartea, tal como se solía saludar en el país de origen del dragón.

—Iré a mi despacho para empezar a prepararlo todo y avisarles de que traigan cena para dos. Tómate el tiempo que quieras para venir, te estaré esperando.

Dicho eso, y despidiéndose con una sonrisa, dio media vuelta y se dirigió al interior del barco. Las puertas del despacho que le habían preparado eran grandes. No le gustaba mucho el tener que diferenciarse tanto del resto, con una habitación claramente más lujosa, sin embargo no podía hacer mucho más. En la marina les gustaba demasiado ese tipo de cosas, dando tanto lujo a los marines de rango alto. El vicealmirante abrió la puerta y entró. Era una habitación bastante grande, con una mesa y dos puertas en la pared del fondo, una que daba a un cuarto de baño y otra a un dormitorio. El dragón se sentó en la silla tras la mesa y cogió el Denden Mushi que allí había, para informar que allí habría dos personas cenando aquella noche, para que trajesen las raciones pertinentes.

Entonces, sacó de los cajones los papeles necesarios. Un largo informe sobre el noble Gyojin al que iban a escoltar, contado de forma bastante detallada los varios intentos de asesinato y agresión que el hombre pez había sufrido por su ideología pacifista. El dragón se apenó por ello. ¿Tan sedienta de guerra estaba la gente? Aquel Gyojin que buscaba arreglar las cosas de la forma más pacífica posible, seguramente también harto del maltrato hacia su pueblo, y aún así buscando acabar con todo sin que haya muertos. Y ambos bandos parecían llenos de gente en contra de aquello. Suspiró. Iba a ser complicado.

Asiente de forma suave mientra el hombre se pierde rumbo a su despacho y Astartea se dirige hacía su propia habitación. Por cortesía a su cargo civil le daban siempre una habitación para ella sola, lo prefería de esa manera, aunque en aquel tipo de misiones de lo único que se encargaban era de que estuviera cerca de la enfermería. Era casi su forma de suplicarle y gritarle, una manera bastante llamativa de dejarle claro cuál era su trabajo y de lo que tenía que encargarse.

Aunque no sabía exactamente qué iba a pasar en esa misión, era consciente del peligro de la misma y de todo lo que podía salir mal y lo poco que podía salir bien. Siente el cuello pesarle y los hombros necesita moverlos para no sentir ese extraño peso que recae en ella para que nadie muera en aquel lugar. Le da igual, no es como si la vida de una sola de esas personas le importara realmente, quizás la de Zuko… El caso es que lo único que le interesa es conseguir cumplir con todo aquello, ganar la recompensa y seguir hacía delante.

Con cada paso que da hacia delante consigue algo dentro de la marina que le facilita lo que desea, y aunque quizás no estáis listos para saber qué es exactamente, puedo deciros que es algo tan extraño como ella. Sale de sus pensamiento para cambiarse la chaqueta marine por una oscura, y luego encaminarse hacía el despacho de su superior.

Un par de golpes a la puerta tras haber cruzado los pasillos, sin importarle demasiado todo el que pudiera dirigirle más de una mirada por aquella ruta, por aquella cena. Un bostezo es su respuesta, y cuando abren la puerta una sonrisa suave y tranquila.- Va a perder la vista como siga acercandose tanto a los papeles y mirandolos tantas veces.-Era un hombre metódico que se preocupaba por la misión, el futuro de la marina y del mundo.

¿Cuánto tardaría en ser manchado por todo aquello? El mundo destrozaba a las personas como él hasta volverlos gente como ella. Aunque prestaran resistencia, acababan rompiéndose o en el mejor de los casos, doblándose y doblegandose ante la maldad, transformándose en algo totalmente diferente. Zuko podía acabar siendo algo mucho peor de lo que la gente podía creer o seguir siendo esa clase de personas que todos sueñan un día con llegar a ser.

Fuera como fuera, nuestra querida demonio estaba a punto de descubrirlo.

Alzó la mirada cuando le habló Astartea. No podía evitar pensar que estaba preciosa y una débil sonrisa se dibujó en su rostro. Sus dedos rascaron ligeramente la madera, intentando sacar sus pensamientos de ese ámbito. Aquel tipo de pensamientos le daban algo de... miedo. Lo cual le pareció curioso. Cuando Zuko era pequeño creía que la gente tan fuerte como el dragón lo era ahora no tenía motivos para tener ningún miedo... Como se equivocaba.

—Bueno, me quemaron el ojo cuando tenía catorce años y hace poco me lo arrancaron de un espadazo. Si no me he quedado ciego ya, dudo que ocurra —bromeó levantándose para recibirla.

La invitó a sentarse en una silla junto a la suya en aquel escritorio. Pudo notar su pulso acelerarse ligeramente, solo con su presencia. Un ligero cambio que esperaba que no se notase tanto en su exterior. Le parecía increíble como alguien con su fuerza física, su poder y resistencia muy seguramente sería desarmado con tan solo una mirada de aquella mujer. ¿Indicaba aquello debilidad? No lo sabía, pero de lo que si estaba seguro es que aquello que sentía le daba miedo y, hasta cierto punto, algo de vergüenza. Suspiró y se volvió a sentar en cuanto ella lo hubiese hecho.

—¿Sabes? Durante toda mi vida he hecho cosas por las que mucha gente me considera un héroe. Me enfrenté a un ex-almirante y viví para contarlo, he hundido barcos tan solo dando una patada... Y aún así en ninguna de esas ocasiones he sentido tantos nervios como ahora, en una misión de paz y de escolta. ¿Cómo puede ser que la diplomacia me intimide más que un traidor capaz de cortar montañas? —miró a un lado y suspiró—. Perdóname, no quería soltarte todo eso. No creo que tarden mucho en traer la cena.

-Bueno, eso es todo externo, en cuanto sea interno y tenga miopía, ya hablaremos.- Le amenaza señalándole con el dedo índice, casi como si diera miedo a un hombre capaz de hacer tantas cosas, pero no vamos a negar que le divierte. De todas formas el tema del ojo quemado es algo que sabe bien, la primera vez que se encontraron intentó asustarla con eso pero ella no pudo evitar encontrarlo fascinante. Le hubiera gustado poder sacarle una copia al ojo o incluso quitarle el original para saber cómo había curado y el proceso por el cual se habían guiado. Pero era delicado y no todos se dejaban sacar un ojo por alguien al que acaban de conocer.

Nuestra endemoniada dulzura de cabellos de plata y orbes de sangre sabía de sobra de lo que era capaz. Elegir lo que la gente sentía, elegir lo que ella misma sentía, era capaz de identificar lo que la gente podía llegar a profesar por ella y era fascinante. En este caso sabía que estaba comenzando a picar al hombre y era francamente interesante. No vamos a negarlo, no quiere meter mucho el dedo en la llaga, sabe de sobra que los dragones se asustan fácilmente si pinchas donde no debes. Por eso simplemente se acomoda mejor en su asiento, aparta la mirada de los papeles y espera tranquilamente a que hable.

Sus palabras la llenan de curiosidad y eso es tan bueno como malo, aunque sabe que la historia que cuenta es algo de lo que se siente orgulloso, a la vez lo compagina con el que está nervioso por la naturaleza de esa misión. No puede evitar sonreír levemente, tiene que ver quizás con que en su caso es al revés, está acostumbrada a las misiones donde engañar, mentir y si eso pelear al final es lo normal. Le da un par de golpecitos en el hombro, sonriéndole, esperando transmitirle algo de calma sin tener que usar sus extraños pero eficaces poderes.- Normalmente, en las misiones de pelea sabe de sobra que es lo peor que puede pasar, en las de negocios nunca se sabe, el desconocimiento es el peor de todos los temores, puede desembocar en cualquier cosa.- Las misiones de paz podían acabar en guerras peores que cualquier asesinato, todo dependía de que tan pacifico acabara siendo todo.

A veces una ofensa verbal era mucho peor que una física y dejaba heridas en la mente que duraban mucho más que en el cuerpo.- Pero no se preocupe, todo va a salir bien, en cuanto desembarquemos será una línea recta.- De momento, era mejor no hablarle de las curvas.

La mujer tenía razón. Cualquier paso en falso en una misión diplomática podía desembocar en las peores de las atrocidades. Siempre que se da el primer disparo no puede saberse quien va a morir. Cuantas vidas se romperían... Cuantas familias destrozadas. Zuko odiaba la guerra. Sabía, por desgracia, que era el único lugar en el que podía sentirse medianamente a gusto, dando toda su fuerza para evitar el mayor daño posible. Pero la odiaba. Durante un segundo flaqueó. Levantó una mano dispuesto a moverse hacia delante y darle un amigable abrazo a Astartea, pues sentía que lo necesitaba. Sin embargo, en ese mismo instante, llamaron a la puerta y la abrieron.

Un hombre entró con un carrito y dos bandejas sobre el mismo. Saludando con una inclinación de cabeza dejaron ambas bandejas sobre la mesa y, despidiéndose con otra inclinación, se marcharon. Zuko se acercó a la comida y levantó las tapas de las bandejas, dejando salir el vapor que bajo las mismas se concentraba y mostrando dos boles rojizos llenos de fideos, caldo, trozos de carne y unos palillos a los lados para comer. Un sonoro plas de la palma de la mano chocando contra la cara del vicealmirante llenó la habitación.

—Tan solo les dije que trajesen dos raciones, se me olvidó preguntarte que querías... Lo siento. Puedo llamarles si prefieres otra cosa.

El dragón se sentía nostálgico de su tierra natal, por lo que siempre que le daban opción de pedir la comida que quisiese, siempre pedía algo típico de aquel lugar. En ese caso unos fideos con caldo de ternera. En el caso de que la mujer decidiese que quería otra cosa para comer, llamaría a cocina para que le hiciesen lo que quisiera. En cuanto ambos pudiesen sentarse a comer, la invitaría a hacerlo y cogería los palillos. Era la segunda vez que cenaba con aquella mujer... y se sentía tan nervioso como la primera.

—Descansemos un poco del trabajo mientras cenamos... Dime, ¿Qué tal te ha ido desde la última vez que nos vimos?

Siempre le había parecido un hombre curioso, no vamos a negarlo. Uno de esos que a veces son demasiado expresivos, otras veces son como una pared en blanco. Astartea sonríe al ver el golpe que se propina al darse cuenta de que no ha calculado eso, ella no se inmuta demasiado, es similar a la comida que le gustaba a su esposo . Solo tiene que acercarse calmadamente a la mesa, sentarse, indicarle que no quería cambiar de plato y listo. Ella simplemente se recoge el cabello para asegurar que nada le molesta al comer sopa, agarra los palillos con calma, etiqueta y maestría y sonríe.- Muchas gracias por la cena.- Es todo lo que tiene que hacer y decirle para que no se preocupe, para que entienda que le da igual que cenar y que aprecia el que sea algo de su origen.

-Misiones, una cantidad grande, desmesurada y loca de misiones, con el superior Galhard, con varia gente, el Almirante me ha pillado gusto y no para de mandarme a sitios.- Sus palabras textuales era que habían pocos médicos en el ámbito militar y que ella era demasiado buena como para dejarla en el banquillo. Le dolía el maldito trasero de andar de un lado a otro curando a marines, pero era lo que había.

Le habían prometido vacaciones para su fecha favorita en Wano y era algo que iba a respetar aunque todos los Almirantes de la marina le pidieran que fuera a trabajar.- Me gusta pensar que me estoy volviendo alguien de confianza, pero es agotador a la vez.- Ríe de forma animada, negando mientras que comienza a comer con calma la cena que les han servido, ella no se pone nerviosa en esa clase de situaciones.- ¿Y tú? -Alza la mirada, la choca contra la suya, espera pacientemente las grandes aventuras del vicealmirante.

¿Tal vez espera que le hable del otro dragón al que anda buscando? ¿Anda buscándolo realmente o solo intenta evitarlo? El destino es caprichoso y desde que tiene uso de conciencia adora jugar con ella. No es más que un peón que va de lado a lado en nombre de todos, de la marina, de su familia, del reino de English Garden, pero es una de esas cosas que se ha propuesto cambiar cuando llegue el momento.

Habrá un punto en su historia, en el que solo ella decidirá su destino de viaje y nada ni nadie podría reprocharle.

Sonrió con alivio cuando la mujer aceptó aquel plato. Alejó de su cabeza el pensamiento de que pudiese estar haciéndolo por obligación y, simplemente, escuchó su pequeña historia. Parecía que sus andadas en la marina estaban siendo moviditas, lo cual tenía sentido. Era la vida del cadete, al fin y al cabo, una vida que él mismo había vivido. Aunque no podía evitar pensar que el estatus que la mujer gozaba desde antes de unirse a la marina podía afectar a las misiones que le daban. Se quedó pensativo unos instantes cuando le preguntó que tal le había ido a él.

—Bueno... ¿Oíste hablar del reciente torneo? Estuve allí, más por diversión que otra cosa, no te lo voy a negar. Me lo pasé bien hasta que me crucé con... bueno, no puedo describirla más que como "el tipo de pirata que más odio". Podría respetar su fuerza y decisión, pues me ganó con creces, sin embargo... su actitud durante el combate me impide por completo tenerle ningún respeto como persona... Pero bueno, mis derrotas no importan. Me habría gustado enfrentarme a Silverwing, que también se apuntó, pero no hubo ocasión.

"Y a Dexter también", quiso decir aunque no podía. Su relación con el dragón era... curiosa. Zuko lo admiraba, claro, pero al mismo tiempo era el tipo de hombre que le sacaba de sus casillas. Odiaba el hecho de que su camino lo hubiese llevado a unirse a una revolución violenta como lo era aquella... Zuko no caería en ello. O al menos eso esperaba. Aún con ese choque de ideales, admiraba al dragón azul y aprender bajo su ala le resultaba satisfactorio. Y odiaba el hecho de que debieran ser enemigos.

—Además de eso fui junto al Vicealmirante Suzume a Punk Hazard a recuperar una... una cosa. Un arma, creo. No sé mucho de tecnología, lo siento. Un hombre lagarto me cogió del cuello con su cola, lo cual me hace replantearme las veces que yo he... bueno, he agarrado a alguien con la mía. Eso... eso ha sonado mal, disculpa —dijo con media sonrisa. La estupidez que acababa de decir le hacía demasiada gracia que intentaba ocultar—. Estoy... estoy intentando ganarme el favor del almirante de flota. Me gustaría acceder al puesto de almirante que de momento hay vacío desde la marcha de Kodama para... bueno, creo que desde ese puesto puedo cumplir mejor mis metas. Convertir este cuerpo militar en uno mucho más... fiable.

Es en ese momento que nuestro querido hombre comienza a hablarle de todo lo que le ha pasado o le sucede por la mente. Le habla de ese famoso torneo al que ella no solo no había ido, no estaba interesada hasta que el nombre de Dexter había salido y ella casi se había atragantado, aquel maldito loco era como un show con patas. Lejos de eso el resto de participantes habían sido nombres en una lista a la que no había mirado más de dos veces cuando la marina había traído el informe. Sin embargo era consciente de la cantidad de monstruos que se desplegaban en aquella clase de eventos, hubiera sido divertido poder darles la mano.

-Básicamente, apesta en todo lo que sea negociación política y social y por eso me ha traído aunque solo soy una cadete.- Resumen rápido, efectivo, pleno y conciso. Era totalmente consciente de que el hombre no sabía sobre su ajetreada vida política y todos y cada uno de los problemas que había últimamente en sus tierras. Aunque había regalado una parte, incluida la mansión secundaria, le gustaba visitar la mansión principal y los restos de lo que había dejado allí una vez se había quedado viuda del todo.- Estoy acostumbrada a tratar con Reyes y Reinas, Zuko, puedo prometerte que soy tu mejor opción.- Sobretodo si incluimos el hecho de que el futuro Rey del País de las Flores era su caballero y le debía obediencia absoluta tras salvar su trasero, el de su esposa y el de su suegro...Dos veces.

Ella comienza a explicarle, cuál profesora enseñandole a uno de sus niños con una calma y una pasmosidad absoluta.- La política es un juego de mentiras, malas caras y falsas sonrisas en el que aquella persona que cuenta la mentira más grande sin ser pillado, gana.- Era la gran verdad detrás de todo aquello, y aunque quizás nuestra Tea estaba sacando demasiado de su lado demoníaco con aquello, debía enseñarselo.-La forma de ganar es aun más fácil, por ejemplo no me sirve que digas que tienes un gran ejército.-Dice de forma resolutiva.- Miente sobre que tienes una gran tierra alabandola, y sabré que es mentira tras escucharte hablar de ella mil veces, entonces por ende, me creeré lo del ejército.-Y esa era la manera de funcionar de todo aquel mundo retorcido, perverso y oscuro en el que el ser humano jugaba al poder con las palabras.

Esas armas que acababan haciendo más daño que cualquiera bala y cuya herida no podía cerrar correctamente ningún médico.