[Moderado Iulio] Armas, bestias y sangre

Phoebe te mira confundida, como si estuvieras haciendo algo que no procediese, o quizá es que no entiende esa ira que estás intentando mantener en tu interior. Se acerca un poco a ti y apoya su brazo sobre tu hombro. Quizá ni lo notas, ya que es el momento exacto en el que Ezan te está desinfectando la herida.

- Sé que la información proporcionada por la marina es tan escasa que da la sensación de que nos han mandado aquí a morir. Es por eso que me tiré dos semanas recopilando toda la información posible. Me cobré favores, tuve que generar deudas con otros, pero tengo mucha información. Alguna nos resultará inútil, otra, como esta que te acabo de dar, nos ha sido útil. Conforme vaya haciendo falta, te iré diciendo todo lo que he obtenido si es necesario, no te preocupes por eso -finalizó, dándote un par de palmaditas mientras se acercaba a su gente-. No olvides que estamos en el mismo bando.

Vaya, Phoebe tiene su carácter. La historiadora, por su parte, contesta y empieza a contarte todo lo que ha recabado. Su voz se traba un poco, y en ocasiones pierdes la comunicación un par de segundos, pero afortunadamente entiendes casi todo lo que te dice.

- Jefe, ese bicho es una locura. Aún estoy a mitad de la investigación, tengo doce folios de perfiles distintos de Romingalar, recopilados en medios de más fiables a menos. Estoy viendo propiedades comunes entre unos estudios y otros, y más o menos te puedo adelantar que es una bestia gigante, que puede volar y que parece vivir en ambientes cálidos. Creo que para esta noche tendré un perfil mucho más cercano a la realidad.

Vaya, no sabemos si eso de ambientes cálidos es muy fiable, pero de ser así, no parece indicar que una cueva sea su destino favorito. En cualquier caso, ya estáis listos, y una vez llegáis al cráter, todos asienten ante tu valor. Decides introducirte solo, sin saber qué hay, mientras Phoebe monta un operativo. Habrá unos tipos que estén cerca del cráter mientras los demás exploran las cercanías, intentando asegurar el perímetro.

Una vez te introduzcas tendrás la misma sensación que tuviste al pisar la arena de la costa justo al llegar. Sin embargo, si miras hacia abajo, el color te indica que es tierra, o algún derivado de ella. También verás que hay una especie de raíles. ¿Acaso había un tren en una isla como aquella? Te va a costar andar un poco caminar, pero cuando lleves un rato te adaptarás. Si te fijas, hay antorchas en las paredes -aunque están apagadas-, y el túnel parece haberse hecho con algún tipo de maquinaria, ya que la forma que traza es casi perfecta.

Tienes unos seis minutos andando -quizá algo más si no te adaptas bien al terreno-, y terminarás llegando a unas escaleras de metal. Pero no podrás bajarlas, no al menos si lo que quieres es que no te descubran. Puedes observar desde tu posición y lo que verás es una fábrica de proporciones gigantescas. Hay un montón de gente trabajando allí, y casi todos están bastante centrados en su trabajo. Pensándolo bien, quizá sí que te puedas introducir por allí. O quizá decidas avisar a tu gente. En cualquier caso, ya sabes qué se cuece en el interior. Ahora quizá puedas… Oh, no. ¿Escuchas eso? El suelo está vibrando -mucho menos que antes-, y un silbido se acerca a tí. ¿Qué diablos? Vale, sí. Allí al fondo, una especie de remolque viene sobre los raíles a gran velocidad -y haciendo mucho ruido-. Parece que hay gente en su interior también. ¿Qué vas a hacer?

Demasiada información para un bicho que en teoría no debía existir, ¿no? Aunque aquello no dejaba de ser algo bastante característico de las criaturas mitológicas, pues según quién contase la historia, dónde y cuándo, poseían unas propiedades u otras. Aun así, no dejaba de inquietarme la posibilidad de que esa condenada bestia existiese de verdad. Por un momento me llevé la mano al abdomen, implorando en silencio que no tuviese que verme con algo así en el estado que me encontraba.

Había tocado fondo y había caminado por un terreno de tierra que, al igual que la arena, había resultado extremadamente incómodo. Finalmente había terminado por habituarme a ese molesto cansancio que parecía estar empeñado en acompañarme a cada paso que daba. Daba gracias por ello, aunque no dejaba de resultar extremadamente molesto y, por qué no decirlo, sospechoso.

Fuera como fuese, resultaba evidente por el panorama que se extendía ante mí que había ido a dar con la sede —si es que podía llamarse así— de Barba Azul y ese tipo junto al que actuaba. ¿Cuál era su apodo? Debía corresponder a las siglas ER, pero lo había olvidado. Aquello era un verdadero hervidero de actividad, con tipos yendo de un lado para otro concentrados en sus labores y sudor, sudor donde quiera que mirase. Tal vez fuera un buen momento para informar de las novedades:

—¿Phoebe? Creo que hemos dado con la fábrica de armas de esta gente. Bueno, nada de creo. Si esto no es una fábrica de armas que venga alguien a decirme qué demonios es —dije—. La bajada está despejada. Al menos yo no he encontrado ningún puesto de avanzada ni nada por el estilo, aunque hay raíles en el suelo y no sé con qué frecuencia los usarán. Bastante, supongo... Puede que sólo haya tenido suerte —conjeturé, mas un sonido a mis espaldas me indicó que alguien se aproximaba. Era metálico y continuo. ¿En serio? Acababa de aventurarme a sugerir algo y el universo me respondía con una confirmación inmediata. Maldije por lo bajo, pues no quería —ni podía, para ser honesto— dejar que me descubriesen por el momento.

Frente a mí se extendía una infinidad de pilas de elementos metálicos, vagonetas y... bueno, cualquier cosa que se pudiese esperar de un lugar que parecía tanto una fábrica como una mina. De perdidos al río, ¿no? Espere durante unos segundos hasta confirmar —o intentarlo— que no hubiese nadie en la zona y me introduje en la boca del lobo, buscando un lugar en el que ocultarme por el momento. Cualquier cosa me serviría, pero necesitaba encontrar una posición segura desde la que poder observar y mantener abierta la comunicación. De cualquier modo, había optado por permitir que mi Den Den Mushi de pulsera se fuese a descansar por el momento, pues no quería que un comentario o pregunta por parte de Phoebe me delatase.

En caso de que la situación no se despejase, mi única opción para llamar la atención lo mínimo posible sería desandar mis pasos e interceptar la vagoneta que suponía se dirigía hacia mí lo más lejos posible. No tendría problema para recorrer una gran distancia en un santiamén, aunque procuraría hacerlo dando pequeños saltos para tener margen de reacción. Una vez les encontrase —y tras confirmar que no se tratase de un grupo aliado que hubiese decidido seguirme— abriría fuego con mis proyectiles lumínicos sin dudar. Cuanto antes acabase con ellos, mejor.

Phoebe recibe tus instrucciones, y cuando está a punto de contestarte cierras la comunicación con ella. No lo ves, pero seguirá con el perímetro montado por el momento, a expensas de recibir algún tipo de respuesta por tu parte. Aunque según tus actos, eso deberá esperar, ¿no?

Cuando estás a punto de saltar te cercioras de que todo esté perfecto para que no te vean. Quizá no lo hayas pensado, pero hay varios factores que podrían delatarte, entre ellos los que voy a enumerarte ahora mismo. El primero es la vista. Todos los empleados están muy centrados en su trabajo, puede que girasen el cuello para mirar algo que les sorprendiese mucho, pero mejor no comprobarlo. El segundo, el oído. Una caída desde la altura en la que estás, sin una correcta amortiguación provocaría un fuerte sonido. Aunque podrías evadir esa parte, el continuo sonido de máquinas, martillos y de más utensilios que están utilizando hace bastante improbable que te vean. Y el tercero, interrumpir el funcionamiento de la cadena humana que están formando todos y cada uno los presentes. Con crear una pequeña desviación en uno de ellos, el resto se verán resentidos, y es probable que llames la atención.

Teniendo todo eso en cuenta, en principio no consigues divisar un peligro lo suficientemente importante como para frenar tu plan inicial -ojo, no quiere decir que no esté por ahí al acecho-, así que te lanzas y consigues ocultarte entre unas cajas. Desde tu posición no llamarás mucho la atención, así que puedes tomarte unos minutos para trazar un plan.

Si miras al frente, verás a una fila de humanos sudorosos sin camiseta transportando vigas de metal enormes. Las llevan unos metros hasta una especie de mini-camión que, una vez tiene las suficientes como para llenar el remolque. Aunque aún les queda al menos cargar diez más. Si te fijas, tardan como un par de minuto en cargar cada viga, así que tienes margen de maniobra antes de que se tomen el primer descanso. ¿O no descansarán?

A tu izquierda, tienes a más humanos aún, aunque estos están tallando telas y cortándolas con unas tijeras cuyo tamaño te resultará bastante más grande que una común. En cualquier caso, parece que esa especie de tela tiene algo que ver con el tinglado montado.

Finalmente, si miras entre los de las vigas y los de las telas, verás a un grupo de seis hombres de seguridad, con rifles y un uniforme bastante distinto al resto. Quizá podrías deducir que son los únicos que han elegido estar ahí, pero quizá nos estemos aventurando. En cualquier caso, puedes decidir qué hacer.

Ah, acaba de dar un golpe el vagón contra los hierros por los cuales te colaste, llamando la atención de varios de los allí presentes, que empiezan a insultar a un tal “Eric”. Alguno le anima a aprender a conducir los vagones, mientras que otros son menos constructivos y directamente lo llaman inútil y cosas peores.

Spoiler:

El mejor modo de definir lo que había ante mí sería los pasos iniciales de una cadena de montaje bien supervisada. Varios grupos de hombre se dedicaban a una única labor, alguna menos agradecida que otras, mientras un contingente menos nutrido observaba todo con cuidado. Aquello sacaba a la luz una gran pregunta: ¿estarían aquella personas allí contra su voluntad? Sería lo más sensato, pues no se me ocurrían muchos más motivos por los que tuvieran que estar allí los de las alarmas para comprobar que todo marchase bien. De cualquier modo, dar aquello por hecho hubiese sido una gran osadía por mi parte y, quizás, un fatal error. Por el momento lo más sensato sería actuar como si todos estuviesen en mi contra.

Ese hecho, por otro lado, no dejaba de ser un gran inconveniente. No podía dedicarme a abatir a todos y cada uno de los enemigos que apareciesen ante mí encontrándome solo, pues sólo sería cuestión de tiempo que me atrapasen o algo aún peor. Observé con cuidado la cadencia con la que soltaban las vigas sobre le camión, uno detrás de otro, y aproveché el momento para saltar y refugiarme tras unas cajas antes de que el vagón alcanzase mi posición.

Unos segundos de respiro me vendrían bien, analizando con cuidado el trabajo de las personas que tan concentradas estaban en él. ¿Cómo podría pasar por allí sin que me detectasen? El problema no era la velocidad, pues en ese caso bastaría con... moverme. La verdadera complicación residía en el destello que emitiría y que sin duda atraería la atención de todos los presentes.

Interrumpiendo el hilo de mis pensamientos, la vagoneta chocó contra el tope que marcaba el fin del camino. Un tal Eric recibió una buena reprimenda antes de bajar de la misma y dedicarse a lo suyo. El camión se movería más tarde o más temprano, por lo que quizás pudiese servirme de cobertura para continuar con mi incursión. Pasar junto a los de las telas estaba descartado, por lo que parecía más viable andar sobre mis pasos, retornar a la entrada y aprovechar una de las idas de los de las vigas, cuando me diesen la espalda, para alcanzar el transporte.

¿Cómo podía desviar la atención de los guardias de esa zona? Quizás las grandes lonas pudiesen servirme. Eran tan largas que dudaba mucho que no tocasen el suelo en algún punto de su extensión. Con Eric allí, probablemente los armados tuviesen que dedicarle unos segundos de su atención... De producirse, ése sería el momento que tendría que aprovechar.

Siempre atento a los movimientos de los tipos que cargaban el metal, intentaría disparar desde mi cobertura un único láser en dirección a las lonas. Trataría de orientarlo hacia el suelo, buscando con ello que alguna comenzase a arder. Para cuando se diesen cuenta me habría situado lo más cerca posible de la entrada sin abandonar las cajas y, en caso de que mi estratagema diese sus frutos, me lanzaría a toda velocidad hacia el camión siempre cerca del límite del perímetro. Una vez allí, intentaría ocultarme en su interior o, en su defecto, me escondería bajo él. Tal vez allí pudiese establecer de nuevo comunicación con Phoebe. En caso de que mi argucia no funcionase... Todo se pondría muy feo, pero no se me ocurrían más soluciones y la opción de permanecer allí sin más estaba más que descartada.

La verdad es que notas a todo el mundo excesivamente concentrado. Quizá más que en un día normal, pero qué sabrás tú, es el primer día que los ves.

En cualquier caso, Eric se lleva una reprimenda, una lluvia de insultos y algún que otro desalmado le lanza algún objeto punzante, lo cual conlleva una colleja del capataz. ¿Por qué tanto odio? El chaval solo se ha chocado contra unos metales con un camión que seguramente no ha pasado la ITV desde que se inauguró.

Bueno, puede que su actitud genere odio en sí. Mientras recibe insultos camina a la par que se lleva las manos a los oídos, tapándoselos y enseñando el dedo central de la mano de manera ligeramente agresiva.

Pero bueno, eso genera una distracción que aprovechas para lanzar un láser y llegar hasta el camión. El láser impacta en una de las lonas que tenían preparadas para trabajar, y ésta empieza a arder casi al momento. Los operarios no tardan en apagar el fuego con un extintor cercano mientras el capataz corre a hablar con los tipos de las vigas. Desde tu posición cercana al camión te darás cuenta de que parecen estar discutiendo.

Bueno, supongo que preferirás salvaguardar tu identidad a quedarte ahí averiguando de qué se trata la discusión. O quizá te puedan los chismes. ¿Eres de ese tipo de personas? Tendré que esperar un poco para averiguarlo.

En cualquier caso el camión es bastante antiguo. La parte de atrás está repleta de herramientas. Puedes ver desde martillos prácticamente nuevos a sierras manuales, destornilladores y algún que otro material visiblemente usado. Dudo mucho que puedas meterte ahí, pero lo puedes intentar. Si se te da bien meterte entre huecos sin hacer mucho ruido, es posible que sea un sitio ideal. En caso contrario, puedes mirar bajo el camión. Cerca de la tracción hay una mini-viga a la que podrías agarrarte. Quizá encuentres algo para fijar los pies. No será un viaje cómodo, las cosas como son, pero será un viaje a fin de cuentas.

No, definitivamente aquel lugar no era uno apropiado para ocultarme. A saber cuánto ruido harían los elementos metálicos al chocar entre sí en cuanto me sumergiesen entre ellos. Oculto tras el camión, pude escuchar cómo el tal Eric se llevaba la reprimenda de cuantos estaban por allí. Tal vez el tipo hubiese actuado como distracción, pues en apariencia no estaban prestando demasiada atención a los posibles orígenes que podría haber tenido el fuego que se habían visto obligados a apagar. No sería yo quien pusieses peros a ese hecho, por descontado, pero no dejaba de resultar llamativo.

En cuanto a mi siguiente paso, había llegado hasta allí con la intención de continuar adentrándome en las profundidades de la fábrica de armas sin ser detectado, por lo que me oculté bajo el camión y me aferré a los soportes que encontré. Más tarde o más temprano se pondrían en marcha, seguramente cuando estuviese cargado del todo. Desconocía hasta dónde me llevaría y si me vería en una situación aún más comprometida que la que me esforzaba por dejas atrás, pero sin riesgo no habría recompensa.

Mientras aguardaba, intenté establecer comunicación con Phoebe a través del Den Den Mushi y, susurrando, le comenté las novedades:

―Aquí hay más de dos decenas de hombres y esto es sólo el principio. Por el momento no me han detectado, pero no sé cuánto tiempo podré seguir oculto. Creo que es cuestión de tiempo que me descubran de un modo u otro. Me parece que deberíais poneros en marcha y entrar también. Podríais servirme como refuerzos si la situación se recrudece.

En espera de cualquier consideración por parte de Phoebe, sólo me quedaba aguardar hasta que mi involuntario transporte se pusiese en marcha.

Cuando antes comunicación con Phoebe, no percibes nada de ella, es más, parece como si realmente estuvieras hablando solo. Sin embargo, antes de cerrar la comunicación escuchas dos golpes secos bastante ligeros. ¿Casualidad o Phoebe intenta no delatarte?

Desde tu posición notas cómo empiezan a caer cosas en el interior del camión. Quizá están depositando algo o puede que algún elemento de su interior de haya caído. En cualquier caso, es probable que te sobresaltes al principio, a fin de cuentas es bastante sonoro. Escuchas desde cosas pequeñas hasta fuertes golpes que te indican que lo que ha caído es de gran tamaño.

Pasan unos minutos en los que notas cómo la amortiguación del camión es puesta a prueba de manera constante. Y entonces suena un Den Den Mushi en el interior del camión. Eric lo coge, y lo sabes porque responde con su nombre. Te aconsejo que pongas el oído, y aunque la voz del otro extremo la oigas lejana, puede que algo entiendas.

-Aquí Eric, dime.
-¿Qué camión traes hoy, Eric?
-El ceta veinte.
-Esa puta reliquia… Te dije que no lo quería volver a ver.
-Drowsen y yo lo hemos arreglado, ahora va mejor.
-Bueno, da igual. ¿Cuanta gente puedes traer?
-Dos delante a parte de mi, y quizá entren tres o cuatro más atrás, he dejado la parte del banco libre de cosas.
-Necesito a diez hombres, si tienes que echar dos viajes, hazlo. Pero lo necesito ya. Vamos a… -vaya, siempre hay un ruido inoportuno que lo jode todo, ¿verdad? En este caso, uno de los hombres que ayudaba a transportar las vigas ha caído al suelo, y se queja del hombro, como consecuencia la cadena que formaban el resto de humanos se ha roto y la viga ha caído al suelo, llamando la atención de todos los presentes.

Eric se despide bastante nervioso y no consigues escuchar muy bien lo que dice. Pronto sale corriendo y llama a la gente, que va entrando. Hay un patrón que escuchas en los que suben atrás, un pequeño ruido que puede ser al dar un impulso para subir, unas pisadas y tras ello, un objeto cayendo al suelo. ¿Qué será?

En cualquier caso, el camión sale en dirección a algún lugar y escuchas alguna conversión esporádica, en ellas te quedarás con varios datos. La mayoría de pregunta para qué les habrán llamado, mientras que se repite bastante el nombre que sospechabas. ¿Cómo era esa inicial de la katana del simio? Porque quizá sea el nombre que están repitiendo.

Por cierto, que no te distraiga ese olor a quemado, por la zona en la que vas -prácticamente formada exclusivamente por tierra, es como si el camino se hubiera hecho hace poco o estuviera a medio hacer- ha habido derramamiento de sangre. Y lo podrás notar tanto en el olor que probablemente no percibas, como en las pequeñas hendiduras ensangrentadas del camino.

-Aquí es donde han encontrado a esos, ¿no? ¿Iban a por el jefe?
-Yo creo que no, buscaban otra cosa, pero no sabemos el qué. Lo que nos extraña es que vinieron demasiado directos, como si supieran donde iban exactamente.
-Estoy deseando ver la cara de esos malnacido. Creo que el sistema de videovigilancia es lo mejor que ha hecho el jefe.
-No te olvides del descanso de dos horas para comer y echar una siesta.
-O de la cena semanal a gastos pagados.
-Bueno vale, es de las cinco mejores cosas que ha hecho.
-Eso sí.

Espera, espera… Vamos a asimilar esto… Mucha información, ¿no? Sistema de vigilancia… ¿Te habrán visto? ¿Quién o quiénes serán esos a los que parecen haber capturado? Te estás metiendo en la boca del lobo, Iulio. Más te vale tener un plan o tu luz dejará de brillar pronto. Un humilde consejo de alguien que sabe a lo que te puedes llegar a enfrentar. Aunque dudo que lo necesites, has llegado alto y no te han regalado nada, ¿verdad? Puede que sea tu momento para volver a brillar. Puede que hasta literalmente.

¿Cómo que un sistema de videovigilancia? No había identificado dispositivo o Den Den Mushi alguno que observase la zona, pero que no lo hubiese visto no quería decir que no estuviese ahí. Me mordí el labio, confiando en silencio para que aún tardasen en descubrirme. No podía concebir que me hubiesen visto y me hubiesen dejado colarme, por lo que tal vez aún no hubiesen revisado las grabaciones.

Me esforcé por recordar y asimilar la información que de forma casual llegaba a mis oídos. Las iniciales de unos de nuestros objetivos, las mismas que había apreciado en el sable arrebatado al macaco, eran las mismas del hombre a cargo de la mina que habían montado en las profundidades de Rusukaina. Al parecer trataba a los suyos bastante bien, probablemente en un intento por mitigar el considerable esfuerzo físico que debían hacer para cumplir con su cometido.

Los golpes se sucedían sobre mí mientras apretaba con fuerza mis manos para no perder la sujeción. Eran varios los efectivos que debían haber subido al transporte para solucionar el problema que había surgido al resultar dañado uno de ellos. Que una simple baja hubiese retrasado tanto lo que estuviesen haciendo dejaba claro que el sistema no dejaba de ser bastante frágil. Ese hecho sólo podía responder a que la mano de obra no sobraba, aunque, viendo la cantidad de personas que había allí, esa suposición me hizo cuestionarme las dimensiones del negocio al que daban forma.

Fuera como fuese, resultaba cuanto menos temerario dejarme llevar sin más a la luz de que bien podrían haberme visto. Mi idea en todo momento había sido dejar que me transportasen lo más cerca posible del epicentro de todo aquello, pero a la luz de las nuevas revelaciones quizás fuese apropiado ir disminuyendo el número de manos que intentarían estrangularme de tener oportunidad.

Esperaría a que el transporte se pusiese en marcha, aprovechando el traqueteo del metal para valerme de los salientes de la zona baja del camión para moverme. Aguardaría a no escuchar más voces que las de quienes viajaban conmigo aunque no lo supieran. Cuando identificase el momento más apropiado ―o lo creyese―, me balancearía sobre una de mis manos para unirme a los que viajaban en la parte trasera.

Los láseres brotarían de mis manos mientras me encontrase en el aire y después de que mis pies se posicionasen sobre la chatarra, buscando con ello abatir a cuantos hubiesen en el banco de la zona posterior. De conseguirlo, a continuación repetiría el proceso para tratar de abatir a quienes se encontrasen junto al tal Eric. A él intentaría dejarle vivo para obligarle a detener le vehículo y, una vez logrado ―si es que lo conseguía―, no dudaría en dirigirme a el:

―Quiero que me cuentes todo lo que sepas sobre lo que hay aquí montado, y tienes dos segundos para empezar a hablar.

Mis dedos no dejarían de apuntar a su cuello, aunque mi mente se encontraría en parte bastante lejos de allí. Phoebe no había respondido y un rumor metálico distante había sido la única contestación que había obtenido. ¿Estaría bien? No sólo ella, sino todos los marines que habían quedado en la retaguardia en espera de noticias por mi parte. Confiaba en que sí, aunque aún aguardaría un rato para volver a intentar hablar con mi igual.

Vaya, menudo cambio de actitud más radical. Ante una posible amenaza, has actuado rápidamente y con decisión. Logras incorporarte sobre la chatarra de la parte trasera del camión y tus láseres sorprenden a los cuatro hombres que estaban sentados de forma apretujada mientras hablaban amistosamente. Uno de ellos, el primero que te vio aparecer, intenta saltar del vehículo, pero tu ataque le detiene antes de lograrlo. Dejas a los hombres inmovilizados, probablemente inconscientes o muertos, aunque deberías pararte a comprobarlo en caso de querer asegurarte.

Sin embargo, tu primer ataque advierte a los pasajeros de la parte delantera de tu llegada. Uno de ellos, el más cercano a la puerta derecha —la opuesta a la del conductor—, decide saltar del vehículo antes de sufrir tu ira, y consigue rodar por el suelo unos metros para escapar corriendo en dirección contraria. Puedes intentar ir a por él después de interrogar a Eric, pero quién sabe qué puede hacer este si lo dejas solo. Por cierto, al del medio lo has matado, pobrecito. Tu láser atravesó su cabeza salpicando el interior de la cabina de sangre. Eric está muy asustado, pero no deja de conducir, ni siquiera mientras te responde.

—Yo, yo... ¡Esto no puede estar pasando, nos dijeron que era un trabajo seguro! —Parece que le cuesta un poco organizar sus ideas—. No me mates, por favor. Barba Azul, él es quién lo controla todo, ¿vale? Yo solo conduzco el camión. Llevo el cargamento del punto A al punto B. Nada más. Tengo una familia a la que mantener, ¡no me mates, por favor!

Vaya, qué mala pata. No parece que hayas dado con el cerebro de la operación, ni siquiera con alguien que tuviera mucha información. Sin embargo ahora tienes claro —si es que antes albergabas dudas— de que Barba Azul está detrás de todo. ¿Pero es raro que no haya mencionado al otro hombre cuyo nombre no recuerdas, ¿no? Que por cierto, le llamaban Encías Rojas. Un mal bicho.

A pesar de todo, la situación es la siguiente. Si continuas interrogando a Eric, no vas a saber mucho más salvo que está llevando el camión a donde se encuentra Barba Azul. Está el hombre que escapó, no lo olvides, pero en caso de que decidas perdonar a Eric, no puedes estar en dos lugares a la vez. ¿O sí? Buena suerte.

Un donnadie sin más. Casi chasqueé la lengua en señal de desagrado. De hecho, lo hubiera hecho de no ser porque el tipo que viajaba junto al tal Eric había decidido bajarse del vehículo en marcha y salir corriendo. No podía permitir que nadie diese la voz de alarma y me delatase, pero eso también ocurriría si me iba y dejaba al conductor hacer y deshacer a su gusto. Era una decisión difícil, pero no tardé en ver claro lo que debía hacer.

Me volteé un segundo para mirar al tipo que escapaba, alzando un dedo y apuntando en su dirección. Dos láseres salieron despedidos en dirección a sus piernas. No le había dado tiempo a ir demasiado lejos y lo cierto era que estaba bastante orgullos de mi puntería. E caso de alcanzar a mi objetivo asumiría mi forma etérea para ir a por él y volver al transporte, el cual dudaba profundamente que se desplazase más rápido de lo que yo podía hacerlo.

Aun así, si por algún casual no conseguía herir inmovilizar al fugitivo tenía otra alternativa. Dispararía a las ruedas del lateral derecho del vehículo, buscando con ello provocar un cambio brusco de dirección al que Eric no pudiese reaccionar apropiadamente en medio de una gruta subterránea. Con el vehículo inutilizado podría ir en busca de quien había escapado hacia atrás y volver antes de que el conductos se hubiese ido demasiado lejos. ¿Qué podía salir mal? Esperaba que nada.

-No tengo ningún interés en hacerte daño -diría en caso de que alguno de mis planes hubiesen funcionado, pidiendo que detuviese el vehículo en caso de que la primera estratagema hubiese surtido efecto. En caso de que no obedeciese no dudaría en provocar que Eric perdiese el control del camión inutilizando dos de sus ruedas-, pero eso no significa que no vaya a hacerlo si no me dejas más alternativas. Ahora cálmate, respira y cuéntame lo que has estado haciendo desde que estás aquí, lo que has visto y los rumores que hayas podido escuchar. Me da igual lo disparatados que suenen.

Por supuesto, en ningún momento perdería de vista al otro sujeto y amordazaría a quien fuese necesario -de poder, claro- en caso de que intentase dar la voz de alarma.

Bravo Iulio. Tu determinación y rápida capacidad de toma de decisiones al fin da sus frutos. Consigues detener al hombre que escapó causándole serias heridas en las piernas. No parece que pueda ir muy lejos después de eso. Al recogerlo y volver al vehículo, Eric te escucha. Al principio se encontraba más asustado, tal vez debido a la sorpresa, pero tras fijarse en tu ropa marine y escuchar tus palabras respira con calma y se tranquiliza.

—No sé mucho, de verdad —comienza a explicar—. Solo llevo dos meses aquí. Mi deber consiste en mantener los vehículos, transportar materiales y poco más. —Te mira a los ojos y sabe que eso no es suficiente—. Armas. Barba Azul trapichea con armas. Las vende a distintos grupos poco... legales. Eso es todo lo que hacemos aquí, de verdad.

A pesar de decirte lo poco que ya sabías, cuando le acabas insistiendo un poco termina por comentar varias cosas sueltas más.

—Entre los trabajadores se comenta que hay una sala secreta. Nadie la ha visto, para mí que no existe, pero no se dice nada bueno. También hay un hombre que visita a menudo a Barba Azul, pero no sé quién es. Por cierto, si sigues recto este túnel llegarás hasta él, en el almacén. Lo más probable es que esté esperando la llegada del camión, y si tarda mucho, enviará a alguien.

Si no tienes más preguntas, Eric se quedará callado. Respecto al hombre que huyó, no tienes que preocuparte mucho más; parece que se ha desmayado del dolor. Algún grito agónico suelto y a dormir. Por suerte para ti parece que no ha llamado la atención de nadie, quizás porque el túnel resulta bastante extenso. Pero de verdad, que poca resistencia. En fin, algo menos de lo que preocuparte, ¿no? Ahora bien, el camino que se abre ante ti tiene muchas direcciones. Si bien es cierto que por el momento no has encontrado problemas, sabes que hay cámaras que pueden haberte visto. Podrías adentrarte en el túnel bajo tierra, que desciende con una modesta inclinación hasta el almacén que ha mencionado Eric. Por otro lado, no sabes nada de tus compañeros del exterior, ni de tu compañera Phoebe ni de los hombres de la base en la costa. ¿Cuál puede ser la mejor opción? Sorpréndete a ti mismo.

¿Qué hacer una vez había averiguado que no sabía nada nuevo? Maldije por lo bajo, contemplando alternativamente a Eric y al tipo que había caído inconsciente. Tenía claro que no podía continuar avanzando sin más y que debía mezclarme entre aquella gente de algún modo. Tal vez...

-Esto es lo que haremos -dije al tiempo que arrastraba al sujeto desfallecido hasta la parte trasera del camión y lo desvestía. En el proceso llevé hasta la misma posición los cuerpos de los sujetos eliminados que hubiesen podido caer del vehículo-. Vamos a continuar avanzando y yo seré parte del grupo que venía contigo. Si preguntan dónde están los demás diremos que han tenido que bajarse porque se les necesitaba en esa sala de atrás como mano de obra y que hemos pensado que con nosotros dos sería suficiente. Es muy sencillo: si me delatas estás muerto, aunque yo vaya detrás. Si no lo haces y aun así me capturan podrás decir que te amenacé, te obligué o lo que sea, y yo no diré nada que pueda comprometerte.

En el proceso me vestí con la ropa de los sujetos a los que había dejado fuera de combate, seleccionando las prendas que se encontraban en mejor estado. Después busqué rocas y salientes en los que poder esconder los cuerpos de los sujetos. No era el mejor lugar, pero en un túnel como aquél no podía hacer otra cosa. La posibilidad de esconderles entre los materiales que transportábamos se me había pasado por la cabeza, pero los cuerpo serían descubiertos en cuanto comenzasen a descargar el transporte. Amordazaría al que no estaba muerto, pero poco más podía hacer.

-Llévame hasta esa sala, Eric -dije, sentándome a su lado-. Si nos dicen que no podemos pasar cuando lleguemos diles que te han dicho que tienes que llevar el cargamento ahí dentro. Si insisten en que no podemos entrar repasarás las indicaciones que te han dado y dirás que ha sido un error, nos daremos la vuelta y te dirigirás hacia la zona a la que ibas.

No podía negar que sentía el impulso de contactar de nuevo con Phoebe, o al menos intentarlo, pero hacerlo en ese momento significaría que Eric sabría todo lo que me dijese, y era algo a lo que no podía arriesgarme sin saber cómo se desarrollarían los acontecimientos que estaban por venir.

—S-Sí, eso haré —alcanza a decir Eric—. Haré lo que me digas.

Parece que la situación la tienes bajo control, al fin y al cabo Eric no deja de ser un mero asalariado que se deja el culo trabajando cada día para llevar el pan a su casa; no arriesgará su vida si no es por una causa mayor. Con tu nuevo mejor amigo bajo control, comienzas a cambiarte de ropa. Si eres un desvergonzado y no te das la vuelta mientras lo haces, podrás ver como el conductor se sonroja, aunque se le pasa rápido. Una vez con tu nuevo atuendo —un mono gris de peto sobre una camisa blanca de manga larga que tienes inscritas las letras BA en azul en el pecho, a la altura del corazón, y en toda la espalda— dejas a los trabajadores inconscientes escondidos, refugiados detrás de leves salientes de roca dentro del túnel que no tardas en encontrar. Ninguno de los hombres parece estar muerto, aunque tampoco parece que vayan a despertar pronto. Bien por ti.

Una vez de vuelta al asiento del copiloto, Eric vuelve a arrancar y continua el trayecto. El poco tiempo que pasa hasta llegar a una bifurcación resulta extremadamente largo: el silencio os envuelve a los dos en un manto y se nota la tensión, sobre todo por parte del conductor al que, siendo prácticos, has secuestrado. Enfrente vuestro el túnel se ha dividido en dos. Eric detiene momentáneamente el camión y, antes de que puedas proferir alguna queja o amenaza, se adelanta y te explica lo que ocurre.

—Se supone que tenemos que ir con Barba Azul... —comenta, nervioso—. Si vamos por el camino de la derecha le encontraremos, probablemente esperándonos. La sala de los rumores debería estar por el de la izquierda; yo nunca he estado. No quiero tener problemas con nadie, por eso te aviso. Si tardamos mucho en llegar a donde está el jefe se podrá impacientar y podrá descubrirte. —Traga saliva—. Aún podemos hacer que no ha pasado nada...

Parece que no quiere provocar tu ira, pero por su forma de hablar puedes deducir que siente cierto respeto hacia su jefe que tiende al temor. A pesar de todo, la decisión sigue siendo tuya y hará lo que le ordenes; tenéis un trato y se aferra a la esperanza de que, como marine, te sientas obligado a cumplirlo.

Si a pesar de su interrupción decides continuar en busca de aquel lugar, notarás como el túnel comienza a descender. No hay vías que recorran el camino, y tampoco desviaciones, solo un largo camino, bastante ancho, con una curvatura continua. Si posees un mínimo de razonamiento tridimensional, comprenderás que estás descendiendo a través de una larga espiral, bastante grande al parecer. Cuando el camino empieza a volver a ser recto, podrás ver una gran portezuela metálica custodiada por un pequeño grupo de guardias, todos armados con lo que parecen ser ametralladoras.

—Alto —ordena uno, con la mano alzada, frente al morro del vehículo.

—¿Venís un poco pronto, no? —pregunta otro, que se acerca a la ventanilla del conductor.

—Ey, Gus, esto parece de mayor calidad de lo que suelen traerle —comenta un tercero al de la ventanilla.

—Pensaba que el jefe decía que solo le diesen piedras, nada de metales —dijo Gus, extrañado—. No nos han informado de ningún cambio.

Si te fijas en la cara de Eric, podrías decir que nunca había estado tan cerca de ver a un fantasma. Su tez se volvió pálida, comenzó a sudar un montón y abría y cerraba la boca sin saber qué decir. Quizás haya llegado tu momento de mostrar tus dotes interpretativas y librarte de las preguntas incómodas. Eso o lanzarte al ataque. En caso de que decidieras hacer esto último, te fijas en que hay cinco hombres en total: Gus, en la ventanilla; el que os dio el alto, todavía frente al vehículo; dos al fondo, pocos atentos al camión; y el que se subió a revisar la carga del vehículo, que aún seguía en él. La parte buena es que ninguno parece sospechar nada, de momento.

Sin embargo, si en la bifurcación hubieras cambiado de planes y te hubieras decantado por echarle una visita al bueno de Barba Azul, acabarías llegando, tras dar atravesar varios pasajes casi laberínticos excavados en la roca, a lo que parece la cadena de montaje de las armas del traficante. Un gigantesco espacio repleto de todo tipo de maquinas que se encargan de fundir el metal, darle forma, y crear de forma numerosa todo tipo de armas: cuchillos, espadas, pistolas, rifles, escopetas es lo poco que alcanzarías a ver, pero puedes intuir que hay mucho más.

En la zona de descarga os estaría esperando al inconfundible Barba Azul; deberías recordarlo de las fotos que incluía el informe que te habían otorgado tus superiores. Para refrescarte la memoria, mide dos metros veinte, es esbelto, tiene el pelo corto de color azul oscuro, porta unas sencillas gafas de culo botella y es realmente feo, bastante desagradable a la vista. Además, le falta un brazo.

—¡Eh, habéis tardado demasiado! —exclamaría al veros llegar con una voz más grave de lo que esperarías al verlo—. ¡¿Y por qué solo sois dos?! Imbéciles, necesito más gente. Se nos han atascado varias máquinas y ya vamos retrasados en la entrega.

Eric no había podido evitar detenerse en la encrucijada que separaba un posible destino final del otro. El temor se reflejaba en su rostro, y lo cierto era que, después de su explicación, quedaba claro que haber sido secuestrado no era el único motivo. No cabía esperar una reacción diferente en los subordinados de un traficante de armas, por supuesto, pero si aun después de ver cómo me había librado de sus acompañantes el pánico hacia Barba Azul era tal... Bueno, quizás era un buen momento para detenerme a considerar la situación.

El objetivo principal de la misión no dejaba de ser detener a aquellos dos sujetos, así que priorizarlo por encima de todo sonaba como algo razonable a tener en cuenta. Pararme a indagar en otro sentido tampoco era una mala opción, pero el hecho de que Barba Azul estuviese esperando al grupo que transportaba el camión -al menos eso deduje cuando Eric habló de "ir con Barba Azul"- me negaba cualquier mínimo margen de tiempo.

-De acuerdo -dije finalmente tras una deliberación interna que debió durar unos quince segundos, aunque no dudaría en poner la mano en el fuego tras afirmar que para mi rehén habían resultado como quince minutos.

Eric se dirigió hacia el lugar donde nos esperaba su jefe. Era impresionante el tamaño de las instalaciones que habían conformado en el subsuelo. Con toda seguridad debían haberse valido de cavernas naturales, pues las dimensiones de la fábrica y los túneles que la rodeaban eran obscenas. Eso, o que dispusiesen de algún medio que les permitiese romper el mundo por la mitad en apenas unos días en caso de proponérselo.

Fuera como fuese, la identidad de Barba Azul era inconfundible. Nadie podría tener un gusto tan malo que le permitiese teñirse el pelo de ese color y morir tranquilo. Por otro lado, parecía que lo único que estaba al alcance de su fealdad era su mal genio. Por suerte o por desgracia, el mal humor de los superiores era algo a lo que estaba acostumbrado tras tanto tiempo recibiendo reprimendas.

-Han tenido que quedarse atrás para echar una mano. Por lo visto otro camión estaba siendo cargado, alguien no ha asegurado bien las vigas y todo ha caído al suelo cuando se ha puesto en marcha. Los demás nos han pedido que nos disculpemos de su parte y que le insistamos en que estarán aquí cuanto antes con todo el material. -Esperé a que asimilase las palabras y, buscando dar poco margen de tiempo para que se cuestionase lo que no debía cuestionarse, continué hablando-: De acuerdo, ¿dónde podemos ser más útiles en estos momentos?

Procuré hablar en plural, puesto que haría lo imposible por no separarme de Eric. En aquellos momentos, hasta donde yo sabía era la única persona consciente en las instalaciones que sabía que fingía ser otro. No mantenerle controlado podría significar mi fin.