Encrucijada (Al Naion-Nia)

Una cosa que solía hacer Al cada mañana era tirarse en uno de los sofás de su despacho y mirar al techo. Se quedaba paseando sin moverse por entre las lámparas decorativas y los focos apagados, dibujando rutas que navegaban por cada mínima imperfección que detectaba en el techo. Había una marca de rodillo algo perceptible en una esquina, y un pequeño pelo de brocha producía un inapreciable relieve junto a la cornisa. Una de las cubiertas tenía restos de pintura, mientras que la pequeña grieta del falso techo seguía ahí, del mismo tamaño que el día anterior. Se había formado poco después de empezar a usar el edificio, tras asentarse el hormigón, y era la única que nunca había querido reparar. Le gustaba lo imperfecto, en cierto modo. Sobre todo con los años lo apreciaba más y más; lo perfecto era aburrido. Y lo aburrido... Lo aburría, vaya.

Ese día no fue la excepción. El techo tampoco estaba diferente, pero eso no evitó que hiciese un recorrido completamente distinto por los mismos lugares de siempre. Al terminar, simplemente, sonrió. A lo largo de su vida no había tenido tiempo para hacer el vago. No había sido capaz de evadir la llamada del deber en tantas ocasiones que eran demasiadas, y solo tras tantos años que habría perdido su atractivo juvenil de no haber estado congelado en el tiempo -nunca mejor dicho- había podido cumplir su sueño: Dimitir. Una decisión consensuada tras casi una década discutiendo con Arthur el tema, eligiendo un momento. Nunca llegaba el ideal, por lo que siempre había seguido un poco más... Hasta que no hizo falta. De una forma u otra la paz había llegado, una paz que no requería de toda la brigada. En realidad, no requería de ninguno, pero ninguno quería dejar el barco a la deriva; nada podía volver a ser como antes.

Entonces Jenny abrió la puerta sin llamar, para variar. Los años habían pasado para ella, aunque fuera de algunas arrugas y su cabello de carbón hecho blanca nieve se mantenía como siempre: Igual de guapa, igual de activa, igual de descarada... Cuando asomó la cabeza sonrió al verlo con los pies en la pared y la cabeza volcada hacia ella. Al conocía esa sonrisa, y no le gustaba.

- No -dijo preventivamente.

- Una recluta quiere verte. Dice que es información confidencial.

- El sargento Hobbs puede ocuparse -respondió-. O Arthur. Yo estoy muy ocupado.

- Okey, le digo que entre.

Suspiró, derrotado. Repetían la misma conversación una y otra vez cuando alguien llegaba. Siempre tenía que recibir las visitas aunque no quisiera, incluso aquellas que eran completamente irrelevantes. ¿Por qué una recluta? Más allá del propio placer que sentía aquella mujer al molestarle nunca entendería por qué arriesgaba su puesto de trabajo no haciéndole ni puto caso. Aunque, seguramente, eso fuera porque sabía lo que valía.

- Buenas -saludó, sin moverse un ápice-. Cuéntame, ¿qué es eso tan importante que te hace subir sesenta y nueve plantas en un ascensor y presentarte aquí sin pedir cinta? -En realidad aún no había revisado su agenda. Quizá la tuviera-. ¿Vas a pedirme una cita? Porque ya no acepto ninguna desde hace tiempo. Si quieres una excepción primero te tocará discutirlo con el almirantazgo.

Tras decir aquello me quedé inmóvil, sudando la gota gorda por la sien. El corazón acelerado, la mente en blanco y el semblante tranquilo sin mostrar grado de altivez. He descorchado el champán.

Por un momento se quedó helado. Sin saber qué decir tan solo emitió un leve sonido, como el de una pompa al estallar. ¿Quién era Arthur Morgan? No, no; esa no era la pregunta. ¿Por qué lo molestaban para eso en lugar de entregarse en el primer piso? Tampoco. Había muchas cosas que podía preguntar, pero no tenía clara cuál sería la correcta. Tampoco quería encontrarla, claro, porque eso significaría escuchar como respuesta algo que, la verdad, no quería oír.

Se dejó caer con las piernas contra el asiento del sofá y giró sobre sí mismo, irguiéndose de inmediato. Quisiera o no ya lo había oído, y dado que las cosas no iban a mejorar a partir de ese punto lo mejor era que se lo tomase con un mínimo de seriedad. El mínimo, era lo justo.

- El sofá no parece la mejor forma de escuchar esto, la verdad -dijo, notablemente compungido-. Creo que te has ganado el escritorio.

Rezongó al levantarse. No quería hacerlo; en apenas una hora tenía que estar en la taberna de O'Callahan para enseñar tiro al chupito a los cadetes de segundo y necesitaba tener la mente tranquila para que el Teniente McHill no ganase una vez más. Era probablemente el único que podía hacerle sombra en aquello, y aunque nunca se lo había dicho a Arthur, su gran esperanza para el futuro de la Marina. Además, preparaba unas chimichangas espectaculares.

Una vez recorrido el despacho hasta su sillón se dejó caer pesadamente sobre él. Por primera vez en años volvió a sentirlo incómodo, pero lo ignoró. Con un largo suspiro le hizo un gesto para que tomase asiento ella también, frente a la mesa. También dejó sobre ella un documento sellado según el cual la fruta que custodiaba su cuartel era entregada a una prometedora recluta pelirroja cuyo apellido, oh casualidad, coincidía con el del instructor que la había propuesto.

- Así pues su lealtad incuestionable y su templanza me hacen recomendar encarecidamente proceder a su dación y adecuado adiestramiento -recitó, como si lo leyese desde el papel-. Si es una broma, es de muy mal gusto.

En realidad, esperaba que fuese una broma.

Claro que no era una broma; ¿cómo iba a serlo? No era la clase de chiste que a mucha gente le hiciera gracia; tampoco la clase de humor que podía pasar sin posibles represalias. Decírselo a la persona equivocada podía implicar una paliza y un par de noches en el calabozo, pero si era cierto se trataba de una confesión atroz. No solo por el asesinato, sino porque esa fruta era... Se llevó una mano a la cabeza.

- Tú eres consciente de que si lo que dices es cierto y se te ha concedido un activo más valioso que la mayoría de armas en este cuartel... -Desvió la mirada por un momento. ¿Por qué todo el mundo tenía que contarle a él esas cosas? A la oficina de Arthur se llegaba más rápido-. Se va a exigir la devolución de la fruta, si lo que dices es cierto.

La magu magu no mi era un poder extraordinariamente destructivo, y había sido custodiado por la Marina por generaciones desde hacía más de trescientos años, siempre evitando que cayese en manos piratas. Cuando se había perdido tras las desapariciones de Kaori Nanami y Ellie había sido prioritario recuperarla. Siempre bajo el control del Gobierno Mundial, nunca dado a nadie en quien no se confiase totalmente. Cómo o por qué se había seguido el criterio de un padre para darle una fruta a su hija no era su problema -ya no-, pero se había equivocado de lleno al confiar en ella.

Nia era una simple recluta. No, no una simple recluta. Había matado a un suboficial, en su caso a un superior. Era peligrosa, y aunque no sabía cuánto era plenamente consciente de que según conociese más a fondo su poder sería uno aún mayor. O eso sería todo lo que importaría una vez todo estallase.

- ¿Por qué te entregas en mi despacho? -preguntó, echándose un poco hacia delante-. Hay sesenta y ocho plantas antes que esta, todas llenas de marines de distintos rangos. Entre ellos, justo abajo, mi superior. ¿Por qué vienes a contármelo a mí y no a otro? ¿Tan negligente parezco que crees que no voy a detenerte? -Lo pensó bien durante un par de segundos-. No contestes.

No había muchas razones para acercarse hasta su despacho, en realidad. Por lo visto haber matado a un hombre era una de ellas.

- En fin... Mira, cuéntame lo que ha pasado. -Un día intentar ser comprensivo iba a jugarle una mala pasada-. ¿Cómo asesinaste a Morgan, y por qué?

Escuchó con atención las palabras de Nia. Evitó juguetear con los dedos mientras lo hacía, aunque empezaba a ponerse nervioso. Como si fuese un niño pequeño se le antojaban un sinfín de preguntas, tantas y de tantas clases que no terminaba de saber por dónde empezar. La única conclusión a la que había llegado a esas alturas del relato era que la recluta contaba todo menos el asesinato en sí mismo, seguramente en un intento de limpiar la culpa, más para sí misma que para él.

Meditó con detenimiento las palabras que iba a decir. Siempre era triste enfrentarse a una situación como aquella, por no hablar de terriblemente tenso. Quizá ella no sabía, o al menos no alcanzaba a comprender en la total dimensión de su gravedad, lo que estaba a punto de sobrevenirle.

- Tráfico de frutas del diablo -correspondió finalmente, sin dejar de mirar fijamente la hoja que había extendido hacia ella-. ¿Tiene algo que ver con eso?

Señaló la hoja con el dedo. Difícilmente dos hechos tan próximos en el tiempo podían ser casuales, solo le faltaba entender qué pintaba el padre de Nia en todo aquello. En cualquier caso, no podía asegurar que hubiese una verdadera relación entre ambos casos más allá de lo ya raro que era ver u oír el término "akuma no mi".

- No quiero teorizar demasiado -dijo-, pero no entiendo quién pudo autorizar una intervención en English Garden. Morgan, como sargento, no tenía autoridad para marcar ese objetivo y mucho menos para dirigir un buque si no era bajo orden directa de alguien más. Por otro lado... -¿Cuánto había pasado desde ese delito?-. Ahora estás aquí, y escuché hace meses acerca de la muerte de un sargento. ¿Has tardado todos esos meses en arrepentirte? Más aún... ¿Nadie preguntó nada en el barco? ¿No hubo una misión de búsqueda? ¿Quién era vuestro oficial al mando?

Estaba haciendo demasiadas preguntas, lo sabía, pero quería entender lo que estaba sucediendo. No tenía ningún sentido aquello.

- Explícame exactamente cómo lo mataste, recluta. No quiero que omitas un solo detalle; y si mientes lo sabré.

En realidad no podía conocer exactamente si mentía o no, pero activó su haki de observación mientras esperaba una respuesta que le satisficiera. Si es que podía considerar aquello satisfactorio de alguna manera, vaya.

- Me duele ser yo quien diga esto, pero hay unos protocolos para algo. -Miró con dureza a la recluta-. Es extremadamente irregular que un buque zarpe desde el Nuevo Mundo hasta el North Blue sin oficial al mando, más aún para una misión de la que no se tienen registros... Para dar caza a un simple traficante. Del mismo modo, ¿cómo se dio la orden de retorno? ¿Por qué no se informó de la desaparición del sargento vía den den mushi a los cuarteles cercanos? -En realidad no sabía si se había producido ese informe, pero dado que los rumores volaban asumió que no-. Necesito saber, y sin duda a ti te ayudaría mucho decírmelo, quién se puso al mando.

Siguió escuchando la historia. Había cosas que no cuadraban, por lo que asumió que Nia estaba tratando de maquillar la realidad en busca de hacer la historia menos escabrosa de alguna manera, doblándola a su favor. Hastiado se echó hacia atrás en el sillón, suspirando profundamente. "Tiene derecho a intentarlo, supongo".

Por otro lado su Haki de observación notaba cosas: Sus pensamientos más superficiales, su mayor miedo... Había algo en ella que le perturbaba mucho, aunque no sabía hasta qué punto era producto de otear su mente o de enrevesar la historia dentro de su propia cabeza. Aun así, con el mimo que usualmente no ponía en la reflexión y tratando de emular el razonamiento que lo había convertido en quien era, se esforzó en traducir la historia a sus propios códigos.

- Entonces Sutur no era el vendedor, sino el comprador. Y Morgan, por supuesto, el vendedor. -Una sonrisa quebrada se le dibujó en la cara-. ¿Te chantajeó para que te comieras la fruta? No para que te unieses a él y repartir los beneficios millonarios; no. ¿Para que obtuvieras un poder que para mucha gente te eleva a la categoría de un dios? -Se quedó callado por un momento-. Voy a preguntarlo una segunda vez: ¿Tiene algo que ver el informe de tu padre con esa misión? Mejor voy a clarificar mi pregunta: ¿La fruta que consumiste en English Garden era la Magu Magu no mi?

Abrió un cajón del escritorio. Siempre guardaba ahí sus medallas, pero también conservaba una cosa mucho más importante: A lo largo de los años, según iba ascendiendo, había conservado siempre una pala de cada rango. Las puso encima de la mesa y se aseguró de ordenar bien los once emblemas -aún llevaba encima los de Almirante, al fin y al cabo-, desde recluta hasta vicealmirante, mientras se aseguraba de recitarlos uno a uno.

- Debo de ser mucho peor jefe de instrucción de lo que pensaba si no has sido capaz de aprender las jerarquías -expuso-. Yo ascendí como médico, pero si no recuerdo mal sargento es el rango equivalente a supervisor. -Señaló el tercer rango desde la izquierda-. Es el rango más bajo de suboficial, por debajo de teniente. Si utilizásemos una lógica meritocrática en el peso de la palabra... La suya no valía mucho más que la tuya, recluta. Sin embargo que hayas consumido una fruta robada al Gobierno Mundial y asesinado a un hombre tras ello sí que le quita valor a tu palabra. ¿Cómo puede la Marina creerte tras todo lo que estás contándome? Más importante aún; ¿cómo te atreves a venir con autocompasión a mi despacho después de lo que has hecho? ¡Si te ordenan coger una fregona y limpiar en vez de ser un héroe, limpias! Esta institución protege islas en mares de todo el mundo y está a cargo de más de un centenar de países. No necesita héroes, necesita gente honrada.

Trató de serenarse y dejó que el silencio envolviese la habitación antes de proseguir:

- No eres nadie -espetó-. Has matado a un hombre y en tres meses tu nombre sigue sin aparecer en periódicos; no has ascendido, y desde luego no parece que duermas mejor por las noches. ¿Pero sabes qué más? Arthur Silverwing no es nadie. Al Naion no es nadie. Tu padre, tus instructores, cada puñetero vicealmirante en este cuartel es solo un engranaje del mecanismo más complejo del mundo, una maquinaria perfecta que funciona porque todos remamos al unísono, con la misma fuerza. Si uno falla nos afecta a todos. En fin...

Recorrió el despacho con la mirada. Las espadas de Legan Legim, el hacha del Holandés errante, algunas armas más de piratas que había atrapado en un gesto de vanidad. No podía verlas, pero cada arma que había en su pared había dejado una cicatriz en su cuerpo; Okami la más profunda, que casi le había atravesado un pulmón.

- La Magu Magu no mi no es la única fruta que la Marina trata de mantener en custodia, ¿sabes? -explicó-. La última vez que se cedió otra de ellas fue a un recluta, hace muchos años. En realidad no había demostrado mucho talento en nada, además de escaquearse, y cierta habilidad para el combate cuerpo a cuerpo. La primera vez que se le vio esforzarse fue varios años tras ser reclutado. El agua del South Blue está helada en invierno, hasta el punto de que tarda muy poco en ser letal. Eso no pareció importar cuando se sumergió ocho veces en ella para rescatar a cuánta gente pudiese. -Recordaba el día casi como si hubiese sido ayer-. Fue el primero en ver un viejo buque de instrucción hundirse durante maniobras; el muy tunante se había escondido en una cala tras el cuartel para leer una opereta barata. Pero no dudó. En el barco iban treinta personas, y pudo salvar a nueve. Otras cuatro salieron por su propio pie, y tres más pudieron ser rescatados por pura suerte. Con el ascenso a cabo llegó desde Marineford la Hie Hie no mi. -No contuvo una sonrisa nostálgica-. Podría haber muerto ese día. Verás, yo ingresé a la Marina porque necesitaba seguridad; un hogar. Eso es lo que significa ser marine, Nia: Velar por la seguridad de todos, se lo merezcan o no. Dejar que tus acciones las guíe la rectitud y la justicia, por encima de las consecuencias que eso pueda tener para ti. -Tiró unas esposas sobre la mesa. Eran de kairoseki-. Póntelas; tenemos que hablar con alguien.

No podía responder a algo que no tenía defensa posible, pero si darle al menos la explicación acerca de mi padre. Él me había protegido de alguna manera cubriéndome tras consumir la magu magu. No quería meterlo en problemas, y así se lo haría saber a Naion.

-Si señor, así es, era el comprador y vendedor respectivamente. Lo único que sé que una vez el sargento cayó, tomó el mando el cadete Truman. -entonces volví a bajar la mirada- Mi padre fue le primero que supo de estos acontecimientos. Él no tiene culpa de nada salvo de protegerme. No es un mal hombre, hizo lo que hubiera hecho cualquiera, proteger a lo suyos aunque estos cometan atrocidades. Si quiere culpar, cúlpeme a mi. - volví a manosear la gorra- Pensó que si solicitaba la akuma para mi, todo quedaría de forma legal y mi percance quedaría tapado, justificando así mi poder ante el cuartel, salvando ese obstáculo, sin embargo sigo con las manos manchadas de sangre.


Sabía que no era nadie y de eso podía estar tranquilo el señor Naion, que me lo recordaban cada día. Igual era bien decirle que en estos meses no hubo ni un ascenso ni nada memorable porque no tenía el coraje suficiente como para atreverme a ascender, porque lo que había hecho me seguía pesando, a pesar de mis ansias de poder. Me di cuenta que el poder sin respeto, no es nada. -Lo sé también señor, y como no soy nadie, aquí estoy. Y no estoy mostrando autocompasión ninguna ,señor, le cuento los hechos.Tengo bastante claro que la autocompasión es un arma estúpida para alguien que ha cometido un delito, y si me permite, no voy a hacer gala de ello.

Naion me recordó los principios de la marina a través de su propia vivencia. Entendía perfectamente lo que me dijo, y lo sabía, pero ¿Que podía decirle más? Le había contado toda mi historia, sin dejarme nada o eso esperaba salvando los nombres de Alice y Miles. Le he contado hasta la ayuda ofrecida por mi padre, y del que esperaba no tuviera problemas si me incriminaba yo misma. Pero la respuesta de Al Naion me dejó confusa, pues era obvio que sentía decepción, pero tampoco pareciera sentirse cómodo con lo que estaba haciendo. Así que en cuanto puso las esposas de kairoseki me las puse sin dudarlo asintiendo con la cabeza. D

Dijo que teníamos que hablar con alguien, quizás algún superior o juez o vete tu a saber, lo que era bastante obvio es que esto no iba acabar bien, pero ya partía de eso.

El por qué nadie se había preocupado ante la desaparición de quien estaba al cargo no era tan preocupante como que un cadete hubiese tomado el mando de un buque. Haber regresado con éxito al Nuevo Mundo era algo por lo que todos podían dar gracias, pero pasaría mucho tiempo antes de que volviesen a dar un paseo semejante. Para empezar, si no habían aprendido el reglamento durante sus años de academia deberían volver a ella.

- Jenny -dijo, apretando el botón del intercomunicador. Ella podía usarlo también, pero de alguna manera prefería mirarlo a la cara cuando se disponía a no hacerle ni puñetero caso-. Quiero que te enteres de la unidad a la que pertenecen el cadete Truman y el sargento Morgan. Aunque quizá el cadete ya sea recluta, o cabo. -Se encogió de hombros-. Luego avisa al almirante Silverwing y al vicealmirante Suzume. Quiero dos semanas de calabozo para todos y una degradación colectiva a cadetes de primer curso.

Un instante de silencio.

- ¿Procedimiento K-78b?

- Procedimiento K-78b.

Una de las pequeñas premisas que se había asegurado de implantar en la normativa, sin ningún vacío legal y muy claramente definido, era la potestad del jefe de instrucción para degradar a cualquier soldado u oficial adiestrado por él mientras no llegase al rango de Contraalmirante. Según el reglamento de ordenación marine, como jefe de instrucción de Dressrosa, cualquier soldado graduado en su academia estaba, técnicamente, adiestrado por él. No era la primera vez que degradaba a alguien, aunque sí la vez a la que más gente degradaba de golpe.

Una vez Nia se puso los grilletes se levantó y abrió la puerta, dejando que pasase primero, y la cerró a su espalda. Jenny apenas prestó atención a la chica esposada y siguió haciendo llamadas. El procedimiento exigía informar a cada uno individualmente, por lo que en un ejercicio de sadismo la secretaria solía preferir llamar personalmente cada uno en vez de mecanografiar una carta.

Sin decir nada se la llevó hasta el ascensor y pulsó el botón de la planta treinta. Ahí se encontraba, desde hacía muchos años, el departamento de inteligencia logística -un nombre bastante fino para denominar a una panda de cotillas que hacían tanto labores de espionaje como de control de desplazamientos-. Entró en el vestíbulo de la sección y al momento siete rifles le apuntaron.

- Adoro el protocolo. -Suspiró-. ¿Tú no?

Uno de los marines bajó el arma y exigió credenciales. También acercó un pequeño teclado numérico en el que debió introducir su código de identificación y, tras validarlo, bajaron las armas.

- Instructor Jefe Almirante Naion -dijo, de forma respetuosamente protocolaria-. Sala cuatro.

La sala cuatro era la única sala, realmente. Estaba destinada a que los acompañantes sin acceso de nivel diez o mayor no comprometiesen la seguridad y discreción del equipo. Tenía asientos bastante cómodos, una máquina de café bastante decente y una pequeña biblioteca con archivos de viejas operaciones anteriores a la muerte de Irvin Lavega.

- En fin, mientras llegan los chicos quizá quieras pensar en todo lo que has dicho -comentó, sacando el borrador de Alvengers #707 de la chaqueta para ir echándole un ojo-. Lo que ellos digan va a decidir tu futuro, al fin y al cabo.

- Eso no es cierto -respondió sin demasiado interés, pasando la tercera página-. Hay al menos medio centenar de altos oficiales en este cuartel, y estoy seguro de que según la época se reúnen más. Decírselo a alguien sin autoridad real no es afrontar tu destino, es poner tu decisión en manos de otra persona. -Cruzó las piernas mientras se recostaba en la silla-. Lo que haces es desplazar la responsabilidad de tus actos hacia mí, de manera que sea otro el que decida. Es normal, no te preocupes. Normalmente nuestra conciencia nos juega la mala pasada de pedir que nos arrepintamos de actos que no consideramos del todo equivocados. Seguro que Morgan era un capullo.

El 707 inauguraba un nuevo arco para los Alvengers. Si bien la colección de Definitive Scarfguy había terminado de forma casi trágica en los eventos de la ciudad entre montañas de Dagwa Smileyman había llegado a tiempo para salvarlo, ganando tiempo entre ambos para que Sugarboy se enfrentase a Dejabeats, el primer súper villano diabético. Ahí iniciaba la historia de los Guerreros Arcoíris, en los que cada Alvenger ganaba el poder de un color para enfrentarse a... Dios, si es que era malísimo. Menos mal que estaban pensados para niños o muy pronto la gente empezaría a sospechar que tenían un mono como guionista. Y no quería despedir a Jack el mono.

Tardó un rato en aparecer, pero un hombre de traje azul y tupé desarreglado entró por la puerta con unos cuantos archivos en la mano y una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Buenas tardes! -saludó enérgicamente-. Comodoro Starling, señor. Me envía la vicealmirante Tristana Maplewood; está atendiendo un problema de no sé qué de una degradación colectiva o algo así.

No pudo evitar reír un poco ante la expresión de falsa inocencia de Starling. Habían vuelto a poner los micros en su despacho; por lo menos ahorraría tiempo.

- Oficial -saludó-. Creo que la recluta tiene información importante para usted.

- ¿Ah. sí? -preguntó, sentándose-. Me encanta la información importante; ¿qué me vas a contar, Nia? ¿Qué tienes para mí?

- Yo creo que te dejas bastantes cosas, jovencita. -Al alzó una única ceja. Los chicos de la treinta nunca defraudaban-. Por ejemplo, ¿qué zapatos llevabas ese día? ¿Cómo limpiaste tu ropa blanca? Dado que, bueno... No soy experto en balística, pero un disparo a bocajarro debería haberte dejado manchadas la ropa, el fusil, los zapatos... El fusil en realidad sería lo más fácil de limpiar, claro, ¿pero dónde pudiste limpiarte? Seguramente se habría escuchado por en esa isla no alineada acerca de la marine ensangrentada que pululaba por la isla, y una mínima investigación de campo te habría delatado al momento. -Starling lo miró con cierto cansancio-. ¿Cree en las casualidades, Almirante?

Se encogió de hombros. En realidad, si bien él no era el más listo del cuartel, solía considerar que estaba dotado en muchas situaciones de un don que faltaba a muchos: Sentido común. Con él había sobrevivido a muchas cosas, y había aprendido lo fundamental que era, a lo largo de los años, rodearse de gente más inteligente que él. Él no había pensado en las huellas, más literales que metafóricas, que Nia debía haber dejado.

- Depende -contestó-. Es una casualidad que vaya a un bar y me encuentre a la chica de mis sueños. Sin embargo eso no quita que haya una causalidad detrás, ¿verdad?

Sonrió.

- Exactamente. - Se volvió hacia Nia, entrelazando los dedos-. Voy a necesitar que me expliques cómo el sargento Morgan te ofreció la akuma no mi. También por qué, si aceptaste consumirla, al final decidiste acabar con él. Espera, mejor respóndeme a esta: ¿Cómo encontraste a tu sargento? ¿Y dónde estaba el amacén? Como comprenderás tu historia me resulta extremadamente vaga: Lo encontré, negociamos y lo maté. ¿Hirieron al recluta antes o después de que descubrieseis el almacén? Por otro lado, ¿dónde quedó esa práctica un tanto desfasada de que los reclutas se mueven en parejas?

- A mí no me mires -contestó Al-. Yo mando a mis cadetes en parejas hasta a la hora feliz de McQuill's.

- El caso, recluta Nia... ¿Cómo te apellidas? Bueno, el caso es que tenemos bastante claro que el sargento Morgan está muerto; también que hay una larga cadena de irregularidades en el tratamiento del viaje, regreso y su muerte. Lo que aún no podemos tener claro es tu nivel de implicación o veracidad de tu confesión. Por lo que nosotros sabemos bien podrías ser un chivo expiatorio de los verdaderos culpables con ánimo de empañar la investigación o solo una cría estúpida que ha desvelado accidentalmente una trama de corrupción.

- Solo para tu información -explicó Al, acercándose al oído de Nia-. Te compensa ser la segunda. No mucho, pero te compensa.

La ropa, cierto, se me había olvidado lo de la ropa. - Señor bajamos del barco con el uniforme de la Marina. Mis órdenes eran buscan información sobre Sutur, y pregunté por las tabernas locales, llevándome la mirada asesina de no pocos en cada establecimiento que visitaba. Por fortuna un civil me llevó a una sastrería donde podía cambiarme de ropa, ya que me dijo que si seguía visitando esos lugares con tanto maleante con el uniforme marine, seguramente acabaría con los pies por delante o malherida, como el recluta Bobby. Entonces traté de hacer un gesto vano con las manos para seguir explicándole. -Por eso mi ropa de marine y arma no están manchados, ya que fui con ropa de civil para camuflarme a ojos de la ciudad, y como bien dice, el fusil pude limpiarlo yo misma con la ropa que me puse, y desecharla cuando ya no me hacía falta.

Primera cuestión zanjada,  vamos a la segunda.

- Uno de los hombres de Sutur, o al menos eso creo, llamado  Mondego  y estaba atacando a Bobby, así que fui a ayudarle y logré que cantara donde estaba Sutur, en un almacén viejo junto al puerto- concluí antes de omitir a Alice.- De hecho a la última persona que hubiera imaginado en ese almacén era al sargento Morgan, e ahí mi sorpresa. Casi pareciera que estuviera eseperándonos

Sin embargo, el comodoro parecía no haberme prestado atención, pues le expliqué lo del chantaje y contra chantaje por mi parte a Morgan una vez más. Ya no sabía como decirlo más claro y sincero, hasta que el tema cambió a preguntarme por mi apellido.

-Nia Durant, señor. Así me apellido.-le dije antes de hablar por mi misma sobre las conclusiones- En el caso de ser un chivo expiatorio, señor, eso no me exime de lo que hice yo, e intentar escurrir el bulto amparándome en eso no lo veo justo. En cuanto a lo segundo, quizás mis actos hayan permitido descubrir esa trama de corrupción, y quizás solo fui un instrumento, que a sabiendas de su impaciencia, propició que todo se supiera, sin embargo y nuevamente, esto no me exime de culpa alguna- concluí- Yo solo puedo responder por mis actos, pues lo demás que hice, fueron órdenes y desconozco porqué nos las dieron.

Al parecía querer ayudarme en la medida de lo posible, pero por mucho que dijera, tengo unos hechos sobre la mesa. Cualquiera de las dos opciones era mala, pero yo al menos dije lo que pensaba.

- Un chivo expiatorio -dijo Starling- es un inocente que se sacrifica por los pecados de otro. De ser uno no habrías matado al sargento Morgan, pero estarías conscientemente mintiéndonos por alguna razón que desconocemos. Inmolarte por una causa podría tener sentido si fuese a cambio de un buen pago, o una fruta del diablo...

Buscó complicidad en Al, pero él negó con la cabeza.

- ¿Una fruta del diablo a cambio de una sentencia de muerte? -cuestionó-. Asesinar a un oficial y robar material militar de clase S implica, en el mejor de los casos, no pocos años de prisión. Además...

- ¿Y si ella no supiera esa parte? -Al levantó las cejas, haciendo un ademán para indicarle que continuase-. Claramente no conoce nada acerca de los protocolos y reglas de la Marina, y...

- No, no nos confundamos. -Miró a la recluta con dureza-. Si partimos de la base de que ella ha asesinado a Morgan nada indica que no conociese el protocolo, solo que no le interesaba seguirlo.

- Pero si partimos de que no lo mató solo es otra ignorante más del buque.

Al se rascó la cabeza, nervioso. El cómo tantos reclutas y cadetes podían haber hecho caso omiso del reglamento en una situación tan crítica, arriesgando las vidas de sus compañeros y la integridad del equipo y armamento de la Marina era algo que simplemente no podía comprender. Simple y llanamente, no tenía sentido que un grupo tan grande hubiese salido sin ningún tipo de preparación en ese aspecto.

- Quizá los eligieron a propósito -dijo, sin mucho convencimiento.

- ¿Disculpe?

- Sí, me refiero, ¿todos los reclutas eran de la misma promoción? -preguntó, aunque no esperaba respuesta-. Es cierto que a veces uno o dos cadetes terminan su instrucción y aprueban los exámenes de casualidad, ¿pero tantos como para llenar un buque? Quizá Morgan sí sabía lo que se hacía.

- Un grupo de gente que no cuestionaría órdenes porque ni siquiera conoce la jerarquía, ¿es eso lo que propone? -Al asintió. Starling se quedó un momento meditando-. Eso haría la elección como chivo expiatorio de la recluta algo completamente casual; ¿por qué elegirla a ella?

- La enchufada tiene un trato preferente -respondió Al-. He visto cadetes deficientes con los años, ¿pero una recluta que no tiene idea de jerarquías ni protocolos? Casi parece que papi intercedió un poco para que su bizcochito retomase el legado familiar.

El comodoro vaciló.

- Usted mismo ha apuntado que podría saber más de lo que creemos, con lo que su teoría añade un factor adicional de complejidad: ¿Por qué el viejo Durant habría firmado esa carta?

Al estuvo a punto de decir algo, pero dudó en el último instante. Al final todo lo que tenían eran conjeturas. No podían comprobar que Nia estuviese diciendo la verdad, por lo que tratar de dirimir su sinceridad era tarea vana.

- Es cierto que sea cual sea tu grado de implicación no te exculpa -explicó Starling-. Sin embargo, en el primer caso eres parte de una corruptela barata extremadamente bien pagada cuya explicación no podemos ni imaginar. Además, si diésemos por válida esa versión en la que tu acción pone a investigar públicamente un caso de robo de frutas del diablo... Encerrarte solo pondría en alerta a todos los implicados. -Entonces volvió a clavar la mirada en Al-. Lo que viene buscando es autorización para el protocolo L, ¿verdad, Almirante?

- Precisamente.

-Disculpen, no pretendo interrumpirles pero ¿Que és el protocolo L?- dije con tono tranquilo y respetuoso.

- Tu padre ha encubierto un asesinato -zanjó Al con sequedad-. Al menos asumiendo que lo que has dicho es cierto, y sinceramente me creo que seas capaz de asesinar a sangre fría. -El viejo Durant había tenido un retiro complejo. Aunque había salvado los muebles muchos seguían teniendo sospechas de él, sobre todo Al-. Ha mentido al comité de custodia para hacer que un robo pasase sin pena ni gloria; eso habla más de él que todo lo bien que una asesina pueda hacerlo. -Hizo una pausa-. En cualquier caso tranquila, no creo que tu padre esté metido en esto. -En realidad tenía firmes sospechas, pero no eran más que conjeturas basadas en una carta. Además, de decirlo en voz alta y emprender acciones alertaría a todo el mundo-. ¿Comodoro?

Starling se quedó mirando a Nia, meditabundo. Parecía como si tratase de escrutar sus pensamientos, llegar hasta lo más hondo con solo mirarla. En el pasado podrían haber llamado al interrogador jefe del Cipher Pol, Issei Hayate, pero se había mantenido leal al Gobierno Mundial. El oficial, sin embargo, tenía un pequeño don para hilar la realidad de unas formas que a él le escapaban. Además tenía muchos más datos que contrastar e información que muchas veces no salía de aquella planta.

Al sabía por qué la observaba. El protocolo L era una apuesta arriesgada, pues implicaba dejar en libertad -más o menos controlada, pero libertad- a un preso condenado. Nia ni siquiera era una presa, mucho menos estaba condenada. Su confesión debía ser escuchada por un hombre de ley y abierto un procedimiento penal antes de todo eso. Sin embargo, dejaba rastro. No quería dejar rastro.

- No podemos decirte qué es el protocolo L -terminó por decir-. Es un alto secreto y solo la gente que lo ha aceptado puede conocer su naturaleza. Sin embargo, la alternativa según el reglamento de la Marina suma cuatro años por el asesinato de Morgan, entre treinta y setenta por el robo de la fruta del diablo, agravante de traición porque, en el momento de hacerlo, aún eras parte de esta institución. Quizá alguien quiera añadir el agravante de falsificación o fraude, dado que durante meses has dejado que siguiésemos pensando que la Marina custodiaba la fruta... Cien años, ¿quizá? -Miró al comodoro, que meneó la cabeza mientras calculaba-. Normalmente las cadenas que suman una esperanza de vida acaban como condenas de muerte en los tribunales militares. Y si pudieses salir de esta isla, o incluso de esta planta... Tu padre es cómplice.

- Almirante... ¿señor?

- ¿Sí, comodoro?

- No creo que sea apta.

No estaba pendiente de las palabras de ambos superiores, y no porque no tuviera ganas de escucharlos, es que poco o nada tenía que decir, no al menos que fuera de peso o que cambiara ligeramente la situación. ¿Tu siendo una hormiga le cuestionas a una bota? Porque si lo haces acabas siendo pisada. Nunca le lleves la contraria a un superior, tu palabra no vale nada. Igualmente solo atendí a la respuesta del comodoro, que no podían decirme básicamente que era el protocolo L, cosa obvia, pero bueno, por preguntar que no quedara.

Al ya había dicho todo lo que tenía que decir, y a pesar de que sus palabras podían mediar un poco, era un soldado más en este mundillo, y ya había hecho algo. El comodoro era más severo, y era comprensible, y más ahora que la Marina ya no era lo que debía ser. Lo que más les dolía era lo de haber consumido una fruta, y tampoco es que les pudiera negar que lo hicieran. Las cosas estaban tan enrevesadas que era lógico que mis superiores tomaran este camino, fuera lo que fuera el protocolo L. Bueno,¿ ya está? ¿Ya habían decidido algo? Me empezaba a encontrar más incómoda de lo normal, ya que había dicho todo, expuesto todo, y dado los detalles pertinentes, más no sabía que hacer.

Entonces fue cuando dijeron "No era apta".¿ Cabía alguna duda? O sea, mi historial no hablaba a mi favor, y era obvio que esto no iba a salir bien, y menos para mi. Ya solo esperaba que me esposaran y me citaran con el verdugo. Así que me quedé mirando a Al primero, y luego al comodoro a la espera de a ver que iban a hacer conmigo. Pero no siendo apta me recordaba a mi misma como un juguete defectuoso.

Dejó pasar los segundos en silencio. La declaración del comodoro, tras una lectura de cartilla que involucraba a sus seres queridos, debería haber sido suficiente para hacer reaccionar a casi cualquier persona. Nia Durant, sin embargo, ahí seguía. Callada, casi ausente, como si todo lo que se pudiese decir en esa reunión no fuese con ella. ¿Hasta qué punto había entendido que podía pasar el resto de sus días entre rejas? O peor, que podía morir. Después de haber implicado a su padre en un delito ni siquiera parecía tener interés alguno en una salida, ni para ella ni para él. De alguna forma, simplemente le daba igual.

Finalmente suspiró y volvió a sumergirse en el tebeo. En él coloridas escenas de Smileyman sembrando el terror entre soldados de la Legión se intercalaban con otras escenas del resto del equipo. En esa ocasión habían tenido que ir a la vieja Marineford, el malvado lugar que con el tiempo se había convertido en La Lanza, con la intención de salvar a unos niños hijos de delincuentes, forzados a ser sujeto de malvados experimentos en los que su genoma sería combinado con el de un mink, en busca de hallar una forma de dominar el su-long para todos sus soldados, obteniendo una infame victoria que no podrían rebatir. Con los años los Alvengers habían cambiado mucho, adquiriendo con el tiempo un cariz propagandístico que a veces le molestaba, pero en aquella historia en concreto... Aún recordaba los gritos de los niños.

En algún momento del pasado su despacho había estado ahí. Sus cosas, el bar de Jimmy O'Callhan en la esquina de la plaza, la gran campana que sonaba por los héroes... Todo se había emborronado muy deprisa, y La Lanza se había convertido demasiado rápido en un gigantesco cuartel en el que ya no había tabernas ni música, ni monumentos civiles ni un alegre pueblo que acogía a los militares y sus familias. Se habían levantado grandes bloques colmena para acoger a más gente en menos espacio, haciendo que todo lo que era único y hermoso acabase sustituido por lo pragmático: De pequeños bosques a una foresta de entrenamiento; los prados eran ahora terrenos de atletismo o campos de tiro y en los bajos de las viviendas, si bien había algún bar, se habían perdido la mayoría de negocios que no eran útiles a la causa de la Legión.

Salvar a los niños había sido complicado. Habían perdido a dos de ellos, pero lo peor había sido ver cómo abandonar al Gobierno a su suerte lo había hecho tomar esa deriva. Cómo todo lo que había sido terminó truncándose en manos de gente incapaz de ver que, precisamente, el problema del Gobierno Mundial era aquel.

Levantó los ojos de su lectura un momento, esperando. El comodoro se mantuvo también en silencio, sin decir nada, simplemente esperando.

Todos los presentes parecían esperar que yo dijera algo. ¿Pero el que?. O sea, no había nada más que decir. Sabían lo de mi padre por mi mediación, sabían todo lo ocurrido con el teniente, saben todo lo de la akuma ¿ Me dejaba algo en el tintero?. Veamos, las cosas ya debían de estar más que decididas, y nuevamente poco o nada tenía que decir, bueno si, una pequeña duda acerca de mi.

-¿Que significa eso de que no soy apta? -acabé preguntando antes de mirar tanto a Al como al Comodoro. ¿Me iban  a encerrar? Es muy posible ¿Ejecutar? Casi seguro. Bueno hemos venido a jugar...supongo. Así que lancé un largo suspiro en mitad de la sala antes de echar un ojo al comodoro, que miraba expectante.

-¿Tienen alguna duda más? No sé señores que esperan que les diga más- comenté con tono calmado y afable- Les he dicho todo lo que pasó, con pelos y señales, y estoy segura de que ya tienen un veredicto. Ya les comenté que mi padre no tiene culpa sobre mis actos, así que respondo yo, y solamente yo por ellos.

Finalmente miré a Al, y con un tono tranquilo le dije - No sé nada más.

Era obvio que no sabía más, ni tampoco buscaba una salida. -¿Me quieren ejecutar? Adelante, ¿Me quieren encerrar? Adelante, solo les pido que dejen a mi padre al margen de esto. Me da igual lo que hagan conmigo, pero a él déjenlo.

- Significa que el comodoro no ve que cumplas los requisitos de cara al protocolo L -contestó, sin levantar la mirada del tebeo-. Una forma más o menos amable de recomendarme aplicar pensamiento de coste beneficio. Si eres un chivo expiatorio y se te ejecuta parecerá que no sabemos nada y recuperaremos la fruta del diablo que has robado. Si solo eres un accidente y resultas ejecutada los que están detrás de todo esto sabrán que conocemos su pequeño secreto, pero tendrán mucho más cuidado y si hacen algún movimiento atraparlos será fácil, además de que recuperamos un bien operativo de gran valor. Pero claro, a Starling le pagan por no fiarse de nadie.

- Efectivamente.

- Yo suelo ser un poco más idealista, sin embargo. Aun así que hayas cometido un asesinato a sangre fría, ocultado pruebas, robado bienes de la Marina y hecho cómplice de tu crimen a un capitán retirado. Eso por no hablar que cometiste el delito delante de un civil, lo que indudablemente mancha el nombre de nuestra organización, y o bien no conoces el reglamento o aviesamente permitiste que el buque navegase sin un timonel cualificado durante cientos de millas, arriesgando vidas. No obstante...

Starling era consciente de que Dressrosa se había construido sobre un nido de piratas. La vicealmirante Maplewood había sido, de hecho, la miembro más joven de los piratas del Shirokami en el momento en que Al había puesto sus pies en la isla por primera vez. Jenny, su secretaria, también, y muchos de los instructores habían cometido un hurto o dos bajo la bandera de Legan Legim antes de que les ofreciese una salida. La mayoría de la gente no era mala; uno podía convertirse en criminal por muchos motivos, y la mayor parte de ellos tenía que ver con la desesperación. Nadie se había hecho pirata, al menos de los que había ayudado a reconducir sus vidas, por poder. Tampoco ninguno había matado.

Pero tampoco se había planteado aplicar el protocolo L a ninguno de ellos.

- Esto no va de lo que queramos hacerte, Nia -replicó, finalmente-. No has entendido nada de toda nuestra conversación. -Cerró el libreto y miró a Nia-. Un Marine no hace lo que quiere; un soldado no hace lo que le viene en gana. Has cometido un delito, y respondernos con esa soberbia como si tuvieses derecho a decirnos quién es o no un criminal después de confesar un asesinato no habla en absoluto a tu favor. Has asesinado a un hombre; una persona que quizá tenía familia, hijos. Quizá hayas dejado un asiento irreemplazable en una mesa de taberna o a un amigo sin compañero de vivencias. Un delincuente, puede, asumiendo que la historia que cuentas sea cierta, pero cuyo destino no te correspondía decidir a ti. Trataste de chantajearlo, y al volvérsete en contra decidiste asesinarlo. Has manchado una bandera que nos costó décadas limpiar, y aún crees que estás en posición de hacer peticiones. El veredicto no nos corresponde a nosotros, pero te aseguro que como este asunto trascienda de esta sala me voy a encargar personalmente de que tu padre se siente a tu lado frente a un juez.

La cosa ya se había torcido del todo, y estas personas parecían no entender un tono de perdón frente a uno de soberbia. El problema es que si que estaba con el agua al cuello, y la cosa se estaba poniendo muy mal. Ambos líderes me echaban la bronca, y con razón, ante lo que había hecho. No quería acabar en una celda y menos en el cadalso. Pero la verdad es que se lo estaba poniendo en bandeja. Debía cambiar mis palabras, y hacerme cargo de lo hecho. Por lo visto no era apta para el Protocolo L y eso creo que cerraba mi única salida . No quería dejar el cuerpo y esperaba encontrar alguna forma en la que mis superiores me castigaran, pero que no me mataran.

También me parecía gracioso como hablaban de la institución, como si no estuviera llena de heces en ciertos aspectos mucho antes de mi llegada. Pero era lógico que los superiores no vieran eso y siguieran en su mundo, al fin y al cabo tenían razón en parte y yo era la prueba viviente. Visto lo visto traté de cambiar el tono, pues sabía que si seguía así ya no habría marcha atrás.

- Sé lo que he hecho- bastante mejor que ellos- Y ya no sé como pedir perdón por mis actos. No quiero morir- miré tanto a Al como a Starling- Quiero arreglar las cosas, quiero tener una segunda oportunidad. Ya no sólo para limpiar mis errores, sino para limpiar los que pudiera haber ocasionado a la Marina. Necesito limpiar esas dos cosas. Haré lo que sea por enmendar este error que he cometido, así me lleve tiempo y si ustedes tienen a bien concederme clemencia. Si no es así, por favor, enciérrenme en la celda más oscura que tengan y tiren la llave, ya que habría fallado a todo lo que quería. Siempre quise ser una Marine, y acabar con las injusticias, pero nunca pensé que yo misma acabaría aquí sentada ante ustedes, lo cual me sube a un profunda vergüenza.

Entonces miré a Starling con y un tono feble le dije:

-Haré lo que sea por limpiar la imagen de la Marina, lo que sea , pero por favor denme un oportunidad. Y si no van a dármela, por favor no me lleven al cadalso. Hare lo que sea, lo que sea, pero por favor denme una posibilidad de arreglar lo que he estropeado. Si no lo logro tienen toda la libertad, y el deber de hacer lo que convengan conmigo.

Seguía sin saber que era ese protocolo L, pero ahora mismo la idea no me parecía tan descabellada teniendo en cuanta que la hoja del verdugo ya me hacía sangrar el cuello con un leve hilillo.