Dulce agonía [Presente]

Nos encontrábamos en la prisión, nos habían dejado entrar gracias a la pequeña y sorprendente Alice, quien mostró ser poseedora de la licencia del gremio de cazadores de recompensa, la cual excedía por muchos millones mi sorpresa al ver dicho documento. Nos dejaron pasar, citaron al alcalde de la prisión y nos hicieron esperar en una de las salas donde los presos se veían con sus visitas, claramente estábamos solos, dos guardias en cada entrada, por donde accedían las visitas y por donde entraban los convictos, un total de cuatro guardias mirándonos  de forma sospechosa y uno de ellos podría decir que lasciva hacia la muchacha... -No me lo puedo creer...- Dije en voz alta... -Que diablos está pasando...- Comenté cerrando el puño -¡¿Setenta millones?!- No pude evitarlo, ya me quedé perplejo en la garita cuando vi la identificación, había aguantado hasta ahora comentar dicho dato pero era imposible que me aguantase... ¡Sí! ¡Juzgo por la apariencia! ¿¡Como esta niña frágil que parece haber sido creada con porcelana podía tener unas ganancias acumuladas de SETENTA MILLONES!? Claramente aquí estaba pasando algo raro, había algo que se me escapaba ¿Encontró un cadáver con esa recompensa por su cabeza? ¿Es falto? Si es falso podría haberse controlado con la cantidad de wanteds, tenía la necesidad imperiosa de saber más del tema. Con voz más clamada pregunté -¿Podrías explicarme, si no te importa como has conseguido el carnet y dicha suma? ¿O por qué has omitido dicho dato? ¿O por qué me has hecho pensar que eras una damisela en apuros cuando de entre los dos parece que la damisela en apuros soy yo?- Claramente a efectos documentales yo era un mero civil y ella una amazonas -¿Y por que querrías ir a mitades iguales cuando claramente tú sola podrías encargarte de esto con los ojos cerrados- Si no es falto el documento claro....

De pronto me quedé blanco al caer en una cosa... Si era falso el documento y lo llevaba para aprovecharse de las ventajas de tener uno, como enterarte de las cosas, a saber si daban descuentos... ¿Quizás era una falsificadora? Sea lo que fuere, la carcel no era el mejor sitio para destapar a una falsificadora, aún que en algo me engaña por lo que no sabía si en realidad la muchacha era tan dulce y temerosa como parecía o simplemente me estaba llevando a una trampa... No sería la primera vez...
Me acerqué un poco a ella y en voz baja le comenté -¿Eres falsificadora?- La curiosidad mató al gato, espero que no al momo...

Entrar resultó sencillo. Un agente os acompañó hasta una sala de reuniones asegurada, del mismo estilo que las que los presos solían utilizar cuando sus familias los visitaban, una zona controlada en la que se podía intervenir fácilmente pasase lo que pasara. Entendías en cierta medida que el alcaide no quisiera reunirse con vosotros en su despacho, pero no estabas acostumbrada a recibir el recelo de la gente con cierto nivel de influencia. Hasta la fecha cuando alguien se enteraba de tu apellido tendía a tratarte con el respeto de tu título, pero al parecer los cazarrecompensas eran poco más que unos parias en la mayoría de circunstancias. Para los oficiales de prisión de Lvneel ya no eras Alice Wanderlust de Chesterton, eras "esa puta cazarrecompensas". Y sin embargo, no podían resolver aquello sin ti o no te estarían recibiendo.

Por su parte Momojiro parecía estar en shock porque te ganases la vida. Bueno, en realidad parecía mucho más razonable cuando él lo exponía, pero todo lo que iba diciendo solo te hacía pensar que no había visto más allá de las apariencias. ¿Solo por ser bajita no podías hacerte cargo de criminales? ¿Era eso lo que estaba intentando decir? O quizá habías herido su ego al hacerle ver que en realidad él era tu freno y no tú el suyo. En cualquier caso, te encogiste de hombros.

- La verdad es que hay varios motivos para esa cifra -explicaste-. Por ejemplo, que los criminales de menos de un millón de berries no se añaden al caché.

Estabas segura de que eso no era lo que Momo esperaba escuchar, pero sin duda era lo que más te apetecía decirle. Te había tomado por una damisela en apuros cuando habías preguntado por un criminal. Había malinterpretado completamente tu buena disposición a colaborar y la educación con la que te comportabas con pura indefensión. Y me ofende bastante ese "Ay... Hombres" que acababas de soltar mentalmente. ¡Yo no soy así de inseguro!

- Conseguí el carnet en... ¿Cómo se llamaba? Hace casi un año de eso -explicaste-. Por razones que no vienen al caso tuve que irme de casa y esta era la única salida digna que me permitía viajar por los mares. Y la segunda más lucrativa, seguramente.

Vale, esa broma tuvo su gracia, pero aun así fue un poco prepotente. Te quedaste callada por un momento por si él quería preguntar algo más, pero tras unos segundos seguiste respondiéndole:

- ¿No crees que es un poco hipócrita acusarme de omisión cuando tú mentiste a la cara a una damisela en apuros? -En realidad sonó bastante más duro de lo que pretendías-. Lo siento; simplemente hay mucha competitividad malsana en el gremio y me he acostumbrado a no decirlo. Pero vaya, te he ensañado mis cuchillos. Deberías haber sabido que tengo recursos para defenderme y... Si de verdad eras un cazarrecompensas dispuesto a cooperar competir no era la opción ideal, ¿no te parece? Podríamos haber acabado peleándonos por calderilla. ¡Y no soy una falsificadora! -protestaste-. ¿Crees que pondría mi apellido de verdad si lo fuera? Sería estúpido.

Además aquella pregunta era muy peligrosa en esas circunstancias. Si por alguna casualidad el guardia de la puerta había apuntado mal un número o había cualquier irregularidad por mínima que fuese, de pronto te había convertido en sospechosa de falsificación. De ese modo, suspiraste con cierta molestia.

- Solo por eso vamos a ir a treinta setenta -dijiste, cruzándote de brazos. Aunque, en realidad, no tenías pensado racanearle medio millón si era útil.

Cada palabra que salía de Alice era una puñalada directa a mi corazoncito, no por herir mi orgullo, si no por mostrar lo impertinente que había sido... Aún que lo de que recompensas menores de un millón no se reflejan a sido un alarde innecesario -Vale, vale, lo he pillado, no necesitas que nadie te ayude, pero entiende mi postura, creí que te había asustado y tu apariencia aún que engañosa, me daba la sensación de que te había asustado, simplemente quería evitar meter miedo en el alma de un civil... Si llego a saber que en una pelea entre tu y yo, la hormiga bajo el pie del elefante era yo, creo que los papeles habrían sido a la inversa...- Cierto, aquí el peligro no era yo ni mucho menos y por lo que parecía era más una molestia que una ayuda -Acepto el teinta, setenta... ¿Pero no crees que eres muy avariciosa por pedir el treinta?- Dejé unos segundos de silencio para luego reirme -Es broma, es broma, el treinta para mi, lo acepto, todo apunta que en realidad no te hago falta para esto pero que te entretiene algo de compañía- Comenté con mi sonrisa encantadoramente tierna, o eso creía

Poco después de mi broma, las puertas se abrieron para dar paso a alguien uniformado con el traje de la guardia del lugar -Bueno, no tengo mucho tiempo, soy Josef, el supervisor de la prisión, ¿Que queréis saber?- Algo me pareció raro -¿No iba a venir el Alcaide?- El hombre soltó un bufido -¿Creéis que el alcaide está para estas tonterías? Lo que os pueda decir el, lo haré yo si no me hacéis perder el tiempo, tenéis dos minutos y ya habéis gastado medio- Uy, este hombre parecía de pocos amigos, no era muy simpático y sus formas dejaban mucho que desear, me daban ganas de irme sin preguntar nada... Si no fuera por que entonces no conseguiría nada de información claro... -Disculpe, queríamos saber todo lo que podamos del recluso fugado- Era lógico, para eso habíamos venido... -Se escapó- Y un silencio incomodo se hizo presente... Ni un dato más, ni una pista, ni una adivinanza... Nada... Me lo quedé mirando fijamente a la espera de algo más pero parece ser que pretendía estar así, callado... -Me da a mi, que venir a sido una perdida de tiempo para usted... Pido disculpas y a ser posible un informe del caso- El hombre me miró y claramente con la mirada dijo... "No te voy a dar nada" Este tipo era de pocos amigos en el mundo me daba a mi

- Yo no sé cómo de fuerte eres -contestaste, encogiéndote de hombros-. Además, una vez me dijeron que los mejores cazarrecompensas solo los distingues porque tienen canas.

Era quizá uno de los consejos más importantes que habías recibido. Llevabas desde que iniciaste en el oficio pretendiendo verte más amenazante -sin mucho éxito, en realidad- porque creías que inspirabas cierto respeto o incluso temor en quienes debías atrapar. No habías llegado a plantearte que eso no era necesario e incluso llegaba resultar contraproducente, pues alertaba a tus potenciales presas de que estabas ahí, al acecho. Te llegó a jugar una mala pasada en Jaya, incluso, cuando nos atravesaron el brazo con un cuchillo; podríamos haberlo perdido.

Momo convirtió tu castigo en un chiste. No pudiste evitar reírte cuando sonrió, pero recuperaste la compostura al momento y torciste el gesto con cierta neutralidad, mirando hacia el frente.

- Espero que seas mejor cazador que humorista -soltaste con cierta malicia- o vas a tener problemas en el Gremio.

En realidad empezabas a dudar que Momojiro tuviese una verdadera intención de convertirse en cazarrecompensas. Si te había dicho eso solo para hacerte sentir más segura quizá ni siquiera se hubiese planteado realmente ir a por el pirata. Tal vez era una suerte de mentira piadosa acompañada por la esperanza de que no te pasase nada para que en tus últimos momentos de vida no pensases que era un maldito mentiroso. Quizá...

El tren de pensamientos inoportunos se interrumpió cuando un hombre se presentó en el lugar. Se presentó como supervisor Josef y tenía unos modales como mínimo cuestionables. De pocas palabras y aún menos útiles, el tipo os miraba con el desprecio de quien lleva la superioridad moral por bandera y unas ganas de colaborar entre mínimas y nulas. A ti, de hecho, ni siquiera te parecía que tuviese ningún interés en atrapar al delincuente.

- ¿Cuánto te ha pagado por dejarlo huir? -preguntaste con seguridad. Notabas alguna intención oculta en él, aunque no sabías a qué se debía.

- ¿Perdona? -respondió, ofendido.

- Que cuánto te han pagado para que hagas la vista gorda y te asegures de que este hombre es recogido por sus compañeros -explicaste esa vez-. Porque es lo que parece y, la verdad, tengo pensado encontrar a ese hombre con o sin ayuda y traerlo hasta aquí. Sin embargo, a lo mejor lo interrogo un poco para asegurarme de que me explique cómo se ha escapado de aquí.

- Pero serás... ¿Tú qué te has creído? ¿Que soy un corrupto de mierda? A lo mejor te hago pasar una noche en su celda para que me expliques tú por la mañana cómo se ha fugado de una cámara de seguri...

- ¡Ahí empezamos a entendernos! -exclamaste, emocionada-. Sin ventanas, una cámara de seguridad... No ha podido escapar por los andamios entonces, ¿verdad?

- ¿Crees que somos idiotas? Claro que no.

- Y no habéis hecho obras en el subterráneo ni nada por el estilo... -Te mostraste un poco suspicaz-. ¿O sí?

- Ninguna. Y no hay marcas de ninguna clase en la cámara.

- Entonces... Un guardia, ¿no? ¿Quién tenía el turno?

- Guillard -contestó tras un momento de duda-. Lleva desaparecido desde que Mittrand se desvaneció. Igual solo era una víctima.

Miraste a Momo con cierto orgullo.

- Y me sobran veinte segundos.

-¿Cuánto te ha pagado por dejarlo huir?- Preguntó Alice, me sobresalté por unos instantes, ¿Como se le ocurría preguntar un disparate de tal calibre? Era un guardia de prisión y con rango alto, como podía si quiera mentar que estaba untado.... Alto... Para... Con esta forma de pensar no voy a llegar muy lejos, Alice tenía experiencia y muchas cacerías a sus espaldas, su carnet demostraba que no era una novata, tenía que dejar de juzgar a mi compañera y ser un apoyo, ser una ayuda y no una carga, por lo que decidí confiar en ella, ella llevaría la voz cantante y en combate le mostraría que como cazador, superaría su recompensa... En el Albatros habían cuantiosas cantidades por sus cabezas y estaban en mi lista negra ¿Por que no financiarme las cacerías con ellos? Han ganado mucho dinero a costa de otras vidas, ya es hora que alguien se lo gane a costa de las de ellos... Claro que no tenía intención de matar a nadie...

Cuando el guardia se alteró un poco quise levantarme, pero la clase que estaba mostrando la rubia era de superioridad ante el guardia, no dudó, no se alteró por lo que yo, tampoco, mantuve la compostura y al final sonreí, resulta que también es picaresca, la muchacha que tenía pinta de monja era una caja de pandora, si la abrías el caos desataría... Sonreí, miré a Alice con cierto tono de admiración y me levanté -Buscamos a un fugitivo y a un guardia, del cual no sabemos si es victima o cómplice, esto facilita las cosas, si hay cadáver, hay dirección, si hay secuestro, hay tiempo y rastros, si hay complicidad hay señales...- Es lo poco que aprendí de perseguir al maldito barco del terror -¿Podría llevarnos o ayudar con su control de la cárcel? ¿Que ruta habría tomado usted si mata al guardia e intenta escapar sin ser visto, claramente teniendo en cuenta que el fugitivo sabía los turnos y rutas de los guardias.? ¿Que ruta habría tomado, secuestrando al guardia? Si es que es viable huir secuestrando... Y como guardia ¿Que ruta tomaría si quisiera usted ayudar a un preso?- Las preguntas eran claras pero dudaba de si iba a ayudarnos -Sea cual sea la respuesta, por si acaso buscaría un cadáver en la prisión, no vaya a ser que tengamos un gran problema y esté sospechando de una victima de asesinato...- La verdad que era más fácil perseguir a dos personas que a una, pero era un hombre peligroso, a saber que hizo con el guardia... -Salida lateral derecha... Si escapo de su celda iría por ahí, si le ayudo lo sacaría por ahí- Comenta con algo de resignación, luego se levanta y da una orden a los guardias presentes -¡Buscar en cada escondrijo desde la celda mil novecientos once hasta la salida B-J cualquier cosa sospechosa, no buscamos por donde puede estar escondido, buscamos a un compañero caído...- ¡Que ilusión, me había hecho caso! Me sentía importante... ¡Leches! Y apenado por la posible perdida claro... Miré a Alice para ver que se le ocurría a ella, pues yo no tenía más idea que ponernos a buscar por dicha salida -¿Tienes algo más en mente?- Decidí por fin dejar de juzgar y confiar en ella como una "superior" total, al fin y al cabo lo era, experiencia, tiempo invertido, manías adquiridas, era lo más parecido a un "maestro" que tenía cerca...

Sacaste el chocolate una vez más, arrancando una onza con cuidado, y te la llevaste a la boca. Tu intervención había bastado para quebrar las defensas del funcionario, que repentinamente se mostraba mucho más colaborativo y Momo estaba sabiendo aprovechar la ventana de oportunidad con una batería de preguntas que, si bien despertaban en ti alguna que otra reserva, estaban en la dirección adecuada para acercaros a la última localización del fugado. El asesinato era poco probable por pura lógica: Un cadáver en una prisión habría sido lo primero en detectarse tras una fuga; sin embargo, la posibilidad de un secuestro, aunque complicada y particularmente difícil de llevar a cabo discretamente, era algo que sí estaba dentro de las posibilidades y hacía la ruta de escape mucho más restrictiva.

Cuando el supervisor ordenó buscar un cadáver, sin embargo, suspiraste con cierta exasperación. ¿De verdad no se habían planteado sondar la prisión desde un inicio? El fugitivo podía estar entonces todavía dentro de la prisión, haciéndolo todo mucho más fácil pero al mismo tiempo extraordinariamente más peligroso. Apretaste la onza de chocolate entre las muelas tratando de serenarte antes de decir alguna tontería, pero fue insuficiente: Antes de que ambos guardias abandonasen la habitación te levantaste violentamente, haciendo que la silla cayese hacia atrás.

- ¡Alto! -ordenaste, aun sin tener ninguna autoridad-. ¿Nadie ha peinado la prisión antes?

Un silencio sepulcral se adueñó por unos segundos de la sala hasta que el funcionario habló:

- No exactamente -explicó-. Enric Dudard es un pirata peligroso, de manera que sellamos las salidas al descubrirlo. Nadie ha abandonado la prisión desde hace cuatro días, que sepamos. Sin embargo, no contábamos con efectivos suficientes para hacer un examen completo de las instalaciones.

- ¿Ni siquiera de las rutas de escape obvias?

- Mira niña, si crees que tú lo podrías haber hecho mejor... Vale, muy bien. -Se le notaba más frustrado que molesto, pero podía saltar de una emoción a otra en cualquier momento-. Pero las cosas en este momento son así: Solo tenemos treinta efectivos para controlar una prisión de doscientos cincuenta reclusos, de los cuales más de cuarenta son criminales que la Liga suele llamar "clase A", escoria cuyos delitos más leves son de sangre y de los cuales muchos podrían fugarse de cualquier otra prisión de alta seguridad del North Blue. Si les damos a entender a estas piezas que alguien se ha fugado podríamos vernos en la tesitura de enfrentar un motín como nunca antes ha habido en este mar.

Respiraste hondo. Los cambios de rutina serían para los presos igual de fáciles de detectar que una revisión por fuga; solo que además les harían saber que tenían miedo.

- Id -terminó diciendo, igualmente-. ¿Y vosotros dos qué vais a hacer?

Miraste a Momo, indecisa. En realidad estabas dubitativa y sin saber del todo cómo moverte a partir de ese punto. Empezabas a creer que podría estar aún en el edificio y ser un auténtico peligro para los guardias, pero también podría haberse fugado directamente antes de que todo se sellara. Si había hecho esto último podía estar en cualquier parte, y entrar no había servido para nada.

- ¿Aparte de la entrada principal hay alguna salida? -preguntaste-. Mantenimiento, provisiones, emergencias... Cualquiera que esté menos vigilada.

- Bueno, hay una. Los cambios de turno en la vieja principal dejan una ventana de siete minutos sin guardia, dado que... Bueno...

- Dejáis pasar droga dentro.

- Sí. -Se encogió de hombros-. Apacigua los ánimos.

Cada vez entendías más por qué eran tan reacios a compartir información: Cada nuevo dato que conocías estaba asociado a una nueva irregularidad que podía costarle el puesto, o incluso la cárcel, a casi cualquiera. Miraste a Momo.

- Vamos a esa vieja entrada, ¿te parece?

No había caído en el pequeño detalle de que, no sabíamos como han actuado tras la "fuga". Bloquear la prisión era lo mejor, un preso fugado claramente supone un problema pero sin efectivos suficientes para controlar a los actuales que siguen en sus jaulas podría suponer uno todavía mayor... La situación era algo tensa, ahora entendía por qué nos había recibido con tanto pasotismo y su prisa por finalizar la conversación con nosotros, tenían un problema muy gordo, controlar a los presos, buscar al fugado y que no se note todos los cabos sueltos que tienen por todas sus instalaciones. Alice que en todo momento llevó la voz cantante, (Siendo la más joven de todos los presentes y era ella quien daba las ordenes como si llevase toda una vida de cuarentona dedicándose a ello) tenía más interés en la ventana del tráfico -Te parece... Si al guardia le parece buena idea, ¿Por que no vas tú a la ventana y yo a la celda, necesitaré un guardia que me acompañe. Mi idea es calcular mientras tu examinas la ventana, si en siete minutos le ha dado tiempo a llegar hasta dicha salida. Si por patrullas o distancia no hay tiempo físico en salir por ahí, es tontería que sigamos examinando dicha ruta de escape... ¿No?- Vi la cara del guardia, hizo una breve mueca, estoy seguro que le gustó mi idea...

Me levanté pues no se negó y cuando empecé a caminar me detuvo -Alto, lo siento mucho pero no puedo dejar que entres con armas en prisión- Miré mi espada... ¿Pretendía que le dejara custodiar mi espada? Claramente no me gustaba la idea, pero entendía por que no quería dejarme entrar con ella, si algún preso de clase "A" como el dice se hiciera con mi arma, podría suponer un riesgo para todos... Me quité el cinto y la dejé encima de la mesa, con una sonrisa en la cara y los ojos entre cerrados cual cara simpática comenté -Esta espada es muy importante para mi, espero que me la cuides bien, creo que me volvería loco si le pasara algo jeje- En realidad tenía ganas de decirle... "Como le pase algo, el fugado será un problema insignificante" pero amenazar al guardia ahora que estaba contando con nosotros solo habría complicado aún más las cosas. Tampoco mencioné lo que la muchacha tenía bajo la falda, no quería que los presos se hicieran con un cuchillo, pero algo me daba que no podrían con la rubia...

-Prometo no meter la pata- Le dije a Alice junto un guiño de mi ojo izquierdo mientras salía acompañado por uno de esos cuatro que antes nos guardaban las puertas... Caminando con el guardia le hice un par de preguntas para saber como estaba el ambiente -¿Los presos saben que se ha fugado uno de ellos?- El muchacho pues no tenía muchas primaveras en su cuerpo me contestó -Si, no se les ha comentado pero entre ellos se rumorea y el ambiente está bastante tenso- Normal, ahora sería un buen momento para un motín, esperaba no vivir esa situación. Caminando hacia mi destino observé a los demás presos quienes me miraban con desprecio, otros con curiosidad... Un viejo al cual no conocía consiguió que un escalofrío recorriera mi espalda... -¡Mozo! Vente pa'ka que tengo campos y tierras, hayyyy ¡Eso es carne y no lo que le hecha mi madre al cocido!- Puñetero viejo de mierda... Pero cuanto más avanzaba... -Debes estar cansada hoy, después de todo lo que hicimos en mi sueño anoche.- ¿Cómo? -¡Mozo! ¡Si tu culo fuera un banco te la metería a plazo fijo!- ¡Degenerado! -¡Si fueras un bollycao me comería hasta el cromo!- ¡Pero que diablos les pasa aquí! -¡Lastima que no sea bizco para verte dos veces, so guapo!- Anda mira este que gracioso -¡Con ese culo te invito a cagar en mi casa!- Será gilipollas -¡Dime cómo te llamas y te pido para los Reyes!- Mira, ese me lo apunto -¡Guapo! ¡Seguro que los que se hacen pajas pensando en ti, mueren de sobredosis!- Vale, se acabó, el próximo le reviento los morros -¡Cada vez que te veo se me pone de venas como el cuello un cantaor!- Me miró el guarda y me dio a entender que los dejara estar, entendí que a el cada día se encontraba lo mismo -¡Miedo te tenía que dar, si supieras donde me cuelgo la toalla y el albornoz cada vez que pienso en tu cuerpo!- En mi frente, las venas se marcaban más que a estos en el pantalón...- ¡Estás tan bueno que te comía hasta con la ropa puesta, aunque pasara un mes cagando trapos!- Caminando, al final del pasillo había uno en silencio, mirándome, me fije en el por que era el único que no estaba montando follón pero no me detuve, parecía el único decente en toda la prisión, hasta que se pronunció -¡Bueno, que! ¿Digo alguna tontería o me la chupas aquí mismo?- ¡Ahhhhhhhhh! ¡¡Para matarlos a todos!! -Es esta la celda...- Miré sus barrotes, su ventana, su cama, me tomé la libertad de hurgar en sus cosas, no había nada reseñable -Bien, empecemos el camino hacia la ventana, dime por donde es el camino más rápido y si hay alguna patrulla de tus compañeros, para contar si se retrasaría o tenía vía libre... - de fondo aún se escuchaban cosas como... -¡Guapo! Tienes una mirada tan dulce.. ¡Que te comía to el badajo!- Me giré -¡Degenerados! ¡Estáis fatal!- Pero no sirvió, todos seguían lanzando piropos cuanto menos más guarros que bañarse en mierda...

- Con tan pocos guardias dudo que vigilen todo el recorrido. -Pensativa, te acercaste a una de las ventanas enrejadas. Podías ver los andamios en el exterior, y por instinto empujaste los barrotes. No se movían-. Tal vez se tomase su tiempo mientras esperaba el cambio más conveniente, o tenía un cómplice fuera. Si la droga entra tiene que salir, así que o bien hacen la vista gorda a la salida o se hace algún que otro cambio extra a mitad del turno para propiciar una salida.

Como el agua en ebullición, podías escuchar cómo el supervisor empezaba a molestarse. No querían que nadie entrase en la prisión porque eran plenamente conscientes de sus negligencias, algunas impuestas por falta de medios pero la mayoría de ellas claramente fruto de la pereza u otros intereses que tampoco te importaban realmente. Si bien te habías hecho cazadora en una cruzada por acabar con el mal, el dinero fácil y la total libertad eran atractivos que los dos sabíamos te importaban mucho más. En la medida en que una de esas dos cosas pudiese verse comprometida, simplemente, no te importaba. Y arreglar semejante desaguisado requería de ambas.

Momo se marchó primero. Reclamaron su espada como medida de seguridad, aunque tenías serias dudas al respecto de su utilidad. Los guardias debían entrar ahí armados si tanta gente peligrosa se aglomeraba ahí, por lo que un arma más o menos no debía suponer una diferencia significativa. De robarla, claro; no tenerla sí entrañaba un importante riesgo.

- Tú tampoco puedes llevar armas -dijo el jefazo.

- Tranquilo, solo voy con mis armas de mujer.

Con los años de no saber mentir habías aprendido a maquillar la verdad con múltiples capas de otras realidades, creando perspectivas caleidoscópicas que si bien en última instancia la deconstruían no eran, ni de lejos, tan difíciles de mantener como una mentira. ¿Decías la verdad? En parte. ¿Se engañaban a sí mismos? Obviamente.

- En fin... La salida no está marcada con carteles, pero desde el recibidor de la entrada puedes llegar fácilmente. Es el pasillo en forma de U.

Asentiste y te marchaste. Por un momento sentiste la tentación de llevarte la espada de Momo, pero no te habrían dejado acercarte a los pabellones con ella. En su lugar te despediste de él con la mano y volviste sobre tus pasos hasta lo que el supervisor llamaba recibidor, que era poco más que una estancia intercambiador con tres grandes pasillos, dos de ellos con puerta de seguridad. El tercero debía ser el que te habían señalado, por lo que entraste en él mientras reflexionabas acerca de lo mala indicación que era la forma U. No tenías manera de distinguirlo a simple vista y solo cuando llegaras a la primera esquina podrías juzgar si realmente estabas acertando. Por suerte no tenía ramificaciones secundarias -si bien había no pocas puertas-, creando una suerte de doble codo que rodeaba toda el área de prisioneros.

Llegaste a un nuevo intercambiador, esa vez más pequeño y descuidado, y la perspectiva fue similar. Sin embargo, ahí había un guardia de turno que, casi por instinto, te apuntó con su rifle.

- ¡Alto! -ordenó-. Esta zona es restringida.

Te fijaste bien en él. Armadura acolchada a prueba de golpes, quizá también de balas, y armamento militar. No debía estar ahí siempre, por no decir casi nunca, y en esos momentos debía estar asegurándose de que nadie utilizase el recibidor. Por si acaso, tú levantaste las manos.

- Tengo permiso de Josef -explicaste-. Soy cazarrecompensas y estoy investigando la desaparición de...

Te ordenó callar con una mano y, sin dejar de apuntarte, desenganchó un den den mushi de su chaqueta. Tras una breve conversación en la que el supervisor te llamaba niñata repelente -ya hablarías con él más tarde- el agente bajó el arma.

- Puedes pasar. Pero cuidado con lo que tocas, las vallas son eléctricas.

Al pasar Alice por los pasillos tampoco se libró de ser objeto de deseo... La mirada de todos los presos supuraba lujuria, claramente hacía tiempo que muchos no veían una belleza sin igual. Lo extraño es, que ninguno pronunció palabra, todos se relamían y se frotaban las manos, pero ni un solo comentario hacia la muchacha... El guía de la prisión que se me asigno me llevó hasta la ventana por donde salían las cosas, Alice no estaba ahí, por lo que por un momento dudé de si el guarda le había dejado pasar, quizás estábamos en una de esas tramas donde nos encerraban y teníamos dificultades para demostrar que no debíamos estar en la prisión, por unos instantes me vino a la mente la escena de yo golpeando con un baso de metal las barras y teniendo dificultades en las duchas para salir con dignidad de ellas, pero sabía que por mucho que intentasen encerrarme no lo conseguirían.
Cuando llegamos al ventanal repasé que no se pudiera abrir de ninguna forma, la cual estaba fuertemente collada, miré si había alguna forma de desatornillarla, no encontré como escapar fácilmente de ahí. Miré al guardia y le pedí que me llevara con Alice, para decirle que el tiempo era muy justo para llegar desde su celda a la ventana, posible pero dudaba que lo hubiese conseguido sin alertar a ningún guardia ni montar un follón en el pabellón, también quedaba la duda de si tenía ayuda y la salida ya estaba abierta, suposiciones que no podía comprobar...

Cuando salí de la zona para adentrarme en el pasillo donde se suponía que estaba Alice, me encontré con una situación un tanto incomoda... Había un preso liberando a los demás, ya eran cinco libres en el pasillo, uno de ellos tenía las llaves, había un guardia en el suelo con una herida bastante fea en la cabeza dejando un rastro preocupante de sangre... El guía que tenía sacó una porra, los presos no estaban armados... -¿Podríais volver a vuestras celdas?- Comenté con una sonrisa, por las risas que se marcaron no parecían tener la intención de resolver el problema pacíficamente... Sacaron de entre sus ropas punzones creados con cepillos de dientes, huesos de pollo y hasta con un tornillo de los bancos del patio exterior...

Por otro lado, en la conversación entre Alice y el guarda también se vio interrumpida, habían cuatro presos que habían sido liberado por otro sujeto... en total habían cuatro conmigo más el que está abriendo jaulas, con Alice había el mismo número y otro más liberando presos, pero con una pequeña diferencia, estos se estaban quitando la ropa...

Bajo tu propio riesgo y responsabilidad:

No entendías del todo por qué la prisión tenía la segunda entrada. Era fácil darse cuenta, eso sí, de que pretendían ampliar módulos hacia las barriadas, y eso implicaba que el frontal debía estar en el lado más lejano -o al menos entendías que podía seguir esa lógica-, pero que estuviesen interconectados y aquella zona sin sellar implicaba una brecha de seguridad. No solamente significaba que había dos posibles rutas de escape, también que un motín podría volverse impredecible. Además, ¿cómo pretendían gobernar una prisión sin más trabajadores? Ni siquiera podían hacerse cargo del todo del edificio con los que eran, y si pretendían contratar más, ¿iba a mantener la proporción tan desbalanceada?

En cualquier caso decidiste cruzar la puerta y salir al exterior sin cuestionarlo demasiado. No llegaste a hacerlo, claro. De golpe se abrieron dos pasillos diferentes de los que salieron en total cinco personas: Cuatro de ellos eran claramente presos y su uniforme los delataba, pero el quinto no vestía el mismo mono azul marino que los demás sino prendas sueltas que ni siquiera encajaban entre ellas. La camiseta era enorme, los pantalones estaban descoloridos, podías ver unos calcetines desparejados y unas sandalias que dudabas pudiesen conseguirse en los pasillos. Podía ser un preso, sí, pero tendría que haber llegado hasta la lavandería y cogido ropa de los guardias. Aunque eso, en realidad y teniendo en cuenta que buscabais a un fugitivo... Casi facilitaba las cosas. Sin embargo, en vez de reaccionar, te quedaste paralizada.

Sonrisas perversas a medida que se iban desnudando con miradas aviesas clavadas en ti. Con las primeras palabras comenzaste a escuchar un pitido intenso, vibrante, casi doloroso. Te ardió el brazo derecho de pronto recordando aquel día, y tu primer impulso por un momento fue cubrirte el escote con tu puño, aferrándote el antebrazo con la mano libre hasta clavarte las uñas.

Temblabas. Podías notar cómo tus nudillos amenazaban con martillear sobre tu pecho. También te sentías sucia, casi asqueada. Los labios del guardia se movieron. o escuchaste lo que dijo, pero te moviste por instinto asestándole una bofetada con fuerza nada más recuperaste el control de ti misma.

Agitaste la mano, ligeramente dolorida. No había sonado el crac, pero el golpe había bastado para que se formase una sonrisa antinatural en tus labios. Maldijiste en silencio cerrando los ojos, pero volviste a abrirlos de golpe casi en el acto. Aún sonreías, pero te llevaste ambas manos al muslo derecho y sacaste cuatro cuchillos, dos en cada mano. Los que tomaste en la izquierda, más precisa, los lanzaste casi en el acto. Se clavaron en el cuello de dos hombres, que horrorizados se llevaron las manos al arma sin saber qué hacer. Cayeron al suelo mientras tú agarrabas los restantes uno con cada mano, evitando pensar en los espasmos que comenzaba a producirles el respirar su propia sangre, y te lanzaste a por el tercero.

Ese fue el que tuvo más suerte, quizá. Los cuchillos no eran particularmente largos pero tú sí muy hábil, por lo que su cabeza se separó con suavidad del cuello en un instante mientras tú te lanzabas a por el cuarto, al cual derribaste y comenzaste a apuñalar en los brazos.

- ¡Así que si pesa más que un pollo te lo follas! -gritaste, ignorando sus chillidos-. ¡¿Notas lo crecido que está el césped?! ¡¿Lo notas?!

Te sentaste con violencia sobre él, dejado caer tu cadera sobre su estómago mientras clavabas uno de los cuchillos en su pecho, haciendo que le atravesase el pulmón. Por un momento dejaste de escuchar los pitidos, pero seguiste ensañándote con él hasta que de golpe una fuerza ajena te separó. Por instinto echaste el codo hacia atrás con violencia, impactando en la mandíbula del guardia que acababas de abofetear.

- Tranquila, tranquila -dijo-. ¡Tranquila! -Tenías el cuchillo en alto, lista para ensartarlo-. ¿Se puede saber qué haces?

Respirabas con dificultad, pesadamente. Tus ojos estaban inyectados en sangre. Pero él estaba vestido. No iba a hacerte nada, al menos por el momento.

- ¿Se puede saber qué haces? -repitió-. ¡Acabas de matar a cuatro personas!

- Cuatro... Violadores -dijiste, dándote la vuelta-. Y tú... -Apuntaste con el arma al quinto-. Tú vas a decirme qué está pasando aquí o vas a soñar con ser alguno de ellos cuando termine contigo.

Diste un paso hacia delante. Estabas segura de que el guardia quería frenarte, pero hizo bien en no atreverse. El hombre de la camiseta grande dio un paso atrás, levantando las manos con una sonrisa dantesca.

Cogí aire, respiré, me concentré, había cuatro personas delante que iban a impedir de cualquier forma que frenase en seco al que estaba liberando a sus compañeros. Entendía su forma de pensar, ellos cuatro, nosotros dos, ellos tenían armas que podían matarnos, nosotros teníamos la porra del guardia... Todo pintaba mal... Pero este mundo no era justo en muchos sentidos. Aplaudí una vez, dejando las manos una junto a la otra, como si estuviera rezando, pero al separarlas, una barra color marrón apareció entre ellas, había generado cual truco de magia una barra con las dimensiones de mi arma, el mango al cual estaba acostumbrado tenía una proporción bastante larga, pero era a lo que estaba acostumbrado, no iba a cambiar los centímetros a los cuales estaba adaptado al milímetro mi agarre... Los cuatro se quedaron bastante confusos, no sabían si era un truco de magia barato o algo a lo que temer... -Seguro que es una vara flexible de esas plegables... Como mucho picará, pero no será lo bastante dura como para tumbarnos... ¿A quien pretendes engañar?- Se abalanzó cual perro a por una pelota la cual has lanzado para que juegue, vino hacía mi con toda la intención de apuñalarme con ese hueso de pollo, simplemente agarré la vara de chocolate como si fuera una espada, pasé en un movimiento circular por mi espalda, me posicioné y cuando lo tuve a rango, golpeé de forma lateral de derecha a izquierda la cabeza del hombre... ¿Creéis que se rompió el chocolate? El sonido que se produjo fue... ¿Sabéis el ruido que hace cuando chocas contra una farola? Es un eco metálico bastante característico, pues sonó igual... El hombre cayó redondo al suelo dormido... Bueno, noqueado pero detalles...

Los otros tres se quedaron mirando entre ellos con cara sorprendida pero fue unos segundos, rápidamente se abalanzaron contra mi a la vez. Al primero le lancé una estocada al estomago, cuando se "dobló" un poco por el golpe aproveché a levantar el "arma" y le solté un golpe descendente en toda la espalda. El tercero aprovechó y se deslizo a mi espalda, claramente lo dejé, permití yo esa apertura (No lo vi, la verdad) se agarró a mi espalda para dejar al cuarto que me dé de leches, de otra forma me hubiese preocupado pero actualmente... El cuarto se acercó y soltó una serie de puñaladas a mi estomago que hubieran matado a cualquier humano normal y corriente, pero notó que algo iba mal cuando en la ultima acción de apuñalar no pudo sacar el brazo de mi estomago... Me había convertido en chocolate, me expandí y endurecí dejando un bloque de chocolate con dos personas dentro, junto a otros dos fuera de combate solo me quedaba el que iba a liberar a los demás... Quien me miró con cara de pavor al ver como había reducido a sus compañeros... -Si abres la celda, será para meterte a ti dentro...- El hombre gritó a la desesperada intentando colocar la llave en la cerradura...

Cinco minutos después estaban los cinco entre rejas...

Fui a paso rápido hacia donde me dijeron buscando a Alice, pero cuando llegué la escena fue algo más impactante... Habían cadáveres, Alice con sus cuchillos ensangrentada pero no parecía que todo ese liquido carmesí viniera de ella, la escena describía claramente psicosis mezclada con carry, hasta a mi se me erizaron el bello... -Alice... Deja el cuchillo...- Comenté alzando las manos para intentar calmarla mientras me acercaba poco a poco, ahora entendía el dinero de su ficha de cazadora, la muchacha era como la luna, hermosa y brillante por un lado... Oscura y tenebrosa por otra... -Alice... los otros fugados están entre rejas, deja que me ocupe de este y que sufra encerrado el resto de su vida, no lo mates, para ellos la muerte es simple liberación...- Matar no era mi punto fuerte, no había matado a nadie, ni a una mosca... Bueno, algún que otro insecto... Pero no viene al caso, no toleraba quitar vidas.. Lo importante ahora era calmar a Alice... -¡Alice, calmate!- Grité autoritario y con decisión... ¿Sería acertado esa actitud? Si no, la frenaría yo mismo...

- Tranquila, tranquila -dijo el delincuente, tratando de apaciguar los ánimos-. El viejo Gilbert solo intentaba ayudar a unos amigos. Amigos que tú has matado.

Diste otro paso adelante y la sonrisa se esfumó de su rostro a medida que se acrecentaba, involuntariamente, en el tuyo. Era cierto, habías reaccionado de manera quizá demasiado visceral, pero en medio de u motín y con tu propia vida en riesgo, acorralada por seis tipejos despreciables... No ibas a dudar. No de nuevo.

- Amigos criminales -sentenciaste-. Amigos desnudos. Amigos violadores. Amigos que pretendían matarme.

De no haber sido porque el guardia te aferró el hombro te habrías abalanzado sobre él en el momento, pensando en todas las formas posibles de sacarle la verdad. ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué ayudaba a otros a fugarse? ¿Quién era? Cada pregunta acompañada de una herida, un corte lo suficientemente profundo, quizá un dedo o dos menos para que recordase siempre por qué mentir era una mala opción... Pero en su lugar cruzaste miradas con el hombre a tu espalda, ordenándole silenciosamente que te soltara. Sin embargo, a pesar de lo que acababa de presenciar se mantuvo firme.

- Suéltame -ordenaste-. No quiero hacerte daño a ti también.

Negó con la cabeza. Tú suspiraste. Si te liberabas -que podías- te aferraría con más fuerte, y neutralizarlo implicaba hacerle un daño que, pese a ser un depravado, quizá no mereciese. Por lo menos, mientras todavía estuviese de tu parte. La sonrisa volvió a hacerse patente en la cara del quinto hombre justo antes de que unos pasos veloces se hiciesen cada vez más claros en el pasillo. Momo no tardó en aparecer por él, quedándose catatónico por un instante al ver la escena, pero sobreponiéndose y acercándose manos en alto mientras trataba de tranquilizarte.

Negaste con la cabeza a sus palabras, señalando al suelo con uno de los cuchillos. Una gota de sangre salió volando hasta caer en uno de los uniformes, vacíos, que yacían cerca de sus dueños. Sin ninguna marca ni ningún roto, tan solo la sangre que el tejido había ido absorbiendo.

- Pregúntale por qué están desnudos sus compañeros -dijiste, casi con un hilo de voz-. ¡Pregúntaselo!

Quizá el grito sonó más roto de lo que debía, como si fuese un aullido de dolor. El tipejo seguía sonriendo, como si disfrutase de la situación y confiase por completo en que no ibas a hacerle nada mientras ellos dos estuviesen ahí; como si la prisionera fueses tú y no él. Sobre todo, cuando Momo te gritó casi en el oído.

- No pensaba matarlo -confesaste-. Es el responsable de todo esto: De las fugas, del guardia desaparecido... Ni siquiera es un preso. Míralo, ¿se parece a alguno? No parece particularmente desnutrido, ni tiene cicatrices ni viste el uniforme. Él solo se encarga de sacar gente, bien porque le pagan, bien porque... -Te quedaste callada de golpe. Era una locura que con tan poca antelación lo estuviesen haciendo, pero quizá... Quizá eso formaba parte del plan-. Esta noche se celebra la mascarada en el palacio. La mayor parte de la gendarmería se concentra en los alrededores y desatienden el puerto. -Miraste a Momo-. La fuga es solo una pequeña parte; la invasión va a ser la traca final.

Fue apenas imperceptible, pero el hombre frunció levemente el ceño.

- O lo interrogo yo y sale de aquí sin dedos o me decís dónde hay una ducha -dijiste finalmente-. No sé si lo notáis, pero no soy pelirroja natural.

¿Era sufrimiento? El grito que dio no me daba otra sensación que dolor y angustia, pero Alice supo sobreponerse, pensé que se le iba a ir la cabeza y empezaría a apuñalar hasta las sombras de los cadáveres, pero era más inteligente y tenía más autocontrol que muchos de los que conocí -Son presos desnudos y muertos, ya no pagarán por sus  pecados, ya no se atrofiarán por sus malas decisiones, les has salvado de toda esa tortura, a este no le des esa clemencia...- Comenté refiriéndome al único que quedaba en pie.
Alice confesó que no tenía intención de matarlo, la verdad que dudaba un poco, dejarlo medio muerto era casi matarlo, pero no entraría en ese debate, Alice ya no me producía tanta ternura, ahora infundía algo de miedo. Pero eso no quitaba que tuviera razón, no era igual que los otros, no tenía el aspecto de un recluso. Una vez más Alice me sorprendió, descifrando el plan que tenían para cierta fiesta en palaci -Bingo- Comenté al ver la reacción del susodicho... Las ultimas palabras de mi compañera fueron el detonante para que el sospechoso se diese a la fuga, pero una gran mano de chocolate lo estampó contra el suelo solidificando y reteniendo al enemigo en una tableta de chocolate...

Spoiler:

-Permitirnos que mi compañera se duche, encerrar a este a la espera de juicio y mantener a todos los presos dentro de sus celdas, hoy no hay patio ni comida, si han planeado una fuga el motín no estaba pensado para hacerse una fortificación en la prisión, si no, para salir fuera por lo que hay una ruta de escape asegurada, puede que dos... Si tienen hambre esta noche que se coman el colchón, también avisad a vuestro jefe, aquí está pasando algo más grave...- Comuniqué, luego desvié la mirada a Alice -Me disculpo por el grito, estaba fuera de lugar- Comenté con una pequeña reverencia con la cabeza, luego observé a los muertos -No soy de matar, no me gusta que se pierdan vidas, pero no lloraré sus muertes, intentaron algo que merece un buen castigo- También lo intentaron conmigo y acabaron casi ahogados en mis fluidos... Chocolatosos, entendía la reacción y no juzgaba en absoluto a Alice, tampoco era quien para dar clases de moral...

Moviendo las manos cual mago, de la nada apareció otra tableta de chocolate, esta vez en forma de daga la cual dí a Alice para que se la comiera tranquila, una forma de disculparme nuevamente... Me acerqué al guardia que detuvo a Alice -Yo que tú, no volvería a jugarme el pescuezo de esa forma- Comenté, no es que tuviera algo en contra, pero estaba seguro que si la rubia hubiera querido, este ahora estaría drenando sangre por el desagüe... -Hay que ponerse en marcha, llamar a los superiores, aseguraos que todo el mundo está encerrado, dadme mi arma, vamos a aguarles el plan a estos desgraciados... También hay que interrogar a este, antes de que lo haga Alice...- Di ordenes como si toda mi vida me hubiera dedicado a ello, dejando una imponente presencia, vinieron dos guardas más y también recibieron dichas ordenes las cuales sin chistar acataron, tenía un porte que me recordaba a mi padre, marine autoritario, era un... -¡ME CAGO EN LA FRUTA!- ¡Ostias! eso me pasa por andar sin mirar el suelo -¡¿Eso que acabo de chutar era una cabeza?!- Ostias que repelus, que asco, que fatiga -¡Dios que alguien limpie este desastre! Creo que me he mareado... - La impresión de chutar una cabeza humana había podido conmigo... -Oggg ¿Donde esta el baño?- Si poto en directo mi poderosa presencia se vería manchada...

- Sí, lo estaba -casi susurrabas con voz queda. Apenas sí reaccionaste cuando extendió su brazo de chocolate, pero no podías decir que te sorprendiese del todo-. Cuando eres pequeña, frágil... Yo. -Te encogiste de hombros. Solo nosotros éramos tú-. Cualquier amenaza puede ser la última; cualquier pelea puede significar el horror. Y ellos... Ellos...

No necesitabas justificarte. Querías hacerlo; te habían asaltado cuatro presidiarios desnudos tras amenazar con violarte. Quizá te habías excedido, sí, pero no habrías actuado de la misma forma si hubiesen estado vestidos. Te habría podido la adrenalina, quizá hasta les hubieses dado una mínima ventaja por hacerlo interesante. Movimientos innecesariamente teatrales, un baile derviche entre ellos mientras evitabas sus golpes o qué sé yo, lo que fuera. La emoción era agradable, claro que sí, pero también te cegaba el instinto de supervivencia desde lo de Lewis. ¿Cómo si no podías protegerte? No era una excusa muy lograda, claro que no, pero hasta para ti era sencillo darte cuenta de que el trauma del secuestro seguía vivo. Tal vez solo latente, pero esperando para erupcionar. No era tan fácil superarlo; eso sí lo sabías.

- No matar es un lujo que no todo el mundo puede permitirse -concluiste, con voz antinaturalmente firme mientras la visión de la sangre a tus pies empezaba a marearte un poco. Podías simplemente evitar mirarla cuando era poca, o incluso aguantarla, pero aquello era demasiado-. ¿Las duchas, por favor?

Tu tono fue algo inquisitivo, pero te informaron bien. Caminaste en solitario por el pasillo dejando huellas amarronadas por la moqueta, goteando tu blusa y tu melena sobre el suelo y manchando las paredes blancas cuando instintivamente te daba por rozarlas. Te habían dado una llave de latón que debía abrir los vestuarios de las funcionarias, que si bien no era privado había muy poca gente con acceso a él -no quisiste cuestionar por qué un guardia varón la llevaba encima-, y buscabas casi a tientas entre los laberínticos corredores el lugar. Al menos, hasta que lo encontraste.

Desnudarte fue... Raro. La ropa estaba apelmazada y pegajosa, haciendo un ruido de pompa al explotar cuando separaste la cintura de tu short de tu vientre. Estabas calada casi hasta los huesos, reprimiendo una arcada al revivir la imagen mientras te deshacías de la camiseta, y tus zapatitos blancos eran rojos. También tus dedos.

Te sentaste a un banco, temblando ligeramente. No dudabas, nunca, pero sí solía pasarte factura el estrés. Abrazaste tu cuerpo buscando mis manos contra tu espalda, pero solo hallaste el frío pegajoso de la sangre seca, encontrando mi mirada en un espejo que te contemplaba entre la ternura y la lástima. No te gustaba que te mirase así; no te gustaba que nadie te mirase así. Por eso te metiste en la ducha.

Cuando saliste había una toalla pero no ropa limpia. Quizá debiste haberla pedido, pero siempre ibas preparada para la situación. Al menos, en cierta medida. Tu bolso era de cuero, por lo que limpiarlo era fácil, y en su interior guardabas un par de mudas y un vestido, no tanto porque creyeses que las necesitabas sino porque te conocías. Si hubieses tenido que hacer noche en cualquier lugar no ibas a vestirte dos días seguidos con lo mismo. No era higiénico ni, más importante, decoroso.

Saliste del baño con un vestido de punto color tostado, ceñido pero de cuello alto y sin vuelo, separado en dos aparentes piezas por un cinturón de cuero color chocolate. Era como llevar un jersey muy largo, que si bien no era ideal para el clima era cómodo. Respecto al calzado, si bien te planteaste coger mis botas, al final optaste por limpiar los zapatitos de Eli y aceptar que, si bien no eran la solución más estilosa, era digna... Aunque cambiaste de opinión en el último momento, ya que te combinaban mejor las botas. En fin, que con diez centímetros más de altura que solo tus flamantes botas podían justificar te dirigiste a la entrada principal, esperando cruzarte con Momo cuando volviese de vomitar.

Nada más salir de las duchas, estaba yo, esperando pacientemente a Alice, quien no parecía estar en su mejor momento, o eso imaginé después de lo vivido, no pasaba nada, ¡Yo estaba ahí! -Alice- Llamé su atención levantando la mano como quien saluda a su compañero cuando sale de casa camino al colegio -No suelo saber que decir en los momentos oportunos, suelo ser más el que mete la pata, pero solo te diré una cosa- Me acerqué a ella y si no me lo impedía me pondría de frente con mis manos en sus hombros -¡Yo te protegeré de ti misma!- Frase extraña por donde la mires pero dicha con una razón, por lo que vi, escuché y noté, el peor enemigo de Alice era ella misma, esa manera de actuar en la situación me daba a suponer que tenía sus fantasmas del pasado revoloteando, solo podía pensar que era una superviviente -¡Me esforzaré para que, de aquí en adelante no tengas que hacer nada, daré lo mejor de mí!- No me gustaba usar mis poderes para facilitar las cosas, pero evitaría que volviera a estar cubierta de sangre. Tenía razón, elegir no matar no estaba al alcance de muchos... Es más, diría que no estaba al alcance de nadie, todos en la situación adecuada con las motivaciones adecuadas acabarían sesgando almas, pero por suerte yo no he tomado esa decisión y evitaría tomarla así como que Alice, tenga que matar delante mío, me lo había tomado a lo personal y era un reto que no iba a abandonar fácilmente-

Solté a Alice (Si es que llegué a cogerla) -Permite que intente llevarte a mi mundo de ilusiones y sueños infantiles- Nada de ambiente oscuro, tétrico ni deprimente, ¡Alegría cojines! La vida ya era amarga de por sí -¡Vamos a terminar de ser las estrellas del momento! Solos tú y yo aremos acto de presencia, a lo grande y aguaremos los planes a estos desechos humanos- Sí, animar se me daba de pena, pero lo que cuenta es la intención ¿No? -¿Vendrás conmigo?- Le invité nuevamente a terminar la misión que empezamos juntos, sin ella no sería la misma aventura -A cada paso que damos escribimos nuestro futuro, hagamos que nuestro futuro sea épico y brillante, demostremos a esos quienes están por encima de todos...- Quizás me había pasado ahí... -Por cierto, ¡vas muy guapa!- Comenté antes de salir corriendo a por mi espada -¡Vamos!- Sí, era igual que un entrenador pokemon que acababa de recibir su primer pokemon a la busqueda de nuevos amigos... (Evitando lo de esclavizar a la fuerza)

Debiste haberlo supuesto. No había bañera, pero aun así te habías tomado tu tiempo, no tanto ya por limpiarte de sangre sino por dejar el agua caliente fluir y llevarse los malos pensamientos con ella. No había funcionado, pero había dado tiempo suficiente a Momo para estar esperándote a la puerta del vestuario. Llamó tu atención saludándote con la mano y, tras un momento inicial en el que reconoció que su mayor habilidad era meter la pata, metió la pata: Te agarró de los hombros por sorpresa.

Actuaste rápido. También te detuviste deprisa. Por puro instinto te habías llevado la mano hasta el muslo, agarrando uno de los cuchillos casi al instante. Te costó reaccionar para no clavárselo en el carrillo, pero -a pesar de que el corazón te latió de golpe a mil por hora- escuchaste sus palabras. Suspiraste.

- No necesito que nadie me salve -repusiste, recobrando la compostura. Con un clic el cuchillo volvió a su sitio y agarraste los antebrazos del chiquillo, apartándolos. Eso te tranquilizó un poco-. Mucho menos que lo hagan todo por mí.

El paternalismo de la gente solía irritarte. Sabías que, al menos en ese caso, no era malintencionado, pero esa superioridad condescendiente, ese extraño moralismo... La gente vivía y moría cada día, en sus guerras y en las de otros. Los delincuentes libraban su propia batalla, conscientes de que el crimen implicaba riesgos. Tú sabías que esos riesgos existían, también, y que más pronto que tarde podías correr la misma suerte que tus presas; no era como si te diese igual matar o no -de hecho, preferías no hacerlo-, ¿pero qué si lo hacías? A veces no quedaba más remedio, y pasar página cuanto antes era la única forma de sobrevivir a ti misma.

Mientras Momo seguía hablando tú no podías evitar pensar en Surya. Él también era inocente, pero aunque no le gustase hacía lo que debía para sobrevivir, y también para sacar del mar a los criminales. Siempre parecía escandalizado cuando veía el primer reguero de sangre, y siempre acababa derramando más que tú... Cuando era inevitable, claro. El ángel sabía muy bien que el mundo estaba lleno de gente mala, gente a la que detener era más importante que cobrar. También sabría que si la primera reacción de cuatro presos al ver a una chica y un hombre armado era desnudarse... No merecían seguir respirando.

- Momo... -Te mordiste el labio, nerviosa-. Siento decirte yo esto, pero el mundo no funciona así. Estás...

Y ya se había marchado. Corriendo. Mucho más despacio lo seguiste caminando deprisa, sonriendo al darte cuenta de que efectivamente el diseño de las botas era bueno. No nos hacía ser más rápidos, pero desde luego aliviar el dolor de algo tan inevitable como caminar era simplemente magnífico. Las rodillas seguían soportando tu peso, que afortunadamente no era mucho, pero la carga resultaba mucho más liviana. Cuando llegaste junto a él Josef estaba a su lado, sujetando con una mano la vaina de una espada y sosteniendo en la otra los dos cuchillos que te habían quedado en el cuello de esos tipos.

- Tienes mucha suerte -te dijo con un tono frío-. Si no fuese por tu...

- Porque son criminales -cortaste, tajante-. Por cómo reaccionaron ante tu guardia, peligrosos. Guardia con armamento de asalto, por cierto. Si no lo hubiese hecho yo ya lo habías ordenado tú. -Diste un paso hacia delante sin quitarle un ojo de encima. Quizá era imposible tomar en serio tu carita de bebé siempre sonriente, pero el saber qué habías hecho bastaba para que retirase la mirada. Tú cogiste tus cuchillos, molesta-. ¿Qué te enfada, Josef? ¿Que no haya esperado a que matasen a tu hombre o no tener el control absoluto de la situación?

- Largo de mi prisión, mocosa -espetó-. Y tú también, payaso. -Tiró de mala manera la espada contra Momo-. Más os vale que no vuelva a veros asomar por aquí.

- Ya lo creo que no.

Enfadada, te fuiste de ahí. Aún no sabías cómo ibas a descubrir qué estaba pasando, pero había una brecha de seguridad tanto en la prisión como en el reino. Solo necesitabas averiguar qué podía querer ese día quienquiera que fuese a asaltar la isla y sabrías qué hacer.

Mi mirada, se centró en el guarda, poca gente me sacaba de mis casillas pero al lanzar de esa forma, con ese desprecio mi arma... Tubo suerte de mi personalidad dulce y maleable, pero no se trata de tan malas formas así el alma de alguien, claramente no decía que tenía más ofensa lo que hizo con mi espada que lo que hizo esos cuatro desgraciados con Alice, pero tampoco me gustó... Mi espada no era un objeto el cual despreciar.. Las ganas de partirle la cara fueron casi instantaneas pero tenía más autocontrol que Alice, eso seguro... ¿O quizás era más cortado que ella? ¿Más cobarde? Sería como sería y tendría la apariencia que tenía pero "cobarde" no es algo que se le pueda decir a esta pequeña -Que tenga un buen final de día, siento haber sido una molestia- Comenté con una sonrisa y salí de la habitación, del camino de donde estaba Josef a la puerta de salida, metí chocolate endurecido en todas las cerraduras que me encontré, sí, una chiquillada, pero estarían bastante rato entretenidos, se acordaría de mí en cuanto intente salir de esa habitación... -¡Espérame Alice!- Grité contento y persiguiendo a la rubia

Acomodé mi espada a la cintura pensando cual sería mi siguiente movimiento -En la posada donde he dejado el huevo hay un restaurante, lo lleva la mujer del dueño, dan un té negro bastante amargo, está bueno, aún que prefiero el café con leche, también tienen un café estupendo... Y a mi me enamoró con ese biquini de queso con jamon calentito a la plancha, me derrito solo pensarlo ¿Te apetece?- Comenté invitando claramente a comer más por mí que por ella, pero disimulando -Ahí podemos hablar de como proceder para la fiesta de esta noche. Con el estomago vacío no llegaremos a ningún lado- Si pensamos en el mal estar del estomago no seríamos eficaces, además, quería despistar a Alice para que dejara de pensar en lo sucedido, lo cual no sabía si seguía haciendo pero quería que estuviera tranquila, a poder ser feliz... -También están mis dos compañeros, quizás nos puedan ayudar o facilitar la vida, uno es cocinero y el otro se le da bien pasar disimulado por los sitios- Los conocí en el naufragio pero la verdad que no nos habíamos separado desde entonces...

Empezaba a ser tarde, el día empezaba a "ensuciarse" un poco, no habían nubes que amenazaran tormenta pero tampoco íbamos a ver muchas estrellas esta noche, el sol ya estaba perdiendo su brillo amarillento a un atardecer cariñoso y un suave pero frío viento empezaba a notarse -¿Me puedes explicar en que consiste dicha fiesta?- Si, ignorante a más no poder, pero se me coge cariño al final...

Estabas molesta. Esperabas una reprimenda, obviamente, pero no que el supervisor utilizase tu nombre en ella. Mucho menos que pretendiese aludir a él para justificar que no fuese a arrestarte. En realidad lo que verdaderamente te repateaba era pensar que quizá solo había reaccionado a tu batería inicial de preguntas por miedo a las consecuencias que le podría acarrear y no porque realmente lo hubieses hecho bien. Siempre, siempre, este tipo de cosas te hacían dudar de ti misma.

Momo no tardó en aparecer a tu espalda. Corría. Normal, en realidad, él podía permitírselo; tú, por tu parte, apenas sí eras capaz de caminar deprisa. Debía tener hambre, porque según os acercabais a la salida propuso visitar el restaurante de la taberna en la que se hospedaba. Al parecer era comida tradicional elaborada por la propia dueña, lo que en realidad no terminaba de inspirarte demasiada confianza. No tenías claro cuánto podía pagar él por un alojamiento, pero si estaba en una taberna y no en un hotel ya empezaban mal. De hecho solo recordabas una taberna en la que hubieses comido a gusto. Ya no bien, simplemente a gusto.

- Supongo que si tienes hambre podemos ir -dijiste, encogiéndote de hombros-. Pero no podemos perder mucho tiempo. -Miraste el reloj-. Tengo que recoger un vestido antes de que cierre la sastrería y un compromiso por la noche.

Aún quedaban varias horas antes de poder recogerlo, pero no querías llegar tampoco muy tarde. Nunca estaba de más ser puntual con quien esperaba tu dinero; aumentaba la confianza y trabajaría mejor la vez siguiente.

Cuando salisteis acercaste la mano a la garita, negándote a saludar siquiera al hombre que había trasladado tu apellido, y seguiste a Momo a un ritmo suave, sin acelerar demasiado. El cielo se encapotaba lentamente y el chico parecía no tener ni idea de qué se estaba a punto de celebrar en el palacio. Por un lado era normal que no conociese los detalles si no lo habían invitado, claro, pero al mismo tiempo... ¿Dónde vivía, bajo una piedra?

- La mascarada de Lvneel es probablemente la fiesta más grande de la nobleza en el North Blue. Venimos de todas partes de los mares condes, marqueses y hasta... -Ups- Hasta duques. Se celebra en el palacio, y mientras estás en ella solo hay una norma: No te puedes quitar la máscara. ¿Quieres tener un duelo a muerte con alguien? Perfecto. ¿Comer hasta reventar? No hay ningún problema. Al parecer podrías desnudarte por completo y nadie diría nada mientras no te quites la máscara, aunque... -Casi-. No sé hasta qué punto creer esa clase de cosas, podrían ser rumores sin ningún fundamento. Lo importante es que debido a toda la gente que se reúne bajo los techos de palacio la mayor parte de la gendarmería protege sus jardines y se asegura de que nada pase. Sin embargo eso deja toda la isla sin protección durante al menos ocho horas. Si vinieses a recoger a tu compinche, ¿no lo harías cuando nadie va a verlo? -preguntaste-. Más aún, ya que has venido, ¿por qué no saqueas un poco? Esto podría enloquecer todavía más, porque si de alguna manera se fugasen de golpe todos los presos... ¿Qué crees que pasaría? -No esperaste respuesta-. Tienes dos frentes abiertos que pueden flanquear a la seguridad, un montón de lugares desprotegidos que robar... Esto va a ser un desastre.

Con una sonrisa me dirigí contento hacia la posada, estaba pensando en ese sandwichs con el queso desbordando por los laterales, con un poco quizás de aceite que te humedezca las yemas de los dedos, ese jamón dulce calentito y a saber que más lleva, ¿Que más da? lo hace irresistible, acompañado de una bebida con gas o quizás un café con leche, más leche que café, solo manchado por el liquido más oscuro. Sonriendo y disfrutando del camino junto a Alice fuí avanzando mientras claro, tomaba nota de lo que decía. -Si tienes que hacer cosas, puedo acompañarte, si no te molesta claro- Dije -He pensado más en estar bien que en lo que tenías que hacer, me pierdo en mis pensamientos pensando que es lo mejor para los dos y no tengo en cuenta lo que es mejor en sí para ti, otra vez pido perdón, como siga metiendo la pata, a este paso pareceré un topo...- Comenté imaginando mi cuerpo enterrado en la tierra dejando solo visible la coleta. Escuché atentamente lo de la fiesta, creo recordar que mi familia podría haber asistido a algo así, recuerdo unas mascaras en la zona de "ropas elegantes" de mis padres, tenían influencias por todos lados, no me extrañaría que también vinieran al lugar más famoso en esta época. -¿Que tienes pensado hacer para evitarlo?- Ni siquiera recordaba el dinero, ya había pasado a ser una "misión" en la cual si no recibía compensación económica me daba igual, esta chica me había dado lecciones que no se pagaban con dinero...

Si al final vamos a la taberna:

- No te preocupes -respondiste-. O solucionamos esto antes o voy a tener que hacer el recado igualmente. -En el peor de los casos, si todo se complicaba, tendrías que entrar al palacio para advertir a los invitados. Y no podías hacerlo vestida de cualquier manera.

Momo se había disculpado. En realidad agradecías que por una vez alguien se diese cuenta de que no podía hablar por ti sin más, pero tampoco terminaba de ser algo que te enfadase. Te entristecía un poco que fuese tan inocente, no solo porque a ti confiar demasiado te había pasado factura sino porque Surya también era así. O había sido. No tenías claro que los ángeles pudiesen morir, pero tampoco sabías si regresaban a la tierra conservando los rasgos que presentaban a su anterior protegido. Quizá nunca volviese a ser el ángel al que habías conocido; quizá nunca volvieses a verlo. Te recordaba a él, sí. Demasiado.

En cualquier caso, también estaba preocupado. Normal, al fin y al cabo; no sabíais a qué os enfrentabais, ni cuándo ni dónde. Quizá habría sido más inteligente dejarlos con vida o hacer que uno de ellos escapase para tener más pistas, pero no habías tenido la cabeza para pensar fríamente en ese momento y tampoco valía de nada llorar sobre la leche derramada. Había una serie de detalles que te hacían ver posibilidades pero, aunque nada claro, estabas haciéndote una composición de lugar.

- No tengo ni idea -reconociste-. Si el tipo de la prisión es el que los ayudaba a escapar, ¿para qué necesitaban al agente como-se-llame? Podría haber sido un sencillo secuestro, pero si aparece más adelante con alguna herida no letal sería un compinche. Al fin y al cabo, seguirían necesitando la información del interior para desarrollar todo esto: Calendarios y horas de guardia, recorridos óptimos, puntos ciegos... Eso si el verdadero infiltrado no sigue dentro y todo eso fue un montaje para inculpar a un guarda inocente, pero no creo que hayan sido tan retorcidos. -Habrías dicho "inteligentes", pero no todo el mundo compartía contigo la admiración intelectual por el crimen de guante blanco-. El caso, imagina que eres un delincuente. Vas traficando con huevos de rey marino, así que no debería resultarte complicado. -Era un intento de chiste-. Asumamos que tienes un plan, porque no lo sabemos, para asaltar una isla en su momento de mayor indefensión. Podrías hacerte cargo del palacio, pero entrarías en combate abierto y seguramente en ese caso a no ser que tengas muchos efectivos va a fallar. ¿Has visto el arma del guardia de prisión? Automática, armamento traído desde Grand Line, una de esas puede acabar con diez hombres en segundos, y seguramente haya varios en el palacio que las tengan. Otra opción es asaltar la costa aprovechando los disturbios que provoquen los presos, algo así como tener a un tonto útil. Diría que es mi favorita, pero una vez la gendarmería deba decidir qué hace seguramente no vaya a las barriadas sino hacia el puerto, y nos conduce a la situación anterior. Sin embargo... ¿Sabes dónde hay tantas joyas como en palacio?

te ibas a contestar a ti misma, pero un tipo extraño nos asaltó y Momo se fue corriendo con él. Apurada, caminaste a su vera pero muy pronto te dejó atrás, subiendo las escaleras como alma que lleva el diablo. Para cuando tú llegaste hasta el baño de la habitación que los tres muchachos compartían el huevo ya se había roto. De él no tardó en salir una enorme serpiente marina que comenzó a mordisquear al chico. Por un momento te asustaste hasta recordar lo que habías visto en la prisión. Igual que Ceniza, el pequeño rey marino era un glotón de cuidado.

- Parece que estés hecho de chocolate -contestaste-. También parece que ahora eres su mamá. Y creo que sí es lo que parece, o deberías estar tú más preocupado que yo.

Los tres nos quedamos algo catatónicos y con la boca abierta, al ver la rápida adaptación, comprensión y entendimiento que tenía Alice, volvíamos a lo mismo, aún que ya había comprobado que las apariencias engañan en este pequeño demonio, impactaba un poco comprobar que tenía "más calle" que nosotros tres juntos. Recuerdo la primera vez que vi a un usuario de akuma no mi usar su poder, Meneror aniquilando a Sivir, recuerdo como explotó en millones de granos de arena y se volvió a formar para agarrar del cuello a su pobre victima y convertirla en una momia en segundos, tardé meses en poder dormir sin tener una pesadilla con el cadáver de ese mafioso... En cambio, la muchacha del cabello dorado lo había captado al segundo, ¡Qué digo! ¡A la milésima! su capacidad de procesamiento en situaciones totalmente aleatorias, anormales y para nada típicas más que en cómics, me hacía sospechar que no era la primera vez que se encontraba con un usuario -Pue... Pues sí es lo que parece...- Tras cerrar costosamente la boca, nos calmamos los tres, pues la serpiente marina y la niña no estaban para nada alteradas, una dormía y la otra nos miraba cual madre mira a tres hermanos que acaban de hacer algo realmente estúpido.

Nuestros gritos parecieron alertar a la gente de alrededor, que pasaba por el pasillo echando el ojo dentro, menos mal que estábamos en el baño y nadie podía vernos, si no como explicábamos por qué se escuchaban gritos en un baño, habiendo tres hombres, una serpiente y una niña "pequeña" -¡Lo sabía, os voy a denunciar! ¡¡Tunantes!!- Gritó una mujer bastante entrada en edades que me era conocida de otros temas... Luego salió corriendo -Esto no se yo como lo vamos a explicar ¿Nos vamos de aquí?- Comenté antes de que apareciera la marina, los guardias o la policía del pueblo...

Bajé primero las escaleras, observando como una pareja de unos cuarenta y largos años me miraban escandalizados, supongo que era por el monstruo marino que me recorría el cuerpo -¿Que pasa? ¿¿No están casados?? Entonces sabéis reconocer a una suegra, ¿¿No??- Odiaba las miradas indiscretas -Tranquila Regaliz, no te preocupes, tú duerme tranquila- Mejor, si se despierta y empieza a morderme en medio de toda la gente, más de uno le daba un soponcio -¿Le has puesto nombre? No te encariñes...- Comentó Han, pero la verdad que le puse nombre desde que la vi en ese acuario de los traficantes...
Me senté en el comedor de la posada, pedí mi plato favorito, Han y Dul pidieron lo suyo -Alice, por favor, pide lo que gustes y coméntanos como quieres proceder ¿Nos dividimos? ¿Vamos directamente al castillo a avisar y luego a la costa? Déjanos escuchar tú plan, confía en estos dos, nos ayudarán- Comenté, con tono más centrado, para que viera que me lo tomo en serio.

La vieja:

- Me alegro -Contestaste, con expresión de suficiencia.

En realidad no tenías mucho más que decir. Mirabas con cierta ternura al bebé, sin dejar de pensar en todo lo que podía estar sucediendo alrededor de la prisión. Estabas segura de que los nobles más rezagados iban llegando ya, también de que algo en el plan debía implicar un motín antes del anochecer. Si causaban disturbios antes de que el sol cayese seguramente atraerían la atención de parte de la gendarmería, que se concentraría en esos lugares. Eso haría más plausible adentrarse en la ciudad, ¿pero y si todo estaba bien pensado? Si de alguna manera los piratas eran conscientes de que el motín había fracasado, sus planes cambiarían por completo y no podríais deducirlos. Eso, asumiendo que todo formase parte de un plan en el que los piratas estaban implicados. Si la liberación del primero era simplemente un ensayo sin nada que ver... Todo se complicaba demasiado.

Un grito te sacó de tus pensamientos. Una señora, la misma que antes acompañada de su marido acusó a Momo de pervertido -con razón, seguramente-, apareció por el pasillo chillando para alertar al muchacho de que iba a ser denunciado. No disimulaste una carcajada al escucharla, pero tampoco quisiste arriesgarte a que te metiesen en un lío en esos momentos, por lo que cuando propusieron salir de ahí aceptaste, sin tener muy claro adónde te llevarían ese trío de desquiciados, aunque tuvo fácil respuesta: El restaurante de la posada. No era un viaje largo, dudabas que os alejase de miradas indiscretas y tener una gran serpiente marina enrollada alrededor del cuerpo no parecía la mejor forma de pasar desapercibido. Tampoco soltando aquella clase de comentarios, aunque valió la pena con tal de ver la cara de la pareja que recibió el exabrupto.

Os sentasteis a la mesa y los tres pidieron rápidamente sin que tú supieses siquiera qué te apetecía o qué podrías llegar a tomar que no fuese a ser burdo o simplemente decepcionante. Te quedaste en silencio durante un rato pensando.

- La costilla a la cazuela con calabaza -musitaste-, ¿Está bien hecha?

Una mirada que si no era letal estuvo muy cerca de serlo te recorrió de principio a fin, aunque en muy poco tiempo recobró la compostura con una sonrisa dócil.

- Todo lo que hacemos es perfecto. La mejor comida tradicional.

Podías notar los matices de la ofensa en su voz, pero ambas elegisteis simplemente darlo por ignorado.

- Pues una de esas, por favor.

Mientras esperabais tenías que explicar un plan que no habías pensado. Aún no sabías nada y si de golpe no debíais cazar a un tipejo sino defender la ciudad de un ataque los niveles de complejidad aumentaban exponencialmente. Más cuando antes de que todo comenzase no teníais forma de saber cómo se desenvolvería.

- No hay plan. -Te encogiste de hombros-. Solo podemos esperar y ver qué pasa. Si yo fuese ellos asaltaría los barcos casi desprotegidos del puerto, que seguramente tengan riqueza de sobra, pero claro... Yo no soy quien manda. Podrían querer cualquier cosa, y mientras no la sepamos no podremos hacer nada. ¿A ti te dijo algo el otro tipo mientras yo me duchaba?

Con un poco de suerte él sí tendría algo de información.

-Nada de nada- Comenté mirando fijamente a Alice -Le intenté sacar algo de información pero no conseguí nada la verdad...- Empecé a torturarle pero me parecía que no era lo correcto, no me sentía a gusto haciendo sufrir a otra persona pero claro, la motivación tampoco era lo suficiente como para que tuviera que hacerle sentir dolor, sí, quizás habrían bajas, pero no podía... Simplemente no podía... -¿Sería buena idea separarse? La estrategia de los barcos no está mal planteada, es un buen objetivo, los barcos de esos nobles estarán repletos de sus pomposos estilos de vida, atacar el centro de la fiesta sería un suicidio, por no decir que atacar el centro de la ciudad no sería muy beneficioso para el riesgo que se ha de correr... ¿Los bancos? Están blindados aún que no hayan guardias, el mero hecho de abrirlos ya es tiempo gastado... En cambio, atacar los barcos desde el mar y desde tierra con los presos fugados sería un ataque por los dos flancos, si lo de la cárcel salía mal, aún sigue siendo una buena idea atacar desde el agua...- La verdad que yo atacaría desde ahí, sería un botín fácil y rápido, pero claro, lo mío era ir por libre, no pensar en estrategias...

Regaliz se cambió de postura, poniendo la cabeza en el hombro con la capa, tapando así la luz en la cara, parecía dormilona... -¿Y si nos adelantamos? Podemos ir directos a donde creamos... ¿Os gusta apostar? Yo digo barcos... Me parece lo más fácil y lucrativo... Pensando como lo haría un pirata ese es el objetivo más lógico pero siendo un egocentrista en busca de gloria, ¿El ayuntamiento? ¿La fiesta? Buscando destrucción... ¿El hospital? Las opciones son múltiples pero hay que decidir un camino, por mucho que nos dividamos no podremos solos con todo lo que venga, pero si podemos avisar...- Me quedo pensando un poco la situación -Por que no vais Han al hospital, Dul al ayuntamiento y si pasa algo podremos alertar con más antelación, nosotros podríamos estar divididos yendo tú a la fiesta, a la vista está que tienes más clase que yo, me quedaré en el puerto y si pasa algo alertaré a la gente...- Me daba la sensación que sea como sea, el puerto era clave, atacaran por donde atacaran, siempre volverían a la misma ruta de escape, los barcos, por lo que, quedarme yo en dicho puesto me parece lo más lógico, tenía mejores posibilidades de sobrevivir ante un ataque multiple y si me encontraba yo al enemigo, por lo menos tendría una oportunidad de vivir, en cambio si la rubia les atrapa... Ahí no los salva ni un milagro...

- Eso limita bastante nuestras opciones -reflexionaste-. Si hubiese dicho cualquier cosa tendríamos un hilo del que tirar, pero en estas circunstancias todo lo que hagamos va a verse muy manchado por el azar. -Miraste el reloj. Quedaban casi nueve horas para la mascarada, y poco más de cuatro para que tuvieses que recoger el vestido-. Debería haberlo interrogado yo.

No te gustaba torturar, mucho menos ver la sangre. No te habías hecho cazarrecompensas para extender el dolor de alguien durante horas hasta que dijese algo por pura desesperación, pero estabas segura de que lo habrías hecho mejor que Momo. Tenía ataduras morales más férreas que tú y, si bien podías notar el desagrado en él mientras pensaba en las respuestas del criminal, no creías que hubiese ido demasiado lejos. Y, a veces, no llegar demasiado lejos implicaba no acercarse suficiente. Suspiraste, meditabunda. Separaros era una opción lógica hasta cierto punto, pero os dejaría todavía más débiles ante grupos incluso de reducido tamaño. Bien era cierto que ambos erais usuarios de fruta tipo logia -las más poderosas por sus aptitudes defensivas-, pero los otros dos seguramente fuesen poco más que luchadores mediocres, si es que sabían pelear. Incluso vosotros estaríais en peligro si se juntaban demasiadas personas o, por algún casual, alguno de los piratas dominaba la extrañísima pero no ignota habilidad del Haki armadura.

- ¿Y si no fuese cosa de piratas? -preguntaste-. ¿Y si sí fue cosa de que los carceleros son unos corruptos? Al menos, el supervisor.

Rebuscaste en tu bolso para ver si de casualidad habías tenido a bien llevarte un mapa contigo. Sobre la mesa comenzaste a poner la cartera, un neceser, un par de estuches de maquillaje, lápices y bolígrafos, la bolsa en la que estaba tu ropa ensangrentada, los carteles de wanted, media docena de relojes... Pero no, no tenías un mapa. Agarraste uno de los carteles y dibujaste algunos puntos, marcando las islas más cercanas. English Garden, Johota, Hallstat y algunas más. Solo te interesaba la última, en realidad.

- Hace sesenta años se libró una guerra en el North Blue -explicaste-. Derian III, el rey de Hallstat, estaba empeñado en reconstruir el Imperio del North Blue. Que no tengo claro que nunca haya existido, pero es un relato como cualquier otro. El caso... ¿Y si el pirata no está esperando a que lo rescaten, sino que alguna nación expansionista ha pagado por matar a miembros distinguidos de sus esferas y tener un casus belli válido? -Un tiro muy largo, en realidad. Aunque era la clase de movimientos audaces que habían pasado a la historia del mar-. En realidad nadie nos ha dicho que ningún pirata esté involucrado, ¿no? Solo había un señor liberando presos. Quizá si se interpreta el atentado como un ataque a los representantes de Hallstat... Tendría sentido, ¿no?

Dudabas que un grupo de plebeyos entendiese las intrincadas vueltas que podía dar la política a veces; especialmente la política internacional. De hecho, al ser ambas naciones pertenecientes a la Liga de los mares podrían batallar sin mayor trascendencia. A cada esquina había un nuevo misterio, sin ninguna respuesta a las preguntas que podías hacerte. La única forma que podíais tener de acercaros a ellas era investigar.

- Vale, os diré lo que haremos: Vamos a investigar. Alguien en las barriadas, por si se dice algo por las calles, y los demás que se repartan por el resto de la ciudad. Hay que hablar con los nobles que han ido llegando, gendarmes, guardia de palacio... Con todos. ¿Qué opináis? ¿Una hora y nos vemos aquí otra vez?

Las elucubraciones de la muchacha quizás parecían algo conspiratorias pero no me extrañaban nada, -Ese es el estilo del gobierno, por no decir que la estrategia es usada también en las grandes esferas por altos cargos marines, la derrota de unos son los ascensos de otros, infiltrar hombres para sabotear al compañero y poder ascender está entre los más "nobles" del mundo, ¿Como no iba a estarlo entre islas? La paz no es duradera, la población crece, hace falta expandirse, la conquista siempre está en la cabeza de un gobernante, por no decir que una guerra también puede ser un equilibrio demográfico, la pobreza del pueblo lleva a la rebelión y eso puede provocar la caída de quien los dirige, pero una guerra si lo exponen bien puede ser por culpa de otros y entonces en vez de villano el rey se puede volver una victima, todo según desde el lado en el que se manipule las noticias... - Con lo de la marina sabía de que hablaba, era de familia militar, altos cargos marines, sabía las estrategias que usaban, también entendía algo, no mucho pero algo, de estrategias de guerra, no era tan descabellado... -Iré a puerto, a ver si logro algo ¿Te parece bien?- Pregunté a Alice, no quería decirlo pero pudiera ser que conociera algún personaje que quisiera asistir a la mascarada, tampoco lo iba a confesar, no quería que se me relacionara con la familia, ni siquiera quería que alguno de los personajes con los que podría hablar hoy filtraran que estaba en el Mar del Norte, eso podría ser un problema... Han y Dul irían donde se les mandase... Y Regaliz... seguía durmiendo enroscado en mí, a veces cambiaba de postura, pero mientras no mordiese...

-Aprovecharé si me lo permitís y una vez llegue a puerto liberaré a este pequeñín, ya ha salido del huevo y claramente puede defenderse, por lo que le toca vivir su vida- Era un animal increíble, pero quedárselo sería un tanto egoísta, su habitad natural era el mar y yo ahí si que no podía vivir. Al dar el paseo de esta mañana vi un barco que me pareció conocido en el muelle cuatro, quizás podría empezar por ahí, pero si era quien creía, la cosa se complicaría bastante para mi a futuros... -Chicos, sin ser demasiado explícitos, si damos con quien no debemos y descubren lo que estamos haciendo podría ponerse feo para todos, igual te lo comento a ti Alice, se que eres fuerte pero no tomes riesgos innecesarios, te queremos sana y salva- Agregé a mi frase la sonrisa más encantadora que me salió, no quería que le pasara nada aún que dudaba seriamente que pudieran hacerle algo a este pequeño demonio