[Privado] Contrato de asesinato: Alex Empanadilla, el doctor cuervo.

El señor Nat ha oído hablar de un famoso dojo de esgrima en villa Shimotsuki, y de un espadachín misterioso que parece ejecturar ken-nomai, aunque de una manera torpe. Atraído por la curiosidad, se desplaza hasta allí a bordo de un barco mercante. Al llegar, un asunto distrae su atención. Un hombre enmascarado, cubierto por una capucha marrón, le da un papel. ¿Alex Cooper? ¿Quién mierdas es este tipo? El señor Nat se acerca a una posada mientras observa la nota. "2.000.000 beries. Debe haber cabreado a alguien mucho para que paguen así por él. ¿Se habrá acostado con la furcia de algún rico?" En la parte final de la nota reza "si aceptas, da una señal. Nosotros la interpretaremos". Parte a la mitad la nota, dejando parte de la fotografía de Cooper en el suelo, y la pisotea. Contrato aceptado.

Es una isla pequeña, de gente sencilla. Casas desorganizadas y calles de tierra hechas en colinas. Hay que estar arriba y abajo todo el día, qué cansancio. En la escuela de esgrima busco al décimo mientras pienso en cómo llegar hasta Cooper. Parece ser que el décimo no está ya aquí (si es que estuvo en algún momento). Empieza a sospechar que lo atrajeron para encargarle ese contrato.

El barco de Derian llegó temprano a la isla, antes del amanecer. Alex dormía como una marmota en su camarote. Estaba tirado en la cama, con una camiseta negra y unos calzoncillos negros también. Llevaba durmiendo desde la tarde del día anterior, por lo que se despertó antes incluso de que amaneciera. Cuando salió a cubierta, una neblina matutina cubría el agua alrededor del barco, y los primeros rayos del solo indicaban un día soleado que comenzaba. Ante él se recortaba la silueta de una gran isla. Decidió salir del barco e ir a dar una vuelta por el pueblo del lugar, y regresar antes de que el resto del mundo estuviera en pie. Seguramente le daría tiempo para tomar algún aperitivo de desayuno. Se relamió y bajó un bote al agua lentamente y en silencio, para no despertar a la gente que estuviera durmiendo. Uno de los marineros del barco, que estaría en el puesto de vigía, lo saludó desde su puesto. Alex le devolvió el saludo con un ademán y bajó al agua con el bote.

El mar estaba tranquilo, y el médico no tuvo problema en llegar a la costa. Una vez allí, arrastró el bote como pudo hasta la arena y lo dejó atado a una estaca para evitar que se fuera a la deriva si la marea subía. Se dirigió a la zona de casas. Tal vez encontrara un pequeño restaurante o algún sitio donde le sirvieran una taza de leche caliente con chocolate, o al menos un café cargado, para evitar dormirse durante el resto del día.

El sol se empezaba a levantar tras las montañas cuando Alex entró en una taberna que parecía acabar de abrir. Estaba completamente vacía, a excepción del dependiente, así que Alex se puso al fondo del establecimiento y pidió una taza grande de café y algo dulce para acompañar aquel desayuno.

El panadero errante ha aparecido, y trae con él sus bollos y sonrisas. Nadie sabe mucho de él, pero parece ser que viene del West Blue, y prepara unos postres deliciosos. Se coló un día en la panadería del pueblo, y sus pastelitos de canela embaucaron a toda la isla. Toda la isla estaba contenta con él, excepto el panadero en un principio, al cual el allanamiento no le hizo gracia, aunque también sucumbió a la sonrisa fácil de ese hombre del otro lado de Red line. Durante el tiempo que aquí ha estado ha recabado información sobre toda la isla, su historia, habitantes, familias más influyentes, y los últimos visitantes que aparecieron en la isla antes de su llegada. Nadie ha oído nada de ningún Alex Cooper, ni doctor cuervo.

Un niño se acerca a él, y le tira del delantal, mirándolo de soslayo, gesticulando para que se agache. Lo hace, y el niño le pone en la mano una nota. Se va corriendo. “Te estoy observando. Acaba con el doctor Cooper”. ¿Observan al señor Nat? Escruta su alrededor, pero no ve nada fuera de lo común. Intenta encontrarlo, concentrándose con más fuerza, pero no lo ve. Se siente furioso, tanto que saca un soplete de flamear del bolsillo del delantal, y quema el papel. Mira una última vez alrededor y se va a preparar más bollos.

Sale de la panadería cargado de bollos de canela y cañas de crema, para vender de puerta en puerta, y regalar a los niños los que sobren. Se va temprano a la posada, y duerme hasta el amanecer. Al despertar, va de nuevo a la panadería y prepara más bollos. Esta vez de chocolate y vainilla. El dueño de una taberna cercana al puerto le pide unos pasteles para los clientes que vayan viniendo a lo largo del día. Con una sonrisa le vende 20, y le regala 5 para sus niños. En agradecimiento, lo invita a tomar algo. Entran juntos al local, y está vacío, salvo por una mesa en la que hay alguien. Alguien a quien ha visto en una fotografía, y cuya cabeza vale 2.000.000 de beries.

Alex disfrutaba de su café y de un par de churros calentitos mientras ojeaba las últimas noticias en los periódicos. En cuanto llegó a la sección de los WANTED abrió los ojos y exclamó:

- ¿PERO QUÉ COJON...? -se tapó la boca de inmediato. Acababa de ver un cartel de búsqueda y captura de Drake. Miró alrededor con cautela. Parecía que el dependiente había salido un momento y lo había dejado solo. Suspiró aliviado y observó de nuevo el cartel. La cabeza de Drake valía más de cincuenta millones de berries. Era una cifra estratosférica. Alex sabía que bajo el mando de Derian, Drake iba a permanecer a salvo, debido al puesto de Yonkaikyo del capitán. Pero eso no quitaba el precio de su cabeza. Tal vez algún cazador sin escrúpulos intentara capturarlo. Claro que hablando de Drake, aquello sería bastante difiícil para el posible cazador, y posiblemente acabara cazado.

En ese momento en la taberna entró el dueño, sonriente, hablando con un hombre. el tabernero, bajo, moreno y ancho de huesos, destacaba al lado del otro individuo, alto y rubio. El hombre desconocido llevaba un traje de panadero, y Alex supuso que era el encargado de surtir de bollería y pan a la taberna. No le dio mayor importancia al asunto y siguió comiendo el churro mojado en café. Estaba preocupado por lo que podría pasar con Drake de ahora en adelante.

Lo observa durante un segundo, intentando deducir qué demonios ha hecho. No parece gran cosa, ni alguien capaz de hacerse odiar (por lo menos no ser 2.000.000 de beries odiado). Se toma un café, o por lo menos a eso huele, y aunque intenta aparentar tranquilo, parece ligeramente turbado. Está mirando a una página en concreto. Ojalá estuviera más cerca para saber lo que es. También huele ligeramente a sal, aunque eso puede ser porque ha venido en barco. No se sabe… ¿Qué habrán visto en él para querer matarlo? En cualquier caso, ese no es asunto suyo.

-Eh, amigo, ¿Quién es ese?- Le dice en voz baja al dueño.

-No tengo la menor idea, pero ha venido en barco. Lo tiene atracado a unos 100 metros de la orilla.

-Gracias. ¿Me pondrías un café con hielo?

-Marchando.

Se lo bebe de un trago, y deja unas cuantas monedas de propina, casi la totalidad de lo que le ha cobrado por los bollos, y va hacia el doctor cuervo con uno en la mano. Se acerca a él, mirándolo fijamente, escrutando cada pequeño detalle de su físico, oliendo su esencia, intentando descifrar el enigma.

-¿Te apetece un bollo? Lo he horneado yo hace apenas media hora.

Alex vio como el panadero se le acercaba con un vaso de café con hielo. Una extraña hora para tomarse una bebida fría, cuando apenas había amanecido, pero él no era quien de juzgar lo que hacía o dejaba de hacer la gente. Seguía turbado por lo que acababa de ver en el periódico. Observó como el panadero estaba a su lado. Le ofreció un bollo recién hecho. Y ante un regalo así, ¿por qué iba a negarse?

- Claro, ¿por qué no? -dijo aceptando el bollo. Cuando lo tuvo sobre la mesa, le hincó el diente. Sabía a canela y a mantequilla. Estaba muy bueno. Dado que aún le quedaba un poco de café, lo mojó en él y se lo llevó a la boca. La mezcla de sabores era interesante. Alex sonrió para sí. Tal vez le comprara algunos bollos al panadero y se los guardara. Derian tenía sus reservas de sangre y su comida de alta clase, y Drake su carne fresca. A él no le desagradaría poder contar con un poco de bollería, aunque solo fuera durante un par de días. Sonrió mientras observó al panadero, agradecido por el bollo.

- ¿Quieres sentarte? -le hizo una seña para que se sentara en la silla de enfrente, a modo de invitación.

Se sienta en frente de ese chico, sin dejar de observarlo. Ya ha doblado la página, y la noticia que estuviera leyendo ahora es imposible distinguirla. Lo mira a los ojos, son claros. Parecen no guardar secretos, pero para valer 2.000.000 beries algún secreto debe de tener. “¿Qué le ocultas al bueno de Nat?” piensa para sí, sin dejar de observar cada gesto.

Se recuesta ligeramente sobre su silla, estirando los brazos, y por un momento le da la sensación de que Alex mira hacia la cicatriz. “Imaginaciones mías” se dice. No sabe por qué, pero el muchacho le es extrañamente familiar. Lo sigue observando, y repara en un curioso maletín oscuro. ¿Querrán matarlo por el contenido? Suena absurdo que alguien tan inofensivo lleve algo valioso, incluso si no lo sabe. Podrían robárselo y no se daría ni cuenta. Lo mira otra vez. Ya casi ha terminado el bollo, pero no parece apartar la vista de él. “Ni siquiera es un guerrero”. Siente la tentación de clavarle el cuchillo de hueso que lleva en el bolsillo del pantalón, arrancarle la cabeza y cobrar, pero siente un mal presagio. Saca el cuchillo, y con un movimiento rápido de Kureno utsu clava lo que queda del bollo contra la mesa, arrancándoselo de la mano.

-¿Por qué vales 2.000.000 de beries?

Alex observó al panadero. Parecía tener una cicatriz en un lado de la cara, nada propia de un panadero. No le dio mucha importancia. Dejó el bollo en un platillo en la mesa y tomó un sorbo de café caliente. Se disponía a agarrar de nuevo el bollo cuando un movimiento rápido le hizo dar un respingo. De pronto el bollo estaba atravesado por una hoja de hueso, clavado contra la mesa. El plato había quedado astillado en la mesa. Si el hecho de que el panadero estuviera empuñando aquella especie de arma lo sorprendió, la pregunta que le hizo inmediatamente después lo dejó completamente chocado:

- ¿Por qué vales 2.000.000 de beries?
- ¿De qué cojones hablas? -Alex estaba alterado. Aquello tenía que ser una broma. ¿Dos millones por su cabeza? Acababa de ver los carteles y él no aparecía entre ellos. Es más, no sabía que hubiera hecho algo para ganarse aquella recompensa. ¿De qué estaba hablando aquel tipo?

Algo había sacado en claro, el panadero no era un simple vendedor de bollos. Aquella mirada seria no parecía la de un simple horneador de panes. Aquel hombre, según habría dicho Derian, era un cazador. Bajó las manos lentamente, para simular estar rindiéndose. Tras el "panadero" se encontraba el tabernero, con una expresión asustada, y un poco más allá, la puerta. Tal vez con algo de suerte lograra salir de allí. Con el máximo sigilo que pudo, bajo las manos hasta un punto cercano a su maletín. Recordaba haberlas guardado allí.

Sin dejar de observar al hombre con el cuchillo, y en un instante, se tiró al suelo, rodando y agarrando su bolsa, alejándose del sujeto. Antes de darle tiempo a hacer nada, lanzó una pequeña esfera de metal oscuro, que había extraído de la bolsa, hacia el tipo armado. La esfera explotó en el aire, cerca del cocinero. Acababa de lanzar un pequeño explosivo de los que llevaba con él. Estar con Derian y Drake le había hecho ver que necesitaba aprender a defenderse.

- Bomba de litio [AM]

- ¿De qué cojones hablas?

Y algo lo ha cegado. Lo ha sacado de ese maldito maletín. Debió haberlo alcanzado antes. ¡Maldito error de novato! Se licua y, aprovechando que el doctor tampoco lo ve a él, huye de la taberna tan rápido como un charco de mercurio puede moverse, y se dirige a la posada ¿En qué cojones estabas pensando, Nat? Suena en su cabeza mientras corre colina arriba, ya reorganizado. Allí llegado, se pone los atuendos de Sentoki y prepara sus armas. Vuelve lo más rápido que puede hacia la taberna. “No es un tipo corriente” piensa para sí. “Como mínimo ya ha sido más listo que tú, pardillo” Joder, lo que peor le viene ahora es discutir consigo mismo. Se va ajustando la capa mientras baja de vuelta al puerto, y su sombrero casi sale volando, pero lo coge de un salto ¿Hoy es el día que todo sale mal? Continúa corriendo hacia la taberna, observando la gente mirarlo, perplejo. “No han visto a Nat vestido de esta guisa” eso le es útil. Si todo sale bien, podrá seguir unos días ahí como panadero y ganar 2 millones de beries. Si sale mal, por lo menos su imagen de panadero no se verá afectada y si sale con vida podrá ocultarse en algún lado sin levantar sospechas. Cuando llega, el dueño está en la puerta, y lo mira con cara de pánico. Le lanza una moneda de oro, y el hombre parece estar algo menos atemorizado. “Isla pequeña, gente simple”. "Y ahora a buscarlo". Mierda. Le empieza a doler la cara. Se lleva la mano a la frente y está sangrando. Seguramente con la tensión del momento no se dio cuenta.

-Sabía que eras especial, Doc- Grita al aire desde la puerta-. Puede que 2.000.000 de beries sean un precio justo por ti. Nat te promete pagar un entierro decente y coser tu cabeza al cuello cuando todo termine.

Entra en la taberna. La cabeza le duele ligeramente, consecuencia del impacto, aunque se le pasará. La taberna es pequeña, si aún sigue ahí, lo encontrará. Desenvaina su espada de mano y media, para estar listo si lo encuentra.

Tras la explosión, Alex abrió los ojos. Durante apenas unos instantes había quedado cegado, y cuando miró al lugar donde había estado su atacante, ya no quedaba nadie. Había desaparecido. Alex sabía que su bomba no tenía el potencial destructivo para acabar con una persona, ni de lejos, por lo que seguramente el tipo habría logrado esquivar el ataque. Miró en tensión alrededor, esperando una emboscada, pero no había nadie allí, además de él mismo y el tabernero, que ahora mismo temblaba y estaba pálido de la impresión. Alex le se acercó al hombre y le miró a los ojos. Se veía que aquel señor no sabía nada de lo que estaba pasando. Alex murmuró para sí mismo. Era una estupidez quedarse allí, seguramente aquel tio estaría de nuevo allí en breves. Pero también cabía la posibilidad de que estuviera fuera, esperándolo. Aún era temprano, no había gente en la calle. Sería capaz de emboscarlo y darle caza. No. No le daría caza. Porque Alex había dejado de lado la idea de ser una presa. No ocurriría lo mismo que con Derian. Alex sabía que podría utilizar el factor sorpresa con aquel individuo. Aún le quedaban algunas bombas. Y siempre podía confiar en su Akuma. Miró al hombre con seriedad y le dijo con voz de mando:

- Déjame subir al segundo piso. Ahora. -si el hombre dudaba en un principio, cuando Alex le penetró con su mirada fría pareció eliminar cualquier atisbo de duda. Lo acompañó al piso de arriba, y una vez allí, le indicó que bajara de nuevo.

Una vez el hombre bajó, Alex abrió una ventana. Asegurándose de que nadie le veía, se descompuso en cloro y se impulsó a través de la ventana para volar en el exterior, cerrar la ventana y alcanzar el tejado. Una vez hubo llegado, observó la calle. El tejado era bastante plano, por lo que desde allí podía observar la calle sin ser visto. Una figura descendía hacia la taberna. Pese al cambio de ropa, Alex lo reconoció como el panadero. El hombre llegó a la entrada de la taberna y gritó al interior:

- Sabía que eras especial, Doc. Puede que 2.000.000 de beries sean un precio justo por ti. Nat te promete pagar un entierro decente y coser tu cabeza al cuello cuando todo termine.

Alex seguía dándole vueltas a por qué tenía una recompensa de 2.000.000 de berries, completamente incrédulo. Pero parecía que aquel hombre quería cobrar la recompensa, y Alex no podía arriesgarse a regresar al barco aún. Si lo seguían encontrarían al resto de la tripulación, incluido a Drake, y Alex no sabía si aquel tipo trabajaba solo o estaba con más como él.

Pasea la espada lentamente por la barra, mientras mira aquí y allá buscando señales del doctor cuervo. Observa cada detalle, mira debajo de cada mesa, y detrás de la barra. Entra en la trastienda. “Aquí no está” piensa tras perforar un saco de cebada, embargado por la ira. Cagarla así no es propio de él. Vuelve a mirar aquí y allá, y no ve nada. El tabernero lo mira de nuevo, y él lanza otra moneda de oro. Un dedo tembloroso apunta a una puerta cerrada. “¿Cómo no lo viste antes?” Cuando llegó la primera vez no prestó atención a aquella puerta. Podría haber sido una despensa más, pero supuso que sería el acceso a casa del tabernero (es algo habitual en las tabernas, que el dueño viva en el piso de arriba). Gira el pomo, y chirría. Mierda otra vez.

Se disuelve, y sube en forma líquida, con esfuerzo por los 43 escalones hasta el piso superior. Así por lo menos no lo verá venir si está a oscuras. Si hubiera luz provocaría reflejos, pero aún así es más discreto eso que arriesgarse a que cruja la escalera.

Llega al piso superior, y aparentemente tampoco está allí. Vuelve a buscar en ese piso, esta vez, con sumo y minucioso detalle. Estanterías, camas, canesúes y mesillas de noche. Un hogar sobre una taberna. Entra en la habitación de una de las hijas del tabernero y una lágrima le resbala por la mejilla. En la pared hay clavado con una chincheta un dibujo que pone Yun. Es la primera vez que llora desde que vio a su mujer muerta, pero acaba de revivir la escena, y cobra más fuerza esta vez, aunque él también es más recio. Observa las ventanas de cada habitación, y todas están cerradas… aunque una no lleva el pestillo enganchado. La abre y mira arriba y abajo, pero no ve nada. Sin embargo, el tejado es bajo y plano. Alguien podría saltar a él, aunque con mucho esfuerzo, y es probable que ese chico no fuera capaz. Sin embargo, no puede correr riesgos. Ya lleva una muestra de lo que pasa al confiarse en la cara. Si quiere irse, primero tiene que poner un cebo para asegurarse de no convertirse en presa.

Baja las escaleras, y el tabernero está dentro, aunque mantiene su rostro atemorizado. Recoge el cuchillo de hueso de la mesa, y pone cinco monedas de oro sobre la barra.

-Ponte la capa de un servidor. Y el sombrero. Uno quiere que vayas mirando discretamente a los lados, como si no quisieras llamar la atención.

La capa le arrastra por el suelo, pero el sombrero le queda bien.

-Ahora camina.

Se funde y se mete entre los pies del hombre. Así podrá escapar, o encontrarlo.

Alex vio entrar a su perseguidor. Durante un rato estuvo dentro de la posada. Creyó oír como se abría la ventana por la que el había salido, pero poco después se volvió a cerrar. Respiró aliviado. Esperaba que aquello sirviera para que el tipo se fuera a buscarlo a otra parte. En efecto, unos minutos más tarde el tipo salió de la posada. Alex suspiró aliviado. Se arrastró hacia la parte de atrás de la posada, teniendo cuidado de no hacer ruido y saltó desde el tejado hacia la parte de atrás. Pese a que la altura era de unos doce metros, utilizó su cuerpo de cloro para evitar golpearse, descendiendo con lentitud, de forma liviana. En aquel lado del edificio no había nadie. La gente pronto empezaría a salir de sus casas a realizar sus vidas cotidianas, y Alex podría alejarse de allí, ocultándose y regresando al barco. Tenía que comprobar si su recompensa era de dos millones.

Suspiró aliviado. Parecía que había dado esquinazo a aquel cazador. En completo silencio, esperó unos minutos para asegurarse de que nadie se acercaba. En el completo silencio de la mañana, podría escuchar cualquier paso que se acercase. No parecía oír nada. Suspiró aliviado y echó a correr hacia la costa.

Definitivamente, en el tejado no hay nadie, o por lo menos no ve a nadie en él. Recupera sus cosas del tabernero, y le da una moneda de oro más. Camina deprisa hacia el embarcadero. El hombre dijo que el barco estaba a 100 metros de la costa, así que ha tenido que llegar a tierra en un bote. Encontrar el bote es encontrarlo a él.

“Ahí estás” dice para sí al ver una pequeña barcaza de presumiblemente roble, por el color claro, aunque podría ser pino u otra madera barata. Se acerca al bote, y ve que está vacío. Parece que su amigo aún no ha llegado. “O te confundes de bote” sonó una voz en su conciencia. Pero claramente no se había confundido. Ve un barco en la londananza y ninguna figura, por pequeña que fuera, acercándose a él. Es imposible, además, que le haya sacado tanta ventaja, a no ser que se marchara antes de su regreso, pero no podía ser, si no para qué el tabernero iba a indicarle señales hacia su casa, para proteger a un perfecto desconocido, “No tiene sentido”.

Se saca un bollo de canela del bolsillo, y empieza a comerlo. Aún va por la mitad cuando el doctor cuervo aparece corriendo. Sigue comiendo tranquilamente, y cuando termina tira la capa al suelo, y sobre ella, deposita  sus dos espadas y la pareja de dagas gemelas. Finalmente, lanza el cuchillo de hueso de forma certera a los pies de Alex.

-¿Y ahora que estoy desarmado podemos hablar tranquilamente?

Le lanza un bollo de canela y chocolate.

Alex no se esperaba encontrarse con el cazador en la costa. Aunque seguramente el hecho de que un barco hubiera atracado a algunos cientos de metros del lugar era una pista bastante obvia de la situación. Si llevaba varios días esperándolo, aquella aparición habría indicado su llegada al pueblo, y supuso que su perseguidor sabía sumar dos y dos.

Lo que hizo el hombre lo desconcertó. Dejó en el suelo sus armas y le dijo si podrían hablar. "¿Hablar? Este tipo acaba de amenazarme con un cuchillo de hueso... no creo que solo quiera "hablar"". Alex no se fiaba ni un pelo del panadero. Cuando el hombre le lanzó un bollo de canela y chocolate, lo observó con cierta desconfianza. No se lo llevó a la boca. No quería correr riesgos. Cruzándose de brazos, evaluó la situación. Estaba a una distancia media, de unos siete u ocho metros. En una situación de emergencia, podría recorrer esa distancia en apenas un par de segundos. Sin embargo, lo mismo podría hacer aquel tipo. Era cierto que no llevaba armas encima, pero podía llevar alguna oculta en su ropa. En cualquier caso, si tenían que pelear, Alex estaba seguro de poder hacerle frente. Sin moverse del sitio, cogió una bomba de su maletín, parecida a la que había usado en la posada, y con ella en la mano, dijo:

- Está bien... si tan solo quieres hablar, habla. Pero tomaré precauciones. -añadió señalando la bomba que llevaba en la mano.

Precauciones… ¿Para qué? Ya vio lo que se puede hacer en la taberna con un cuchillo. El hecho de no haberlo matado ya debería ser motivo de confianza. Pero lo comprende. Al fin y al cabo, lo ha amenazado de muerte. Lo mira a los ojos, ahora llenos de desconfianza, y sabe que debe convencerlo. Se quita la camisa, se desabrocha el cinturón y se baja los pantalones, dejando a la vista su ropa interior holgada de color rojo con gatitos azules.

-La ropa interior cuando ganemos confianza- Le lanza una mirada pícara y le guiña un ojo.

No sabría describir la mueca del doctor con palabras, pero a él le resultó gracioso.

-Si quisiera matarte ya lo habría hecho en lugar de apuñalar un bollo. Batsunotaraiko [ADD].

Impulsado por las dos piernas, salta a por su cuchillo de hueso, lo arranca del suelo y se lo deja cerca del cuello. Si con ello no consigue su confianza, o por lo menos, que se relaje, es mejor partir la baraja y largarse.

El médico no podía creer lo que veía. El otro se había quedado en ropa interior frente a él. Estaba en estado de asombro total. No vio venir su ataque. En un instante, apenas un segundo, tenía el cuchillo bajo el cuello, cerca de la yugular. Sabía que estaba en apuros. Sentía el filo a escasos milímetros de su cuello. Era muy desagradable. Cerró los ojos y se concentró. Con toda la fuerza que tenía en su brazo, lanzó la bomba contra el suelo. Al contrario que la bomba de la taberna, aquella no era de litio, sino de fósforo y magnesio, y provocaría una luz blanca que esperaba cegara a su oponente durante al menos un par de segundos. Cuando soltó la bomba, descompuso su cuerpo en un instante, recomponiéndose en el mismo lugar, pero agachado y con el brazo preparado para soltar un golpe vertical. No era bueno peleando, pero entre la ceguera y la sorpresa esperaba tener alguna oportunidad. Lanzó el puño hacia arriba con toda la fuerza que pudo dar a su brazo, buscando golpear en la mandíbula para noquear a su oponente. Gancho sorpresa [AI]

Observa de cerca al chaval. Lleva en la mano una bomba, similar a la de la taberna. “¿Otra sorpresa, cuervo?” piensa para sí. Pero algo raro sucede. El doctor cierra los ojos, y tira la bomba contra el suelo. Intenta apartarse y no mirar hacia el proyectil, pero no puede evitar que lo ciegue ligeramente. Algo aturdido, se acerca a sus cosas, y trata de vestirse y armarse. Aún con el torso desnudo, mientras se cincha el cinturón, siente que en su espalda falta el peso frío de sus dagas, por lo que aparta la camisa y se las coloca. “¿Qué estará haciendo Cooper mientras te vistes?” En cualquier caso, aún ve poco más que manchas. Tras las dagas, se coloca las mangas de la camisa, dejando ver el blanco inmaculado sobre el resto de la camisa, oscura como la noche.

-Espero que no lo estés apuntando con otra de tus mierdas mientras se viste. No es honroso matar a un hombre en ropa interior.

Del suelo recoge sus espadas, y las envaina, cada una en su posición. Ken-shoden, su espada corta, en la cadera izquierda, y Ken-nomi, la bastarda, en la derecha, preparada para desenvainarse con su mano más hábil. Finalmente, Se coloca el sombrero y la capa, dejándosela un poco por encima de los tobillos. Nota el peso en el hombro izquierdo del protector metálico dela capa, y se lo ajusta tranquilamente. “Si pretende matar al señor Nat, el señor Nat estará impoluto y opondrá resistencia”.

-Bueno, ya estoy listo. Si pretendes hacer algo, que sea deprisa. Uno tiene una agenda que cumplir, y ya llevas demasiado ocupándole tiempo.

La estrategia de Alex había funcionado en parte. Pese a que el tipo era rápido y no había podido darle con su puñetazo por sorpresa, sí que había logrado que el tipo se alejara. El brillo de su bomba lo había cegado parcialmente a él también, pero de manera muy ligera, debido a que había apartado la vista. Tras un par de segundos volvía a tener su vista completamente recuperada. Observó al tío vistiéndose de nuevo y colocándose las armas. Su bote estaba tras aquel desgraciado. Pensó en su siguiente movimiento. Viendo la espada del señor Nat, sus dagas, su cuchillo de hueso y su espadón, cualquiera se daría cuenta de que no era precisamente un enclenque que no supiera pelear. Había que considerar la situación con cuidado. Era cierto que podría esquivar cualquier ataque que le hiciera con las espadas gracias a su Akuma, pero no quería mostrarle su poder si no era extremadamente necesario e imperioso. Tampoco podía depender de sus bombas, que se le empezaban a acabar. Pensó en retirarse y volver más tarde, pero el único modo de volver al barco era aquel maldito bote. Maldijo para sí mismo al espadachín. Observó la playa. Agarró un puñado de arena mientras el otro se acababa de colocar la ropa. Había ideado un plan. Tenía pensado utilizar su akuma si era necesario para llegar al bote. Pero necesitaba una oportunidad. Y creía saber cómo conseguirla:

- Si de verdad necesitas atraparme, ven a por mí -dijo mientras le lanzaba arena al señor Nat a modo intimidatorio y escupía al suelo.

Se da la vuelta y observa a Cooper, para su sorpresa, aún ahí. ¿Arena? Ha lanzado arena al aire, y luego escupido. Está claro que pretende hacerse el duro, o intenta que me aleje de su escapatoria. Busca entre los bolsillos del pantalón, y encuentra un cajetín de cerillas, un regalo de la posadera cuando, el día de su llegada, le comentó que necesitaba algo para encender un horno artesanal. Enciende una y la sopla. Enciende una segunda y espera un poco más. Esta vez la llama casi ha llegado a tocarle el dedo. Reflexiona sobre ello, y saca otro bollo más de su capa. Le da un mordisco y se sienta sobre el mojón al que está amarrado el bote.

-La canela es demasiado potente por sí sola, pero suaviza el chocolate, y deja un sabor casi esponjoso, ¿No crees?

Puede pasarse ahí todo el día, tiene bollos por si le entra el hambre. Pero cuanto más tiempo pase con ese tipo más posibilidades hay de que se vea superado en número. “Un barco muy grande para un solo tripulante”. Da otro mordisco al bollo y enciende otra cerilla. Ésta deja que se le consuma entre los dedos.  Saca su cuchillo de hueso del bolsillo donde estaban las cerillas, y con un tajo certero corta el cabo. “Ahora él va contrarreloj. Si se acerca, muere. Si deja que el bote se aleje demasiado, tendrá que luchar a muerte”. Contra sus planes, una ola excesivamente fuerte empuja el bote hasta la costa, dejándolo volcado sobre la playa. “Bueno, en cierto modo ha funcionado”. Se levanta del mojón y se sienta en el casco de la barca. Le da otro mordisco al bollo, y otro, y otro, hasta que se lo acaba. Pero sigue hambriento.

-Oye, si no te vas a comer mi bollo, ¿te importaría devolvérmelo?

Alex se crujió los nudillos. No quería usar su akuma, pero aquel tipo no le había dejado opción. Observó el bollo en su mano detenidamente y lo arrojó a la arena. Posteriormente lo pisoteó. Y no contento con eso, le escupió. A él no le importaba esperar. Una vez Derian viera que faltaba un bote enviaría a alguien a buscarlo. No creía que dejara a su médico escapar. "De todos modos" pensó con más detenimiento "tal vez ni se den cuenta de mi ausencia en un rato". Entonces recordó al vigía. Él lo había visto irse. Solo necesitaba esperar. Pero ahora que el bote estaba volcado, ya no podría efectuar una maniobra tan rápida como la que había planeado en un principio. De todos modos, no le importaba. Aquel tipo no parecía poder atacarlo a distancia. Si se mantenía a unos metros, no tendría ningún problema. Flexionó las rodillas ligeramente. Podía aguantar el hambre. Había desayunado hacía poco. Sonrió de forma pedante. Si aquello era una pelea de resistencia, tenía las de ganar. Si por el contrario aquel tipo planeaba pelear en serio, también tenía bastantes probabilidades de darle, si no una paliza, al menos un combate interesante. Alex mantuvo la posición de guardia y bostezó:

- Pensé que tenías prisa. Si no quieres pelear sal de mi bote y déjame en paz. No me apetece perder el tiempo contigo. -notó como su tono estaba siendo extrañamente calmado. Eso debía ser lo que Derian decía que era ser un cazador.

Alex rompe el bollo. "Respira" se dice, y trata de relajarse. Lo mira con desprecio unos instantes, y saca otro bollo de la capa. También saca un viejo trabuco oxidado, y una esfera de plomo. La introduce con sumo cuidado, y apunta. aprieta el gatillo. Suena un "Clack" y el martillo golpea contra la culata. "¿Y la pólvora?" menudo genio, se olvida de lo más fundamental. En fin. Retira la esfera, y la guarda de nuevo. Le da un bocado mientras mira a Cooper. Parece enfadado. Por lo menos lo parece, es la primera vez que alguien tira un bollo suyo  al suelo. Deja el trabuco apoyado en el bote, a su lado, y enciende otra cerilla. Mira cómo se consume sobre su dedo, que emite un pequeño destello metálico, por acto reflejo, al transformarse para evitar el calor, pero en menos de un segundo vuelve a su forma. Una cagada, pero con el fuego quizá no lo haya notado el cuervo. Da otro bocado más. "Delicioso, se nota quién lo ha hecho", y le entra el frenesí devorador, y lo que le queda lo mete en la boca. Es un espectáculo ligeramente cómico, con los carrillos hinchados, pero le compensa que lo considere un inútil.

De repente, una idea le viene a la cabeza: "No tienes pólvora, pero sí pimienta, y un tapón de corcho". Efectivamente, lo tiene. Y el otro no tiene por qué saber que no es Pólvora, ni que no hay una bala. Introduce la pimienta en el cañón, y a continuación el corcho. No entra con soltura, así que finge limpiar el cañón mientras en realidad empuja el corcho hasta que se vuelve invisible en la penumbra del cañón. Enciende otra cerilla, y esta vez controla el dedo para no perder su forma humana. Le quedan 10 cerillas. Saca una pequeña botella de aceite (no más grande que un meñique) y vierte un poco en el cañón. Finge que lo engrasa. Enciende otra cerilla, y cuando está cercana a consumirse, la mete discretamente en el cañón. La ignición comienza. Ahora tiene unos segundos para atacar. Se levanta y da un gran paso hacia adelante, apuntando a Cooper con el trabuco en la mano derecha. Aprieta el gatillo, y el martillo cae. Hace algo de eco y el sonido es como una explosión ligera. Sin dejar tiempo al doctor para que reaccione, agarra el cañón con la mano izquierda y lanza el trabuco con todas sus fuerzas, dirigido a la cabeza [AMB]. "Con suerte lo noqueas". Perfecto...

Alex observó como el panadero quemaba cerillas inútilmente cerca de su dedo. "¿Qué demonios está haciendo?". Poco después, el hombre lo apuntó con un trabuco de mano, pero no disparó. Se había olvidado de la pólvora. Alex pensó en cómo se podía ser tan inútil. Entonces observó como el tipo se dedicaba a comer bollos como un loco hambriento. Tras eso, cogió de nuevo el trabuco y se puso a engrasarlo y prepararlo para un disparo. Alex observó como introducía lo que parecía ser pólvora en el trabuco, una bala y posteriormente lo engrasaba.

Alex empezaba a impacientarse. Se estaba enfadando. Decidió sacar sus bombas restantes, dos de litio y una de fósforo. Se estaba empezando a enfadar con aquel hombre, no se lo estaba tomando en serio. Con las bombas ya en las manos, vio como el hombre lo apuntaba con el trabuco. "Mierda" pensó mientras se tiraba contra la arena para evitar el disparo. Se escuchó la explosión del disparo. Pero no sintió la bala. ¿Era de fogueo? No, aquel tipo lo había engañado. Vio volar el trabuco contra su cabeza. Pese a que era pequeño, si lo golpeaba le haría bastante daño, debido al cañón metálico. El médico tuvo el tiempo justo para intentar rodar hacia un lado, pero el trabuco le golpeó en el hombro. Le hizo un poco de daño, pero nada grave, más bien una molestia, y tal vez le saliese un moratón bonito que le duraría unos días. Agarró el trabuco rápidamente de la arena y se levantó. Le dolía el hombro un poco, pero esta se la devolvía. Enganchó una de las bombas de litio en el gatillo del trabuco y se lo lanzó con fuerza con el brazo dañado. La fuerza del lanzamiento no era lo peligroso del ataque, sino la bomba. Pero para asegurarse, echó a correr hacia el tipo y le lanzó las dos bombas que le quedaban con el brazo no dañado, apuntando justo sobre la cabeza del espadachín [AIF]. Esperaba cegarlo con su bomba de fósforo y al menos hacerle algo de daño a aquel tío mientras se acercaba para rematarlo mientras no pudiera ver.

"Por favor... ¿Más bombas?". El lanzamiento le da en el hombro, pero no parece haber sido un gran daño. Quizás una molestia, o un moretón. Pero es una ventaja. Ha cogido el trabuco y Flubber** sabe cómo le ha enganchado una bomba. Corre hacia Nat, parece algo desesperado. También ha lanzado dos bombas, pero ya son viejas conocidas. Una de la taberna, otra hace un instante. Se arrebuja en la capa y dirige la cabeza al suelo, con los ojos cerrados, hasta que oye una explosión, y entonces se levanta, con los ojos aún cerrados y la bastarda desenvainada. Un rayo de luz y una segunda explosión lo golpean, pero por lo menos no lo ha golpeado la metralla del trabuco. Algo aturdido por la luz excesiva, la explosión lo derriba, y se hace daño contra el suelo al caer. "Todo controlado" piensa mientras se levanta, sin soltar la espada, y se pone en guardia. De repente, nota que un reguero de sangre le recorre la nariz. "La frente ya se jodió esta mañana. Aún no estaba preparada para otra explosión. Se pasa la mano por la cara y se retira gran parte de la sangre.

"Hacía mucho que no sangrabas. ¿Lo echabas de menos?". Evidentemente no. Sigue sin saber quién es ese tipo, pero desde luego entiende la mitad del precio. Es jodidamente molesto. Pone una sonrisa cómica y saca otro bollo. Ya ha perdido la cuenta de cuántos ha comido, pero tiene hambre. Mientras le da un bocado al bollo, enfila el arma hacia delante, mirando hacia el doctor. Si no frena en seco se empalará. Si frena, estará desprotegido ante un golpe fatal.

"Ya estás muerto, cuervo".

**(Flubber: Muletilla usual en Nat. Se usa como "por el amor de Flubber" o "Flubber sabe cómo").

Alex corría hacia él. Esperaba que el espadachín se protegiera del ataque. Le habría decepcionado que no hubiera aprendido nada de sus intercambios anteriores. Sonrió para sí mismo cuando el objetivo recibió la explosión de la segunda bomba. Ahora estaba en una posición ventajosa. Pero no se esperaba la hoja del asesino. La espada bastarda se interponía entre él y su objetivo. Sentía la adrenalina corriendo por sus venas, la sangre palpitándole en la sien. Ante él tenía una presa. No podía detenerse ahora. Si lo hacía perdería toda ventaja. Pero si seguía acabaría empalado. Sonrió para sí mismo con sadismo. Su cara era perturbadora, y posiblemente amedrantaría al espadachín. Y si no estaba aún intimidado, pronto lo estaría. Alex iba a usar su akuma y terminaría el combate de un solo ataque. Cuando estaba a un metro y medio escaso de su objetivo descompuso su cuerpo, a la altura del abdomen. Sintió como la hoja atravesaba su forma gaseosa. Agarró con ambas manos la cara de Nat, a la altura de la nariz, y le gritó:

- ¡Bebe cloro y muere! -al tiempo que pronunciaba estas palabras, expulsó cloro por las manos, a la altura de las fosas nasales y la boca de Nat, intentando introducir la mayor cantidad posible de gas en el interior del espadachín. Cañón clórico [AF].

Se ha atravesado con la espada. Definitivamente, vale 2 millones. Uno por molesto, y otro por esa maravillosa akuma gaseosa. Quizás incluso valga más. “Hagas lo que hagas, no inspires” le dice su mente, pero no a tiempo. Una ráfaga de aire salado le inunda los pulmones, y el bollo se le atraganta. Deja de respirar súbitamente, y su boca se impregna de un sabor horrible e intenso. Se le está secando. “Cierra los ojos”, y lo hace mientras mantiene su inspiración aletargada. “¿Esto no es cloro?”. Conociendo las propiedades del cloro (muy por encima), generar tanto y a tanta presión debe de ser agotador. Tal vez rompiéndole la concentración pare esa descarga. También podría usar su akuma mercurial, pero no quiere darle a saber que él también es usuario. “¿Por qué esperas? Cuanto más tiempo pases sin moverte más presión acumularás en la boca. Muévete de una puta vez”.

El fragmento de bollo que tiene en la boca ya es una pulpa seca, casi como un cristal con relleno de bizcocho. Parece ser que gran parte del cloro se está acumulando alrededor del bocado. Eso le viene bien. Suelta el bollo de la mano, agarra su bastarda con ambas y la impulsa hacia arriba. A la vez, escupe el bocado. Si eso no rompe su concentración, nada lo hará. Para asegurarse, se licua sobre el suelo, y se recompone un poco más lejos. Empieza a toser. Le pican los ojos, cerrarlos no ha servido de nada. Expulsa todo el gas de su organismo, tosiendo de forma compulsiva, con, de cuando en vez, convulsiones a causa de la sequedad. Pero ha escapado. Necesita agua. Rebusca en todos los bolsillos de su capa. “Agua, agua, agua, agua. Necesito agua”, pero no encuentra. Lo más parecido es el pequeño botellín de aceite, y se lo bebe. “Desagradable… Pero sumamente reconfortante”. Ya no siente la boca tan seca, pero nota la cara tirante, y mover los músculos le duele. Pero por lo demás está bien, pero a este tío difícilmente va a poder matarlo. Vuelve a sentirse observado, como el día anterior a conocer al doctor cuervo. Es la primera vez que lo derrotan en combate, aunque no haya sido un choque de armas, y no está para bromas.

-Si estás ahí sal. ¿Me oyes? ¡SAL!

Pero no le responde nadie.

-A la mierda. Sé que me oyes, así que que te jodan. Si quieres matar al cuervo, búscate a otro.

Sale corriendo, sin mirar atrás, esperando que su rival haya quedado lo suficientemente cansado como para perseguirlo, o, por lo menos, hacerlo de forma efectiva.