No hay suficiente nieve para sepultar a dos gigantes.

El gigante llevaba ya un tiempo viajando por el Grand Line, explorando islas, trabando amistades, consiguiendo enemigos por doquier, pese a que no los buscaba. Durante sus trayectos, llegó a la Isla de Drum, aquel lugar de níveo paisaje de clima frío, aunque no tanto para aquel hombre de gran masa corporal en comparación a la raza humana, acostumbrado a pasar días y noches a la intemperie. La baja temperatura o el bochornoso calor, no eran problema para Ragnar, ni tampoco para el reptil que lo acompañaba, acostumbrado a seguirle el paso, aunque esta vez, se mantenía pegada a él, enredada en sus hombros, observando todo a su paso y preparada ante todo. Era su fiel compañera, y aunque una vez intentara matarlo, ahora daría la vida por su amigo.

No siempre era bienvenido allá donde iba, su aspecto aterrorizaba a muchos, y eso le jugaba malas pasadas, mas por lo menos no era un criminal y su cabeza no salía en ningún cartel, con una jugosa y atrayente recompensa. No tenía planeado ir en contra de la marina, de hecho, ignoraba bastante al Gobierno Mundial en general y actuaba según sus ideales, causando la muerte únicamente en duelos justos. Esta vez caminaba por la nieve, alejado de los poblados, sin rumbo, disfrutando aquel pálido, pero no triste ni lúgubre, paisaje de invierno eterno.

A veces envidiaba a los seres más pequeños, desde abajo parecía todo mucho más fácil, y medir veinte metros, siempre le dificultaba el paso allá donde fuese, incluso procuraba no aplastar los árboles que se erguían a su paso, que dejaban caer toda la nieve de sus hojas con cada paso del bárbaro de Elbaf.

-Espero que no encontremos sorpresas desagradables otra vez, no me gustaría tener que utilizar mi espada. El tono carmesí de la sangre destacaría demasiado sobre el suelo albino de esta isla.- Dijo este, acariciando a la serpiente, que cerraba los ojos y disfrutaba del masaje.

En cierto modo, el gigante añoraba su patria, aún sentía el dolor de la traición, pero no podía dejar de pensar en la isla que le vio nacer y crecer, el lugar donde se hizo un hombre y pasó los mejores años de su vida. Un lugar en el que no sería bienvenido hasta que se lo ganase de algún modo, y él lo tenía muy claro. Seguiría el sendero de su antepasado y pasaría a ser un héroe, alguien histórico, que se recordaría por los siglos y los siglos y que sería el protagonista de miles de historias fantásticas.

-No tardaré en cumplir mi cometido. Preparaos hombres y mujeres de Elbaf, la leyenda está por resurgir.- Decía este, hablando para sí mismo, mientras seguía su camino, dejando una estela de enormes huellas que se verían desde cientos de metros si no fuera por la neblina que cubría la zona.

Había llegado antes de lo planeado al reino de Drumm, aún le quedaban un par de días antes de empezar su misión, por lo que decidió explorar la isla para conocer el terreno por el que tendría que realizar su cometido. No tardo mucho tiempo en ponerse sus ropas de invierno, que consistían básicamente en una enorme capa de piel de oso ártico, recuerdo de Elbaf su isla natal.  Por el contrario con babieca tubo que tener mucho más cuidado, pues era un camello animal de desiertos áridos y climas secos. Si no era meticuloso podría llegar a enfermar cosa que el gigante no quería. Así pues le puso dos capas de abrigo y se dispusieron a explorar la isla por las montañas nevadas.

Después de caminar por más de tres horas por las frías montañas, divisaron un hermoso bosque el cual usaría el Cid de refugio para el viento y madera para una buena hoguera. Juntos se cobijaron del frio entre los árboles, que si bien de pie no le llegaban a la cintura, acostado bastaba para que le cubrieran todo el cuerpo. Mientras descansaba noto como todo el suelo temblaba, y dicha vibración aumentaba como si se estuviera acercándose un gigante, aun mayor que el Cid, el cual medía 11 metros de altura. De repente una voz se escucho por encima de los arboles la cual decía.

-No tardaré en cumplir mi cometido. Preparaos hombres y mujeres de Elbaf, la leyenda está por resurgir

Un gigante, y de la isla de Elbaf igual que yo. Esto puede ser interesante, babieca sube.

El Cid, intrigado quería conocer a la persona que había hablado pues hacia mas de 60 años que no veía a otro gigante. Cuando lo vio se quedo asombrado, pues era de casi el doble de su tamaño, no esperaba menos de alguien que quería llegar a ser una leyenda entre gigantes.

Eh aquí un hombre del Elbaf!! Os pregunto qué leyenda esta por resurgir!

Seguí caminando pocos segundos más, hasta que una voz me sorprendió. Preguntando sobre cual sería aquella leyenda que había mencionado. Era nada más ni nada menos que un paisano, un gigante de Elbaf. Observé hacia el enfrente con una gran sonrisa dibujada en mi rostro, aunque no se viese por el yelmo, mas no vi nada. Me extrañé un poco y miré hacia abajo. Allí estaba, un gigante que probablemente era la mitad que yo. Realmente no era tan extraño, había mucha diferencia de tamaños entre nuestra raza y de hecho, yo superaba la altura media, así que era bastante usual tener que mirar hacia abajo, pero nunca me acostumbraba, y eso que estuve tantos años combatiendo contra seres de un tamaño muy inferior para proteger aquel templo. Vestía con un abrigo de piel albina y portaba consigo lo que parecía un camello. Mi compañera estuvo apunto de atacar. Era bastante agresiva contra los desconocidos, y más cuando simulaban una amenaza. La detuve antes de que pudiese ni tan si quiera intentar lanzarse, bloquee su paso y la acaricié por debajo de su mandíbula.

-Tranquila chica, no son enemigos.- Susurré para el reptil. No sabía cuan fuerte sería aquel hombre y su compañero, pero a primera vista, la inmensa serpiente podría tragarse a su cabello sin necesidad de romperle los huesos, y no buscaba enemigos y mucho menos causar problemas. -Disculpa a mi amiga, es bastante desconfiada y tiene un gran afán por protegerme, pero no os hará daño.- Añadí, esperando calmar la situación. -Y después de la disculpa, es un honor y un placer ver a alguien procedente de Elbaf. Hacía ya tiempo que no me topaba con ningún gigante, y mucho más que no lo hacía con uno capaz mantener una conversación sin llegar a las armas. ¡Rarararara!- Comenté yo, entre algunas risas y frotándome la nuca. -Yo soy Ragnar Gunnar, descendiente del gran Erick Gunnar, un valeroso guerrero que llegó a ser aclamado y vitoreado por todo Elbaf. Y pienso demostrar que su renombre no fue en vano, enseñare cuan fuerte puede llegar a ser alguien con la sangre de un héroe.- Finalicé, contestando a su pregunta.

Podía parecer un poco prepotente a simple vista, pero aquella era mi meta, y la tenía muy clara, así como estaba seguro de que la conseguiría algún día. No esperaba hacerlo en poco tiempo, pero llegaría a cumplir mi sueño antes de morir, y volvería a mi tierra natal con la cabeza bien alta. -¿Y cual es tu nombre, y qué te trae por estos páramos tan fríos? Si se puede saber, claro.- Continué, esperando alargar la charla y conocer a aquel hombre.


Off: Disculpa la tardanza, no sabía que habías posteado. Mea culpa, la próxima vez responderé más rápido.