Rainbow vs Derian Markov

Turnos: Rainbow-Derian-Rainbow...

Escenario: (Kuraigana) Es un lugar oscuro y sombrío, pareciendo una isla gótica. Era una vez el hogar del antiguo Reino Shikkearu. El bosque de la isla es relativamente desierto, aunque cuenta con algunas ruinas de lo que, anteriormente fue un Reino. Entre su paisaje, la isla posee formaciones rocosas únicas tales como las colinas en forma de espiral. Esta isla se encuentra poca habitada, los seres mas comunes son los Babuinos, seres con la capacidad de imitar y aprender sobre los humanos


Condiciones:
- La isla del duelo será Kuraigana, en la primera mitad del Grand Line.
- Las experiencias serán de acuerdo a la normativa.
- Será a KO, sin posibilidad de muerte, pero con heridas on rol.
- El combate comenzará el día 15 de octubre, pues cronológicamente será post-Time Skip.
- Sin saltos de turno.
- El combate será "amistoso", es decir, ni Derian capturará a Arribor si gana ni tampoco Arribor si vence lo hará público ni reclamará su título (un shichibukai debe mantener públicamente invicto para mantener su título).
- Arribor tendrá derecho a comerse un mono de Kuraigana, ya sea crudo o al ajillo.

-"¿Pero acaso no es de día?" -pensó Arribor al ver el oscuro y sombrío cielo de aquel extraño lugar. Si no se equivocaba debía de ser media tarde, así que no entendía como el cielo se oscurecía según se acercaba a la isla. Toda ella estaba cubierta por una densa niebla que le daban un aire espectral lo que, sumado a que la escalofriante forma de pico de las montañas resaltaba entre la niebla, le hacía pensar en que se había metido en una pesadilla. Todo allí parecía diseñado para infundir terror: el ambiente, los ruidos extraños provenientes de la selva, la gran cantidad de ruinas y en especial, el inmenso castillo que coronaba la colina.

Ni siquiera estaba seguro de que hacía allí. De no ser porque necesitaba algo de descanso se habría marchado de allí cuanto antes, no por que tuviese miedo sino por la pesadez del aire que se respiraba. No podía evitar ponerse en guardia ante cada sonido o movimiento, algo que en la selva abundaba bastante. El problema era que según llegaba le había parecido ver nubes de tormenta acercándose, así que se vio obligado a buscar refugio en el castillo antes de que llegase hasta la isla, al fin y al cabo prefería no resfriarse antes que preocuparse por lo siniestro del edificio.

El pirata atravesó la jungla y llegó hasta la puerta principal, ignorando la gran cantidad de monos que se reunía poco a poco a su alrededor. Lo curioso de esos animales era el hecho de que llevasen armas y algunos de ellos armaduras. Criaturas interesantes, sin duda. Sin pensar en si estaría o no habitado, Arribor pateó con fuerza la puerta y la abrió de par en par para poder entrar como en su casa. El interior del castillo era tan lúgubre como el exterior, apenas iluminado por la leve luz que entraba a duras penas por los amplios ventanales. Al fondo pudo ver una puerta con varias escaleras a los lados, así que decidió explorar un poco el lugar. Tras cotillear por los abandonados muebles simplemente se dejó caer en un sofá lleno de polvo. Aun así no pudo evitar curiosear el interior de una pequeña puertecilla con una escalera descendente. El rostro se le iluminó al encontrar la bodega.

Una figura caminaba hacia el castillo. Un hombre alto envuelto en una gabardina oscura. A su espalda llevaba una enorme espada con el mango dorado enjoyado y el filo negro, y a cada lado del cinto llevaba dos espadas más: una espada bastarda de mano y media con una M en el mango, y una espada del mismo tamaño con aspecto de cuchillo de carnicero gigantesco. Las tres espadas eran armas con historia; a cada cual más singular. La que tenía aspecto de cuchillo gigantesco era Basilisk, una espada con singulares poderes que había ganado en su batalla contra el pirata Lavi. La bastarda era Vanator, la espada familiar de la familia Markov. Un arma que había sido empuñada por reyes en el pasado. Y la restante era la más famosa. Una espada con un poder increíble. La famosa Saijo Wazamono, la Kokuto Yoru. Y el hombre que portaba aquellas armas no era otro que el Shichibukai Derian Markov.

Avanzaba en completo silencio por el camino, acompañado por la niebla y la oscuridad. ¿Su motivo para estar allí? El castillo. Le interesaba investigarlo, ver si había libros interesantes o alguna clase de vestigio arqueológico, y si le gustaba, tenerlo en cuenta para sus futuras conquistas. Poseer una residencia en el Grand Line sería interesante, y si podía ser similar a su residencia en su amado hogar en el norte, mejor. Derian no solía mostrar sentimientos ni apego por nada, excepto por su tierra. Las tristes, melancólicas y lluviosas colinas inspiraban al conde. Un ambiente tan depresivo no podía si no conmover a un asesino lunático como él. Ya podía ver el castillo. Era diferente a su bastión en Hallstat, pero a primera vista le gustaba. No parecía estar en demasiado mal estado, y era tétrico y tenebroso. Perfecto para él. Con una sonrisa desagradable y siniestra, se acercó a la puerta.

Estaba a punto de apoyar ambas manos sobre esta cuando su fino olfato captó algo. Se detuvo y aspiró con fuerza el aire. "Yo he captado este aroma antes... hace años." Intrigado, abrió de golpe y entró en el castillo, siguiendo el rastro. Era reciente... no estaba solo en el castillo. Activó su haki observación. Al instante captó una gran variedad de seres vivos, y comenzó a descartar los de menor tamaño, hasta finalmente centrar en la única presencia humana cercana. Avanzó por los pasillos de la mansión, cada vez más encantado con el lugar al tiempo que obsesionado en encontrar el origen del olor, más intenso por momentos. El lugar era muy oscuro, lo que no era un problema para el conde. Podía ver igual perfectamente, y aunque no hubiese sido así, seguía teniendo un oído privilegiado. De repente llegó a una estancia con un sofá polvoriento con una marca en el polvo como si alguien se hubiese sentado recientemente. El Shichibukai se aproximó y lo olfateó. El mismo aroma... y le resultaba tremendamente familiar. Volvió a activar su haki de observación, y se dio cuenta de que no andaba muy lejos. Se acercó a una puerta, tras la cual había unas escaleras que descendían a una bodega. Y en esta, la persona que venía siguiendo.

- Arribor Neus... - dijo, con voz fría y suave, bajando las escaleras - No esperaba volver a toparme con vos. Tenía entendido que fuisteis derrotado. Veo que seguís vivo.

Una nueva botella cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos, vacía como sus cuatro predecesoras y con una sexta a punto de compartir su destino. Lo cierto era que jamás se le habría ocurrido pensar como se comportaría de encontrarse con la bodega de un castillo, con cientos de botellas supuestamente de gran calidad a su disposición, y el hecho de encontrarse allí le pilló por sorpresa. Era una de esas cosas que todo el mundo se imagina pero que nadie consigue hacer nunca, y ahora era él quien disfrutaba de ello. Al principio no pensaba hacer nada más que largarse con unas botellas para venderlas y alguna para el camino, pero al recordar la intensa tormenta que sacudía la isla prefirió pasar el rato de otra forma hasta que el clima cambiase. De esa forma acabó bebiéndose las botellas más especiales y con el vino más añejo que encontraba, como si fuese un gourmet solo que sin privarse de vaciar la botella entera. Por ese motivo no estaba seguro de si la voz que resonó en el interior de la estancia era obra de su imaginación.

La voz pronunció su nombre con un tono grave y tranquilo, pero que ocultaba un frío sepulcral. Nada más oírla el pirata se puso alerta, como si en algún rincón de su cabeza algo le dijese que era mejor prepararse, que lo que venía a su encuentro era algo peligroso. Y lo cierto era que esa voz en su cabeza acertó de lleno. Frente a él, descendiendo lentamente por las escaleras, se encontraba el conde Markov, un extraño hombre cuya oculta sed de sangre apunto estuvo de acabar con él años atrás en una isla con un castillo muy similar al que se encontraban. Parecía que cada vez que entraba en uno de esos castillos se topaba con él, como si fuese el siniestro guardián de sus muros. Lo cierto era que le pegaba, al fin y al cabo era un conde. Un conde que ocutaba un oscuro secreto. Arribor se dio la vuelta y contempló al pálido vampiro que le hablaba.

-¿Derrotado? Simplemente me cansé de ganar siempre. -contestó de manera arrogante. No estaba seguro de a qué derrota se refería, pero no tenía intención de mostrarse mínimamente débil ante aquel tipo. Sabía bien lo peligroso que era y su orgullo no le permitía dar la impresión de ser una presa. -Y dime, ¿cuantos cuellos has desgarrado últimamente? Tal vez prefieras esto, al fin y a cabo es un día aburrido. -le dijo burlonamente mientras le lanzaba una botella de vino de gran calidad para que la cojiera al vuelo, aunque no estaba tan bueno como se suponía que debía estar. La forma de hablar del noble seguía resultándole tan rara como la primera vez que se encontraron, aunque esta vez conocía lo que había detrás de aquella refinada educación y no perdería de vista sus dientes. Al fin y a cabo, sabía que su encuentro allí solo podía terminar de una manera, con un charco rojo en el suelo.

Las palabras de Arribor le arrancaron una media sonrisa al conde, complacido por su respuesta. Desde luego, un gran cazador y su mayor rival (la única persona que le había derrotado) no iba a perder porque sí. Cogió al vuelo la botella con elegancia y destreza, y se sacó su puñal de caza para descorcharla. Mientras lo hacía miró a su alrededor, buscando una copa o algún recipiente donde servirse el vino. Se fijó en un estante pequeñito en una esquina con puertecillas de cristal, tan llenas de polvo que no se veía el contenido. Dejó la botella descorchada en una mesa y se guardó el cuchillo. Al abrir el estante levantó una pequeña nube de polvo que le reveló un montón de cubiertos tan sucios como el propio cristal. Agarró una copa, pero la soltó al momento al notar quemazón. Se miró la mano y vio unas quemaduras que al instante comenzaron a sanar, lentamente. Confió en que Arribor no se hubiese fijado, y tomó otra copa, una de cristal. Se quitó un paño de entre las ropas y comenzó a limpiarla.

- Es una pena veros en este estado, Arribor. Disfruto de las buenas bebidas tanto como vos, pero abusar del alcohol no es bueno para los mortales - dijo el conde, sin un ápice de emoción.

Tras limpiar el recipiente, se sirvió una pequeña cantidad de vino y la bebió, degustándolo. Estaba delicioso. Pocas veces tenía ocasión de probar un añejo tan bien conservado y de tan buena cosecha. Incluso él, que tenía acceso a los mejores vinos del mercado por su posición social, debía reconocer que uno como aquel no se tomaba todos los días. Se acercó a Arribor agitando con movimientos circulares la copa y lo observó con curiosidad, olisqueando el ambiente. Para haber bebido tanto no parecía muy borracho, la verdad. ¿Estaría en condiciones de combatir? La mera idea de una revancha hizo que se excitase y le entrase una terrible e irrefrenable sed de sangre (literalmente). Sin embargo, como de costumbre no lo reflejó externamente.

- Hace tiempo mantuvimos una batalla de la que salisteis vencedor. Pues bien, levantaos y salid al patio conmigo. Quiero la revancha.

Ardía en deseos de desenvainar allí mismo y enzarzarse en una mortal danza con el pirata, pero sabía que no era el lugar más apropiado. No quería destrozar aquella valiosísima colección. Por supuesto, tampoco dejó traslucir su impaciencia. Era Derian Markov, y Derian Markov no mostraba sus emociones. Porque no hay mayor miedo que el miedo a lo desconocido, y cuanto más aparentase inhumanidad, más evocaría a aquella parte del subconsciente. Y provocar miedo a las presas era parte de ser un cazador.

Una copa, no se podía esperar menos. El pirata ni siquiera había caído en el hecho de que hubiese un pequeño armario con copas en la estancia, de hecho ni siquiera las había buscado. Más bien había hecho honor a la fama de su "profesión", la piratería, y había comenzado a descorchar botellas sin preocuparse por buscar un vaso. Mientras el vampiro escogía una, Arribor se preguntó si se vería a sí mismo reflejado en los espejos. Era algo que le llamaba la atención desde hacía mucho tiempo y para salir de dudas se inclinó un poco para comprobar si su rostro aparecía en el cristal del armario.. Por desgracia la gran cantidad de polvo hacía imposible distinguirlo, y solo llegó a ver como se cortaba con un cristal o algo parecido pues dejó caer una copa como si hubiese visto un fantasma. De haber sido más observador habría llegado a descifrar una debilidad en la naturaleza del conde, pero era un tipo despistado. Un tipo despistado que había bebido.

-Es una pena veros en este estado, Arribor. Disfruto de las buenas bebidas tanto como vos, pero abusar del alcohol no es bueno para los mortales -dijo el vampiro, dándose cuenta de esto último. Aunque las botellas vacías en el suelo de la bodega no ocultaban precisamente lo que hacía allí. El pirata no pudo ocultar una leve risa, hacía mucho que no se preocupaba por el efecto que el alcohol podía tener sobre él y lo cierto era que no esperaba que fuese precisamente aquel hombre quien lo hiciese.

-Jajaja, lo dices como si hubiese alguien mortal aquí. -Arribor no pudo evitar dejar salir su lado arrogante por un momento, desviando su mirada durante un segundo a la cicatriz de su pecho. Una parte de su ser le decía que comenzase ya el combate, que se dejase de preámbulos absurdos, pero por otro lado quería comprobar si de verdad el vampiro tenía las intenciones que él creía. Por suerte no tardó mucho en salir de dudas. En cuanto Markov le propuso un nuevo combate, el pirata no pudo evitar sonreír divertido. Ya no le importaba en absoluto la lluvia, el viento ni los monos, y había encontrado un entretenimiento mejor que el vino robado. -Será un placer.

En el exterior, el sonido de la lluvia, antes amortiguado por las capas de piedra que cubrían la bodega, resonó en su cabeza como un trueno; y el sonido de los truenos sonó como... bueno, como un trueno muy grande. Sin embargo pronto dejó de oírlo. Todo lo que no fuese su rival perdió todo su significado, como si a su alrededor no hubiese más que un profundo y silencioso vacío en el que solo había espacio para el combate que allí iba a tener lugar. Lo cierto era que no podía evitar sentir un dejà-vu, como si aquello ya lo hubiese vivido antes. Y en cierto modo, así era. Allá en el norte varios años atrás, había tenido lugar un encuentro casi idéntico, y esperaba que este siguiese el rumbo que el otro había tenido.

Arribor se colocó en el centro del patio exterior, ignorando las gotas de agua que caían como ladrillos sobre desde el cielo, activó las púas de sus anillos y se hizo sus ya típicas heridas en los antebrazos. Sabía que sería un combate intenso y no podía permitirse el lujo de darle al conde ninguna ventaja, lo que incluía también el estado de embriaguez en el que se encontraba. Usando su habilidad, reunió todo el alcohol que inundaba su sangre en su mano derecha, expulsándolo a partir de un pequeño corte en la palma. El alcohol abandonó su cuerpo como una especie de burbuja violácea, y cayó al suelo diluyéndose con el agua de la lluvia, despejando su cabeza en cuestión de segundos. Libre ahora de los efectos nocivos de la bebida, podía concentrarse plenamente en la batalla que se avecinaba. Arribor generó las cuchillas de su antebrazos y sonrió arrogantemente.

-Muy bien, ya estoy listo. Bailemos, vampiro.

Derian sonrió, y de un veloz movimiento se arrancó la capa y la lanzó a un lado. Esta fue arrastrada por el viento, el mismo que removió la negra melena del vampiro. Sin la capa, la armadura del conde quedó al descubierto: su poderosa coraza de acero refulgía en la penumbra de la tormenta. Tanto en brazos como piernas llevaba como acostumbraba protecciones de cuero que aminorarían los golpes sin restarle movilidad. En un elegante gesto, desenvainó a Vanator, la espada de su familia, y adoptó una postura de guardia básica.

- Esta vez no os subestimaré ni tantearé como hice la vez anterior. Dancemos pues, mi buen rival, el baile de la caza.

Como la vez anterior, una niebla apareció entre ellos nublando la visión. Sin embargo aunque parecía la misma estrategia, no lo era. Ni siquiera la misma técnica. Derian poseía el poder de transformarse en niebla, pero no iba a hacerlo. Aquello era un espejismo causado por su Tsuki no Kage, como preámbulo a su ataque. De repente su pelo negro se volvió de color blanco plateado, al tiempo que sus ojos se volvían dorados y su piel más pálida aun. Se elevó en el aire unos treinta centímetros para no hacer ruido al desplazarse. Aprovecharía que su rival no le vería hasta que estuviese muy cerca. Creó un espejismo a su derecha y otro a su izquierda de sí mismo, y desenvainó a Basilisk también portándola con su mano izquierda. Cargaría junto con sus falsos clones en un asalto volador en medio de la niebla, empleando ambas espadas a la vez. Basilisk sería la clave del ataque; pues la espada poseía el poder de causar explosiones al golpear.

Activó su mantra para seguir a su adversario. Sus sentidos le dirían en todo momento su posición, pero potenciando aquello con su mantra se aseguraría una vigilancia total sobre Arribor, al poder predecir sus intenciones también. Voló a toda velocidad hacia él, silencioso y letal, y surgió de entre las sombras con los dos espejismos de sí a sus lados. Nada parecía indicar cual era el verdadero; eran ilusiones meramente visuales, pero muy realistas, y solo el sonido o el olfato podría decir cual era el verdadero. Y al ir volando las pisadas no delatarían al verdadero, además de que yendo tan pegados el ruido de aire al volar podría ser de cualquiera de los tres. Se abalanzó sobre Arribor, entrando dentro de su limitado campo de visión (a causa de la niebla), dándole la orden a Vanator de transformarse. La poderosa mano y media se transformó en una hoja de menor tamaño, con un filo irregular y enreversado. Era su forma de Vanator vampírica, que tenía el poder de robar energía vital a su enemigo al cortarle, y pasarla al propio Derian. Visualmente, las espadas de los tres cambiaron. Ordenó a su clon de la izquierda (la derecha para Arribor) adelantarse repentinamente como si fuese el verdadero atacante, y entonces el verdadero Derian le lanzó un poderoso tajo ascendente desde la izquierda con Basilisk, imbuyendo sus armas en haki. Ese golpe causaría una pequeña explosión al impactar, que seguramente quemaría a su rival. Era un arma especialmente buena contra usuarios de haki, pues por mucho que pudiesen evitar el impacto físico el haki de armadura no protegía contra las llamas. Acto seguido le lanzaría una estocada al pecho con Vanator, y se alejaría rápidamente impulsándose hacia atrás con una patada contra él si algo salía mal.

Triple Shadow Assault: Explosive Vampire [Haki Armadura nvl. 3] [AF]

Niebla, la única forma de hacer aún más inquietante el escenario del combate. Por si luchar a las puertas de un siniestro castillo en mitad de una tormenta no fuese poco, la niebla convocada por el vampiro cubrió el campo de batalla en el que se había convertido el patio. La lluvia se vio amortiguada por la niebla y eran pocas las gotas que la atravesaban. De repente se encontraba envuelto en un manto blanco y silencioso, donde apenas se oía el sonido de su respiración. Si no se equivocaba aquello serviría para ocultar un ataque del vampiro, cuyos variados trucos cada vez le sorprendían menos. Ya se había acostumbrado a esperar cualquier cosa y la niebla era algo que ya conocía. El pirata comenzó a mover su sangre a mayor velocidad dentro de su cuerpo. Ya que no contaba con su vista, debería fiarse de sus otros sentidos.

Usando sus propios trucos, tanto el olfato como el oído del luchador se afinaron en gran medida gracias a que podía llevar la sangre a los lugares adecuados. Durante unos segundos que se le hicieron eternos contempló el muro de niebla que se extendía ante él, esperando un ataque inminente que era cuestión de tiempo que llegase. Estaba atento a cualquier sonido, a cualquier olor que le permitiera identificar la posición del escurridizo conde, hasta que lo oyó. Era un sonido extremadamente débil, amortiguado por la niebla, como si algo se moviese por el aire cada vez más cerca de su posición. Un segundo después apareció Markov, acompañado por otros dos vampiros idénticos a él que también volaban por encima del suelo. No estaba seguro de cual era real, pero tampoco importaba. Aplastaría a los tres y saldría de dudas.

En cuanto uno de ellos lanzó un ataque desde su derecha, Arribor desplazó su peso hacia ese lado y detuvo el golpe con su guadaña izquierda, prácticamente dándoles la espalda a los otros dos. Sin embargo, al mismo tiempo que se defendía, la cuchilla de su brazo derecho se extendía por su espalda hasta rodearle e interponerse entre él y sus adversarios. Era consciente de que solo uno de ellos era real, o al menos eso esperaba, por lo que en cuanto notase que tocaba algo simplemente se lanzaría a por él. El primer ataque resultó ser solo un señuelo para distraerle y cuando quiso darse cuenta la espada del vampiro, provocando una inesperada explosión, partió en dos su arma de sangre y prosiguió su trayectoria hasta cortarle en la espalda, a la altura del hombro izquierdo. Al menos la guadaña había servido para evitar que la explosión le alcanzase de lleno, aunque no pudo detener la segunda estocada que se vio obligado a parar con su mano derecha, siendo esta atravesada antes de que el conde retirase su arma.

Al menos ya sabía cual era el real. Si no se equivocaba, el del centro era el verdadero Derian Markov, por lo que  ya no necesitaba esperar más. Usando su técnica "Matabaki" lo seguiría antes de perderlo de nuevo entre la niebla. Por si acaso llevó la sangre con la que potenciaba su oído y su olfato a su ojo izquierdo, para evitar que se le escapara algún movimiento del noble. Mientras avanzaba hacia él, hizo acopio de toda su concentración y creó lo más rápido que pudo una figura en espiral con la sangre que manaba de su espalda, el cual quedaba un metro tras él, moviéndose por el aire. Esta especie de tornillo afilado iba unido a la guadaña de sangre de su brazo izquierdo mediante un cable de sangre de aproximadamente un metro. Para evitar malgastar sangre decidió hacer esta unión como una cadena antes de reforzarla con Haki.

Arribor cargó su Haki en ambos puños, preparado para aplastar lo que se pusiera por delante y sonriendo de forma absurda y demente, haciendo caso omiso a las lanzadas de dolor provenientes de su herida. Estaba acostumbrado a los cortes y estaba seguro de poder ignorar los efectos de la explosión durante un rato. En cuanto llegase a la altura del vampiro soltaría una ráfaga de puñetazos, lanzando pequeñas ondas de choque a quemarropa con cada uno y asegurándose de que no se intercambiara por sus clones, simplemente atacándoles a ellos también al mismo tiempo, aunque una vez notase que golpeaba algo se centraría en machacarlo. Además de las ondas de choque, con cada golpe soltaba diminutas agujas de sangre cuyo objetivo era clavarse en el cuerpo o la ropa del vampiro, un ataque que su rival encontraría bastante débil y tal ni lo notase pero que tal vez podría utilizar después. Y para rematar, no tendría más que soltar un último izquierdazo con mayor potencia, esta vez buscando golpear directamente al vampiro al mismo tiempo que lanzaba el "tornillo" de sangre que había preparado. Este era pequeño pero tan grueso como una bala de cañón, solo que afilada. Su forma en espiral haría que girase y ganase poder de penetración y la larga cadena que lo unía haría que ganase velocidad antes de impactar. Por si acaso, al mismo tiempo que lo lanzaba se agacharía para evitar que la diese a él e intentaría alejarse usando de nuevo su Matabaki. Imaginaba que con aquello no derrotaría al vampiro, pero eso no importaba. Lo divertido era el proceso, no el resultado.

Bloody Alchemy: Spiral Bullet + Ondas de choque + Haki armadura Nivel 2 [AF]