Desastre en la isla (rol privado 4/4) PASADO

Aquel lugar seguía sin gustarle. A pesar de que gracias a su reciente titulo podía pasearse por donde quisiera sin preocuparse por la marina, Shellstown, al igual que cualquier otra isla en la que hubiese una base de la marina, aún le transmitía esa sensación de que no debería estar allí. Cada poco tiempo pasaba a su lado algún grupo de reclutas que le miraba con una mezcla de inquietud y duda por lo que alguien como él pudiese hacer en una pacífica isla como aquella. No dejaba de llamarle la atención el hecho de que en un mar tan débil y tranquilo como aquel necesitaran ni siquiera aquel cuartel para defenderse de los aspirantes a pirata que lo plagaban por doquier.

Arribor caminó tranquilamente hacia el centro de la ciudad, confiaba en encontrar algún lugar donde pasar el rato. Al poco tiempo lo encontró, una pequeña taberna en la  que, según lo que pudo oír de un par de señoras que charlaban sentadas en la terraza, servían la mejor comida del lugar. Esperando que así fuera, se decidió a entrar. Pegó una fuerte patada a al puerta para abrirse paso y entró como si nada.

-Eh, camarero. ¡¡¡Tengo hambre!!! Sírveme algo, ¿quieres? Estaré fuera.- exclamó Arribor a voz en grito. Esto atrajo la mirada de todo el local e hizo que se llevara más de una mirada recriminatoria.

A los pocos minutos, apareció por allí una patrulla de marines. Arribor, olvidando su cargo como tan a menudo le pasaba, pensó que le echarían la charla por montar tal escándalo en el local o que incluso le arrestarían,  pero no fue así. Se pusieron a hablar con un tipo delgado y rubio vestido con una larga capa marrón y luego se fueron sin más.

-Qué raro.- pensó Arribor al verlos doblar la esquina.

Devoró su plato con rapidez y pensó que por fin podría relajarse. Sin embargo, y sin previo aviso, el hombre de la capa echó a correr perseguido por el mismo grupo de marines que hacía unos segundos se habían largado. Esto llamó su atención. Aparte de su curiosidad natural, decidió aprovechar la oportunidad de marcharse sin pagar del restaurante, así que pensó en seguirlos sin que lo viesen.

Por desgracia para él, no llegó a lograrlo. El dueño del local le golpeó en la cabeza con una bandeja al ver que intentaba comer gratis y llamó a un par de escuálidos reclutas aparentemente recién salidos de la academia que no se habían sumado a la persecución.

-Oye, no pensarías irte sin pagar, ¿verdad? ¿Sabes que eso es un delito?- le recriminó uno de ellos. Arribor podía haberse librado de ellos con facilidad, pero no le apetecía lidiar con las consecuencias que eso conllevaría, así que decidió esperar a que se hartaran y lo dejaran en paz.

Sawaki suspiro cuando acabo con todos y miro al callejón, el hombre al parecer era el idiota que se vino a acorralar tranquilamente a este callejón. O era un tonto o con mucha confianza en sus habilidades, de todas maneras ya nada tenía que hacer en ese lugar así que se preparo para irse y explorar la isla. Pero claro, los problemas venían de un lugar a otro, sin más un sujeto medio raro apareció cerrando la única salida posible. El rubio suspiro para luego ver como es que el otro provocaba un pequeño incendio, a todo esto el hombre pez se quedo tranquilo ya que sabía que no venían por él. Pero aun así, si era un marine y llegaba a recordar su cartel de “Wanted” estaba perdido, pero aun así podría intentar hacer algo para evitar una pelea.

Sawaki: Como se ve que no tienes asuntos conmigo ¿Me puedes dejar marchar? Digo, no soy un peligro y me gustaría evitar una pelea tonta y aburrida.

Dijo con una leve sonrisa y un tono amable, en su interior sabía que no iba a poder ser posible que ese sujeto lo dejara irse sin más, así que se quedo callado mientras veía como es que el rubio le dirigía un par de palabras y eso confirmaba que se conocían de antaño. El rubio se fue a las paredes del fondo para observar mejor la situación y ver si un posible duelo entre los dos, se abría una chance para escapar y así dejar que esos se mataran entre ellos. Su mirada era fría y sin sentimientos, era un animal salvaje literalmente que estaba encerrado por paredes y un humano que era igual que el otro. Un suicida si piensa que dejando a dos personas encerradas tendrías chances de ganar, pero su instinto más salvaje lo hacía que su sangre hirviera al estar en esta situación.

Apretó sus puños para tratar de calmarse, pero era algo que no era tan fácil de controlar. Esos instintos de tiburón que tenía, era algo que simplemente no controlaba así como así ya que sentía como esos deseos de ir y golpear a ese maldito eran más fuertes que su voluntad de frenarse pero tenía que hacerlo en una de esas lograba hacer que ese maldito lo dejara tranquilo e irse de una vez por todas.

Estaba apunto de marcharse. Arribor no soportaba más la incesante charla de aquellos dos reclutas sobre la estupidez de haber intentado marcharse sin pagar del restaurante. Realmente eran muy molestos. Al principio iba a aguantarlos, al fin y al cabo no quería tener más problemas de los necesarios, sin embargo empezaba ya a plantearse si debía largarse de allí de una vez.

Por suerte su dilema tendría solución con la llegada de un viejo conocido. Con una mirada de sorpresa dibujada en su rostro, Arribor pudo ver como el marine con el que se enfrentó en Orange Town aparecía de repente. Según recordaba su pelea no había terminado exactamente como él habría querido y había acabado con una importante cicatriz en su torso. Aun así no se arrepentía, sabía que tarde o temprano se volvería a topar con aquel tipo y tal vez tuviera oportunidad de cobrarse la revancha.

El marina parecía tan sorprendido como él por verle allí. Rápidamente avisó a los dos jóvenes marines de su posición de Yonkaikyo y estos se apartaron en silencio con una mirada mezcla de asombro, arrepentimiento y preocupación por las consecuencias que pudiera haber. Lo cierto es que no había caído en eso, si les hubiese hablado de su reciente cargo se habría ahorrado la charlita. Sin embargo eso era algo normal en él, no era ninguna novedad le hecho de que se le pasasen cosas obvias.

Se dispuso a saludar a su antiguo rival cuando se dio cuenta de que no recordaba su nombre; ni siquiera estaba seguro de que este se lo hubiera dicho. Esto le tomó por sorpresa, no entendía como se le había pasado algo tan importante, otra vez. Iba a preguntárselo pero la mirada del pelirrojo no parecía indicar que tuviese ganas de hablar. Este pagó su cuenta y el camarero se retiró por fin. Aquel maldito viejo era el único al que no le importaba su cargo; lo único que le interesaba era cobrar, menos mal que ya se había cansado de recriminarle la deuda.

-Vaya, gracias por pagar la cuenta.- dijo Arribor. -Normalmente llevo dinero encima pero... en fin que mas da. Hacía mucho que no nos veíam... - su frase quedó interrumpida por un grito de auxilio. Por lo visto alguien estaba montando una buena por allí.

Un joven marine ensangrentado se acercó hasta donde estaban y empezó a hablar sobre un tipo  que estaba atacando a sus compañeros. Por lo visto el dueño del restaurante le conocía de antes, pues reconoció como varios marines echaron alguna sustancia desconocida en el plato de un hombre rubio. "-Debe ser el tipo que antes ha estado hablando con los marines.-" pensó Arribor, cuya curiosidad empezaba a empujarle a unirse a aquel escándalo.

Sin embargo, el marine no parecía dispuesto a dejarle participar. Antes de echar a correr hacia la fuente de los gritos le lanzó una intensa mirada con la que le dejaba claro que no necesitaba ayuda, o al menos no la suya. Para desgracia de este, Arribor no entendía de miradas así que lo siguió a una distancia prudencial. Quería averiguar que era lo que ocurría antes de intervenir así que subió el tejado de uno de los edificios colindantes al callejón. Y lo que vio no le defraudó en absoluto.

Enfrente del derrotado grupo de marines y de los que se acercaban atraídos por el escándalo y el sentido del deber liderados por el pelirrojo cuyo nombre no lograba recordar, se encontraba el tipo encapuchado del restaurante además de un Gyojin con cara de pocos amigos. Por lo que pudo oír todos ellos se conocían entre sí. Por desgracia, cuando el tipo rubio dijo el nombre del marine no estaba prestando atención así que no logró aprendérselo. Pero poco importaba eso, lo que estaba por suceder era más interesante.

El tipo rubio lanzó al suelo una extraña sustancia negra que estalló en llamas en pocos segundos. Arribor estaba pendiente de lo que cualquiera de los presentes pudiera hacer, así que se sorprendió bastante cuando el Gyojin intentó largarse por las buenas, sin saber que el pelirrojo no le dejaría marcharse así como así. De todas formas el que más le interesaba era el tipo rubio así como su extraña habilidad. Parecía que sería un día interesante.

El marine parecía tener problemas, si iba a enfrentarse a aquellos dos hombres podría pasarlo mal. Tal vez debiera ayudarle. No quería que muriese allí, ¿si lo hacía como obtendría su revancha? Decidió que lo mejor sería echarle un cable, además así podría enfrentarse al tipo de la sustancia negra y al hombre-pez.

Saltó desde el tejado donde se encontraba y, cubriéndose al atravesar las llamas, lanzó una patada directa al rostro del rubio. No dijo una sola palabra, simplemente se metió en medio de todo aquello sin ser invitado por el placer de un buen combate. Lo único que le interesaba en aquel momento era montar una buena y patear a todos aquellos tipos raros, y eso era lo que pensaba hacer.

Se mascaba la tragedia en el ambiente, pues entre el fuego y el humo solo se podía esperar que la situación se complicara más y que aquellos animales acorralados se asustaran y embistieran con todo lo que tenían. Una pena, a decir verdad, ya que no era algo que le fuera conveniente. Su antiguo rival, el chico rubio que había conocido mucho antes en una isla lejana, había desprendido una sustancia negra por el suelo y le había prendido fuego, convirtiendo lo que sería el campo de batalla en un auténtico infierno. Por otro lado, el hombre-pez le había indicado que no tenía asuntos que tratar allí e incluso, a pesar de la situación, supo mantener la calma para pedir que le dejaran marchar. Esto pilló a Minato con la guardia baja, que preocupado de los desastres que podría ocasionar el fuego no descartó la idea de inmediato.

- ¡No os quedéis ahí parados! ¡Todo el mundo comenzad a traer agua para extinguir el fuego! ¡Todos, que nadie se quede aquí! ¡Debemos impedir que el fuego se extienda! - gritaba el pelirrojo mientras gesticulaba con todo el cuerpo señalando en varias direcciones. Sin embargo y antes de que terminara de dar órdenes, un marine que parecía estar inconsciente a tan solo unos metros de él llamó su atención con quejidos y lamentos. Minato se acercó para ver qué ocurría y recibió una hoja arrugada, varios carteles de "Se busca" muy arrugados y entre los cuales estaban los dos rubios que había en aquel callejón, tanto el que había prendido fuego a la zona como el gyojin.

Volvió de inmediato a ocupar la salida de aquel callejón para evitar que nadie pudiera salir. Debajo de aquel casco sus ojos demostraban determinación, respeto pero no miedo. - ¡Gyojin! Lamento decirte que la marina te busca, que hay un precio por tu cabeza y que no puedo dejarte marchar. Así pues, tendré que derrotaros a los dos... - decía Minato mientras observaba como a través del fuego una figura aparecía con gran velocidad. No era otro sino Arribor Neus, el Yonkaikyo al que acababa de pagar la comida y que parecía dispuesto a echarle una mano a su "aliado". El pelirrojo sintió, en un principio, repulsión ante la idea de luchar junto a él pues hacía mucho tiempo se habían enfrentado y justamente después le habían dado aquel poderoso rango. Sin embargo después se dio cuenta que no le agradaba luchar contra aquellos dos tipos solo, y la ofrenda de paz que había recibido en aquel momento le venía muy bien.

Tomó con fuerza aquella metáfora dentro de su mente y se aferró a la idea de que no serían viejos amigos de Arribor y que pronto le traicionaría. Flexionó rodillas y codos y apuntó con los brazos a sus rivales tomando una posición más adecuada para la situación. Arribor había atacado al humano, por lo que podía apoyarle en el ataque o podía atacar al otro dividiendo así las fuerzas pero obteniendo así mayor planteamiento estratégico, ya que no podrían ayudarse entre ellos si estaban demasiado ocupados. Se agachó durante unas centésimas de segundo y se propulsó hacia el Gyojin con clara intención ofensiva, desenfundando una de sus Ninjatos en su mano derecha cuando estaba muy cerca de él y realizado un corte en diagonal desde abajo hacia arriba, de izquierda a derecha.

No era el ataque mejor planteado del mundo y Minato sabía que no debía confiarse con aquellos tipos, pero era una manera de evaluar condiciones antes de realizar ataques más elaborados.



Tema cerrado por inactividad de sus miembros y pérdida de cuenta de otro de ellos.

On-rol quedaría como que los que causaron el conflicto huyeron y no hubo daños demasiado graves.