Un tesoro perdido pasado Misako Hitomi y bleyd

Me encontraba desembarcando del Octubre Rojo, nuestro trabajo de esta semana consistía en localizar un tesoro perdido. El tesoro pertenecía a un astuto usurero que ante la llegada de la marina a recaudar impuestos lo enterró en la isla pensando que le dejarían en paz, lamentablemente, lo ejecutaron allí mismo por evasión de impuestos quedando solamente su loro como único conocedor de la ubicación del tesoro,  por fortuna para nosotros la resistencia se hizo con el loro dando el cambiazo por un mono organillero llamado Yusepe. Aun no nos explicamos como no notaron la diferencia. Pero a lo que nos concierne me encuentro en la playa de arena blanca suave y sin piedras mientras las olas del mar mesan la orilla, palmeras con algunos cocos se alzan desde el final de la playa intentando ganar el sol. Tengo que esperar a mi contacto que me acompañara por si surgieran problemas en la búsqueda del tesoro oculto en esta isla. Alguien ha de llevar el botín y las provisiones. Conmigo se encontraba fluffle mi pequeño poni rosa que cargaba en la espalda un pico y una pala mientras hacía agujeros en la arena de la playa buscando cangrejos. El tiempo corría y mi paciencia se agotaba pues el contacto no llegaba y no me gustaba la impuntualidad de más de una hora.

-Muy buenas a todos, nos encontramos aquí, en la inigualable isla Hargeon, donde habéis venido a hacer un poco de turismo. Os enseñaremos como sobrevivir aquí en el bosque y por las noches haremos grandes fiestas sin molestar a la fauna local, ya que ello están antes que nosotros- todos los de aquel crucero empezaron a reírse, se notaban que era gente rica.
El que hablaba era el guía, un hombre alto y con su pelo negro peinado hacia atrás, durante todo el viaje estuvo hablando sin cesar, lo cual a la mayoría de la gente hacia que se cansase de su voz.

En el centro de aquel gigantesco barco se encontraba una piscina, donde podías pasar el día si no tenías nada más que hacer. A los extremos de ella habían unas butacas de madera de roble con un cojín para que te sea más cómodo, en uno de ellos se encontraba una mujer bellísima, Hitomi, la chica rubia llevaba su vestido blanco hasta las rodillas, sus armas las tenía en su camarote donde nadie se las pudiese coger.

El sol estaba en todo lo alto, no se podía ver ninguna nube solo a un par de gaviotas revoloteando a sus anchas, sin ninguna preocupación y sin nada que cuidar.

-Bueno señores y señoras, nos estamos aproximando a la isla, así que id preparando vuestro equipaje que en menos de quince minutos ya estamos pisando tierra- toda la gente empezó a meterse dentro para seguir las órdenes del hombre, al igual que Misako que fue de las primeras en meterse ya que no quería volver a escuchar la voz de aquel molesto hombre.

Una vez por los pasillos que estaban llenos de gente y costaba andar, la rubia recibió pequeños golpes en su travesía para llegar a su camarote. Tras varios minutos llego a su habitación:

-Esto deberían de mejorarlo, no me gusta estar restregándome con gente que ni siquiera conozco, ya hablare con el dueño de todo esto.

Se tiro un rato en su cama para recapacitar lo que hacía en aquella isla, su habitación daba directamente con el puerto que se podía ver mediante una ventana…

Parecía que el contacto no aparecía, al menos tendría algo que hacer pues mi pequeño y peludo compañero había conseguido desenterrar unos cuantos cangrejos, como aun tenía tiempo decidí que sería buena idea tomar un tentempié de crustáceo a la plancha,  saque mi dial de fuego y lo coloque encendido en la arena rodeado de cuatro grandes piedras encima de las cuales coloque mi espada que poco a poco se fue calentando y poniéndose al rojo vivo, una vez a punto eche los cangrejos que comenzaron a dorarse la verdad es que tenían muy buena pinta y olían genial, mientras se terminaban de hacer saque de la mochila algo de sal y agua, nos íbamos a poner las botas de cangrejo a la plancha. Fluffle los miraba mientras se le caía la baba. – Tranquilo compañero aun les falta un poco y tienes que dejar que se enfríen. Sonreí con dulzura mientras les daba la vuelta en la parrilla improvisada, a lo lejos me percate que un gran barco de aspecto muy lujoso se acercaba a la isla, no eran muy buenas noticias lo último que necesitaba era una pandilla de snob creídos y egocéntricos pululando por la isla. Suspire mientras le ponía los cangrejitos a Fluffle en un plato para que fuera comiendo. La verdad es que estaban bastante buenos aunque en un arroz hubieran estado mucho mejor. Seguimos esperando en la playa mientras nos poníamos las botas a base de comer cangrejos.

Tras estar un rato echada era la hora de hacer la maleta, cogió unos vestidos, un peluche de un oso que había comprado en este barco y un libro que hablaba sobre el arte antiguo era aburrido pero era lo único que tenía Hitomi. Se pudo escuchar una sirena que provenía de fuera, duro unos seis segundos, era un ruido molesto que hizo que las gaviotas se alteren. La rubia cogió su maleta, echo un último vistazo a su habitación para ver si se olvidaba algo y se marchó, la sala se quedó sola, al contrario que los pasillos que estaban igual que la otra vez, esto ya es pasarse.

Al llegar al centro del barco de nuevo el hombre molesto empezó a hablar:

-Bueno… ¿Estamos listos? – a lo que unos pocos afirmaron – Ya hemos aparcado, os dejaremos veinte minutos para que miréis las tiendas y os toméis algunas fotos, y recordad… pasáoslo bien.

Misako no tenia una cara alegre que digamos, seria porque se estaría mareando. Fue una de las primeras en bajar. Tan solo pisar tierra firme dio una patada en el aire y un salto pequeño que nadie notaria. Llevaba las armas escondida en su cuerpo, la daga en la espinilla, y las pistolas en la espalda amarradas desde su cuello. El viento hacia que su pelo de oro se móviles lentamente.

En el puerto había un par de comercios donde vendían recuerdos, uno de ellos era un restaurante con terraza, así que se acercó allí para tomar algo. Una vez hubo llegado se sentó en una silla de hojas de palmeras con un cojín para que te sea más cómodo, el camarero se acercó e Hitomi le dirigió la palabra:

-Hola, me gustaría que me traiga un batido de chocolate caliente y algún trozo de tarta con nata… a y un poco de fresas. Gracias- tras hacer la comanda, tenía que esperar sentada a que se lo trajesen.

La verdad es que estaba cansado de esperar y me apetecía tomar algo fresco, por desgracia mi contacto me había dejado plantado una verdadera pena- ¿Qué te parece Fuffle, nos vamos al pueblo a ver si encontramos una heladería?- Mi compañero salto entusiasmado y corrió cual poseso hacia el puerto. Yo recogí la espada con cuidado y la enfrié en el mar para a continuación seguir a mi compañero en dirección al apetitoso helado que nos esperaba. El puerto tenía unos cuantos comercios por fortuna uno de ellos era una terraza de cafetería, me senté junto con mi poni rosa esponjoso y súper adorable, y le pedí al camarero dos copas de helado con bolas de varios sabores, mi compañero tenía cara de éxtasis cuando se lo sirvieron, yo le deje comer en paz mientras clavaba los ojos en una señorita que estaba para comérsela allí mismo, pelo rubio, largo y súper liso por no mencionar unos pechacacos que quitaban la respiración y el hipo, comencé a tomarme el helado distraídamente pues su cuerpazo tenía toda mi atención.

La señorita seguía esperando su pedido con las piernas cruzadas, mirando a la gente que pasaba. Algunos eran turistas que estaban comprando recuerdos o tomándose fotos entre ellos, otros eran gente de la zona que estaban haciendo ejercicios o simplemente pasear. Las gaviotas también estaban revoloteando por la zona en busca de los peces que traían los pescadores, el olor era insoportable, pero es lo que había.

A lo lejos se asomaba una bola rosa corriendo sin parar, lo cual parecía ser lana:

-Qué color más desagradable, lo podían haber puesto blanco o rojo…- pensaba Hitomi – seguro que es un animal exótico de esta isla.

El camarero ya tenía el pedido echo, así que se acercó a la señorita con una bandeja de metal donde encima portaba el batido, la tarta y las fresas, las cuales se las dejo en la mesa. Acto seguido se marchó sin decir nada:

-Que borde, al menos podría haber dicho ‘aquí tiene señorita’ o ‘que lo disfrute’- agarró la cuchara, partió un trozo de tarta y se lo metió en la boca, exquisito, la nata no estaba dulce, el bizcocho estaba en su punto… más tarde se acercaría a hablar con el chef a darle su mas sincera enhorabuena.

La bola rosa ya se encontraba en una mesa al lado de la rubia con un hombre que portaba una armadura la cual parecía ser pesada. Que feos, y encima de todo no tienen estilo en la ropa, fue lo primero que pensó de ellos. Notaba que alguien la miraba, efectivamente era el hombre de la bola rosa, ¿qué le pasaba? ¿Nunca había visto a una mujer o no tenía ni la más mínima educación? Era alguna de esas cosas, que ponga vergüenza que tenía. La chica paso de ellos y solo se limitaba a tomar sorbos del batido de chocolate lentamente.

Por desgracia estaba tan concentrado mirando a la chica que no me acorde de vigilar a Fluffle, el muy pícaro tenia los ojos clavado en la tarta de la chica y se había colocado a su lado acercándose muy despacio y sutilmente escondiéndose en su propio pelo mientras se acercaba a su objetivo que era la comida, intente persuadir a Fluffle de que parara y volviera conmigo pero era inútil el dulce aroma que emanaba de la mesa podía con el, cuando estuvo a un metro salto encima de la chica con intención de derribarla en un amoroso abrazo, con el cual esperaba ganarse su simpatía y que le diera algo dulce en agradecimiento. Me lleve las manos a la cabeza mientras veía como saltaba y provocaba un poco el caos. Corrí hacia ellos pensando ya las palabras necesarias para disculparme por el comportamiento del pequeño poni. - Disculpe usted señorita normalmente se porta mucho mejor, pero este Fluffle es un goloso. Estoy en misión de búsqueda de un tesoro perdido y mi contacto no se ha presentado a la hora acordada y bueno Fluffle tenia ganas de algo dulce y no ha podido esperar a que se lo pidiera. ¿Será tan amable de perdonar a mi bolita de amor?. Sonreí con simpatía esperando que dejara correr la escenita y no se enfadase con el pobre bicho ni conmigo.

La chica seguía tomando lo que había pedido, algunas personas se paraban a mirarla y ver su belleza de la misma. El trozo de tarta ya empezaba a acabarse, el plato hondo de fresas iba por la mitad al igual que el batido. El Sol estaba empezando a dar más calor y así dañar los ojos de la señorita, la cual tuvo que sacar unas gafas de sol para protegerse, también tenía unas gafas para leer, pero nunca las utilizaría ya que no le gusta y así se vería menos atractiva.

Se podía escuchar el mar rompiéndose con los barcos, la mar se estaba volviendo ‘traviesa’. Las mesas de las terrazas se estaban llenando, Hitomi se remando el vestido y efectivamente era la hora de comer, era un solo camarero para tantas mesas, el hombre estaba alterado equivocándose en la hora de entregar los pedidos, ponía las cosas donde no debía, tendrían que contratar a otro camarero o perderían mucha clientela, lo que conlleva al dinero, algo que un empresario no puede vivir sin él.

El hombre con su cosa rosa seguían mirando a la rubia, patético. Dio el ultimo sorbo de su batido y aparto la copa mientras hacía un gesto con la mano para que se lo lleven. En ese tiempo tenía a la bola de pelo al lado que inmediato se abalanzó contra la chica haciéndola caer al suelo. Hitomi lo aparto de inmediato mientras seguía en tirada en el suelo, el hombre de malos modales el cual parecía su dueño se hacerlo corriendo para disculparse con cualquier cosa que le pasase por la cabeza, también empezó a decir cosas que no venían a cuento de una misión y para acabarlo decía si podía perdonarlo:

-Pues a ver si cuida a esta ‘bestia’ espantosa, que no puede ir cogiendo cosas que no son suyas ¿Y sabe de dónde aprende eso? De su dueño, así que esto me dice que usted no tiene ni la más mínima educación – alzó los brazos esperando que el hombre de armadura la ayudara a levantarse, ya que en su conversación ni se había molestado en el estado de la señorita, el camarero vino corriendo para ayudar a la dama a levantarse – Gracias, se lo agradezco – le dijo al camarero. Coloco su silla de nuevo y se sentó, pasando por completo del hombre, por suerte no se había hecho daño.

Ni me moleste en responder, pagué las consumiciones de la chica y las mías, mientras me llevaba a Fluffle en brazos, tenia cosas que hacer y no tenia tiempo que perder con una niñata snob y malcriada, saque el plano del tesoro y comencé a caminar, las indicaciones eran bastante buenas , el loro había cantado por los cuatro costados a cambio de unas galletas, -Caminar cuatrocientos pasos desde el puerto, siguiendo la costa hasta los enamorados. Um que será eso de enamorados fluffle puede que sea una roca con forma de corazón o algo así. Camine por la costa con fluffle a mi lado que se entretenía corriendo detrás de las gaviotas, delante nuestro se encontraba un risco que parecía un mirador, y efectivamente allí acababan los pasos, - Bueno supongo que es aquí donde los jóvenes del pueblo vienen a darse el lote, veamos que pone ahora. Adéntrate en la boca de la bestia y desciende por la garganta de los muertos hasta el estomago de oro donde los guardianes silenciosos vigilan el tesoro de los antiguos. Que demonios significaba eso, aquí no había nada que se asemejase a una boca, y dudaba mucho que fuera algún tipo de animal gigante, era mas como un acertijo, me senté encima de mi peludo amigo a pensar, el tiempo pasaba y no se me ocurría nada, hasta que finalmente me di cuenta, la marea había bajado y el sonido de las olas al romper era distinto, me asome por el acantilado y lo vi. Una caverna que se sumergía al subir la marea, baje hasta ella medio escalando medio saltando. Mi compañero lo tuvo mas fácil, nunca entendería como conseguía que los demás animales le llevaran volando, esta vez fue una gaviota la que le dejo cerca de la entrada de la cueva que estaba plagada de estalactitas y estalagmitas, comencé el descenso por dentro de la caverna, el suelo estaba resbaladiza a causa de la piedra mojada y pulida, y en algunos tramos tuve que andar a cuatro patas como mi compañero que se entusiasmaba cada vez mas, la oscuridad acabo por engullirnos y tuve que recurrir a la visión nocturna de mi casco para continuar haciendo la espeleológica, Finalmente después de un buen rato lo vislumbre, una montaña de monedas desparramadas en el suelo encharcado por el agua marina, Fluffle se tiro encima y comenzó a revolcarse en las monedas en cuanto yo use mi dial de fuego para iluminar el área, me regocije en mi crapulencia, mientras Fluffle se metía las monedas en el pelo y yo cargaba con el cofre lleno de monedas hacia la salida, este iba a ser un buen botín.

La chica dobló las rodillas y se colocó las gafas de sol, el hombre seguía parado con su ‘mascota’ si es que se puede llamar así, saco dinero y lo coloco en la mesa sin motivo alguno ¿Más raro todavía? No dijo ninguna palabra de para que servía, si para pagar lo pedido o para perdonarla con dinero. La rubia no tocó los berryes para ver lo que hacía el camarero que se había ido a atender a las demás mesas que seguían llenándose de gente y el camarero más agobiado.

El de armadura ya se había marchado, menos mal pensó la chica, ahora ya podría terminar su pedido tranquilamente, no podía creerse que en la era que estamos todavía se puede encontrar gente con cero modales y que no tienen atención es sus mascotas.

Tras un tiempo ya se había acabado el postre, hizo en gesto con la mano llamando al hombre del bar:


-La cuenta, por favor,- mientras movía en el aire el dinero que estaba sobre la mesa y se quitaba las gafas- y quédese el cambio-.

-Mire señorita son trece berryes – y miraba a su libreta donde apuntaba todos los pedidos- gracias- dicho esto marchó.

¿Y ahora qué hacer? Es lo que le pasaba por la cabeza, no había nada en esta isla que le interesará, bueno, pues hora de regresar al camarote, cogió sus cosas y se fue al barco donde había llegado.

Una vez allí no había nadie, todos estaban mirando los lugares de la isla o simplemente comiendo. Se dirigió a los lugares de los camarotes y entro en el suyo. Nada más abrir la puerta se podía ver que todo estaba desordenado, los muebles tirados en el suelo y una carta en cima de la cama “El Risas”. ¿Qué significaba esto?

Salió corrí recordando que había visto carteles de se busca en la entrada al barco con las fotografías de los piratas con sus respectivos precios. Risas 9 millones de berryes por su cabeza, esto era interesante.

La rubia tenía las armas guardadas en los lugares de siempre para ir de caza, no sabía nada del enemigo al que buscaba, solo que por su cabeza pedían 9 millones de Berris, algo mísero pero bueno para empezar en este mundillo de la cacería.

Bajo del barco de un salto y empezó a caminar por el muelle, debería de estar en esta isla, ya que había dejado la nota en la habitación pero no se había llevado nada, ¿Se abría equivocado de habitación? Era la pregunta que rondaba por la cabeza de la chica. La gente que pasaba al lado suya eran normales y no se parecía al del cartel, que tenía toda la cara pintada blanca y los labios rojo carmesí algo que se reconoce a simple vista. Los barcos seguían llegando a la isla, era temporada de turistas y deberían de aprovecharlo al máximo para sacar más dinero y llevárselo al bolsillo.

Por la zona del puerto no notaba nada extraño, así que decidió meterse a la selva que se encontraba en el centro.

El submarino comenzó a sumergirse en las profundidades mientras el capitán Extremo impartía las ordenes de navegación, yo por mi parte me fui a la sala de juntas en donde esparcir el tesoro y comenzaría a contarlo y catalogarlo con ayuda de nuestro experto cocinero Rayback, comenzamos apilando monedas para luego pasar a separar los objetos de artes, yo no sabia mucho de tasación pero Rayback era un experto, le deje trabajar a gusto mientras me dirigía a mi camarote a darme un merecido descanso, cruce los angostos y estrechos pasillos agachando la cabeza en cada compuerta que pasaba, doble a la derecha en un cruce y llegue a mi camarote en donde compartía habitación con un par de torpedos tomahawk, me tumbe en la cama y Fluffle se subió a mi lado, la verdad habia sido un día bastante duro, eso de tener que bajar por una cueva y subir cargados de oro había sido agotador, la verdad fue una pena no tener ningún compañero que me ayudara a cargar el dinero, pero ya se sabe no siempre aparecen los contactos. Poco a poco enganche el suelo y me dormí abrazando a Fluffle.