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Te pican a la puerta del camarote, un lujoso camarote la verdad, no muchos se pueden permitir uno individual, baño propio, cama de metro ochenta para una sola persona, tenías hasta una pequeña cómoda con toda tu ropa, más un armario donde tus fieles colocaron de forma ordenada, correcta y sin doblar todas tus túnicas, hasta las bordadas con hilos de oro, por que admite, que nunca te has limitado en tus caprichos altamente costosos y difíciles de fabricar, pero mientras tengas a tus seguidores dejándose la piel y el alma en dar donativos para purificar su alma, no te has tenido que preocupar por cosas tan insignificantes como el dinero...
Saliste vestido con tus ropas elegantes, pero casuales, no estás en la iglesia, no tienes que aparentar nada, tu camisa blanca perfectamente planchada, tus pantalones azul oscuro atados a la cintura con un cinturón marrón, zapatos negros impolutos y una corbata azul con una ralla fina blanca que atraviesa en diagonal. Pero como te gusta, siempre llevas algo que destaca sobre lo demás y es ese reloj, que te regaló uno de tus adeptos, en compensación por ser perdonado por su pecado más grande, la lujuria...
Nada más abrir la puerta hacia cubierta notas la brisa marina, aire fresco con olor a salitre, tu olfato es más desarrollado y en estos momentos es cuando más se acentúa, llevabas encerrado toda la noche y ahora el mar te golpea la pituitaria. No diste ni dos pasos que tus adeptos te estaban esperando -Buenos días Padre. En unas horas llegamos a tierra- Comentaron, te daba igual, no tenías ninguna prisa -Muchas gracias hermahahahano Lorenzo- Es de buen nacido ser agradecido y eso lo sabías. Te tenían una mesa al lado de la borda, con una silla, la mesa tenía dos tostadas y un té verde, para ti, siempre te trataban como si fueras el "elegido" pero claro, eso les haces creer...
Te sentaste, le diste un sorbo al té y a la lejanía podías observar la isla de Sanubia, también conocida como "El Desierto de Sanubia". Una isla casi deshabitada si no fuera por pequeños pueblos que resisten aún a ser olvidados en las arenas del tiempo. ¿Por qué le echaste el ojo en su momento? La temperatura es bastante alta, las túnicas no ayudan a tu comodidad pero eso era secundario, lo que te gustó fue lo fácil que fue convencer a todos estos pobres desgraciados...
Isla Sanubia:
La isla es un gran desierto, donde hay un total de siete pueblos, cuatro costeros, tres en el interior. De todos los pueblos, el que está en el centro de la isla es quien tiene más capacidad económica de todos, ¿Por qué? Por su oasis central, de donde se consigue agua potable que es lo más importante en este tipo de bioma. El pueblo es la entrada al Oasis, el cual consta de un lago en forma de serpiente rodeado de un hermoso y frondoso bosque que no tiene nada que ver con la imagen de desierto, que se alimenta de las aguas subterráneas de la isla, que no solo absorbe el agua, si no que también la desala lo que hace posible que los seres vivos puedan beber.
En el centro del pueblo hay una plaza donde se encuentra un pequeño restaurante donde solo sirven carne de lagarto, agua y cerveza, la cual es más barata que el agua. Un camino te lleva hasta el objetivo del "Padre Jaldabaot" pues es suya y hoy era el día donde por la noche se juntan los astros para alcanzar la puerta al "Paraíso".
La gente tiene la creencia de que el oasis es un lugar sagrado que no puede ser mancillado, gracias a las aguas tienen vida. Muchos son los que piensan que un ser divino vive en esas aguas que purifican el alma de los isleños...
Saliste vestido con tus ropas elegantes, pero casuales, no estás en la iglesia, no tienes que aparentar nada, tu camisa blanca perfectamente planchada, tus pantalones azul oscuro atados a la cintura con un cinturón marrón, zapatos negros impolutos y una corbata azul con una ralla fina blanca que atraviesa en diagonal. Pero como te gusta, siempre llevas algo que destaca sobre lo demás y es ese reloj, que te regaló uno de tus adeptos, en compensación por ser perdonado por su pecado más grande, la lujuria...
Nada más abrir la puerta hacia cubierta notas la brisa marina, aire fresco con olor a salitre, tu olfato es más desarrollado y en estos momentos es cuando más se acentúa, llevabas encerrado toda la noche y ahora el mar te golpea la pituitaria. No diste ni dos pasos que tus adeptos te estaban esperando -Buenos días Padre. En unas horas llegamos a tierra- Comentaron, te daba igual, no tenías ninguna prisa -Muchas gracias hermahahahano Lorenzo- Es de buen nacido ser agradecido y eso lo sabías. Te tenían una mesa al lado de la borda, con una silla, la mesa tenía dos tostadas y un té verde, para ti, siempre te trataban como si fueras el "elegido" pero claro, eso les haces creer...
Te sentaste, le diste un sorbo al té y a la lejanía podías observar la isla de Sanubia, también conocida como "El Desierto de Sanubia". Una isla casi deshabitada si no fuera por pequeños pueblos que resisten aún a ser olvidados en las arenas del tiempo. ¿Por qué le echaste el ojo en su momento? La temperatura es bastante alta, las túnicas no ayudan a tu comodidad pero eso era secundario, lo que te gustó fue lo fácil que fue convencer a todos estos pobres desgraciados...
Isla Sanubia:
La isla es un gran desierto, donde hay un total de siete pueblos, cuatro costeros, tres en el interior. De todos los pueblos, el que está en el centro de la isla es quien tiene más capacidad económica de todos, ¿Por qué? Por su oasis central, de donde se consigue agua potable que es lo más importante en este tipo de bioma. El pueblo es la entrada al Oasis, el cual consta de un lago en forma de serpiente rodeado de un hermoso y frondoso bosque que no tiene nada que ver con la imagen de desierto, que se alimenta de las aguas subterráneas de la isla, que no solo absorbe el agua, si no que también la desala lo que hace posible que los seres vivos puedan beber.
En el centro del pueblo hay una plaza donde se encuentra un pequeño restaurante donde solo sirven carne de lagarto, agua y cerveza, la cual es más barata que el agua. Un camino te lleva hasta el objetivo del "Padre Jaldabaot" pues es suya y hoy era el día donde por la noche se juntan los astros para alcanzar la puerta al "Paraíso".
La gente tiene la creencia de que el oasis es un lugar sagrado que no puede ser mancillado, gracias a las aguas tienen vida. Muchos son los que piensan que un ser divino vive en esas aguas que purifican el alma de los isleños...
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Llevo dos semanas atrapado en un barco. El viaje ha sido ameno, solo nos hemos cruzados con dos tormentas y casi nadie se ha muerto de malnutrición, pero... Como en todos los barcos a los que me subido desde que decidí viajar, todos sus pasajeros son idiotas a más no poder.
—Dicen que Juldini, señor y protector de Sanubia, es grande y todopoderoso, y que si logras superar sus tres pruebas te concederá cualquier deseo.
Ese era Marcus, un tripulante ordinario, más supersticioso de lo que me gustaba. Llevaba dos semanas escuchándole hablar sobre el misterioso Oasis y todas sus cualidades mágicas. «Magia». Como si eso existiese. Escupí al suelo, molesto. Si había algo que me irritase más que los idiotas habituales, eran los idiotas con creencias místicas.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó uno de los tripulantes—. Parecía un lapo.
«Mierda». Me tapé la boca con las manos y me recogí las piernas, buscando empequeñecer las posibilidades de ser visto. Al menos, yo sí actuaba con lógica. Bueno, casi siempre. Me dolía admitirlo, pero en algunas ocasiones, pocas, extremadamente pocas, casi ninguna... Me dejaba llevar de forma ligera y sutil, muy poco notoria, por mis sentimientos. ¿Que no actuaba con lógica? Quizás. ¡Pero no dejaba de ser racional! La química cerebral era realmente compleja y profunda, y cualquier estímulo externo era capaz de crear reacciones en cadena con resultados prácticamente imprevisibles. O no, porque la ciencia era capaz de cualquier cosa, hasta de predecir lo impredecible.
—Yo no he oído nada —seguían los marineros.
—Que sí, que yo lo oí, no estoy loco —dijo mientras se agachaba a registrar la parte inferior de la mesa.
«Un poco loco sí que estará si también cree en la fábula esa de Juldini». Un pequeño ratón pasó correteando, se detuvo dos segundos delante de la caja dónde me estaba encogiendo, me guiñó un ojo, y siguió a lo suyo. «Al fin, hora de comer»
—Dicen que Juldini, señor y protector de Sanubia, es grande y todopoderoso, y que si logras superar sus tres pruebas te concederá cualquier deseo.
Ese era Marcus, un tripulante ordinario, más supersticioso de lo que me gustaba. Llevaba dos semanas escuchándole hablar sobre el misterioso Oasis y todas sus cualidades mágicas. «Magia». Como si eso existiese. Escupí al suelo, molesto. Si había algo que me irritase más que los idiotas habituales, eran los idiotas con creencias místicas.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó uno de los tripulantes—. Parecía un lapo.
«Mierda». Me tapé la boca con las manos y me recogí las piernas, buscando empequeñecer las posibilidades de ser visto. Al menos, yo sí actuaba con lógica. Bueno, casi siempre. Me dolía admitirlo, pero en algunas ocasiones, pocas, extremadamente pocas, casi ninguna... Me dejaba llevar de forma ligera y sutil, muy poco notoria, por mis sentimientos. ¿Que no actuaba con lógica? Quizás. ¡Pero no dejaba de ser racional! La química cerebral era realmente compleja y profunda, y cualquier estímulo externo era capaz de crear reacciones en cadena con resultados prácticamente imprevisibles. O no, porque la ciencia era capaz de cualquier cosa, hasta de predecir lo impredecible.
—Yo no he oído nada —seguían los marineros.
—Que sí, que yo lo oí, no estoy loco —dijo mientras se agachaba a registrar la parte inferior de la mesa.
«Un poco loco sí que estará si también cree en la fábula esa de Juldini». Un pequeño ratón pasó correteando, se detuvo dos segundos delante de la caja dónde me estaba encogiendo, me guiñó un ojo, y siguió a lo suyo. «Al fin, hora de comer»
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En lo que terminaste de almorzar y hablar un poco con tus fieles, el barco estaba entrando en puerto, se notaba más movimiento que de costumbre y nadie quería pasar cerca tuyo para no molestar, pero ahí estabas, con las manos sobre la borda observando la gran isla de Sanubia. El puerto era escueto pero no te hacía falta mucho más, podías observar en la calle principal, tras terminarse los tablones de madera una hilera bastante grande de carruajes siendo tirados por camellos, estaban detenidos, eran los transportes que te llevarían al centro de la isla, al pueblo "Oasis" a tu iglesia... Todo el mundo te ayudaba, te veneraban como a un dios y a ti te encantaba, te dejabas ayudar por todos sin problema alguno, todos eran tan crédulos que no podían ver que el mayor pecador era quien les dirigía, pero de eso ya eras consciente.
No tardaste en bajar pues te rogaron ser el primero para purificar el camino, te llevaron hacia el carruaje central, era más grande, más bonito, de madera blanca barnizada y detalles dorados hechos a mano por expertos con una delicadeza extrema. Tras subirte, empezó el camino hacia el templo... Ahora estabas solo, o eso parecía, solo tenías en tu mismo carro a tres fieles muy cercanos, de los que saben bastantes secretos y al conductor del vehículo, pero también era un siervo de la alta cúpula que llevaban tus planes a cabo -Señor, hemos recibido la información de nuestros infiltrados en el gobierno, parece ser que no entienden la importancia del mes pasado, creen que el "viaje espiritual al paraíso bajo el amparo de Dios" no es más que un simple e impuro "Suicidio colectivo"- Rápidamente el de tu derecha habló con claro nerviosismo -Señor, le avisamos, estaba el hijo de un cargo importante, no tendríamos que haberle dejado pasar al paraíso, eso nos traerá problemas para las siguientes ascensiones- Estabas de brazos cruzados, ojos cerrados, como durmiendo pero claramente ese no era tu estado -¿Que quiere decir hermano Liam? ¿Qué por ser hijo de alguien, por traernos problemas o por cualquier otros motivos tendríamos que decidir quien va o no al paraíso?- El hombre se tiró hacia atrás, claramente te tenía miedo, rápidamente juntó las manos en forma de rezo y se defendió -¡No, no, Padre, no me he explicado bien! Quizás haberlo retrasado o solicitado ayuda, no estaría el gobierno tan encima nuestro- Sí, hiciste que bebiera la belladonna, pero solo por que empezó a dudar, era una manzana podrida, habría sido peor el remedio que la enfermedad -Si Dios llama a su alma, no se puede hacer más, era su momento de "viaje"- En realidad era ese día o nunca...
El carruaje pilló una piedra, hizo que tuvieras que abrir los brazos por la sensación de caída pero siguió adelante, en ese momento te acordaste -¿Se ocuparon de las hormigas, escorpiones y de las serpientes?- El que tenías enfrente contestó de forma seria, era quien más tenía el cerebro lavado -No se preocupe Padre, hemos dejado vacas en las lejanías, eso hace que los bichos estén más tranquilos y busquen comida por donde la han encontrado...- Sí, alimentar a todos los depredadores de la isla antes de tu llegada era algo normal, así no tenías que enfrentarte a uno de los animales que más te imponen respeto, las serpientes gigantes... -Yo no tengo miedo- El tercero que había hablado en primer lugar te responde -Nadie ha dicho que usted lo tenga Padre- Esas palabras te hacen darte cuenta, no te referías a ninguno de ellos... -Me refería, a que no tengo miedo de que os olvidéis, se que sois responsables, simplemente era por hablar de algo- Salvado por el momento, pero deberías tener cuidado...
No tardaste en bajar pues te rogaron ser el primero para purificar el camino, te llevaron hacia el carruaje central, era más grande, más bonito, de madera blanca barnizada y detalles dorados hechos a mano por expertos con una delicadeza extrema. Tras subirte, empezó el camino hacia el templo... Ahora estabas solo, o eso parecía, solo tenías en tu mismo carro a tres fieles muy cercanos, de los que saben bastantes secretos y al conductor del vehículo, pero también era un siervo de la alta cúpula que llevaban tus planes a cabo -Señor, hemos recibido la información de nuestros infiltrados en el gobierno, parece ser que no entienden la importancia del mes pasado, creen que el "viaje espiritual al paraíso bajo el amparo de Dios" no es más que un simple e impuro "Suicidio colectivo"- Rápidamente el de tu derecha habló con claro nerviosismo -Señor, le avisamos, estaba el hijo de un cargo importante, no tendríamos que haberle dejado pasar al paraíso, eso nos traerá problemas para las siguientes ascensiones- Estabas de brazos cruzados, ojos cerrados, como durmiendo pero claramente ese no era tu estado -¿Que quiere decir hermano Liam? ¿Qué por ser hijo de alguien, por traernos problemas o por cualquier otros motivos tendríamos que decidir quien va o no al paraíso?- El hombre se tiró hacia atrás, claramente te tenía miedo, rápidamente juntó las manos en forma de rezo y se defendió -¡No, no, Padre, no me he explicado bien! Quizás haberlo retrasado o solicitado ayuda, no estaría el gobierno tan encima nuestro- Sí, hiciste que bebiera la belladonna, pero solo por que empezó a dudar, era una manzana podrida, habría sido peor el remedio que la enfermedad -Si Dios llama a su alma, no se puede hacer más, era su momento de "viaje"- En realidad era ese día o nunca...
El carruaje pilló una piedra, hizo que tuvieras que abrir los brazos por la sensación de caída pero siguió adelante, en ese momento te acordaste -¿Se ocuparon de las hormigas, escorpiones y de las serpientes?- El que tenías enfrente contestó de forma seria, era quien más tenía el cerebro lavado -No se preocupe Padre, hemos dejado vacas en las lejanías, eso hace que los bichos estén más tranquilos y busquen comida por donde la han encontrado...- Sí, alimentar a todos los depredadores de la isla antes de tu llegada era algo normal, así no tenías que enfrentarte a uno de los animales que más te imponen respeto, las serpientes gigantes... -Yo no tengo miedo- El tercero que había hablado en primer lugar te responde -Nadie ha dicho que usted lo tenga Padre- Esas palabras te hacen darte cuenta, no te referías a ninguno de ellos... -Me refería, a que no tengo miedo de que os olvidéis, se que sois responsables, simplemente era por hablar de algo- Salvado por el momento, pero deberías tener cuidado...
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La hora de comer era uno de mis momentos favoritos del día, principalmente porque no había muchos más entretenimientos en aquel barco. Aquel ratoncito, al que había apodado Pérez, había resultado fácil de domesticar en pos de mis intereses.
Encontrarlo fue mera casualidad, pero enseguida supe qué hacer con él. Usando todos los conocimientos que leí en Doma y monta todo lo que te propongas, la enciclopedia mundial sobre el entrenamiento y domesticación de animales, no tardé mucho en hacerme con el control de esa rata. Para él yo me había vuelto en ese padre que, cuando te miraba mal, hacía que te cagases por las patas hacia abajo y del que necesitabas desesperadamente su aprobación. Gracias a eso, nunca fallaba en misión.
—¿Otra vez ese puto ratón? —gritó Marcus. No le gustaban mucho los roedores—. Joder, ¿cómo hace para esquivar las trampas?
Pérez se metió hacia el interior del barco. Yo salí de mi caja y correteé en su busca. Como siempre, nadie me había visto. Eran muy tontos cómo para fijarse en mí. Mi roedor amigo empezó a emitir unos chillidos. Se parecían al morse, pero todavía no se lo había enseñado. Por algún motivo, a los animales les costaba aprender códigos e incluso lenguajes. No importaba, cuando acabase en aquella isla encontraría tiempo para que aprendiese.
Cuando alcancé a Pérez se encontraba al lado de una rudimentaria trampa para ratones. Con queso. Desarmé la trampa con facilidad y Pérez y yo obtuvimos nuestra recompensa: un merecido y exquisito pedacito de queso amarillo. No era especialmente sabroso, pero no sabía mal. Lo partí en partes equitativas, dos tercios para mí y uno para él. Sí, éramos del mismo tamaño, pero yo pensaba por los dos, y eso también desgastaba. Repetimos el proceso con el resto de trampas, consiguiendo suficiente comida para matar el hambre. Los tripulantes del barco siempre las reponían cada día, quizás por eso de que las ratas no traen nada bueno en los barcos. Pero Pérez estaba limpio, pasó mi examen médico a la primera.
«¿Cuánto queda para desembarcar?» pensé, aburrido. Quería bajarme en aquella isla lo antes posible.
Encontrarlo fue mera casualidad, pero enseguida supe qué hacer con él. Usando todos los conocimientos que leí en Doma y monta todo lo que te propongas, la enciclopedia mundial sobre el entrenamiento y domesticación de animales, no tardé mucho en hacerme con el control de esa rata. Para él yo me había vuelto en ese padre que, cuando te miraba mal, hacía que te cagases por las patas hacia abajo y del que necesitabas desesperadamente su aprobación. Gracias a eso, nunca fallaba en misión.
—¿Otra vez ese puto ratón? —gritó Marcus. No le gustaban mucho los roedores—. Joder, ¿cómo hace para esquivar las trampas?
Pérez se metió hacia el interior del barco. Yo salí de mi caja y correteé en su busca. Como siempre, nadie me había visto. Eran muy tontos cómo para fijarse en mí. Mi roedor amigo empezó a emitir unos chillidos. Se parecían al morse, pero todavía no se lo había enseñado. Por algún motivo, a los animales les costaba aprender códigos e incluso lenguajes. No importaba, cuando acabase en aquella isla encontraría tiempo para que aprendiese.
Cuando alcancé a Pérez se encontraba al lado de una rudimentaria trampa para ratones. Con queso. Desarmé la trampa con facilidad y Pérez y yo obtuvimos nuestra recompensa: un merecido y exquisito pedacito de queso amarillo. No era especialmente sabroso, pero no sabía mal. Lo partí en partes equitativas, dos tercios para mí y uno para él. Sí, éramos del mismo tamaño, pero yo pensaba por los dos, y eso también desgastaba. Repetimos el proceso con el resto de trampas, consiguiendo suficiente comida para matar el hambre. Los tripulantes del barco siempre las reponían cada día, quizás por eso de que las ratas no traen nada bueno en los barcos. Pero Pérez estaba limpio, pasó mi examen médico a la primera.
«¿Cuánto queda para desembarcar?» pensé, aburrido. Quería bajarme en aquella isla lo antes posible.
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Paso a primera persona por comodidad:
Tras sus horas necesarias, llegamos al pueblo del "Oasis" donde mi iglesia me esperaba, nada más entrar en el recinto ya tenía un séquito de leales fieles a la religión, esperando mi llegada y lanzando flores ante mi paso. Caminé delante de ellos con mi escolta personal saludando a todos los fieles y santiguando a cada uno que me gritaba "salve mi alma", siempre era lo mismo, aparentar ante mis fieles. Una vez dentro de la iglesia había gente ultimando los detalles para la ceremonia de esta noche, pasé saludando, poniendo mi mejor cara y alagando su trabajo, la verdad es que era detallado y estaba bien planteado, las flores, velas, todo... Tras pasar las puertas que daban a la zona privada observé a cuatro personas haciendo la poción de Belladonna
Cabra: ¿Cuanto tardahahará?
Sequito 1: El brebaje estará preparado con tiempo para la ceremonia, no se preocupe Padre
Sequito 2: Esta vez tenemos suficiente, no cometeremos el error de la última vez
Cabra: No hijo mio, no fue un error, Dios negó la entrahahahada al cielo a esos descarriados y no supieron sobrellevarlo, no pienses en ello como una ejecución pues como dijo nuestro señor "Quien no pueda entrar en mi reino, necesitahaha ser purgado por lo que enviarlo al infierno donde mi hijo se ocupará de sus pecados"
Guardaespaldas: Señor, necesitamos mejorar la seguridad, si el gobierno ha enviado a alguien para investigar, no sería...
Cabra: No te preocupe hijo mio, no lo han hecho y de hacerlo, nuestro Señor nos protegerá de cualquier mal...
Todo estaba listo para la gran noche, verdad es que no tendría que haberme venido arriba con el hijo de ese alto cargo militar, pero resultó ser uno de los mejores llamados que teníamos, gracias a él, los sacrificios para nuestro señor aumentaron en treinta personas, podría haberlo seguido teniendo a mi lado, pero le empezaban a entrar dudas y eso no era lo mejor para nuestra iglesia.
Accedí a mi habitación privada donde me esperaban dos fieles más de confianza, me quité la ropa pues me tenían el baño preparado y me ducharon, sin lascivia pues podrían acabar con un billete directo al fuego eterno, tras una ducha larga y relajante, me sirvieron comida, bebida, me vistieron y pusieron una de mis mejores túnicas, me mostraron siete cetros para portar en la ceremonia y elegí el más ostentoso. Estaba todo listo para mi gran momento, para el ascenso de los fieles
Tras sus horas necesarias, llegamos al pueblo del "Oasis" donde mi iglesia me esperaba, nada más entrar en el recinto ya tenía un séquito de leales fieles a la religión, esperando mi llegada y lanzando flores ante mi paso. Caminé delante de ellos con mi escolta personal saludando a todos los fieles y santiguando a cada uno que me gritaba "salve mi alma", siempre era lo mismo, aparentar ante mis fieles. Una vez dentro de la iglesia había gente ultimando los detalles para la ceremonia de esta noche, pasé saludando, poniendo mi mejor cara y alagando su trabajo, la verdad es que era detallado y estaba bien planteado, las flores, velas, todo... Tras pasar las puertas que daban a la zona privada observé a cuatro personas haciendo la poción de Belladonna
Cabra: ¿Cuanto tardahahará?
Sequito 1: El brebaje estará preparado con tiempo para la ceremonia, no se preocupe Padre
Sequito 2: Esta vez tenemos suficiente, no cometeremos el error de la última vez
Cabra: No hijo mio, no fue un error, Dios negó la entrahahahada al cielo a esos descarriados y no supieron sobrellevarlo, no pienses en ello como una ejecución pues como dijo nuestro señor "Quien no pueda entrar en mi reino, necesitahaha ser purgado por lo que enviarlo al infierno donde mi hijo se ocupará de sus pecados"
Guardaespaldas: Señor, necesitamos mejorar la seguridad, si el gobierno ha enviado a alguien para investigar, no sería...
Cabra: No te preocupe hijo mio, no lo han hecho y de hacerlo, nuestro Señor nos protegerá de cualquier mal...
Todo estaba listo para la gran noche, verdad es que no tendría que haberme venido arriba con el hijo de ese alto cargo militar, pero resultó ser uno de los mejores llamados que teníamos, gracias a él, los sacrificios para nuestro señor aumentaron en treinta personas, podría haberlo seguido teniendo a mi lado, pero le empezaban a entrar dudas y eso no era lo mejor para nuestra iglesia.
Accedí a mi habitación privada donde me esperaban dos fieles más de confianza, me quité la ropa pues me tenían el baño preparado y me ducharon, sin lascivia pues podrían acabar con un billete directo al fuego eterno, tras una ducha larga y relajante, me sirvieron comida, bebida, me vistieron y pusieron una de mis mejores túnicas, me mostraron siete cetros para portar en la ceremonia y elegí el más ostentoso. Estaba todo listo para mi gran momento, para el ascenso de los fieles
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—¡Corre, Pérez! —grito desesperadamente—. ¡Corre!
El roedor sigue mis instrucciones, dejándose la vida en huir. ¡Maldita anciana! Me aseguró que la ruta por el desierto era segura, pero ahora me encuentro montado sobre una rata con exceso de calcio en el cuerpo huyendo de un grupo de escorpiones asesinos furiosos. ¿Y cómo he llegado hasta aquí? Fácil.
El barco en el que viajaba llegó finalmente a Sanubia, atracando en un pequeño pueblo pesquero de la costa. Tan pequeño que no tenían ninguna instalación tecnológica decente. Ni un centro de investigación, ni farmacias, ni fábricas... Ni siquiera una maldita librería. En fin, que cuando los marineros atracaron, fue mi oportunidad para desembarcar. Allí los dejé a los muy idiotas, hablando sobre buscar una iglesia o una secta y no se qué de un suicidio colectivo. Había gente así, que se suicidaba por razones ilógicas e incomprensibles, incluso para una mente tan asombrosa como la mía.
En cuanto bajo me bajo e investigo un poco el pueblo, logro encontrar una herbolario. Era muy cutre, y la señora que lo regentaba aún más. Vieja como el pecado y arrugada como una pasa, apenas podía hilar varias palabras seguidas con sentido. La verdad, fue muy maja. No se sorprendió al verme —aunque sigo pensando que tenía algunas dioptrías de más—, y me respondió a todas mis preguntas. ¿Que de dónde había sacado las plantas y hierbas? Del oasis. ¿Qué donde estaba el oasis? Allí dónde Juldini quería que estuviese. ¿Que cómo se llegaba al oasis? Siguiendo un sendero tranquilo y protegido llamado La Travesía de la Muerte Asegurada. Facilito.
Le di las gracias a la señora, que por algún motivo no dejaba de llamarme Toby, como si fuera un perro cualquiera, y continué por mi camino. Tras un sofocante viaje de diez minutos y quince segundos por el desierto, decidí que no podía más. ¡Hacía mucho calor! Por suerte le había cogido varias cosas de la nevera a la viejita del herbolario. Un poco de agua, queso amarillo para Pérez y unas uvitas para el camino. Arrejunté un poco de arena para hacer una especie de asiento improvisado y empecé a comerme una de las uvas. Tenía que llegar hasta Juldini, pero la hidratación era muy importante, y tener el estómago lleno también. Me comí media uva y le di la otra media a Pérez. Entonces proseguí mi camino. ¿Quién me iba a decir que me había detenido en un nido de escorpiones venenosos?
Así que, como el valiente tontatta que soy, salí huyendo montado sobre sobre Pérez mientras hacía cálculos mentales para averiguar si la rata dejaría atrás a los bichos del desierto o no.
El roedor sigue mis instrucciones, dejándose la vida en huir. ¡Maldita anciana! Me aseguró que la ruta por el desierto era segura, pero ahora me encuentro montado sobre una rata con exceso de calcio en el cuerpo huyendo de un grupo de escorpiones asesinos furiosos. ¿Y cómo he llegado hasta aquí? Fácil.
El barco en el que viajaba llegó finalmente a Sanubia, atracando en un pequeño pueblo pesquero de la costa. Tan pequeño que no tenían ninguna instalación tecnológica decente. Ni un centro de investigación, ni farmacias, ni fábricas... Ni siquiera una maldita librería. En fin, que cuando los marineros atracaron, fue mi oportunidad para desembarcar. Allí los dejé a los muy idiotas, hablando sobre buscar una iglesia o una secta y no se qué de un suicidio colectivo. Había gente así, que se suicidaba por razones ilógicas e incomprensibles, incluso para una mente tan asombrosa como la mía.
En cuanto bajo me bajo e investigo un poco el pueblo, logro encontrar una herbolario. Era muy cutre, y la señora que lo regentaba aún más. Vieja como el pecado y arrugada como una pasa, apenas podía hilar varias palabras seguidas con sentido. La verdad, fue muy maja. No se sorprendió al verme —aunque sigo pensando que tenía algunas dioptrías de más—, y me respondió a todas mis preguntas. ¿Que de dónde había sacado las plantas y hierbas? Del oasis. ¿Qué donde estaba el oasis? Allí dónde Juldini quería que estuviese. ¿Que cómo se llegaba al oasis? Siguiendo un sendero tranquilo y protegido llamado La Travesía de la Muerte Asegurada. Facilito.
Le di las gracias a la señora, que por algún motivo no dejaba de llamarme Toby, como si fuera un perro cualquiera, y continué por mi camino. Tras un sofocante viaje de diez minutos y quince segundos por el desierto, decidí que no podía más. ¡Hacía mucho calor! Por suerte le había cogido varias cosas de la nevera a la viejita del herbolario. Un poco de agua, queso amarillo para Pérez y unas uvitas para el camino. Arrejunté un poco de arena para hacer una especie de asiento improvisado y empecé a comerme una de las uvas. Tenía que llegar hasta Juldini, pero la hidratación era muy importante, y tener el estómago lleno también. Me comí media uva y le di la otra media a Pérez. Entonces proseguí mi camino. ¿Quién me iba a decir que me había detenido en un nido de escorpiones venenosos?
Así que, como el valiente tontatta que soy, salí huyendo montado sobre sobre Pérez mientras hacía cálculos mentales para averiguar si la rata dejaría atrás a los bichos del desierto o no.
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Vestido con mis mejores túnicas salí de mi habitación y empecé a preparar la sala para el gran momento, encendí todas las velas pues se necesitaba luz en el alma, empecé a escribir a mano los versos que iba a decir en mi discurso para ponerlos aparte del libro gordo de Jesusete y empecé a "ensayar" para el gran momento. A todo esto no pasó ni una hora y poco que me vino uno de mis súbditos más leales, -Señor, nos informan de que poco después de nuestra ancló un barco a puerto con gente sospechosa, armada y posiblemente del gobierno- Eso me alertó. Quizás los demonios se habían enterado de mi misión de purificar almas y querían evitarlo a toda costa... No iba a permitirlo, no puede ser así, ¡El diablo aún siendo hijo del Señor siempre quiere revelarse contra su padre! No puedo permitirlo... -No pasa nada, esos cuerpos poseheheheídos por el maligno no conseguirán ni una de nuestras puras almas, refueheherza la seguridad, adelantamos la ceremonia para que en el momento justo, hagamos el trance...- Sí, eso haríamos, si nos apresuramos, ninguno de ellos podrá tocarnos... -¿De cuanto tiempo dismonehehehemos?- Pregunté -Tenemos dos horas máximo, no se cuanta prisa pueden darse ni cuanto podremos retenerlos si llegan...- Asentí con la cabeza y le hice una señal para que iniciara los preparativos. No pasó ni media hora y ya había gente entrando, estrechando manos conmigo y sentándose enfrente de mi presencia.
El tiempo pasaba muy rápido y ya se hacía la hora de la comida, eran las doce menos veinte del medio día y el sol estaba apunto de llegar a lo más alto. La iglesia estaba repleta de feligreses y por supuesto, todo listo para el momento. Mis seguidores repartieron el brebaje de la Belladonna, el cual les provocaría una fuerte alucinación, solo el señor decidiría si era buena o mala. -Invocaremos brevemente un estado de semi inconsciencia para conseguir solicitar el permiso para acceder al paraíso- Todo el mundo empezó a orar bendiciendo el momento. La sabiduría interna de belladonna (Toxinas) provocaba unas alucinaciones en la persona (A la vez que unas convulsiones de la ostia) -Recordad hijos míos, solo los puros de corazón deben tomar esta poción, pues si en tu corazón se esconde algún pecado, será un viaje directo al purgatorio, por lo que, ¡solo los bañados en el perdón de Dios, en su luz! Podrán acceder, pues como dijo el ángel Zaddakiel "Venid a mi los limpios de corazón pero en combate recibiré a quienes osen presentarse ante Padre con una pizca de malicia- Dicho esto, todo el mundo levantó la copa por encima de su cabeza, hombres, mujeres, ancianos, niños y hasta algún político. Todos vestidos con túnicas blancas mientras rezaban las oraciones del Santo Padre. Hasta que de pronto a la lejanía, se empiezan a escuchar disparos. La gente se alarmó, pero no había ningún problema pues tras una frase todos se calmaron -¡No tenéis de qué preocuparos, por desgracia los siervos del mal nos han encontrado, pero hay hermanos dando su vida para protegernos, no dudéis. Beber...- Sentencié... Mientras levantaba mi copa y me la acercaba al hocico para ingerir tremendo brebaje...
El tiempo pasaba muy rápido y ya se hacía la hora de la comida, eran las doce menos veinte del medio día y el sol estaba apunto de llegar a lo más alto. La iglesia estaba repleta de feligreses y por supuesto, todo listo para el momento. Mis seguidores repartieron el brebaje de la Belladonna, el cual les provocaría una fuerte alucinación, solo el señor decidiría si era buena o mala. -Invocaremos brevemente un estado de semi inconsciencia para conseguir solicitar el permiso para acceder al paraíso- Todo el mundo empezó a orar bendiciendo el momento. La sabiduría interna de belladonna (Toxinas) provocaba unas alucinaciones en la persona (A la vez que unas convulsiones de la ostia) -Recordad hijos míos, solo los puros de corazón deben tomar esta poción, pues si en tu corazón se esconde algún pecado, será un viaje directo al purgatorio, por lo que, ¡solo los bañados en el perdón de Dios, en su luz! Podrán acceder, pues como dijo el ángel Zaddakiel "Venid a mi los limpios de corazón pero en combate recibiré a quienes osen presentarse ante Padre con una pizca de malicia- Dicho esto, todo el mundo levantó la copa por encima de su cabeza, hombres, mujeres, ancianos, niños y hasta algún político. Todos vestidos con túnicas blancas mientras rezaban las oraciones del Santo Padre. Hasta que de pronto a la lejanía, se empiezan a escuchar disparos. La gente se alarmó, pero no había ningún problema pues tras una frase todos se calmaron -¡No tenéis de qué preocuparos, por desgracia los siervos del mal nos han encontrado, pero hay hermanos dando su vida para protegernos, no dudéis. Beber...- Sentencié... Mientras levantaba mi copa y me la acercaba al hocico para ingerir tremendo brebaje...
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Si mis cálculos no eran erróneos, Pérez iba a ganar la carrera. Sorprendentemente. Era cierto que los escorpiones, en distancias cortas, pueden desplazarse con rapidez y que su anatomía está diseñada para cazar al acecho y moverse de forma eficiente en terrenos irregulares. Sin embargo, no podían competir con una rata como Pérez en lo que parecía ser más bien una carrera de fondo. Ni siquiera cargando conmigo y las provisiones. Así fue cómo, una vez abandonamos el territorio de los escorpiones, les dejamos y pudimos tomarnos otro respiro.
—Sabía que el desierto era duro —le comento al roedor—. Pero una cosa es leer sobre él y otra vivirlo. ¡Me queda mucho por experimentar!
Pérez me mira, aunque no estoy seguro de por qué. Quizás algún día comprenda qué pasa por su mente, probablemente con algún lector de ondas mentales o algo similar que invente, pero hasta entonces, solo puedo pensar que es tonto. No tanto como el resto de su especie, porque lo he entrenado a fondo, pero sigue siendo tonto.
—En marcha, que aún nos queda rato para el oasis.
Reanudamos nuestro viaje. Para no aburrirme, empiezo a recitar en voz alta todos los decimales conocidos del número PI, que venía siendo como cantar «Un elefante se balanceaba» pero para listos. La forma perfecta de matar el aburrimiento.
Al llegar al oasis en medio del desierto, me encuentro ante un fenómeno natural extraordinario que despierta mi curiosidad científica. Observo meticulosamente cada elemento del entorno, buscando comprender cómo la vida puede prosperar en un entorno tan inhóspito. Puedo distinguir pinos altos y robustos, junto a robles, sauces y cipreses. El suelo deja ser arena para convertirse en un manto de hierba plagado de flores, y hay riachuelos que conforman diferentes lagos. Hasta hay peces y patos. «Interesante —pienso, algo sorprendido—. Esto no coincide con lo que esperaba ver aquí, aunque... Sí, esto solo refuerza mi teoría».
—Sabía que el desierto era duro —le comento al roedor—. Pero una cosa es leer sobre él y otra vivirlo. ¡Me queda mucho por experimentar!
Pérez me mira, aunque no estoy seguro de por qué. Quizás algún día comprenda qué pasa por su mente, probablemente con algún lector de ondas mentales o algo similar que invente, pero hasta entonces, solo puedo pensar que es tonto. No tanto como el resto de su especie, porque lo he entrenado a fondo, pero sigue siendo tonto.
—En marcha, que aún nos queda rato para el oasis.
Reanudamos nuestro viaje. Para no aburrirme, empiezo a recitar en voz alta todos los decimales conocidos del número PI, que venía siendo como cantar «Un elefante se balanceaba» pero para listos. La forma perfecta de matar el aburrimiento.
Al llegar al oasis en medio del desierto, me encuentro ante un fenómeno natural extraordinario que despierta mi curiosidad científica. Observo meticulosamente cada elemento del entorno, buscando comprender cómo la vida puede prosperar en un entorno tan inhóspito. Puedo distinguir pinos altos y robustos, junto a robles, sauces y cipreses. El suelo deja ser arena para convertirse en un manto de hierba plagado de flores, y hay riachuelos que conforman diferentes lagos. Hasta hay peces y patos. «Interesante —pienso, algo sorprendido—. Esto no coincide con lo que esperaba ver aquí, aunque... Sí, esto solo refuerza mi teoría».
Jaldabaoth D. Caprino
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Con la copa en lo alto todos se la llevaron a la boca, tardé unos segundos más para ver como los fieles lo ingerían, para momentos después disponerme a beber el brebaje yo también pero por desgracia, un fuerte golpe me asusta y tiro la copa sin querer, al observar la sala, veo como un par de agentes del gobierno entra a la fuerza por la puerta principal de la iglesia, detrás de ellos se puede ver un pequeño combate de guerrilla, mis fieles y los soldados del gobierno, el ataque de la organización fue más fuerte de lo esperado. Pude observar como la luz del sol se reflejaba en un gran espadón que portaba uno de sus agentes que acababa de decapitar a tres feligreses sin ninguna pena... -¡Bebed rápido mis fieheheles, los siervos del diablo han llegado hasta nosotros!- Rápidamente todos se acabaron la copa, se levantaron y empezaron a correr hasta las salidas laterales de la iglesia. Unos pocos hombres que aún estaban dentro, de los que me servían, no dudaron en lanzarse a defender la invasión... Que hayan llegado tan rápido hasta aquí era un gran problema...
Recogí mi copa, no quedaba nada, me había quedado sin poder ver la iluminación que el señor me iba a conceder pero, de pronto algo peor que la guerra que se había montado fuera de las puertas sagradas de mi templo, me sorprendió aún más si cabe. Todos los fieles que habían escuchado mis oraciones, que habían ingerido mi brebaje, cayeron redondos al suelo -¡Dios le ha permitido a todos los presehehehentes viajar hasta sus puertas, solo aquellos de corazón puro podrán volveheheher con una revelación de su futuro y los que aún deban purgar su alma, solo volverán con una advertencia! O señor, ya ansío ver quienes han pasado la prueba para poder llegar al paraíso- Comente gritando al cielo, alzando las manos por la grandeza del momento. ¡Ostias! Rápidamente tuve que saltar detrás del gran altar de piedra donde estaba apoyados los libros de oración.
Parapetado tras la piedra no pude ver lo que sucedía, solo escuchaba disparos, gritos y de pronto el silencio... Pude oír más después de unos minutos de silencio y fueron pasos... -Señor, están muertos... No parece que ninguno tenga pulso- Dijo una voz -Resulta que era verdad que era una secta... Han dado guerra... ¿Cuantas bajas hemos sufrido?- Preguntó otra voz más autoritaria -Cuatro heridos, ningún muerto, ese soldado nuevo de la espada se los ha cargado a todos en un abrir y cerrar de ojos- ¿Cómo? ¿Muertos? ¡Están en una revelación divina! [color=#009900]-Ese monstruo... El gobierno cada vez da mas miedo, creo que su intención es generarlos en masa para tener nuevos pacificadores, como sea... ¡Señor Jaldabaoth D. Caprino, salga, tenemos que hablar!-[/color] ¿Hablar? ¿Después de esto? Claramente quieren acabar conmigo -¡Como dijo Abraham Mateo 3 12-34 "No os fiéhéhéhéis de las malas lenguas pues las mueve el diablo"! Se que no quieres hablar, mehehe quieres matar...- Hablar con él solo era una técnica, estaba intentando abrir la trampilla tras la piedra para acceder a lo que antiguamente era y son las catacumbas, llenas de túneles, huesos y humedad... -Si no sales, simplemente te haré salir- Dijo, nuevamente empezó a disparar contra mi.
Momentos después cuando parecían acercase más y más y más, pues cada vez el ruido de las armas estaba más cerca, aún que con tanto eco en la casa del señor era muy difícil saber cuan cerca estaban, se empezaron a escuchar más disparos todavía y a mi lado, dándome un susto de muerte aparece Isaaaaaaaaaáaaaaac, uno de mis ayudantes más cercanos -¡Señor, le ayudo!- Gritó mientras me habría la puerta -¡Tiene que salir, nosotros ayudaremos a los fieles que están en el trance, confíe, detendremos al gobierno!- Iba acompañado de más, eran seis, no, siete, pero no podían hacer frente a lo que estaba por venir. -¡Muchas grahahacias hijo mio, tened fe y nos verehehemos en la salida, os esperaré rezando por vosotros en puerto!- Dos más de mis seguidores llegaron hasta mi, uno tapó al otro con una manta blanca y se lo llevó, fingiendo que era yo a quien estaba intentando salvar. Por suerte consiguieron salir por la puerta lateral haciendo creer así al gobierno que había conseguido salir.
Entré en la trampilla y antes de cerrarla miré por una fina apertura, donde vi a uno de esos malditos demonios vendado hasta la cabeza terminar con la vida de mis siervos, entre ellos Isaaaaaaaaáaaaaac quien su cabeza separada de su cuerpo me miraba con ojos sin vida... Pobrecillo, que descanse en paz en los brazos del señor... Cerré rápidamente y cerré con el candado que ya había preparado, luego empecé a bajar... Una vez llegué a bajo, me conocía el camino para salir un tanto lejos de la zona, pasando por debajo de todo el Oasis, pero lo malo era que muchos de esos túneles habían sido enterrados por las grandes raíces de los árboles que crecían, aún así, mis hombres no paraban cada día de asegurarse que la ruta estuviera estuviera disponible.
No llegué a girar en el siguiente túnel cuando escuché un par de fuertes golpes, miré hacia atrás y lo que vi no era normal, bajó uno de los soldados sin usar la escalera, golpeando fuerte el suelo, lo suficiente para que cayera arenilla del techo y me miró, con esos ojos... ¡Eran rojos! Claramente vi una luz roja que miraba dentro de mi alma -¡El diahahahablo!- Grité y empecé a correr... ¿Como? Sí claro, me iba yo a ponerme a darme de ostias contra ese ser del averno, no, prefiero correr. Conté todos los túneles, tropezaba con algún esqueleto asqueroso y gracias a mis oídos Mink escuchaba como cada vez me seguía más gente perdiéndose por los túneles, por lo visto, mi ruta era la más rápida, pero por alguna razón estaban en forma, a lo lejos, me crucé con el demonio de ojos rojos y dos soldados quienes no dudaron en disparar, a cada disparo solo hacían más polvo, me producían confusión, todas esas detonaciones en sitios tan angostos me martilleaban las orejas, corría, jadeaba, chupe un poco de la pared... -¡Ya corro, ya! ¡Solo ehehera una chupadita, quería saber a que saben las catacuhuhumbas!- Giré, pero algo pasó... El suelo bajo mis pies empezó a temblar...
Recogí mi copa, no quedaba nada, me había quedado sin poder ver la iluminación que el señor me iba a conceder pero, de pronto algo peor que la guerra que se había montado fuera de las puertas sagradas de mi templo, me sorprendió aún más si cabe. Todos los fieles que habían escuchado mis oraciones, que habían ingerido mi brebaje, cayeron redondos al suelo -¡Dios le ha permitido a todos los presehehehentes viajar hasta sus puertas, solo aquellos de corazón puro podrán volveheheher con una revelación de su futuro y los que aún deban purgar su alma, solo volverán con una advertencia! O señor, ya ansío ver quienes han pasado la prueba para poder llegar al paraíso- Comente gritando al cielo, alzando las manos por la grandeza del momento. ¡Ostias! Rápidamente tuve que saltar detrás del gran altar de piedra donde estaba apoyados los libros de oración.
Parapetado tras la piedra no pude ver lo que sucedía, solo escuchaba disparos, gritos y de pronto el silencio... Pude oír más después de unos minutos de silencio y fueron pasos... -Señor, están muertos... No parece que ninguno tenga pulso- Dijo una voz -Resulta que era verdad que era una secta... Han dado guerra... ¿Cuantas bajas hemos sufrido?- Preguntó otra voz más autoritaria -Cuatro heridos, ningún muerto, ese soldado nuevo de la espada se los ha cargado a todos en un abrir y cerrar de ojos- ¿Cómo? ¿Muertos? ¡Están en una revelación divina! [color=#009900]-Ese monstruo... El gobierno cada vez da mas miedo, creo que su intención es generarlos en masa para tener nuevos pacificadores, como sea... ¡Señor Jaldabaoth D. Caprino, salga, tenemos que hablar!-[/color] ¿Hablar? ¿Después de esto? Claramente quieren acabar conmigo -¡Como dijo Abraham Mateo 3 12-34 "No os fiéhéhéhéis de las malas lenguas pues las mueve el diablo"! Se que no quieres hablar, mehehe quieres matar...- Hablar con él solo era una técnica, estaba intentando abrir la trampilla tras la piedra para acceder a lo que antiguamente era y son las catacumbas, llenas de túneles, huesos y humedad... -Si no sales, simplemente te haré salir- Dijo, nuevamente empezó a disparar contra mi.
Momentos después cuando parecían acercase más y más y más, pues cada vez el ruido de las armas estaba más cerca, aún que con tanto eco en la casa del señor era muy difícil saber cuan cerca estaban, se empezaron a escuchar más disparos todavía y a mi lado, dándome un susto de muerte aparece Isaaaaaaaaaáaaaaac, uno de mis ayudantes más cercanos -¡Señor, le ayudo!- Gritó mientras me habría la puerta -¡Tiene que salir, nosotros ayudaremos a los fieles que están en el trance, confíe, detendremos al gobierno!- Iba acompañado de más, eran seis, no, siete, pero no podían hacer frente a lo que estaba por venir. -¡Muchas grahahacias hijo mio, tened fe y nos verehehemos en la salida, os esperaré rezando por vosotros en puerto!- Dos más de mis seguidores llegaron hasta mi, uno tapó al otro con una manta blanca y se lo llevó, fingiendo que era yo a quien estaba intentando salvar. Por suerte consiguieron salir por la puerta lateral haciendo creer así al gobierno que había conseguido salir.
Entré en la trampilla y antes de cerrarla miré por una fina apertura, donde vi a uno de esos malditos demonios vendado hasta la cabeza terminar con la vida de mis siervos, entre ellos Isaaaaaaaaáaaaaac quien su cabeza separada de su cuerpo me miraba con ojos sin vida... Pobrecillo, que descanse en paz en los brazos del señor... Cerré rápidamente y cerré con el candado que ya había preparado, luego empecé a bajar... Una vez llegué a bajo, me conocía el camino para salir un tanto lejos de la zona, pasando por debajo de todo el Oasis, pero lo malo era que muchos de esos túneles habían sido enterrados por las grandes raíces de los árboles que crecían, aún así, mis hombres no paraban cada día de asegurarse que la ruta estuviera estuviera disponible.
No llegué a girar en el siguiente túnel cuando escuché un par de fuertes golpes, miré hacia atrás y lo que vi no era normal, bajó uno de los soldados sin usar la escalera, golpeando fuerte el suelo, lo suficiente para que cayera arenilla del techo y me miró, con esos ojos... ¡Eran rojos! Claramente vi una luz roja que miraba dentro de mi alma -¡El diahahahablo!- Grité y empecé a correr... ¿Como? Sí claro, me iba yo a ponerme a darme de ostias contra ese ser del averno, no, prefiero correr. Conté todos los túneles, tropezaba con algún esqueleto asqueroso y gracias a mis oídos Mink escuchaba como cada vez me seguía más gente perdiéndose por los túneles, por lo visto, mi ruta era la más rápida, pero por alguna razón estaban en forma, a lo lejos, me crucé con el demonio de ojos rojos y dos soldados quienes no dudaron en disparar, a cada disparo solo hacían más polvo, me producían confusión, todas esas detonaciones en sitios tan angostos me martilleaban las orejas, corría, jadeaba, chupe un poco de la pared... -¡Ya corro, ya! ¡Solo ehehera una chupadita, quería saber a que saben las catacuhuhumbas!- Giré, pero algo pasó... El suelo bajo mis pies empezó a temblar...
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Aquel lugar era de lo más fascinante. No se trataba tan solo de un pequeño oasis... Era todo un ecosistema que se extendía hasta dónde alcanzaba la vista, repleto de vida. «Que todo esto sea obra de una sola persona... ¡Es impresionante!» pensé, asombrado. Nunca había visto nada igual en toda mi vida. Sí, había visitado varios tipos de bosques, pero aquel... Era increíblemente exuberante, y repleto de colores vivos y brillantes. Los verdes de las hojas eran más puros que en ningún otro sitio que hubiese visto, y las flores... Cada una de ellas era como una obra de arte.
Junto a Pérez, nos internamos en el interior del bosque. Tras avanzar varios metros, nadie diría que había dejado atrás un desierto. La maleza era realmente frondosa, y hasta la temperatura había cambiado. Era agradable, e incluso refrescante, permanecer en su interior. Sí, era extraordinario.
Y entonces sucedió.
El suelo comenzó a temblar, al principio despacio, después mucho más rápido. La sacudida se volvió algo violenta, y empecé a expulsar sudor frío.
—Pérez —indico al roedor—, a cubierto. ¡Allí!
Señalé un hueco entre unas raíces. Escarbando un poco, Pérez consiguió escabullirse a su interior, y yo le seguí. Era de conocimiento general que, si te encontrabas dentro del radio de acción de un terremoto, debías busca un sitio donde protegerte y estar a salvo. No es como si se me fuera a caer un techo encima, pero quería evitar morir aplastado por un árbol. Manías que tiene uno.
Desde el interior me mantuve alerta, contando los segundos que duró el terremoto. Normalmente suelen durar entre uno y tres minutos. Sin embargo, a los pocos segundos de empezar a contar pude notar algo extraño. Algo particular. ¿Estaba creciendo los árboles? Me froté los ojos, pero sin duda mi vista no me engañaba. ¡Los árboles estaban creciendo! Y no solo los árboles, sino toda la flora y vegetación. Los tallos de las plantas crecían y sacaban nuevas flores, los troncos de los árboles se volvían más gruesos, creaban nuevas ramas y crecían más hojas, tan verdes como el resto. En algunos incluso crecían frutas con un aspecto particularmente jugoso.
Cuando terminó el terremoto, salimos del escondrijo y pude, una vez más, maravillarme con lo que presenciaban mis ojos.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó una voz detrás mío.
El comentario fue tan inesperado que salté y grité, asustado.
Junto a Pérez, nos internamos en el interior del bosque. Tras avanzar varios metros, nadie diría que había dejado atrás un desierto. La maleza era realmente frondosa, y hasta la temperatura había cambiado. Era agradable, e incluso refrescante, permanecer en su interior. Sí, era extraordinario.
Y entonces sucedió.
El suelo comenzó a temblar, al principio despacio, después mucho más rápido. La sacudida se volvió algo violenta, y empecé a expulsar sudor frío.
—Pérez —indico al roedor—, a cubierto. ¡Allí!
Señalé un hueco entre unas raíces. Escarbando un poco, Pérez consiguió escabullirse a su interior, y yo le seguí. Era de conocimiento general que, si te encontrabas dentro del radio de acción de un terremoto, debías busca un sitio donde protegerte y estar a salvo. No es como si se me fuera a caer un techo encima, pero quería evitar morir aplastado por un árbol. Manías que tiene uno.
Desde el interior me mantuve alerta, contando los segundos que duró el terremoto. Normalmente suelen durar entre uno y tres minutos. Sin embargo, a los pocos segundos de empezar a contar pude notar algo extraño. Algo particular. ¿Estaba creciendo los árboles? Me froté los ojos, pero sin duda mi vista no me engañaba. ¡Los árboles estaban creciendo! Y no solo los árboles, sino toda la flora y vegetación. Los tallos de las plantas crecían y sacaban nuevas flores, los troncos de los árboles se volvían más gruesos, creaban nuevas ramas y crecían más hojas, tan verdes como el resto. En algunos incluso crecían frutas con un aspecto particularmente jugoso.
Cuando terminó el terremoto, salimos del escondrijo y pude, una vez más, maravillarme con lo que presenciaban mis ojos.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó una voz detrás mío.
El comentario fue tan inesperado que salté y grité, asustado.
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-¡Si no vas a ayudar cállate!- Grité mientras corría pasillo por pasillo intentando que el demonio vendado de ojos rojos me perdiera de vista, pero era imposible. Correr por tu vida mientras un hombre con una espada gigante cual hoja de guillotina te persigue no es nada fácil, más difícil que pasar corriendo el puente de tablones sin cuerdas donde agarrar las manos del humor amarillo, esa empresa tan buena de pista de obstáculos protagonizada por MAX POWER. Por desgracia, en una de los temblores, un esqueleto cayó de su hueco, haciendo que pisara el cráneo y perdiendo así el equilibrio. No dudé en levantarme rápido pero el monstruo ya estaba a mi lado. Como los pasillos eran estrechos no portaba su arma, no podía usarla pero aún así me lanzó un puñetazo directo con su derecha... Pero... ¿De verdad creías tu y todos los que leen que soy un simple pastor que no sabe defenderse solo? ¿Que necesita una secta para ello? ¡Soy un Mink, desde pequeño entrenamos para guerreros! Y no he descuidado mi cuerpo en ningún momento. Esquivé por pelos el puñetazo, me agaché y solté un fuerte gancho a su hígado, pero cuando le dí, maldición... Qué dolor, era tan duro como el acero, por lo visto tenía una armadura o algo, por lo que me limité a agarrarle de los hombros y pegarle un tremendo cabezazo... Pero de esos que ves cuando dos toros se golpean y se parten a la par el cuello, pues de esos, solo que mi cuello estaba entero y por lo visto la cara del soldado también por que la tenía dura no, lo siguiente...
Tras escuchar un eco metálico que me aturdió un poco, el soldado contraatacó con una combinación de tres puñetazos, dos a la cara y un gancho ascendente al mentón, era fuerte, demasiado, pero aún tenía un as bajo la manga. De un salto me aparté y fui corriendo hacia el con cuernos por delante, quería derribarlo, este antes de recibir el golpe, me agarró con sus manos los cuernos pero ahí solté un electro propio de mi raza, debilité sus manos y lo lancé un par de metros hacia atrás, mientras el túnel empezó a derribarse por todos lados.
Salté en el último momento antes de acabar sepultado en el túnel hasta una sala enorme que no sabía ni que existía, claramente en la carrera me perdí por los túneles, pero al llegar lo supe... ¡Estoy a salvo! Y el terremoto había cesado... -He seguido tus indicaciohohones... Ya se que no debí dudar de ti, pero estaba preocupado de otras cosas...- Caminé hasta el centro de la sala, la cual estaba rodeada por columnas, a lo lejos había una puerta y en ella se podía ver una luz... ¿La salida? Caminé tranquilo pero no di ni cuatro pasos que un ruido me aceleró el corazón. Escuché piedras caer, nada más girarme lo vi, ese maldito agente estaba saliendo de entre los escombros como si no le hubiera pasado nada y nada más salir, mostró su espadón el cual apuntó hacia mi... Claramente era una amenaza... -No tenemos por qué acabar así, recueheheherda hijo, como dijo nuestro señoooooo ¡¡Ohhhh!!- El tío empezó a venir a por mi espada en mano. Pude esquivar los ataques, era más errático que antes, quizás sea duro o tenga armadura, pero el electro pareció afectarle demás, por lo que seguiría jugando con ello...
Cinco minutos, cinco minutos lanzado ataques, los cuales evitaba jugando con las columnas, ya había partido cuatro ¿Es acaso humano? Por si fuera poco me había lanzado un par de granadas las cuales usó para cortar mi huida y derribo dos más, no pretendía matarme, me querían vivo... Supongo que querrán información o cerciorarse que el niño del gobierno que fue trascendido al paraíso ya no está entre nosotros.. Yo estaba agotado, pero el soldado no parecía ni cansado... Conseguí asestarle unos golpes más, con su espada me cortó superficialmente, un corte en la pierna, otro el el brazo, cada vez me veía más cerca del creador... En una de estas, lanzó su estocada clavando la gran espada en una de las columnas, aproveché y le volví a placar golpeando como solo una cabra sabe hacer con la cabeza y el electro, lanzando a este un par de metros, los suficientes para dejarme espacio a escapar, pero sin darme cuenta me clavó un cuchillo en la pierna izquierda. Se dejó placar para limitar mi movimiento ese monstruo... Caí al suelo y me arrastré hacia la luz de la salida -No, no pensahahaba que acabaría así...- Podía mover las piernas pero entre el corte en una y el puñal en la otra me dolía, al arrastrarme dejaba un surco y a mis oídos llegó ruidos raros que provenían de la armadura del soldado, se había levantado y caminaba tranquilamente hacia mi... -Creo que me quieheheren vivo, pero este no parece muy por la labor... Sí mi señor, nos verehehemos pronto parece... ¿Me presentará a Padre?- Salí de aquella sala dejando un camino rojo hasta mi, hasta llegar a lo que parecía otro pequeño altar pero este de madera, ironías de la vida. Apoyé mi espalda contra el quedando sentado en el suelo con un haz de luz que venía del techo, se había formado entre raíces, por lo visto la vegetación creció y abrió un agujero en el techo... Miré hacia la luz -Señor... Soy tu siehehervo, si me quieres en tu reheheino llévame, si necesitas que siga en este mundo para cumplir mi misión, deme una sehehegunda oportunidad...- Tras unos segundos sin respuesta, agaché la cabeza y miré al soldado quien venía a paso lento con la espada rozando el suelo...
Tras escuchar un eco metálico que me aturdió un poco, el soldado contraatacó con una combinación de tres puñetazos, dos a la cara y un gancho ascendente al mentón, era fuerte, demasiado, pero aún tenía un as bajo la manga. De un salto me aparté y fui corriendo hacia el con cuernos por delante, quería derribarlo, este antes de recibir el golpe, me agarró con sus manos los cuernos pero ahí solté un electro propio de mi raza, debilité sus manos y lo lancé un par de metros hacia atrás, mientras el túnel empezó a derribarse por todos lados.
Salté en el último momento antes de acabar sepultado en el túnel hasta una sala enorme que no sabía ni que existía, claramente en la carrera me perdí por los túneles, pero al llegar lo supe... ¡Estoy a salvo! Y el terremoto había cesado... -He seguido tus indicaciohohones... Ya se que no debí dudar de ti, pero estaba preocupado de otras cosas...- Caminé hasta el centro de la sala, la cual estaba rodeada por columnas, a lo lejos había una puerta y en ella se podía ver una luz... ¿La salida? Caminé tranquilo pero no di ni cuatro pasos que un ruido me aceleró el corazón. Escuché piedras caer, nada más girarme lo vi, ese maldito agente estaba saliendo de entre los escombros como si no le hubiera pasado nada y nada más salir, mostró su espadón el cual apuntó hacia mi... Claramente era una amenaza... -No tenemos por qué acabar así, recueheheherda hijo, como dijo nuestro señoooooo ¡¡Ohhhh!!- El tío empezó a venir a por mi espada en mano. Pude esquivar los ataques, era más errático que antes, quizás sea duro o tenga armadura, pero el electro pareció afectarle demás, por lo que seguiría jugando con ello...
Cinco minutos, cinco minutos lanzado ataques, los cuales evitaba jugando con las columnas, ya había partido cuatro ¿Es acaso humano? Por si fuera poco me había lanzado un par de granadas las cuales usó para cortar mi huida y derribo dos más, no pretendía matarme, me querían vivo... Supongo que querrán información o cerciorarse que el niño del gobierno que fue trascendido al paraíso ya no está entre nosotros.. Yo estaba agotado, pero el soldado no parecía ni cansado... Conseguí asestarle unos golpes más, con su espada me cortó superficialmente, un corte en la pierna, otro el el brazo, cada vez me veía más cerca del creador... En una de estas, lanzó su estocada clavando la gran espada en una de las columnas, aproveché y le volví a placar golpeando como solo una cabra sabe hacer con la cabeza y el electro, lanzando a este un par de metros, los suficientes para dejarme espacio a escapar, pero sin darme cuenta me clavó un cuchillo en la pierna izquierda. Se dejó placar para limitar mi movimiento ese monstruo... Caí al suelo y me arrastré hacia la luz de la salida -No, no pensahahaba que acabaría así...- Podía mover las piernas pero entre el corte en una y el puñal en la otra me dolía, al arrastrarme dejaba un surco y a mis oídos llegó ruidos raros que provenían de la armadura del soldado, se había levantado y caminaba tranquilamente hacia mi... -Creo que me quieheheren vivo, pero este no parece muy por la labor... Sí mi señor, nos verehehemos pronto parece... ¿Me presentará a Padre?- Salí de aquella sala dejando un camino rojo hasta mi, hasta llegar a lo que parecía otro pequeño altar pero este de madera, ironías de la vida. Apoyé mi espalda contra el quedando sentado en el suelo con un haz de luz que venía del techo, se había formado entre raíces, por lo visto la vegetación creció y abrió un agujero en el techo... Miré hacia la luz -Señor... Soy tu siehehervo, si me quieres en tu reheheino llévame, si necesitas que siga en este mundo para cumplir mi misión, deme una sehehegunda oportunidad...- Tras unos segundos sin respuesta, agaché la cabeza y miré al soldado quien venía a paso lento con la espada rozando el suelo...
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—¿Quién ha hablado? —pregunto, evitando, con poco éxito, que mi voz tiemble al hablar—. ¿Dónde estás?
Pérez está a mi lado. Se encuentra apoyado sobre sus patas traseras, igual de asustado que yo, y nos abrazamos muertos de miedo. ¿Una espeluznante voz que sale de la nada? Cómo para no sentir un profundo temor.
—Soy yo, Juldini... ¡El señor y protector de Sanubia, Dios del Oasis!
Un dios mis cojones, pero no me atrevo a cuestionárselo. El no saber de dónde proviene su voz me hace pensar que podría aparecer por mi espalda y convertirme en plasta de enano si quisiera. No, no, aunque...
—¿Eres el usuario de la fruta del diablo Mori Mori?
Se hace el silencio. Un silencio largo e incómodo. ¿Había dado en el clavo? Esperaba que sí, o si no todo aquel viaje, desde sufrir escondido en el barco hasta huir de los escorpiones venenosos asesinos habría sido en vano. Lo que uno tenía que hacer por la ciencia.
De pronto, un árbol cercano empezó a... ¿Cómo explicarlo? ¿Deformarse? Su corteza empezó a descomponerse, alternando su forma. Empezó a adoptar la silueta de una cara, que evocaba un rostro viejo y arrugado, y comenzó a emerger del árbol seguido de un cuerpo. En unos instantes, un enorme hombre árbol había aparecido ante mí.
—¿Y tú quién eres? —preguntó, curioso, Juldini. Lo había reconocido por su voz—. ¿Qué sabes sobre mí?
Cogí aire y lo solté. Había llegado el momento de las explicaciones; de nada servía ocultarlo.
—Soy Grimm, un enano de la Tribu Tontatta —Resonó un pequeño chillido de protesta a mi lado; la rata quería algo de protagonismo—. Y este es Pérez, un roedor al que he adiestrado. Desde pequeño era un ávido lector, es más, lo sigo siendo, pero uno de los libros que más me cautivó fue la Enciclopedia de las Frutas del Diablo. No sé si sabes qué es, pero se trata de un gran tomo dónde están recogidas y catalogadas todas las frutas del diablo conocidas. Sí, como te lo cuento, lo ponía en la descripción del libro. No solo eso, sino que también explicaba las habilidades que podía otorgarle a las personas y toda clase de información. Entre esas frutas se encontraba la Mori Mori, y hoy he venido muy lejos, desde una isla del Nuevo Mundo llamada Dressrosa para poder ser testigo de su majestuoso poder. Por eso, te doy las gracias de corazón.
Aquel hombre árbol se mantuvo otra vez en silencio, como si estuviese meditando. Al cabo de un rato, por fin habló.
—Vaya, pequeño tontatta —empieza a hablar—. Tu historia es de los más sorprendente, y a ser verdad, también es muy oportuna.
Levantó la mirada, y la alzó al cielo. El viento sopló, moviendo algunas ramas repletas de hojas y permitiendo que un haz de luz le iluminase. En ese momento pude observar que, a pesar de ser de madera, su cuerpo estaba en mal estado. Muchas partes de su cuerpo se encontraban resecas, y le había crecido un moho blanco que, si no me equivocaba, estaba pudriendo su cuerpo.
—Ahora te contaré mi historia —declaró Juldini.
Pérez está a mi lado. Se encuentra apoyado sobre sus patas traseras, igual de asustado que yo, y nos abrazamos muertos de miedo. ¿Una espeluznante voz que sale de la nada? Cómo para no sentir un profundo temor.
—Soy yo, Juldini... ¡El señor y protector de Sanubia, Dios del Oasis!
Un dios mis cojones, pero no me atrevo a cuestionárselo. El no saber de dónde proviene su voz me hace pensar que podría aparecer por mi espalda y convertirme en plasta de enano si quisiera. No, no, aunque...
—¿Eres el usuario de la fruta del diablo Mori Mori?
Se hace el silencio. Un silencio largo e incómodo. ¿Había dado en el clavo? Esperaba que sí, o si no todo aquel viaje, desde sufrir escondido en el barco hasta huir de los escorpiones venenosos asesinos habría sido en vano. Lo que uno tenía que hacer por la ciencia.
De pronto, un árbol cercano empezó a... ¿Cómo explicarlo? ¿Deformarse? Su corteza empezó a descomponerse, alternando su forma. Empezó a adoptar la silueta de una cara, que evocaba un rostro viejo y arrugado, y comenzó a emerger del árbol seguido de un cuerpo. En unos instantes, un enorme hombre árbol había aparecido ante mí.
—¿Y tú quién eres? —preguntó, curioso, Juldini. Lo había reconocido por su voz—. ¿Qué sabes sobre mí?
Cogí aire y lo solté. Había llegado el momento de las explicaciones; de nada servía ocultarlo.
—Soy Grimm, un enano de la Tribu Tontatta —Resonó un pequeño chillido de protesta a mi lado; la rata quería algo de protagonismo—. Y este es Pérez, un roedor al que he adiestrado. Desde pequeño era un ávido lector, es más, lo sigo siendo, pero uno de los libros que más me cautivó fue la Enciclopedia de las Frutas del Diablo. No sé si sabes qué es, pero se trata de un gran tomo dónde están recogidas y catalogadas todas las frutas del diablo conocidas. Sí, como te lo cuento, lo ponía en la descripción del libro. No solo eso, sino que también explicaba las habilidades que podía otorgarle a las personas y toda clase de información. Entre esas frutas se encontraba la Mori Mori, y hoy he venido muy lejos, desde una isla del Nuevo Mundo llamada Dressrosa para poder ser testigo de su majestuoso poder. Por eso, te doy las gracias de corazón.
Aquel hombre árbol se mantuvo otra vez en silencio, como si estuviese meditando. Al cabo de un rato, por fin habló.
—Vaya, pequeño tontatta —empieza a hablar—. Tu historia es de los más sorprendente, y a ser verdad, también es muy oportuna.
Levantó la mirada, y la alzó al cielo. El viento sopló, moviendo algunas ramas repletas de hojas y permitiendo que un haz de luz le iluminase. En ese momento pude observar que, a pesar de ser de madera, su cuerpo estaba en mal estado. Muchas partes de su cuerpo se encontraban resecas, y le había crecido un moho blanco que, si no me equivocaba, estaba pudriendo su cuerpo.
—Ahora te contaré mi historia —declaró Juldini.
Jaldabaoth D. Caprino
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La luz del sol era fuerte, a un humano normal le empezaría a quemar como cuando estás muy cerca de la estufa o llevas mucho rato al sol, pero a mi no, el astro rey creado por la inmensidad de poder de Dios no me quemaba, simplemente acariciaba mi pelaje como si de suaves manos se tratase. Observé esa luz que me bañaba con esperanza, pero no pasó nada, toda una vida dedicada al señor y ya había llegado el momento de ascender a su reino... -Sí, me hubiera gustahahado más... Ayudar a más gente a alcanzar el paraíso pehehero por lo visto hasta aquí he llegado... No, no me arrepiento de ayudarle, solo de no haber sido un pastor mejor...- Le decía al ángel que me guardaba, que me protegía... Ese soldado se acercaba amenazante -En este punto estoy en pahahaz... Si, mi corazón alberga ira, por no poder llegar a más, quizás avaricia por no acumular más almas y un poco de sobeheheherbia pues siento dicha de haber sido el pastor del Señor, pero aún así estoy en paz pues se que entraré en su reino y seheheré...- Una pequeña lágrima se me escapó, no es justo... Siempre he sido el pastor ejemplar y ahora, en el momento justo, a las puertas del cielo, solo puedo sentir ira hacia ese soldado por haber matado a mi rebaño, haber destrozado la iglesia y haber irrumpido en el descanso de los que en las catacumbas dormían... -¡No es juhuhuhusto!- Grité mientras golpeé el atril de madera que tenía a mi espalda, el cual se movió y de este cayó una fruta, de un color más amarillo que un limón y con espirales por todos lados, un rabo verde... Golpeó sobre mis cuernos y cayó en mis manos... La observé, con el haz de luz solar parecía brillar con luz propia, con una intensidad hermosa y atrayente, era lo más bonito que... -¿¡Una señal!? ¿Del Señor? ¿¡Seguro!?- Me alteré, pero algo me alteró más, ese soldado se había detenido... Me miraba fijamente con el ojo rojo que se movía hacia todos lados, parecía tener muchos ojos pero solo uno central a la vez... De pronto echó a correr hacia mi de forma desesperada o eso me pareció...
Alcé la fruta al sol... -Señor, si esta es la respueheheesta a mi petición, la tomaré...- Le dí un bocado, suficiente para que ese sabor nauseabundo invadiera todos mis sentidos, no solo el del sabor, el tacto por el cuello, el olor, mi vista y mi oído, todo parecía sucio... Pero... ¿Y si esa era la prueba? -¡Señohohohor, sufriré las penitencias que me inpohohongas!- Hasta que por fin se terminó el fruto que no sabía que era prohibido... Me limité a mirar al soldado quien estaba demasiado cerca como para que me diese tiempo a reaccionar y observé como tomó su espada y me partió en dos con ella... Señor, espéreme que voy...
Tras cerrar los ojos fuertemente por miedo al dolor que iba a sentir, abrí uno tímidamente al notar que no notaba nada que no quería notar notando el notar... Me he lihahahahahahdo, No dolía... ¿Fallo? -¿Verdad que sí? Yo tambiéhéhéhéhén pensaba que me había cortado...- Pero al abrir los ojos y tocarme el pecho, no noté ningún daño, su espada estaba clavada en el suelo al lado mio y era un espadón enorme, por narices tendría que haber pasado por donde estaba yo... Segundos después escuché un ruido y el altar de madera cayó a mi lado partiéndose en trozos grandes, la base tenía un corte limpio... Pero yo... ¿Como seguía vivo? -No entiehehendo...- Miré al soldado, el cual tenía su cara a escasos cuarenta centímetros de la mía, su ojo parecía tener más ojos dentro, era el propio diablo. -¡Peligro!- Gritó con una voz muy rara y característica, me asusté pero poco a poco empecé a entender las cosas... Mi mano empezó a brillar en una intensidad cegadora, ¡Coño si me asusté un huevo! Digo... Mierda... Tendré que confesarme... El agente del gobierno volvió a levantar la espada, esta vez dudaba que fallase nuevamente, estaba en una buena posición y yo debajo, muy mala puntería tenía que tener para ello, por lo que me incorporé como pude, notando el dolor de las piernas y estando de rodillas intenté detenerle poniendo la mano en su pecho... ¿Qué pensé? Que esa luz era una señal de Dios para purificar el alma del guerrero... Expiar sus pecados... Y... Bueno, da igual lo que pensara, no fue así... Nada más ponerle la mano en el pecho, este salió volando hacia la sala anterior a una velocidad pasmosa, golpeando una de las columnas la cual se derrumbó, haciendo que el techo colapsara y se desplomara encima de aquél hombre... Lo que creó un gran agujero en el suelo del oasis...
-Señor... ¿Que dia... dem... santo signifihihihica esto?- Mi mano aún brillaba pero poco a poco esa luz se fue desvaneciendo... -¿Dices que el seheheñor me ha otorgado el poder para purihihihificar el alma de ese demonio? ¿A mi?- No me lo podía creer, pero el ángel que se encargaba de mi me lo dijo... Dios me dio una segunda oportunidad para guiar al rebaño hasta sus puertas...
Alcé la fruta al sol... -Señor, si esta es la respueheheesta a mi petición, la tomaré...- Le dí un bocado, suficiente para que ese sabor nauseabundo invadiera todos mis sentidos, no solo el del sabor, el tacto por el cuello, el olor, mi vista y mi oído, todo parecía sucio... Pero... ¿Y si esa era la prueba? -¡Señohohohor, sufriré las penitencias que me inpohohongas!- Hasta que por fin se terminó el fruto que no sabía que era prohibido... Me limité a mirar al soldado quien estaba demasiado cerca como para que me diese tiempo a reaccionar y observé como tomó su espada y me partió en dos con ella... Señor, espéreme que voy...
Tras cerrar los ojos fuertemente por miedo al dolor que iba a sentir, abrí uno tímidamente al notar que no notaba nada que no quería notar notando el notar... Me he lihahahahahahdo, No dolía... ¿Fallo? -¿Verdad que sí? Yo tambiéhéhéhéhén pensaba que me había cortado...- Pero al abrir los ojos y tocarme el pecho, no noté ningún daño, su espada estaba clavada en el suelo al lado mio y era un espadón enorme, por narices tendría que haber pasado por donde estaba yo... Segundos después escuché un ruido y el altar de madera cayó a mi lado partiéndose en trozos grandes, la base tenía un corte limpio... Pero yo... ¿Como seguía vivo? -No entiehehendo...- Miré al soldado, el cual tenía su cara a escasos cuarenta centímetros de la mía, su ojo parecía tener más ojos dentro, era el propio diablo. -¡Peligro!- Gritó con una voz muy rara y característica, me asusté pero poco a poco empecé a entender las cosas... Mi mano empezó a brillar en una intensidad cegadora, ¡Coño si me asusté un huevo! Digo... Mierda... Tendré que confesarme... El agente del gobierno volvió a levantar la espada, esta vez dudaba que fallase nuevamente, estaba en una buena posición y yo debajo, muy mala puntería tenía que tener para ello, por lo que me incorporé como pude, notando el dolor de las piernas y estando de rodillas intenté detenerle poniendo la mano en su pecho... ¿Qué pensé? Que esa luz era una señal de Dios para purificar el alma del guerrero... Expiar sus pecados... Y... Bueno, da igual lo que pensara, no fue así... Nada más ponerle la mano en el pecho, este salió volando hacia la sala anterior a una velocidad pasmosa, golpeando una de las columnas la cual se derrumbó, haciendo que el techo colapsara y se desplomara encima de aquél hombre... Lo que creó un gran agujero en el suelo del oasis...
-Señor... ¿Que dia... dem... santo signifihihihica esto?- Mi mano aún brillaba pero poco a poco esa luz se fue desvaneciendo... -¿Dices que el seheheñor me ha otorgado el poder para purihihihificar el alma de ese demonio? ¿A mi?- No me lo podía creer, pero el ángel que se encargaba de mi me lo dijo... Dios me dio una segunda oportunidad para guiar al rebaño hasta sus puertas...
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