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Incluso en los momentos menos esperados podemos llévanos sorpresas, joven pirata. Hoy estamos en Dark Dome. Un lugar… curioso para ti. Digamos que hasta ahora, la única maravilla tecnológica que conocías era tu brazo mecánico. Ahora, navegar por esta ruta te ha abiertos los ojos y te ha hecho pensar en las posibilidades.
En muchas posibilidades.
Pero por ahora, estas tranquilo y sin molestar a nadie en una taberna. Te era curioso el saber que los turistas son los que más abundan por las calles. Bueno, eso es un dato curioso que te ha dado el amable tabernero, por que por ahora eres su único cliente. Bueno, no es de sorprenderse, es un lunes después de todo. Calculas que muchas de las personas se encuentra o trabajando o pasando la resaca del día anterior. ¿En el peor caso? Drogándose. Eso ultimo si que te enojaba bastante, ya que no eres partidario de este tipo de prácticas.
Diste un sorbo a tu taza de café y té le quedaste mirando un rato. Tus Homies esperaban afuera cautelosamente ya que la entrada a animales no estaba permitida. “Cada quien maneja sus negocios como quiere”, ese fue tu fiel pensamiento. Suspiraste profundamente y seguías meditando mil cosas. Tenías algún que otro plan y querías aprovechar la oportunidad de hacer mejoras a tu brazo en esta ciudad. Si muy bien Dexter había hecho un magnífico trabajo, eso no quiere decir que no se pueda innovar.
Después de todo, todo puede mejorarse.
Quizás estabas pensando un poco más de lo que deberías, pequeño. Esta ciudad está fuera de control y gobernada por algo que tú no controlas. El bajo mundo es un territorio turbio. Por ahora, solo te meditas a observar. El poco tiempo que llevas aquí te ha mostrado solo una cara de este lugar.
Pero ¿Acaso tendrá otra?
En muchas posibilidades.
Pero por ahora, estas tranquilo y sin molestar a nadie en una taberna. Te era curioso el saber que los turistas son los que más abundan por las calles. Bueno, eso es un dato curioso que te ha dado el amable tabernero, por que por ahora eres su único cliente. Bueno, no es de sorprenderse, es un lunes después de todo. Calculas que muchas de las personas se encuentra o trabajando o pasando la resaca del día anterior. ¿En el peor caso? Drogándose. Eso ultimo si que te enojaba bastante, ya que no eres partidario de este tipo de prácticas.
Diste un sorbo a tu taza de café y té le quedaste mirando un rato. Tus Homies esperaban afuera cautelosamente ya que la entrada a animales no estaba permitida. “Cada quien maneja sus negocios como quiere”, ese fue tu fiel pensamiento. Suspiraste profundamente y seguías meditando mil cosas. Tenías algún que otro plan y querías aprovechar la oportunidad de hacer mejoras a tu brazo en esta ciudad. Si muy bien Dexter había hecho un magnífico trabajo, eso no quiere decir que no se pueda innovar.
Después de todo, todo puede mejorarse.
Quizás estabas pensando un poco más de lo que deberías, pequeño. Esta ciudad está fuera de control y gobernada por algo que tú no controlas. El bajo mundo es un territorio turbio. Por ahora, solo te meditas a observar. El poco tiempo que llevas aquí te ha mostrado solo una cara de este lugar.
Pero ¿Acaso tendrá otra?
Christa
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Entró a la taberna con gesto cauteloso, una guitarra prestada en su espalda. Siempre había sentido predilección por el violín, pero las cuerdas de la guitarra tenían un sonido tan especial que le permitían transmitir lo que sentía sin esforzarse. Era una mujer triste atrapada en sarcasmos y falsas sonrisas, cumplía su papel a la perfección y a veces olvidaba quién era realmente. Sin embargo, cuando la música fluía a través de sus dedos la verdad aparecía frente a ella como un ángel revelador. Por eso, estaba segura de que siempre recordaría quién era mientras tuviera un instrumento que tocar.
El local estaba casi vacío, excepto por el propio tabernero y el primer cliente. Se fijó en el chico que estaba sentado frente a la barra: cabello negro y largo, menudito y algo misterioso. No le prestó más importancia. Tomó asiento frente a la barra, aunque lejos del chico; no quería hablar con él. Por alguna razón, solía tener problemas con los desconocidos que querían tener una “buena conversación”. No estaba ahí para buscar problemas ni estaba esperando a uno de los agentes del Arcano, o lo que fuera que tuviera que hacer para saber la ubicación del Stormrage. En ese momento, Christa era solo una chica con una guitarra en la espalda con ganas de sentirse una estrella de rock, aunque fuera por un instante, tan solo eso quería.
-¿Qué te sirvo? -preguntó el tabernero, un hombre alto y delgado con un cuidado bigote que recordaba a cierta figura tirana de la historia.
-Échame una cerveza, por favor -respondió, sus ojos feroces sobre el hombre como los de una bestia juguetona-. ¿A qué hora empieza a llegar la gente? Quiero usar el escenario de ahí, si es que se me permite.
-C-Claro, enseguida -dijo el hombre, nervioso por la mirada de Christa-. Aquí tienes, es lo mejor de esta taberna -aseguró y esperó una reacción de afirmación una vez la probase, pero ese momento nunca llegó-. Pronto llegarán los clientes fieles, pero esto suele llenarse a partir de medio día y sobre todo al anochecer. Has venido a mala hora, chica.
-Ya, es que tengo un compromiso a la noche -respondió la cazadora, bajando la mirada y frunciendo el ceño-. Gracias por la cerveza.
Christa bebió en silencio, presa de sus pensamientos. Habían pasado muchas cosas en los últimos meses y todavía no sabía cómo lidiar con la mayoría de ellas. A veces se sentía sobrepasada por los desafíos que, de alguna manera, estaba obligada a enfrentar, fuera por el destino o por las injusticias de la vida. Se había recuperado de cada golpe por doloroso que fuera, pero cada vez se hacía más difícil de soportar. ¿Tenía dudas del porvenir? Claro que sí, ¿qué clase de loco no las tendría? Había perdido a seres queridos muy cercanos y las heridas permanecían abiertas. Puede que por eso solo quisiese subirse al escenario, entregarse a la música y expresar el fuego que le ardía por dentro todos los malditos días.
El local estaba casi vacío, excepto por el propio tabernero y el primer cliente. Se fijó en el chico que estaba sentado frente a la barra: cabello negro y largo, menudito y algo misterioso. No le prestó más importancia. Tomó asiento frente a la barra, aunque lejos del chico; no quería hablar con él. Por alguna razón, solía tener problemas con los desconocidos que querían tener una “buena conversación”. No estaba ahí para buscar problemas ni estaba esperando a uno de los agentes del Arcano, o lo que fuera que tuviera que hacer para saber la ubicación del Stormrage. En ese momento, Christa era solo una chica con una guitarra en la espalda con ganas de sentirse una estrella de rock, aunque fuera por un instante, tan solo eso quería.
-¿Qué te sirvo? -preguntó el tabernero, un hombre alto y delgado con un cuidado bigote que recordaba a cierta figura tirana de la historia.
-Échame una cerveza, por favor -respondió, sus ojos feroces sobre el hombre como los de una bestia juguetona-. ¿A qué hora empieza a llegar la gente? Quiero usar el escenario de ahí, si es que se me permite.
-C-Claro, enseguida -dijo el hombre, nervioso por la mirada de Christa-. Aquí tienes, es lo mejor de esta taberna -aseguró y esperó una reacción de afirmación una vez la probase, pero ese momento nunca llegó-. Pronto llegarán los clientes fieles, pero esto suele llenarse a partir de medio día y sobre todo al anochecer. Has venido a mala hora, chica.
-Ya, es que tengo un compromiso a la noche -respondió la cazadora, bajando la mirada y frunciendo el ceño-. Gracias por la cerveza.
Christa bebió en silencio, presa de sus pensamientos. Habían pasado muchas cosas en los últimos meses y todavía no sabía cómo lidiar con la mayoría de ellas. A veces se sentía sobrepasada por los desafíos que, de alguna manera, estaba obligada a enfrentar, fuera por el destino o por las injusticias de la vida. Se había recuperado de cada golpe por doloroso que fuera, pero cada vez se hacía más difícil de soportar. ¿Tenía dudas del porvenir? Claro que sí, ¿qué clase de loco no las tendría? Había perdido a seres queridos muy cercanos y las heridas permanecían abiertas. Puede que por eso solo quisiese subirse al escenario, entregarse a la música y expresar el fuego que le ardía por dentro todos los malditos días.
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Y allí estabas. Tú y tus pensamientos. Un sorbo más y terminaste tu primera tasa. Levantaste la tasa e indicaste al hombre que te volviera a recargar. Allí volviste a disponerte a tomar nuevamente de aquel delicioso néctar oscuro. Era curioso tu fiel gusto por el café. Muchas personas preferirían tomar licor para pasar el rato. Claro, tú de vez en cuando te disponías a tomar un poco en situaciones meramente sociales. Pero por razones más que obvias para ti, preferías vaciar tus pensamientos mientras el café hacia lo suyo.
Y hablando de pensamientos, alguien te trajo un recuerdo.
Una chica de cabellera blanca y muy hermosa había hecho acto de presencia. Se te hacia infernalmente familiar por alguna extraña razón. Sentías que la has visto en alguna parte o en su defecto, se parecía mucho a alguien que tú conocías de antes. Tu mirada se postro en ella, quien se sentó a lo lejos. Tenía una mirada bastante curiosa para ti.
“Siento el olor de una bestia”. Un pensamiento bastante curioso por tu parte, joven pirata. En tu vida muy pocas son las personas que te han hecho sentir de esta manera. Todas aquellas grandes entidades del pasado que ya no están, exceptuando a unas cuantas. Intentas recordar si has visto la cara de aquella chica en un Wanted actual, aunque sin resultado. Bueno, eso solo te deja por seguro una cosa
“Pirata no es”.
Buscarte cruzar miradas con ella en una oportunidad. Te mantuviste firme y le miraste con cierto aire de amabilidad. Cerraste tus ojos e inclinaste cabeza en cordial saludo. Luego volviste a mirar tu tasa fijamente para luego dar un sorbo. – Siempre puedes encontrar público en cual cualquier lugar. – Dijiste mientras colocabas la tasa en la barra. - ¿No lo crees, tasa?
-¡Por supuesto que sí, Alpha! – Diría la tasa que recién acaba de cobrar vida. Dando saltos muy contenta.
El cantinero se había descolocado un poco bastante de lugar. Te miraba fijamente mientras señalaste que llenara nuevamente la tasa saltarina de café. – No se preocupe, todo volverá a la normalidad cuando me haya ido. Solo... es que he odio que la chica le gustaría tener un público para quien tocar y mí me gustaría darle uno. ¿Verdad botellas? – Todas las botellas de licor comenzaron a vivir, apoyándote en lo que decías. - ¿Sillas? ¿Mesas? – Todas comenzaron a saltar. En cuestión de nada, toda el lugar ya había sido homieficado.
Incluyendo la puerta.
Todos los homies al unísono comenzaron a pedir a la dama que cantara. Tarareando todos juntos de manera bastante chistosa e infantil, como si fuera una fiesta.
Y hablando de pensamientos, alguien te trajo un recuerdo.
Una chica de cabellera blanca y muy hermosa había hecho acto de presencia. Se te hacia infernalmente familiar por alguna extraña razón. Sentías que la has visto en alguna parte o en su defecto, se parecía mucho a alguien que tú conocías de antes. Tu mirada se postro en ella, quien se sentó a lo lejos. Tenía una mirada bastante curiosa para ti.
“Siento el olor de una bestia”. Un pensamiento bastante curioso por tu parte, joven pirata. En tu vida muy pocas son las personas que te han hecho sentir de esta manera. Todas aquellas grandes entidades del pasado que ya no están, exceptuando a unas cuantas. Intentas recordar si has visto la cara de aquella chica en un Wanted actual, aunque sin resultado. Bueno, eso solo te deja por seguro una cosa
“Pirata no es”.
Buscarte cruzar miradas con ella en una oportunidad. Te mantuviste firme y le miraste con cierto aire de amabilidad. Cerraste tus ojos e inclinaste cabeza en cordial saludo. Luego volviste a mirar tu tasa fijamente para luego dar un sorbo. – Siempre puedes encontrar público en cual cualquier lugar. – Dijiste mientras colocabas la tasa en la barra. - ¿No lo crees, tasa?
-¡Por supuesto que sí, Alpha! – Diría la tasa que recién acaba de cobrar vida. Dando saltos muy contenta.
El cantinero se había descolocado un poco bastante de lugar. Te miraba fijamente mientras señalaste que llenara nuevamente la tasa saltarina de café. – No se preocupe, todo volverá a la normalidad cuando me haya ido. Solo... es que he odio que la chica le gustaría tener un público para quien tocar y mí me gustaría darle uno. ¿Verdad botellas? – Todas las botellas de licor comenzaron a vivir, apoyándote en lo que decías. - ¿Sillas? ¿Mesas? – Todas comenzaron a saltar. En cuestión de nada, toda el lugar ya había sido homieficado.
Incluyendo la puerta.
Todos los homies al unísono comenzaron a pedir a la dama que cantara. Tarareando todos juntos de manera bastante chistosa e infantil, como si fuera una fiesta.
Christa
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Movió las orejas como un gato que busca identificar un sonido curioso y escuchó las palabras del chico de la barra. ¿Le había hablado a una taza? Hubiera pensado que estaba loco de no ser porque la maldita taza le respondió. Giró la cabeza con expresión de alarma y vio que el tabernero estaba igual de impresionado. De un momento a otro, las botellas del mostrador, las sillas y mesas, todo comenzó a saltar y moverse como si estuviera en una película animada. Lo que para algunos parecía una fiesta divertida, para Christa significaba una pesadilla: un montón de objetos animados le pedían que cantara.
Su mano derecha buscó rápidamente la empuñadura de la daga y con la otra llevó el pito a su boca, soplándolo con determinación y emitiendo un sonido inaudible para un ser humano común. Apuró un pequeño frasco con un contenido líquido gris y una pequeña nube de partículas metálicas suspendidas, y entonces usó la Sinfonía Elemental, Inducción Electromagnética. Unos delgados lazos de todos colores aparecieron frente a sus ojos, conectados a diferentes piezas metálicas de la taberna.
Como una gata arisca y salvaje, enseñó la daga y miró con sus pesados ojos al chico.
-¿Quién eres y cómo has hecho esto? -le exigió saber, preparándose para el combate.
Quería estar tranquila, tener un momento de paz en la mañana antes de que todo se fuera al carajo como solía ocurrir, pero los raritos estaban en todas partes. ¿Serían los estúpidos Renacentistas del Imperio? ¿O acaso un idiota que quería poner a prueba las habilidades de Christa, la hija de la Genocida? Se había topado con esa clase de gente antes y había aprendido que la opción más sensata era la huida. Sin embargo, la puerta también se había transformado y había pocas ventanas por las que colarse.
-Quiero pasar un día en paz, pero te lo advierto: no me quedaré de brazos cruzados si tienes intenciones de hacerme daño -le aseguró al chico misterioso, dedicándole una mirada penetrante y severa, una que obligaría a cualquiera a desviar los ojos hacia el suelo.
Uno de los tazones animados se acercó peligrosamente hacia Christa. La cazadora reaccionó con rapidez y tiró con fuerza el hilo de color rojo conectado a un clavo en el techo, arrancándolo y haciendo añicos la taza. Era una señal al chico de que no lo tendría para nada fácil, bicho raro.
Su mano derecha buscó rápidamente la empuñadura de la daga y con la otra llevó el pito a su boca, soplándolo con determinación y emitiendo un sonido inaudible para un ser humano común. Apuró un pequeño frasco con un contenido líquido gris y una pequeña nube de partículas metálicas suspendidas, y entonces usó la Sinfonía Elemental, Inducción Electromagnética. Unos delgados lazos de todos colores aparecieron frente a sus ojos, conectados a diferentes piezas metálicas de la taberna.
Como una gata arisca y salvaje, enseñó la daga y miró con sus pesados ojos al chico.
-¿Quién eres y cómo has hecho esto? -le exigió saber, preparándose para el combate.
Quería estar tranquila, tener un momento de paz en la mañana antes de que todo se fuera al carajo como solía ocurrir, pero los raritos estaban en todas partes. ¿Serían los estúpidos Renacentistas del Imperio? ¿O acaso un idiota que quería poner a prueba las habilidades de Christa, la hija de la Genocida? Se había topado con esa clase de gente antes y había aprendido que la opción más sensata era la huida. Sin embargo, la puerta también se había transformado y había pocas ventanas por las que colarse.
-Quiero pasar un día en paz, pero te lo advierto: no me quedaré de brazos cruzados si tienes intenciones de hacerme daño -le aseguró al chico misterioso, dedicándole una mirada penetrante y severa, una que obligaría a cualquiera a desviar los ojos hacia el suelo.
Uno de los tazones animados se acercó peligrosamente hacia Christa. La cazadora reaccionó con rapidez y tiró con fuerza el hilo de color rojo conectado a un clavo en el techo, arrancándolo y haciendo añicos la taza. Era una señal al chico de que no lo tendría para nada fácil, bicho raro.
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Una reacción bastante confusa de su parte, Alpha. Bueno tus no venias en sol de pelear y tus intenciones no eran hostiles. Pero aparentemente tus queridos amigos la han asustado. Bueno, era una de las posibilidades de las cuales no pensaste. Para unas cosas como la guerra y la lucha eras un genio. Para otras eras un completo ignorante e idiota.
Deberías aprender a medir un poco tus acciones con los demás ¿no?
-Freites D. Alpha – Dijiste dando otro sorbo a tu café. – Solo soy un pirata que caza a otros piratas. Si quieres que muestre interés en luchar contra ti, asegúrate de al menos tener un Wanted decente por tu cabeza. No me interesa en pelear con cualquiera. Ademas, me resulta muy raro que no asumas el cómo es posible esto viviendo el mundo donde vivimos.
Tu reputación te precede como alguien tranquilo con los civiles, pero hostil con otros piratas. El gobierno te llama el señor de la guerra. La marina cree que eres un claro peligro que debe ser controlado. Tus amigos… solo creen que eres un idiota obsesionado con pelear con oponentes fuertes.
De pronto, observas como un tazón felizmente trata de acercarse a la chica. – Tazón… yo no haría eso. – Y sin dudarlo lo ni instante, la chica hizo que el tazón pasara a mejor historia. Pero verla, te hizo entrar en razón en una cosa. Su manera de racionar, su expresión, todo te recordaba a ella. - Te pareces mucho a alguien que conocí años atrás. – Dijiste totalmente calmado. Su actuación no te sorprendía en lo más mínimo. No te asustaba en lo más absoluto. Si alguien tenía que temer a alguien aquí era ella.
Después de todo… tu poder se encuentra en todo lo que la rodea.
- Te pareces mucho a la legendaria pirata Katharina. Es una lástima que ya no este entre nosotros. – Mostraste una sincera tristeza en tu expresión. – Era una de las pocas piratas que podría darme una muerte más que digna. Es una lástima que no aceptara pelear conmigo en cuando nos topamos la última vez. Aunque era una gran ajedrecista.
Ella te compartió una mirada desafiante. Tú simplemente le miraste fijamente sin decir nada. Esa mirada imponía respeto, claro que sí. Pero tú tenías un punto de comparación más grande que ella. Te vienes de una época llena de monstruos reales.
Aunque tu… eres uno en miniatura.
Deberías aprender a medir un poco tus acciones con los demás ¿no?
-Freites D. Alpha – Dijiste dando otro sorbo a tu café. – Solo soy un pirata que caza a otros piratas. Si quieres que muestre interés en luchar contra ti, asegúrate de al menos tener un Wanted decente por tu cabeza. No me interesa en pelear con cualquiera. Ademas, me resulta muy raro que no asumas el cómo es posible esto viviendo el mundo donde vivimos.
Tu reputación te precede como alguien tranquilo con los civiles, pero hostil con otros piratas. El gobierno te llama el señor de la guerra. La marina cree que eres un claro peligro que debe ser controlado. Tus amigos… solo creen que eres un idiota obsesionado con pelear con oponentes fuertes.
De pronto, observas como un tazón felizmente trata de acercarse a la chica. – Tazón… yo no haría eso. – Y sin dudarlo lo ni instante, la chica hizo que el tazón pasara a mejor historia. Pero verla, te hizo entrar en razón en una cosa. Su manera de racionar, su expresión, todo te recordaba a ella. - Te pareces mucho a alguien que conocí años atrás. – Dijiste totalmente calmado. Su actuación no te sorprendía en lo más mínimo. No te asustaba en lo más absoluto. Si alguien tenía que temer a alguien aquí era ella.
Después de todo… tu poder se encuentra en todo lo que la rodea.
- Te pareces mucho a la legendaria pirata Katharina. Es una lástima que ya no este entre nosotros. – Mostraste una sincera tristeza en tu expresión. – Era una de las pocas piratas que podría darme una muerte más que digna. Es una lástima que no aceptara pelear conmigo en cuando nos topamos la última vez. Aunque era una gran ajedrecista.
Ella te compartió una mirada desafiante. Tú simplemente le miraste fijamente sin decir nada. Esa mirada imponía respeto, claro que sí. Pero tú tenías un punto de comparación más grande que ella. Te vienes de una época llena de monstruos reales.
Aunque tu… eres uno en miniatura.
Christa
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¿Freites D. Alpha? ¿El pirata que cazaba piratas? Sí, estaba segura de que había escuchado a Ely hablar sobre un hombre así. Hombre, no chico. La persona que tenía en frente acababa de dejar atrás la adolescencia para adentrarse en la adultez, pero parecía un niño. Si en serio solo cazaba piratas y no le interesaba una chica sin un cartel de “Se busca”, entonces había sobreactuado, pero no le convencía eso de bajar la guardia y mostrarse vulnerable. No todos los piratas eran iguales, pero la mayoría carecía de escrúpulos y escondían mentiras entre la verdad.
Luego mencionó el nombre de su madre: Katharina. No la Reina Bruja ni la Genocida. Katharina. La gente evitaba llamarle por su nombre ya sea por miedo o ignorancia, y solo aquellos que conocían la otra parte de la historia se referían a su madre como una persona en vez de un monstruo, aunque en realidad lo fuera. El chico dijo que se había encontrado una vez y que era una gran ajedrecista, pero eso era imposible. Freites no tenía más de veinte años, era imposible que hubiera conocido a Katharina.
-Vale, lo reconozco: estás loco, pero loco mal -respondió Christa, mirando disimuladamente la puerta-. ¿Sabes? Ya no quiero tocar nada, así que ¿por qué no vuelves la puerta a la normalidad y dejas que me vaya? -le pidió sin bajar la guardia.
Podía cortar las bisagras de la puerta y luego empujarla con fuerza para terminar de arrancarla, aunque se encontraría con las extrañas aves que esperaban fuera de la taberna. Suponiendo que el pirata tenía la habilidad de animar objetos no sería raro que pudiera hacer lo mismo con los animales. Un usuario, ¿eh? Esos malditos excéntricos pensaban que poseer habilidades extraordinarias era la norma cuando la realidad era otra. En general, las Frutas del Diablo se consideraban elementos mágicos y mitológicos, e incluso en Paraíso los usuarios eran pocos. Por eso, la opción más sensata era no enfadar al pirata y retirarse antes de cagarla más.
Una parte de ella quería escuchar lo que el pirata sabía de su madre, pero su parte racional le convencía de que estaba loco; quizás era el precio que había pagado por obtener esos poderes. Además, Christa había identificado el anzuelo: mencionar la similitud con su madre justo después de su reacción agresiva. Cualquiera que hubiera estudiado un poco de historia y hubiera vistos fotografías reconocería el parecido, aunque admitía que haberse referido como Katharina resultó una jugada curiosa y creativa.
-Hagamos como que no ha pasado nada, ¿va? Yo me voy por allá y tú te quedas aquí con… con estas cosas -agregó, mirando los tazones y las botellas que lucían tan raro.
Luego mencionó el nombre de su madre: Katharina. No la Reina Bruja ni la Genocida. Katharina. La gente evitaba llamarle por su nombre ya sea por miedo o ignorancia, y solo aquellos que conocían la otra parte de la historia se referían a su madre como una persona en vez de un monstruo, aunque en realidad lo fuera. El chico dijo que se había encontrado una vez y que era una gran ajedrecista, pero eso era imposible. Freites no tenía más de veinte años, era imposible que hubiera conocido a Katharina.
-Vale, lo reconozco: estás loco, pero loco mal -respondió Christa, mirando disimuladamente la puerta-. ¿Sabes? Ya no quiero tocar nada, así que ¿por qué no vuelves la puerta a la normalidad y dejas que me vaya? -le pidió sin bajar la guardia.
Podía cortar las bisagras de la puerta y luego empujarla con fuerza para terminar de arrancarla, aunque se encontraría con las extrañas aves que esperaban fuera de la taberna. Suponiendo que el pirata tenía la habilidad de animar objetos no sería raro que pudiera hacer lo mismo con los animales. Un usuario, ¿eh? Esos malditos excéntricos pensaban que poseer habilidades extraordinarias era la norma cuando la realidad era otra. En general, las Frutas del Diablo se consideraban elementos mágicos y mitológicos, e incluso en Paraíso los usuarios eran pocos. Por eso, la opción más sensata era no enfadar al pirata y retirarse antes de cagarla más.
Una parte de ella quería escuchar lo que el pirata sabía de su madre, pero su parte racional le convencía de que estaba loco; quizás era el precio que había pagado por obtener esos poderes. Además, Christa había identificado el anzuelo: mencionar la similitud con su madre justo después de su reacción agresiva. Cualquiera que hubiera estudiado un poco de historia y hubiera vistos fotografías reconocería el parecido, aunque admitía que haberse referido como Katharina resultó una jugada curiosa y creativa.
-Hagamos como que no ha pasado nada, ¿va? Yo me voy por allá y tú te quedas aquí con… con estas cosas -agregó, mirando los tazones y las botellas que lucían tan raro.
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Cuando te llamo loco, sonreíste. ¿Loco? Por supuesto. Loco por un oponente digno que te haga llegar a los límites y poder superar tus propias barreras. Pero de estar seguro era una cosa: nadie tiene el por qué llamarte mentiroso cuando se te da mal.
- Me gustaría decir que tienes razón y que la locura ha consumido mi cabeza. Pero no. – Dijiste poniéndote de pie y caminando a su dirección. – Han pasado cincuenta años desde que viví en una época donde reinaban los piratas más fuertes de la historia. Pero para mí han sido simplemente un par de meses. Puedes culpar a mi enemigo, la Yonkou Terra Keppler.
Tenías las manos levantadas, clara señal de que no tenías ninguna intención de buscar pelea con ella. De paraste justo frente a ella y le miraste fijamente a los ojos. – Muchos pueden llamarme muchas cosas. Pero mentiroso no es una de esas. Además, mientes. Todo músico desea tocar su música y sentirse libre. Y no tengo que darle vida a tu guitarra para demostrar que tengo razón.
Te mostrabas muy seguro de lo que decías. De pronto extendiste tu mano e hiciste una pregunta muy importante a ella. – ¿Acaso no te gustaría verla como fue de joven? - Sonreíste. – Toma mi mano y simplemente lo veras. No puedes engañarme, tu expresión cambio cuando dije su nombre. ¿Eres algo de ella? ¿Un familiar? ¿Una nieta? ¿Su hija? He de decir que ella era tan poderosa que me hacía quedar como una hormiga.
Si ella se disponía a tomar tu mano. Tendría una visión donde los vería a ti y a ella jugando ajedrez y pasando un rato normal. Como si se tratara de un rato entre amigos. Aunque de amigos no tenían nada.
- ¡Vamos, Katharina! Sabes que algún día iré a por ti ¡Zehahaha!
- Moriras… - Respondió ella.
- Eso no lo sabremos hasta que ocurra.
Pudiste haberla hecho ver más, pero no tendría sentido. – Luego vino el intento de Keppler por controlar los mares, el cual logro. Yo estaba en primera fila luchando contra uno de sus comandantes en alta mar cuando todo se volvió oscuro. Y luego cuando la luz volvió estaba aquí. Seguramente por una akuma no mí de algunos de sus miembros.
La dejaste ser y te sentaste nuevamente en tu lugar. Aun así, los homies no había desaparecido. Ella no estaba en una posición para exigirte nada. Puesto que había comenzado siendo hostil y destrozado a uno de tus homies.
- Podría fingir demencia. Pero no lo hare. Tus has matado a uno de mis amigos. ¿Cómo debería hacerte pagar por quitarle la vida a mi amigo? ¡Ah sí! ¡Podrías darme años de vida! – Todos los Homies comenzaron a reír sínicamente. Reflejando un hambre sin igual por devorar almas. – Claro, no de ti. Con algún enemigo tuyo me conformaría.
- Me gustaría decir que tienes razón y que la locura ha consumido mi cabeza. Pero no. – Dijiste poniéndote de pie y caminando a su dirección. – Han pasado cincuenta años desde que viví en una época donde reinaban los piratas más fuertes de la historia. Pero para mí han sido simplemente un par de meses. Puedes culpar a mi enemigo, la Yonkou Terra Keppler.
Tenías las manos levantadas, clara señal de que no tenías ninguna intención de buscar pelea con ella. De paraste justo frente a ella y le miraste fijamente a los ojos. – Muchos pueden llamarme muchas cosas. Pero mentiroso no es una de esas. Además, mientes. Todo músico desea tocar su música y sentirse libre. Y no tengo que darle vida a tu guitarra para demostrar que tengo razón.
Te mostrabas muy seguro de lo que decías. De pronto extendiste tu mano e hiciste una pregunta muy importante a ella. – ¿Acaso no te gustaría verla como fue de joven? - Sonreíste. – Toma mi mano y simplemente lo veras. No puedes engañarme, tu expresión cambio cuando dije su nombre. ¿Eres algo de ella? ¿Un familiar? ¿Una nieta? ¿Su hija? He de decir que ella era tan poderosa que me hacía quedar como una hormiga.
Si ella se disponía a tomar tu mano. Tendría una visión donde los vería a ti y a ella jugando ajedrez y pasando un rato normal. Como si se tratara de un rato entre amigos. Aunque de amigos no tenían nada.
- ¡Vamos, Katharina! Sabes que algún día iré a por ti ¡Zehahaha!
- Moriras… - Respondió ella.
- Eso no lo sabremos hasta que ocurra.
Pudiste haberla hecho ver más, pero no tendría sentido. – Luego vino el intento de Keppler por controlar los mares, el cual logro. Yo estaba en primera fila luchando contra uno de sus comandantes en alta mar cuando todo se volvió oscuro. Y luego cuando la luz volvió estaba aquí. Seguramente por una akuma no mí de algunos de sus miembros.
La dejaste ser y te sentaste nuevamente en tu lugar. Aun así, los homies no había desaparecido. Ella no estaba en una posición para exigirte nada. Puesto que había comenzado siendo hostil y destrozado a uno de tus homies.
- Podría fingir demencia. Pero no lo hare. Tus has matado a uno de mis amigos. ¿Cómo debería hacerte pagar por quitarle la vida a mi amigo? ¡Ah sí! ¡Podrías darme años de vida! – Todos los Homies comenzaron a reír sínicamente. Reflejando un hambre sin igual por devorar almas. – Claro, no de ti. Con algún enemigo tuyo me conformaría.
Christa
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El chico comenzó a hablar de las típicas locuras de un supuesto viajero del tiempo, alguien que había vivido hacía cincuenta años, en la época dorada de la piratería. Bueno, en una de ellas pues había más de una. Decía que todo era culpa de una de las personas más peligrosas del mundo, Terra Kepler. ¿En serio creía que era enemigo de esa mujer? Estaba delirando. Una pirata como esa no se fijaría en un chico de veinte años que convertía tazas en tazas parlanchinas. Sin embargo, de entre todas las cosas estúpidas que dijo, hubo una en particular que le molestó.
-Mi música no está para tazas parlantes ni botellas saltarinas, ¿entiendes? -le aclaró, todavía con la guardia en alto-. ¿Cómo una silla va a entender lo que un ser humano quiere transmitir?
Entonces el pirata levantó la mano, causando que Christa frunciera el ceño, e hizo unas preguntas… extrañas. Esa mañana estaba siendo rara. Decía ser un viajero del tiempo que conocía a su madre de joven y le ofrecía mostrarle una imagen de ese pasado distante. Su lado más curioso quería ahondar en aquello que era imposible de alcanzar, pero su parte desconfiada y precavida le impedía tomar la mano de Freites.
Retrocedió y se alejó del chico, dejándole con la mano estirada. Seguramente expresaría decepción en su rostro, pero no confiaba en él. ¿Por qué iba a hacerlo? No era tan tonta como para creer en los delirios de Freites, y prefería ser descortés y desconfiada que fingir buenos modales.
-Si dices que conociste a mi madre, ¿por qué no lo demuestras? Demuestra que eres un viajero del tiempo -le exigió Christa, enfrentando su mirada.
El chico tomó asiento y mencionó que había matado a uno de sus amigos. ¿En serio pensaba que la taza era su amiga? Las criaturas animadas comenzaron a reír como una sinfonía de tonos agudos y burlescos, sínicos y sobrenaturales. Parecía una pesadilla. Freites quería años de vida y, para sorpresa de Christa, dijo que podía ser de un enemigo. ¿A qué se refería con eso?
-Eres demasiado errático como para que te quiera tener cerca, además no me interesan los niños -aclaró, dedicándole una sonrisa burlesca-. No sé qué buscas ni cuáles son tus intereses, pero si quieres que en serio crea que eres un viajero del tiempo, demuéstralo. Si te da igual, déjame ir y haré como si no te hubiera visto; no le contaré a ningún cazarrecompensas de Dark Dome que te he visto.
-Mi música no está para tazas parlantes ni botellas saltarinas, ¿entiendes? -le aclaró, todavía con la guardia en alto-. ¿Cómo una silla va a entender lo que un ser humano quiere transmitir?
Entonces el pirata levantó la mano, causando que Christa frunciera el ceño, e hizo unas preguntas… extrañas. Esa mañana estaba siendo rara. Decía ser un viajero del tiempo que conocía a su madre de joven y le ofrecía mostrarle una imagen de ese pasado distante. Su lado más curioso quería ahondar en aquello que era imposible de alcanzar, pero su parte desconfiada y precavida le impedía tomar la mano de Freites.
Retrocedió y se alejó del chico, dejándole con la mano estirada. Seguramente expresaría decepción en su rostro, pero no confiaba en él. ¿Por qué iba a hacerlo? No era tan tonta como para creer en los delirios de Freites, y prefería ser descortés y desconfiada que fingir buenos modales.
-Si dices que conociste a mi madre, ¿por qué no lo demuestras? Demuestra que eres un viajero del tiempo -le exigió Christa, enfrentando su mirada.
El chico tomó asiento y mencionó que había matado a uno de sus amigos. ¿En serio pensaba que la taza era su amiga? Las criaturas animadas comenzaron a reír como una sinfonía de tonos agudos y burlescos, sínicos y sobrenaturales. Parecía una pesadilla. Freites quería años de vida y, para sorpresa de Christa, dijo que podía ser de un enemigo. ¿A qué se refería con eso?
-Eres demasiado errático como para que te quiera tener cerca, además no me interesan los niños -aclaró, dedicándole una sonrisa burlesca-. No sé qué buscas ni cuáles son tus intereses, pero si quieres que en serio crea que eres un viajero del tiempo, demuéstralo. Si te da igual, déjame ir y haré como si no te hubiera visto; no le contaré a ningún cazarrecompensas de Dark Dome que te he visto.
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Excelente jugada por parte de la dama. Pues ella te exigía una prueba de la cual. Claro, tiene lógica, no todo el mundo podría creer una historia como la tuya. Bueno eso era algo muy fácil de probar la verdad. – Vale. – Dijiste muy calmadamente. Chasqueaste los dedos y de pronto por una de las ventanas Susanoo asomo su cabeza por unas de las ventanas.
-¿Si, Alpha? – Pregunto el plumífero preguntando fijando la mirada en ti, esperando tu comando.
- Necesito mis dos carteles. Están en las alforjas.
El plumífero cumplió con tu petición. Rápidamente te hizo entrega de un parte de carteles de se buscan. Tú los colocaste en la mesa uno al lado del otro. - Mira las fechas y el cello del gobierno mundial. La otra es la más reciente. Es lo más lógico que nadie en el mundo quiere que sepa que alguien con el poder de una akuma no mi puede hacer viajar en el tiempo a las personas, y por eso han bajado el número de la recompensa. Ya que los carteles actuales lo hacen la gente caza recompensas. - Dijiste con total calma. – Si quieres otra prueba mira esto. -Extendiste tu brazo mecánico y señalaste el sello de su creador. Era del revolucionario Dexter Black. - El dragón más poderoso hizo este brazo por mí hace cincuenta años. ¿Tienes conocidos en Hallstat? ¿Por qué no preguntas allá quien ataco las minas de Auria hace cincuenta años? - Allí fue cuando ella vacilo y te confirmo que era su madre. – Entonces es tu madre. Entonces también sabrás que ella tiene una pieza de ajedrez de acero en miniatura de ella misma. En el parte de abajo tiene la marca de una calavera de un cráneo rodeado con sakuras. Esa pieza la hice yo.
Volviste a mirarle. – Aunque bueno, ponerme al día después de lo sucedido no fue tan difícil. Aunque los periódicos suelen cubrir la verdad siempre. Su razón habrá tenido para hacer lo que hizo.
Luego ella te llamo niño. Sonreíste nuevamente- Tan niño no soy. Tengo diecinueve años. Y tu madre aparte de ser una enemiga a quien tenía en la mira. Le tenía respeto. Ella sabía muy bien que no buscaba quitarle sus territorios ni a su gente. Solo quería luchar con ella. Pero ahora ella no está, ahora estas tú. Una von Steinhell mas.
Extendiste la mano nuevamente. Miraste profundamente sus ojos. – ¿Estas segura que no la quieres ver?
-¿Si, Alpha? – Pregunto el plumífero preguntando fijando la mirada en ti, esperando tu comando.
- Necesito mis dos carteles. Están en las alforjas.
El plumífero cumplió con tu petición. Rápidamente te hizo entrega de un parte de carteles de se buscan. Tú los colocaste en la mesa uno al lado del otro. - Mira las fechas y el cello del gobierno mundial. La otra es la más reciente. Es lo más lógico que nadie en el mundo quiere que sepa que alguien con el poder de una akuma no mi puede hacer viajar en el tiempo a las personas, y por eso han bajado el número de la recompensa. Ya que los carteles actuales lo hacen la gente caza recompensas. - Dijiste con total calma. – Si quieres otra prueba mira esto. -Extendiste tu brazo mecánico y señalaste el sello de su creador. Era del revolucionario Dexter Black. - El dragón más poderoso hizo este brazo por mí hace cincuenta años. ¿Tienes conocidos en Hallstat? ¿Por qué no preguntas allá quien ataco las minas de Auria hace cincuenta años? - Allí fue cuando ella vacilo y te confirmo que era su madre. – Entonces es tu madre. Entonces también sabrás que ella tiene una pieza de ajedrez de acero en miniatura de ella misma. En el parte de abajo tiene la marca de una calavera de un cráneo rodeado con sakuras. Esa pieza la hice yo.
Volviste a mirarle. – Aunque bueno, ponerme al día después de lo sucedido no fue tan difícil. Aunque los periódicos suelen cubrir la verdad siempre. Su razón habrá tenido para hacer lo que hizo.
Luego ella te llamo niño. Sonreíste nuevamente- Tan niño no soy. Tengo diecinueve años. Y tu madre aparte de ser una enemiga a quien tenía en la mira. Le tenía respeto. Ella sabía muy bien que no buscaba quitarle sus territorios ni a su gente. Solo quería luchar con ella. Pero ahora ella no está, ahora estas tú. Una von Steinhell mas.
Extendiste la mano nuevamente. Miraste profundamente sus ojos. – ¿Estas segura que no la quieres ver?
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Miró con desconfianza las supuestas pruebas del pirata. ¿En serio iba a enseñarle un cartel de Se busca y unos pocos sellos? Podían tratarse de falsificaciones, además nunca había escuchado de una Fruta del Diablo ni una máquina capaz de permitir viajes en el tiempo. Ahora, ¿cuál era el objetivo de ese chico? Su comportamiento era errático y estaba repleto de incógnitas, ¿qué quería obtener al decir todas esas mentiras? ¿Acaso era un nuevo tipo de estafa? Incluso dudó de la existencia de aquella pieza de ajedrez, aunque también era cierto que su madre había ocultado en vida un montón de secretos.
-Sí, soy una de las pocas von Steinhell que quedan -confirmó con el ceño fruncido. Su tía seguramente se encontraba en Lëxius, en alguna parte de la antigua capital del Imperio-. ¿En serio esperas que crea que has viajado en el tiempo solo porque me muestras unos sellos? Ni siquiera los reconozco ni tengo la certeza de que son reales. Nada de lo que dices me parece que tenga sentido, lo siento.
El chico estiró una vez más la mano, ofreciendo la oportunidad de inspeccionar en sus recuerdos y ver a su madre cuando era joven. Debía admitir que la curiosidad, peligrosa y juguetona, le impulsaba a aceptar la propuesta, pero su actitud cautelosa y recelosa le hacía pensar que se trataba de una trampa. Todo era demasiado… extraño.
-Sí, estoy segura. No confío en ti -le respondió con firmeza, aunque, al ver que no tenía intenciones de pelear, se relajó y guardó la daga-. Si me interesara el dinero como a la mayoría de los hombres, te habría entregado al Gremio de Cazadores para cobrar tu recompensa. Puedo hacerlo y quizás inicie mi aventura como cazarrecompensas, así que no tientes a la suerte, niño.
Rebosaba confianza cuando la realidad era otra: no estaba segura de poder vencer a ese chico. Pelear en un espacio cerrado como una taberna no le favorecía en lo absoluto, además el pirata tenía poderes extraños concedidos por una Fruta del Diablo, lo que lo volvía incuestionablemente peligroso. No obstante, Christa también poseía sus propias capacidades extraordinarias: la magia remanente fluía por sus venas y gracias a ella podía tocar las Sinfonías Elementales.
-Pero es cierto que tampoco quiero ganarme enemigos innecesariamente. Dijiste que estabas dispuesto a quitarle la esperanza de vida a uno de mis enemigos, ¿cierto? Si es así, puede que sí vaya a necesitar tu ayuda…
-Sí, soy una de las pocas von Steinhell que quedan -confirmó con el ceño fruncido. Su tía seguramente se encontraba en Lëxius, en alguna parte de la antigua capital del Imperio-. ¿En serio esperas que crea que has viajado en el tiempo solo porque me muestras unos sellos? Ni siquiera los reconozco ni tengo la certeza de que son reales. Nada de lo que dices me parece que tenga sentido, lo siento.
El chico estiró una vez más la mano, ofreciendo la oportunidad de inspeccionar en sus recuerdos y ver a su madre cuando era joven. Debía admitir que la curiosidad, peligrosa y juguetona, le impulsaba a aceptar la propuesta, pero su actitud cautelosa y recelosa le hacía pensar que se trataba de una trampa. Todo era demasiado… extraño.
-Sí, estoy segura. No confío en ti -le respondió con firmeza, aunque, al ver que no tenía intenciones de pelear, se relajó y guardó la daga-. Si me interesara el dinero como a la mayoría de los hombres, te habría entregado al Gremio de Cazadores para cobrar tu recompensa. Puedo hacerlo y quizás inicie mi aventura como cazarrecompensas, así que no tientes a la suerte, niño.
Rebosaba confianza cuando la realidad era otra: no estaba segura de poder vencer a ese chico. Pelear en un espacio cerrado como una taberna no le favorecía en lo absoluto, además el pirata tenía poderes extraños concedidos por una Fruta del Diablo, lo que lo volvía incuestionablemente peligroso. No obstante, Christa también poseía sus propias capacidades extraordinarias: la magia remanente fluía por sus venas y gracias a ella podía tocar las Sinfonías Elementales.
-Pero es cierto que tampoco quiero ganarme enemigos innecesariamente. Dijiste que estabas dispuesto a quitarle la esperanza de vida a uno de mis enemigos, ¿cierto? Si es así, puede que sí vaya a necesitar tu ayuda…
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La situación se tornó un poco más tensa, pequeño. Ella mostro una calma que tu muy en el fondo sabias donde la había heredado. Por otro lado, ella te miraba con cautela. Fue como si te encontraras nuevamente con Katharina en cierto modo. Sonreíste. Simplemente dejaste que hablase y mostrara aquella firmeza de la cual se caracterizaban los de su familia. Era obvio que ella estaba más que lista en todo momento para defenderse. Pero la pregunta real que te hacías en tu mente era otra.
“¿Realmente… tu estas lista para mí?”
-Lastima.- Fue lo único que dijiste ante su negativa al querer mostrarle como era su madre. Recogiste tu mano y nuevamente te dispusiste a tomar de tu café con total calma y tranquilidad. – Incluso a ella nunca le importo el dinero realmente. – Dijiste mientras terminabas de dar un último sorbo a tu café. Luego, poco a poco la cosas homieficadas volvieron a ser normales. Susanoo estaba colocado en tu hombro derecho, mirando fijamente a la dama. No le perdia el ojo en ningún momento.
- Realmente no confía en ti, Alpha. – Dijo el plumífero mostrándose un poco curioso ante la actitud de ella.
- Hace bien. Se supone que los piratas somos la escoria del mar. Aunque he de decir... que yo hago el trabajo incluso mejor que la marina. – Preguntaste por la cuenta y simplemente pagaste con total tranquilidad. – Y un extra por lo que rompió ella. – Aunque aún te mantenías sentado en tu sitio. Ella aclaro necesitar de tu ayuda. Levantaste la ceja izquierda un poco y fijaste tu mirada en ella nuevamente.
- Es curioso. Aunque no me sorprende que tengas enemigos. Desconozco totalmente tu situación, señorita Von Stainhell. Y lo crea a o no, le tengo mucho respeto a su madre. – Dijiste sonriendo nuevamente, luciendo genuinamente amable. – No tengo intenciones de ser tu enemigo. Siempre y cuando no seas una más del mundo pirata, claro está. – Te levantaste. Tu plumifero alzo el vuelo y comenso a recoger los wanteds y salir por la ventana – De acuerdo, soy todo oído. Aunque deberíamos ir a un lugar más solitario. ¿No lo crees?
Claramente, no querias que el cantinero escuchara que planea ella.
“¿Realmente… tu estas lista para mí?”
-Lastima.- Fue lo único que dijiste ante su negativa al querer mostrarle como era su madre. Recogiste tu mano y nuevamente te dispusiste a tomar de tu café con total calma y tranquilidad. – Incluso a ella nunca le importo el dinero realmente. – Dijiste mientras terminabas de dar un último sorbo a tu café. Luego, poco a poco la cosas homieficadas volvieron a ser normales. Susanoo estaba colocado en tu hombro derecho, mirando fijamente a la dama. No le perdia el ojo en ningún momento.
- Realmente no confía en ti, Alpha. – Dijo el plumífero mostrándose un poco curioso ante la actitud de ella.
- Hace bien. Se supone que los piratas somos la escoria del mar. Aunque he de decir... que yo hago el trabajo incluso mejor que la marina. – Preguntaste por la cuenta y simplemente pagaste con total tranquilidad. – Y un extra por lo que rompió ella. – Aunque aún te mantenías sentado en tu sitio. Ella aclaro necesitar de tu ayuda. Levantaste la ceja izquierda un poco y fijaste tu mirada en ella nuevamente.
- Es curioso. Aunque no me sorprende que tengas enemigos. Desconozco totalmente tu situación, señorita Von Stainhell. Y lo crea a o no, le tengo mucho respeto a su madre. – Dijiste sonriendo nuevamente, luciendo genuinamente amable. – No tengo intenciones de ser tu enemigo. Siempre y cuando no seas una más del mundo pirata, claro está. – Te levantaste. Tu plumifero alzo el vuelo y comenso a recoger los wanteds y salir por la ventana – De acuerdo, soy todo oído. Aunque deberíamos ir a un lugar más solitario. ¿No lo crees?
Claramente, no querias que el cantinero escuchara que planea ella.
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-De acuerdo, hablaremos en la calle -le respondió al pirata.
Rara vez trabajaba para otra gente, por lo general perseguía sus objetivos personales y se limitaba a hacer lo que le acercase a la restauración de Lëxius, pero ahora mismo se encontraba en una situación complicada y no podía simplemente desobedecer. Recuperar el Stormrage, un poderoso artefacto tecnomágico obsequiado por su difunto padre, implicaba trabajar para el Arcano, un importante traficante de información de Dark Dome quien había perdido a su única hija hacía unas semanas. El hombre estaba dominado por la venganza y, a pesar de que sus seguidores le aconsejaban no tomar acciones bélicas, parecía dispuesto a tirarlo todo por la borda con tal de hacerles pagar a los bastardos del Clan.
El Arcano afirmaba conocer el paradero del Stormrage y había jurado contarle todo lo que sabía a Christa, a cambio de asesinar al líder del Clan. Gracias a la información otorgada por el Arcano se trataba de una tarea relativamente sencilla de cumplir, pero Christa nunca había matado a nadie a sangre fría. Sí, había asesinado a antes, pero siempre en defensa propia. Ahora era diferente. El líder del Clan era un buen esposo y tenía tres hijos, aunque estaba involucrado en los negocios del bajo mundo por lo que tampoco era un santo. Aun así, sería difícil deslizar la hoja de la daga por el frágil cuello del hombre.
Por lo mismo, la aparición de Alpha era bastante oportuna. Los piratas eran personas malas, egoístas y sanguinarias que no temían cometer unos cuantos asesinatos. Por supuesto, las manos de Christa estarían tan manchadas con sangre como las de Alpha. El dar la orden de asesinato era incluso peor que ejecutar la acción. Sin embargo, no había otro método de recuperar el Stormrage; había intentado de mil maneras, pero se hallaba en un callejón sin salida.
-Como dije antes, necesito que mates a un hombre por mí. Tranquilo, no es buena gente y estoy segura de que ha hecho más daño que bien a lo largo de su vida -comenzó a explicar Christa, mientras caminaba por la calle poco iluminada-. Don Giovanni es el líder del Clan, una organización criminal sanguinaria que se dedica a la trata de personas. Son esclavistas, ¿lo entiendes? Creo que, si eliminas a Don Giovanni, el resto de la organización acabará cayéndose por su propio peso. ¿Qué me dices, niño? ¿Has matado antes?
Rara vez trabajaba para otra gente, por lo general perseguía sus objetivos personales y se limitaba a hacer lo que le acercase a la restauración de Lëxius, pero ahora mismo se encontraba en una situación complicada y no podía simplemente desobedecer. Recuperar el Stormrage, un poderoso artefacto tecnomágico obsequiado por su difunto padre, implicaba trabajar para el Arcano, un importante traficante de información de Dark Dome quien había perdido a su única hija hacía unas semanas. El hombre estaba dominado por la venganza y, a pesar de que sus seguidores le aconsejaban no tomar acciones bélicas, parecía dispuesto a tirarlo todo por la borda con tal de hacerles pagar a los bastardos del Clan.
El Arcano afirmaba conocer el paradero del Stormrage y había jurado contarle todo lo que sabía a Christa, a cambio de asesinar al líder del Clan. Gracias a la información otorgada por el Arcano se trataba de una tarea relativamente sencilla de cumplir, pero Christa nunca había matado a nadie a sangre fría. Sí, había asesinado a antes, pero siempre en defensa propia. Ahora era diferente. El líder del Clan era un buen esposo y tenía tres hijos, aunque estaba involucrado en los negocios del bajo mundo por lo que tampoco era un santo. Aun así, sería difícil deslizar la hoja de la daga por el frágil cuello del hombre.
Por lo mismo, la aparición de Alpha era bastante oportuna. Los piratas eran personas malas, egoístas y sanguinarias que no temían cometer unos cuantos asesinatos. Por supuesto, las manos de Christa estarían tan manchadas con sangre como las de Alpha. El dar la orden de asesinato era incluso peor que ejecutar la acción. Sin embargo, no había otro método de recuperar el Stormrage; había intentado de mil maneras, pero se hallaba en un callejón sin salida.
-Como dije antes, necesito que mates a un hombre por mí. Tranquilo, no es buena gente y estoy segura de que ha hecho más daño que bien a lo largo de su vida -comenzó a explicar Christa, mientras caminaba por la calle poco iluminada-. Don Giovanni es el líder del Clan, una organización criminal sanguinaria que se dedica a la trata de personas. Son esclavistas, ¿lo entiendes? Creo que, si eliminas a Don Giovanni, el resto de la organización acabará cayéndose por su propio peso. ¿Qué me dices, niño? ¿Has matado antes?
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Una oferta bastante tentadora. Un objetico curioso. Una chica con bastante ego pese que su linaje sea legendario. Una situación bastante entretenida e interesante para ti, joven pirata. Ahora te encuentras caminando con ella y escuchando con suma atención a sus palabras. Pero, curiosamente no pierdes la viste del frente. Susanoo se mantiene en tu hombro derecho mirando a la joven dama mientras Suzaku esta atrás tuyo caminando sin perderte de vista en ningún momento. Esperando alguna señal de tu parte. Los homies elementales, ocultos en las alforjas, dormidos en forma miniatura.
-Entiendo… - No dijiste mucho más. Analizabas un poco las cosas en tu cabeza mientras meditabas la mejor manera de hacer las cosas. – ¿Sabes dónde se encuentra? Saber algo de su escondite me permitirá pensar cosas. Esta ciudad… es curiosa a su manera. Pero creo que puedo abusar de lo que nos rodea. ¿Podríamos ir a un callejón primero? – Preguntaste a la dama. – Si es cercano al objetivo, mejor.
Luego miraste a la gran plumífera. – Suzaku. ¿Tenemos algo de comida en las reservas?
- Si, Alpha. – Respondió ella de manera calmada.
- Perfecto.
Luego ella pregunto si en algún momento de tu vida tú habías matado a alguien. – Mas de los que podría recordar. – Esa fue tu respuesta. No mostrabas satisfacción alguna al responder algo así, puesto que en tu lista de asesinatos estaban personas importantes para ti. Matar la última alternativa. Aunque la primera vez que mataste, no tenías alternativas.
Triste… pero cierto.
- Aunque algo te diré. Los criminales funcionan muy distintos a los piratas. – Le miraste fijamente. – Eliminas la cabeza del grupo y los subordinados lucharan por tomar ese lugar. Se matarían entre ellos solo por ocupar el puesto vacío. Para eliminar el problema, tienes que eliminar toda la organización. Sin dejar a ninguno con vida. ¿Qué tan segura estas de que todos sus miembros estarán allí? Porque si quieres que al menos un grupo menos de eslavistas exista, se les tiene que acabar con todos.
-¿No estas exagerando un poco, Alpha? – Pregunto Susanoo.
- Los criminales son así, Susanoo. Y siempre lo serán. – Te mostrabas un poco molesto. – Al menos yo como pirata tengo algo de palabra con ciertas cosas. Y no he conocido al primer criminal “decente” – Eso último lo señalaste muy entre comillas.
-¿Si que odias a los criminales, no? – Pregunto el.
- Pues… sí.
-Entiendo… - No dijiste mucho más. Analizabas un poco las cosas en tu cabeza mientras meditabas la mejor manera de hacer las cosas. – ¿Sabes dónde se encuentra? Saber algo de su escondite me permitirá pensar cosas. Esta ciudad… es curiosa a su manera. Pero creo que puedo abusar de lo que nos rodea. ¿Podríamos ir a un callejón primero? – Preguntaste a la dama. – Si es cercano al objetivo, mejor.
Luego miraste a la gran plumífera. – Suzaku. ¿Tenemos algo de comida en las reservas?
- Si, Alpha. – Respondió ella de manera calmada.
- Perfecto.
Luego ella pregunto si en algún momento de tu vida tú habías matado a alguien. – Mas de los que podría recordar. – Esa fue tu respuesta. No mostrabas satisfacción alguna al responder algo así, puesto que en tu lista de asesinatos estaban personas importantes para ti. Matar la última alternativa. Aunque la primera vez que mataste, no tenías alternativas.
Triste… pero cierto.
- Aunque algo te diré. Los criminales funcionan muy distintos a los piratas. – Le miraste fijamente. – Eliminas la cabeza del grupo y los subordinados lucharan por tomar ese lugar. Se matarían entre ellos solo por ocupar el puesto vacío. Para eliminar el problema, tienes que eliminar toda la organización. Sin dejar a ninguno con vida. ¿Qué tan segura estas de que todos sus miembros estarán allí? Porque si quieres que al menos un grupo menos de eslavistas exista, se les tiene que acabar con todos.
-¿No estas exagerando un poco, Alpha? – Pregunto Susanoo.
- Los criminales son así, Susanoo. Y siempre lo serán. – Te mostrabas un poco molesto. – Al menos yo como pirata tengo algo de palabra con ciertas cosas. Y no he conocido al primer criminal “decente” – Eso último lo señalaste muy entre comillas.
-¿Si que odias a los criminales, no? – Pregunto el.
- Pues… sí.
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¿Si sabía dónde se encontraba…? Una persona que viviera en el mundo de los bajos fondos sabía dónde estaba la mansión de Don Giovanni, el líder del Clan, aunque no suponía ninguna diferencia entre saberlo y no. La casa del mafioso estaba permanentemente vigilada por hombres bien entrenados y armados, muchos de ellos incluso pertenecieron al Cipher Pol, según las palabras del Arcano. Si el pirata pretendía asaltar la mansión de Don Giovanni, podía darse por muerto. Por fortuna, tanto Christa como el Arcano habían construido un plan viable para ejecutar a la cabecilla del Clan: un atentado en la noche.
-Sí, lo sé -respondió sin demasiado ánimo. Solo un psicópata podía estar alegre al planificar la muerte de un ser humano-, aunque no marcará ninguna diferencia. Su mansión está bien protegida y seguramente repleta de trampas, así que no haremos ningún asalto tonto. Según mis fuentes, Don Giovanni estará esta noche en el Teatro de las Lúminas.
Escuchó las palabras de Alpha con atención, dudando de su conocimiento sobre los criminales. La única diferencia entre un pirata y un criminal era el medio en el que se desenvolvía, pero ambos carecían de honor y lealtad lo que, a su vez, dejaba a Christa en una situación comprometedora: si tanto desconfiaba de los piratas, ¿por qué iba a trabajar con uno? Como sea, estaba convencida de que la organización se desplomaría una vez Don Giovanni muriese, aunque tampoco le importaba demasiado. El Arcano quería vengar a su hija y solo pedía la cabeza del líder del Clan, lo que fuera a pasar con la banda criminal no era de su incumbencia.
-Mira, no me interesa si un grupo de esclavistas desaparece o no. Espera, me estoy explicando mal. Por supuesto que preferiría un mundo sin esclavistas, pero en nuestra posición actual no tenemos la influencia ni la fuerza para cambiar el mundo, ¿entiendes? -respondió, apoyando su espalda en el muro del callejón-. El asesinato de Don Giovanni tendrá consecuencias profundas en el mercado de los esclavos, es cierto, pero tampoco dejará de haberlos solo porque quitamos del juego a un vendedor. El problema está enraizado al Gobierno Mundial, aunque tampoco quiero meterme con ellos. Como sea, me da igual si matas a todos los criminales, mientras me entregues la cabeza de Don Giovanni yo estaré contenta. Y puede que comience a confiar en ti.
Esperaba que el pirata aceptase la oferta, aunque tampoco tenía demasiado para ofrecer. Una vez respondiera comenzaría la acción.
-Sí, lo sé -respondió sin demasiado ánimo. Solo un psicópata podía estar alegre al planificar la muerte de un ser humano-, aunque no marcará ninguna diferencia. Su mansión está bien protegida y seguramente repleta de trampas, así que no haremos ningún asalto tonto. Según mis fuentes, Don Giovanni estará esta noche en el Teatro de las Lúminas.
Escuchó las palabras de Alpha con atención, dudando de su conocimiento sobre los criminales. La única diferencia entre un pirata y un criminal era el medio en el que se desenvolvía, pero ambos carecían de honor y lealtad lo que, a su vez, dejaba a Christa en una situación comprometedora: si tanto desconfiaba de los piratas, ¿por qué iba a trabajar con uno? Como sea, estaba convencida de que la organización se desplomaría una vez Don Giovanni muriese, aunque tampoco le importaba demasiado. El Arcano quería vengar a su hija y solo pedía la cabeza del líder del Clan, lo que fuera a pasar con la banda criminal no era de su incumbencia.
-Mira, no me interesa si un grupo de esclavistas desaparece o no. Espera, me estoy explicando mal. Por supuesto que preferiría un mundo sin esclavistas, pero en nuestra posición actual no tenemos la influencia ni la fuerza para cambiar el mundo, ¿entiendes? -respondió, apoyando su espalda en el muro del callejón-. El asesinato de Don Giovanni tendrá consecuencias profundas en el mercado de los esclavos, es cierto, pero tampoco dejará de haberlos solo porque quitamos del juego a un vendedor. El problema está enraizado al Gobierno Mundial, aunque tampoco quiero meterme con ellos. Como sea, me da igual si matas a todos los criminales, mientras me entregues la cabeza de Don Giovanni yo estaré contenta. Y puede que comience a confiar en ti.
Esperaba que el pirata aceptase la oferta, aunque tampoco tenía demasiado para ofrecer. Una vez respondiera comenzaría la acción.
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-Entiendo lo que dices y tu punto de vista – Respondiste ante sus palabras. – Y si realmente es como dices, entonces confiare más en tu criterio y conocimiento más en los míos. Quizás no todos los criminales funcionan de la misma manera que conozco.
Bueno, tus conocimientos sobre ellos tenías, pero tampoco querías ahondar mucho sobre ellos. Lo único que realmente importaba era que ellos eran cierto problema desentendiendo del contexto. Por ejemplo, no te gustaría que en el lugar donde planeas fundar todo lo tuyo, estuviera lleno de criminales. De hecho, eso sería lo primero que te asegurarías que no ocurriera. Aun estabas pensando donde fundar tu lugar. Pero aun así, sabias que lo correcto debería ser en una isla desierta. Desde cero y con el sudor de tu frente construir los cimientos de lo que sería el lugar más tranquilo para ti y los tuyos.
Aunque aún sigues pensando un nombre de ello.
Volviendo un poco acá. Se la alforja sacaste un poco de tus reservas de comida. Te acercaste al centro del callejón. Te fijaste bien si había algo para llamar la atención de lo que querías. En efecto, te fijaste y había unos cuantos basureros e incluso había la entrada de una alcantarilla tapada. Sin mucha dificulta la abriste y te alejaste un poco. A un par de pasos de ella, arrojaste la comida. Esperando por unos momentos y como esperaste, el olor de los alimentos comenzó atraer una cantidad absurda de ratas hambrientas. Sonreíste por un momento, ya que eran las suficientes para poder comenzar con un plan.
- Creo que estamos listos… - Dijiste mientras se te dibujaba una gran sonrisa en el rostro. - ¿Listas? Hoy posiblemente se alimente de unos cuantos tipos problemáticos.
- ¡Si, Alpha! – Afirmaron todas las ratas. - ¡Aquí el Comandante de escuadrón Bigotes listo para sus instrucciones, señor! – Dijo lo que parecía la rata líder, dando un paso al frente. - ¡Decientas de nosotros listas para la batalla.
- Bien… Repliéguense en silencio e esperen indicaciones por la radio homie, señor Bigotes. Pronto se le darán instrucciones. – Todas ellas comenzaron a replegarse a gran velocidad obedeciendo tu comando. Tu por tu parte, te volteaste de nuevo hacia tu acompañante y le mirabas con total tranquilidad.
- Listo. – Diste un salto y subiste a la plumífera. – Es hora de trabajar.
Bueno, tus conocimientos sobre ellos tenías, pero tampoco querías ahondar mucho sobre ellos. Lo único que realmente importaba era que ellos eran cierto problema desentendiendo del contexto. Por ejemplo, no te gustaría que en el lugar donde planeas fundar todo lo tuyo, estuviera lleno de criminales. De hecho, eso sería lo primero que te asegurarías que no ocurriera. Aun estabas pensando donde fundar tu lugar. Pero aun así, sabias que lo correcto debería ser en una isla desierta. Desde cero y con el sudor de tu frente construir los cimientos de lo que sería el lugar más tranquilo para ti y los tuyos.
Aunque aún sigues pensando un nombre de ello.
Volviendo un poco acá. Se la alforja sacaste un poco de tus reservas de comida. Te acercaste al centro del callejón. Te fijaste bien si había algo para llamar la atención de lo que querías. En efecto, te fijaste y había unos cuantos basureros e incluso había la entrada de una alcantarilla tapada. Sin mucha dificulta la abriste y te alejaste un poco. A un par de pasos de ella, arrojaste la comida. Esperando por unos momentos y como esperaste, el olor de los alimentos comenzó atraer una cantidad absurda de ratas hambrientas. Sonreíste por un momento, ya que eran las suficientes para poder comenzar con un plan.
- Creo que estamos listos… - Dijiste mientras se te dibujaba una gran sonrisa en el rostro. - ¿Listas? Hoy posiblemente se alimente de unos cuantos tipos problemáticos.
- ¡Si, Alpha! – Afirmaron todas las ratas. - ¡Aquí el Comandante de escuadrón Bigotes listo para sus instrucciones, señor! – Dijo lo que parecía la rata líder, dando un paso al frente. - ¡Decientas de nosotros listas para la batalla.
- Bien… Repliéguense en silencio e esperen indicaciones por la radio homie, señor Bigotes. Pronto se le darán instrucciones. – Todas ellas comenzaron a replegarse a gran velocidad obedeciendo tu comando. Tu por tu parte, te volteaste de nuevo hacia tu acompañante y le mirabas con total tranquilidad.
- Listo. – Diste un salto y subiste a la plumífera. – Es hora de trabajar.
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Miró con recelo al grupo de ratas que apareció, atraído por la comida que el pirata arrojó al suelo. Había de todos colores y estados: blancas, cafés, grises, sanas, enfermas… Por lo que había visto en la taberna, Alpha tenía el poder de darle vida a los objetos inanimados, habilidades concedidas por una fruta del diablo (posiblemente, vaya). ¿Podía hacerlo también con los animales? Y de ser así, ¿cuán seguras estaban sus mascotas con alguien como él tan cerca? En cualquier caso, debía haber una diferencia entre animar un objeto inanimado y apoderarse del cuerpo de un ser vivo no consciente. Debía vigilar exhaustivamente los poderes de Alpha puesto que, si bien se comportaba como un aliado, no tenía ninguna garantía de que fuese a ser así para siempre.
Se sobresaltó al escuchar que una de las ratas, el líder aparente, se presentaba a sí misma como Bigotes. ¿También tenía esa capacidad? Lo había visto antes, así que no debía sorprenderse tanto, aunque era extraño ver a una rata parlante. Alpha le dio una instrucción como si de pronto fuese el comandante de un ejército exótico. ¿Listas para la batalla? ¿A qué batalla se refería? Christa buscaba un asesinato, uno de esos de películas y novelas oscuras, quería que ese fuera el último día de Don Giovanni (en realidad no lo quería así, pero tampoco había otras formas). ¿Acaso iba a usar a las ratas para que se colasen en su habitación y lo atacasen como una jauría hambrienta? Si esa era la idea de Alpha, tenía que admitir que los piratas eran individuos crueles y despiadados, incluso repugnantes; había mejores formas de morir, ¿no?
-¿Y? ¿Cuál es el plan? -le preguntó al pirata, cruzada de brazos y el ceño fruncido-. En todo caso, debemos esperar a la noche a que comience la función en el Teatro de las Lúminas. Tenemos suerte pues mi informante me dio dos, suficientes para que ambos entremos.
Tal vez encargarle una petición como esa a alguien que acababa de conocer no era la idea más inteligente ni sensata, mucho menos cauta. ¿Y si Alpha era increíblemente imprudente, impaciente y cualquier cosa que llevase el prefijo “im”? Impotente, por ejemplo. El único argumento a favor de trabajar con ese muchacho era la intuición. Christa tenía muy buen instinto y, cual bestia en medio de la jungla, muchas de sus decisiones estaban sustentadas en la intuición, en presentimientos y sensaciones imposibles de explicar.
-Supongo que podemos pasear un rato por la ciudad antes de que empiece la función, ¿no? Hace bien relajarse, supongo -agregó la cazadora.
Se sobresaltó al escuchar que una de las ratas, el líder aparente, se presentaba a sí misma como Bigotes. ¿También tenía esa capacidad? Lo había visto antes, así que no debía sorprenderse tanto, aunque era extraño ver a una rata parlante. Alpha le dio una instrucción como si de pronto fuese el comandante de un ejército exótico. ¿Listas para la batalla? ¿A qué batalla se refería? Christa buscaba un asesinato, uno de esos de películas y novelas oscuras, quería que ese fuera el último día de Don Giovanni (en realidad no lo quería así, pero tampoco había otras formas). ¿Acaso iba a usar a las ratas para que se colasen en su habitación y lo atacasen como una jauría hambrienta? Si esa era la idea de Alpha, tenía que admitir que los piratas eran individuos crueles y despiadados, incluso repugnantes; había mejores formas de morir, ¿no?
-¿Y? ¿Cuál es el plan? -le preguntó al pirata, cruzada de brazos y el ceño fruncido-. En todo caso, debemos esperar a la noche a que comience la función en el Teatro de las Lúminas. Tenemos suerte pues mi informante me dio dos, suficientes para que ambos entremos.
Tal vez encargarle una petición como esa a alguien que acababa de conocer no era la idea más inteligente ni sensata, mucho menos cauta. ¿Y si Alpha era increíblemente imprudente, impaciente y cualquier cosa que llevase el prefijo “im”? Impotente, por ejemplo. El único argumento a favor de trabajar con ese muchacho era la intuición. Christa tenía muy buen instinto y, cual bestia en medio de la jungla, muchas de sus decisiones estaban sustentadas en la intuición, en presentimientos y sensaciones imposibles de explicar.
-Supongo que podemos pasear un rato por la ciudad antes de que empiece la función, ¿no? Hace bien relajarse, supongo -agregó la cazadora.
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-Varios planes se me vienen a la cabeza, en realidad. – Dijiste totalmente tranquilo. – Podríamos esperar que la función termine y esperar que este en un lugar más cómodo para luchar, sin que mucha gente se vea involucrada en el asunto. – Alternativa interesante. – La segunda seria y las que menos me gustaría hacer, es luchar en pleno teatro y hacer de todo un desastre. – Suspiraste mostrándote claramente incomodo con aquella alternativa. – La tercera, y la más peligrosa, es simplemente seguirle hasta que llegue a su lugar seguro, luego allí hacer el asunto. – Te pusiste un poco pensativo en aquel momento. – Aunque sería bastante incomodo también. Lo más probable es que tenga esclavos sirviéndole en su o sus propiedades. Seria molesto si les utiliza como escudo.
Por curioso que sonase, te estabas mostrando preocupado por aquello. Claro, no sería raro que un vendedor de esclavos no tenga alguno para que le limpie su casa o los trastes. Pero aun así, tu tenías como objetivo era a la cabeza de la organización. Ya pensarías en algo para que en un caso como tal, no tuvieras que hacer daño a gente no involucrada con él.
Pensar… era lo mejor.
- Igual sería mejor seguir pensando… - Le dijiste a ella. – Además, no creo estar con las vestimentas adecuadas para ir a aquel lugar, así que tocaría ir de compras ¿No? Con nuestras vestimentas actuales llamamos mucho la atención. - Excelente pensamiento, pequeño. Claramente sería muy llamativo que un joven con poncho entrara a un teatro. Entonces, lo correcto para ti y también para ella, seria conseguir vestimentas adecuadas para la ocasión.
- ¿Traes suficiente dinero? – Preguntaste con calma. – No tengo problema de comprar algo para ti también. – Le dijiste sonriendo. – Además, aún falta para que se llegue al momento de actuar. Como tú dices, relajarse es lo mejor.
En su caso, porque tu bastante relajado estas.
Por curioso que sonase, te estabas mostrando preocupado por aquello. Claro, no sería raro que un vendedor de esclavos no tenga alguno para que le limpie su casa o los trastes. Pero aun así, tu tenías como objetivo era a la cabeza de la organización. Ya pensarías en algo para que en un caso como tal, no tuvieras que hacer daño a gente no involucrada con él.
Pensar… era lo mejor.
- Igual sería mejor seguir pensando… - Le dijiste a ella. – Además, no creo estar con las vestimentas adecuadas para ir a aquel lugar, así que tocaría ir de compras ¿No? Con nuestras vestimentas actuales llamamos mucho la atención. - Excelente pensamiento, pequeño. Claramente sería muy llamativo que un joven con poncho entrara a un teatro. Entonces, lo correcto para ti y también para ella, seria conseguir vestimentas adecuadas para la ocasión.
- ¿Traes suficiente dinero? – Preguntaste con calma. – No tengo problema de comprar algo para ti también. – Le dijiste sonriendo. – Además, aún falta para que se llegue al momento de actuar. Como tú dices, relajarse es lo mejor.
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Como había dicho el pirata, necesitaban prendas más apropiadas para colarse a la obra de teatro y acercarse a don Giovanni. Hacía tiempo que había dejado de preocuparse por tales asuntos, completamente mundanos en su opinión, y ahora sus esfuerzos los concentraba en la supervivencia. Normalmente, vestía prendas poco vistosas que priorizaban la funcionalidad y comodidad en vez de la elegancia y la atención: camisas holgadas, pantalones anchos, calzado deportivo o de alta montaña… Colocarse un vestido encima y unos tacos altos, todo acompañado de joyas exóticas y costosas, le recordaba a Lëxius y a English Garden, le recordaba a aquella época en que era una princesa de verdad y no una guerrillera que intentaba recuperar su reino.
-Evitaría involucrar a más gente de la necesaria, es verdad. Intentemos terminar el trabajo con un único golpe contundente y efectivo, ¿qué me dices? -le propuso a su compañero y luego comenzó a caminar con paso sereno-. Conozco un par de tiendas que nos venderán buenas prendas a un buen precio. Te prometo que luciremos elegantes sin dejarnos toda la billetera en el proceso.
Atravesó las calles congestionadas de Dark Dome en dirección al distrito comercial, aquel punto de la ciudad que convocaba a turistas y residentes por igual, lugar donde se aglomeraban las tiendas más prestigiosas de la isla. La avenida principal era iluminada por grandes postes plateados y luces en forma de cordel que se enrollaban en torno a los árboles, cuyas hojas y ramas formaban una especie de fabuloso puente. Justo en medio de la calle, a modo de separador de vías, se ubicaba una fuente de agua rectangular con piletas dispuestas simétricamente. Las vistas eran ostentosas e increíbles, capaces de engatusar hasta al más reacio de los turistas.
Finalmente llegaron a la tienda que Christa buscó con tanto ahínco. Era una casona de dos pisos que casi parecía un palacio sacado de un cuento de hadas. Tenía una fachada blanca muy bien cuidada y una escalinata de seis peldaños conducía al interior del edificio. Fueron bien recibidos por una mujer vestida con un traje elegante, aunque no pudo evitar mirar con cierta desconfianza al chico que iba con el poncho. Christa se disculpó por él e informó que venía de muy lejos, de una tierra rica y exótica en donde acostumbraban a vestir así. La vendedora aceptó sin problemas la presencia del extranjero luego de que Christa le pasara un par de billetes; así no habría problemas.
Luego de recorrer tantísimos pasillos y probarse numerosas prendas Christa eligió un vestido medio ajustado y corto de color escarlata. Tenía un encaje cuadrado realmente encantador que enmarcaba su delicado pecho, y realzaba la figura contorneada de la princesa. Se decantó por unos zapatos altos y dorados, un par de pulseras con diamantes y un vistoso collar de rubíes. Por supuesto, la joyería era alquilada puesto que no le interesaba adquirirla de manera permanente.
-Queda poco tiempo para que empiece la obra de teatro, ¿estás listo? -le preguntó a su compañero, mientras se colocaba la capa mágica encima.
-Evitaría involucrar a más gente de la necesaria, es verdad. Intentemos terminar el trabajo con un único golpe contundente y efectivo, ¿qué me dices? -le propuso a su compañero y luego comenzó a caminar con paso sereno-. Conozco un par de tiendas que nos venderán buenas prendas a un buen precio. Te prometo que luciremos elegantes sin dejarnos toda la billetera en el proceso.
Atravesó las calles congestionadas de Dark Dome en dirección al distrito comercial, aquel punto de la ciudad que convocaba a turistas y residentes por igual, lugar donde se aglomeraban las tiendas más prestigiosas de la isla. La avenida principal era iluminada por grandes postes plateados y luces en forma de cordel que se enrollaban en torno a los árboles, cuyas hojas y ramas formaban una especie de fabuloso puente. Justo en medio de la calle, a modo de separador de vías, se ubicaba una fuente de agua rectangular con piletas dispuestas simétricamente. Las vistas eran ostentosas e increíbles, capaces de engatusar hasta al más reacio de los turistas.
Finalmente llegaron a la tienda que Christa buscó con tanto ahínco. Era una casona de dos pisos que casi parecía un palacio sacado de un cuento de hadas. Tenía una fachada blanca muy bien cuidada y una escalinata de seis peldaños conducía al interior del edificio. Fueron bien recibidos por una mujer vestida con un traje elegante, aunque no pudo evitar mirar con cierta desconfianza al chico que iba con el poncho. Christa se disculpó por él e informó que venía de muy lejos, de una tierra rica y exótica en donde acostumbraban a vestir así. La vendedora aceptó sin problemas la presencia del extranjero luego de que Christa le pasara un par de billetes; así no habría problemas.
Luego de recorrer tantísimos pasillos y probarse numerosas prendas Christa eligió un vestido medio ajustado y corto de color escarlata. Tenía un encaje cuadrado realmente encantador que enmarcaba su delicado pecho, y realzaba la figura contorneada de la princesa. Se decantó por unos zapatos altos y dorados, un par de pulseras con diamantes y un vistoso collar de rubíes. Por supuesto, la joyería era alquilada puesto que no le interesaba adquirirla de manera permanente.
-Queda poco tiempo para que empiece la obra de teatro, ¿estás listo? -le preguntó a su compañero, mientras se colocaba la capa mágica encima.
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Ella te ofrece actuar rápido y directo, sin que mucha gente se vea involucrada en el asunto. No te parecía algo descabello ni tanto, así que asentiste a su idea. Ahora, te tocaba ser guiado por ella. Te propuso ir a una tienda de ropa donde no gastarían tanto dinero. Aunque bueno, el dinero nunca ha sido un problema para ti, era agradable saber que no gastarías tanto por un atuendo de ropa. ¿Pretendías comprarlo o alquilarlo? Excelente pregunta. Eras una persona que claramente una persona que se la pasaba más en el mar que otra cosa. La aglomeración de las calles poco a poco comenzó a hacer acto de presencia. Todo el mundo parecía estar en lo suyo, al igual que ustedes.
Aunque si tenías que admitir algo, la vistas no estaban nada mal.
Llegaron al lugar. Aunque tu presencia no fue de agrado por un momento para la dueña del lugar, que te miraba con cierto recelo y desconfianza. Aunque tu acompañante hace un par de triquiñuelas para que esto no sea un problema, te era curioso como las persona cambiaban de opinión por un par de billetes. Suspiraste un poco, estabas tranquilo y tus homies vigilaban afuera. Tampoco querías hacer mucho escandalo dentro de la tienda, no creías correcto que un montón de elementos y animales parlantes fueran a ser del agrado de alguien.
Ahora, tocaba la parte divertida del asunto: elegir la ropa. Te pusiste a echar un vistazo al tipo de ropa. Había de todo un poco la verdad, este tipo de cosas curiosamente te resultaba bastante divertido. Exploraste un poco más y cierto conjunto te llamo la atención. Era un conjunto negro, camisa manga larga color café, un sobretodo bastante largo, chaleco negro con una corbata roja, pantalones negros y zapatos negros elegantes. Te llego a llamar bastante la atención hasta el punto de querer intentar probártelo. Entras a probador y te tomas tu tiempo para hacer todo debidamente y con cuidado. Pero algo no te terminaba de convencer mientras te mirabas en el espejo. ¡Sí! Finalmente te das cuenta. Te quitas el cinto que sostiene tu cola de caballo y dejas tu pelo suelto en su totalidad. Sacudes un poco la cabeza y dejas que tu cabellera haga lo suyo. Finalmente tenías una ropa para la ocasión. Pero aún faltaba algo. Un par de aretes de plata, sí.
Tu atuendo es… bastante elegante, mi amigo.
- Estoy listo. – Dijiste llegando hasta donde estaba tu compañera, que tampoco lucia nada mal. Una cordial reverencia hasta la dama que te acompañaría en esta tarea. Quizás no era lo primero que tenías planeado para hoy, pero esto cada vez se ponía más interesante de cierto modo. – Te queda muy bien lo que has elegido. – Le dijiste mientras de manera natural. Pagaste por tu compra y la de ella. – También pagare las joyas. – Dijiste. Era cosa muy tuya querer hacer ese gesto con ella. Hasta ahora no te había hecho nada malo y tampoco le juzgabas por tenerte desconfianza. Abriste la puerta para ella. Saliste después de ella. Tus homies esperaban afuera.
-Manténganse oculto. Los llamare de ser necesario. Usare la radio si ocurre algun inconveniente. – Ellos hicieron caso a tu comando y procuraron mantenerse entre techos y callejones ocultos pero siguiéndote de cerca. Tu por tu parte, le ofreciste tu brazo izquierdo a la dama - ¿Me permites? – Preguntaste.
Aunque si tenías que admitir algo, la vistas no estaban nada mal.
Llegaron al lugar. Aunque tu presencia no fue de agrado por un momento para la dueña del lugar, que te miraba con cierto recelo y desconfianza. Aunque tu acompañante hace un par de triquiñuelas para que esto no sea un problema, te era curioso como las persona cambiaban de opinión por un par de billetes. Suspiraste un poco, estabas tranquilo y tus homies vigilaban afuera. Tampoco querías hacer mucho escandalo dentro de la tienda, no creías correcto que un montón de elementos y animales parlantes fueran a ser del agrado de alguien.
Ahora, tocaba la parte divertida del asunto: elegir la ropa. Te pusiste a echar un vistazo al tipo de ropa. Había de todo un poco la verdad, este tipo de cosas curiosamente te resultaba bastante divertido. Exploraste un poco más y cierto conjunto te llamo la atención. Era un conjunto negro, camisa manga larga color café, un sobretodo bastante largo, chaleco negro con una corbata roja, pantalones negros y zapatos negros elegantes. Te llego a llamar bastante la atención hasta el punto de querer intentar probártelo. Entras a probador y te tomas tu tiempo para hacer todo debidamente y con cuidado. Pero algo no te terminaba de convencer mientras te mirabas en el espejo. ¡Sí! Finalmente te das cuenta. Te quitas el cinto que sostiene tu cola de caballo y dejas tu pelo suelto en su totalidad. Sacudes un poco la cabeza y dejas que tu cabellera haga lo suyo. Finalmente tenías una ropa para la ocasión. Pero aún faltaba algo. Un par de aretes de plata, sí.
Tu atuendo es… bastante elegante, mi amigo.
- Estoy listo. – Dijiste llegando hasta donde estaba tu compañera, que tampoco lucia nada mal. Una cordial reverencia hasta la dama que te acompañaría en esta tarea. Quizás no era lo primero que tenías planeado para hoy, pero esto cada vez se ponía más interesante de cierto modo. – Te queda muy bien lo que has elegido. – Le dijiste mientras de manera natural. Pagaste por tu compra y la de ella. – También pagare las joyas. – Dijiste. Era cosa muy tuya querer hacer ese gesto con ella. Hasta ahora no te había hecho nada malo y tampoco le juzgabas por tenerte desconfianza. Abriste la puerta para ella. Saliste después de ella. Tus homies esperaban afuera.
-Manténganse oculto. Los llamare de ser necesario. Usare la radio si ocurre algun inconveniente. – Ellos hicieron caso a tu comando y procuraron mantenerse entre techos y callejones ocultos pero siguiéndote de cerca. Tu por tu parte, le ofreciste tu brazo izquierdo a la dama - ¿Me permites? – Preguntaste.
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Agradeció que el pirata se ofreciera a pagar las joyas y más tarde rechazó la invitación de caminar tomados del brazo, pues sería incómodo dejarse llevar por alguien más pequeño que ella. Además, de cierto modo, lo encontraba una especie de infidelidad a Ely. ¿Cuál era su relación con la marine? ¿Eran solo amigas o algo más? Todavía no lo tenía claro, pero estaba segura de que había algo más que solo intenciones de amistad.
El teatro se ubicaba en una calle secundaria, bien iluminada por altos postes de cuatro metros que emitían una espectacular luz blanca. Frente al edificio había una especie de plaza con árboles y una bonita fuente de agua, cuyo sonido recordaba una pequeña cascada en medio de la naturaleza. La estructura recordaba un tipo de cúpula de diez metros con una entrada en forma de media luna donde debían atravesar una doble puerta de madera abierta de par en par, y los invitados eran bien recibidos por una alfombra roja.
Al entrar, fueron sorprendidos por una escena lujosa en donde una lámpara de araña iluminaba el interior. Gente con prendas elegantes se reunían en la sala de espera y, por lo que había visto en los letreros, debían subir las anchas escaleras de madera para entrar en la habitación donde se realizaría la obra.
Sin intenciones de entablar conversación con nadie, y limitándose a lo solicitado por el Arcano, Christa subió las escaleras junto a Alpha. Con un poco de suerte nadie se percataría de la presencia de un pirata más o menos peligroso. Una vez dentro de la habitación, la cazadora buscó con la mirada el balcón donde se sentaría don Giovanni y lo divisó del otro lado. El Arcano era un hombre inteligente que se anticipaba a los movimientos de las personas, por lo que había conseguido asientos en un lugar relativamente cerca del balcón principal.
-No montes una escena innecesaria, recuerda que debemos ser sutiles -le susurró a su compañero de crimen.
Y entonces lo vio.
Don Giovanni era un hombre imponente y de barriga prominente, una doble papada y unos oscuros ojos negros que parecían esconder todos los males del mundo. Llevaba el cabello entre negro y gris corto, sobre todo a los lados, con el copete cayéndole encima de la cara. Sus manos eran inusualmente grandes como si con ellas pudiera destrozar la cabeza de un semigigante, y todo en él indicaba que era un sujeto peligroso. Vestía una chaqueta elegante y medio brillante de color gris, acompañada de una camisa color vino tinto y unos pantalones grisáceos. A su espalda se encontraban cuatro hombres armados, todos vestidos como mafiosos y pendientes de lo que sucedía a su alrededor. Lo que más le sorprendió a Christa fue la presencia de un niño delgado y de aspecto débil junto a don Giovanni.
-¿Y si es su hijo? -le preguntó a Alpha, comenzando a dudar de si realmente era necesaria la información del Arcano. No iba a matar a Giovanni frente a su hijo, ¿qué clase de monstruo haría algo así?
En cualquier caso, se sentó donde le correspondía y esperó.
El teatro se ubicaba en una calle secundaria, bien iluminada por altos postes de cuatro metros que emitían una espectacular luz blanca. Frente al edificio había una especie de plaza con árboles y una bonita fuente de agua, cuyo sonido recordaba una pequeña cascada en medio de la naturaleza. La estructura recordaba un tipo de cúpula de diez metros con una entrada en forma de media luna donde debían atravesar una doble puerta de madera abierta de par en par, y los invitados eran bien recibidos por una alfombra roja.
Al entrar, fueron sorprendidos por una escena lujosa en donde una lámpara de araña iluminaba el interior. Gente con prendas elegantes se reunían en la sala de espera y, por lo que había visto en los letreros, debían subir las anchas escaleras de madera para entrar en la habitación donde se realizaría la obra.
Sin intenciones de entablar conversación con nadie, y limitándose a lo solicitado por el Arcano, Christa subió las escaleras junto a Alpha. Con un poco de suerte nadie se percataría de la presencia de un pirata más o menos peligroso. Una vez dentro de la habitación, la cazadora buscó con la mirada el balcón donde se sentaría don Giovanni y lo divisó del otro lado. El Arcano era un hombre inteligente que se anticipaba a los movimientos de las personas, por lo que había conseguido asientos en un lugar relativamente cerca del balcón principal.
-No montes una escena innecesaria, recuerda que debemos ser sutiles -le susurró a su compañero de crimen.
Y entonces lo vio.
Don Giovanni era un hombre imponente y de barriga prominente, una doble papada y unos oscuros ojos negros que parecían esconder todos los males del mundo. Llevaba el cabello entre negro y gris corto, sobre todo a los lados, con el copete cayéndole encima de la cara. Sus manos eran inusualmente grandes como si con ellas pudiera destrozar la cabeza de un semigigante, y todo en él indicaba que era un sujeto peligroso. Vestía una chaqueta elegante y medio brillante de color gris, acompañada de una camisa color vino tinto y unos pantalones grisáceos. A su espalda se encontraban cuatro hombres armados, todos vestidos como mafiosos y pendientes de lo que sucedía a su alrededor. Lo que más le sorprendió a Christa fue la presencia de un niño delgado y de aspecto débil junto a don Giovanni.
-¿Y si es su hijo? -le preguntó a Alpha, comenzando a dudar de si realmente era necesaria la información del Arcano. No iba a matar a Giovanni frente a su hijo, ¿qué clase de monstruo haría algo así?
En cualquier caso, se sentó donde le correspondía y esperó.
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Pues la situación estaba a punto de complicarse un poco más. Ya aunque te encontrabas en una isla donde la ley no era precisamente dictada por gente de buena procedencia, aun así tenías que aguardar las apariencias. Incluso con tu nuevo atuendo, era momento de simplemente ocultarte un poco más. Era una suerte de que cargaras con tu masara Privacy, la cual te permitía ocultar tu identidad de quienes no te conocieran o buscaran directamente. Bueno, es algo que se le puede sacar algo de provecho ¿no?
Ella rechaza tu invitación de que te tome del brazo. Normal, hace bien en aun no confiar en ti. Francamente no era nada del otro mundo que alguien como ella se niegue a no creer en alguien como tú. En su lugar, incluso yo lo haría. Pero bueno, no viene el caso justo ahora. Lo principal era enfocarse en lo que había que hacer. Que al final de cuentas, no es más que nada un mero favor que le haces a ella y tu no saca mucho de esto. Bueno, quizás robes alguno que otro año de vida, pero sigues sin poder sacar nada de provecho de esta situación.
Quizás… logres algo un poco más allá ¿no?
Te colocas tu mascara. Disfrutas del camino hasta llegar al sitio más que lujoso. La gran mayoría de las cosas brillaban y sin mencionar que los presentes presumían a simple vista ser personas de grandes recursos, por no decir ricos. Subieron las escaleras y ella te indica que no quiere un desastre o una escena fuera de lo normal. Si muy bien la sutileza no era tu fuerte, es esta ocasión tenías intención de poner un poco en práctica el arte de la cacería silenciosa. Querías usar en este momento para encontrar oportunidades en vez de la fuerza bruta. Bueno si tocaba usar la fuerza tocaba. Pero por ahora… estaba en un lugar lleno de un sinfín de personas.
Quizás… si tan solo pudiéramos llevarlos a un lugar menos… abundante de publico.
El Don te pareció alguien curioso, más que nada por sus ojos. Aunque no esperabas lo último. La seguridad era más que esperada, pero ese joven… - Quizás lo sea… - Fue lo que dijiste a ella en susurro, tu tampoco contabas con esto, la verdad. Aunque encuentras la duda en la mirada de tu compañera. – Pero no deberías dudar en una situación así. – Dijiste mientras tomabas asiento junto a ella. – Debemos encontrar una oportunidad. Pero debemos ser inteligentes.
Curioso, viniendo de ti, joven pirata. A ti que te gusta luchar libremente, consciente de que tienes que ser astuto más que violento. Claro, entiendo el por qué, no se trata de ti solamente, se trata de ella también. Aunque si ella pudiera verte detrás de la máscara, pudiera notar solo una cosa. Un joven sonriente mirando a su presa.
– Me pregunto… que debería tomar como trofeo.
Ella rechaza tu invitación de que te tome del brazo. Normal, hace bien en aun no confiar en ti. Francamente no era nada del otro mundo que alguien como ella se niegue a no creer en alguien como tú. En su lugar, incluso yo lo haría. Pero bueno, no viene el caso justo ahora. Lo principal era enfocarse en lo que había que hacer. Que al final de cuentas, no es más que nada un mero favor que le haces a ella y tu no saca mucho de esto. Bueno, quizás robes alguno que otro año de vida, pero sigues sin poder sacar nada de provecho de esta situación.
Quizás… logres algo un poco más allá ¿no?
Te colocas tu mascara. Disfrutas del camino hasta llegar al sitio más que lujoso. La gran mayoría de las cosas brillaban y sin mencionar que los presentes presumían a simple vista ser personas de grandes recursos, por no decir ricos. Subieron las escaleras y ella te indica que no quiere un desastre o una escena fuera de lo normal. Si muy bien la sutileza no era tu fuerte, es esta ocasión tenías intención de poner un poco en práctica el arte de la cacería silenciosa. Querías usar en este momento para encontrar oportunidades en vez de la fuerza bruta. Bueno si tocaba usar la fuerza tocaba. Pero por ahora… estaba en un lugar lleno de un sinfín de personas.
Quizás… si tan solo pudiéramos llevarlos a un lugar menos… abundante de publico.
El Don te pareció alguien curioso, más que nada por sus ojos. Aunque no esperabas lo último. La seguridad era más que esperada, pero ese joven… - Quizás lo sea… - Fue lo que dijiste a ella en susurro, tu tampoco contabas con esto, la verdad. Aunque encuentras la duda en la mirada de tu compañera. – Pero no deberías dudar en una situación así. – Dijiste mientras tomabas asiento junto a ella. – Debemos encontrar una oportunidad. Pero debemos ser inteligentes.
Curioso, viniendo de ti, joven pirata. A ti que te gusta luchar libremente, consciente de que tienes que ser astuto más que violento. Claro, entiendo el por qué, no se trata de ti solamente, se trata de ella también. Aunque si ella pudiera verte detrás de la máscara, pudiera notar solo una cosa. Un joven sonriente mirando a su presa.
– Me pregunto… que debería tomar como trofeo.
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La obra finalmente comenzó.
Trataba sobre un hombre arruinado y entregado a la muerte que conoce a una chica alegre y radiante. Juntos, intentan sobreponerse a las dificultades de la vida. La enfermedad, el infortunio y la violencia los atacan como un pirata embravecido que asalta un pueblo costero. El hombre, quien ama con pasión a la joven alegre, lucha con fervor en contra de las desafortunadas injusticias de la vida, pero también contra los soldados de un padre que desea un mejor matrimonio para su única hija.
La obra captura la atención de la cazadora, quien por momentos se olvida de su verdadero propósito en aquel teatro. De vez en cuando echa una mirada curiosa al balcón donde se encuentra don Giovanni. Detrás de él se encuentra un hombre alto y fornido que lleva una máscara blanca y con un círculo rojo en la frente. Christa huele una fuerza sobrehumana proveniente de él, y esperaría evitar cualquier clase de conflicto con alguien así. Ahora bien, tampoco debería ser tan optimista y pensar que Alpha lo iba a resolver todo sin propiciar un combate.
Era hora de pasar del segundo al tercer acto cuando Christa decidió que era el momento de actuar. Sí, había un montón de gente allí y posiblemente llamarían la atención, pero las personas también servirían de escudos. No escudos de carne, sino que obstaculizarían los movimientos de los guardaespaldas de don Giovanni.
-¿Estás preparado? Llamaré la atención y tú colarás las ratas para que hagan lo que sea que tengas en mente -le dijo a su compañero, sosteniendo con fuerza el dial de humo en su mano-. Recuerda: crearemos una distracción para confundir a los guardaespaldas y entonces atacarás a don Giovanni. Debemos tener cuidado con sus matones, algo me dice que son fuertes.
En caso de que la respuesta fuera afirmativa, Christa haría rodar el dial de por el suelo y, segundos después, comenzaría a generar una columna de humo que, con el viento del interior, se propagaría lentamente.
-¡Humo! ¡Está saliendo humo! -advirtió la cazadora, recibiendo la atención de la gente-. ¡¿Y si algo se está quemando?!
Una maniobra sencilla pero efectiva que intranquilizaría los espíritus de los hombres que veían la obra.
Trataba sobre un hombre arruinado y entregado a la muerte que conoce a una chica alegre y radiante. Juntos, intentan sobreponerse a las dificultades de la vida. La enfermedad, el infortunio y la violencia los atacan como un pirata embravecido que asalta un pueblo costero. El hombre, quien ama con pasión a la joven alegre, lucha con fervor en contra de las desafortunadas injusticias de la vida, pero también contra los soldados de un padre que desea un mejor matrimonio para su única hija.
La obra captura la atención de la cazadora, quien por momentos se olvida de su verdadero propósito en aquel teatro. De vez en cuando echa una mirada curiosa al balcón donde se encuentra don Giovanni. Detrás de él se encuentra un hombre alto y fornido que lleva una máscara blanca y con un círculo rojo en la frente. Christa huele una fuerza sobrehumana proveniente de él, y esperaría evitar cualquier clase de conflicto con alguien así. Ahora bien, tampoco debería ser tan optimista y pensar que Alpha lo iba a resolver todo sin propiciar un combate.
Era hora de pasar del segundo al tercer acto cuando Christa decidió que era el momento de actuar. Sí, había un montón de gente allí y posiblemente llamarían la atención, pero las personas también servirían de escudos. No escudos de carne, sino que obstaculizarían los movimientos de los guardaespaldas de don Giovanni.
-¿Estás preparado? Llamaré la atención y tú colarás las ratas para que hagan lo que sea que tengas en mente -le dijo a su compañero, sosteniendo con fuerza el dial de humo en su mano-. Recuerda: crearemos una distracción para confundir a los guardaespaldas y entonces atacarás a don Giovanni. Debemos tener cuidado con sus matones, algo me dice que son fuertes.
En caso de que la respuesta fuera afirmativa, Christa haría rodar el dial de por el suelo y, segundos después, comenzaría a generar una columna de humo que, con el viento del interior, se propagaría lentamente.
-¡Humo! ¡Está saliendo humo! -advirtió la cazadora, recibiendo la atención de la gente-. ¡¿Y si algo se está quemando?!
Una maniobra sencilla pero efectiva que intranquilizaría los espíritus de los hombres que veían la obra.
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