¿¡Dormir juntos!? [Presente] [Titania y Low]

A día de hoy seguía esperando que un milagro ocurriese y encontrara alguien apto para viajar con él por el mundo. ¿Qué buscaba? Que fueran poderosos, me cayeran bien y sobre todo, me aguantaran mis tonterías. A cada día que pasaba me deprimía cada vez más, además de estar pululando por distintos lugares de la isla para ver si lo encontraba por suerte. Esto llegaba al punto de ser enfermizo, buscaba gente por toda la isla desde que salía de mi casa hasta que llegaba la medianoche. Dando vueltas a la isla corriendo o a ritmo de footing, claro.

Era uno de esos días y había salido hacia las 6 de las mañana, ya que no podía dormir de ninguna manera. Habían pasado más de 16 horas y había aminorado la marcha hasta el punto de paso lento, pero seguía intentándolo. Quizás podía ser hoy el día o quizás no. Ya empezaba a bajar el listón y me valía con alguien que me cayera bien y aguantara. Con el tiempo este se haría más fuerte mediante entrenamiento y aventuras.

Por la práctica obsesiva, los pies me dolían cada vez más día a día. Hoy resultaba un infierno dar siquiera un paso, así que me dispuse a descansar antes y recuperarme de tal esfuerzo. Mi casa quedaba al otro lado de la isla, a una hora andando como lo hacía yo. Tendría que encontrar un lugar para dormir y cerca. Yo solamente socializaba en la otra parte de la isla, así que en esta no tenía amigo ninguno ni sabía que podía encontrarme. Solamente conocía la parte nocturna, donde van las personas con vicios. Se me había ocurrido hacer una cosa, mas quizás era un poco arriesgado. Pero lo intenté.

Salí dirección hacia el barrio nocturno y a los 5 minutos estaba allí, rodeado de casinos, puticlubs, bares y letreros a cada cual más chillón. Se notaba que lo era, no había lugar así en toda la isla. Elegí un puticlub al azar, del cual ni visualicé el nombre. Tenía un interior rosa chillón, al cual no estaba acostumbrado. Nunca había ido a un puticlub por placer, sino por encargo de superiores. Y eran escasos encargos, dos o tres en toda su vida.

Me acerqué a la recepción y me dejaron pasar sin problema alguno, seguramente por ser mayor de edad. No tenía dinero, mas ya me las arreglaría. Visualicé a todas las mujeres que habían allí, todas prostitutas por su forma de vestir y elegí a la que me parecía más guapa y digna de todas ellas. Estaba muy nervioso con esto realmente pero hice una de las mejores actuaciones de mi vida. Di unos pasos hacia ella, le pasé el brazo por encima del hombro y le dije unas palabras con decisión:

-Vamos al cuarto, venga.

Después de mis palabras, me abrazó y me llevó a su habitación. Aunque era una habitación simple, estaba muy ordenada y daba gusto verla. Parecía una habitación normal y corriente, aunque claro, nunca había entrado a la habitación de una prostituta. Me dijo su nombre: Titania. Era un bonito nombre comparado al de gente que conocía...

-¿Mi nombre? Lowell.

Entré a la habitación con gusto, observando fijamente aquella cama la cual parecía mullida. Por fin iba a poder descansar. Esperé al consentimiento de la mujer, mas hizo algo que no me esperaba. Era natural en una prostituta, pero claro, lo mismo de antes. Se había quitado la parte de arriba, dejando al descubierto sus dos senos. La estampa en verdad no me era rara, ya me había pasado en otros momentos. Pero en esta situación si me había sorprendido de verdad.
Puse la mano delante mía, tapando sus pechos para no verlos y le pedí una cosa:

-Tápate eso, anda.

Cerré la puerta de la habitación con cuidado, intentando no resaltar y me tumbé en la cama de un salto. Me puse las manos por detrás de la cabeza y miré al techo pensando cosas:

-¿Cómo iba a pagarle? No tenía dinero ninguno y ella lo estaba dando todo desde el principio. Por mí, la sacaría de este sitio y la ''reformaría''. Pero claro, eso es más fácil de decir que de hacer.

-Y tú... Y tú... ¿Qué quieres conseguir con esto?

La mujer no parecía estar conforme con mi negación hacia el sexo y lo demostraba con más preguntas un poco tensas. Me levanté de la cama, me acerqué a la mujer a paso lento y le acerqué mi boca a la oreja:

-Esto es un secreto, ¿vale? - Mientras hablaba rebuscaba en mis bolsillos en busca de mi cartera - No me gusta acostarme con prostitutas. Además tengo demasiado sueño para hacer nada, así que me quedaré durmiendo en la cama y todos felices, ¿no?

Termine por sacar la cartera completamente y me tumbé de nuevo en la cama, haciéndole una seña a la mujer para que se acercara:

-Dudo que esto lo hagas por placer. Además, ¿ves mi cartera? Dudo que tenga para pagarte.

Vi su ceño fruncir, estaba perdiendo el tiempo conmigo. Seguramente me echara antes de que me diera tiempo a hacer nada o siquiera convencerla así que le tapé la boca con la mano y le intenté convencer de alguna manera:

-Hagamos un trato. Tú no te chivas y yo te saco de aquí. Dudo que un burdel sea tu sueño. ¿No prefieres ir a navegar, conocer otras islas y ver cosas impresionantes? Ven conmigo y mañana mismo saldremos de aquí.

Todo esto era culpa de las ganas que tenía de irme de aquí. Había cedido demasiado y toda persona que me gustara por su personalidad o siquiera su aspecto podía ser bien mi compañera. La mujer tenía pinta de frágil, mas solo esa gente triunfa a la hora de utilizar el sigilo. Solamente debía enseñarle lo que sabía y que ella misma lo puliera.

Me dolía un poco la cabeza después de aquel fuerte golpe, mas seguía escuchando atentamente. Quería irse de allí pero la dueña del prostíbulo no la dejaba. Las tenía esclavizadas para conseguir dinero a costa suya. Y una persona que maltrata mujeres, sea hombre o mujer se merecía todo mi odio más profundo. Apreté los puños y le abrí la mano hacia la mujer.

-Vente conmigo. No lo voy a repetir de nuevo.

Antes siquiera de que le fuera posible darme la mano o una patada, rompí la puerta de un puñetazo y dije gritando:

-¡Salid todos!

Sabía bien que no era lo más útil a la hora de derrotar a alguien, el sigilo venía mejor. Pero prefería hacerlo todo directamente, que las mujeres vieran que no tenían que temer. Al minuto todo el personal del edificio se encontraba en la entrada y nadie se atrevía a hacer un movimiento. Los matones se encontraban en la puerta, eran dos personas de unos 2 metros, aproximadamente. Parecían ser fuertes ya que tenían músculos marcados.

¿A qué vienes? En mi puticlub no quiero gente bruta, mis señoritas podrían salir heridas. ¿No ves que gano dinero gracias a ellas? Si ellas no pueden trabajar, todo se va al garete. ¿Verdad? - Dirigió una mirada hacia las atentas mujeres que la observaban, las cuales se asustaron y se fueron todas hacia un lado. Se notaba que no les gustaba nada aquella sombra.

Al lado de una pared, protegido por barras de striptease se encontraba una mujer alta, de buena figura y con una cara bonita. No quería hacerle daño a una mujer, pero tan asquerosa era que quitaba ese hecho. No tenía mis espadas para acompañarme, pues me las había dejado en casa. Además, tampoco me hubieran dejado entrar con ellas. En ese momento, perdí todo control de mis pensamientos. Mi mirada se tornó negruzca e inquietante y mis puños se cerraron dando lugar a un fuerte crujido. Me daba miedo incluso a mí.

Salí corriendo hacia ella ante la mirada atónita de los matones. Cuando estuve a una distancia decente, extendí mi brazo al máximo horizontalmente y se lo clavé en la garganta a la dueña, ahogándola. Seguí corriendo hacia la pared y llegado allí hice fuerza en el brazo y la empujé con velozmente contra esta. Se levantó mucho polvo y esperé un momento a que se disipara, haciendo movimientos con las manos para quitarlo. La mujer se había quedado incrustada en la pared. Para rematar la faena, cogí inercia y le dí un puñetazo lo más fuerte posible a la altura del abdomen, abriendo un agujero en la pared y mandándola hacia la calle. La mujer se paró contra una pared, inconsciente totalmente.

Ataque:

Hecho esto, me quedaban los matones. Estos no se merecían mejor trato ya que habían violado a aquellas mujeres y se interponían en su huida hacia la libertad. Libré las manos de presión, abriéndolas y me acerqué a paso lento hacia ellos, que denotaban un poco de miedo en sus temblorosas miradas. Por simple miedo, salió uno corriendo hacia mí con la idea de vencerme y ganarse todo el mérito.

Cerré el puño de nuevo, levanté la mirada y vi al hombre de rostro simiesco cerca mía. Me agaché un poco y puse el puño al lado de mi cintura. En cuanto lo vi suficientemente cerca, levanté todo el cuerpo de golpe, dando mayor velocidad al puño y propinando un duro gancho al macaco. Este no tardó en reaccionar y darme un golpe en la cabeza con sus nudillos, abriéndome una brecha en la cabeza de la cual no tardaba en salir sangre. Ahora sí que daba miedo de verdad.

Pasé la mano por la brecha abierta, llevándome sangre y lamiéndola. Mi propio instinto animal hacía que me gustara la sangre y me animara.

El otro segurata seguía asustando, ahora más que nunca. Temblaba como un flan, llegando a caerse las negras gafas de su cara. Su mirada me daba ánimos. No había mayor placer que ver como el maltratador de mujeres sentía el miedo en su propio cuerpo e incluso se arrodillaba y pedía disculpas. Esto me llegó a resultar gracioso y a sacarme una profunda y larga risa que podría llegar a erizar los pelos al más valiente.

Risa:

Me acercaba lentamente al hombre preparando el puño. Me puse justo delante suya, mas no reaccionaba sino pidiendo disculpas y maldiciendo todo lo que sabía. Levanté las dos manos... Y en ese preciso momento, recuperé la cordura. Solamente lo toqué y este cayó al suelo, levantándose y corriendo ridículamente.

-¿Alguna más se atreve? - Vi como sus rostros atemorizados me miraban, algunas empuñando filos. Levanté las manos y dibujé una sonrisa tranquilizadora en mi cara - Tranquilas, no os quiero hacer nada.

Me limpié la sangre que brotaba de la herida y fui a la habitación donde se encontraba la señorita. Al acercarme, le tendí la mano y le propiné una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Te vienes? ¿Sí o no?

La mujer aceptó mi propuesta, lo que desencadenó unos gritos de alegría y felicidad y unos saltitos algo ridículos. Por fin había encontrado mi compañero de viajes y podría salir de esta maldita isla ocupada por ratas que se creían justicieros. Pero me dejó descolocado el momento en el cual empezó a buscar en todos sus cajones.

-¿Qué buscas? Tenemos que abandonar este lugar lo antes posible. Si viene la Marine, me mata seguro. - La vi que seguía rebuscando en los compartimentos de los cajones sin hacer mucho caso a mis comentarios - Bueno... Te tendré que ayudar, ¿no?

En ese momento, me puse a abrir todos los armarios, cajones y cajitas que encontraba, tirándolas por el suelo incluso, ya que no íbamos a volver aquí. Mas solamente encontraba cosas inútiles, regalos, peluches... Cosas que dudo que ella buscara. Era extraño, tampoco veía ropa de ''diario'', sin que fuera tan estrafalaria como la que llevaba ahora. Quizás era eso. A lo mejor quería sacar su ropa de diario para no ir por allí con esas pintas.

Seguí rebuscando en todo lo que veía, el tiempo se acababa y no encontraba nada.

-¡¿Seguro qué lo que quieres está aquí?

Cesé la búsqueda para acercarme a la puerta y ver como ese salón entero estaba desierto. Las mujeres habían huido y los matones no estaban allí. El hueco abierto por el cuerpo de la dueña del local tampoco se encontraba en su sitio, seguramente se lo hubiera llevado alguien para curarle las heridas y denunciar el problema. Además, empezaban a sonar pasos de multitudes. Sería la marine, la cual no tardaría en presentarse en la puerta y tapar todas las salidas.

Había encontrado lo que quería. ¿Unas ropas y algo con filo? Supongo que tendría más valor personal que monetario, si no no entendía tal esfuerzo por encontrarlo. Aunque ahora mismo no iba a cuestionar las decisiones de la chica, ocupado estaba con estar arrinconados por la marine. En cuanto los vi subir las escaleras, observé que la chica se preparaba para saltar. No podía permitirlo. Además, tenía consciencia de que mis pies poco iban a aguantar ya. Iba a ser una carrera contrarreloj contra la marine y el dolor.

Antes de que se tirara, cogí la chica y salté por la ventana. La altura no era demasiada, mas mi cuerpo no estaba para tonterías. La sujeté bien y al caer, me apoyé con los pies y una mano, ejerciendo más fuerza en la mano que los pies. Oí un crujido proveniente de esta. Eso me iba a doler, seguro estaba. Pero sobre todo, no me podía parar a reflexionar o pensar siquiera.

La cogí en brazos, cual princesa y me la llevé lo más rápido posible dirección hacia mi casa. El dolor en los pies era insoportable y no podía evitar hacer una muesca de dolor en la cara de vez en cuando. Los marines parecían habernos ignorado. Seguramente hubieran visto a la mujer conmigo y se hubieran creído que era un cliente. Seguí corriendo hasta llegar a mi barrio y divisar mi casa, buscar la llave y abrir la puerta, lo cual se me hizo una eternidad.

Entré con ella en brazos, cerré la puerta y la solté en el suelo. Acto seguido, cerré las cortinas y encendí la luz. Hice el amago de ponerle las manos en los hombros, mas todavía no me sentía con tal confianza con ella. Tenía la idea de que iba a ser una longeva relación, así que no quería irme de desmedido.

Así pues, me acerqué a ella, le quité las dos dagas y las dejé sobre la mesa del recibidor. Cogí la ropa y la guié dirección a la ducha, donde la dejé con sus ropajes.

-Cámbiate de ropa, date un baño relajante y vuelve cuando termines, anda.

Fui al salón y me tumbé en el sofá, con mentalidad de poder descansar. Solté un fuerte suspiro que seguramente se escuchara en el baño con su puerta ya cerrada. Mas no pude cuando tuve que irme al 2º piso, al baño para vomitar. El cansancio ya me causaba estragos.

Escuché unos pasos provenientes del baño que recorrían la escalera. Era la chica, no había duda. No quería que me viera así, me negaba a mostrar debilidad. No por heroísmo o orgullo, sino para que la chica no se sintiera culpable de nada. Intenté parar un momento, me limpié y salí del baño intentando poner la cara más normal posible. Me encontré a la mujer en las escaleras, a punto de llegar.

-¿Sí? - Dije con un malestar notable, tenía náuseas y mi cuerpo respondía a duras penas. El cansancio me podía a estas alturas. No sentía la mayoría de mi cuerpo, tenía mucho sueño y solamente la protección para aquella mujer me hacía estar de pié. - ¿Ya terminaste? Muy pronto me parece, pero si quieres vamos ya a dormir.

Tiré de la cadena del baño, puse todo como debía estar y limpié todo un poco. Había hecho un desastre, se notaba. Me acerqué a la puerta de la habitación y la abrí.

-Tenemos un pequeño problema... Solamente tengo una cama en toda la casa. Así que... - Abrí la puerta del todo, encendí la luz y le di paso a la mujer - Ya nos vemos mañana, ¿vale? - Me fui sin siquiera dejarle contestar.

Fui escaleras abajo sintiendo dolor de nuevo, fui al baño y vi que todo estuviera en su lugar. Lo había dejado todo desordenado. Lo ordené con cautela, intentado no hacer demasiado ruido para no molestarla y cuando terminé apagué la luz y salí. Caminé al sofá y me tumbé allí, cerrando los ojos y pensando en como haría mañana para aguantar todo.

Escuché de nuevo pasos, provenientes ahora de la habitación y que bajaban las escaleras para quedarse en una esquina de la estancia y encender la luz. Era de nuevo -como no- Titania. Me tapé los ojos de la luz y pregunté con un tono un poco descortés a causa del cansancio.

-¿Quieres algo?

Al momento me respondió con un comentario bastante alentador para mí. Me agradecía lo que hice con una acción muy bonita. Quería cambiar de habitación para darme la cama y dormir ella en el sofá.

-Hagamos un trato. TÚ por obligación debes dormir en la cama, cómoda. Me da igual donde duerma yo. - Me puse a reír a carcajada limpia, mirando la cara de la mujer.

Me levanté del sofá, me puse bien la ropa y miré a su cara mientras iba al baño de nuevo y recogía los ropajes de prostituta. Fui al salón de nuevo con la ropa en la mano y la miré.

-Esto lo quemamos mañana, ¿vale?

La dejé en la mesita y me tumbé de nuevo en el sofá para dormir.