El profeta de las aguas profundas [Moderado nivel 2 Sadashi Ena]

Otro día más para los habitantes de la isla Namakura, otro día más en los que deben aguantar el cataclismo que originó el yugo de los brazos-largos. Hace mucho tiempo que llegaron, y aunque fueron derrotados, no parece que quieran irse. Condenados a pagar el diezmo de manera constante y sin ningún tipo de recurso propio, las pobres gentes de Nakamura viven muertas de hambre, sed, y cansancio...

Es normal que prueben cualquier idea para intentar librarse de su situación, de su pesar. Los cultos son numerosos en la ciudad, cada uno centrado en un profeta que se autonombra a si mismo como "El verdadero", "El único" y derivados...

¿Qué harán cuando se encuentren con un verdadero dios? Tu aventura comienza, Sadashi Ena, y tienes muchas mentes que influenciar. ¿Pero por dónde empezar? Acabas de llegar a la ciudad (método a tu elección, aunque no es que hayan muchos barcos que vayan hacia la isla), un páramo ruinoso de ambiente gris y lluvioso. Parece que pronto caerá un diluvio... ¿acaso es la cólera de dios que se cierne sobre los paganos de ídolos de oro? Quién sabe...

Aclaracioncillas:

No hay muchas personas por el puerto, no hay nada que hacer más que intentar pescar peces que no pican, intentar saquear alguna caja de barcos que están de paso... pedir limosna.

- ¡Buajaja! Cada vez siento más mi poder, me estoy haciendo más fuerte. – La voz más loca se escuchaba en los mares cristalinos. Era la única persona con más de diez enfermedades mentales, alguien totalmente única, Sadashi Ena. Se encontraba en un barco pesquero en búsqueda de su objetivo: ampliar su culto con muchas más personas. Había conquistado, por así decirlo, aquel navío.

Unas horas antes…

- Bien, ahora todos estáis a mi merced, así que quiero que me llevéis hacia Nakamura. El que replique, morirá. – Se había adueñado del barco con su agresividad en su forma completa. Era la Diosa de la muerte ahora, por lo que no perdonaría ninguna insolencia. Todos en aquel lugar estaban muertos, excepto el capitán y algún que otro navegante, ya que ella necesitaba que la llevasen. Si algo tenía claro era que los mataría al llegar.

En la actualidad…

- Al fin he llegado. – Estaba de pie en la proa, en cubierta. El viento ondulaba su ahora cabello negro, mientras con sus ojos tétricos e inexpresivos miraba el lugar. Sabía que en aquel sitio habían multitud de cultos que adoraban a Dioses distintos y, su objetivo, era convertirse en la Diosa de todos ellos, de una forma u otra. Miro al capitán y se acercó a él, poco a poco, despacito, moviendo sus caderas al ritmo de sus pasos con gran sensualidad. Poso su brazo sobre el hombro de aquel hombre y acercó su cabeza a la de él. Era la hora de demostrar quien mandaba, y aquella era la mejor forma. Sus labios se fusionaron con los del capitán mientras sus lenguas bailaban al son de la mejor música de salsa. Las manos de la Diosa abrazaron la cabeza de aquel tipo y, de las palmas de estas, salieron unas dagas que atravesaron su sien. – Duerme.

Tras acabar con el resto de la tripulación bajó del barco y comenzó a caminar. Había comenzado a llover pero aquello no le importaba. El agua de la lluvia empapaba su pelo haciéndolo más pesado. Necesitaba algo con lo que cubrirse así que buscó algún refugio. Algunos la miraban y no sólo por su belleza, sino por sus cortos brazos y ser la única que se mojaba. Caminó por aquel lugar, siendo una obra para los ojos de los hombres, buscando su primer destino: algún culto estúpido. Debía cambiar la idea y, sin nada en los bolsillos excepto sus armas, lo haría.

Notillas:

Los gritos atormentados de los marineros resuenan en tu mente durante un rato, se quejan, desesperados, de tus mentiras. ¿Acaso no les prometistes que iban a ser bendecidos por tí (Cosa que creyeron que era algo más de alcoba) cuando te dejaran en tu destino? Bueno, bendecidos estan, tu beso es una bendición...¿no?

Es una suerte que no los veas, suficiente tienes con soportar durante el próximo post alguna que otra interrupción que solo tu oyes. Pero ojo, que tú no estás loca... es que es tu fruta. ¿QUIEN HA DICHO LOCA? ¡Que lo mato!

En fin...

En la calle por la que pasas, se forma un cruce... Una X en la que cada pico de intersección está dominado por un edificio que parece un reflejo de los otros tres a excepción por dos detalles; los estandartes y el pregonero que grita en la puerta para intentar llamar más fieles a su causa.

El primer edificio está decorado con un estandarte negro sobre el que reposa un curioso animal, amalgama de criaturas marinas y no tan marinas; un ser con cabeza de pulpo, cuerpo humanoide lleno de escamas, pinzas en las manos y unas pequeñas alas (parecen bastante disfuncionales) de murciélago en su espalda. El pregonero de esta, un hombre atabiado con una túnica negra y collares que simulan los tentáculos de la bestia, clama:
- ¡Vengan todos a la casa de Clutlutlu! ¡Vengan para obtener las respuestas que tanto buscan! ¡Traigan ofrendas para aplacar su hambre!

El el siguiente edificio se alzan estandartes blancos en los que está estampado un gran ojo rojo. La mujer que grita en su puerta tiene un vestido blanco y está tuerta, expone su desagradable cuenca como bastante orgullo.
- ¡Un ojo para verlo todo! ¡Un ojo para saberlo todo! ¡Creer es ver! ¡Ver es creer! ¡Sigan a Ciagagea y dejen de estar ciegos!

Y vamos con el tercero, una mancha informe de color rosa sobre un fondo verde lima. ¿Qué demonios simboliza? Su profeta parece demostrar con orgullo bocios y malformidades en su rostro, probablemente producto de golpes y heridas infectadas. Grita como los otros, pero no tienes ni idea de lo que dice... eso sí, parece convencido.

Por último, y no menos importante, el último edificio tiene un estandarte en el que se muestra un individuo crucificado. ¿Qué, no todos iban a ser engendros malignos, no? Está bastante claro que es algún tipo de iglesia de influencia cristiana.
- Oh hermanos, no escuchen las palabras de los paganos y reúnanse con Dios en su casa...- promulga un fraile delgaducho y lánguido en una sotana parda cuya renqueante figura contrasta con la amabilidad de su rostro.

Nota: Cualquier parecido con las religiones reales es mera coincidencia. Cualquier parecido con la mitología de HP Lovecraft también...

- ¡Callaros ya! – Gritó en medio de la nada. Las almas errantes que le perseguían eran cada vez más y más, creando un cúmulo de voces en su cabeza. – Lo sé… ¡Lo sé! ¡Ya sé lo que debo hacer! ¡Jajajaja! – Reía descontroladamente. Dejó por un momento sus armas caer al suelo y se llevó las manos a la cabeza, cayendo de rodillas al suelo. - ¡No me importáis! ¡Tan sólo quiero vuestro poder! ¡Voy a matar a todos los insolentes que no crean en mí! – Gritaba sin más. Volvió en sí tras discutir con aquellas almas y agarró sus almas, para así seguir su camino. Notaba las miradas llenas de deseo sexual que la observaban a medida que avanzaba, o al menos eso era lo que ella creía. De pronto una intersección que provoca un cambio radical en ella. Ya no sabe dónde ir, hay varios cultos inútiles por todos lados. - ¿Cuál será mi primer objetivo? – Dice en voz alta mientras sujeta con fuerza sus armas.

Mira a su alrededor y observa detenidamente el panorama. Primero un hombre con túnica negra y tentáculos en el cuello que gritaba sin ton ni son. “¿Clutlutlu? Malditos ignorantes… Yo soy la verdadera Diosa.” Pensó. Pasó de largo y siguió mirando. El segundo se trataba de una mujer con vestido blanco y sin un ojo, hablando sobre la vista y una tal Ciagagea. “Cada vez pienso más que esta isla está llena de inútiles. Malditos difamadores…” Comenzaba a estar furiosa, no podía soportar ver como alababan a un Dios hermano más débil que ella. Necesitaba recuperar todo su poder y vencer a toda su familia de Dioses. Al tercer lugar que miró era hacia un hombre delgado, como si no comiese mucho. Estaba vestido con una sotana y poseía un rostro de pura amabilidad. “Estos son los peores. No son más que libros con buenas portadas. ¿Y creen que en ese tugurio viviría un Dios? ¡Ja!” Volvió a rastrear con la mirada, hasta ver el último y más interesante culto: Uno de color rosa y verde lima. Al menos aquellos tenían estilo, aunque el hombre repleto de golpes y heridas no era muy estiloso. Gritaba convencido, aunque no se le entendía nada.

- Sí, este será el primer objetivo. – Aclaró. Se acercó poco a poco, dejando tras de sí un rastro de hierba que crecía lentamente. Se puso delante de aquel pregonero sin lengua, o eso parecía, y le dedicó una sonrisa pícara. – Veamos… ¿A quién alabáis en este lugar? - Iba a ganar tiempo mientras hacía crecer pequeños zarzales para amarrar a su objetivo. Tan sólo necesitaba cinco minutos de tiempo. – Al menos vosotros tenéis más estilo, o el estandarte. Así que me interesa escucharte, pero de forma que se te entienda. -–Era la hora de adueñarse de aquel lugar utilizando tan sólo su carisma. Se iba a hacer la “loca” en cuanto los zarzales creciesen y aprovecharía el momento para intentar entrar al culto.

La criatura que hay ante ti se pone recta ante tu llegada, en un burdo intento de parecer más glorioso, más grande, más magnífico.  Escucha tu pregunta y asiente, casi te da la sensación de ver una sonrisa entre tanto tumor.

- Hatlú. HATLÚ- se esfuerza en decir, señalando su estandarte. En un principio frunce, o intenta, fruncir el ceño, pero cuando se fija más en ti accede con un movimiento a dejarte pasar. ¿Qué habrá visto? Seguro que sabe reconocer a una diosa.

Vaya, si no ha hecho ni falta usar las enredaderas… Bueno, un poco de verde en la calle también está bien. Le hace falta verde a esa ciudad tan gris.
Te abre la puerta empujando con sus brazos llenos de lorzas malsanas, no producto de un sobrepeso, si no del crecimiento descontrolado de los tejidos. Vomitivo,¿verdad?

De entrar, te darás de bruces con el tórrido y apestoso olor a pus. Casi puedes saborear el pellizco salado al final de la lengua entumecida por un agrio y amargo sabor.  Una pequeña recepción, una taquilla vacía, que da paso  por una escalera resbaladiza y manchada de icor, a una enorme sala…

Dentro, mendigos y enfermos yacen en el suelo sobre cojines que antaño fueron blancos (ahora llenos de manchas marrones y negras). Muchos te  miran, algunos con cierto odio y otros con asco y soberbia, alguno hay con lascivia, pero muchos menos de los que mereces, claro. ¿Pero quiénes se creen estos deformes para mirarte de esa manera? Estúpidos.
El edificio se trata, como ya habrás deducido, de un teatro abandonado y medio derruido; pocas sillas quedan, y las que lo hacen están ocupadas por seres de aspecto frágil y contagioso.  Aún se conserva parte del telón, ahora cerrado, de un color purpúreo. Las telas laterales del telón son de un color verde en el que se ha estampado la marca del culto, a modo de improvisados estandartes.

- Pronto empezará… pronto debe empezar…- reza una mujer anciana, abotargada y paralizada por las enfermedades. Su rostro, sus ojos, están llenos de un pus amarillo que se ha resecado en forma de costras.

“¿Hatlú? Este hombre delira demasiado, no tengo ningún familiar llamado así, creo.” Pensaba mientras atravesaba la puerta. Entonces vio todo lo que había en aquel lugar, se quedó quieta en la entrada. Era una especie de teatro en sus últimos días, con pocos asientos ya ocupados por humanos llenos de roñas. “¿A caso no tienen higiene en este lugar?” Caminó sin mirar atrás, siendo observada por ojos llenos tanto de odio como de deseo sexual, aunque estos últimos eran más escasos. Dejaba un pequeño rastro de brotes de hierba que crecían poco a poco, coloriendo la zona y creando una auténtica alfombra roja, pero en este caso, verde. Había tejido con su poder todo el camino. Ahora había más vida en aquel lugar, aunque el odio se podía incluso oler, todavía. No podía entenderlo, pero si algo sabía, era que aquello le estaba cabreando. Guardó ambas armas en su espalda, enfundándolas y una vez cerca del escenario principal, paró. Estaba quieta mirando al telón echado, con una sonrisa sádica en su rostro.

- ¡Todos aquí dan asco! ¡Son escoria! ¡Acaba con ellos! – Decía una voz de mujer, pero algo rasgada, en su cabeza. – Debes acabar con ellos. – Insistía.

- ¡Oh! ¡Vamos! ¡Deja a la joven en paz! – Ahora una nueva voz en su cabeza que intentaba relajar a la otra. Parecía la de un niño de pequeño. – Abre el techo de un golpe y haz que se mojen… ¡Así podrás limpiar sus impurezas!

- Jorge. ¡Hijo! ¡Te he dicho que no socialices con la asesina de nuestra familia! – Parecía una discusión familiar entre padre e hijo. La voz era la de un hombre adulto. - ¡Esta lasciva mujer es una asesina! ¡Sadashi, muérete! ¡Clávate algo en el corazón!

- ¡Callaros! – Gritó con desesperación Ena. Era la única que podía escuchar las voces de su cabeza, pero todos podían escucharle a ella. - ¡No oséis interrumpir a vuestra Diosa! – Gritó con aún más fuerza. Aquellas palabras iban dirigidas a las voces de su cabeza, pero quien las escucharon fueron todos los demás.

Alzó sus dos brazos y se empezó a formar un arma en sus manos. Primero una empuñadura de cuero seguido de un filo enorme, abismal. Era un grandioso espadón realmente afilado, con un color azulado en el supuesto metal. Lanzó un tajo al aire, directo a la tela que cubría lo que había detrás del escenario, iba a destapar todo lo que hubiese en aquel lugar. Tras lanzar aquel corte superficial sobre el telón, hizo desaparecer su arma y se quedó observando, esperando algo interesante.

El cuchicheo de la gente se detiene, ya no hablarán más del verdor que provocas con tu entrada teatral (nunca mejor dicho).  En cambio… cuando tus palabras resuenan y les das la espalda, no escuchas más que gritos de odio.
Adiós al reducto de miradas lascivas.
- ¿Diosa? ¡Tú no eres nuestra diosa, Hastlu es nuestro dios!- comentarios similares se repiten por toda la sala, aunque más de uno es igual de inteligible como fueron los del portero.

No pasan muchos segundos hasta que empiezan a tirarte cojines, latas, jeringuillas, pequeños cuencos metálicos que hacen las funciones de orinales que se vacían en el trayecto aunque algunos te salpican; vamos, basura en general.

En la oscuridad de la escena puedes ver una enorme masa informe de penetrante olor dulzón, un amalgama de tejidos que parecen vivos. La correosa textura vibra regularmente en diferentes puntos, pero poco puedes ver en la oscuridad.

Lentamente, parece que extiende temblones tentáculos hacia el cielo que suben a trompicones… ¿Qué clase de engendro alaban esta gente? ¿Son todos los dioses tan hermosos como tú? Parece que no

Tu turno, Sadashi Ena.

El telón había sido cortado, cayendo poco a poco, balanceándose por el aire. Tras la cortina se puede ver una especie de piscina de carne de la cual salen tentáculos hacia el cielo. Pero todo estaba oscuro, y difícilmente Sadashi podía ver algo, tan sólo algún que otro tentáculo. Pero de pronto una lluvia de objetos se avecina hacia la joven. Desde cojines hasta a latas, desde jeringuillas hasta a cuencos metálicos. Su armadura es manchada por culpa de la orina de los enfermos, lo que la hace enfadar. Entonces, sin pensarlo ni un poco saca sus dos bates, preparándose para pelear. Frunce el ceño y relame sus labios mientras muestra una sonrisa sádica.

- Así que osan desafiar a la Diosa suprema… Creo que me debéis un respeto, a no ser que queráis morir. – Comienza a caminar lentamente hacia la mujer que estaba rezando. – Ahora arrodillaos ante mí. Tú primera. – Sadashi apunta con su bate a la cabeza de la mujer, esperando cualquier reacción. Está preparada para iniciar una matanza. – Ahora… Inclínate. –

Spoiler:

La anciana, que casi podía ponerse en pie, hace un esfuerzo por mantener la compostura. No se inclinará.
- Yo sólo sirvo a Hastlu.- dice antes de escupirte.  Y murió... o seguramente lo vaya a hacer cuando le des una respuesta física.

Spoiler:

Las demás personas, ante la escena, probablemente cruenta, te gritarán y llamarán a su dios tras las cortinas.
Tienes unos treinta segundos hasta que su deidad se digne a contestarles...

Es entonces cuando el telón se abre por completo y la enorme figura de más de ocho metros cuadrado proyecta su sombra sobre la sala. Una temblorosa, palpitante y viscosa masa se extiende como coloso deforme que tiene ciertas características humanoides.

Su cabeza y sus brazos como bolas, pocas distinciones tienen entre sí en la ausencia de dedos. Sin ojos, sin rostro, nada más que la temblorosa masa dentro de la cual parecen circular tumores de un lado al otro, como ratas bajo una alfombra.

Son muchos los cultistas que gritan su nombre con la esperanza de ser salvados.

Por fin, un rostro de un sólo ojo, una boca distorsionada, una oreja y una nariz deforme aparecen en el centro de la criatura. Las diferentes partes ebullen y circulan deformandose constanemente alrededor de la boca mellada y enorme.

- ¿Qué sucede aquí? ¿Quien osa entrar en el templo de Hastlu para atacar a sus fieles seguidores?- La voz retumba por toda la sala, haciendo un eco reverberante.-. Yo soy la carne y el dolor; la enfermedad y el descanso. Yo soy la deformidad. ¿Quien eres tú, que dices que eres una diosa?

Tras unas palabras la anciana lanza un escupitajo al pecho de Ena. Esta frunce el ceño y agarra con aún más fuerza su bate. Entonces, tras una sonrisa sádica decide arrodillarla a la fuerza, lanzando un golpe a ambas rodillas que hace que se rompan en cachitos, cayéndose al suelo y postrándose ante ella. El alboroto comienza en el lugar al ver aquella escena, y todos comienzan a gritar y a llamar a su deidad.

- Veamos… ¿Así que no os arrodilláis ante mí? Creo que debo haceros cambiar de padecer matando a vuestra Deidad… ¡Hastlu! ¡Si estás ahí, muéstrate! – El grito llena la sala y entonces aparece la bestia al rescate de sus seguidores.

El telón se abre por completo mostrando así una figura de unos ocho metros cuadrados. Era una masa extraña, como si fuera gelatina con alguna que otra forma humanoide. Siguen gritando por la ayuda de su Dios, haciendo que la rabia de Ena aumentase, viéndose como una don nadie. Un rostro humanoide pero deforme aparece en el centro de la masa y comienza a hablar. Al parecer es Hastlu, el Dios de todos sus seguidores. Con una voz fuerte hace que sus palabras lleguen más allá de su culto. La pregunta del ser viscoso cabrea aún más a Sadashi.

- ¿Quién soy yo? Soy la Diosa de la guerra, de la muerte. ¡Del amor! Y sólo diré una cosa más… ¡No soy la Diosa de la misericordia! – En ambas manos se posan sus dos armas. Decidida y furiosa moverá primero, como si de blancas se tratase. – Así qué... ¡Si te venzo, ellos se unirán a mí, creyendo que yo y tan sólo yo soy su Diosa! ¡Muere, Dios de la escoria! – Tras aquel grito de batalla Sadashi se lanza con un salto a por su enemigo. Furiosa comienza a hacer crecer enredaderas a los pies de su enemigo, mientras lanza dos fuertes golpes destructores a la cara de la Deidad. El golpe es a la vez, trazando una cruz con sus armas e intentando cegar a su enemigo.

El ojo se abre cuando te lanzas a por él, pero luego, al cerrarse, desaparece entre la masa de tumores que vibran y tiemblan. Desencadenas tus golpes donde estaba el rostro de la criatura, escuchas los “plosh y splash” de quien bate, o batea, la gelatina. La masa, deformada por los golpes, vuelve a extenderse lentamente cuando la fuerza deja de aplicarse, como un blandiblú.

- Un argumento… interesante. Pero una diosa de la guerra no puede vencer a un dios del sufrimiento… Somos dos caras de la misma moneda. Incluso el amor conlleva sufrimiento, ¿no crees?- dice la voz, que suena con eco en el interior de aquella masa. Es una pena que no puedas identificar su origen para poder batearla hasta el infinito. -. Tú no serás una diosa misericordiosa, pero yo sí. Además, ¿qué derecho tienes tú para quitarme a mis seguidores? Deberías buscar los tuyos propios…

Qué osadía. Su brazo, o lo que parece su brazo se mueve hacia a ti en una pesada pero rápida carga. Al hacerlo escuchas un sonido… extraño, ¿serán los tendones de la criatura que se mueven con cierto chirrido? Raro, muy raro… ¿Pero no es todo raro en aquella monstruosidad?

- ¿Y qué vas a hacer como una única diosa sola? ¿No preferirías montarte tu propio panteón de dioses menores? Todo dios necesita una familia, ¿no te parece?
¿Te está proponiendo una alianza? Quizás tenga razón en que una diosa de la guerra, de la muerte y del amor, tres grandes pilares del sufrimiento, no pueda “vencer” a una consecuencia de esas tres cosas. Hmmm. ¿Qué harás, diosa?

Podrías seguir intentando batearlo hasta que explote o se rompa si no te parece bien la alianza... Al fin y al cabo, ¿qué haría algo tan feo a tu lado?

De pronto los dos bates son hundidos en aquella masa de gelatina, devolviendo el golpe de Sadashi y con ello, su fuerza. Ésta se lanza hacia atrás cayendo de pie, sosteniéndose con una de sus armas apoyada en el suelo y la rodilla hincada. Las palabras de aquella gran masa de carne llegan a los oídos de la joven. Se sentía ofendida, pero lo que era aún pero, con el orgullo dañado. Nada podía ser peor que eso, ni siquiera que le cortaran a pedacitos, herir su orgullo como Diosa era el mayor daño que se le podía hacer. La estaban tratando como si de escoria fuese, o al menos es como se sentía ella. Su mano se agarraba con fuerza a su arma, cada palabra que aquella masa parlante soltaba hacía que la furia creciese.

- Cállate… - Pronuncia en una voz baja casi nula. - ¡Cállate! – Grita. Entonces una especie de brazo se mueve con velocidad hacia ella, golpeándola y lanzándola lejos. Era como si un saco de boxeo se hubiese estampado contra su cuerpo. Por suerte pudo protegerse con sus dos armas, posicionándolas en cruz y así sufrir menos el impacto.

De nuevo las palabras de aquel monstruo ofendían el orgullo de la Diosa. Una mueca de asco surgió en la cara de Sadashi, mostrando así el odio que comenzaba a tener. - ¿Unirnos? ¿Familia? – De pronto una pequeña carcajada parecía escaparse sin querer de su boca. - ¡Jaja! ¡¿Familia?! ¡Jajajajajaja! – Un brote psicótico había comenzado.

- Mátalo, no debes dejar que te hable de esa manera. Hazlo tu esclavo. – Una voz ronca sonaba en su cabeza. Parecía que, entre las carcajadas y la risa descontrolada, alguien intentaba entrar en su mente.

- No es más que escoria. Hazle saber cuál es su lugar. – Ahora una voz femenina se entrometía, defendiendo la anterior. La risa seguía siendo descontrolada.

- ¿Vamos a jugar con eso? ¡Quiero jugar! – ¿Había un niño en su mente? Parecía entusiasmado con la idea.

- Sí, vamos a jugar. – Aclaró Sadashi tras terminar de reír. Estaba seria, tenía un objetivo claro: hacer explotar o volar a aquella masa de carne y que reconociese su fuerza. – Te unirás a mí, pero no como familia… ¡Sino como mi jodido esclavo! – Aquel grito estaba lleno de ira a la vez que de entusiasmo, iba a derrotar a aquel monstruo fuese como fuese. Corría a gran velocidad hacia él, arrastrando sus dos armas metálicas por el suelo, fregándolo. Unas chispas dejaban rastro. Se lanzó con un salto, de nuevo, utilizando el mismo ataque pero sin un punto fijo, simplemente atacaba al centro. Iba a repetir su ataque una y otra vez, sin parar, golpeando de la misma forma para demostrar que podía con todo. - ¡Muere! – Finalizó antes de intentar golpear.

Te lanzas con rabia a la criatura para aporrearla , una y otra vez hasta que la superficie membranosa explota en un reguero húmedo de bilis y podredumbre. No huele nada bien; el olor es una mezcla de huevos podridos, masa de panadero mohosa y alcantarilla. ¡Puag! Por suerte no has manchado más que tu bate.
- Deacuerdo, acepto ser tu esclavo.- dice una pequeña figura, aunque no tan pequeña como eres en tu forma original. La criatura, de 1.40, es un estirado engendro de boca tentaculada que se pone recto ante ti, intentando parecer mejor de lo que es.

Los cabos del monstruo marioneta caen, tras haberse visto forzados con la cantidad de golpes.

Cuando mires al bicho, se arrodillará, extendiendo sus manos hacia a ti mirando el suelo en acto clemente.

- ¡Yo, Hastlu, Dios del sufrimiento, acepto mi destino como tu esclavo bajo tus órdenes! ¡OH, Diosa de la guerra, el amor…- ¿qué más era?- ¡OH, DIOSA SUPREMA! –sí, eso está bien

Los cultistas no pueden creer lo que están viendo. ¿Su dios… era un engaño? Se preguntaban qué iban a hacer ahora.

Algunos se marchan, corriendo entre lagrimas y odio. Otros, más estúpidos, piensan que deberían alzarse con el odio de una fe destrozada. Otros, más sabios, saben que es muy probable que de no hacer lo mismo que aquel gyojin… también mueran.

>Las profesiones del pnj, de seguir vivo, serán expuestas al final del moderado. Por ahora puedes saber que tiene la profesión de bufón, por lo que sus "mentiras" son más creíbles.<

Los ataques golpean uno tras otro contra la masa de carne. Cada vez más fuerza, cada vez más rabia. Un último golpe es dinamita pura, haciendo explotar aquella masa extraña. Estalla, dejando a su pasa un olor putrefacto, parece que un montón de basura ha sido liberada de su bolsa. Sadashi aterriza en el suelo con la respiración agitada. Parece ser que está algo cansada, aunque por suerte no mucho. Suelta una de sus armas y se tapa su nariz, para entre la masa extraña, ver una extraña criatura de metro cuarenta con un aspecto extraño. Al parecer aquel Dios no era tan grande, literalmente, de cómo se hacía ver. Una mirada penetrante hace que se arrodille y extienda sus manos en el suelo, aquello era lo que Sadashi necesitaba tras la ofensa que había recibido.

- Muy bien, así me gusta. Hastlu– Algunos mortales corren del lugar, otros se intentan revelar y un último grupo hace lo mismo que su Dios, arrodillarse. – Que se arme la guerra. – Aquellas palabras tenían una única intención, hacer que todos los mortales se matasen entre ellos: seguidores contra usurpadores. – Seguidme, luchad… O moriréis.

Camina hacia la puerta con su siguiente objetivo en mente. Trata de recordar los otros cultos, pero nada más salir por la puerta, cae de rodillas al suelo. Parece estar algo cansado, sus pupilas se vuelven realmente pequeñas, pareciendo tan sólo un punto blanco en la inmensa oscuridad de sus ojos. Un fuerte latido aparece, junto a un dolor de cabeza. ¿Alguien le estaba golpeando con un martillo? No, eran las migrañas.

- Bien hecho, vas en buen camino. Debes hacer que todos pidan clemencia. Harás que to… - Es la voz ronca de nuevo, pero se ve interrumpida por la voz del niño.

- ¡Jo! ¡Sada-Chan! ¡Yo quería seguir jugando! ¿Vamos a visitar los otros lugares? ¡Quiero más diversión! – Es un niño bastante consentido, con ganas de jugar. ¿Qué edad tendrá?

- ¡Cállense! ¡Vosotros no mandáis en mi vida! – Un golpe con su bate termina tanto con las voces como con su dolor de cabeza.

- ¿Ehm… todo bien? – Pregunta Hastlu extrañado.

- Cállate. Sigamos hacia allí. – Dice tras levantándose, señalando a su próximo objetivo. Estaba señalando al culto extraño de la cruz, iba a ser su próximo objetivo.

Si todo fuese bien, trataría de tirar la puerta abajo con un tremendo golpe. - ¡Yo soy vuestra nueva Diosa, mortales!

El nuevo dios te sigue, impresionado porque derrumbes la puerta (Aunque tampoco hacía falta mucho para destrozar la podrida estructura.

El horrendo reclamo de la criatura se levanta con dolor de los restos y pronuncia unas palabras, de nuevo, en tono inteligible. Hastlu se adelanta rápidamente y , con unos hilos de metal, siega el bocio de la criatura que tiembla en el suelo. Ya no lo necesita, al fin y al cabo. Otra obra ha comenzado.

- Mis disculpas, diosa.- añade el gyojin , caminando a dos pasos tras de ti.
Cuando salís, los cultistas esperan a que os alejéis para correr tan rápido como les permiten sus cojeras e infecciones. Os abandonan… cobardes; debiste deshacerte de ellos cuando estaban todos en un mismo sitio. En fin, puedes perseguirles, supongo.

De seguir a la iglesia, bajo la atenta mirada de los otros dos heraldos del culto, el monje te mirará, esta vez, sin ninguna amabilidad. Desprecio e ira divina se muestran en un gesto apretado, casi estreñido.

- ¡Cómo osáis traer a una criatura del demonio al templo! ¡Fuera ahora mismo, seres del demonio! ¡Esto es tierra sagrada!- dice con fervor. Antes eras sólo una mujer vestida muy rara… una pagana; ahora queda claro, al asociarte con una criatura que no está hecha a imagen y semejanza de dios, que eres un demonio.
Hastlu se mantiene detrás, si le ordenas algo para intervenir al combate, dirá:
- ¿Yo? Yo soy dios del sufrimiento, mato a los que sufren. Ese tipo me parece muy entero… Además, vos sois la diosa de la guerra, no puedo quitaros el trabajo. Le venceréis, diosa suprema.
Es una sabandija que actúa muy bien. Hasta ha inventado una historia conveniente para justificar que matara al de  la puerta... ¿Por qué lo haría? Seguro que es porque se había interpuesto en tu camino, qué buen esclavo, ¿no?.

< Todo será explicado al final del moderado, o, al final de la serie de moderados si dividimos la historia  en dos >

Mientras Sadashi camina con decisión hacia su siguiente destino, nota como los seguidores comienzan a correr, asustados. Era obvio que lo que habían presenciado era algo demasiado horrible para ellos, unos simples mortales. La cabeza de Ena se llenaba de odio hacia esas personas que lo único que sabían hacer era correr. ¿Debería haberse encargado de todos? No, debía causar el caos y que todo el mundo la reconociese. El hombre de la puerta que protege, por así decirlo, el culto, no tiene pinta de dejar pasar a la Diosa de la guerra. Parece ser que una cara repleta de odio y desprecio observa a las dos divinidades de arriba abajo. Las palabras llegan a los oídos de Sadashi, que frunce el ceño tras escuchar aquellas palabras. Chasquea la lengua contra su paladar y mira a su nuevo esclavo.

- No estoy de humor… Hastlu, encárgate tú. – Dice intentando ignorar las palabras de aquel hombre.

- ¿Yo? Yo soy el dios del sufrimiento, mato a los que sufren. Ese tipo me parece muy entero… Además, vos sois la diosa de la guerra, no puedo quitaros el trabajo. Le venceréis, diosa suprema. – Al parecer no se quiere manchar las manos, y sus palabras convencen a la Diosa.

- Tienes razón… Qué pereza encargarme de la escoria. – Se ve desmotivada por completo, sin ganas de castigar a un humano mortal.

Casi al instante de terminar su frase, con toda la velocidad que posee lanza un golpe hacia aquel estúpido. Tan sólo usa su arma de su brazo derecho. Lanza un poderoso golpe en vertical, desde arriba, tratando de estampar su bate sobre la cabeza de aquel indigno mortal, queriendo matarlo de un solo golpe y hacer que sus sesos salgan por ojos y orejas.

Cosas Nazis:

El hombre se echa hacia atrás para esquivarte, pero no puede hacerlo a tiempo. Aunque ha ido hacia atrás, el leve roce de la punta del bate (donde se descarga más fuerza) ha sido suficiente como para desequilibrarle y tirarlo al suelo. El suelo estalla, levantando una humareda de escombros.

- ¡Dios mío!- el monje se gira arrastrándose por el suelo. Tiene la nariz destrozada y está sangrando, intenta entrar a la iglesia gritando. - ¡HERMANOS, AYUDADME!

El tipo es rápido (Luchador del mono nivel 30) y no tardará en abrir la puerta de madera. De todas formas es muy probable que todos te hayan oído ya, ¿no crees?

Hastlu da pasos hacia atrás y dice simplemente un
- Nope.- antes no se había dado cuenta de lo absurdo de tu fuerza porque el traje era resinoso y de goma.-. Yo te espero fuera... no soy de guerra, soy de consecuencias post-guerra.- se excusa.

¿Qué harás Sada? Aparte de probablemente matar al tipo ese.

El arma baja con velocidad hacia la cabeza de su enemigo, pero éste se echa para atrás, esquivando casi por completo el golpe. El bate de beisbol choca contra su nariz, partiéndola y haciendo que un chorro de sangre salga disparada. El suelo acaba siendo el que recibe toda la fuerza del golpe, estallando. Al parecer es más que suficiente para que todo el mundo se dé cuenta de que ya ha llegado. Aquel tipo se arrastra por el suelo, con quejidos, llamando a sus aliados. Pronto se desatará la guerra.

Hastlu parece retroceder al ver aquello, excusándose para no pelear. Sadashi lo mira y acepta lo que dice, creyendo todo lo que sale por la boca de su esclavo. – Por esta vez te perdonaré, yo me divertiré sola. – Camina hacia la puerta para atravesarla de un golpe, tirándola abajo. Va a comenzar la diversión, está a punto de repartir leña a diestro y siniestro, pero…

- ¡Jajaja! ¡Esa escoria te ha esquivado! ¿A caso estás perdiendo facultades? ¿”Diosa”? – Dice una voz ronca dentro de su cabeza. Al parecer las almas quieren atormentarla. – Has perdido todos mis respetos…

- ¡Sí, no eres más que otra escoria que se cree superior! – Ahora una voz extraña, rasgada, con un tono más bien grave. - ¿Estás segura de que podrás con todos los Dioses? ¡Aún no eres nada! – Intenta cabrear a Sadashi, quiere provocarla para que comience la verdadera matanza.

- ¡Es verdad! ¡Eres una debilucha! ¡Aún no tienes nada de poder! ¡No has recuperado ni un uno por ciento de tu fuerza! ¿Así quieres vencer a todos los Dioses que te lanzaron a este planeta de mortales? ¡No eres más que una simple mortal! – Tras las palabras de la voz ronca, Sadashi frunce el ceño. Está furiosa, no puede permitir que nadie, ni siquiera las almas atormentadas, se rían de ella.

- ¡Escoria! ¡Escoria! – La voz de un niño canta con un tono burlón. - ¿Tú eres la que acabará con Odin? ¡Escoria! ¡Escoria! ¿Has escuchado la furia de Zeus? ¡Escoria! ¡Escoria!

- Esto termina… ¡Ahora! – Sadashi grita con todas sus fuerzas, sus ojos parecen inyectados en sangre por culpa de la furia, las venas comienzan a hincharse, la adrenalina viaja por todo su cuerpo. Una de sus armas la guarda a su espalda, la otra la agarra con ambas manos. – Es la hora de patear traseros. – Arrastra el bate por el suelo, creando pequeñas chispas. Lanza un poderoso ataque hacia el trasero de aquel tipo, intentando lanzarlo con todas sus fuerzas hacia la puerta, para que la atraviese con la cabeza. – Literalmente. – Finaliza.

Spoiler:

La ceremonial música de cánticos se detiene. De todas formas no se escuchaba desde fuera. El fraile es lanzado como un proyectil sangriento de columna partida hasta caer enmedio de las filas de bancos.

La sala está llena de personas que se levantan con el susto. Aquí no hay enfermos, casi todos son gente bastante fuerte, aunque no tanto de cuerpo como de espíritu.  La fé hace mucho.

Delante del altar una figura alta y luminosa comienza a darse la vuelta. Es un hombre fornido de largos cabellos morenos ligeramente rizados. A pesar de que está bastante delgado, trasmite un aura de solemnidad que sólo la estatua crucificada  tras él iguala. Es el mismo.

Las figuras de las vidrieras, algunas de ellas rotas, parecen mirarte Sada, son sus ojos llenos de agravios y paz. Su voz, se equipara a la magnificiencia que llena aquella sala.

- ¡YO SOY EL QUE SOY! SOY EL DIOS DE VUESTROS ANCESTROS. ¿QUIÉN OSA ENTRAR A MI CASA? ¡ARREPIÉNTETE!- te ordena, y casi que quieres obedecer.

Su voz tiembla por toda la estancia, llegando a los oídos de sus fieles. Las primeras filas se levantan, envueltas en trozos de armadura de cruzado blanca, parecen algo, sino bastante, oxidadas.
El poder de un dios se basa en cuanto lo adoren... ¿no? Pues este parece ser MUY poderoso.

Aquel extraño monje atraviesa la puerta con fuerza y sale volando hasta aterrizar en el suelo, entre los bancos de aquella iglesia. Todos parecen levantarse asustados al escuchar aquel aterrizaje forzoso, aunque estas personas no parecen ser tan inútiles como las anteriores. En el altar un hombre alto se da la vuelta, mostrando su cuerpo que aun estando delgado, muestra grandes músculos. Su cabello es largo y moreno, parece estar bien cuidado y con pequeños rizos, más bien ondulado. Todos miran a Sadashi, y el hombre, que parece ser el Dios de aquel lugar, dirige su ira hacia ella.

- Otro más con aires de grandeza. Aunque al menos, tú y tus siervos estúpidos, parecéis más fuertes que el anterior. – Dice Sadashi mientras camina lentamente hacia el altar, pasando de todos los demás. – Te reto a un combate. Muéstrame la verdadera grandeza, si es que puedes. – Parece convencida y tiene un arma en cada mano. La oscuridad de sus ojos parecen enfrentarse a la luminosa mirada de aquel tipo. ¿Tal vez sea un combate entre el bien y el mal? ¿La oscuridad y la luz?

- Vamos, Sadashi, muestra tu verdadero ser… - Dice una voz ronca en su cabeza.

- Soy Sadashi Ena, Diosa que fue lanzada de los mismísimos cielos. Soy la Diosa que fue echada por todas las demás divinidades por ser la más bella, la más fuerte… ¡Todos vosotros, Dioses de pacotilla, osasteis lanzarme de lo más alto! Pero ahora… - Parece que está furiosa, delirando sobre una vida que nunca había ocurrido. – Ahora es hora de la venganza… Yo, Sadashi Ena… ¡Me proclamo la nueva Diosa de la venganza! – Su grito retumba por todo el lugar, llegando a los oídos de los seguidores de aquella escoria. Está dispuesta a pelear.

Con armas en mano se lanza con su máxima velocidad hacia el supuesto Dios, quiere terminar todo de un golpe. Mientras corre, trata de hacer crecer zarzales a los pies de los más cercanos, para intentar entorpecerlos y que ninguno se entrometa. Salta propulsándose desde el primer escalón y lanza su primer ataque. Son dos golpes con grandes aberturas, ya que tiene sus brazos estirados, pero demoledores. Concentra toda su fuerza para “abrazar” la cabeza del supuesto Dios. Su intención es estampar cada arma en cada oreja de su enemigo, para intentar aplastar la cabeza de ese estúpido e insignificante Dios.

Saltas mientras los zarzales comienzan a crecer a los pies del primer grupo de cruzados. Aunque no llegan, tu velocidad es demasiado para que puedan interceptar tu avance... o mejor dicho, eres demasiado ágil como para que sus armas te lleguen.

¡Ahí está el dios, ahí está el enemigo! Es entonces cuando el resplandor te deslumbra, de tal manera, que hierras en tu ataque. Los bates chocan entre sí, sonando como el tañido de una sagrada campana. Esta es su casa Sada, ¿crees que puedes desafiar al hijo de un dios? Probablemente, pero te equivocas.

Notas que algo te da en la cara, algo frío y húmedo. ¿Pero qué? No ves nada.

- ¡ELLA ESTÁ TEÑIDA CON EL MAL! ¡PURIFICADLA!- escuchas que dice la voz del profeta que no necesita mover sus labios para hablar.

Escuchas el tañido de los trozos de armadura a tu alrededor. Aunque no los pasos que están llendo hacia la fuente de agua. ¿Qué harás, Sada? Te encuentras ligeramente más débil de lo normal, tan sólo un poquito... ¿Será la influencia de la tierra sagrada en un dios pagano como tú?

Quizás sería oportuno saltar por alguna vidriera y volver cuando tu poder divino sea más grande.

El golpe avanza hacia su enemigo, pero de pronto un destello de luz ciega por completo la vista de Sadashi. Es una luz blanca y brillante, algo realmente deslumbrante. Los dos bates chocan entre sí creando un estallido sonoro, como el sonido de una campana. Al parecer, ese Dios usa trucos baratos para vencer y esquivar. De pronto algo golpea en la cara de Ena, parece ser hielo o algo por el estilo. ¿Frío, húmedo? Tal vez sea agua fría, o incluso vino. Parece que aquel tramposo quiere la guerra debido a sus palabras. La Diosa tan sólo escucha, no puede ver nada. Se siente impotente al haber perdido la visión. Aprieta el mango de sus armas y frunce el ceño, trata de recuperar su vista cerrando y abriendo los ojos repetidamente, pero no ocurre nada.

El sonido de los pasos fuertes se acerca, las armaduras oxidadas crean un sonido extraño y diabólico, surgido de una película de miedo. No puede ver nada, y si no ve, no sabe a qué atacar. Sabe que está en el escenario, de pie, pero… No es capaz de detectar nada. A su espalda escucha un enorme ejército avanzar. Cierra los ojos, se concentra en el sonido de los pasos, el ruido de aquellas viejas armaduras. Pero eso no es lo que le interesa, necesita detectar a su verdadero enemigo, al estúpido de los trucos raros.

- No lo intentes… ¡Aquí vas a morir! – Es la voz rasgada de siempre, tratando de que se rinda. – Debes escapar.

Está desesperada, no puede hacer nada. ¿Furia, tristeza, ira? ¿Qué es lo que siente ahora? No, tan sólo calma. Las voces en su cabeza parecen desaparecer, necesita tranquilizarse. - ¡Ahí! – Grita. De pronto avanza como un toro hacia el sonido del ejército, con sus dos armas por delante y juntas. Cuando esté lo más cerca de dicho ruido, lanzará un poderoso ataque, despejando el camino. Sus dos armas se moverían con fuerza, cada una hacia un lado para así abrirse al máximo, mientras Sadashi sigue corriendo en línea recta hacia el sonido de las armaduras. Tal vez se sienta algo débil, tal vez no pueda usar toda su fuerza, pero debe calmarse para vencer a su enemigo.

¡Plas, chás , clank! No sabes qué golpeas, pero definitivamente golpeas algo. Y algunos de esos algos se quejan antes de golpearte a tí con armas de filo que cortan tu carne y rayan tu metal. Entre todo el alboroto hueles a sangre y sabores el amargo sabor de sangre entintada.

Abres y cierras los ojos continuamente, y, aunque libras a tus ojos de algo del tinte, sigues sin ver más que retazos de la sala.

Tropiezas, ¿con qué? Con las escaleras que saltaste antes para llegarle al nota del altar. Lo bueno es que ya sabes donde estás. Podrías seguir hacia delante para salir de aquel templo, antes de que más espadas oxidadas se claven en tu carne.

Escuchas una ovación de los fieles, que se levantan mirando en una dirección con sorpresa (aunque los que están cerca tuya se han ido hacia dentro en sus bancos, que no son idiotas). Escuchas el sonido de la piedra partiéndose y agua salpicando el suelo.

¿Qué harás Sada?

Por cierto, ¿estás bautizada?

Las armas chocan contra el metal, consigue despejar el camino mientras recibe cortes. Su piel es herida, al menos su armadura la protege en cierto modo. Pero, de pronto tropieza y cae al suelo, pero con la suficiente agilidad consigue ponerse en pie. Su visión parece volver, pero no del todo. Todo está borroso, pero puede distinguir alguna que otra figura. Los que estaban cerca de Sadashi caminan hacia los bancos, escuchando una extraña ovación. Un sonido raro como si las piedras se partiesen y el agua salpicase el suelo. Sadashi trata de mirar a su alrededor, pero no ve nada. Están todos de pie, mirando a una dirección. ¿Tal vez allí?

- ¡Qué! ¿No puedes con ese estúpido Dios? Cada vez me defraudas más… - La voz de una mujer mayor resuena en su cabeza.

- ¡Cállate! ¡Cállense todos! – Grita Sadashi mientras observa hacia donde todos miran. Puede ver algo… ¿Tal vez el torso de aquel Dios? - ¡Se supone que es una batalla de Dioses, y no eres capaz de pelear sólo! ¡Eres escoria, deja de correr y utilizar a otros! – De nuevo comienza a estar enfadada, la furia vuelve a apoderarse de su ser. – No eres más que una mentira. Si de verdad eres un Dios… ¡Baja de ahí y enfréntate a mí! ¿A caso tienes miedo de mostrarle a tus seguidores que eres una farsa? ¡Farsante! – Las palabras siguen saliendo, tratando de herir el orgullo de su enemigo. - ¡Yo soy la verdadera Diosa! ¡Baja y te lo demostraré! – Sadashi apunta con su arma al supuesto Dios. Está herida, jadeando, pero eso no le echará hacia atrás. - ¡Ven y pelea!

Escuchas los pasos cómo salpicaduras. Los cruzados se abren, rodeándote mientras la figura aparece... cargando una fuente de piedra cuyo líquido zarandea manchando todo al alrededor. Oh, salada agua bendita.

- Tus plegarias han sido escuchadas.- dice solemne... pero no mueve los labios. ¿Será la voz de dios? Estampa la fuente contra tí, y quedas incosciente. Vaya, parece que era MUCHO más fuerte de lo que aparentaba... unas 10 veces más fuerte, en realidad.

Cuando despiertas estás en un bote cerca del mar, empapada, y algunos culti-cristianos rezan leyendo de una biblia. Su dios también esta allí... caminando sobre las aguas... más o menos, flota sobre sus pies, aunque no ande.

- Oh hija mía... ¿cuando entenderás que las frutas de belcebú son un pecado mortal?- parece decepcionado, sus labios ahora sí se mueven. -. Que el mar te purifique, hija mía...

Cuando vas a recuperar las fuerzas, un poco aunque sea, te dan otro cubazo de salada agua "bendita". Te arriman al final del bote, atada en una gran sábana en la que contienen tus armas. De todas formas te undirías por tu fruta... pero por si acaso.

El misericordioso dios te abraza mientras se unde poco a poco en las frías aguas.
Abajo, en el agua, mientras pierdes la consciencia, puedes la risa... y puedes ver una sonrisa tras los malvados tentáculos de su barba.

FIN DEL MODERADO: RESULTADO. SADASHI MUERTA.

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