La leyenda del pequeño fantasma [Libre] [Pasado]

Le leyenda del pequeño fantasma

“Cuenta una vieja historia, que en el mar de este, precisamente en la isla de Dawn, donde alguna vez nació un gran pirata reconocido en el mundo, se suscitaron eventos inexplicables durante la noche. Muchas mujeres creyeron haberlo visto, otros haberlo escuchado y otros intentaron cazarlo, pero al final, la historia del pequeño fantasma que deambulaba por la villa de Fucsia se perdió en el tiempo. A nadie le importaba ya que se le perdiera la comida en la noche, el pequeño fantasma pasó a forma parte de la tediosa rutina de los pobladores. Incluso algunos, le dejan como parte de una tradición reciente, platos de comida en las ventanas de sus casas como tributo”

Escuchaba risas por todos lados, carcajadas a todo pulmón de algunas mesas donde los hombres parecían estar muy animados. Las cervezas iban y venían, los platos de carne asada salían constantemente de la cocina y un canto melodioso empezaba a emerger de la garganta de una bella mujer sentada al lado de un piano. Un viejo de porte cadavérico, de cabello gris y piel pálida tocaba con gran habilidad las teclas del enorme instrumento musical.

- Vaya día que van a tener hoy – comenté mientras bebía mi taza de té oculto en un rincón oscuro, fuera de la vista de todos.

Había llegado a Fucsia para comprar algunas cosas, antes de marcharme al bosque que se encontraba en la isla, donde un par de días más tarde debía encontrarme con un informante. El tipo había pedido una buena suma de oro por soltar cierta información de un barco del gobierno que pasaría por el puerto de Fucsia para reabastecerse y donde se hallaba un buen botín de objetos valiosos que podría vender a buen precio. Me preguntaba el porqué me había venido a mí con ese ofrecimiento mientras revisaba los tablones de anuncios de trabajo en la villa para ver si había algo con lo que ganar unas cuantas monedas.

Hace ya bastante tiempo visite el mar del este, donde las temperaturas eran suaves y la gente apacible. Al menos en su mayor parte. En una ocasión me encontraba en una isla llamada Dawn en la que tuve que para sin más remedio debido a una avería en el barco que iba. Este sufría grandes daños en el motor, sus viejas piezas no aguantaron más. El capitán no tuvo más remedio que atracar en una cala al norte de la isla porque decía que en las condiciones en las que se encontraba el barco no llegaría a la ciudad principal.
Bajé a la playa con un grupo de marineros que se dirigirían a la ciudad para comprar lo necesario para la reparar la embarcación, mientras tanto, yo y Faustino haríamos algo de turismo por el lugar, ver la ciudad y comprar algunas cosas. una vez desembarcados echamos a andar y no tardamos mucho en divisar un pequeño pueblo que debíamos atravesar para ir a la ciudad de Goa. Llegando casi al final del pueblo Faustino se detuvo en seco, le animé a seguir pero no me hacia caso. Le tiraba de las correas pero nada. Encima que no me dejaba montar en él, al menos que caminara, ¿no? Pues no. Me fijé que se quedo mirado en dirección a una de las pequeñas calles que se introducían en el pueblo y sin dar la más mínima señal echo al galope.
-No, otra vez no.- dije en voz baja. -Marchaos, nos veremos en el barco.- dije a los marineros que esperaban y acto seguido empecé a correr tras mi estúpido caballo.

Por donde quiera que pasaba la gente se quedaba mirado perpleja, primero por ver a un caballo pasar a toda prisa y después a un imbécil perseguirle (yo). Se hacía la hora de comer por lo que la falta de fuerzas ya o era lo único que me incitaba a detenerme. No tarde mucho más en detenerme, caer al suelo de rodillas y entre jadeos maldecir a ese maldito caballo. Cuando la falta de aliento no me dejaba quejarme más opte por sentarme a la sombra de alguna casucha para evitar el calor y recomponerme. Cuando ya empecé a ser consciente de que era un completo extraño en aquel pueblo y que las gentes me miraban disimuladamente decidí levarme e ir de nuevo en busca de Faustino. Ese era el plan hasta que justo cuando levante la primera pierna una hermosa voz acompañada de un piano maravilloso desvió mi atención. Proveían del interior del edificio que me proporcionaba sombra y sin pensar en nada más entré para escuchar mejor. Al entrar vi una taberna a rebosar de gente con aires de festejo. Carne y bebida sobre bandejas que portaban los camareros haciendo maestrías para que no se les callera nada. Esquive una par y tropecé con una camarera a la que pedí disculpas sin desviar mi atención del espectáculo principal. Como me encantaba aquella música, como envidiaba a ese hombre por lo bien que tocaba, como me fascinó la voz de aquella chica.

Uno de los meseros dejó en mi mesa una jarra de agua y algunos panecillos. Al menos, lo que había pedido no había tardado en llegar. Cogí uno de los panecillos y lo mordí. De pronto, la puerta se abrió de una manera tan fuerte que todo el lugar se quedó en silencio. Un hombre muy delgado, con cabellos negros en la cara y ropas raídas, había aparecido en el marco de la entrada.

- ¡Lo he visto! – gritó mientras llevaba a su boca la botella de whisky que tenía su mano derecha y empezaba a avanzar - ¡He visto al fantasma!

Luego de eso cayó al suelo y no volvió a ponerse de pie. La gente río y volvieron a lo suyo. La música se reanudo y la gente volvió a gritar, cantar y lanzar carcajadas al aire. Uno de los meseros cargó al hombre y lo dejó recostado sobre el suelo, apoyando su espalda sobre la pared. Estaba justo a mi lado. Podía sentir el aroma a licor muy cerca.

- Lo vi, lo vi – susurraba mientras movía lentamente la cabeza de un lado a otro -. Vi al desgraciado.

Aquello llamó mi atención. Me levanté de mi mesa y tomé la jarra de agua, vertiendo un poco en un vaso y agachándome para dárselo al hombre. Bebió con avidez, como si no lo hubiera hecho en años.

- ¿De qué fantasmas hablas? – pregunté con curiosidad.

Abrió uno de sus ojos y se acomodó. Sonrío de una manera un tanto extraña. Quiso beber de la botella de Whisky, pero lo detuve.

- ¿Por qué tanto interés?, solo soy un borracho.

Fue lo último que dijo. Abrazó la botella de licor y se quedó dormido.