Ser pirata mola [Pasado - Kaya y Shiro]

-¿Qué dices que es esto?

-Esto es diversión, pequeña -dice el hombre de las gafas doradas-. Te tomas solo una y se te olvidan todos tus problemas.

-¿Y por qué crees que tengo problemas? -le respondo.

-Todos tenemos. Sobre todo aquí.

El vendedor de pastillas sonríe y muestra sus incisivos de oro. Si es consciente de lo feo que es, desde luego no lo demuestra.

-Te huele el aliento -digo, y su expresión de complicidad parpadea momentáneamente en un microgesto de desagrado-. Venga, déjame ver eso.

Me ofrece la "diversión": una pastillita púrpura con un símbolo grabado que no reconozco. ¿Será la marca? ¿Tendrán marca estas cosas? Da igual. Por mí como si las usa para que su abuela no las confunda con los medicamentos; la verdad es que no puede importarme menos. La droga no huele a nada, no sabe a nada. Parece... inofensiva. Curioso. ¿Qué se sentirá al tomársela? Diversión en la palma de mi mano. Claro, por qué no.

-Y esto ¿se toma con agua o...?

La pastilla se me cae. Le ofrezco al vendedor la mejor sonrisa de disculpa que puedo fingir mientras se agacha a recoger su producto. Debe ser una pastillita cara, porque va a cogerla incluso a pesar de haber caído en un charco de un líquido que, dado que estamos en el callejón al que da la puerta de atrás de la discoteca, seguramente no sea agua. Cuando se agacha, me apoyo un poco en él. Poso una mano en su espalda y dejo caer mi peso.

-¿Qué haces? -protesta, pero puedo ver, reflejada en su mirada, una perversa idea deslizándose por su mente.

Me sonríe. No se le ve muy incómodo. Soporta mis sesenta kilos de peso con un lascivo gesto de anticipación. Pero cuando intenta levantarse, mi peso sube. Ojalá hubiese visto bien su cara en el momento en que he alcanzado el millar de kilogramos, pero estaba ocupada intentando no darme un cabezazo contra el suelo. Ni contra el charco.

Vuelvo a la normalidad enseguida. Aunque el crujido ha sonado a algo roto, el camello ha tenido suerte y todo: no hace mucho me habría costado un buen rato desactivar mi poder. Si soportar una tonelada de peso encima durante dos segundos es malo, no quiero ni imaginar cómo serían dos horas.

Recojo las pastillas tras comprobar que el tipo aún respira. Se han roto, pero seguro que aún valen dinero. A Early le valdrán. Me las guardo en el bolsillo de la chaqueta y salgo a la concurrida avenida, donde la cola para entrar al local ocupa sus buenos cien metros.

Hay que ver, lo que hace la gente por divertirse.

Estaba estirando los músculos después de haber marcado el rumbo a una isla y cual mas que la famosa isla donde salían las personas con mayor fama a nivel musical y esas cosas, mas mi objetivo era otro en particular y era buscar algunas recetas nuevas para mas modelos de madera dado que, en esa isla en particular no habían demasiada variedad de artesanías e incluso maderas de que usar para ganar algo de dinero de manera honesta. Obviamente si no lo lograba por las buenas, tendrían que hacerlo de la mala manera y eso realmente se me iba a complicar bastante cuando se trataba de robos, y mas cuando yo estaba solo en esto en una ciudad como lo era Mirrorball pero también podría ser mas discreto hacerlo en negocios pequeños donde la atención no se fijaría demasiado en mi persona.

De todas maneras la mejor manera de comenzar el día era buscar suerte en el mercado central y para ello, tuve que usar una táctica no muy común en mi pero que había aprendido del viejo okama que me enseño y era el de usar una peluca sobre mi color original, dado que, mi color de cabello iba a llamar demasiado la atención y todavía no tenia el dinero suficiente como para darle otro color a mi cabello siendo que las pelucas eran mas fáciles de usar y mas rentables. En mi caso, usaría una de color castaño oscuro que cubría claramente mi cabellera platinada, y para mi suerte, tenia el cabello corto y por lo tanto, no se iba a notar para nada que tenia puesto esa cosa encima de mi cabello.

Ya teniendo preparado todo, fui con mi pequeña carreta donde tenia un par de cosas artesanales para vender en lo que hacia tiempo para poder indagar bien las cosas que estaban a mi alrededor y un local para poder robar algo que pudiese llevarme sin que nadie se diese cuenta. Sabia que muchas personas me mirarían raro por las estatuillas talladas a manos de madera en forma de animales que estaba vendiendo pero era la artesanía mas sencilla que podía hacer por el momento pero mis precios en comparación con los otros puestos no eran demasiado elevados sin contar que todo lo que hacia era artesana y no manufacturado como la mayoria de las cosas que se estaban vendiendo en el mercadillo en esos momentos. Mas a lo lejos escuchaba que se estaba por hacer un evento y creia que ese era el momento para poder indagar mas cosas de los negocios cercanos.  

No hay muchas patrullas en Mirrorball, o al menos no tantas como me esperaba. La gente va demasiado borracha y el ambiente es demasiado festivo y caótico como para que la delincuencia que a los marines les importa encuentre aquí su hueco. Por lo que he visto, no hay muchos barcos pirata en el puerto, o por lo menos los que hay se han tomado la molestia de disimular. La delincuencia que parece proliferar en este lugar es bastante menos llamativa, más centrada en sustancias ilegales que en montar escándalos. Pero qué sabré yo, solo estoy de paso.

Tengo la sensación de que la gente me mira por la calle. A ver, siempre me han mirado, pero normalmente me imagino que es por el pelo violeta o por el parche; esta vez tengo la sensación de que es porque llevo una bolsa con un par de cientos de miles de berries en pastillas guardada en el bolso. O porque llevo bolso... Sé que no es verdad, claro, pero así son las sensaciones: puñeteramente irracionales.

No es que trafique ni nada parecido, pero las circunstancias son las que son. Ya se lo he dicho a Early: una vez y ya. Lo justo para que pueda pagar su deuda y, tal vez, arreglar el agujero del techo de su hostal. Al fin y al cabo, admito que tal vez sea culpa mía que una banda de traficantes desvalijasen su casa y amenazaran con matarla. Yo no quería multiplicar mi peso de repente y atravesar el techo para caer sobre el cuenco de cristal artesanal y estúpidamente caro con el que ella pensaba pagar sus deudas, pero a veces no controlo mi poder. Me pasa cuando me asusto, me pongo nerviosa o... o, a veces, cuando estornudo. Es un poco humillante dar explicaciones cuando pasa eso.

Y aquí estoy, con pastillas robadas de camino al hostal de Early. Y vestida como una fiestera de Mirrorball, claro: botas de tacón alto que me llegan hasta la rodilla, un vestido de noche a juego con mi pelo y mis ojos, un broche para el pelo y un chal de esos peludos y suaves que da gusto acariciar. Early incluso insistió en maquillarme. La dejé, pero solo para que dejase de insistir en que me quitara el parche. El que llevo hoy tiene un delfín bordado.

La verdad es que el vestido tampoco ayuda a que me sienta más cómoda. Entre eso y la "diversión", siento como si una enorme flecha me apuntara desde los cielos y tuviera escrito con letras de neón: "¡Eh, mirad!". Por otra parte, siempre podría ser peor. Podría ser el tipo que vende figuritas de madera en una isla dedicada a la fiesta. Vaya negocio...

Los trajes caros y la gente de ostentosas personalidades comenzaban a circular por la plazoleta en la que estaba esperando mi pequeño puesto de estatuillas de animales esculpidos a mano, sin contar el resto de locales menores que estaban alrededor de dicho lugar, sabia claramente que ese tipo de artesanias no serian del todo gusto o no encajaba con la fachada de la isla pero era lo poco que yo sabia hacer y por lo menos, deseaba tener una pequeña ganancia y no haber perdido tanto tiempo en realizarlos. Pocas realmente se acercaban a mirar lo que yo vendia mas pasaban por todos los otros locales menores donde se vendian cosas similares a joyeria y esas cosas, siendo que de esas pocas personas que me venían a mirar mis artículos, los terminaba de convencer con mi cara de niño y mis palabras para que completaran la compra exitosa de mi mercancía.

Obviamente habían otros que trataba de denigrar mi trabajo, cosa que hacia odios sordos hasta que uno pateo mi puesto con toda la mala intención de derribarlo mas ataje las esculturas de madera con mis manos para que no cayeran al suelo siendo que las coloque como tendría que estar a pesar de las risas de aquellos cinco sujetos. Tras un respiro de mi parte y un nuevo intento de que mi puesto fuese destrozado, una firme parada vertical fue a parar en el fémur de aquel sujeto y romperlo en el proceso en un vicioso ruido que esto provoco sumado al silencio de esto. El estruendoso grito de dolor de aquel sujeto no se hizo esperar después de unos segundos del shock por el dolor siendo que tan solo yo lo miraba con suma indiferencia, donde luego le patee el Torax con firmeza para arrojarselo a sus compañeros - Los reto a que vuelvan a romper mi puesto otra vez y lo próximo que verán no solo serán huesos rotos - les dije a estos con mala gana siendo que estos se asustaron por mi accionar y salieron corriendo con el sujeto en brazos donde seguramente le llevarían a un medico con urgencia.

Si bien no le había dejado una fractura expuesta, si le había dejado una fractura lo suficientemente grande como para que estuviese varios meses de recuperación eso no quería decir que la fuese a pasar bien durante ese día, de todas maneras, no iba a estar mas de un día para recibir algún tipo de represalia por alguno de esos tipos mas se tenia que notar que no era ningún niño de pecho para que abusaran de mi de esa manera. El espectáculo principal estaba por comenzar en unas horas o por lo menos eso se anunciaban por los altavoces siendo que tenia que vender rápido lo que tenia hacia las personas siendo que le trata de llamar la atención a una damisela en particular dado que era la que mas resaltaba entre la muchedumbre por ese raro peinado y como también su ojo parchado - Ohhh señorita, ¿le puedo ofrecer alguno de estos animales míticos que me quedaron? Le podría recomendar que a usted le quedaría este Fenix o incluso este Cuervo Yatagarazu. Todos están cinco mil berrys - decia tratando de llamar la atención de aquella jovencita señalando las estatuillas del pájaro fenix o el cuervo de tres piernas, mas me quedaba el búho de las nieves apartado por alguien queria desearlo como algún regalo.

Desde luego, ser un vendedor ambulante es un trabajo muy mal pagado. Casi me da pena cuando unos tipos derriban el puesto de figuritas de madera. Y digo "casi" porque el vendedor se lo toma tan a malas que a punto está de matar a golpes a uno de ellos. El crujido del hueso roto se ha oído incluso desde donde yo estoy. Supongo que no será la primera vez que tiene que defender su raro trabajo a base de patadas; el chico debe de estar acostumbrado a que intenten fastidiarle una productiva noche de... de vender figuritas. En serio, no puedo ni pensarlo sin reírme.

Y ahora intenta colocarme alguna a mí. Reconozco que el cuervo de tres patas le ha quedado bien -tal vez debería incluir una representación así en mi siguiente ensayo sobre criaturas mitológicas-, pero ha pasado tan de repente del enfado a la adulación típica de un vendedor callejero que no sé si su péndulo mental va a volver a bambolear a la posición de ira homicida en cualquier momento. Lo mejor es que todavía puede oírse al hombre herido maldecir y jurar venganza con vehemencia, dramatismo y todo tipo de malsonantes que nunca había oído.

-No soy mucho de... de estas cosas -me excuso. ¿Qué iba a hacer yo con un trasto de estos? Además, el único dinero que llevo encima es en forma de droga morada y robada-. ¿Las haces tú mismo? En realidad están bastante bien.

"No le des coba", me reprendo.

Por alguna razón, seguramente estúpida, me quedo a echarle un ojo a lo que ofrece. Lo cierto es que las tallas son buenas y se nota que están cuidadas. Por supuesto, podrían ser robadas, pero siendo yo una pirata estaría mal visto que le preguntase eso. De todos modos, no me interesan. Menos aún por cinco mil berries. Si tuviese dinero no habría tenido que ir a robarle pastillas a nadie. Aunque por este precio, casi me habría salido más a cuenta robar figuritas de madera.

-Disculpen...

Me giro y veo que la voz pertenece a una mujer joven. Melena corta, rizada y verde, abrigo negro, un anillo en el anular izquierdo... No tiene nada de especial. O no lo tendría si no fuese por la espada que cuelga a su espalda. En la correa que le cruza el pecho puede leerse la palabra "Justicia". Esta chica es una maldita marine.

-Se ha producido una agresión. Deje las figuritas, señor, va a venir usted conmigo.

Me separo un par de pasos para escaquearme de esto. No quiero tener nada que ver con la Marina. Ya es mala suerte haberme detenido junto al único delincuente al que las autoridades locales no toleran. Lo mejor será que lo deje a su aire y...

-Usted también, señorita -dice la marine, sin necesidad de girarse siquiera a mirarme-. Van a tener que acompañarme los dos. Se han metido en un buen lío.

"No lo sabes tú bien".