Aventura en Villa Orange [Privado: Simo y Alex]

Confusión. Eso era lo que sentí tras bajar de mi pequeña balsa pesquera con la cual vine a esta preciosa isla. Aunque lo que vi, no era lo que me esperaba encontrar. Miraba el maldito mapa náutico extrañado, no tenía que haber acabado en esta isla, ni mucho menos. Mi objetivo era llegar a Shellstown, pero parece que el mapa que me vendieron fue un timo, o eso, o tenía la etiqueta equivocada. “Puff” pensé, aunque ciertamente era toda una faena, varios días perdidos para ver una isla a la que ya fui anteriormente. Bueno, ahora lo que me tocaba era conseguir comer algo y llevar un par de provisiones, sin olvidarme de comprar un mapa fiable, claro está. Iba vestido con mi ropa habitual, vestido con unos vaqueros y una camiseta negra con aquél símbolo de color rojo que no tenía significado y me agradaba, y siempre puesta mi cazadora que llegaba hasta mis rodillas, blanca sin mangas. Que nunca falte el pañuelo rojo de mi hermano atado a mi brazo. A diferencia de otras ocasiones, ahora tenía el pelo un poco revuelto, debido a la “interesante” travesía que tuve. Y por seguridad, me llevé la katana conmigo.
En fin, tras un par de refunfuños me abrí paso para llegar a las puertas de la pequeña villa. Era todo muy hermoso, las plantas, la vegetación, el cielo cristalino… Eso eran muestras de que era una villa limpia, no como otras que ya había visto. Y los animales eran buenos al parecer. Vi una manada de pájaros “comiendo” cosas del suelo, y me acerqué para verles. Me agradaba ver cosas así, no sé, a veces hacen que me vaya del mundo y piense de distinta forma. Aunque esta ocasión fue algo distinta, una de las aves… ¡Me atacó! Se abalanzó sobre mi y empezó a picotearme. Yo intenté detenerla de todas las maneras sin hacerle daño que se me ocurrían, pero el plateado pájaro de franjas blancas no se detuvo. Lo único que se me ocurrió fue… Cogerlo. Al ser un poco pequeño, pude agarrarlo con la palma de mi mano y con lo idiota que soy no se me ocurrió otra cosa más que lanzarlo por los aires lo más lejos que pude… Digamos que le di un “poco” de impulso al pájaro. Aunque tampoco querría haber llegado a eso, pero no se me ocurrió nada más. Me dispuse a seguir mi camino cuando… El resto de aves viendo mi maléfico acto, vinieron a por mi.- Vaya… Esto no tiene buena pinta…- Dije para mí mismo mientras me preparaba a correr despavorido perseguido por unos pájaros. Dios, cualquiera que me hubiera visto en ese momento seguramente se hubiera reído mucho conmigo, corría con las manos en alto y gritando cual colegiala. Soy todo un espectáculo al parecer.

Tras salir de aquél peligroso encuentro aviar, llegué a la zona de comercio. Tenía mucha hambre, pero lo primero era lo primero, debía de comprar un mapa para llegar a mi siguiente destino. Además, tenía pocas monedas y si me ponía a comer las podría gastar todas por el mero hecho de querer comer más, así que primero comprar lo necesario y después lo obligatorio. Así pues, me puse a curiosear los distintos puestos que había por la pequeña plaza de esta villa. Con sus gentes, todas muy activas y con cara de buenas personas. Ciertamente, aunque ya había estado antes, la villa ha cambiado un poco desde que la vi. Y de cierta forma me recordaba a mi hogar. Pero no había venido a recordar viejos tiempo, así que dándome un sopetón volví al tajo.
Para realizar las cosas con más rapidez decidí preguntar a la gente, la cual con mucha educación me decían que no sabían si tiendas así existían en su villa, lo cual me dejó con una cara que no se podía interpretar. ¿Cómo era posible eso? Empecé a reír por dentro, definitivamente las cosas habían cambiado desde la última vez que vine… Aunque ahora que lo recuerdo, antes había una vieja librería con mapas… A lo mejor sigue abierta. Rápido y audaz fui hasta donde mi memoria me decía que se encontraba dicho local, el cual vi remasterizado en una carnicería. Por probar le pregunté a encargado sobre qué había pasado con el local anterior, y me respondió diciendo que para ahorrar dinero de mantenimiento el viejo vendedor tenía un puesto en el mercado de la plaza. Vuelta al principio, ahora tendría que buscar su puesto.
Cansado de hacer el pazguato le pregunté a la primera persona con la cual me encontré entre la multitud que se fue a hacer las compras mañaneras. No me fijé mucho, pues la tripa rugía, pero era un chico de estatura media, pelo medio largo de color negro, con tonos más bien carbón, una piel un poco pálida y vistiendo un traje negro acompañada de una corbata del mismo color. En el interior portaba una bonita camisa morada o lila, dependía de la luminosidad del sol. Pude observar que portaba una bolsa con algo, por lo cual eso indicaba que acababa de comprar y esperaba que supiera más o menos dónde se encontraban los puestos.- Disculpa, ¿te podría hacer una pregunta?- Breve pausa.- ¿Verás es que andaba buscando un puesto en el que vendieran libros o más bien lo que busco son cartas náuticas, ¿no habrás visto alguno por casualidad, no? Es que he visto que vienes de comprar, o al menos, eso pienso.- Dije con una sonrisa en la cara mientras apoyaba mi brazo derecho en mi espada colocada en el mismo costado, para estar más cómodo.

Ciertamente, el muchacho me había dado un par de indicaciones muy amablemente. Y no contento con eso, se postuló para llevarme. Ya me advirtió que en ese lugar puede no tener cabida lo que busco, sin embargo por probar, no se pierde nada. Por lo cual asentí agradeciéndole y dejé que el muchacho me guíe. Y así, puse rumbo junto a él para encontrar una buena carta marítima.
Con las manos sobre mi nuca, me aventuré con la nueva persona a la cual iba a conocer. Pensando en mis cosas… La verdad, se me había olvidado la razón por la cual iba a ir a Shellstown. Vagamente podía recordar, por lo cual, seguramente no sea nada que necesite con urgencia, o era mero capricho. Aunque en ese momento se me empezaron a pasar ideas por la cabeza… Ya que iba a ir allí, lo mínimo que podría hacer sería aprovechar el tiempo… Y empezaba a tener cada vez más claro cuál sería mi objetivo allí.
Ya llevábamos un pequeño rato de trayecto, y entonces caí. Estaba tan metido en mis pensamientos que se me olvido ser educado.- ¡Oh!- Exclamé dejando mi cuerpo un tanto alterado.- ¡No me he presentado! ¡Perdona!- La verdad, creo que también exageré un poco el gesto, ciertamente, no sería algo tan grave, mas fue la reacción del momento.- Me llamo Sharp D. Drake, un gusto conocerte.- Dije mientras le tendía la mano a aquella amable persona.
Las pequeñas calles seguían repletas de personas que iban y venían de hacer la compra. Habíamos llegado a los puestos de comida, y yo empezaba a morirme de hambre… Estaban todos repletos de personas, pues la hora de la comida se acercaba y lo mejor era comprar buenos ingredientes para una buena comida… Y el hambre me seguía atormentando por dentro. Así que pensé en otra cosa para poder perder de vista la comida. Y eso hizo que me fijara en lo que el muchacho llevaba. Me preguntaba qué sería lo que habría comprado, porque francamente, aparte de comida no veía muchas cosas más interesantes. O eso, o sólo pensaba en comida…

-Bueno, ¿y qué haces por esta isla? ¿Eres de aquí? ¿O un turista?- Pregunté con intención de liberar a mi mente de tal sufrimiento, y de paso, conocer mejor al chico. Además, así le conozco un poco mejor. Yo ya había vuelto a mi posición anterior, despreocupada, caminando con las manos sobre la nuca.

El joven de cabellos castaños escuchaba con bastante gusto a aquella persona que acababa de conocer. El muchacho alegaba que era médico, y que además formaba parte de una tripulación, aunque no aclaró de qué “tipo” de tripulación era. Esto a mi me era curioso, ¿formar parte de una tripulación, eh? Esto es algo que no había pensado para mi futuro, mi objetivo principal se absenta de tener o pertenecer a una tripulación, lo podía hacer bien sólo, sin embargo eso podría ser aburrido.- ¡Así que médico!- Exclamé.- Eso suena interesante. Y también tienes una tripulación, eso suena divertido.
Seguí a mi nuevo amigo, que por cierto, aun no me había dicho su nombre, hasta llegar a una zona un tanto alejada del comercio central para entrar a una tienda que por fuera se veía tan grande como la carnicería que anteriormente pasé, eso era una buena señal para mí. Pasamos mientras el sonido angelical de unas campanillas nos deleitaba a nosotros y avisaba al vendedor de nuestra entrada en la tienda. Al pasar se pudo ver la nada, un pequeño desierto de personas ante nosotros. Pero sin contar eso, mi cabeza se volvió algo loca, al ver bastantes libros en estanterías, mapas tirados, algunos utensilios de navegación… Estas cosas hacían que fuera más seguro que aquí sea donde ahora vendiera mi “amigo”.
Tras de que mi compañero pulsara un pequeño timbre, de entre las sombras de detrás apareció un anciano. Lamentablemente no pude reconocerle, aunque me sonaba familiar. Y decepcionantemente, no era tampoco la persona que esperaba encontrar, mas, con mi convicción de que mi instinto no me fallaba, pregunté.- Buenos días buen hombre. Cierto es que busco un objeto, pero antes de ello me gustaría preguntarle una cosa.- El anciano parecía algo perplejo según su expresión facial.- Tengo una gran corazonada de que esta tienda, o al menos, los objetos, tenían como dueño a un antiguo amigo mío. ¿Por algún casual no conocerá a un hombre, de una edad pareja a la suya, llamado Xetore Illuminatore?

Tras mi pregunta, el anciano estaba aún más sorprendido, y lo que dijo a continuación me dejó perplejo.- ¿Usted es Drake? Está más crecidito de lo que esperaba.- Afirmó el hombre, dejándome sin habla alguna. Al parecer sí que conocía a mi amigo, y también me conocía a mi.- Discúlpeme, pero no creo saber quién es usted…- Dije en un tono que sonaba a disculpa.- Oh, claro, la última vez que nos vimos eras demasiado pequeño. Soy el hermano mayor de Xetore, Frederic, un gusto.
Durante unos cinco minutos de charla, en el cual nos informábamos el uno al otro de los sucesos más sobresalientes del tiempo en que no nos hemos visto, el me comentó que su hermano se encontraba ahora de viaje, y que en unas semanas volvería. También me di cuenta, que inconsciente mente estaba excluyendo a mi pobre guía de la conversación, así que de alguna manera extraña le metí, aunque ahora sólo fuera para hablar de lo que venía a buscar.- Pues yo venía para pedirte una carta náutica, amigo mío. Si tuvieras una que me llevara a Shellstown, te lo agradecería.
El viejo hombre se metió de nuevo en la trastienda para buscarme lo pedido, y mientras tanto, yo aprovechaba para poder agradecerle una vez más a mi guía por haberme traído hasta aquí, hizo más de lo que en un principio buscaba.- De nuevo muchas gracias… Lo siento, pero no sé tu nombre, jajaja, es posible que lo hayas mencionado, y de ser así, me disculpo enormemente por no recordarlo.- Dije mientras me rascaba la nuca.- Por curiosidad, ¿a dónde se dirige tu embarcación?- Pregunté antes de cortar rápidamente con un.- Tranquilo, que no quiero que me llevéis a ningún sitio, jajaja.- Para aclarar las cosas.- ¿Provenís de algún sitio de interés, os dirigís a alguno..? Me resulta muy interesante hablar con viajeros, siempre te cuentan alguna que otra cosa interesante, anécdotas de sus viajes, información de utilidad para otros viajeros, cosas así. Pero tampoco estás obligado a responder.- Dije mientras me reía.

Tras unos escasos minutos salió de nuevo y se podía ver en la figura del hombre, un pequeño “papel” en su mano.- Toma hijo, esta es una carta de navegación de muy buena calidad, no sólo te puede llevar a Shellstown, si no que te indica bien cómo llegar a casi todas las islas del East Blue.- Perfecto, la verdad es que este mapa me venía bastante bien, y no parece que sea otra imitación, así pues, me propuse a pagar, aunque el anciano se empeñó en dejármelo gratis. Seguidamente el hombre se giró hacia mi compañero y le preguntó si él también deseaba algo.

Al parecer mi socio era importante, miembro de la tripulación de un Yonkaikyo. Eso significaba dos cosas, era una persona fuerte, o al menos, tenía amigos fuertes, y estaba haciendo buenas migas con una persona que indirectamente trabaja para el gobierno. No hay que malinterpretarme, el muchacho me cae bien, y creo que teníamos algo en común, nos gustaba nutrirnos de sabiduría.- ¿Excavaciones arqueológicas? Eso suena la mar de interesante. Adoro la arqueología. Si dices que es aburrido a lo mejor no estarás bien enterado, pero dime, ¿qué buscáis exactamente? Por esta zona, la zona de los blues no hay mucho que encontrar. Donde hay buenos descubrimientos por hacer es en el Grand Line.- Le decía algo contento por la noticia. Realmente las venas de mi madre hacían que me encantase la historia y el mundo antiguo. Me gustaría poder conocer a ese tal Derian, podríamos hacer buenas migas.
Ya teníamos lo que queríamos, el un colgante que le había atraído curiosidad y yo mis mapas náuticos. Me despedí de mi nuevo amigo e invité a Alex a salir.- Bueno, muchas gracias por haberme acompañado hasta aquí. Me gustaría invitarte a una copa para poder agradecértelo. A una comida o algo.- Le dije con esperanza de poder seguir manteniendo conversación con él. Ciertamente no tenía ninguna prisa en marcharme del lugar. Tenía lo que quería, sí, pero por qué no disfrutar más de los viajes. Además, cuanta más gente tuviera conocida por los mares sería mejor, nunca viene mal tener amistades, en un futuro podrían ayudar.

Caminábamos por las calles del pueblo. A parte de la comida quería hacer alguna que otra cosa por él, pues siempre que visitaba una isla acababa en los mismos lugares, antros para que uno se atiborrase de lo que quisiera con tal de pagar. Y como digo, hay que disfrutar un poco más los viajes, así que empecé a pensar en cuáles eran las cosas que más me gustaban hacer cuando venía aquí de niño. Y finalmente recordé que me lo pasa bastante bien, adentrándome al bosque para acabar en una bonita playa. Recuerdo que era poco transitada y que siempre había cosas divertidas que hacer. Así pues, decidí esperar a después de la comida, si aceptada el plan, para proponérselo, pues a lo mejor el muchacho ya tenía planes.

Al final el muchacho de negros cabellos decidió aceptar mi proposición de invitarle a una pequeña comida, y por suerte conocía un perfecto lugar en el cual hacían unas deliciosas bolas de pulpo, especialidades e la zona. Le agarré de la mano y le susurré “Sígueme” mientras me adentraba entre la gran multitud esquivando a las personas mientras me dirigía a una zona costera del lugar, pues el establecimiento del que hablaba se trataba de un chiringuito de playa. La zona estaba desierta, no había nadie tomando el anaranjado sol ni jugando en la iluminada y brillante arena. El dependiente era un tipo de tez negra, con pelo largo, con rastas y una camiseta corta. Pedí un set de doce bolitas de pulpo y guié a Alex para que nos sentáramos en un banco cercano.
Y mientras degustábamos nuestra deliciosa comida, una mujer pelirroja con un vestido que le dejaba bien marcados sus dotes de mujer y tan corto era el vestido que te dejaba ver bien lo que a ciertas personas les gustaría. El vestido era rojo, tenía pintalabios del mismo color, de mi altura, con pendientes de aro,  y no aparentaba mucho más de veinte años. Cuando escuchamos el grito, Alex y yo – como dos buenos caballeros que somos – fuimos corriendo a socorrer a la muchacha, tirando con las prisas mis bolas de pulpo.

La muchacha nos comentó que la había atacado un hombre que  medía como más de dos metros, sin camiseta y pezones con forma de corazón. Decía que tenía una máscara de oso panda en la cabeza… No nos aclaró nada, se encontraba hablando por el caracolófono y aquella persona apareció por detrás y le robó su bolso. Al parecer la chica hace poco que había vuelto de una fiesta… Y eso se podía ver claramente.- ¿Así que te han robado?- Fue todo lo que pude decir, y la muchacha entre lágrimas y gritos me lo afirmaba y me pedía que fuera tras él, que se dirigió en dirección a las montañas.- Pero es que justo ahora…- Intentaba explicarle antes de que me metiera la cabeza de lleno en sus pechos para intentar convencerme entre más lágrimas y chillos.
Cuando pude respirar aire fresco y no su perfume, me encontraba aturdido, y lo único que pude hacer fue intentar hablar…- A… Alex, y si le hacemos este favor…- Dije algo tonto.

–¿Alex? –Repetí mientras giraba mi cabeza para ver a mi compañero, y menuda sorpresa. Al parecer la mujer había conseguido embelesarlo de una forma maestra, y eso se le notaba en la cara a mi amigo. –En fin, iré yo a buscar al ladronzuelo, tu… Quédate con ella por si las moscas. –Le decía mientras me daba media vuelta e iba en dirección citada por la muchacha con su dedo acusador, no sin antes coger lo que me quedaba de comida, claro, eso en frío no sabría de la misma manera.
¿Un hombre sin camiseta con máscara de panda que se dedica a robar? Y lo que más me llamó la atención fue en que nos dijo que sus pezones tenían forma de corazón. ¿Quién se fija en eso? Y mejor aún, ¿cómo podría ser posible? La verdad es que ya me picaba demasiado la curiosidad y tenía ganas de encontrarme con el causante del hurto.

Mientras continuaba mi andar, pasé por delante de lo que parecía ser una carnicería, en la cual se encontraba lo que parecía ser el dependiente –algo mosqueado- en la puerta. La verdad es que ver a alguien tan fortachón, con una cara que daba miedo pegar gritos junto a aquél delantal sangriento daba algo de grima. Me acerqué con cuidado y le pregunté la razón de tal mal humor. No sé por qué lo hice, me lanzó tal mirada que pensé que me mataría. Sin embargo acabó por explicarme. –Pues verás renacuajo, resulta que un friki acaba de entrar a mi tienda para robarme, y eso no le gusta a nadie ¡verdad! –Me decía alterado. Treinta quilos de carne de vacuno le habían robado. Y se lo había llevado todo… Un chiflado disfrazado de panda, con unos pezones peculiares… Válgame. Esto ya se me hacía extraño. Puede que sea un hombre al que le atraiga robar por gusto, porque robar treinta quilos de carne porque sí se me hacía raro, aunque… Yo también podría hacerlo perfectamente.
Le pregunté qué ruta había tomado este muchacho, por llamarlo de alguna manera, y me dijo que había continuado recta toda la calle. –¿Pero es que acaso piensas ir tras él? Por favor no me hagas reír mequetrefe, seguro que no podrías ni con esos treinta quilos de carne. –Me decía fanfarrón el carnicero. Simplemente le ignoré el comentario y me puse en marcha.

Me estaba dirigiendo hacia el centro del pequeño lugar. A estas horas el gran mercado ya había cesado y no había tanta gente por la calle. Y sin embargo, había el suficiente para poder contemplar otro barullo. Se trataban de unos artistas callejeros. Les conocía de mi niñez. Estaban gritando en medio de la calle, y ese no era su método naturas de realizar un espectáculo, así pues me animé a preguntar. –¡Nos han robao’! Nos han quitao’ lo instrumentos y la maletina del circo. Aaaaay, que asín no podemos astuar.
Y de nuevo, al parecer fue ese extraño personaje. ¿Qué leñes estaba ocurriendo aquí? Por suerte ahora me mandaron hacia una zona que estaba un poco más alejada del centro, una que no recordaba muy bien, pero bueno. Al menos ya me iba acercando, supongo.