¿Traes nubarrones o cielo azul, brujita? [Moderado Brianna]

Parecía que sus movimientos lentos y cuidados habían tenido la respuesta deseada, eso la hizo sentir un poco más tranquila y al mismo tiempo la hizo sentir un poco feliz. Había conseguido que se tranquilizara y que al menos pudiera comer. Dejo que comiera tranquilamente aunque permanecía a su lado para que se fuera acostumbrando a su presencia. Intentaba no molestarle, simplemente dejarlo comer mientras ella se aseguraba de que todo iba bien. Le había causado cierta curiosidad aquella protuberancia rosa que vio aparecer en su nariz. ¿Que podría ser aquello? Tal vez el chico podría ser un usuario de akuma con ella, aunque por el momento no tenía mas pruebas sobre ello y no le interesaba realmente. Más que todo aquello quería buscar una forma de poder ayudarle.

Una vez que vio que se había terminado el plato llevo nuevamente su mano de forma muy lenta en esta ocasión hasta la espalda del chico para intentar acariciarla de forma lenta y delicada, si le dejaba intentaría entonces acariciar su cabeza con la misma dulzura y la misma calma que estaba empleando para todo lo demás. Tenía que ser muy cuidadosa con él, después de todo había comprobado que era como un pobre perrito al que le habían dado una paliza. Ciertamente eso es lo que era, un pobre chico al que habían dado una terrible paliza y le habían destrozado la vida y ahora mismo era como un animalito asustado que no quería que siguieran haciéndole daño.

Le miraba totalmente enternecida y porsupuesto entendía que el resto de pacientes se alejaran de ellos dos en aquel momento, era un chico peligroso pero era mas por el propio miedo que tenía que por el hecho de querer hacerle daño a alguien. Esperaba que en esta ocasión sus caricias y sus cuidados cariñosos le hicieran asimilar que su presencia, que la persona que desprendía el olor a lilas y grosellas que normalmente acompañaba siempre a Brianna era de fiar, que no le haría daño y que solo quería hacerle bien y poder ayudarle.

Devora, devora y devora… La comida desaparece ante tus ojos sin dejar rastro, hasta que finalmente el plato —si es que se le puede llamar así— queda tan limpio como antes de servirse la comida. Es una maravilla de comensal, ya que seguramente con él no se tenga que comprar un lavaplatos —si es que no te da asco ni te importa la higiene lo más mínimo—. Independientemente de ese detalle, todo lo comestible desaparece en cuestión de un minuto y, en cuanto este está vacío, parece dejar de ser del interés del chaval. Y es lógico, a nadie le mola la cerámica excepto a los alfareros, que están enfermos.

De hecho, corrijo las palabras: no están completamente vacíos. Las lágrimas, que recorren la mejilla del chaval por mano de la gravedad, no tardan en alcanzar la barbilla y caer al plato, como si de un vaso improvisado se tratase. Parece algo más recompuesto, pero a pesar de ello sus lloros no cesan de ninguna de las formas. Parece encomendado a lo que Dios —o quien sea que sea aquel al que adoran— le quiera dar, si es que sigue vivo para él. Tu mano se posa sobre su cálida espalda, algo encorvada por su postura casi fetal, pero él no reacciona más que en el instante y con un leve espasmo de sorpresa. Te permite hacer lo que gustas mientras se esfuerza por respirar y arrancar las saladas gotas de sus mejillas, que no parecen frenar tus caricias.

Pueden pasar cerca de dos minutos hasta que finalmente toma la iniciativa, levantándose con suavidad y dándose la vuelta, mirándote frente a frente —si estuvieras sentada, volvería a bajar—. Sus ojos, blancos, se clavan en los tuyos, atravesándolos por completo. A pesar de que carezca de visión, estos aún transmiten tantos matices como los de cualquiera, o incluso más. Suspira y te mira de arriba abajo, aspirando sonoramente como un perro. Te toma entonces de la mano, moviendo esta lentamente para no parecer amenazante y, si le dejas, la abraza con la suya, algo más grande. Trataría de levantarse y, a continuación, llevarte con gentileza y suavidad al exterior, tratando de llevarte algo lejos de allí sin mediar palabra, aunque su mano tiembla por alguna razón. Por otro lado, crees escuchar tu nombre desde la cabaña de la jefa, aunque no lo tienes muy claro.

Parecía que había logrado tomar un poco de confianza con aquel pobre muchacho. Esperaba que aquello la ayudase a poder tratarle o al menos intentar que no se sintiera tan amenazado en aquel lugar. Es cierto que en su estado todo parecía terriblemente oscuro y siniestro. Era normal que todo cuanto escuchase y todo cuanto sintiese se convirtiese en una amenaza. Por ese motivo de alguna manera intentaba que se sintiera mas tranquilo y que entendiera que la gente que había allí no quería hacerle daño como le habían hecho aquellos hombres tan terribles que habían destruido sus tímpanos y posiblemente hubieran terminado también con su capacidad de visión.

Dejo que el chico tomara su mano al ver que se movía de forma calmada y entonces se dejo llevar. Esperaba que no quisiera hacerle daño nuevamente pero esta vez estaría preparada por si acaso. Escucho algo a la lejanía, pero no era momento de girarse ni de parar, no quería estropear aquel momento que había conseguido con el joven y teniendo en cuenta que tal vez simplemente se lo había imaginado no quería perder la confianza lograda por ver si la habían llamado o no. Si realmente la necesitaban solo tendrían que seguirlos e intentar hablar con ella mientras seguía al chico. Se preguntaba donde quería llevarla, que quería enseñarle exactamente o que propósitos tenía, pero en aquel instante se dejaría llevar para poder averiguarlo.

No podía negar que la situación era un poco tensa, más que nada por el tema de la guerra o la batalla que se avecinaba, por el estrés de la gente de la aldea, por la propia situación del chico. Esperaba que no ocurriera nada que pudiera alterarlo, en aquel instante lo único que ella quería era conseguir que confiase en ella y ver donde la llevaba. Tal vez pudiese entender que quería o que le ocurría, las cosas se habían complicado más de lo esperado, ella que solo asistía a aquella isla en busca de información sobre su hermano en un concierto, había terminado envuelta en una guerrilla contra la guardia de English Garden. Definitivamente el mundo daba muchas vueltas y el destino era bastante caprichoso, aunque siendo sinceros Brianna nunca había creído demasiado en el destino.

Te lleva de la mano, con decisión y pasos claros, hasta un lugar apartado de la aldea. Ya aclaramos debidamente que no hay realmente árboles como tal por la zona, sino que es más bien una aburrida y monótona pradera. Aun así, sí que hay algunos arbustos de mayor tamaño que os sirven de refugio durante un rato e impiden que aquellos aldeanos os puedan ver hablar. Estáis en un lugar ''privado'' donde el chico de morenos cabellos está en posición de hacer lo que quiera, lejos de los ojos indiscretos de aquellos que conviven con el chico. Ray entonces se frota las costillas, esgrimiendo una mueca de dolor, seguramente todavía con las consecuencias de la patada que recibió por parte de Elm. Mira alrededor, moviendo la nariz de una forma demasiado pronunciada, hasta cómica, como si de un perro olfateando se tratase. Y, al pasar cerca de un cuarto de minuto, te mira fijamente mientras te tiende una mano algo temblorosa.

— Ayer ya te dijeron mi nombre, pero soy Ray, abreviación de Brayan. Bueno, no, ya que ese es el nombre que me puse a mí mism-- —Su pronunciación es impoluta en todos los sentidos, logrando incluso que hasta tú te puedas abochornar. Parece un robot dedicado al habla, ya que no se deja letra atrás y le puedes entender a la perfección, quizás gozándolo. Su voz, aunque no es correcto definirla como bonita, sí que es placentera de escuchar—. Bueno, me estoy… me estoy alargando —Mira nuevamente a todas direcciones, haciendo ese movimiento tan característico, aunque esta vez si te fijas podrás ver que no es una nariz respingona, sino estrellada—. Demasiados detalles innecesarios, ¿no es así? —Parece no prestarle atención a la cara de sorpresa que se te pueda haber quedado mientras se ríe por lo bajito, aunque de forma tímida—. A lo que iba… —Te toma de las manos con cierta confianza, pudiendo notar cómo están sudorosas pero frías y con un pulso que deja que desear—. No hace falta una guerra. Ni muerte ni nada, ningún sufrimiento que sea innecesario —Agacha la mirada para fijarse en el fino césped salvaje—. Solo hace falta convencer a la ciudadanía; nada más… Aunque seguro que tendrás preguntas y sería un necio si no te dejara hacerlas a placer. Solo quiero que sepas que soy tu compañero, que pertenezco tanto a English Garden como a la tribu y que quiero lo mejor para ambos. Nada más —Esboza una sonrisa temblorosa, como si no estuviera muy seguro de lo que dice, pero en sus palabras no adviertes mentira alguna.

Por un momento su rostro muestra una clara preocupación en el momento en que siente que aquel muchacho no esta bien del todo, se pregunta si aún esta demasiado débil y si necesita descansar. Pero su rostro cambia completamente a uno de sorpresa y confusión cuando le escucha hablar de aquella forma. ¿Cómo es posible? Creía que ni escuchaba ni veía y que tampoco tenia unas competencias comunicativas demasiado buenas. Realmente estaba sorprendida y no entendía nada en absoluto, después de verle comportarse como un autentico salvaje no podía creer que aquel chico fuera realmente tan civilizado. Realmente entendía lo que quería decir, ella tampoco quería muertes innecesarias ¿pero como podría convencer a al ciudadanía de aquello? No sabía que hacer y aún estaba un poco en shock por ver aquello.

Dejo que tomara sus manos y nuevamente se preocupo al notar su pulso tan bajo y sus manos tan frías y sudorosas — ¿te encuentras bien? me...¿me escuchas? esto es una locura... — por un momento no sabia que hacer, no sabía si realmente la escuchaba o no, si entendía lo que le decía pero por extraño que pareciese realmente creía que si así que siguió hablando. — No quiero que nadie sufra, pero ¿que puedo hacer yo? ¿como puedo evitar esta batalla y ayudar al mismo tiempo a la tribu? necesitan ayuda y ahora mismo estoy bastante perdida... — además de que no entendía como podía comunicarse con él de aquella forma si se suponía que era ciego y sordo, aquello era una verdadera locura y no sabía que hacer o como comportarse.

— Dime... ¿como es esto posible? — quería una explicación de lo que estaba viendo en aquel momento y también quería que el chico le dijera como podría ayudar. Puede que Brianna fuera una simple doctora o al menos eso es lo que ella había pensado siempre, pero quería ayudar a todos los hombres y mujeres de la tribu, quería que pudieran vivir una vida plena y sin sufrimiento, pudiendo comer y tener una vida cómoda y segura. Después de todo eran unas buenas personas y no merecían pasar hambre ni penurias por vivir en un lugar en el que la tierra no era prospera. ¿Como podrían arreglar eso? Esperaba encontrar una forma de ayudarlos a todos y evitar totalmente el sufrimiento y las muertes innecesarias, pero ¿cómo? esa era realmente la pregunta que no dejaba de hacerse en su cabeza.

Bueno, bueno, bueno, señorita Brianna… El chaval asiente, sonriendo tímidamente, a tu primera pregunta. Está claro, por varias razones, que te escucha a la perfección o al menos entiende lo que le quieres transmitir. Tras esto, aguarda con cierta paciencia a que continúes hablando, hasta que finalizas de una vez por todas y se queda mirándote —más o menos— fijamente, hasta que su cabeza parece llegar a una conclusión y finalmente abre la boca para comenzar a hablar.

— Estoy perfectamente… creo —Mira a su alrededor, como buscando algo que, obviamente, no está ahí ni va a ver—. Bueno, he estado mejor, pero… Bien, sí, no me quejo. Creo. No sé —Parece que, si le das tiempo y silencio, podría estar alargando aquella explicación hasta el fin de los días, pero finalmente logra volver a su ser por sí mismo y avanzar en la conversación—. De todas formas… Esto no va sobre mí, sino de la aldea y de la isla casi por completo —Se mete entonces la mano en el pantalón, con cierta dificultad, y, a pesar de estar algo raído, parecía ser capaz de ocultar a la perfección un par de papeles. Los deja en el plano suelo, señalándolos mientras que con ese mismo dedo se limita a pasearse por encima de ellos—. Esto es un mapa de English Garden, completo —Si observas mínimamente el papel te podrás fijar en que las líneas lo cruzan de esquina a esquina, pero no en la tinta, sino directamente sobre esta. Es un mapa para ciegos, o quizás la costumbre del lugar—. Esta parte, que ocupa casi la palma de mi mano, es la ciudad, con sus cinco zonas, mientras que esta… —Lleva su dedo a uno de los límites—… son los límites, donde vivimos nosotros y más gente en la misma situación. Menos de una falange en total. Una zona yerma, donde la tierra carece de los más básicos nutrientes para servir de alimento a las plantas y todo lo que derive de ellas —Se nota el pesar que arrastra de sílaba a sílaba, hasta que termina suspirando y tragando con cierta dificultad—. A lo que iba… La reina de English Garden, aunque difícil de alcanzar, es amable y le gusta proveer. Nosotros tenemos cierta dificultad para relacionarnos con ellos, ya sea por nuestra dificultad al hablar, que nos impide siquiera traspasar la barrera de la burocracia… —dice apenado, señalando a la aldea—… o el racismo que embarga la isla al completo —Levanta su ropa y ves que está cubierto de hematomas, incluido uno gigantesco que atraviesa su tripa—. Me vieron y me golpearon hasta el desconocimiento por pertenecer a este lugar… Solo estaba desorientado cuando te hice… aquello. Lo siento muchísimo.

Parece que se va a poner a llorar por unos segundos, respirando con dificultad hasta que se seca una lágrima y se aclara la garganta, mirando a los papeles.

— Pero no todos son igual. Sé que la reina ama el espectáculo y que estaría a nuestro alcance en cualquier evento multimedia lo suficientemente grande. Teatro, música, danza… —Sus ojos, blancos por completo, adoptan un brillo que no sabrías cómo definir aparte de positivo y enternecedor—. Y tengo la información de que esta misma tarde se realizará un concierto realmente publicitado de una mujer cuya voz definen como maravillosa. Independientemente de eso… —Su mano vuelve a la tuya, sujetando los dedos y ejerciendo cierta presión que no llega a hacerte daño en ningún momento—… es la oportunidad de que tú te cueles, la encuentres y le comentes lo que sucede. No hará falta nada más, estoy seguro de ello.

Parece estar realmente seguro de las palabras que va diciendo. ¿Optimismo o ingenuidad?

Aquello era cuanto menos curioso. Tanto el mapa como las palabras que aquel chico le estaba diciendo, al parecer su concierto no iba a servirle solamente a ella para reunir información sobre Velkan. Si no que ahora tenía la capacidad de ayudar a una tribu entera a conseguir una vida mejor. ¿Pero sería capaz de hacerlo? No es que fuera demasiado diestra hablando con la gente, después de todo por muy noble que fuera su linaje había pasado demasiado tiempo lejos de lo Byrne como para poder considerarse una noble. Aunque si, tenía conocimientos de etiqueta, al menos los que le dieron cuando era niña, de algo le tendría que servir y si era capaz de ayudar a aquella gente serían usados de forma correcta.

—  Verás, no me hace falta colarme en esa fiesta...yo soy quien canta — dejo salir un leve suspiro cuando terminó de decir aquella frase, aún así no las tenían todas consigo. — No se si podré hacerlo, nunca hable con una reina, tampoco se como explicarle la situación o como demostrar que estáis viviendo en miseria, ¿cómo podemos hacerlo? — es cierto que no tendrían que colarse en la fiesta, aunque siendo sinceros para ella tampoco era ningún problema hacerlo. Era tan fácil como abrir una puerta, literalmente hablando. Pero en esta ocasión su concierto sería suficiente para conseguir un pase.

El problema real surgiría una vez que estuvieran dentro, ¿que podrían hacer para acercarse a la reina? ¿cómo podían abordar ese tema sin resultar completamente inapropiados o molestos? Tal vez si Ray la acompañaba, como si fuera su acompañante, de esa forma podrían demostrar que son gente buena, que no quieren hacerle daño a nadie y que no son salvajes como todos piensan. — Tal vez si vinieras conmigo... — le miro esperando una respuesta por su parte, esperaba que realmente que la reina los ayudase, que demostrase que era una buena persona, que no quería tenerlos muriendo de hambre. Aquellas gentes solo querían unas tierras donde poder vivir, nada más.

Aquellos ojos blancos se iluminaron al escuchar tu comentario. A pesar de lo apagados que estaban la primera vez que cruzaste miradas con estos, ahora notas que tienen cierta luz propia, como prendidos gracias a la esperanza que estás trayendo a su tierra o, mejor dicho, a sus planes para y con su tribu. Asiente varias veces, no tratando de responder a ninguna pregunta —puesto que todavía no ha escuchado ninguna— sino para reafirmarse en que no estaba para nada equivocado al pedirte a ti que cumplieses aquello. Y, como si hubiera dejado de comunicarse con palabras, empieza a negar fervientemente con cabeza y cuello en cuanto te muestras insegura ante la idea de presentarse ante la mismísima reina de English Garden. En su mente y en sus gestos parece estar clara la idea de que aquello que ha trazado, con más o menos cuidado, es algo que se puede lograr por muy difícil que parezca y que, teniendo tu afirmativa, no dudará en pulir como idea para facilitarte el camino. Espera a que termines de hablar, con el pulgar y el índice sujetando su barbilla mientras se fija en ti. No, de hecho está mirando más allá. Bueno, ''mirando''.

— La reina es una mujer que está muy alta en el estrato, sí. Desde la perspectiva de un chico como yo o de cualquiera de mi tribu, ni subiendo la más alta de las escaleras podríamos mirar qué calza, pero no es así para los que vivís en su ''civilización'', como se esfuerzan en remarcar para separarse de nosotros —Se lleva la mano a la tripa de forma inconsciente, acariciando las heridas que le dejaron de recuerdo de su última incursión—. Por más que la viera de frente, en cuanto diera un paso, quince de sus hombres se abalanzarían sobre mí y me matarían al marcarme como amenaza. Dan igual mis intenciones, quién sea o lo que quiera; represento un problema para ellos porque soy… bueno, un salvaje —Mueve su ropa, dejando claro lo raída que está—. Para ti es muy distinto, especialmente si eres la artista. Vamos a ver… —Separando su mano de su cuerpo, comienza a gesticular mucho, haciendo movimientos hasta con los dedos—. La reina de esta isla es una persona excéntrica y fría, pero solo por la mampara de cristal que la separa del resto de personas. ¿Qué es esa mampara? Su cuerpo real. O sea, no el suyo, sino los guardias. Cuando va a ver arte, se decide a apartarlos a todos, puesto que de otra forma es incapaz de concentrarse en el espectáculo y ahí… —Te señala a ti con todo el descaro del mundo—… entras tú, señorita. Irás allí, darás el mayor concierto que haya visto nunca y la podrás pillar con la guardia baja. Si quieres que vaya contigo… lo haré, pero creo que dificultaré más tu camino —Sufre un escalofrío, mirando en dirección a la ciudad—. Si estás de acuerdo, recoge lo que vayas a necesitar y marchemos a la entrada de la ciudad. Si no… —Se escuchan algunos gritos de la tribu, diciendo claramente tu nombre—… puedes quedarte con ellos.

Entendía lo que quería decirle, claro que lo entendía, aquel chico solo quería lo mejor para su tribu y en aquel momento Brianna era una de las formas de conseguirlo. Suspiro un poco y entonces asintió — esta bien, iré, pero antes tenemos que volver para que coja un par de cosas y avise a la jefa para que me de un poco de tiempo — no sería bueno que mientras ella estaba intentando conseguir ayuda para ellos, se presentase la tribu lista para comenzar la guerra, eso no daría una buena imagen y daría al traste completamente con todo el plan.

Fue hasta la aldea nuevamente acompañada de Ryan, esperaba que el chico estuviera bien y fue hasta la tienda de la jefa. — Disculpe, necesito hablar con usted, creo que hay una forma de conseguir que nos escuchen sin necesidad de una guerra... — Brianna se acerco un poco más para contarle el plan de ir a celebrar el concierto por el que había venido en primer lugar y aprovechar aquel lugar para hablar con la reina de la situación que estaban viviendo. Si eso ya no funcionaba, entonces no tendrían mas oportunidades y la guerra sería el único camino.

— Le ruego que me deje intentarlo, una ultima oportunidad para poder hacer esto por la vía pacifica, por favor, si no funciona volveré para ser su médico en la batalla — realmente quería que la jefa le diera un poco de tiempo para ver si aquello funcionaba. Si lograban que las cosas se llevaran de la forma pacifica entonces habría servido para algo. Si al final no había más remedio que hacerlo por las malas, no tendría más remedio que simplemente ayudar como médico como buenamente pudiera.

Tendría que ir de vuelta al hotel para recuperar su maleta y eso seguramente le llevaría un rato si no había forma de transporte, tal vez pudieran dejarle un caballo. Realmente esperaba poder llegar pronto para arreglarse y presentarse ante todos aquellos nobles con una apariencia digna, darles una lección con su música y entonces llamar la atención de la reina. Si lograba hacer eso, después tendría que hablar con ella y siendo sinceros eso le daba un poco de miedo. No sabía si sería o no sería capaz de conseguir ayudar a la tribu, pero haría cuanto estuviera en su mano para conseguirlo.

Aunque algo nervioso por todo lo que va a suceder y, más aún, por lo que pasará de aquí en adelante, no tarda en asentir a tu petición. Parece un poco inseguro respecto a lo que estás haciendo, pero teniendo en cuenta que eres el prisma principal de todo su plan… Quizás prefiere dejarte una libertad para que así no suceda nada malo.

— Solo no te quedes atrapada allí, ¿vale? —Mira entonces hacia el suelo, reincorporándose y suspirando—. Prepararé un par de cosas antes de marcharnos.

Entonces tú te alejas de Ryan, esperando este casi cinco pasos en comenzar a seguirte: mantiene una distancia de seguridad. No porque estés enferma ni le des asco, no, sino algo más simple que puedes captar en cuanto miras hacia los lados. Los habitantes de la aldea están clavando sus miradas sobre el chico con toda su crudeza, llevándolas hacia ti posteriormente y dejándolas caer con suavidad y una sonrisa. No tardas en llegar hasta la simple construcción y, antes de que te tengas que parar, ambos guardias cruzan armas para evitar tu paso, pero algo chistea desde el interior y les obliga a volver a su postura previa. Obviamente ha sido la jefa de la aldea, que está agradecida de verte tras dar toooooodos esos gritos en tu busca. Y mira que le es complicado pronunciar tu nombre por completo dos veces seguidas.

Escucha tus palabras, abriendo los ojos con gran sorpresa y borrándosele la mueca de su cara, pero permitiéndote acortar distancias y escuchándote con toda claridad. Asiente mientras narras y, de haber mencionado al ciego —ya que obvias el relato—, arrugaría su rostro para hacer un mohíno, algo gracioso teniendo en cuenta su cara. Asiente varias veces finalmente en cuanto cesas tu discurso, mirando al horizonte mientras está claramente pensando sobre lo que le has dicho. Se muerde los labios y los dedos golpean nerviosamente el asiento, pero la respuesta tarda en llegar. De hecho, puedes escuchar algunos gritos caldeados a las afueras de la tienda, gruñendo lo que parece ser una canción para la guerra.

— B-Buen…o. Te d-dejaremos y-ya que… eres importante para n…osotros —Parece claramente decepcionada y agotada, clavando sus pupilas en el suelo, pero segundos más tarde deja su asiento y te mira frente a frente—. Los i-iré a calmar… —Entonces dobla su espalda lo suficiente como para que su boca quede a la altura de tu oído y, acercándose, si es que se lo permites, recitaría otras pocas palabras, llenas de seguridad y confianza—. Si para la medianoche no tenemos noticias, atacaremos. Estamos cansados de esperar.

Pasa de largo sin que le puedas decir nada, ya que una vez que giras para mirarla ha desaparecido por completo. Por el otro lado, si miras hacia la puerta encontrarás al chaval que tanto te gusta; ese que por poco no te derritió la nuca de mirarte en la tienda de los heridos. Se le escapa una sonrisa al verte allí dentro y trata de entrar, pero nuevamente los guardias hacen su trabajo. Si no le permitieras el paso —ya que la jefa se fue y tú eres la máxima responsabilidad allí—, empezaría a gritar, agarrando las lanzas y tratando de pasar:

— ¡T-Te conozco! —Diría una y otra vez, hasta que le tumbasen en el suelo si no intervienes antes. Llegados a ese punto, puedes simplemente pasar de largo e ir a hacer lo que te propones.

Si pidieses un caballo a cualquiera te lo darían con suma felicidad, aunque solo hace falta ver la escasez de alimentos y de pastos para jurar que nadie tendría uno. De continuar igualmente con el plan, se te presentaría poco después Ryan, vestido con un traje algo descompuesto pero que parece simplemente algo más alternativo. No puede evitar ese toque tribal que tiene, pero al menos lo disimula. Te quedaría pues hacer el camino hasta el hotel de quererlo, aunque pasear por English Garden con él quizás no es muy seguro.

Aun así, si quisieras dejarle pasar, tardaría un rato en conectar palabras, mirándote fijamente durante lo que parece ser medio minuto.

— T-Tú eres… Brianna Byrne —Baja hasta tus pies, sube por tu cadera y se para en tu cuello y rostro, con una mueca que esconde tantos sentimientos que podrías reconocerlos casi todos y ninguno a la vez—. E-Estuviste en... m-mi barco.

Había conseguido que la jefa de la tribu le diera su visto bueno para hacer lo que querían hacer. Esperaba que todo saliera bien realmente, las cosas cada vez parecían las peligrosas y tenía miedo de que realmente no pudiera hacer nada y esa pobre gente tuviera que entrar en guerra contra los caballeros de English Garden, caballeros que estaban bastante más preparados para entrar en batalla de lo que estaban esos pobres. No quería que hubiera perdidas humanas, ella como médico que era había jurado proteger y curar a cualquier persona que tuviera problemas y en aquel momento tanto los integrantes de la tribu como los ciudadanos de english garden merecían seguir enteros.

Iba a salir de la tienda para buscar sus cosas cuando escucho los gritos de aquel hombre. Se quedo un momento mirandolo hasta que lo identifico, era el mismo que había dicho su nombre cuando estaba en la tienda de campaña salvando a los heridos. Dijo su nombre de nuevo y dijo algo que la hizo sentirse muy confundida, ¿estuvo en su barco? Eso tenía que ser una equivocación, ella no recordaba su cara o al menos no recordaba haber compartido barco con él. ¿Quién podía ser aquel hombre que aseguraba haber estado con ella en el mismo barco?

Le pidió a los guardias que lo dejaran pasar pero que mantuvieran un ojo sobre su persona por si acaso — ¿quién eres y de que me conoces? ¿en que barco? — Brianna estaba realmente confundida en aquel momento, ella que ahora mismo tenía la cabeza totalmente centrada en el otro tema no conseguía sumar dos mas dos con aquel tema del barco. Estaba preguntándose como conseguiría hablar con la reina, como haría para llamar su atención y lo más importante como hablaría con ella para hacerla entender la situación precaria en la que se encontraban los habitantes de las tribus.

¿Tú no tenías una cita a la que asistir con premura…? Bueno, tampoco seré yo quien te imponga lo que tengas que hacer, pero que sepas que Ryan está esperando ya a la salida del poblado, con todas las preparaciones que quiso hacer. Ya que no contaba con que tú misma exigieses su compañía, tuvo que marchar a la que era la cabaña de su familia y rescatar una vestimenta que tenía a buen recaudo: está allí, vestido con un traje bastante curioso, que resalta su cuerpo regio pero le sigue dando ese aspecto de tribu. Aun así, podrá servir para pasar desapercibido entre los habitantes de la isla. Si tan solo no fuera porque le están mirando todos como a un bicho raro, podría decir que no le importa estar allí quieto.

Por otro lado, los guardias aceptan y acatan tu petición, dejando pasar al hombre que da tres pasos hacia delante, manteniendo una leve distancia de seguridad. Parece nervioso y algo violento, pero como psicóloga que eres no te es difícil adivinar que está manteniendo una batalla consigo mismo. Algo dentro de él, por sus gestos, parece estar aflorando en contra del resto del cuerpo, y tú eres la semilla que lo ha provocado. Ante tu respuesta mira hacia el suelo, haciendo pasar sus manos por su cara como dos garras pero sin llevar a clavar las uñas, dejando escapar un grito ahogado. Sí, dentro de su cabeza hay una guerra realmente dura. ¿Quizás la guerra le ha provocado esto? No son pocos los militares que pierden la cordura tras ver morir gente, pero algo en él es… bueno, distinto. Solo vuelve en sí cuando escucha los gritos tras de él, provenientes de la jefa, que está poniendo orden en toda la villa.

— S-Soy… Ryo… —dice, agitando su cabeza con violencia y confusión—. ¡P-Pero algo… m-me grita que soy Doublas Mike ''Dollar''! —grita finalmente, desgañitándose. Cualquiera diría que esa frase estaba bien dicha, aunque quizás fue por la tensión, o no. Te suene o no el nombre de primeras, si haces memoria puedes recordar que alguien con ese nombre, también rubio pero más elegante y con un buen habla, estuvo presente en el barco donde estabas retenida. De hecho, era el tercero de mando, bastante cruel a su manera. Si te centras más… bueno, podrás ver las peores experiencias que tuviste con él, surgiendo una tras otra como una estampida que amenaza con llevarte por delante—. ¿¡Q-Qué le p… pasa a m-mi cabeza!? —pregunta él a gritos, visiblemente asustado. Parece ser que él no es el único confuso con toda esta situación y, aunque no miente, puedes oler que aquí hay gato encerrado.

Por cierto, los guardias están flipando.

No podía quedarse allí mucho tiempo, tenía que ir con Ray para ir al concierto y no quería llegar tarde bajo ningún concepto. Pero al escuchar aquel nombre y aquella voz sufrió un escalofrió terrible recorrer su cuerpo de arriba abajo. Se sentía tan incomoda y asqueada recordando de nuevo aquel barco y a sus integrantes, pero si no la recordaba del todo mejor, si no recordaba que ella era una presa mejor todavía. Miro a los guardias y les pidió que lo sacaran con delicadeza de la tienda por que ella tenía que marcharse. Pero antes miro al hombre una vez más, ¿cómo había terminado así?

— Volveré mas tarde y hablaremos de lo que te pasa en la cabeza ¿vale? — quería que se quedase tranquilo y no diera problemas. Pero por ahora tenía una misión entre manos y no quería fallarle a Ray ni a la jefa de la tribu. Pidió un caballo para llegar antes y así poder prepararse de forma adecuada. No podía presentarse ante la reina desaliñada y sucia como se encontraba en aquel momento después de haber estado cuidando de los heridos y enfermos y haber hecho todo el camino andando desde la ciudad hasta el poblado. Le dijeron entonces que no había caballos, aquello era una terrible noticia pero eso solo significaba que tenían que darse más prisa. Así que se reuniría con su compañero, solo esperaba que las cosas salieran bien.

— Vamos, tenemos un camino un poco largo por delante — le dedico una sonrisa y entonces pondrían rumbo hasta la ciudad. Irían al hotel a recoger su equipaje que esperaba que siguiera en el mismo lugar en el que lo dejo, después de todo la habitación estaba pagada. Usaría la ducha del hotel para limpiarse y se cambiaría de ropa, arreglaría su pelo y una vez estuviera lista para ir al concierto iría junto a su acompañante para dar aquella fiesta. — Tranquilo, si prefieres esperarme fuera no pasa nada o incluso si quieres quedarte aquí en el hotel, no quiero que te pongas nervioso o que te hagan daño — le preocupaba aún el estado de Ray y no quería que nada lo alterase.

Una vez el decidiera que quería hacer se presentaría en la fiesta y se presentaría a los guaridas como Brianna Byrne, quien daría el concierto en la fiesta y mostraría el contrato que le habían enviado. Esperaría que los guardias la dejaran pasar y entonces iría a ver si todo estaba preparado para el concierto, estaba nerviosa no podía evitarlo, era algo muy importante y de aquello dependía no solamente encontrar información sobre Velkan, si no un montón de vidas inocentes y eso era algo mucho más importante.

Algo dentro de él, al ver tu reacción y las palabras que le dedicas, se rompe. El pilar de aquello que estaba sujetando lo que se revolvía en su interior se resquebraja hasta quedar en polvo y piedras, siendo él ahora una estatua con un gesto apenado. No es difícil percatarse que, quizás por su condición o porque no tiene nada mejor que hacer —ya que los enfermos no suelen ir a la guerra— no tiene demasiada paciencia respecto a todo a pesar de que, bueno, le sobra el tiempo. Parece no reaccionar cuando le haces la promesa de que más tarde volverás, aunque también puede ser que todo aquello lo haya desconectado de la realidad y esté demasiado concentrado en sus pensamientos. Aun así, sin mover ni una extremidad, siquiera los ojos, asiente, siendo llevado por los guardias al exterior mientras te dejan camino libre para marcharte. Y eso haces. Te acercas a los mismos guardias que te han ayudado, pero niegan con delicadeza y te dejan claro que en aquel lugar no hay ni un mísero caballo: toca ir a patita.

Te acercas entonces a Ray, visible y destacable entre todos, pero que es capaz de ofrecerte una sonrisa y una mirada cálida a pesar de estar ciego. Él, ante tus palabras, simplemente asiente y comienza el camino. Atravesáis el corto trayecto que hay desde la villa hasta el muro y entráis a la ciudad ante la atenta mirada de los guardias. Notas que te están juzgando, aunque sus miradas se dirigen al invidente que tienes a tu lado. Aun así, tras suspirar, vuelven a lo suyo y puedes ir libremente, acercándote hasta el hotel entre miradas indiscretas. Se te presenta la fachada del hotel tal y como la recordabas, con un par de policías que están preguntando acerca del incidente de los dos salvajes que rescataste. Ellos centran su mirada en Ray, enarcando una ceja, y luego la llevan hacia ti, acercándose con aires peligrosos:

— ¿Son ustedes clientes de este hotel? ¿Presenciaron el suceso? —Pregunta, con el aura que podría emitir una mala víbora.

Digas lo que digas, antes de que termines tu primera palabra te van a cortar la frase, fruto de un tono muy adulto:

— Estuvieron de juerga toda la noche. Desde que se inscribieron hasta que acaban de llegar no los hemos visto.

Es aquel señor al que le pediste ayuda para recoger el botiquín médico que necesitabas para ejercer tu profesión, que te mira con un gesto serio, pero que en el fondo te da las gracias por buena samaritana. Te respeta por hacer aquello y te lo piensa devolver.

— ¿Puede enseñarme esos informes…? —dicen los policías al unísono, acercándose al mostrador.

Algo me dice que él se tendrá que esforzar por mentir como buenamente pueda, pero es tu momento para pasar de largo. Llegáis a la habitación, que tiene la puerta completamente rota por culpa de la urgencia que aconteció, pero la del baño está intacta y todas las cosas parecen estar en su sitio. Bueno, jurarías que te faltan unos pocos berries, pero eso tampoco es tan llamativo… Te duchas y te preparas como una diva, presentándote en el pasillo y arrancando una sonrisa bobalicona al chico.

— Lo he planeado yo, tú lo vas a cometer, y si lo estamos haciendo los dos… Lo hacemos juntos —dije, sujetándote las manos para dar fe, pero las suelta al momento algo sonrojado. En ese corto lapso has podido notar un tembleque ligero, pero se esfuerza por ocultarlo y le sale demasiado bien.

No tardáis en recorrer las calles hasta un gigantesco edificio, lleno de gente que va de aquí para allá y un par de guardias que hacen de filtro. En cuanto les enseñes el documento, se les escapará una gran sonrisa y te dejarán paso, pudiendo tú llevar a Ray junto a ti. Un par de pasillos más adelante, siguiendo las claras indicaciones en forma de carteles, eres capaz de llegar a otro guardia que está frente a una puerta de oro macizo que reza ''Staff''. Con que muestres nuevamente el papel, se le escapará una risa nerviosa y abrirá la puerta, asomando la cabeza.

— ¡Jefe, acaba de venir la tal Brianna! —dice con un acento muy cerrado y poca cortesía.

— ¡Trata a nuestra cantante con respecto, Rexton! —exclama un hombre que transmite confianza con las palabras. El gigantesco protector se aparta y ves una sala ocupada por unos cuantos maquilladores, peluqueros y sastres y, en medio, una muchacha rubia junto al hombre del que juras que ha provenido la voz—. ¡Bienvenida a tu espectáculo, señorita Byrne! —Y, de pronto, la cara de la chica se convierte en un mohíno.

— ¿¡No era yo la cantante!? —grita con un tono muy agudp—

— Correcto, eras. Eras y eres el segundo plato en frente de nuestra diva —comenta con toda la parsimonia del mundo, dando dos palmadas y haciendo que el tal Rexton entrase a la habitación y se la llevase por las axilas entre chillidos—. Es un placer verla. Como ve, ya habíamos pensado que no vendría, así que preparamos a otra act… —Mira detrás de ti, inclinándose un poco a la derecha para tener mejor plano—. ¿Un amigo? Bueno, da igual —Hace un gesto moviendo la mano por el aire, mientras se da la vuelta y mira a sus trabajadores—. Tenéis diez minutos para dejarla como una princesa. Y en cuanto termine, que la lleven al escenario a cantar. Porque sabes lo que vas a cantar, ¿no? ¿O piensas improvisar? —Te dice con una sonrisa que puedes tildar de agria. Quizás no es mala gente, pero se nota que mucha parte de su carrera está en juego por ti—. Con algo emotivo nos valdrá, le encantan a nuestra señora reina —Con que la respuesta sea mínimamente convincente, sin mucho margen a responder, te prepararán para salir a escenario y Ray se quedará tras la cortina lateral, observándote.

Es un gigantesco teatro inglés: casi dos decenas de filas de butacas se colocan una tras otra, saludándote aun sin estar frente a ellas. Otras tantas están dispuestas en hasta cuatro pisos de palcos que ocupan las paredes derecha, izquierda y frontal casi por completo, que convierten en aquel edificio en una iglesia del entretenimiento con casi un aforo para doscientos nobles y burgueses. Además, en un sillón distinto al resto, justo frente a ti pero en el palco está la que puedes reconocer como la reina, por su aspecto, comportamiento, compañía y todo. Y la corona, claro. Quizás es tu momento.

Habían logrado conseguir el equipaje gracias a aquel hombre que además la había ayudado cuando le pidió que trajera sus enseres médicos. Le agradeció de forma silenciosa y se escabullo junto a Ray para conseguir su equipaje, ducharse y prepararse para el concierto. Una vez llegaron les dejaron pasar y entonces un torrente de voces y por que no decirlo, de quejas se hizo presente en el lugar. Entendía que estuvieran nerviosos, después de todo llevaba un tiempo desaparecida sin avisar a nadie así que era cuanto menos curioso y preocupante, pero ya estaba lista para la actuación.

— Lo siento mucho, tuve algunos inconvenientes pero ya estoy lista, si, se que voy a cantar y veo que han puesto el piano en el escenario así que magnifico — se dejo llevar para arreglarse mientras le decía a Ray que esperase donde se sintiera más cómodo, no quería que su compañero sufriera y si alguien le hacía algo que se atuviera a las consecuencias. Una vez estuvo preparada fue presentada ante el público. Brianna salió con un bonito vestido, muy elegante, de color negro brillante que hacía resaltar aún más sus preciosos ojos violetas.

Primero que nada realizo una reverencia ante el público y después se sentó frente al piano para dejar que sus dedos recorrieran las teclas de un lado a otro tranquilamente antes de comenzar a cantar con una voz clara, pulcra pero fuerte, hermosa. La canción era elegante y sentida, de ese tipo de canciones que te ponen los pelos de punta una vez las escuchas. La morena le daba un gran sentimiento, cerraba los ojos en algunas partes y su voz se endulzaba hasta tal punto que podría considerarse que le cambiaba la voz en ciertas partes de la canción. Esperaba, realmente esperaba y deseaba que aquella canción fuera suficiente para hacer que la reina quisiera hablar con ella.

Necesitaba que se acercase a ella, necesitaba que la reina de English Garden quisiera hablarle, de ese modo podría hacer algo por ayudar a la tribu, cantaba con todo aquel sentimiento que tenía guardado en su pecho, el deseo de ayudar, el deseo de que aquellas personas tuvieran una oportunidad de vivir felices y sin tener que vivir en penuria. Merecían un trozo de tierra que les diera de comer, tampoco pedían más y para ella su deseo era más que justo, esperaba que la reina pensara igual que ella.

Canción:

La sala está llena de bullicio, de gente girando la cabeza para mirar a aquel que está al lado y cuchichear en un volumen demasiado alto como para ser considerado como tal. Señalan de aquí para allá y, en cuanto te asomas un poco, ves como unos cuantos te señalan y el ruido de intensifica. Te adelanta un hombre por la derecha, apareciendo en escena con una americana roja y unos pantalones naranjas, destacando como el que más, y las voces se van acallando para dejarle paso:

— ¡Lamentamos la espera! —dice, micrófono en mano, mientras hace una reverencia a modo de disculpa—. ¡Aun así, confiamos en que dicha espera haya valido la pena, que lo valdrá, todo sea por escuchar la angelical voz de nuestra artista, Brianna Byrne! —Su tono es realmente ameno y emocionante, como el de un comentarista, y te da paso mientras él desaparece por donde ha venido sin más pena ni gloria.

Las voces se vuelven a alzar y algo en tu cabeza chirria, repitiendo tu nombre una y otra vez. No es un sentimiento tan molesto como para desconcentrarte, pero puedes escuchar decenas de notas musicales que hacen comentarios sobre ti, tanto buenos como malos, aunque los primeros sobrepasan a los segundos. Puedes estar segura de que tus oídos no son los que captan aquello pero, de todas formas, en cuanto te sientas frente al piano todo se acalla y el salón se queda en un silencio absoluto, un negro puro. Los focos se mueven para iluminarte como una joya en un mostrador y las personas centran toda su atención en ti. Eres lo único ahora mismo que hay allí, el único punto al que mirar. Y, entonces, tocas la primera nota y todo se desencadena, como si fuera un mecanismo.

Estás embriagada con tu propia música, disfrutando del dulzor del artista; eres plenamente consciente de que tienes a más de cien personas frente a ti juzgándote pero disfrutando por completo. Podrías contarlas una por una y tu cabeza te dejaría escuchar que piensan de las formas más variopintas, y aun así no errarías una sola de las notas que te has propuesto tocar. Ni ninguno de los tonos que tus cuerdas vocales tienen como plan dejar salir, todo para convertir aquel salón en una veneración al arte. A la música. Las emociones desbordan tu cabeza, plagada de la inseguridad por no ser lo suficientemente buena como para lograr tu objetivo y a la vez del gozo de simplemente estar unida a un piano. A todo eso se le suman decenas de tímidas voces que murmuran pequeños adjetivos como ''guapa'', ''talentosa'' o ''angelical''.

Y, de pronto, en cuanto termina tu canción, todas acallan por un segundo, opacadas por los aplausos que pueden ensordecer hasta a la mayor de las marchas. Mientras la gente se va cansando y baja las manos, aunque la sonrisa permanece en la mayoría de bocas, las voces vuelven a tomar relevancia allí adentro. Ganando volumen, protagonismo, intensidad, hasta que por poco parece que algo dentro de ti se va a apagar y que, repentinamente, lo que se apagan son las voces. Nuevamente aparece en escena el hombre, con su propio micrófono y abierto de brazos:

— ¿Se lo dije o no, damas y caballeros? —pregunta retóricamente, con una gigantesca sonrisa en su boca. Parece que está feliz porque haya sido un completo éxito—. ¡Los próximos en salir a escena, sin más dilación, son los Vicent! —Aparecen una docena de chicos que arrastran instrumentos hacia el escenario, mientras el telón se cierra y el piano también desaparece tras bastidores. Él te sujeta la muñeca por mura emoción—. ¡Ha sido la mejor recepción que haya visto en este lugar en mi vida! ¡EN-MI-VIDA! —Parece absurdamente nervioso, pero para bien—. Deberías ir al backstage, a tu camerino, aunque quizás la señorita de antes lo desordenó un poco. Nos placería ofrecerte un nuevo contrato, así que el jefe irá para allá en muy poco —Te señala al frente, a un claro letrero chapado en oro que reza ''Backstages''. Parece no haber mucha pérdida, ya que hay otros tantos como ese con distintos nombres que llevan a distintas salas.

Si los sigues, podrás ver tu propia habitación, pomo al frente y dispuesta a ser abierta. Dentro está un poco todo como tirado por donde quiso la mujer, pero no está sucio y eso es lo que cuenta. Te hayas fijado antes o no, Ray te está siguiendo desde que te apartaste y, de dejarle, entraría contigo y no tardaría mucho en sentarse en la cama. Porque hay una cama para las siestas.

— Parecías otra sobre el escenario, como si todo… todo hubiera desaparecido —dice, ''mirando'' fijamente al suelo con una sonrisa muy tonta—. Y eso nos hiciste sentir al resto. A mí, como mínimo. Pude notar a través del suelo y el mantra cómo la Reina sonreía, así que yo creo que ha sido un éxito. Ahora solo hace falta esperar a que termine todo e interceptarla a la salida, ¿no? —comenta, extremadamente sonriente.

Jamás había sentido una cosa así, había sido algo realmente intenso y de otro mundo. Mientras tocaba juraría que había podido sentir notas que no salían exactamente de sus manos, si no que había notas que se convertían en pensamientos, sentimientos incluso. Una vez termino su actuación se vio un poco abrumada por todo lo que había sentido y "escuchado" se levantó de donde estaba e hizo una reverencia ante todos los presentes a modo de despedida justo antes de que aquel hombre entrase a anunciar a los siguientes. Parecían realmente emocionados con ella y contentos por lo sucedido y ella simplemente les dedico una sonrisa.

Necesitaba ir a calmarse un poco, su chico de la tribu la intercepto mientras iba camino al camerino y ella le dedico una leve sonrisa hasta que escucho como hablaba del mantra. ¿Aquel chico conocía el mantra? — no tengo ni idea de lo que ha sucedido allí arriba, pero estoy un poco abrumada ahora mismo — llevo una mano suavemente hasta el rostro de su compañero para darle una suave caricia, verlo sonrojado o "nervioso" se le hacía realmente tierno. Le tomó la mano y ambos fueron al camerino, necesitaba beber un poco de agua.

Todo estaba un poco manga por hombro pero no le importaba, se sentó y tomó un vaso de agua mientras poco a poco se calmaba — espero que la reina realmente quiera escucharnos, necesitamos que nos preste un poco de su atención, por el bien de todos — estaba un poco nerviosa, le temblaban las manos pensando en la cantidad de vidas que dependían de aquella maldita conversación. Brianna no sabía rezar, nunca había sido una persona religiosa, pero si supiera, en aquel momento estaría rezando a todos los santos que existieran con tal de que la ayudaran y de que todo saliera bien.

Aquella recepción era la llave para que los habitantes de la tribu tuvieran una vida digna un lugar al que poder llamar hogar y donde poder prosperar. Donde tener animales, cultivos, donde poder ser ellos mismos y simplemente poder vivir. Eso era lo único que ellos querían y estaba segura de que la reina estaría de acuerdo, si realmente era una persona con la cual se pudiera hablar estaba segura de que no tendría problema en darle un lugar en su isla a aquellos que estaban aquí antes que ellos. Puede que fueran un poco salvajes, pero eran buenas personas que no merecían vivir en aquellas condiciones.

Ray asiente a cada palabra que dices con vehemencia, como si no cupiera en sí mismo de puro gozo. Que de hecho es seguramente lo que está sucediendo dentro de su cuerpo y se le nota en todos los gestos. Está sentado en la cama, cotilleando todo lo que le rodea y llevando sus manos por las sábanas como si tratase de encontrar algo que no está ahí, ya que de un simple vistazo puede confirmar que está vacía a excepción de un peine normal y corriente. Y no, no es importante —creo. En aquel estado pasan unos cuantos minutos que podéis aprovechar para lo que queráis, ya sea hablar, cotillear lo que tienen las grandes estrellas de English Garden por contrato o, yo que sé, dormir. Porque esos cuantos minutos son en realidad más de veinte.

Finalmente, tras aquel fluir del tiempo, puedes asegurar por la pésima insonorización del camerino que, aunque lejos, siguen tocando las distintas bandas y cantantes que han venido a este espectáculo. Por la voz sabes que van rotando, como una gran gira y, aunque normalmente los primeros de todos suelen ser los teloneros, en tu caso puedes creer firmemente que has sido la estrella; la que más aplausos ha cosechado a pesar de dar un concierto corto de una sola canción. Al cabo de esos veinte minutitos, escuchas una serie de pasos pesados al otro lado de la pared, que se acercan con lentitud pero seguridad hacia lo que es el pasillo de los camerinos. ¿Será el encargado del evento para ofrecerte otro contrato? Quizás sí, quizás no, pero lo que tienes por seguro es que alguien está tocando en tu puerta con vitalidad. Si no abres, ya que el pestillo no está echado, se abrirá la puerta y sucederá lo mismo que si lo hubieras hecho tú: al otro lado hay una mujer de clara edad, ropa algo excéntrica —de colores muy llamativos— y una larga capa que parece muy calentita. Y, bueno, quizás lo más destacable es la corona que porta sobre su pelo cano. Si miras hacia atrás, podrás ver a tu indígena de confianza a punto de tener un ataque al corazón, aunque eso lo lleva haciendo desde hace un buen rato.

— Si no me falla la memoria, Brianna Byrne, ¿cierto? —dice con el tono que podría emplear tu abuela contigo. Aun así, se le nota una confianza en sus palabras que, obviamente, no está fuera de lugar si te fijas en los dos armarios que tiene como guardaespaldas tras de ella—. Cielos, eres más bonita de cerca —Y te sonríe, dejándote ver una dentadura que, aunque está completa, se le nota la edad. Es un poco raro que teniendo tanto dinero no se arregle eso, ¿no?—. Anda, pesados, idos —inquiere al mirar hacia atrás, haciéndole un gesto a los hombres para que se marchen como el que le haría alguien a un perro. Ellos, en cambio, se están acercando lentamente mientras fijan su mirada en Ray, dispuestos a entrar como perros de presa a degollar al conejo—. ¡Que os vayáis ya, coñ-- —Está a punto de decir una palabra malsonante mientras los mira, agitando mucho unos brazos colguerones, pero termina por darse cuenta de que estás todavía allí y tapa su boca con la diestra, manteniendo la imagen—. ¿Nos podríais dejar a solar antes de que me enfade, chicos? —Aunque claramente en contra de la orden, aprietan el puño y dan un par de pasos atrás, dejándote ver entonces una clara marca de la bandera del reino. Ella, por otro lado, pasa sin ser invitada a la habitación y arrastra una silla a mala gana, dejándola en el centro y cerrando la puerta antes de tomar asiento—. Me ha encantado tu interpretación. Verás, soy muy dada a la música y, especialmente, a la que conlleva tanto sentimiento como la que nos has dejado escuchar hoy, así que me suelo interesar por el artista y hoy ha sido un flechazo contigo. En comparación, el resto… —Mira claramente hacia donde está el escenario, del que provienen berridos de un cantante—… están para rellenar. ¿Qué pensabas cuando la escribiste, cielo?

Se quedo un rato descansando y hablando con Ray de la mejor forma de hablar con la reina, de lo que debería decirle y lo que no. La verdad es que estaba muy nerviosa, tenía mucho miedo de meter la pata pero intentaría hacerlo de la mejor forma posible para todos y si tenía que huir siempre podía usar sus puertas para que ambos pudieran escapar de la mejor forma posible. Pasados unos minutos que la verdad por un momento le pareció que era una eternidad sintió como alguien se acercaba y llamaba a la puerta.

Se levantó y abrió para ver quien era encontrándose con una señora algo entrada en años con una ropa de lo mas pintoresca y que por lo que parecía debía ser realmente importante por que había dos gigantescos guardaespaldas detrás de ella. Asintió a su primera pregunta — si señora, soy yo — y no pudo evitar sonrojarse ligeramente cuando dijo que era incluso más bonita en persona — muchísimas gracias, es usted muy amable — Brianna tenía por costumbre hablar de usted a todas aquellas personas mayores o que ostentasen cualquier tipo de rango superior al suyo, por pura educación.

Permitió que la mujer entrase en la habitación y no pudo evitar fijarse en la bandera que portaban los guardaespaldas en el traje ¿era posible que aquella mujer fuese la reina? Se puso nerviosa no, nerviosisima, en cualquier momento se podría poner a hiperventilar pensando en que iba a hacer una estupidez y la iba a molestar. Se sentó delante de ella y respiro hondo un par de veces intentando calmarse un poquito, estaba realmente nerviosa, miro a Ray de reojo intentando ver como estaba él y parecía que le iba a dar un ataque al corazón así que ninguno estaba para tirar cohetes.

— De alguna forma es una representación de mi misma, de mi intento por superara una infancia difícil donde fui presa de unos maleantes. Es mi forma de explicarme a mi misma y al resto que aunque aun tengo miedo, que aun mis fantasmas me persiguen poco a poco me estoy convirtiendo en alguien que puede valerse por si misma que puede defenderse y no solo eso, si no que ahora puedo defender a los demás — le dedico una dulce sonrisa a la mujer, se la podía notar nerviosa, no es que lo estuviera ocultando tampoco pero ¿como hablarle a una reina de los problemas en su reino sin resultar ofensivo? No podía dejar de darle vueltas al asunto.

Se lleva la mano a la barbilla, asintiendo repetidas veces mientras escucha con toda la atención del mundo lo que le estás diciendo. Se le escapa una sonrisa algo torcida y, yo de ti, disfrutaría del momento: al fin y al cabo te está escuchando la persona más importante de la isla que pisas, para bien o para mal. No todos pueden decir eso, ¿no? Eres capaz de notar cómo, una vez que has terminado la primera frase, sus ojos se pasean por la desordenada habitación hasta parar en el chico que está sentado en la cama, cuya mano derecha está clavada en la sábana. No es ningún secreto que la está apretando con mucha fuerza, demasiada, tanta que su brazo tiembla fruto del esfuerzo, pero está logrando mantener el tipo para no hacer nada más mientras os mira y corresponde la atención de la reina con una educada sonrisa. Ella entonces espera a que termines y separa sus labios con lentitud y parsimonia, creando varias arrugar a lo largo de su cara ahora que la tienes muy cerca:

— Suena maravilloso… —dice, con la mirada un poco perdida y sonriendo. Un instante después, eleva las manos y niega con ellas, nerviosa—. ¡No que lo pasaras mal, por supuesto! Quiero referirme a que plasmes eso en tus melodías. Aun así… Sí que me alegra saber que has superado eso y, viéndote y escuchando cómo lo narras, con muchísima más fuerza y convicción que antes —Sus manos se marchan hasta el borde de la mesa, que acaricia inconscientemente mientras clava sus azules ojos en ti—. ¿Cómo es eso de defender a los demás? ¿No eres solo cantante o has encontrado la forma de abrir otras posibilidades con tu voz? Teniendo en cuenta cómo has dejado al público, yo creo que podrías si te lo propusieses… —Y se ríe a carcajadas, llevándose las manos a la tripa.

Al otro lado de la puerta puedes advertir la voz de aquel que te contrató y preparó todo una vez hiciste acto de presencia en el lugar. Más concretamente, no son palabras, sino un grito claramente sorprendido, que es acallado de alguna forma, aunque no es difícil percatarse de que uno de los guardaespaldas, con voz tremendamente ronca y grave, le exige silencio.

— Por cierto, sé que esto puede ser de mala educación, teniendo en cuenta que vine a verte a ti y hoy, tú eres la protagonista de este lugar, pero… —Estira un poco el cuello que, sumando las arrugas a lo estilizado que es, podría pasar por el de una tortuga—… ¿quién te acompaña? Es un chico la mar de guapo, desde luego —Y, aunque no mires, por lo poco que conoces a Ray puedes jurar que estará sonrojado hasta el límite y evitando la mirada—. No quiero pecar de cotilla, tampoco, pero no me puedo quitar la espinita de que me suena de algo… Qué malo es hacerse mayor, de verdad —Y sonríe tiernamente hacia ambos, apoyada sobre la mesa mientras espera a tu respuesta.