Ficha de Clive Gaiman

-¡Vamos Clive, es hora de trabajar!- El hombre es alto y delgado, de cabello negro corto y usa unas gafas de gruesa pasta negra. Se asoma por la ventana de la pequeña casa.
-Oh, ¡si!- El pequeño chico corre alegremente en dirección a la casa.
Adentro todo esta lleno de cables y piezas mecánicas. Edgar Gaiman, el padre de Clive, es el mecánico mas talentoso de la isla. Aunque por supuesto es una isla pequeña. Aun así viajeros de todo el East Blue llegan a visitarlo buscando reparaciones o mejoras para su equipo. Aunque por supuesto, no todos son gente de fiar.
-¡Eh maldito viejo, sal de una vez!- Edgar se asoma por la ventana al patio en el que segundos antes jugaba su hijo.
-¿Quien es papa?- Un hombre alto de cabello largo y rubio, con una gabardina azul oscuro se encuentra parado frente a la casa.
-Un pirata... No salgas- Edgar sale a la calle, desarmado, pues es fiel creyente de que cualquier problema se puede solucionar con palabras antes de tener que usar los puños. El hombre de la gabardina saca un cuchillo, una afilada hoja de acero de unos 30cm, suelta un tajo. Edgar salta hacia atrás y evita el impacto. Un par de hombres mas salen de unos arbustos cercanos y rodean al viejo ingeniero.
-Me vendiste un motor defectuoso para mi barco.-
-Te dije que no lo sobre calentaras, las piezas que me hiciste usar ya estaban muy dañadas.-
-¡Me alcanzo la marina! ¡Pase cuatro meses en prisión!-
-Eso no es mi culpa. Ademas si mal no recuerdo tu nunca pagaste.-
-Bueno, a eso vine viejo. A pagarte.- Uno de los hombre se le acerca por la espalda, Edgar reacciona y le da una patada a la rodilla que lo tira al suelo. El otro hombre se acerca y le alcanza a meter un puñetazo entre las costillas sofocándolo. Luego lo sujeta. Clive observa todo, el pirata se acerca con la navaja, su nakama sujeta a su padre. Debe reaccionar, pronto.

Observa la mesa de trabajo de su padre, hay un revolver pequeño con una mirilla similar a un francotirador. Sujeta el arma. Su padre había estado trabajando en eso, quería hacer que el arma apuntara por su cuenta. La mirilla se ajusta, Clive jala el gatillo. La bala revienta la cabeza del pirata de la navaja. El otro sujeto se queda en shock, un par de segundos. Pero es suficiente, Edgar lo tira al suelo y lo noquea después de un par de golpes bien colocados.

Un grito proviene de la casa, es la voz de Clive. Edgar corre rogando al cielo que no sea lo que el piensa, pero lo es. Justo lo que se imaginaba. El arma no había sido probada, la culata reventó y con ella se esfumo la mano derecha de Clive.

Al pasar lo años Edgar prometió no volver a trabajar con armas. Y Clive, después de unos meses se construyo una pinza con la cual podía seguir ayudando a su padre a reparar motores y construir pequeños autómatas.