Recorriendo el mundo en una sola isla [Némesis D. Armonia, Alice Turner] [Privado]

Paseaba por la playa con calma, disfrutando el calor del sol y del tacto de la arena en sus zapatos. Corría una ligera brisa y el mar parecía completamente en calma, como si tan solo fuera un espejo donde se reflejara el cielo. Se llevó la mano a la cabeza para recolocar algunos mechones de pelo negro que el viento, a pesar de ser escaso, había movido de lugar.

Algunas cabañas, suponía que de pescadores se levantaban algo más adentro en la playa, escapando de la marea por los pelos. No quería imaginarse lo que sería estar en una de ellas mientras arreciaba un temporal. Pero eso no era todo, si las miraba mejor... Tenían parte metálicas, una puerta bien cerrada, las ventanas bloqueadas. Parecían sistemas de seguridad, ¿de qué tenía miedo aquella gente? Daba igual, tampoco iría a molestarles si no era estrictamente necesario.

Le habían contado cosas sobre la misteriosa isla y como no podía ser de otra manera, quería verlas por sí misma. Según decían había cuatro zonas o franjas en aquella isla alargada: playa (donde se encontraba ahora), montañas selváticas, un valle boscoso y montañas nevada prácticamente inhabitables que acababan en acantilados. Era como recorrer el mundo en una sola isla y disfrutar de todos los climas. También habían hablado de una leyenda sobre ¿un ave que robaba almas? Chorradas. Lo que sí se creía eran las luchas entre dos razas diferentes de monos, aunque le resultaba gracioso. Quizás encontrarse en el medio de una de esas batallas no lo fuera tanto.

La curiosidad mató al gato o eso decían. Como se descuidara le acabaría pasando a ella también y no tenía siete vidas precisamente. Ahora mismo estaba en el este de la isla, ¿llegaría al oeste? Ya era un reto personal. Y no sabía por qué pero simplemente empezaba a nacer en ella ese deseo de conocer hasta el último rincón al que pudiera llegar.
Y habiendo pensado esto, empezó a cruzar la playa en dirección a la primera cordillera. No sabía por qué, pero le daba la impresión de que alguien la observaba.

Me encontraba tirado en  una playa de una isla del Grand Line, su nombre Chilensia, y era una isla con un poco de todo, y nunca mejor dicho ya que contaba con los cuatro climas "estándar" del Grand Line. Según los mapas que había visto , la isla se dividía en cuatro franjas, de la irregular isla, estas franjas estaban claramente separadas por una línea imaginaria que dividía cada uno de los climas y regiones.


La primera era la playa, llana, con algún banco de arena era un terreno muy, pero que muy regular, en el cual había una gran visibilidad, la arena era fina, de color blanquecino, de muy poca consistencia y casi agradable para el tacto, no había ni fauna ni vegetación dignas de mención.
La siguiente zona era una selva con un terreno muy abrupto, era sin duda un cambio radical respecto a la playa, el terreno para empezar era más duro, indudablemente la vegetación ayudaba a la poca erosión del terreno asentándolo. La visibilidad era más bien corta, ya que la frondosa vegetación no dejaba ni pasar la luz del sol, esta a su vez estaba compuesta por árboles altos y helechos de grandes dimensiones, respecto a la fauna era lo típico de una selva, aunque no predominaban especialmente los predadores, siendo un sistema en equilibrio.
La tercera zona era un valle boscoso, de terreno menos abrupto que recordaba a la campiña de la Isla de Orange, aunque dicho valle formaba una sutil curva, los árboles eran de índole baja y había algún que otro claro, aún así no había ni tanto flora ni fauna como en el anterior. Pidiendo ver la luz, y teniendo una visibilidad de lo que ocurría a tu alrededor bastante buena, como era de esperar en un valle, por la mitad más o menos, estaba dividido un por un rio de poco caudal.
La última zona era abrupta, sin fauna ni flora, desértica que terminaba en unos acantilados con unas preciosas vistas. Decían que sus puestas de sol enamoraban a cualquiera. Había mucha nieve, por lo que sería más que recomendable llevar algo de abrigo.


Me encontraba a las afueras de una ciudad, mirando el oleaje de la playa y relajándome de mi agitada vida de empresario, aunque este pequeño descanso era una escala de un viaje de negocios. La empresa de su difunto padre, era una carga muy, pero que muy pesada.  Cogía la arena en su puño y la soltaba lentamente como si fuera un reloj de arena, repetía y repetía esa acción constantemente, al son de las olas, eso me relajaba...Mientras miraba el horizonte una presencia llamo mi atención.


Era una joven algo mayor que yo de estatura media, de 1,60 aproximadamente y de complexión delgada, con los músculos ligeramente marcados, de cuerpo de complexión fibrosa. Sus pechos...bueno era un caballero no me fijaba mucho en eso y por ello aparte fugazmente la vista tratando de evitar que me viera sonrojar y la tentación. Su piel era blanca como la leche lo cual destacaba mucho por su pelo, de un color muy oscuro, tanto como la propia noche, al igual que yo lo llevaba bastante largo. No alcanzaba a ver sus ojos, ni los rasgos de su cara con una total claridad, aunque parecía distinguir un corte en una de sus mejillas. Respecto a su ropa no había mucho que destacar, aunque tampoco  era algo en lo que me hubiera fijado demasiado.

Supuse que sería una aldeana del lugar y me levante para saludarla y preguntarle alguna última cosa antes de partir al oeste:

-Disculpe, disculpe-grite yo a lo lejos mientras me reincorporaba y me acercaba a la chica.

Había un chico sentado a unos metros mirando al mar de forma pensativa y jugando con la arena. Por lo que había oído de la isla, los aldeanos solían ocultarse de los habitantes así que dudaba que él fuera uno de ellos. A pesar de parecer más joven que Alice su mirada implicaba una madurez que no se correspondía con su apariencia física. Aquellos ojos verdes, a juego con el pelo querían transmitir mucho a cualquiera que se atreviera a asomarse a ellos... O no. Delirios. Le gustaba imaginarse la vida de desconocidos que veía pasar.
Su piel era todavía más pálida que la de ella, llegando a semejarse a la de una criatura sobrenatural. "Tiene que estar quemándose tanto como yo aquí al sol, o incluso más." Por lo demás poco había que decir, una camisa blanca, unos vaqueros color crema y una gorra blanca y negra. Iba bien equipado, no como Ally, que siempre olvidaba comprar una gorra o algo que le tapara la cabeza. Ya se había comido más de una insolación.

Se encogió de hombros inconscientemente mientras se acercaba a una roca. Sólo quería recoger sus katanas, que había dejado tiradas mientras observaba las pequeñas olas de ese mar prácticamente en total calma. Apenas se había agachado para cogerlas con la intención de emprender su camino, aquel chico se levantó y gritó algo.

-Disculpe, disculpe.

Desde aquella perspectiva resultó ser un poco más bajo de lo que a Alice le había parecido en un primer momento. Aparentaba estar un poco apurado, como con prisa por irse. Se giró hacia él, para contestarle y toda la madurez que había creído ver en su mirada, se hallaba ahora reemplazada por... ¿una ligera inocencia? Quizás sí, pero un poco empañada.

-¿Sí? -dijo invitándole a continuar, con una ligera sonrisa. Últimamente había aprendido que la amabilidad, a veces, abría puertas.

Me estaba asando del calor, ese duro sol estaba chamuscando mi blanquecina piel. Por lo menos había llamado la atención de la mujer, me dispuse a hacerle una última pregunta a la mujer:

-¿Es usted de por aquí? -le pregunte a la mujer mientras me acercaba a ella.

Según me aproximaba a la mujer , iba viendo más rasgos, aunque la verdad es no cambiaba mucho salvo que ahora no podía evitar sus grandes y redondeantes senos..., por lo visto no podía evitar esos pensamientos ahora, que me pasaba. Yo jamás había sentido algo por una persona, tan solo el amor hacía un padre, pero que una persona me atrajera de esa manera sin conocerla...Me asustaba de mi mismo.

-¿Qué me pasa?...¿Porqué?-me preguntaba a mi mismo.

Me eche la mano al cuello de la camisa tratando de desahogar aquel nudo que tenía en la garganta. Tratando de pensar en otra cosa, no era ni mucho menos la primera vez que veía a una chica guapa, tenía muchas secretarias en mi empresa y jamás había pensado ponerlas la mano encima, jamás. Por que me sentía así ante aquella chica:

-Es que desearía ir al Oeste y ....visitar lugares nuevos...hacer un mapa de la isla soy cartógrafo-le comente a la chica, mientras me acercaba a ella.

La verdad es que no sabía muy bien que me esperaba en el Oeste, pero quería prepararme para la pequeña aventura.

Cuando el chico llegó a donde estaba ella le preguntó si era de allí. Casi no se le veían los ojos debido a que llevaba la gorra bien calada y parecía todavía más joven ahora que lo veía de cerca. Parecía algo perdido y deseoso de encontrar una persona que lo guiara o le diera algunas indicaciones para el comienzo de su viaje por la isla.

-No, lo siento pero yo tampoco soy de aquí -dijo mientras se colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja y tras eso, se colocaba las katanas en el cinturón.

-¿Qué me pasa?...¿Porqué?...

Farfulló un par de palabras en voz baja que apenas se entendieron pero que causó que Alice levantara la mirada. Parecía un poco azorado ante la presencia de Alice, y aunque no era el primero a ella le seguía resultando un comportamiento extraño. No se consideraba especialmente atractiva y su personalidad dejaba bastante que desear en cuanto a sociabilidad.

-Yo también me dirigía hacia el oeste, aunque sin ningún propósito concreto. Mera curiosidad -apuntó mientras miraba a su alrededor. -De todos modos yo te diría que tuvieras cuidado, según lo que he oído pueden existir bastantes peligros y los habitantes de la isla no parecen muy dispuestos a ayudar sin recibir nada a cambio. -A continuación añadió una ligera sonrisa para que todo lo que le había dicho no lo preocupara demasiado.

Notaba como si alguien los estuviera observando atentamente mientras hablaban y por eso trataba de averiguar desde donde. Al posar la mirada sobre una de aquellas raras cabañas de pescadores una de las contraventanas se cerró con un golpe seco. Frunció el ceño. "Bueno, mientras sólo miren y no traten de hacernos nada..." Supuso que los lugareños, aunque no quisieran tener contacto con los extranjeros, tendrían curiosidad.

Empezó a caminar para cobijarse bajo una palmera de aquel sol abrasador.

-Bueno, ¿cuál es tu plan de viaje? Si es que no es demasiado preguntar.