Dos ideas, dos mundos, solo una forma. (Privado)

Bueno, no era de locos lo que deseabas, pero tampoco era algo común. Tenías dibujando algo que deseabas para ti. No era un arma curiosamente, tenías otros tipos de diseños en mente para esas cosas. Últimamente te habías tornado un poco más… letal con esas cosas. ¿En qué sentido? Le estabas cogiendo el gusto a tender trampas y asechar a tus objetivos. Bueno, es todo lo que un cazador hace, aunque tú solo conoces lo básico. Poco a poco pretendes profundizar más en ese asunto y llegar aprender el oficio como tal. Pero por ahora, lo que lees en libros te ha inspirado bastante. La madre tierra, el mundo animal, la cadena alimenticia, etc. Muchos temas en lo que abarca todo. Incluso darte cuenta que las matemáticas también pueden llegar a formar parte de este tema, como todo.

De hecho, invitaría a más de uno a enterarse lo mucho que las matemáticas abarcan cosas.

- ¿Dónde estará? – Habías salido en búsqueda desde la ciudad. Preguntaste por un gran artesano que se rumoreaba que vivía en la ciudad. Algunos te aclararon las dudas que tenías con… más dudas. No conocían mucho de él, mas allá de que era muy buena persona. Al menos se portaba de muy buena manera con los ciudadanos y parecía no querer muchos problemas con nadie. Aunque no eran datos muy concretos, era bueno saber que la persona en si no era hostil, así que sería interesante intentar interactuar con él. Al menos, eso es lo que tú piensas, Alpha. Que hoy te encuentras solo. Únicamente acompañado de Susanoo en esta ocasión. El resto de tus homies se encuentra vigilando el Little Sister. No tenías mucho de qué preocuparte, siempre y cuando no provocaras problemas y no llamases mucho la atención. Ahora, tocaba intentar seguirle el rastro a alguien… que no sabes quién es.

Solo que era muy grande.

- Que tenemos aquí. – Encuentras un rastro. Pisadas muy grandes de una persona que se adentran en las montañas. Miras un poco a tu alrededor y respiras profundamente. Sabes muy bien que a la montaña no se le tiene que subestimar. Aunque sea pacífica y llena de vida, se dice que la montaña es un ecosistema donde te puedes perder para siempre sin muchos problemas. Por suerte, no estabas solo. Así que solo tocaba seguir el rastro.

Y ver a donde llegaras.

Era pronto por la mañana, la fresca humedad del rocío acariciaba mi rostro al salir de mi taller justo cuando los primeros rayos dorados del sol comenzaban a filtrarse a través de las densas copas de los árboles. Decidí emplear el día en dar un tranquilo paseo por el bosque circundante con el propósito de recolectar madera, tras lo últimos trabajos estaba algo escaso y nunca debía faltarme para encender la forja o el hogar. Equipado con una mochila de cinchas para transportar lo que recolectase, me aventuré más allá de los linderos del prado frontal adentrándome en el fresco abrazo de la naturaleza.

Cada paso que daba crujía suavemente por el suelo aun cubierto de hojas escarchadas, como una melodía silenciosa que acompañaba mi avance entre los robustos troncos que se alzaban majestuosos a mi alrededor. Mi mirada se perdía saltando de uno a otro en busca de cual talar. Si bien el bosque era enorme había aprendido que no debían esquilmarse los recursos naturales y mas cuando son los que me escondían de miradas indiscretas. Con paciencia y meticulosidad, examinaba cada árbol en busca de ramas caídas y troncos secos que pudieran servir para mi propósito. Cada pieza de madera útil que añadía a mi mochila era un pequeño tesoro que llevaría de vuelta a mi taller, donde sería apilada y secada correctamente hasta poder darle uso. La madera tenía una textura rugosa y un aroma terroso que me evocaba recuerdos de tiempos pasados.

A medida que avanzaba por el bosque, me encontraba rodeado por una sinfonía de sonidos naturales: el murmullo del arroyo que fluía cercano, el trinar de los pájaros ocultos entre las ramas y el susurro del viento entre las hojas. En cada rincón del bosque, la vida se abría paso a cada instante creando un espectáculo fascinante que me recordaba la belleza y la diversidad del mundo natural.

Al llegar a un pequeño manantial me detuve por un momento para refrescar mi rostro con el agua cristalina y fresca que fluía entre las piedras pulidas por el tiempo. Sentí la frescura del líquido sobre mi piel y la pureza de su esencia, como si cada gota se llevara consigo el cansancio de mil vidas.

Después de varias horas de recolección mi cesta estaba repleta de madera lista para ser almacenada, asi que decidí parar a la vereda del camino a fumarme tranquilamente un cigarro mientras repasaba un manual nuevo sobre ingeniería que aún no había podido comprender del todo. Un cigarro dio paso a otro y cuando el sol comenzaba a hacerse fuerte en el cielo, decidí concluir mi estudio por el momento y regresar a mi taller con calma. A cada paso que daba repasaba mentalmente la circuitería y principios descritos en las páginas del manual, tratando de hacerlo mío para futuras creaciones.