Un dúo problemático [Presente Privado: Onox y :.Kenta.:]

Observo el viejo y prominente Arlong Park sentado en las rocas de una cala cercana a la villa Cocoyashi. Siento un profundo respeto por un lugar que tanto representa la fuerza de una raza y su superioridad sobre las demás gracias a ello, pero también desprecio a quienes la construyeron al ser el recuerdo permanente de su caída.

Escupo a la arena, aburrido sin ninguna obligación por hacer y sin tener a mi lado al bobo de Rocket o el resto para echarles alguna que otra bronca, hasta que mis tripas comienzan a hacerse oír para sobreponerse a mi hastiada indiferencia.

- Muy bien, muy bien. Supongo que habrá que ir a papear algo... -Gruño, levantándome del pedrusco y echando a andar en la arena hacia la villa.

No siento ningún gusto por mezclarme con las simplonas gentes de por allí, pero muy posiblemente no haya mejor oportunidad que esta, ahora que no soy apenas conocido, para detenerme en estos lugares y, quizás, armar algo de bronca y satisfacer mis apetitos más allá de la mera comida. El camino no es muy largo y pronto empiezo a ver casas y gente paseando, charlando, riendo... "Maldita sea, hasta niños jugando. Este sitio necesita una corrección inmediatamente. Una violenta y brutal corrección."

No obstante, decido dejar pasar mis pensamientos homicidas por el momento y entrar en la calle principal, buscando un buen restaurante en el que parar. De acuerdo con mis pésimas expectativas aunque no por ello disminuyendo mi decepción, no hay ningún local preparado para clientes de mi tamaño y grandiosidad, por lo que, entre las curiosas miradas que me dirigen los habitantes locales, decido parar en uno de buen aspecto y asomarme por la puerta.

- ¡Jefe! Sáqueme cuatro menús de carne completos y un barril de cerveza. Y algo para que pueda sentarme y comer, que si no lo llevo difícil.

Río con fuerza ante la sorprendida e incluso atemorizada reacción de los que ocupan el restaurante y vuelvo a salir, chocando mi pierna con un tipejo de pelo marrón algo pálido y una especie de tatuaje morado en media cara, casi haciéndole caer por el topetazo y la sorpresa.

- Ten más cuidado, enanito. -Me río agachándome un poco sobre él según se levanta.- O igual te terminaré pisando sin querer.

Continúo con mis carcajadas, realmente divertido por mi superior tamaño y las vicisitudes que este causa a los demás, hasta que por fin me traen una gran tabla de madera como mesa, sostenida sobre cuatro cajas y que podría servir fácilmente de refugio a los niños sin que estos tuvieran que agacharse dentro, y una gran caja resistente para sentarme. El tipo con el que he chocado termina de recuperarse y entra en el local no sin dedicarme una cara de pocos amigos antes de desaparecer.

Cuatro menús completos de diferentes tipos de carne con variadas guarniciones fueron desfilando frente a mí, uno detrás de otro a medida que los devoraba con voracidad y gran gusto. Mientras engullía la tercera tanda de platos, el camarero que me atendía se paró a preguntar, muy educadamente y por asegurarse, si realmente tenía dinero como para pagar todo aquello.

Con un leve gruñido molesto, dejé mi comida a un lado unos segundos para buscar una de las bolsas de dinero que guardaba entre la armadura y al cinto. Sorprendido por la cantidad de billetes allí presentes, el hombrecillo no pudo sino disculparse con una avergonzada reverencia y retirarse con un bufido por mi parte.

Apenas hubo desaparecido el camarero dejé salir mis risotadas, divertido ante el particular espectáculo que tanta y tan estúpida educación disponían para mí. Inmediatamente continué saciando mi apetito hasta que, finalmente, el cuarto menú hubo desaparecido y fue sustituido por una cuenta que, si bien podía pagar sobradamente, resultaba alarmantemente cara.

- Oye, camarero… -Llamé la atención del empleado.- ¿No crees que igual este precio es un poco excesivo? Ya sabes, igual me da por no pagar, y eso…

- Eh… bueno señor... –El hombrecillo se encogió visiblemente asustado cuando me erguí en toda mi envergadura, haciendo la sombra sobre él.- Pero me temo que eso no es posible. Tal vez si hablo con el dueño le podamos hacer un descuento por una comida numerosa, pero….

- Nada de descuentos, mequetrefe. –Repliqué secamente, agarrando al camarero por el torso con mi enorme manaza y elevándolo hasta mi altura.- No acepto nada que no sean ceros en esa cuenta.

El pobre hombrecillo balbució, intentando defender su posición y la del restaurante, mientras volvía con él en la mano hacia la puerta del local. Asomándome al umbral, sonreí y lancé al interior al desdichado camarero tan bien como pude al agacharme y sin poder ver el interior.

- ¡Vete y díselo a tu jefe!

Al volver a asomarme no pude contener mis carcajadas cuando vi al chico, que supuse que era el mismo que entró antes cruzándose conmigo, en el suelo víctima de mi lanzamiento a ciegas.

-… ¿Gord…?

Las palabras no lograron tan siquiera terminar de salir de mi boca, súbitamente rígida por la tensión que se me agolpaba en el rostro. Un par de venas gruesas como cuerdas invadieron mi frente de inmediato, ocultas bajo mi casco. Sin rastro alguno de autocontrol, y sin preguntarme siquiera cómo era que aquel minihombre insolente tenía el descaro de imitar mi idea e ignorar mis puyas, desenrollé mi maza de cadena y la hice caer sobre la fachada, derrumbándola parcialmente y abriendo un hueco suficientemente grande como para dejarme entrar agachado.

- ¡Escúchame, pequeño inepto! –Bramé, buscando agarrar al insolente enano y levantarlo hasta la altura de mi cara después de que mencionara a la Marina- Más te vale vigilar tu lengua si no quieres que yo vigile mi mal genio.

Los parroquianos del establecimiento echaron a correr, intentando abandonar el lugar lo antes posible antes de verse envueltos en una posible pelea entre dos hombres violentos, uno de los cuales, yo mismo, era nada más y nada menos que un semigigante. Con tantas posibles víctimas escapándoseme de las manos, no pude sino dejar al chico de vuelta en el suelo sin delicadeza y darme la vuelta hacia los civiles.

- ¡Eh, no corráis! ¡La fiesta no ha hecho más que empezar!

Blandiendo mi maza, realicé un barrido hacia la calle con la enorme bola de acero sin girarla antes, con la intención de llevarme a tantas personas como pudiera atrapar.

Tres personas cayeron bajo el poder de mi arma, mientras el pequeñajo hacía lo propio con los que atrapaba. El resto de supervivientes fueron lo suficientemente veloces como para salir de mi nada desdeñable alcance, así que aproveché para volver mi atención al descarado hombrecillo.

- ¡Ja! Tienes agallas chico, y ningún seso. –Señalé, divertido.- Eso me gusta, pero procura quedarte fuera de mi camino cuando empiece lo bueno.

Miré a mi alrededor según el tipo terminaba con sus víctimas y volvía a dejar patente su intención de enfrentarse a los marines. Sonreí, con peligrosos y divertidos planes en mente. “Bueno, si voy a tener que pasar un tiempo aquí hasta que llegue Rocket o el resto, lo mejor será que me lo pase bien.”

- Eh, hombrecillo. –Llamé la atención de mi extraño acompañante.- ¿Quieres repartir golpes a la Marina? Entonces vente conmigo y vamos a hacer algo más de ruido.

Sin preocuparme de si venía detrás de mis potentes y sonoros pasos, caminé calle abajo hacia el puerto buscando los comercios locales. La alarma parecía haber cundido rápido y muchos se apartaban corriendo de nosotros, mas no perdía la ocasión de causar algo de destrucción gratuita y derribar parte de alguna que otra fachada con un barrido de la maza. Tras unos minutos deambulando y haber reventado cinco casas, dimos con un comercio de joyería y bisutería local, de aspecto algo humilde pero aun así suficiente para mí.

- Oye, pequeñajo. –Me dirigí al tipejo de antes- ¿Entras ahí y les damos un buen susto? Podemos llevarnos un buen dinero y, si no nos están buscando ya los marines, no creo que tarden demasiado con todo el lío que hemos montado.

El descaro del chico me estaba gustando, pero sólo hasta cierto punto. Equipararme a los okamas fue un insulto que acabó con mi paciencia de una maldita vez, de manera que no tuve más opción que desenrollar de nuevo mi maza y blandirla contra lo que encontraba más cerca, destrozando el pavimento de la calle y partes de algunas fachadas.

- Me estoy empezando a hartar de ese niñato... -Gruñí entre dientes notando cómo mi autocontrol se esfumaba a toda velocidad.- En cuanto salga de esa puta tienda le daré una dosis de realismo y me iré con el botín. Tendrá suerte si la Marina no le encierra de por vida...

Esperé un rato frente a la tienda, mas la tardanza del mequetrefe empezó a molestarme sobremanera. Con crecientes gruñidos de inconformidad fui girando mi maza en el aire para darle velocidad hasta que, potenciada por una capa de haki producida de forma casi involuntaria por mi cabreo, la hice descender contra el comercio, llevándome por delante sin dificultad la pared y derrumbando parte del edificio.

Con pesados pasos me acerqué hasta el chico, girando de nuevo mi arma que había recuperado de un tirón. Desde su posición, mi altura debía ser incluso más imponente si cabía, e imaginarme su punto de vista de mí me trajo una sonrisa cruel al rostro.

- ¿Ha terminado ya de comprar, señorita? Porque no es bueno hacer esperar a los hombres de verdad como yo.

A mis espaldas resonaron numerosos pasos tomando posiciones alrededor del arruinado establecimiento y los respectivos clics de los rifles al verse despojados de sus seguros.

- ¡Alto ahí, criminales! Se os acusa de asesinato y múltiples daños contra la propiedad pública y privada. Se os ordena que depongáis las armas y que...

- ¡NO ME INTERRUMPÁIS! -Bramé, girándome de improviso y lanzando mi maza en un amplio barrido en arco hacia la zona ocupada por los marines recién llegados.

Los reclutas contestaron de inmediato a mi agresión, aunque o sin sorpresa ante mi súbito despliegue de violencia homicida, y varias balas impactaron contra mi dorada armadura sin apenas efecto mientras otras pasaban silbando a mi alrededor. Con una risa maníaca y cruel volví a balancear mi maza contra los marines, elevando en el aire a uno por cada nuevo golpe mientras unos se afanaban en sacar sus sables y otros en recargar sus armas.

“Bueno, al menos ahora el chaval este dejará de quejarse porque no tiene marines que matar.”

Con un nuevo movimiento de la enorme bola picuda que era mi arma, aplasté brutalmente a otro recluta antes de que pudiera retroceder a tiempo, mas varios impactos de bala contra mi dorada armadura dispararon mi alerta e irritación. A mi derecha, al menos cuatro de los marines locales retrocedían rápidamente, recargando y reapuntando sus armas, que había olvidado pues imaginé que el pequeñajo se estaría encargando de ellos.

Un gruñido comenzó a transformarse en un grito rabioso a medida que volvía a girar mi arma sobre mi cabeza y esta adquiría una tonalidad más oscura de lo normal. Mi consecuente ataque consiguió ser evitado por mis enemigos, pero la poderosa maza cayó con toda su fuerza y el poder adicional del Haki sobre la calzada, incrustándose en ella, agrietando todo el suelo a su alrededor y haciendo perder el equilibrio a los reclutas.

Sin mostrar un ápice de piedad, procedí a actuar contra mis víctimas, una a una, pisando por completo a la primera, dejando caer mi pesada arma sobre el segundo mientras se levantaba y agarrando con las manos a los dos restantes mientras recogían sus rifles, lanzando acto seguido a uno contra un edificio cercano y a otro contra la tienda derruida, pretendiendo sin éxito acertar al niñato que me había dejado abandonado. A una docena de metros de la escena, el oficial y unos pocos subordinados suyos contemplaban horrorizados la escena que acababa de montar.

- Retroceded y cerrad el puerto, llamaremos los refuerzos necesarios. No podemos permitirnos dejar escapar a unos criminales tan peligrosos. –Ordenó a sus hombres, que respondieron afirmativamente con un disciplinado saludo militar algo tembloroso.- Yo volveré y avisaré a la enviada especial de que su objetivo está aquí.

Arqueé una ceja, intrigado por lo que las últimas palabras del oficial podían significar. “¿Acaso alguien está buscando a este palurdo? ¿O es que quizás…?”

Dejé a un lado mis pensamientos para encarar al tipejo que me había estado acompañando, dirigiéndole una mueca de profundo odio y desagrado mientras los supervivientes se retiraban. Haciendo caso omiso a las presas a la fuga, me acerqué al mequetrefe hasta quedar tan cerca de él que no pudiera ver otra cosa que no fuera la mole blindada de mi persona.

- Oye imbécil. –Le espeté con desprecio mientras arrancaba con un par de dedos lo que parecía ser la caja registradora del local.- No sé qué pretendes, pero si no tienes agallas para luchar contra la Marina, no vayas por ahí exigiendo su presencia, ¿estamos?

Miré al pequeñajo sin mucho ánimo, aguantando toda su palabrería mientras yo vaciaba la caja registradora sin ninguna vacilación ni remordimientos. Cuando hube terminado, me paré unos instantes a contar el dinero obtenido, diminuto en mi enorme manaza, y bufé con resignación.

"Vaya puñado de calderilla más lamentable, pero supongo que no podía esperar más de este pueblo de mala muerte."

- Escucha, mequetrefe. -Me dirigí sin respeto ninguno ya a mi acompañante.-  Si nos consideran tan poco peligrosos como para mandarnos sus soldados rasos, pasando por completo de ellos no vas a hacerles cambiar de opinión. -Me cargué mi arma y salí del arruinado establecimiento, mientras continuaba hablando.- Si quieres hacerte un sitio en el mundo, más te vale que empieces a matar si no quieres que te mate yo antes.

Ya en la calle, arrugué la nariz levemente olisqueando el aire. Un viejo aroma relativamente conocido había llegado traído por el viento, y aunque mi olfato, ligeramente agudizado gracias a mi akuma no mi,  no podía captar con precisión la naturaleza y el origen de dicho olor había algo que me inquietaba, que me rasgaba las cuerdas de mi instinto labrado en batallas y matanzas.

- Larguémonos de aquí, este sitio no merece la pena. Tal vez encontremos mejores objetivos en otra parte del pueblo o incluso de la isla.

Reanudé el camino, supuestamente con el tipejo siguiéndome a cierta distancia. Traté de hacer memoria por si encontraba en ella algún otro establecimiento local que mereciera la pena robar. Alcé la mirada en mitad de mis pensamientos y me encontré con el cuartel de la Marina, sobre una colina al final de la calle que estaba recorriendo, lo que detuvo mi andar y consiguió sacarme una cruel sonrisa del rostro.

- ¿Querías algo de acción, nene? -Llamé a mi compañero.- ¿Qué tal si vamos allá arriba y les damos una buena tunda a esos mamones?

Obvié su respuesta, que supuse afirmativa, e inicié mi nueva ruta de destrucción y muerte. Me imaginé la batalla: una que fuera gloriosa y sangrienta, una en la que quedase patente la fuerza superior que me diferenciaba de aquellos gusanos y, especialmente, del que llevaba detrás de mí. Cuando hube recorrido más o menos la mitad del camino, una figura humana salió de entre los edificios cercanos y se detuvo en mitad de la calle.

- Alto ahí, semigigante.

De inmediato me detuve, y mi gesto se torció en desagrado y frustración. Aquella mujer de pelo blanco, tez morena y portadora de una gigantesca espada demasiado grande para lo que se suponía que ella debía ser capaz de blandir, despertaba recuerdos nada agradables en mí que forzaban a mi psique a detener su ansia de sangre.

- Estás arrestado, Onox. Y espero que esta vez no se te ocurra resistirte, pues tus crímenes comienzan a pesar demasiado sobre tus hombros. -La mujer liberó su mandoble curvo de la funda en su espalda y lo dejó caer pesadamente sobre el suelo.- Si te niegas a cooperar de una vez, será mi espada la que te haga saber el peso real de tus culpas según la Justicia.

- Se te da muy bien parlotear, Impa. -Respondí, pensando tan rápido como podía en algún plan para largarme de allí sin tener que sufrir en exceso.- Tú y yo sabemos que esto no va a ningún lado salvo a un bochornoso espectáculo de tu parte. ¿Querrías hacer el favor de moverte un poco y dejar sitio para...?

Mi pregunta fue interrumpida bruscamente por la salvaje acometida de mi enemiga, a la que pude responder rápidamente atacando con mi maza, descolgada lentamente mientras hablaba. Sin embargo, la bola picuda de metal fue desviada sin problemas con un golpe del espadón y la marine me asaltó, dejándome apenas sin tiempo para cubrirme con mi brazo izquierdo y cubrirlo con haki.

El golpe resultante no consiguió perforar la armadura, pero sí dejarme el brazo tonto unos momentos y arrojarme a mí varios metros más atrás, cerca de donde estaba mi acompañante. Tosí, maldiciendo entre dientes y miré al tipo que venía conmigo. Inmediatamente, una idea salvadora tomó forma entre mis pensamientos e iluminó mis ojos.

- ¿Querías a alguien que no fuera chusma en absoluto? Esta tipa es lo que buscas, a ver qué puedes hacer.

Me levanté con algo de dificultad y así mi arma con firmeza. "Si este tonto consigue entretenerla lo suficiente como para que yo la consiga noquear un instante, tendré la oportunidad de huir. Si lo mata, peor para él." Comencé a dar vueltas a la maza e el aire, preparando un nuevo ataque a la mujer que tenía frente a mí.