[Equipo 1, Marina] Escuadrón Sonrisas

Bueno, ahora todo se estaba complicando de nuevo. El científico le estaba pidiendo ayuda para aprender el Geppou, pero resultaba ser un arte prohibida para el público normal, por lo que no podría ayudarle mucho en aquella materia. Se rascó la cabeza y observó al tío raro ir hacia dentro disculpándose un momento. Negó con la cabeza y después de unos momentos observó al tipo de la máscara con el que había compartido cosas hacía nada. Básicamente como huir de los okamas y prestarle su ayuda pese a que de primeras no le dio la mano, cosa que decidió que era el momento si querían seguir colaborando.

- Me temo que es un arte que no puedo, pero a cambio puedo enseñarte otra técnica que también te permitirá volar durante un tiempo más prolongado. – Mencionó ofreciéndole el puño con una sonrisa.

En ese momento una enorme cantidad de gritos salió desde el interior del barco y eso provocó que el rubio se riese en voz alta. De hecho, su risa no paró de aumentar hasta el punto de sentarse en el suelo con la espalda pegada al mástil y descojonándose. Las palabras del tío sábana a la persona que llamó estaban siendo duras, pero a él le estaban causando risa. Contuvo todo lo que pudo la risa y cuando salió aquella persona la miró con calma, como si no hubiese pasado nada y con una expresión adorable y de niño bueno. Había sido demasiado bueno ver la ira de aquella persona por la frustración. Él también se sentía igual, pero mantenía el buen rollo y el optimismo ante todo.

Justo entonces aquella persona se acercó ofreciéndole lo poco que le quedaba de sus pantalones. No cayó en la cuenta de que estaba desnudo. Soltó una pequeña carcajada y los cogió entonces. Se los colocó como pudo y después de eso se cruzó de brazos. Ahora tocaba idear un plan para hacer el objetivo algo bueno de una vez. Escuchó las palabras que dijo su compañero y asintió con la cabeza. Esta vez no pensaba hacer de cebo, por lo que tosió un poco y se colocó en pie tronándose los huesos de los nudillos.

- Ya que veo que somos tres, sería bueno terminar esto rápido. Lo de la pintura si es válido me parece una buena idea, pero yo he perdido la mochila y de todas formas, en ella no había pintura ¿Alguien tiene? En caso de tenerla, entramos a saco y embestimos a todo lo que se ponga por delante, si no somos muy bestias no tiene que haber heridos ¿No? – Sonrió de nuevo mirando hacia donde estaba la bandera. – Podéis usarme de transporte volador si lo deseáis, creo que es la mejor idea.

Taiga sonrió al ver que había otra bandera y además un bote de pintura, aunque el color rosa no les iba a servir mucho. Dado que nadie hablaba, tendría que proponer algo más y confiar en el tipo de la mala leche, era el único que parecía interesado en la misión. El moreno de la máscara no contestaba y el enano de la magdalena parecía haber quedado dormido de pie. Tosió un poco y después de eso miró al señor de la mala hostia que tenía frente a sus ojos.

- Muy bien, cambiemos esa maldita bandera de una vez. Antes hemos ido de buenas, al menos en mi caso, así que hora de ir por las malas.

Taiga cogió la bandera y la metió en su boca por el palo. Cambió a forma híbrida para no partirse la mandíbula. Después de eso le indicaría al pelirrojo que montase en su espalda, que esta vez irían directos al objetivo. Se montase o no, el enorme hombre lobo corrió por la cubierta y saltó. En pleno aire cambió a forma completa y de nuevo empezó a volar, pero esta vez no empleó el Geppou. De sus patas salieron destellos de energía. El animal ahora con casi veinte metros de altura y con un pequeñin con mala leche en su cabeza (Si había accedido) Voló hacia la zona de la bandera.

Taiga abrió la boca todo lo que pudo y rugió con toda su fuerza. Su plan era acojonar a la gente y que corrieran creyendo que se los iba a comer. El enorme lobo continuaba rugiendo de forma tenebrosa y haciendo amagos de bajar por las personas. Cuando estuviera cerca del objetivo lanzaría la bandera con la boca hacia allí (Cuando rugía la enroscaba con su lengua para no perderla)

- ¡Tu turno! – Gritó esperando a que aquella persona saltase y en pleno aire cogiese la bandera y se pusiera a ponerla. Si salía bien se quedaría alrededor y vigilaría pendiente de todo lo que pudiera pasar.

Choqué el puño con el rubio, algo extrañado. ¿Esa no podía pero otra mejor sí? Pues no tenía motivo para quejarme. Sonreí ampliamente, lo cual era visible porque me había quitado la máscara con la otra mano, y entonces miré al recluta que había hablado.

Apenas tuve tiempo de volver a mirar a mis compañeros cuando Taiga se apresuró a coger la bandera, transformándose una vez más en un peludo y gigantesco lobo. Con una luz en sus patas, salió volando a gran velocidad. No podía quedarme atrás, ya había pasado suficiente tiempo y podía volver a usar mis poemas "Cielo" y "Viento", así que corrí tras ellos.

-En unión con el viento
la sangre dará aliento. -Recité rápidamente, para aumentar la velocidad de la carrerilla antes del salto. Entonces, pasé al siguiente.

-Como caídas del cielo,
invoco alas de acero.

Intentaría acercarme lo máximo posible al cánido, aunque teniendo en cuenta que él saltó primero y la velocidad que llevaba lo más probable es que no fuera capaz de alcanzarlo hasta que se detuviera. Los rugidos eran ensordecedores... otra vez. -[color=#8850ff]"Tengo que hacerme unos implantes auditivos para protegerme de estas cosas"-/color]Me dije.

Me mantendría bien cerca cuando lanzara la bandera (por lo que pudiera suceder) y, en caso de que fuera necesario, lanzaría el poema "Oscuridad" para contener a los Okamas o para proteger la bandera una vez estuviera en su lugar, aunque eso significaría que "Viento" quedaría desactivado y mi velocidad se vería de vuelta a la original.

Resumen:

Nadie ha colocado la bandera y esta gente empieza a acercarse. ¿Qué vais a hacer?

Los segundos se me hacían eternos, viendo cómo la bandera caía sin que nadie se acercara a cogerla. Dicen que si quieres las cosas bien hechas, debes hacerlas tú mismo. Me lancé tan rápido como pude casi en picado para alcanzar la bandera, aun en el aire, y llevarla a su sitio. Esto debía acabar de una vez por todas y, al parecer, el único compañero en el que podía confiar era el lobo, que hasta ahora había hecho bastante bien su trabajo. Hice bien en responder a su extraño rito de "choque de puños". Los demás, ya sea antes o después, habían resultado inútiles, tanto el que saltó de más como el que se quedó en la azotea sin hacer nada. ¿Por qué me tocan a mí esa clase de compañeros? ¿Era un castigo? ¿O una conspiración para sabotearme? Tendría que tener mil ojos si alguien de las altas esferas me tenía enfilado.

Si lo conseguía, haría exactamente lo que tenía planeado, activaría la oscuridad a cambio de volver a mi velocidad original, para proteger la bandera, y volaría hacia Taiga,que supuse seguiría en el aire. Vámonos de aquí, esto es misión cumplida en toda regla. - Exclamaría, agarrandome al gran lobo y cancelando mis alas. Necesitaba un respiro, no porque me agotara usar mis poderes, sino porque quería escapar de una vez para siempre de aquella isla. De hecho, el destino de la misión también podía apuntar a una posible conspiración en mi contra, si no, ¿cómo se explica que me hubieran mandado allí?... Aunque quizás, y solo quizás, estoy retorciendo los hechos para que se ajusten a mi teoría... Meh, creo que he leído eso en algún lado.

Resumen:

Cuando por fin llegamos al barco, terminada la misión de una vez por todas o al menos eso esperaba, nadie parecía querer hacer nada. -¿Chicos? -Pregunté, mirando a todos mis compañeros. ¿Qué demonios? Un superior nos había llamado la atención hacía unos instantes, me parecía tan obvio que teníamos que llamar de vuelta que ni siquiera podía creer que nadie lo hubiera hecho ya. Bueno, cuanto más protagonismo tuviera yo, mejor para mí, creo.

Cogí el Den Den Mushi y llamé a quien fuera que nos había llamado antes. En ese momento me dí cuenta de que esa voz me resultaba algo familiar, me recordaba a alguien, pero no sabía a quién... ¿Podía ser un almirante? Si alguien de ese rango estaba supervisando la misión más me valía llamar la atención. -Buenas, señor, aquí Kenmei Shiba. Acabo de colocar la bandera, ¿está todo en orden? -Dije, tragando un poco de saliva. No sé si estaba tenso, asustado, intimidado o simplemente nervioso, pero esos instantes de espera se me hicieron eternos.

La verdad es que tinta no teníamos de otro color, por lo que si se quejaba de eso no había mucho que hacer... además de que va a juego con la isla. Aun así, no entendía la misión. ¿Poner una bandera? ¿Había algo que impidiera a esa incómoda y extravagante legión quitarla en cualquier momento? Sin embargo, una orden era una orden, si cumplen con lo prometido y esto me beneficia de alguna manera, habrá merecido la pena. Incluso si acabo saliendo del "programa" y no soy seleccionado como almirante, lo cual tampoco estaría tan mal porque no sé para qué me serviría, de seguro puede darme contactos y reconocimiento... Quién sabe, quizás incluso me vale un ascenso.