[Pasado] Cazadores y piratas; un encuentro caluroso en la capital del desierto [Takeshi - Sinclair - Natsu - Yoruhana]

La pelirroja se encontraba caminando de paseo por la capital de la isla de Arabasta, una ciudad conocida como Alubarna, una ciudad que contiene un oasis en su interior y que más bien es una fortaleza por sus robustas entradas. Aunque claro, entrar a ella no era nada difícil ni mucho menos complejo siempre que no presentaras algún peligro potencial, para suerte de la pelirroja ella era una pirata desconocida por lo que la entrada le fue sencilla con una simple capa cubriendo todo su cuerpo y una capucha para tapar su larga cabellera rojiza ingreso a la ciudad.

El paseo que estaba dando no tenía un fin práctico y mucho menos buscaba algo, simplemente caminaba por la ciudad en busca de algo que le llamara la atención, de algo que le hiciera perder su aburrimiento, simplemente caminaba para encontrar algo, un algo que ni ella misma sabía que era.

El caminar de Yoru por las calles era algo que la hacía resaltar por sobre todo ya que por entre la capucha se asomaba un mecho de cabello rojo que brillaba ante el molesto sol y sus pisadas eran acompañadas por un movimiento de caderas muy notable, un movimiento de nobleza que se notaba con solo verla por lo que a cada paso que daba la gente parecía dejarle el camino abierto para que pasara como teniéndole miedo, después de todo, los nobles son las personas más terribles en los mares y no tenían piedad con nadie y aunque ella ya no era más una de ellos aun conservaba esas actitudes.

"Ya me tienen miedo...Como se nota que fui noble alguna vez..."

Con aquel pensamiento en su mente continuo caminando hacia la torre del reloj de aquella ciudad y con total seguridad hacia un gran problema en la isla, un problema que ni ella pensaba que podría pasarle y que seria mas que nada causado por su despiste de tener la mente divagando en la nada misma.

Arabasta, la capital del desierto, un lugar en el que hace un infernal calor. Un lugar en el que hace años un hombre llamado Mr.0 o cocodrilo, jefe de la banda barocke, intentó tomar ese lugar por la fuerza para hacerse con una de las armas ancestrales que, supuestamente se encontraba en Arabasta. Sin embargo, con la ayuda de la banda de monkey. D. luffy, la princesa de Arabasta, Nefertari Vivi y los rebeldes de aquella isla, lograron evitar que aquel hombre, llamado Mr.0, se hiciera con el poder del reino.

Todos estos datos los estaba aprendiendo gracias a un libro sobre el lugar al que nos dirigíamos, que había encontrado por ahí. Estaba tumbado en la cama del camarote que tenía en el ghost traveller, leyendo aquel libro, quizás lo estuviera leyendo por aburrimiento o para informarme del lugar al que me dirigía con mi nakama y además jefe del gremio al que yo pertenecía. Ya me estaba aburriendo de aburrirme así que me dispuse a mirar por una ventana que tenía mi camarote. La noche le dejaba paso al día y como consecuencia el cielo se iba tornando anaranjado.

Sabía que a dónde íbamos hacía un calor achicharrante y la ropa que en esos instantes llevaba no era la idónea para las altas temperaturas del desierto de Arabasta así que me cambié y me puse unos pantalones blancos, que no recuerdo de que material están hechos pero el tejido de estos es muy fresco, también me pongo una camisa blanca con botones. Después cojo mis dos pistolas me las enfundo en las pistoleras, me pongo mi cinturón de munición y salgo hacía la cubierta, ya que noté que el barco se había detenido bruscamente, lo que me dio a entender que ya habíamos llegado a Arabasta. Cuando salí a la cubierta vi a Takeshi con sus armas y vestimenta habitual. Me acerque a él y le dije:


- ¿Qué, jefe cuál es el plan?

Con el solo caminar por la isla, un caminar distraído y perdido en sus pensamientos, la pelirroja se había llevado por delante o más bien, había chocado de costado con un joven que al golpéala hizo que esta se callera, sin contar la parte en la que levemente rozo uno de sus pechos, tal vez por error o tal vez por placer pero fuera cual fuese la opción correcta la pelirroja no lo iba a tomar para nada bien.

-Perdón, andaba distraído y no te vi-
-¡¿Perdón?! ¡¿Perdón?! ¡¿Vos queres que te mate?! ¡¿Como se te ocurre tocarme un pecho?!-

Una vez se incorporo del tomo y aun con arena por toda su capa, su capucha callo mostrando su rostro y alzando la voz comenzó a maltraer a aquel joven que la había golpeado por error, un joven que estaba completamente cubierto y al cual solo se veían los ojos, unos ojos oscuros y poco llamativos. Mientras que la pelirroja alzaba su voz la gente pasaba viéndola con cara de terror o más bien de susto por los gritos que pegaba, otros tantos, los muy pocos, la veían como una desquiciada.

En cuanto termino de gritar poso su mano sobre la katana que sobresalía de su capa y se quedo mirando al joven que tenía por delante con una mueca, una mueca que demostraba la locura que llevaba internamente, una locura explicada por su odio hacia todo y todos, un odio infundado en su infancia de noble. Unos pocos segundos pasaron de que apoyara la mano en el arma para que esta apareciera en el cuello del joven, a unos pocos centímetros de darle un golpe de gracia.

-Muy bien, ahora quiero escuchar el perdón y las suplicas...-

El tono, un tono autoritario y atemorizante, era un tono que utilizaba cuando se enojaba, más bien para cuando quería imponerse como en aquel momento. Era de esperarse que todas las amenazas juntas llevaran a un camino pero la pelirroja por mas sádica que fuera era incapaz de matar a un hombre que no le había dado más razones que un simple empujón, tan solo quedaba en manos de aquel joven, su vida y una pelea de por medio o un tratado tal vez más noble y partidario por parte de la pelirroja que parecía estar a punto de matarlo, tan solo sus decisiones asegurarían las acciones que continuarían aquel extraño hecho que las arenas de la capital llevaban.

A mi pregunta de cuál sería nuestro siguiente paso me contestó, como siempre, con uno de sus profundos y filosóficos comentarios, comentario que mi cerebro tradujo como, no hay plan vayamos a la aventura. Esa es una idea que me gustaba bastante, ya que idear un plan significaba pensar y pensar bajo el calor del desierto del reino de Arabasta no era una buena idea. Pensándolo bien seguro que takeshi lo pasaría mejor en el desierto, ya que a pesar de que llevara una ropa inadecuada para caminar por el desierto, su akuma de escorpión haría que se adaptara mejor a las altas temperaturas del desierto. Claro está, esto solo lo supongo, ya que los animales no son mi especialidad. Takeshi y yo comenzamos a caminar por el desierto. Ni yo, ni creo que él tampoco, teníamos un destino determinado solo iríamos donde el camino nos llevase.

Y…tras caminar durante 40 años por el desierto…vale, vale quizás solo fueron 40 minutos, pero fueron tan duros y pase tanto calor y tenía tanta sed que esos 40 minutos se me hicieron eternos. Bueno, pues el caso es que después de 40 minutos de un mismo paisaje que se podía resumir en dos palabras arena y más arena, a lo lejos vi una ciudad amurallada:

- Lo siento jefe, sé que tú me has esperado, pero…

Empecé a correr como alma que lleva el diablo hacía la ciudad, mientras le gritaba.

- Tengo muchísima sed, te espero en la ciudad.

Llegue a la ciudad en unos 10 minutos y al entrar lo primero que ví fue…¿Un puesto de helados?. Lo primero que pensé fue que tanto la ciudad como el puesto de helados fuera un espejismo y quizás estuviera hablando solo, pero me daba igual asique me dirigí con rapidez hacía el puesto de helados. Mientras me dirigía hacía el pensaba, en que idiota compraría un helado en el desierto, bueno pues ese idiota era yo. Cuando llegué le pedí un polo de naranja al dependiente, pagué y seguí caminando por la ciudad.

De repente, vi a un grupo de gente que parecía estar entorno a algo, asique como siempre me quité la camisa, me la até a la cintura y saqué mis alas de ángel y sobrevolé el tumulto hasta llegar al hecho que todos miraban.

Un hombre con el pelo rojizo y puntiagudo, estaba teniendo problemas con una mujer de muy buen ver con grandes dotes y pelo y ojos rojizos. Ambos combatientes portaban armas de filo y parecía que iban a empezar una pelea:

- No fastidiéis ¿Vais a empezar una pelea bajo este calor abrasador?. Como médico os diré que no es aconsejable hacer ejercicio en verano en las horas centrales del día.

Debido al calor del lugar mi polo se empezó a derretir. Solo rezaba porque debajo de mi no estuvieran ninguno de los dos combatientes, ya que si no les gotearía encima y me podía meter en problemas. Miré al frente y vi al hombre de puntiagudo pelo y suspire con alivio, aunque esto duró poco, ya que debajo de mi se encontraba la mujer de grandes dotes:

- Ups, lo siento, creo que te he manchado de helado.