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El día en aquel lugar era perfecto y no había signos de lluvia ni nada por el estilo. Además el mar parecía estar más calmado y tranquilo de lo normal pues no había grandes olas ni nada parecido. Era por la mañana, serían las nueve o las diez. Un bote se acercaba aquella isla, en dicho bote se encontraba una figura. Parecía ser una chica de pelo naranja. Sus ojos eran lilas y con unas extrañas franjas que los componían. Llevaba una sudadera morada de manga corta y unos pantalones cortos del mismo color además de sus sandalias, en su espalda aquella enorme arma envuelta en vendas la cual no se podía ver si no eran quitadas dichas vendas. Se trataba de Tahika, la cazadora de que viajaba en solitario por el momento eliminando piratas y revolucionarios. Esta tenía una carta en sus manos y la iba leyendo en voz baja de forma calmada y tranquila.
- Un hombre llamado Peter Petigrid se ha visto por última vez en el reino de lvneel. Este asesino en serie a matado a muchas personas así que extremen las precauciones y tengan cuidado con él.
Además en la carta había una pequeña foto, era un tipo de pelo castaño oscuro y de unos veintisiete años de edad. Sus ojos eran naranjas y su ropa trataba de un chaleco negro dejando ver su torso y un pantalón grisáceo. Además en su espalda se podía ver una guadaña de color ocre. Ese tipo era el motivo por el que la cazadora estaba dirigiéndose aquel lugar. Estaba dispuesta a cazarlo y exterminarlo si era necesario. Dejó de leer la carta para después notar que ya había llegado a tierra. Tiró la carta en la arena y sin preocuparse de nada mas salió del bote y se dirigió caminando al pueblo. No iba a permitir que ese estúpido asesino siguiera haciendo de las suyas, si debía matarlo y despedazarlo sin piedad lo haría pues la peli naranja no sentía nada por los criminales y solo deseaba el bien en los demás.
Las calles del pueblo estaban llenas de gente y eso era algo que la molestaba mucho. Había bastantes puestos de frutas y de verduras además de los de carne y pescado. Los de frutos secos también hacían acto de presencia junto a los de baratijas y objetos antiguos. Parecía ser un mercado y esto hacía que todos acudieran hacia aquel lugar. La peli naranja se movía entre las personas de aquel mercado sin pegarse a nadie y manteniendo la mirada recta. A veces miraba a otro lugar por si veía aquel tipo al que estaba buscando. Ahora sus ojos podían ver un edificio algo más alto que los demás. Parecía una catedral, tal vez desde lo alto del tejado podía ver mejor las cosas por lo que decidió dirigirse a ella. A paso tranquilo caminaba hacia aquella catedral con su mirada calmada y amable de siempre
- Un hombre llamado Peter Petigrid se ha visto por última vez en el reino de lvneel. Este asesino en serie a matado a muchas personas así que extremen las precauciones y tengan cuidado con él.
Además en la carta había una pequeña foto, era un tipo de pelo castaño oscuro y de unos veintisiete años de edad. Sus ojos eran naranjas y su ropa trataba de un chaleco negro dejando ver su torso y un pantalón grisáceo. Además en su espalda se podía ver una guadaña de color ocre. Ese tipo era el motivo por el que la cazadora estaba dirigiéndose aquel lugar. Estaba dispuesta a cazarlo y exterminarlo si era necesario. Dejó de leer la carta para después notar que ya había llegado a tierra. Tiró la carta en la arena y sin preocuparse de nada mas salió del bote y se dirigió caminando al pueblo. No iba a permitir que ese estúpido asesino siguiera haciendo de las suyas, si debía matarlo y despedazarlo sin piedad lo haría pues la peli naranja no sentía nada por los criminales y solo deseaba el bien en los demás.
Las calles del pueblo estaban llenas de gente y eso era algo que la molestaba mucho. Había bastantes puestos de frutas y de verduras además de los de carne y pescado. Los de frutos secos también hacían acto de presencia junto a los de baratijas y objetos antiguos. Parecía ser un mercado y esto hacía que todos acudieran hacia aquel lugar. La peli naranja se movía entre las personas de aquel mercado sin pegarse a nadie y manteniendo la mirada recta. A veces miraba a otro lugar por si veía aquel tipo al que estaba buscando. Ahora sus ojos podían ver un edificio algo más alto que los demás. Parecía una catedral, tal vez desde lo alto del tejado podía ver mejor las cosas por lo que decidió dirigirse a ella. A paso tranquilo caminaba hacia aquella catedral con su mirada calmada y amable de siempre
Haine Rammsteiner
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El sonido de una muchedumbre resonaba por las calles cercanas a la plaza de la Iglesia, un lugar no demasiado grande pero lo suficiente para reunir a una turba furiosa de gente preparándose para linchar a alguien. El griterío llamaba la atención de los habitantes, que se reunían alrededor de lo que aparentemente eran un joven con su perro y una carreta tapada por una manta junto a dos fornidos hombres que lo señalaban con un martillo enorme y unas tenazas de metal capaces de retorcer el pescuezo de aquel joven con extremada facilidad. Tanto el joven como el perro tenían su cabello blanco como la nieve, pero solo uno de ellos era albino y era el que portaba los ojos más rojos de los dos, el cual trataba de defenderse de las acusaciones contra su persona.
- ¡Eh! ¡Aleja eso de mí! ¡Ya os he dicho que no soy ese asesino que va por ahí! ¡Llegué hace tan solo un día aquí! - se quejaba mientras gesticulaba con una manzana con un mordisco en la mano. - ¡No he matado a nadie! - se defendió, mientras los fornidos hombres se acercaban a él amenazantes entre los gritos de la gente. "Asesino", "Desgraciao", "Malnacido", eran las cosas más suaves que le llovían al peliblanco el cual buscaba una forma de salir de allí. - ¡Vamos! ¡Solo he robado una manzana! ¡Y la puedo devolver, solo le he dado un bocadito! - decía mientras soltaba la manzana en el aire y el del martillo la destrozaba en el aire haciéndola pedacitos. Lo siguiente fue una lluvia de hortalizas podridas las cuales esquivó con relativa facilidad gracias a su Haki de observación.
El Mantra de Haine pudo percibir como aquel hombre se iba a lanzar al ataque, y antes de que terminara de dar el primer paso para abalanzarse sobre él Haine ya había destapado la manta de su carreta para dejar salir a un pequeño robot no más grande que el perro que los acompañaba, portando una ametralladora que giraba apuntando a todo aquel que se acercaba a más de cinco metros del albino. Todo el mundo retrocedió, pues aunque no alcanzaban a comprender cómo aquella máquina bípeda podía moverse sí que habían identificado el arma de fuego que los apuntaba. Se había hecho el silencio tras una gran exclamación global, momento que aprovechó el albino para salir de allí.
No había hecho nada todavía, no le pondrían recompensa a la cabeza por aquello y menos teniendo en cuenta que había un asesino suelto por la zona. Ya estaba imaginándose cómo escaparía de la isla sin que lo rajaran antes de subir al barco cuando comenzó a moverse, retrocediendo lentamente y tomando la manta para tapar al droide cuando se alejaran de aquella marea de gente. Conforme se movía parecía que una burbuja o un campo de fuerza los fuera apartando, pero nadie parecía querer enfrentarse al muchacho que ni siquiera había tenido que desenfundar sus pistolas, a pesar de llevar todo su armamento encima.
Salió de aquella turba enfurecida y comenzó a correr hasta llegar a un callejón, lugar donde tapó al droide para que no llamara mas la atención e intentar pasar desapercibidos. Tanto él como sus dos acompañantes permanecieron unos segundos retomando el aliento, había estado a punto de ser masacrado por mucha gente, había podido leer sus intenciones y algunos se habían imaginado acuchillándole. Respiraba agitado, no sabía cómo iba a salir de allí.
- ¡Eh! ¡Aleja eso de mí! ¡Ya os he dicho que no soy ese asesino que va por ahí! ¡Llegué hace tan solo un día aquí! - se quejaba mientras gesticulaba con una manzana con un mordisco en la mano. - ¡No he matado a nadie! - se defendió, mientras los fornidos hombres se acercaban a él amenazantes entre los gritos de la gente. "Asesino", "Desgraciao", "Malnacido", eran las cosas más suaves que le llovían al peliblanco el cual buscaba una forma de salir de allí. - ¡Vamos! ¡Solo he robado una manzana! ¡Y la puedo devolver, solo le he dado un bocadito! - decía mientras soltaba la manzana en el aire y el del martillo la destrozaba en el aire haciéndola pedacitos. Lo siguiente fue una lluvia de hortalizas podridas las cuales esquivó con relativa facilidad gracias a su Haki de observación.
El Mantra de Haine pudo percibir como aquel hombre se iba a lanzar al ataque, y antes de que terminara de dar el primer paso para abalanzarse sobre él Haine ya había destapado la manta de su carreta para dejar salir a un pequeño robot no más grande que el perro que los acompañaba, portando una ametralladora que giraba apuntando a todo aquel que se acercaba a más de cinco metros del albino. Todo el mundo retrocedió, pues aunque no alcanzaban a comprender cómo aquella máquina bípeda podía moverse sí que habían identificado el arma de fuego que los apuntaba. Se había hecho el silencio tras una gran exclamación global, momento que aprovechó el albino para salir de allí.
No había hecho nada todavía, no le pondrían recompensa a la cabeza por aquello y menos teniendo en cuenta que había un asesino suelto por la zona. Ya estaba imaginándose cómo escaparía de la isla sin que lo rajaran antes de subir al barco cuando comenzó a moverse, retrocediendo lentamente y tomando la manta para tapar al droide cuando se alejaran de aquella marea de gente. Conforme se movía parecía que una burbuja o un campo de fuerza los fuera apartando, pero nadie parecía querer enfrentarse al muchacho que ni siquiera había tenido que desenfundar sus pistolas, a pesar de llevar todo su armamento encima.
Salió de aquella turba enfurecida y comenzó a correr hasta llegar a un callejón, lugar donde tapó al droide para que no llamara mas la atención e intentar pasar desapercibidos. Tanto él como sus dos acompañantes permanecieron unos segundos retomando el aliento, había estado a punto de ser masacrado por mucha gente, había podido leer sus intenciones y algunos se habían imaginado acuchillándole. Respiraba agitado, no sabía cómo iba a salir de allí.
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La chica continuaba caminando hacia la catedral con paso tranquilo, se fijaba en cada persona y en cada callejón por el que pasaba. Solo quería encontrar al maldito asesino que causaba los estragos en el lugar y eliminarlo. Por más que buscara un tipo castaño de ojos naranjas, no encontraba a nadie que tuviera ese aspecto, era algo que la molestaba bastante y no podía evitar suspirar mientras iba caminando. De repente vio algo que la dejó impresionada, una muchedumbre de personas empezaba a lanzar hortalizas a mogollón sobre alguien, pero había demasiada gente y no podía ver a quien. Escuchó a uno de los hombres gritar “muerte al famoso asesino”. La chica alzó una ceja algo incrédula, un buen asesino que se precie no caminaría solo y tan tranquilo por la luz del día y menos en un sitio público como una catedral. Ahora la curiosidad la invadía totalmente. Quería saber de quién se trataba la persona que acusaban. Sin embargo seguía habiendo demasiada gente. De repente notó como un tipo le tocaba el culo dándole una palmada, se giró mirando aquel tipo frunciendo el ceño. Era un hombre joven de ojos azules y de su edad más o menos.
- ¿Estás de suerte eh guapa?
Dijo el chico guiñándole un ojo mientras un coro de tres chicas sonreía como idiotas mirando al chico con la baba caída sin apartarse de él. Parecía el típico ligón de pueblo que se lo tenía creído por su físico y que las subnormales de las demás chicas le apoyaban. Aquella clase de idiotas no iban con la peli naranja, el chico se acercó a ella mirándola moviendo las cejas en un movimiento de coqueteo. De repente el puño de la chica tuvo un accidente muy lamentable. Se estrelló con los dientes de aquel payaso. El chico cayó de espaldas sangrando por la boca y gritando de dolor, dos dientes ahora cayeron por una alcantarilla. La chica se giró de nuevo y escuchó un comentario algo desagradable de una de aquellas chicas que la había llamado zorra. Ella sonrió sádicamente girándose e iluminando los ojos en rojo mientras una venita palpitaba en su frente, las chicas atemorizadas salieron corriendo entre gritos. Tras aquello, la peli naranja suspiró y se volvió a girar. Esta vez pudo ver como la gente de iba apartando. De repente parecía que ya no había tanto barullo. La cazadora corrió por el rastro que dejaba la gente y pudo ver a un chico corriendo junto a un perro metiéndose en un callejón algo alejado, la gente le decía cosas insultantes desde lejos.
- Ese chico no es castaño.
Dijo mientras sonreía ahora tranquilamente, aquellos inútiles se habían confundido de persona, aquello estaba claro. La chica no dudó en apartar a la gente molesta que había en el camino, después empezó a caminar rumbo al callejón. No tardó mucho en llegar y adentrarse en este, allí pudo ver a un chico de pelo blanco y ojos rojizos, a su lado había un perro blanco y parecían tener una especie de carreta, llegó cuando tapaban el contenido, por lo que no pudo ver de qué se trataba. Sin embargo lo siguiente que hizo ahora, fue dar unos pasos más hacia ellos mientras sonreía con calma y tranquilidad. No le parecía mala persona y definitivamente aquel chico no era el asesino que estaba buscando. Aquella gente era imbécil, no entendía el motivo por el que le habían acusado, ahora ella se dirigió a él amablemente mientras se ponía de cuclillas.
- No te preocupes, no soy como esos idiotas. ¿Por qué te perseguían? No me pareces mala gente y no eres ese asesino, yo sé sus datos y no encajas en nada. Por cierto mi nombre es Tahika.
- ¿Estás de suerte eh guapa?
Dijo el chico guiñándole un ojo mientras un coro de tres chicas sonreía como idiotas mirando al chico con la baba caída sin apartarse de él. Parecía el típico ligón de pueblo que se lo tenía creído por su físico y que las subnormales de las demás chicas le apoyaban. Aquella clase de idiotas no iban con la peli naranja, el chico se acercó a ella mirándola moviendo las cejas en un movimiento de coqueteo. De repente el puño de la chica tuvo un accidente muy lamentable. Se estrelló con los dientes de aquel payaso. El chico cayó de espaldas sangrando por la boca y gritando de dolor, dos dientes ahora cayeron por una alcantarilla. La chica se giró de nuevo y escuchó un comentario algo desagradable de una de aquellas chicas que la había llamado zorra. Ella sonrió sádicamente girándose e iluminando los ojos en rojo mientras una venita palpitaba en su frente, las chicas atemorizadas salieron corriendo entre gritos. Tras aquello, la peli naranja suspiró y se volvió a girar. Esta vez pudo ver como la gente de iba apartando. De repente parecía que ya no había tanto barullo. La cazadora corrió por el rastro que dejaba la gente y pudo ver a un chico corriendo junto a un perro metiéndose en un callejón algo alejado, la gente le decía cosas insultantes desde lejos.
- Ese chico no es castaño.
Dijo mientras sonreía ahora tranquilamente, aquellos inútiles se habían confundido de persona, aquello estaba claro. La chica no dudó en apartar a la gente molesta que había en el camino, después empezó a caminar rumbo al callejón. No tardó mucho en llegar y adentrarse en este, allí pudo ver a un chico de pelo blanco y ojos rojizos, a su lado había un perro blanco y parecían tener una especie de carreta, llegó cuando tapaban el contenido, por lo que no pudo ver de qué se trataba. Sin embargo lo siguiente que hizo ahora, fue dar unos pasos más hacia ellos mientras sonreía con calma y tranquilidad. No le parecía mala persona y definitivamente aquel chico no era el asesino que estaba buscando. Aquella gente era imbécil, no entendía el motivo por el que le habían acusado, ahora ella se dirigió a él amablemente mientras se ponía de cuclillas.
- No te preocupes, no soy como esos idiotas. ¿Por qué te perseguían? No me pareces mala gente y no eres ese asesino, yo sé sus datos y no encajas en nada. Por cierto mi nombre es Tahika.
Haine Rammsteiner
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El hecho de estar cansado y sentado contra la pared le hizo no darse cuenta de la joven que se había aproximado hasta él, quizás había sido el hecho de que se hubiera acercado tranquilamente el que no le había alertado. Shiro tampoco había dado la señal de alarma pues observaba a la chica acercarse con curiosidad y desde luego sin intenciones de atacarla. Ella habló, siendo que Haine se sobresaltó y desenfundó en tan solo un instante una de las pistolas de su funda y le apuntó directamente a la cara. Su respiración ya no era agitada sino todo lo contrario, apenas respiraba y sus músculos parecían haberse congelado en una expresión de amenaza constante que analizaba cada una de las facciones de la recién llegada. Entonces el albino analizó las palabras que le había dedicado y, tras pensarlo dos segundos, apuntó hacia arriba con la pistola y la devolvió lentamente al lugar que le correspondía en su cintura.
—Haine Rammsteiner.— dijo únicamente mientras se levantaba apoyándose en la pared. Al hacerlo pisó sin querer la sabana que cubría al dron que lo acompañana desveládolo, una ametralladora con patas que no le llegaba ni a la mitad del muslo a su creador. —Hmpf, no te preocupes, no atacará sino atacas.— dijo distraidamente sin volverle a colocar la sábana. Lo que no sabía el peliblanco era que con aquellas palabras podía haberse asegurado su protección frente a un puñetazo de aquella joven, que se lo pensaría dos veces antes de demostrar un acto de agresividad con aquella ametralladora apuntándole. —Ah... Estúpidos, estúpidos lugareños... Me recuerdan a los de mi isla natal no muy lejos de aquí...— comenzó a decir mirando a la chica por encima, ojeándola como si le hiciera un descarado análisis que terminó con desinterés por su parte. No estaba seguro de si era mayor de edad, y en cualquier caso le pasaba lo mismo que con todas las mujeres que se encontraba ultimamente. Demasiado pecho para su gusto.
—Resulta que me confundieron con un asesino de la zona, o algo así... Es como si simplemente me hubieran juzgado porque no me conocían o porque soy albino o porque tengo un perro, vete tú a saber... ¿Y tú qué haces aquí? No me digas que quieres cortarme la piel y vendérsela a algún traficante de albinos...— le pidió casi con humor, lo cierto es que no le gustaría herir a una chica tan guapa por mucha talla que calzara. Pero si tenía que meterle una bala entre ceja y ceja se la metía, oiga.
—Haine Rammsteiner.— dijo únicamente mientras se levantaba apoyándose en la pared. Al hacerlo pisó sin querer la sabana que cubría al dron que lo acompañana desveládolo, una ametralladora con patas que no le llegaba ni a la mitad del muslo a su creador. —Hmpf, no te preocupes, no atacará sino atacas.— dijo distraidamente sin volverle a colocar la sábana. Lo que no sabía el peliblanco era que con aquellas palabras podía haberse asegurado su protección frente a un puñetazo de aquella joven, que se lo pensaría dos veces antes de demostrar un acto de agresividad con aquella ametralladora apuntándole. —Ah... Estúpidos, estúpidos lugareños... Me recuerdan a los de mi isla natal no muy lejos de aquí...— comenzó a decir mirando a la chica por encima, ojeándola como si le hiciera un descarado análisis que terminó con desinterés por su parte. No estaba seguro de si era mayor de edad, y en cualquier caso le pasaba lo mismo que con todas las mujeres que se encontraba ultimamente. Demasiado pecho para su gusto.
—Resulta que me confundieron con un asesino de la zona, o algo así... Es como si simplemente me hubieran juzgado porque no me conocían o porque soy albino o porque tengo un perro, vete tú a saber... ¿Y tú qué haces aquí? No me digas que quieres cortarme la piel y vendérsela a algún traficante de albinos...— le pidió casi con humor, lo cierto es que no le gustaría herir a una chica tan guapa por mucha talla que calzara. Pero si tenía que meterle una bala entre ceja y ceja se la metía, oiga.
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