[Privado, Break, Ugetsu, Etsu] A golpes en el país de las nubes

Hacía años que quería visitar Skypiea, la isla del cielo. Pero debido a la enorme dificultad de llegar allí a salvo, nunca había ido. Pero tras ciertos incidente que ahora no vienen al caso, finalmente me embarqué rumbo a aquella maravilla natural. Una forma de subir era usando el Knock Up Stream, era la más rápida y la que más posibilidades tenían de salir con vida, porque o sobrevivíamos todos o no lo haría ninguno. El mar estaba muy calmado aquel día, había escuchado como funcionaba aquello, pero nunca podría habérmelo imaginado como era en realidad. De repente un pequeño remolino se formo en la superficie del agua y poco a poco fue creciendo y ocupando más y más espacio. El navegante si dirigió directo al remolino y la nave empezó a dar vueltas junto a él. No me mareaba en los barcos, pero ese vaivén constante no me gustaba del todo. El capitán dio la orden de que nos atásemos o nos sujetásemos a algo y que sobre todo los usuarios tuviésemos cuidado ya que podría entrar mucha agua al barco. fue terminar de hablar y de repente un sonido ensordecedor llegó a mis oídos y cuando quise saber de dónde procedía el barco salió despedido hacia arriba por un enorme torrente de agua, el barco subía a una velocidad impresionante. Pasamos unos temibles minutos allí metidos, no solía tener miedo, pero he de reconocer que aquello me asustó, el barco crujía como nunca había escuchado antes y parecía a punto de romperse, pero el capitán y sus hombres estaban tranquilos, incluso sonrientes, así que no habría nada por lo que preocuparse.
El barco finalmente dejó de subir y nos quedamos flotando entre las nubes, era algo extraño y las nubes parecían actuar como si fuese el mar. Nos desatamos mientras el capitán se paseaba preguntando si estaba bien todo el mundo. Navegamos por aquel inmenso mar de blanco puro durante un rato más hasta que finalmente llegamos a la isla principal, que también parecía estar echa de nubes, pero cuando me bajé pude comprobar la diferencia de las nubes del mar a las de la isla. Estaba alucinado, nunca me habría esperado que en realidad fuese así, había imaginado mil formas diferentes de cómo podría haber sido, pero ninguna encajaba. Mientras que el resto de viajeros bajaban de la nave, algunos tan impresionados como yo, otros como si fuese lo más normal del mundo, algunos lugareños se habían reunido en el puerto para darnos la bienvenida.
Eran personas corrientes, pero con unas pequeñas alas blancas a la espalda, algo que los hacía verse un poco como ángeles, pero en realidad esas alas no podrían servirles para volar. Yo pasé del comité de bienvenida, el cual estaba a rebosar de baratijas que venderían a un precio altísimo a los incautos turistas.
Al ser la tierra de los diales, a lo mejor debería hacerme con algunos, pero lo mejor sería dejarlo para cuando me fuese, no me gustaba ir con demasiado peso de un sitio a otro. Me puse a recorrer la isla, era bonita sin duda. Lo mejor eran las personas, que solían saludarme allá donde iba, sin duda un sitio peculiar.
Había otra isla cercana, Upper Yard que parecía una pequeña selva, así que alquilé un waver y me dirigí hacia allí. A primera vista era muy diferente a la otra isla, además de tener tierra y una exuberante vegetación, había un montón de caminos de nubes entre los árboles en los cuales se veían saltar algunos peces. Me encantaba aquello, podría quedarme toda la vida, pero por desgracia mi tiempo libre no llegaba a tanto, ya que dentro de una semana debía volver a mi trabajo.
Un poo desanimado por esos pensamientos me adentré en la isla, a ver qué podría encontrar.

El viento soplaba con fuerza en las alturas, casi ni podía mantenerse en pie y se vio obligado a cubrirse con el improvisado muro aéreo que acababa de crear. A su alrededor revoloteaban bandadas de pájaros, algunos de ellos mostrando interés en la extraña figura que se elevaba en el cielo y otros tantos pasando de largo rápidamente. Era un espectáculo curioso que siempre le calmaba, ver las plumas que dejaban a su paso las aves durante el vuelo le ayudaba a sobrellevar el hecho de estar a gran altura.

El cazador se encontraba flotando en el aire a cientos de metros de altura, sostenido por una plataforma de aire sólido similar a las que había usado para llegar hasta allí. A sus pies una isla desconocida se veía como una pequeña mancha y el horizonte se extendía glorioso ante sus ojos. Su objetivo no era sino una leyenda, un mito tal vez, cuya curiosidad le impulsaba a confirmar o desmentir la veracidad de tales disparates. Según había oído, existía un lugar al que nadie había llegado nunca, una isla imposible de alcanzar que se decía que solo existía en las antiguas historias: la isla del cielo. Su mente racional le decía que no podía haber nada similar, y aun así no podía dejar pasar la oportunidad de echar un vistazo. Lo había intentado pero era incapaz de pasar de largo ante una historia así. Por ese motivo había decido subir personalmente a echar un vistazo, usando su poder para solidificar el aire y crear plataformas y escaleras para subir.

Tras varias horas de ascenso comenzó a pensar en que no había sido buena idea, al fin y al cabo estaba buscando una isla probablemente inexistente con unos métodos un tanto peculiares y bastante peligrosos. Había tenido que protegerse del potente viento usando su habilidad ya que de no hacerlo habría caído al mar desde kilómetros de altura. Al menos si caía desde esa altura no tendría que preocuparse por ahogarse por culpa de su Akuma no mi ya que ni siquiera llegaría vivo para estrellarse contra el mar.

Al cabo de casi medio día de ascenso, en el que se detuvo varias veces a descansar, comer y estirar las piernas como si estuviera en tierra en lugar de caminando por el aire, comenzó a preocuparse y a pensar en que no saldría vivo de aquella situación. Eso se debía a su mayor temor en ese momento, una tormenta. Aunque había escogido un día soleado y totalmente despejado, además de un lugar cercano a una isla para evitar los cambios repentinos de clima del Grand Line y aun así no había podido evitar la gigantesca nube oscura que se acercaba a su posición. La nube avanzaba ligeramente por debajo de él aunque perfectamente podría verse afectado por la tormenta, por eso mismo decidió ascender todavía más y situarse en el lugar más seguro, la parte superior de la nube. Su rostro reflejó el más profundo asombro al ver el enorme mar blanco y las islas que había confundido con una nube.

Aclaración:

no encontré nada más relevante en la isla, simplemente una selva como la que podría haber en cualquier otra isla, pero a diferencia de la fauna que podía encontrarse en los blues, la de éste mar echo de nubes eran unas criaturas extrañas, salté para agarrarme a un gran pez que nadaba tranquilamente por uno de aquellos ríos de nube entre los árboles, y para mi sorpresa era un ser extremadamente ligero y tras sacarlo empezó a deshincharse entre mis manos. Lo miré sorprendido durante un momento y luego lo volví a arrojar a aquel extraño líquido nubosos donde volvió a recuperar su complexión y salió nadando.
Los árboles estaban anclados a tierra firme, por lo que era verdad la leyenda de que aquellas islas procedían de los blues, era extraordinario, ¿qué habría originado tal milagro?
No lo sabía del todo, pero al parecer allí no iba a descubrir nada nuevo, así que tranquilamente empecé a dirigirme hasta la orilla, ¿podría nadar entre aquellas nubes?. La verdad es que nunca había aprendido a nadar, y tras comerme la akuma no mi, me parecía algo innecesario, total me hundiría y moriría sabiendo nadar o no.
Cuando llegué la orilla me quedé mirando aquella nube marina, no me atrevía a dar el paso, si pudiera nada, me ahogaría por no saber, si no, me hundiría y finalmente la atravesaría cayendo hacia abajo. Finalmente me senté allí, un pequeño remanso de paz alejado de la isla principal.

-“Así que realmente existe.” – pensó el cazador al ver el increíble paraje que se extendía ante sus incrédulos y asombrados ojos. Acababa de llegar hasta la extraña isla voladora, una enorme extensión blanca formada por lo que parecían ser nubes de las que de vez en cuando surgía algún que otro ser similar a las criaturas marinas del mar. El rubio no contaba con ningún tipo de embarcación por lo que se vio obligado a seguir recurriendo a sus poderes, no sin tocar de vez en cuando la superficie del agua, si es que se podía llamar así, para asegurarse de que esa especie de mar de nubes era real y no producto de su imaginación.

Durante un buen rato deambuló por el mar blanco, todavía sin llegar a creerse la existencia de algo así sobre una nube. Se preguntó si sería la única isla flotando sobre las cabezas de la gente sin que nadie lo supiera. Sería realmente interesante que hubiese decenas de islas parecidas volando por ahí. Sin embargo, no tardó en descubrir algo aún más impactante. A unos cien metros de su posición había una especie de playa totalmente blanca, incluso con palmeras y pequeños animales caminando de un lado a otro. Tras ella podían verse varios grupos de edificios medio cubiertos con espesas nubes blancas, como si se tratase de múltiples islas hechas de nubes. Aquello le dejó sin palabras, no podía ser que hubiese gente viviendo en una nube. Una cosa era que hubiese una especie de mar natural, pero no se imaginaba que nadie pudiera vivir allí en el cielo.

No pudo evitar acercarse y comprobar por sí mismo que las nubes que formaban aquella especie de isla eran sólidas, al menos lo bastante como para poder sostener incluso los lejanos edificios que había podido ver. Era muy similar a la tierra normal, aunque mucho más suave y de color blanco, casi brillante. Aquel lugar era imposible, y aún más lo era la ciudad que había detrás. Encima de esa curiosa nube sólida había toda una ciudad, construida con lo que parecían ser más nubes de diferente grosor. Parecía que las nubes eran el material básico allí y todo era construido con ellas, aparte de ciertos inventos extraños que le asombraban a cada paso: los diales, curiosos aparatos capaces de realizar ciertas funciones concretas, como por ejemplo generar luz. Lo que más le llamó la atención fue que las personas de la isla tenían alas, un par de pequeñas alas a su espalda parecidas a las de las gallinas que dejaban embobado a Break. Realmente era un lugar interesante.

Parecía que no venía nadie por aquí, porque pasado un rato me levanté porque una idea me vino a la cabeza, Sandora. Era una ciudad que según la leyenda estaba hecha de oro y tenía una campana con un sonido tan melodioso que calmaba los corazones turbios.
¿Dónde estaría aquella ciudad?, me dirigí de nuevo a Skypiea, lo mejor sería preguntar en algún lado las indicaciones para llegar a esa ciudad.
El viaje se me hizo corto, quizá por que lo era o porque estaba ilusionado de descubrir aquella ciudad.
Me bajé al llegar a mi nuevo destino, quizá lo mejor sería un bar o algo por el estilo para preguntar. No me acostumbraba a ver a aquellas personas con alas a la espalda, todavía seguía haciéndoseme raro. Entré en el primer local que vi, las personas decían algo de querer escuchar canciones marineras.

-¿qué está pasando aquí...? -pregunté mientras vía como un hombre caía sin vida al suelo.

No me había enterado de lo que pasaba, pero sin duda nadie escaparía de allí sin que me informasen antes.