Fiesta sin parar [Grupal Soul Beast y Lupus Custos]

La flota contratada por Alex, que constaba de diez barcos, avanzaba lentamente siguiendo a Testuda. De cada nave surgía una cadena que finalizaba en el cuerpo de un gigantesco Rey Marino cazado por el actual Shichibukai. Había gastado diez millones de berries entre la flota, los cocineros, los alimentos y la bebida. La fiesta que iban a dar en el barco de Asderdeker iba a ser legendaria. poco a poco se acercaban pues ya se veía a lo lejos. Tras unas horas de viaje Testuda alcanzó por fin el enorme y abierto portón que permitía la entrada al bar... a la isla. Alex se subió a lo alto del edificio central, sobre el caparazón de la tortuga.

-¡Asderdeker! ¡Ya estamos aquí!- Gritó con todas sus fuerzas.

Una vez llegaron desembarcaron y esperaron a que la flota arribara con ellos. Transportar al rey marino sería una tarea realmente ardua. Quizás la mejor idea sería trocearlo y llevarlo a pedazos. Mientras se debatía la forma de llevar toda esa carne los cocineros y camareros preparaban todo lo necesario para cocinar. Fogones improvisados, instrumental de cocina, ingredientes. Se estaba desplegando un gran contingente de personas todo para el disfrute personal del gremio de Alex y de la banda de Asderdeker. Después de todo, el cazador se lo había prometido al pirata y él siempre cumplía sus promesas. Además, sería una buena forma de olvidar lo ocurrido en Mariejois.

Y tenía algo más que tratar con Asder. Miró a Dark y le hizo una señal de afirmación mientras sacaba el cuerpo conservado de aquel halcón peregrino que había cazado. Sus alas debían medir dos metros y medio, aproximadamente, y serían perfectas para lo que tenía planeado. Tenía entendido que el pirata era un bioingeniero muy experimentado y que sería capaz de injertarle las alas. Siempre podía aprender a volar con algunas técnicas como el geppou o la levitación que poseía su maestro Karl, pero le gustaban las alas, su simbología, el hecho de ser libre y moverse en el aire por él mismo. Esas alas representarían la libertad de un nuevo mundo y las luciría orgulloso.

El viento agitaba la coleta del samurai y se arremolinaba a su alrededor, en una brisa suave y agradable, casi como si acariciase la piel del hombre. Las notas iban surgiendo del instrumento, lentas y solemnes, formando una melancólica composición. Los dedos del hombre recorrían la ocarina con dulzura y precisión, sin vacilar. Él, la música y el viento eran uno, y la tristeza contenida en la composición era tal que habría hecho a las piedras llorar. Y de llorar tenía ganas, pero no lo hizo con lágrimas. Tampoco lo hizo con palabras. Jamás permitiría a nadie verle semejante debilidad, ni siquiera por un momento. Su lamento era su música. Aquella canción, triste y épica, era su manera de llorar sus penas y recordar a quienes ya no estaban con él. Pues a pesar de que los años habían pasado, el dolor aun no se había calmado. La pérdida de todo lo que para él representaba su mundo aun calaba muy hondo en su corazón. Pero era un guerrero samurai... las lágrimas eran un lujo que no podía permitirse. Así pues, la música era la única manera de calmar su dolor.

Finalmente la canción se acabó, y la magia pareció romperse. El hombre dejó de tocar, la música murió y el viento dejó de moverse al ritmo de la ocarina. Shun suspiró, y miró al horizonte. Estaba sobre una de las torres de vigilancia de Testuda, la gran tortuga marina sobre la que Lupus Custos tenía su base. Llevaba un par de horas allí, atento a ver si veía el barco-isla del Shichibukai Asderderker, cuando los recuerdos le asaltaron. Cosas que no debían ser recordadas. Se llevó una mano a la cara, cerró los ojos y suspiró. Acto seguido se limpió las gafas y se levantó, al tiempo que se guardaba el instrumento. Habían llegado, y su deber como samurai le llamaba. Descendió directamente desde la torre hasta tierra, situándose frente a Alex. Se arrodilló frente a él, murmurando con respeto "Saludos, Alex-sama". El espadachín profesaba por el Rey Cazador una lealtad inquebrantable, e incluso había prestado juramento como su samurai. Por eso lo trataba con semejante cortesía, como si estuviese ante un daimyo de Wano. Se levantó de nuevo y se situó a la derecha de su señor con la mano sobre la empuñadura de su wakizashi. Sintió un pinchazo de dolor al no notar el familiar tacto de Kaze no Ryoshu. Nunca se separaba de su katana, y el único motivo por el que había aceptado dársela a Alex era por su juramento de lealtad.

Observó al Shichibukai frente a él con una mirada inexpresiva. Aquel hombre despertaba en él una gran curiosidad, no sólo por su aspecto físico (imponente y bestial; parecía tener más de animal que de hombre) si no también por lo que sabía de él. Había ayudado a su señor a capturar al peligroso gyojin Goru el Devorador, y era un temible guerrero. A pesar de ser un pirata con patente de corso, era amigo de Alex-sama. ¿Cómo podía ser eso? Su señor era un hombre honorable. ¿Quién era aquel pirata para ganarse el respeto y la amistad de un cazador? El título de Shichibukai era sólo un perdón temporal, pero no lavaba el honor de un hombre ni lo eximía de una vida de deshonra y maldad. Así pues, Asderdeker no debía ser un criminal cualquiera. Tan sólo uno a ojos de aquel extraño Gobierno Mundial, pero no un asesino de inocentes. Mientras no dañase a los indefensos y fuese una persona de honor, a Shun le daría igual que fuese pirata, forajido, marine o lo que quisiera ser. Tenía el apoyo de Alex-sama.

Satou, con su habitual falta de tacto y maña, llegó junto a ellos y tiró una enorme cola de reptil frente a su anfitrión. El cazador caminaba con cierta torpeza, y Shun se dio cuenta de la suerte que tenía de tener un remedio a sus mutilaciones. En otro caso, Dark habría tenido que dejar su puesto como cazador. "Tiene una lengua muy afilada, pero el corazón de un guerrero. A pesar de haber quedado destrozado en la guerra, pretende seguir combatiendo." De repente escuchó un ruido a su espalda, y uno de los cazadores novatos apareció. Un tipo con gafas de sol y aspecto de matón de poca monta que sin motivo aparente se acercó a Alex y le pasó el brazo por el hombro, como si lo conociera de toda la vida. Shun abrió la boca de par en par, impresionado porque se tomara esas confianzas. Lo que le dijo a continuación hizo que montase en cólera y que la rabia brotase en su interior. Se aproximó al novato, caminando con movimientos violentos y trató de agarrarle el brazo y apartárselo de Alex.

- ¡¿Qué manera es esa de dirigirse a Alex-sama?! Disculpaos inmediatamente, novato - le espetó Shun, con una mirada que no dejaba lugar a réplica.