Fan vs. Señor de la caza

Me hallaba, de nueva cuenta, en la isla Karakura, una isla que tenía en lo alto de la montaña una ciudad habitada por gente bastante tranquila y amable. La había visitado una vez para resolver unos problemas que tenían mis amos y había acabado luchando contra un sujeto bastante fuerte… Alex Drachen, creo que se llamaba. Como fuera, me habían mandado de nuevo a aquella isla para realizar otro recado lo más pronto posible. – Espero que no haya contratiempos en esta ocasión… Avanzaba por el centro de la ciudad mirando todas las tiendas que había a lo largo de la calle: puestos de venta de seda, de venta de frutas, de venta de carne… en fin, una multitud de locales que solían haber en una isla. Me detuvo enfrente de una tienda, la que buscaba precisamente. Empujé la puerta con suavidad y entré. – Bienvenido a la tienda la Planta Mágica ¿desea usted algo? Se escuchó desde dentro de una habitación al fondo del local. De ella, salió un hombre dando traspiés. – Oh, eres tú otra vez. ¿Qué quieres? Ya no sonaba tan bien como antes. Podría decirse que aquél hombre y yo no nos llevábamos muy bien. – No vengo por voluntad propia, la Familia me ha mandado a recoger otro de sus recados. Dejé una bolsa de dinero encima de la mesa y se la acerqué con la punta de los dedos.

Salí de la tienda con un bote lleno de plantas medicinales y de líquidos que servían para calmar distintos dolores. Iba con la cabeza gacha, pensando en que haría una vez llegara de nuevo a la isla cuando de pronto tropecé con algo… o alguien. – Hey chaval, mira por donde vas. Espeté. Quizá no era falta suya, sino mía, pero poco me importaba.

Kakakura, la gran ciudad famosa por la diversidad de vegetación que coexistía en ella. El puerto era como cualquier otro y no había demasiado que comentar. Un rumbo rápido por la isla para reconocer algún pirata capturable y poco más. Mi transcurso por la isla era aburrido y monótomo hasta que pude fijarme en alguien destacable. Por pura casualidad o destino nuestros caminos se habían cruzado, y no estaba de muy buen humor aquel día. Me acerqué hacia este y saludé con la mano mientras intentaba llamar su atención pero, al ir cabizbajo, chocó contra mí. Me lo quedé mirando de mala gana y observé cómo era, no parecía nadie especial. "Hey chico. ¿Quién eres? le pregunté con rostro serio y tono frío. No era mi intención ser agresivo o intimidante, pero tenía que aprender que no podía ir de esa forma chocándose contra la gente.

¿Que quién era? ¿Se chocaba contra mí y me preguntaba quién era? Aquello no hizo sino enfurecerme más. Era una persona sin escrúpulos cuando me enfurecía, fuera quien fuese aquél sujeto lo mataría allí y ahora mismo. Desenvainé con rapidez mi espada y con una clara intención en mente intenté clavarle mi espada en el pecho. La gente que pasaba a nuestro alrededor se quedó anonadada ante mi movimiento y pronto los gritos inundaron la plaza: algunas personas corrían asustadas hacia sus casas, otras simplemente se quedaban pasmadas ante lo que sucedía y otras… bueno, tropezaban entre ellos por los nervios. No me importaba en absoluto lo que estuviera pasando, si lo mataba quizá hasta mi nombre salía en los periódicos y se me concedía un precio sobre mi cabeza (a fin de cuentas, había decidido ser un pirata libre y poderoso ¿no?)

El chico parecía enfurecerse tras cada segundo que pasaba, y quebrantó el silencio desenvainando la espada. Mi rostro serio pasó a uno con sonrisa sarcástica de forma muy característica. Golpeé con fuerza el mango de la espada para desviar el ataque y miré hacia él mientras elevaba el puño izquierdo y soltaba una ligera carcajada. Tampoco quería hacerle demasiado daño, así que mi ataque sería uno muy sencillo; un simple golpe en la frente golpeándole con el dedo anular, pero a máxima potencia. Lo tiraría hacia atrás y le haría daño si es que le acertaba, y aprendería la lección de no meterse con un superior. "Crío, intenta no desenvainar tu espada de forma promiscua contra gente que puede matarte." murmuré mientras comprobaba si le había dado o no. La potencia del golpe me había hecho olvidarme de revisar el impacto, ya que mientras golpeaba cerré los ojos tarareando.

Desvió con extrema facilidad el golpe de espada que intentaba asestarle. De hecho, logró incluso hacerme una contra-ofensiva que muy a mi pesar surtió efecto. Con un simple, fluido y poderoso movimiento me golpeó en la frente con el dedo anular lo que provocó que me lanzara varios metros hacia atrás. Al golpearme, me di la cabeza contra un tablón de madera y caí inconsciente, con mi espada tirada a unos metros de mí. ¿Cómo había logrado aquél personaje dañarme de manera tan simple y poderosa a su vez? Una vez más me quedaba claro que los peligros que contenían los mares estaban lejos de poder afrontarlos… al menos, yo solo. Eso sí, se había propuesto una nueva meta: encontrarse de nuevo con el sujeto y tener una revancha.

Al observar cómo el sujeto quedaba inconsciente, el moreno se acercó hacia él y lo miró mientras reía. "Esta vez te perdonaré, pero la próxima vez te daré fuerte. Espero que no seas tan promiscuo para nuestro próximo encuentro, del cual dudo mucho que sea posible. El mar es muy basto y hay demasiadas personas, así que toma esto como una lección. En fin, ¿qué hago hablándole a una chico inconsciente?" se giró y comenzó a caminar en busqueda de algo que realmente mereciese la pena. Iría por algún nuevo lugar para encontrar algo; tal vez entre las montañas o dirigiéndose por la ciudad. El mantra le ayudaría, sin dudas. Solo tenía que ir donde las presencias más fuertes estuvieran y podría encontrar el tan famoso piratucho que quería eliminar. O capturar, eso le daba bastante igual.