Reto - Lowell vs Al

Límite de tiempo : Sin fecha límite.

Escenario : Dawn, es una isla localizada en el East Blue, donde se encuentra el Reino de Goa. Esta isla tiene unas montañas bajas, un pueblo y un gran vertedero con un bosque en los límites de este. El Reino de Goa abarca toda la isla y está a cargo de una familia real.



Turnos : 

Número aleatorio (1,2) : 1

1 - Empieza Lowell.
2 - Empieza Nat.

Condiciones :
-Sin cicatrices, amputaciones o la muerte.
-Saltos de turno cada 12 horas.
-Que Nat no se aproveche de mí.
-Gana alguien cuando el otro cae K.O o se rinde.
-Escenario sin ventaja para nadie.

Me había contratado un peligroso capo de la mafia. ¿Para qué? Para pillar un hombre que pasaba drogas sin permiso de él. Se las había vendido y ahora las estaba revendiendo a mayor precio. Hasta a mí me parecía bastante injusto. Quizás se lo merecía y todo. Se encontraba en el Reino de Goa, en una de esas pequeñas calles por las cuales no pasa nadie.

Llegué en poco tiempo a la isla y en menos aún llegué a Goa. Nada más entrar se te presentaba una ancha, larga y concurrida calle, la cual era presa de todos los tenderetes y pequeños establecimientos portátiles. No miento si digo que me pasé aproximadamente una hora mirando ingredientes de cocina exóticos, para dar una sorpresa a mis amigos aquel día. Aunque también me interesaban distintos puestecitos donde se vendían collares, anillos y todo tipo de bisutería, normalmente muy barata y falsa.

Terminé por seguir caminando por la calle, mirando al azul cielo mientras miraba para delante, sin vista ninguna de lo que tenía justo delante.

El barco atracó en el puerto. ¿Qué hacía en Goa? No lo sabía, pero tenía bastante interés en encontrarse con todas las sorpresas que el mundo podía traerle en un instante inesperado. Dawn era una isla... emblemática, por decirlo de algún modo. Los niños jugaban a ser el "rey de los piratas" mientras unos pequeños emulaban ser "El puño de la marina" mientras el aroma a empanada salía de cada ventana, dando a las zonas altas ese carácter acogedor tan deseable en una ciudad.

-¿La misión cual es, teniente?- dijo Al, examinando su hoja con detenimiento. Hacía tiempo que se dedicaban más a las misiones de apoyo que a otra cosa, y Fuego deseaba entrar en combate nuevamente.

-Gyojins, señor- obtuvo como respuesta. Desde el incidente en Mariejoa aquellos hombres pez se escondían por todas partes y organizaban incursiones de pillaje y secuestro, a veces incluso asesinato. Él lo sabía, los gyojins lo sabían y, desgraciadamente, las víctimas lo habían sabido.

-¿Algún punto localizado? ¿O tan sólo explorar?

-Explorar y detener. Encontrar cualquier tipo de información útil. Eso nos han enviado desde Marineford.

-En fin- respondió, con gesto perezoso-. Si no queda más remedio...

Se colocó la chaqueta y descendió por la escala. Comenzaría por los barrios pobres y de ahí iría subiendo, ya más tarde tendría tiempo de examinar con detenimiento todo y organizar una patrulla.

Seguía ensimismado en mis pensamientos. Por mera curiosidad, me acerqué a una casita que decía ''Puesto de adivinación''. No es que creyera en eso, mas quizás me alegraba el día. Entré y se me presentó una casa vacía, con una sola persona. Un joven, apuesto que nada tenía que ver con los estereotipos de los adivinadores.

-¿Tú eres el que adivina el futuro?

-Sí, señor. Si quiere que le lea el futuro, son 50 berries.

Solté las monedas en la mesa y le dije que empezara.

-Hoy... Hoy... Hoy vas a tener problemas. ¿Ves esta carta? Representa fuego. ¿Y esta? La perdición. Te aconsejo que no te metas en problemas hoy, puede ser tu fin.

-¿¡En serio?! - Aunque no creía en eso, me descolocó - Pues bueno, te haré caso.

Salí de la caseta, a la calle mayor de nuevo. El bullicio había aumentado. Ahora estaban llenas de gente, casi imposibles de transitar. A mí se me destacaba por la altura y por el pelo rubio, era natural.

Seguí a mis anchas por la calle, intentando no hacer nada que me pudiera destrozar el día.

El resultado de la búsqueda fue un fiasco. A pesar de todo lo esperado, nadie se ocultaría en el vertedero de Grey Terminal, había que ser un poco idiota para, con sentidos tan desarrollados, meterse a un lugar que olía tan mal. "En fin, al menos he despejado ya una zona".

-Chicos- dijo por su Den Den mushi-. Grey Terminal examinada, pasad a revisar.

Dicho aquello se internó en las profundidades de Goa, y pareció que finalmente sí había una esperanza, o más bien un peligro inminente. Un Gyojin destacaba entre la multitud, caminando con un aire despreocupado. Tal vez no estuviera haciendo nada malo, pero después de Mariejoa era mejor no arriesgarse a nada.

-¡Oye, tú!- gritó, acercándose a él cuando lo tuvo a una distancia aceptable-. Tengo que hablar contigo. ¿Tienes un momento?

Esperaba que se estuviera equivocando y lo acompañara al barco tranquilamente, o tendría verdaderos problemas para reducirlo sin hacer daño a nadie en las abarrotadas calles.

Había alguien gritando entre la multitud, llamando a otra persona. Al final, resultaba que esa persona era yo. Era un marine. Me tuve que parar, no quería recompensa por ignorar un... ¡¿Capitán?!.

Levanté las manos y le pedí irnos a una zona un poco menos molesta.

Era un asco tener problemas con los marines justo ahora, encima de que estábamos en una calle demasiado concurrida. Era molesto incluso hablar entre los murmullos de decenas de personas. Pero claro, ya me habían parado otras veces. Los marines veían a la mayoría de gyojins como una potencial amenaza, generalmente por su monstruosa fuerza.

Me debería aguantar viendo que tendría que estar un rato respondiendo preguntas de un capitán de la marine.

-¿Qué quieres de mí?

El gyojin se detuvo, con un gesto de desagrado, pero pacíficamente al fin y al cabo, y solicitó ir a un lugar algo más apartado. "Me parece bien", pensó, haciéndole un gesto para que se adelantara, y lo siguió. Tal vez no fuera ni siquiera más que una desafortunada casualidad que aquel hombre pez se encontrara allí, pero él tenía que asegurarse. Al fin y al cabo podía suponer una amenaza tremenda para toda la ciudad si un simple Gyojin decidiera atacarla, ya no quería pensar si tuviera algo de experiencia.

-Veamos...- dijo, sacando una pequeña libreta y un bolígrafo-. Necesitaría conocer tus datos. Nombre, Apellidos, Isla de origen, edad y un poco de ti. Trabajo, afiliación, esas cosas- terminó, y miró a los ojos al hombre pez, algo más alto que él, a través de sus gafas de cristal. ¿Podría ser tan estúpido alguien, si perteneciera a Atesaki o a los Piratas Trilobite de reconocerlo públicamente? Era casi gracioso pensar en poner una mesita con una jaula al lado. "Firmen y entren para posterior juicio y ejecución". Desde luego había que ser un poco idiota.

Dio un suspiro tras sus preguntas, y miró al cielo. El día estaba precioso, ni una nube en el cielo y una temperatura muy agradable. El sol derramaba luz hasta en aquella plazuela desierta, y algún que otro pájaro canturreaba vagamente. Había ropas colgadas en las ventanas, y aunque no se veía un alma a través de ellas, se notaba cierto ajetreo hogareño. ¿Sería una fecha señalada?

-Y bueno, cuando terminemos necesito que me acompañes al barco a corroborar los datos... Ya sabes, yo puedo fiarme, pero mis jefes no- terminó diciendo. Iba a ser una jornada muy sencilla, finalmente.

Me estuvo haciendo un motón de preguntas, a las que fui contestando cual cuestionario.

-Lowell Jakall, de una isla desconocida. Ni yo me acuerdo de cual era. Tengo 27 años, trabajo de camarero en un bar de Shellstown y quiero ser cazarrecompensas. Por ahora, vivo solitario sin mucho que hacer. - Me alegraba saber que con cada respuesta estaba un paso más cerca de irme.

Acto seguido, me dijo de ir a su barco, para que los mismos superiores me juzgaran. No era ni mucho menos mi día de suerte. ¿En qué momento se me ocurriría aceptar el trabajo?

La situación era tentadora, estábamos a solas, en una calle muy poco concurrida. Además, así me podría librar de tener que ir al barco para que decidieran mi futuro. Quería pegarle, pero si alguien se enteraba me iba a caer una buena. Cogiera el camino que cogiera, me arriesgaba a un final trágico.

Opté por el camino más seguro, tumbarlo. Me acerqué un poco a él y le intenté embestir con el codo por delante. Si le llegaba a dar, le iba a doler.

"Lowell Jackal...", apuntó Al rápidamente en su agenda, mientras el gyojin rubio lo iba dictando. Parecía que no tenía nada que ocultar, tal vez el origen de su isla, pero él mismo hacía eso. ¿Quería ser cazarrecompensas? Bonito oficio para una persona a la que temen criminales y civiles por igual. Al fin y al cabo, dientes afilados, aleta, color de piel azul... Si algo debía inspirar temor en los marineros era que una bestia marina lograra subirse al barco y atacarlos en su "Parcela de seguridad". Sin duda era una idea brutal, y si de verdad estaba limpio hasta podría tratar de favorecerlo en las pruebas de aptitud para obtener la licencia. ¿Hacer favores gratuitamente? No era propio de Al, pero tenía un buen día.

Y entonces el hielo estalló en mil pedazos contra el suelo. Advertido por su Haki de observación pudo ver mínimamente cómo un embate se dirigía a él, y la primera reacción fue tomar la forma elemental para evitar el golpe. Miles de cristales salieron disparados de su cuerpo helado, y no pudo evitar sentir un ligero mareo por la velocidad de caída. Era cierto eso de que los Gyojins poseían una fuerza desmesurada, aunque era la primera vez que lo sufría en sus carnes. "En serio, ¿Esto era necesario?", pensó mientras se regeneraba desde un fragmento de torso, mirando fríamente al ser que lo había derribado.

-¿Te ha parecido gracioso? Podría haberme hecho daño- soltó, demostrando cierta indignación en su tono, sin perder la calma aún mientras Fuego aullaba en su vaina. Era la hora.

Desenvainó su hoja calmadamente y la observó. Era de un color plateado, casi blanco, con una inscripción central. Guardia negra de acero y cuero en la empuñadura. Metro y medio de hoja en sus manos, y una mirada severa clavada en el "cazador" que lo había atacado. ¿Cómo se podía ser tan maleducado?

-Te presento a Sombra Helada- dijo, y la hoja se volvió completamente negra, a la par que su brazo, aparentemente consumido en llamas negras. Aquello era su brazo negro, una técnica que llevaba mucho deseando usar en combate. Sentía un enardecimiento en su interior, y el arma pedía entrar en combate. "Un golpe, un sólo golpe", pensó, y examinó un instante al Gyojin. No parecía demasiado ágil, aunque las apariencias muchas veces engañaban. A ver cuánto engañaban en este caso-. Estío Gulo

De la hoja surgió un Glotón hecho de llamas negras, que trató de rodear al Gyojin. Si lo conseguía, a su espalda explotaría como una lluvia de ondas cortantes ardientes. Mientras tanto él se lanzaría con la hoja tomada a dos manos para lanzar un tajo cruzado desde el hombro izquierdo a la cadera derecha. Si aquello funcionaba retrocedería un paso, aunque si no estaría listo para el contraataque.

¿¡Qué?! El golpe fue esquivado por una masa de hielo que se rompió. ¿Qué demonios era eso? Nunca había visto un poder como ese. Me alejé dando zancadas y grité:

-¿¡Qué acabas de hacer!?

Antes de contestarme, se quejó de mis modales y desenvainó su espada, envidiable. Blanca como la plata, con inscripciones y del tamaño de la mía. Mi única oportunidad residía en ese ataque sorpresa, pero sabiendo que controlaba las espadas y tenía ese maldito poder para esquivar mis ataques... Estaba perdido.
Encima de todo eso, su espada cambiaba de colores. Ahora se había tornado a uno negruzco, amenazador.
Sombra Helada se llamaba, al parecer. Creativo nombre, el cual no tienen las mías.

Parecía una peligrosa situación. Con la fuerza que aparentaba tener, de un ataque me podía mandar a la tumba o peor, a una cárcel. Encima, era bueno para propinar golpes, mas no para recibirlos. Dijo unas palabras, las cuales se las llevó el viento rápidamente y de su espada salió una especie de animal, totalmente negro.

Si había salido de su filo, no podía ser bueno. Lo mejor iba a ser esquivarlo, pero en el lugar en el que me encontraba, me iba a ser difícil. Era una pequeña calle con dos salidas. Me iba a ser imposible esquivarlo. Aunque podría trepar por las paredes... No, no tenía tal agilidad. Lo más sensato sería rendirse, pero dudo que el hombre aceptara unas disculpas en este momento.

En ese momento, el hombre también empezó a moverse. Tenía que decidir rápido. Y decidí jugármela. No sabía lo que iba a hacer ese animal pero tendría que ir a por el rival. Desenvainé la espada ligera y la  lancé  a la mayor velocidad posible al suelo a cuatro metros delante mía, mientras cogía la otra espada y la clavaba en una pared, horizontalmente.

Pegué un salto y subí a la espada. Casi me caigo de ella por falta de equilibro, mas la hoja es muy ancha y no era necesario demasiado de eso. No podía coger carrerilla, pero podía esquivarlo si saltaba en el momento exacto. Vi que se acercaba a mí y salté en ese justo momento, dando dos pasos antes de caer y dando un salto. Caí mal y me doblé el tobillo, algo muy tonto para la situación en la que me encontraba. Me iba a dar problemas y bien lo sabía.

Para añadir a todo esto, el animal explotó. Aproveché que donde habíamos estado sentados, en una mesa con dos sillitas que habían plantadas por allí. Pegué un salto en plancha hacia la mesa y la puse delante mía, cubriendo la mayor parte de mi cuerpo. En ese preciso momento, me di cuenta que el hombre se encontraba a mi espalda, preparado para dar un corte hacia mi hombro. Cogí una silla, la puse detrás mía y paré una parte de la espada. Me dio solamente una pequeña parte de la punta, que me hizo una herida en el hombro, la cual sangraba.

Me levanté del suelo, pegué una carrera y me acerqué a la espada que había tirado hace poco.
Cogí la espada con la mano izquierda por su parte contundente hacia mí, visualicé que seguía bastante cerca para un ataque físico. Lancé un codazo hacia atrás para que lo intentara esquivar, me dí la vuelta y di una vuelta entera sobre mí, intentando dar con la parte con filo de la espada a la altura de su cintura.

Al cayó al suelo, dolido por el golpe del gyojin. Era demasiado poderoso para enfrentarlo. Se llevó la mano al pecho y vislumbró su única opción. Debía utilizarlo contra aquel ser que había montado sobre una espada y hecho peripecias que aún estaban lejos del alcance del marine.

Liberó su Haki del rey, y se levantó lo más rápido que pudo. Lo más rápido que pudo se levantó. Si aquello no funcionaba debería huir.

Parecía poderoso, pero el golpe le había hecho daño. Este era mi momento, le daría otro golpe más y terminaría la faena. Cambié la espada de mano, la puse por la parte contundente y me preparé para darle un fuerte golpe en la cabeza, el cual le dejaría K.O. Empecé a pillar fuerza y determinación para dar el golpe.

De ahí hasta ahora, no recuerdo nada. Estoy tumbado en el suelo, solo en todo el callejón. El hombre se ha ido, no hay duda y mi cuerpo se resiente de las heridas del combate.

-¿Quién demonios es este tipo?

Ganador Al.

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