Byakuro Kyoya
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Byakuro regresaba buscando a su tripulación. Tanto él como Mostaza volaban por el cielo nublado y encapotado, que amenazaba lluvia, buscando algún lugar donde pararse a descansar. Por suerte para ellos, a unos cuantos kilómetros de donde estaban se podía ver la silueta de una isla. Una isla montañosa, al parecer, pues un montón de picos se alzaban aquí y allá. Byakuro suspiró, agradeciendo en silencio el haber encontrado un lugar para que Mostaza aterrizase y pudiese relajar las alas un poco tras el viaje. El loro soltó una especie de graznido y empezó a descender hacia tierra. La costa arenosa los aguardaba allí abajo, y el loro de cuatro metros de envergadura aterrizó levantando una polvareda. Desde el aire, al chico le había parecido ver algo similar a una ciudad en el centro de la isla. Tal vez fuera buena idea dirigirse hasta allí antes de volver a volar a la siguiente isla. El chico agarró a Mostaza de su arnés y empezó a caminar hacia el interior.
- Bueno, bueno, bueno... que isla más rara... -el chico observó los escarpados acantilados de roca oscura que se alzaban frente a él y su emplumado compañero.
- ¡Galleta! -respondió Mostaza, únicamente.
- Cuando lleguemos a la ciudad te daré una galleta. -sonrió Byakuro, mientras buscaba alguna senda que pudiera llevarlos al centro urbano. Acabó encontrando una especie de sendero que se internaba en la zona montañosa y, a falta de otro camino que seguir, empezó a caminar por éste, ascendiendo lenta y pesadamente-. Ay, que pereza... espero que al menos no se ponga a llover... -murmuró.
- Bueno, bueno, bueno... que isla más rara... -el chico observó los escarpados acantilados de roca oscura que se alzaban frente a él y su emplumado compañero.
- ¡Galleta! -respondió Mostaza, únicamente.
- Cuando lleguemos a la ciudad te daré una galleta. -sonrió Byakuro, mientras buscaba alguna senda que pudiera llevarlos al centro urbano. Acabó encontrando una especie de sendero que se internaba en la zona montañosa y, a falta de otro camino que seguir, empezó a caminar por éste, ascendiendo lenta y pesadamente-. Ay, que pereza... espero que al menos no se ponga a llover... -murmuró.
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