Ruinas, selvas, pantanos y un posible tesoro (Teobaldo Voglio - Jack O´ Alfonso- pasado-privado)

 
 
 

Me deje llevar por las olas hasta que el sol cayó y sucumbí a su vaivén como manos femeninas que mecen a un niño, perdiendo noción del tiempo y dejándome llevar por el destino de esas aguas tranquilas. Todo el día la había pasado en la barca sin otra cosa que hacer que contemplar el paisaje y el sonido de las gaviotas. Aburrido, cansado y un poco decepcionado de mis primeros días de pirata sólo dejé que el destino soplara mi vela y me arrastrara donde tuviera que llevarme.
Fueron los primeros rayos del sol los que me despertaron haciendo un conjunto singular con el golpeteo de mi barca contra lo que parecía ser la raiz de un mangle, árboles que crecen en las orillas de los rios que conectan con el mar.
Bostezé y voletee a mi alrededor para hubicar donde estaba. No, no tenía idea y olía chistoso. Como pude zafé mi barca de la raiz y aproveché las lianas para amarrarla, intenté memorizar donde fue que la dejé para regresar a ella, con suerte, con ayuda de mi brújula. Tomé mis pertenencias y me fui del lugar por un vado que parecía hecho por el andar de las personas o de los animales, no lo sabía.
El lugar estaba lleno de vegetación y de animales extraños y era común, más de lo que me habría gustado, ver largas extensiones de ciénega y pantano. No avancé mucho hasta lograr ver unas construcciones abandonadas cubiertas por las lianas y las copas de los árboles cuyas raices envolvían las paredes de algunas estructuras.
-Ummm creo que podré pasar la noche...creo- dije mientras me dirigía hacia esas ruinas. Siempre con una mano en la empuñadura avancé saltando de roca en roca para lograr llegar hasta esos lugares.
Era enorme por dentro, incluso más de lo que exterior aparentaba y que posiblemente su deterioro y parcial destrucción me habían hecho creer que era un lugar común cuando en realidad era una gran biblioteca. Era claro que ahí no habría comida.
Algunos libros estaban intactos, otros estaban hechos polvo y muchos otros llenos de moho y otros hongos que les daban un olor extraño.
Cogí unos libros de las gigantescas estanterías y me puse a leerlos. Casi todos los libros que cogí trataban sobre akumas y sus historias, recopilaciones de cuentos breves de piratas y algunos recortes de periódicos que hablaban desde acciones de piratas cometidas hace décadas como viejos carteles de "se busca" y otros, como el de un raro tipo narizón con una pañoleta sobre su cabello abultado que decía "¿has visto mi cadaver?".
Uno de esos libros parecía tener algo raro y me obligó a dejar los demás y cogerlo. Su pasta era de piel negra, sus letras verde esmeralda y sus hojas finas como papel de arroz. Estaba dentro de una vitrina que vidrio que le protegió. Era impresionante, sin embargo cuando empezaba a leer sobre una antigua akuma poderosa y la leyenda de una isla de fantasmas algo llamó mi atención. Alguien había entrado.
Guardé el libro, saque mi espada y caminé a despacio entre los libreros.
-¿Hay alguien ahi?- Pregunté un poco tímido sin saber quien podría encontrarse en ese lugar.

 
 
 

Oí la voz que venía cerca de donde yo estaba, no tan cerca como para poder verle de inmediato en el laberinto de libros pero sabía que estaba en la misma habitación. Con mi mano en la empuñadura fui hasta donde estaba y nos vimos frente a frente. Llevaba exposivos en las manos cosa que podría resultar peligrosa en esa vieja construcción al borde del derrumbe llena de toneladas de combustible. Retiré la mano de la empuñadura.
-Disculpe ¿es usted dueño de este lugar? vine a despertar en esta isla y decidí investigar un poco- dije pero no vi mucha más respuesta que el sujeto viéndome un poco incrédulo o quizás desconfiado así que sonreí y le dirigí la mano Yo soy Jack O´ pero puedes llamarme Jacko
Volvió a preguntarme que qué hacía en ese lugar. Tras un breve tiempo procedí a contarle mis planes para volverme un pirata que buscaba ansioso aventuras y tesoros para volverme alguien respetable y famoso. Aquel sujeto pareció un poco menos desconfiado y finalmente sonrió.

 
 

Un tanto desconfiado aún pero motivado por sus palabras esperé a que se me acercara. Claramente hacía uso de un poder especial ya que no me percaté de en qué momento hizo uso del adhesivo pero tampoco eran tan importante sino iba a luchar. Sus palabras me llenaron de emoción al oir sobre aquel posible tesoro ya que era precisamente lo que había estado buscando: fortuna y fama. Cruzé mis brazos y esperé a que terminara de hablar. Parecía tan convincente que posiblemente era real lo que me estaba contando pero como tampoco tenía nada que perder decidí ir a ayudarlo.
Me contó de los peligrosos lagartos y otros peligros pero si no era en ese momento entonces, tal vez, no tendría otro chance de cambiar mi destino y posiblemente habían sido los vientos los que habían llevado mi barca hasta allí.
Veamos: un posible tesoro en tierras peligrosas con un sujeto que acabo de conocer ¿que debería hacer? pensé un momento.
-Acepto, vayamos a por el tesoro- contesté sonriente.

 
 
 

Tras haber aceptado seguí a Teo mientras me explicaba lo que habría que hacer para llegar a aquel lugar donde, posiblemente, habría un tesoro. Me pidió buscar algún bote que aun sirviera ya que necesitaríamos dos para pasar por rincones donde sólo pasaba una persona en pie. Me dirigí hacia un lugar cercano a la orilla del pantano donde ví varias maderas viejas. Tras buscar breves momentos ya que tampoco había mucho que buscar noté que ninguno de esos botes servía, el moho y el desgaste ambientas los había destruido parcialmente, incluso aquella pequeña plataforma de madera donde se amarraban se había caido hace tiempo de lo podrida que estaba. Un poco decepcionado hasta que mi compañero me indicó que había encontrado un par de botes funcionales pero aún necesitaba un remo. Volví a buscar entre los restos de los botes hasta que logré encontrar un remo en condiciones aceptables para ser usados. Si muy viejo y con unos hongos en la punta de la paleta pero nada que no sirviera para avanzar.
Con un poco de desconfianza me acerqué al bote y coloqué mi primer pie. Parecía soportar bien el peso de un individio así que coloqué el segundo pie y guardé mi equilibrio. Era perfecta.
Sólo me quedaría esperar a Teo para que me guiara y poder remar juntos pero aún había algo que hacer. Con pequeños trozos de madera que había cogido para esa función, arrojé uno a lo lejos en el agua y otro en la maleza cercana y guardé silencio. En los arbustos nada se movio mientras que el pantano algo pareció sacar burbujas del fondo e ir hacia donde arrojé la madera.
-Lo que sospechaba, hay lagartos esperándonos. A los normales se les podrá intimida un poco con los remos ya que le temen a los palos pero a los grades ya me dirás tú como los espantamos- dije mientras observaba hacia donde arrojé la madera, en donde debía hayarse un reptil no mayor a los dos metros. Saqué mi espada y la dejé lista para ser usada mientras que con ambas manos manejaría el remo. En caso de ser atacado buscaría saltar sobre un islote de barro, algún tronco caido o uno de los muchos árboles que crecían torcidos en el fango pero si no lo lograba aún intentaría hacer uso de mi espada y apuñalar hasta que me dejara o muriera.
-Bien, después de usted- Dije sonriendo, esperando a que mi compañero me mostrara cómo le hacía para arreglárselas con los cocodrilos.

 
 
 

Tras unos minutos detrás de Teo pude apreciar que, efectivamente, no sólo poseía gran dominio sobre sus armas sino que era un usuario cosa que podría ser de gran ayuda para acabar con los cocodrilos giganes. Al dejarme con los pequeños cocodrilos que venían detrás nuestra medí mi fuerza por vez primera contra un ser no humano haciendo uso de mi espada. Al principio los pequeños huian cuando los rasguñaba con mi espada pero uno grande, de dos metros, tuve que picarlo sobre su cabeza para que me dejara en paz, dejando un rastro de sangre hasta donde seguramente se escondió a morir. Había otros animales menores que si bien no daban problemas sobre un bote si los darían si caíamos, como tortugas mordelonas o pecesillos similares a barracudas. Golpeé un lagarto de menos de un metro con mi remo para que me dejara en paz ya que no dejaba de dar ¿narizasos? bueno, golpes con su hocico a la cola de mi bote. Poco tiempo me duró el gusto de creer que los había asustado cuando el sonido de bestias peleando en el agua me hizo ver mi error.
Logré alcanzar a Teobaldo y observé aquella escena atónico mientras frente a mis ojos acontecía una lucha de titanes sobre lodo. Si, suena mejor de lo que era en realidad.
-Bien Teo, espero tu propuesa- dije tras oír que mi compañero tenía una idea.
No sería fácil acabar con esas bestias y seguramente nos desrozarían si luchábamos. Pero aún quedaba algo a nuestro favor, creo yo, y era el hecho de que estarían luchando quizá por hembras o por una gran presa por lo que animales pequeños como nosotros podríamos escabullirnos sin llamar la atención de sus asuntos.

 
 
 
 

Lo peor que pude pensar había pasado. De alguna manera, quizá por la sangre de aquellos cocodrilos heridos, las enormes bestias se nos habían abalanzado con fiereza, obligándonos a huir como pudieramos. Perdí de vista a Teo mientras los cocodrilos destruían todo pero logré salvarme al saltar a un arbol y esconderme entre su espejo follaje mientras los monstruos analizaban los cadáveres que flotaban hacia ellos. No pude hacer mucho para combatir contra ellos pero pude ver que se comenzaron a esparcir buscando, posiblemente, más cadáveres o más alimento. Sólo me quedaba estar entre esas ramas llenas de insectos para que no me vieran. Recordé algo que había visto antes en algunos libros sobre gente que luchaba contra cocodrilos y eran sus puntos débiles: los ojos, los cuales hacían que el animal huyera. Normalmente un deperedador huia cuando era herido ya que consideraba que su "estrategia" había fallado y debía buscar una nueva oportunidad. Aún tenía los cuchillos que les robe a aquellos forajidos en la isla pasada, sólo me faltaba una manera de pasar desapercibido por lo que recurrí a una idea que podría poner el riesgo mi vida.
De pronto vi un gran excremento de cocodrilo en el agua, posiblemente del que había pasado hace poco, así que avancé lentamente hasta eso y me lo embarré en el cuerpo. Ahora procedí a adherir ramitas y telarañas sobre mi cuerpo para parecer "basura". Aún no tenía pista de mi compañero y mi barca estaba perdida así que tuve que avanzar entre las ramas que conectaban a los árboles caidos y otros escombros. Subí a una rama para ver mejor cuando vi frente a mí a un cocodrilo que había asomado su cabeza para respirar. Sólo tenía una oportunidad. Tomé mi cuchillo, apunté a su ojo y lo lancé. Suerte y desgracia ya que el animal se retorció tirando varios árboles más, huyendo bajo el agua debido al dolor ya que sus ojos eran especialmente débiles y sensibles pero el estruendo atrajo a otros cocodrilos.
Me creí perdido, esperando a que me atacaran para defenderme hasta el final pero mi camuflaje de estiercol, ramas, hojas y telaraña les hizo ignorarme mientras buscaban la causa del alboroto.
La segunda prueba de fuego: me deslicé hasta el agua y avancé lentamente entre las hojas, siendo visto por los cocodrilos pero confundido con una basura flotante sin mayor interés. Pronto dejaron el lugar y regresaron a seguir "investigando".
Tras unos minutos de andar volví a "reforzar" mi camuflaje con los ingredientes mencionados, guardando un poco para Teobaldo el cual encontré al poco rato.
-Psst hey, hey- le dije en tono muy bajo mientras hacía señas con la mano. Me acerqué un poco más hasta el, el cual estoy seguro que debio sorprenderse y le expliqué lo que hice y mi descubriemiento. Estoy seguro que ahora podríamos avanzar "seguros" pero aún faltaba ver el resto del panorama.