Encuentros enel reino del norte (Privado Énra y Fenrir)

La gente se arremolinaba entorno al cuerpo sin vida del hombre, le acababa de caer encima una viga de madera de la casa que estaban construyendo al lado. Los albañiles y transeúntes comentaban alterados como el pobre hombre no había podido hacer nade ante la fatalidad y que las obras deberían ser más seguras. Desde mi posición podía ver como un hilo plateado recorría la pared a medio hacer de la futura biblioteca hasta llegar a mí. Cada vez era más complicado encontrar formas creativas de matar, pero cada ciudad proveía de las casualidades necesarias.

Con este encargo listo decidí quedarme mirando como un curioso más desde la venta de la taberna en la que estaba, no era el único asomado por una ventana, cosa que me animo a, por una vez, no largarme como el viento del lugar del crimen. Esperaba tener la oportunidad además de ver trabajar a los marines, cosa que me podría resultar de lo más útil en ocasiones siguientes. Por ejemplo, me estaba dando cuenta que su respuesta en esta ciudad era lenta, pues aún no había aparecido ninguno por allí.

- ¿Habéis avisado a los marines? –Preguntó una voz un piso más abajo.
- Sí, no deberían tardar mucho más, pero están liados con eso de que ayer encontraron a uno de los suyos muerto en su casa.
- Estos jóvenes de ahora no aguantan la presión, mi difunto marido lucho hasta los cincuenta, y después patrulló las calles hasta que murió. Eso si eran marines de verdad, y no lo que tenemos ahora.

Una figura enmascarada recorría en silencio las calles de la ciudad capital de Lvneel. El hombre, de pelo rojo como la sangre, apenas se fijaba en los transeúntes que pasaban a su lado, y que no dejaban de observarlo con una mirada a medio camino entre el miedo y la extrañeza. Algunos de ellos murmuraban cuando lo dejaban atrás, posiblemente palabras de odio o terror. Al fin y al cabo, era un criminal buscado con una recompensa bastante grande por su cabeza. Seguramente su fama le precedía, ahora que se había dedicado a viajar por los cuatro Blues. Sin embargo, ocultarse ahora tan solo era una opción para él, y no una obligación. Eso le gustaba. Mientras pensaba en la libertad que le daba el dejar de estar recluido en las zonas de sombras para evitar ser descubierto, una sonrisa se le dibujó en los labios.

Había llegado a la isla un par de días antes, y ya había hecho un pequeño trabajo. Alguien quería ver muerto a un hombre. Había entrado en la casa, lo había atravesado con su propia espada mientras dormía plácidamente en cama y después se había encargado de que pareciese un suicidio. El cliente no quería dejar cabos sueltos, según había dicho. Había sido después de acabar con el hombre cuando el asesino se había dado cuenta de que era un marine de bajo rango de la patrulla local.

Había pasado un par de noches deambulando por las calles, pero ahora tan solo quería encontrar un buen sitio para descansar, dejar de lado el estrés del trabajo y simplemente beber un buen vino. En esto iba pensando cuando se encontró un montón de gente reunida alrededor de un edificio a medio construir. Entre el alboroto montado, Fenrir escuchó palabras como "accidente", "viga" y "pobre hombre". Se hizo una idea de lo que había pasado al ver el cuerpo sin vida de un hombre de edad media, aplastado bajo una enorme viga de madera. El enmascarado respiró pesadamente mientras se acercaba al hombre muerto. La gente a su alrededor parecía bastante ocupada cotilleando como para darse cuenta de su presencia, pero al llegar al cadáver, un hombre le agarró por el hombro con fuerza.

- ¡Eh! ¿Quién eres tú? -le preguntó con tono alterado. Por sus vestimentas, el asesino supuso que era compañero del muerto.
- No me toques... -dijo, con voz susurrante, mientras le daba un empujón al hombretón, que lo movió con brusquedad. Sin esperarse aquella fuerza, el tipo cayó de culo al suelo, mientras la gente se apartaba de Fenrir. Algunos parecían reconocerlo. "Oh, genial, más fans..." pensó con sarcasmo el pelirrojo.

Un enmascarado llegó hasta la escena del “accidente”, cuando trató de acercarse al cuerpo del muerto un hombre intentó separarlo, o algo así, recibiendo un empujón y cayendo. Entonces todos se apartaron, reconociendo al asesino por su alta recompensa. “Ahora se llevará el mérito de este también”, pensé. Aunque lo que más me preocupaba no era eso, ya que no diría abiertamente que había sido yo, tampoco me preocupaba que el cliente no me creyera y pagara, si no lo hacia lo mataría y quitaría el dinero que me correspondía, lo que me preocupaba es que hacia allí aquel hombre.

Me apoye en el alfeizar y salté al vacío, usando un dial de humo negro durante la caída, y otro de humo blanco mientras me acercaba al enmascarado. Lo tenía localizado con el sonar, me había fijado en su posición antes de saltar y ahora seguía ese rastro entre el humo.

-Ven conmigo, me gustaría que habláramos en un lugar menos concurrido. – Le dije al enmascarado cuando estuve a su altura entre el humo. – Sígueme, por favor.

Entonces empecé a andar, cubierto por el humo y esquivando las maderas hacia una calle lateral, había estudiado la zona antes, para ver el mejor lugar donde acabar con el constructor, descubriendo que el callejón al que íbamos no lo usaba casi nadie, algún borracho de noche si acaso. Una vez llegáramos y lejos de ojos indiscretos le comentaría lo siguiente, si había decidido seguirme.

-Conozco un bar de no buena reputación cerca, podemos hacernos allí para charlar, tengo algo que proponerte.

El pelirrojo llevó la mano a la empuñadura de la espada, mientras la gente se apartaba aún más de él. Algunos incluso echaron a correr, desperdigándose por las calles. El asesino observó entonces la calle por la que había venido. Un grupo de marines corrían por ella, armados con rifles y espadas, y comandados por un hombre que parecía tener un rango medianamente importante. Fenrir se relamió. Por fin un combate interesante.

De pronto, un humo negro empezó a nublar la vista del asesino. Con un gesto de desagrado, desenvainó la espada, mientras el caos se desataba a su alrededor. A lo lejos, escuchó un grito de orden, algo así como un "¡Alto ante la autoridad!", o una frase igual de estúpida. Fenrir sonrió, mientras la oscura visión que le rodeaba se tornaba rojiza. Sus ojos ahora mostraban un diseño escarlata con dos gotas negras rotando alrededor de su pupila. A su alrededor, las auras vitales de las personas se movían como pollos sin cabeza, a excepción de una, que corría decidida hacia él. La figura pasó a su lado, diciendo:

- Ven conmigo, me gustaría que habláramos en un lugar menos concurrido. Sígueme, por favor.

Fenrir se giró hacia aquella misteriosa persona, que se movía lateralmente, hacia uno de los lados de la calle. Picado por la curiosidad, y aún con el puño aferrando el mango de su arma, el pelirrojo la siguió hasta lo que parecía un callejón oscuro e insalubre, empujando a varias personas en el proceso y pisando un par de pies. La visión que tuvo fue bastante chocante: un murciélago de su altura, erguido sobre las dos patas, estaba frente a él.

- Conozco un bar de no buena reputación cerca, podemos hacernos allí para charlar, tengo algo que proponerte. -dijo el animal antropomórfico. El asesino desenvainó la espada, apuntándole al cuello con ella.
- ¿Qué te hace pensar que te seguiré? -le dijo entonces, mientras tras ellos la nube de humo negro empezaba a disiparse lentamente-. Si quieres hablar, habla. -Fenrir aún escuchaba tras él los gritos de pánico de la gente y al oficial marine tratando de poner orden.

Como era de esperar de alguien con una buena suma por su cabeza, el joven se puso a la defensiva ante mi oferta. Desenfundó la espada y me apunto al cuello, cabía la posibilidad de que la imbuyera con haki y me dejara en el sitio, pero no creía que fuera una acción estándar. Mostrando una admirable frialdad le hable al enmascarado de la oferta allí mismo, hubiera preferido con una jarra de hidromiel, pero no se puede tener todo.

-Bien, como gustes. Pertenezco a una hermandad de gente que se gana la vida segando otras, tenemos una amplia red, que incluye desde asesinatos públicos, por así decirlo, a los más selectos y ocultos como el hombre de la calle de al lado. Me gustaría ofrecerte un alto cargo dentro de la misma, dado que tu reputación te precede.

Me resultaba intrigante la máscara, la usaría solo por ocultar su identidad real, o por tener alguna deformidad, natural o por un accidente. Claro estaba, no le preguntaría eso en una primera reunión, aunque si llegaba a aceptar la oferta y nos conocíamos mejor, quien sabe. De momento me conformaría con que el asesino aceptara, o quisiera poner a prueba mis aptitudes, aunque si podía ser rápido y que nos alejáramos de la zona mejor.

-Me gustaría seguir con esto en algún lugar alejado de la zona, nunca me ha gustado estar cerca de marines que buscan a gente. - Tras decirle esto me tragué una pastilla, esta actuó de inmediato cambiando mi todo de pelaje a un pelirrojo apagado, al menos no era rosa fosforito como el de otra de las veces.

- "Selectos" no es la palabra que yo emplearía para matar a un peón de la construcción -dijo con un deje amargo el pelirrojo-. Y no ha sido precisamente "oculto" tampoco. -el hombre se giró, observando el humo, que se empezaba a disipar en el aire.

Cuando el animal le dijo que lo mejor sería alejarse y hablar en su lugar más apartado, Fenrir tuvo una sucesión de rápidos pensamientos. En primer lugar pensó en matarlo y acabar con todo aquello rápidamente. Había tenido demasiadas experiencias raras en los últimos días, y tal vez la mejor opción fuera degollar a aquel desgraciado y largarse de la isla. También se le ocurrió que podría dejarlo inconsciente y largarse, dejando que los marines se contentasen con atraparlo a él y le dejaran en paz. Por último pensó en seguirlo y ver a dónde llevaba todo aquello. Tras deliberar un breve momento, asintió lentamente. Enfundó su espada y dijo:

- Iré contigo. Veamos que tienes para ofrecer. -dijo, con voz neutra. Tras ellos, el ruido de los marines corriendo y gritando era cada vez mayor. Un par de figuras entraron en el callejón, y Fenrir se encaró a ellos. Eran dos reclutas. Uno de ellos le apuntó con su arma, mientras el otro sacaba un sable corto. Fenrir echó a correr hacia ellos, mientras el tipo del sable gritaba, dando la voz de alarma. El asesino apareció al otro lado de los dos marines, en una demostración de velocidad extrema, y tan solo tuvo que realizar un par de movimientos rápidos con la espada para acabar con la vida de aquellos dos desdichados. Su arma brillaba como el sol, quemando la carne y haciendo que el lugar empezase a apestar a cerdo quemado. Varios marines empezaban a acercarse al callejón desde varios lugares de la calle. Fenrir se giró de nuevo hacia el murciélago, con un gesto serio, y empezó a correr tras él por el callejón.

Al parecer los marines no se conformarían con calmar a la gente entre el humo, cuando este empezaba a disiparse dos reclutas aparecieron por la esquina. Mientras el enmascarado se ocupaba de ellos, yo ya había empezado a usar los diales de humo para cubrirnos, además de ocultarme a miradas indiscretas. Lo guie a través de varios callejones hasta que llegamos a un tugurio llamado “La princesa sirena”, regentado por un aliado de la orden, bueno más que aliado era colaborador a cambio de protección.

-Uler tráenos una buena jarra y a mi amigo lo que quiera. Además, tras ver que estábamos solos le comenté. – Asegúrate que lo marines no entren, tenemos cosas que tratar. – Me senté en una mesa en la esquina oscura del lugar, donde hacíamos casi todos los tratos. – Muy bien, vayamos al grano, te quiero en la hermandad de asesinos, no te ofrezco un puestucho cualquiera, te ofrezco un sitio en la cúpula de mando de la misma. Antes de darte más información he de decirte que cogemos encargos en todos los mares y lugares y de cualquier tipo, mandando a la gente adecuada. Como ya te dije tu fama te precede como asesino de renombre, aparte de lo que el gobierno diga. Y con respecto a ese obrero, era un agente del CP infiltrado, estaba a punto de sacar a la luz una operación de blanqueo, que pena que ya no pueda. –Levanté la jarra en cuanto la trajeron. A su salud

Aquel murciélago lo guió a toda prisa por aquellos callejones que parecía conocer bastante bien. Los ruidos de los marines pronto quedaron atrás según las calles se iban sucediendo a toda velocidad. El enmascarado era llevado a través de lugares oscuros y calles de mala muerte, hasta que el murciélago humanoide se detuvo frente a una puerta de aspecto completamente normal. Nada parecía indicar que allí hubiera nada extraño, a excepción de un roñoso cartel que colgaba precariamente de una cadena oxidada sobre el umbral. Las letras habían sido pintadas en el mismo tiempo atrás, y ahora eran prácticamente ilegibles.

El ambiente dentro era bastante similar al de los bares de mala muerte de Splent, por lo que el enmascarado se sintió como en casa. Por lo tanto, su reacción fue redoblar su atención y su estado de alerta. El murciélago pidió una jarra, y Fenrir tan solo alzó la mano para pedir otra de lo mismo. A continuación se sentaron en una mesa algo apartada de las demás, en la esquina del local, un lugar oscuro y poco visible desde la entrada. Le comentó que su oferta era un puesto de importancia en una asociación de espadas de alquiler, y que aquel obrero tan solo era un agente infiltrado del Cipher Pol. Fenrir se acomodó en su asiento, agarrando con la mano izquierda la jarra de espumosa cerveza y dándole un trago. El amargo sabor de la bebida le hizo relajarse un poco, lo suficiente como para apartar la mano de la empuñadura de su arma.

- A ver si lo entiendo. Vienes y me ofreces un puesto como uno de los líderes de una banda de asesinos, sin apenas conocerme. No sé si eres un estúpido o alguien demasiado listo -el hombre apoyó la mano en la mesa, con una sonrisa sádica bajo la máscara-. Está bien, veamos si consigues vencerme a un pulso. Hazlo y me plantearé el unirme a tu banda de gamberros... -el hombre se remangó la chaqueta y esperó a que el murciélago aceptase el reto.

El asesino comentó que era raro ofrecer un puesto tan alto a un desconocido, pero en la hermandad no estamos para ser amigos, si no para crear una amplia red de asesinos que puedan actuar en cualquier lado, y de cualquier manera que sea requerida. Además, el enmascarado no se podía considerar desconocido, pues sus delitos conocidos ya daban de por si una buena cantidad de información acerca de él. Y aparte de eso, tenía en mente grandes cosas para la hermandad, y no lo pida hacer si todos los altos rangos de la misma éramos más dados al sigilo que al asesinato sin encubrir, como había demostrado hacer la persona frente a mí.

-Muy bien, aunque mi fuerte no sea mi fuerza física. – Le comenté mientras agarraba su mano firmemente.

Una vez empezáramos convertiría las zonas interiores del brazo en mercurio, haciendo así que se volviera mucho más pesado de lo normal, además de intentar hacer bascular el peso hacia el lado de la mesa que hiciera que mi oponente perdiera la lucha. No era una manera muy limpia de ganar, pero estaba seguro que Fenrir tampoco se quedaría atrás usando lo que pudiera para ganar. De cualquier manera, ganara o perdiera invitaría a mi adversario a otra ronda y a acompañarme esa noche en el otro trabajo que tenía en la ciudad.

Fenrir sonrió de forma divertida, hincando su codo en la mesa, y agarrando la garra del murciélago. El hombre hizo que el brazo se volviese rojo como la sangre, al tiempo que el peso del mismo aumentaba, haciendo crujir bajo él el peso de la madera. El murciélago frente a él empezó a hacer fuerza, y Fenrir sintió que la fuerza era mayor de la esperada. Nada que no pudiera soportar, pero aún así no dejaba de ser fuerte.

- No está mal... -gruñó, mientras en su interior pensaba: "Mierda, este tipo tiene un par de ases en la manga. Espero que no sea más fuerte que yo". El hombre empezó a mantener la posición, en el centro de la mesa. El pulso no estaba decidido, ni mucho menos, y todo parecía indicar que aquello solo se decidiría cuando uno de los dos se rindiese. El pelirrojo hizo un amago de empujar con fuerza, para ver la resistencia que oponía el murciélago, pero no parecía que aquel se fuera a mover.

Una vena empezó a marcarse en el cuello de Fenrir, que empezó a meter más presión al animal, haciendo más fuerza aún. El haber consumido una Zoan le había proporcionado, además de un poder sobrecogedor, unas habilidades físicas superiores a la media, y tenía que aprovecharlas. Con un fuerte impulso empezó a doblar el brazo del murciélago, centímetro a centímetro. Extrañamente, con cada pequeño movimiento que hacía, el peso a mover parecía menor, como si el propio brazo le ayudase con su propio peso.

- No está mal... -repitió, sonriendo casi con una mueca debido al esfuerzo. El brazo poco a poco iba cediendo, y él ya veía próxima su victoria. Con un último impulso, intentó estampar la mano del animal contra la mesa de madera.

Al principio las cosas parecían igualadas, el peso de mi brazo compensaba la fuerza superior de mi contrincante, aunque eso no podía durar para siempre como a continuación se demostró. Con esfuerzo, pue se le notaban algunas venas de la tensión, como a mí, el asesino fue bajando mi brazo poco a poco hasta hacerlo chocar con la mesa. La verdad es que fue un ejercicio interesante, y saber que a alguien con la fama de Fenrir le había costado aparentemente ganarme me daba fuerzas y me llenaba de orgullo.

-Ha estado interesante. – Le dije frotándome la mano y el brazo. – Tráenos otra ronda, pago yo. Bueno, espero que te pienses la oferta, aunque no haya logrado ganarte. Además, me gustaría invitarte esta noche a que me veas actuar, tengo aún un encargo en la ciudad, un hombre de negocios, traficante en sus ratos libres. Debe de haber cabreado mucho a alguien por que pagan bien por su muerte. Estate en el campanario a las once menos cinco, porque al llegar las once el hombre morirá.

Dicho todo esto terminé con la jarra que ya tenía, haciendo sitio para la siguiente, no me iría aún pues era pronto, y sería muy descortés por mi parte. Aún tenía bastante tiempo para los preparativos y quería saber si el joven frente a mí me quería decir algo más, o declinar mis ofertas.

Fenrir estaba impertérrito, colocándose bien la manga de la chaqueta mientras analizaba a aquel animal. Había costado más de lo que había esperado. El asesino se quedó mirando el brazo de su contrincante. Agarró la bebida y le dio un rápido trago. El ardiente sabor del alcohol deslizándose por su garganta le resultaba reconfortante, así como la sensación de adormecimiento.

El murciélago empezó a hablar de nuevo, diciendo que se pensase la oferta, y que si de verdad quería pruebas de su potencial, lo esperase a las once menos cinco en el campanario de la ciudad. El pelirrojo arqueó la ceja, aunque el gesto pasó desapercibido debido a su máscara. Aquel tipo definitivamente era muy orgulloso o muy bueno. El hecho de que le invitase a otra ronda tampoco pasó desapercibido al asesino, que se terminó de un trago la suya.

- Me lo pensaré. -dijo, mientras se levantaba del asiento. Hizo un gesto al murciélago, a modo de despedida, y salió por la puerta del local hacia la calle.


Esa noche, el pelirrojo estaba apoyado en la cornisa del campanario. No le había sido difícil entrar por una ventana y subir hasta la torre de la campana. A su lado, una gruesa cuerda enganchada a un mecanismo de poleas hacía que el campanario funcionase. El hombre sacó una petaca de su bolsillo, y dio un trago rápido al amargo y seco contenido. Tras eso, se limpió con la manga de la chaqueta y, sin guardar aún el alcohol, observó la calle bajo él, como una gárgola más.

Una vez se fue mi compañero me termine la segunda jarra y me dirigí a la plaza. Me colé en la iglesia de la misma, subiendo al campanario, pero sin llegar a subirlo del todo. El mal estado del mismo era una ventaja en sí misma, ya que me daba la opción de trabajar sin riesgo a que me molestaran, además me brindaba la oportunidad de usarlo como arma, al menos una parte. Me dediqué las siguientes horas a llenar los rotos ladrillos con mercurio para poder controlar la caída del trozo de pared. Por la información que había sonsacado a sus lacayos antes de matarlos, y por otros testigos más fiables, me había enterado de que el objetivo estaría esa noche en la plaza con algún socio cerrando un trato. Al parecer el cobijo de la iglesia era perfecto para esos negocios, y los riesgos de desprendimiento que tanto alejaban a la gente de la misma al tipo no le importaban mucho.

Ya casi llegando la hora subí hasta lo más alto, donde ya se encontraba el asesino esperando. No era buena idea darle un susto a alguien de nuestra profesión, así que me contuve de hacerlo y simplemente le salude con la cabeza al tiempo que indicaba hacia abajo. Allí acababan de reunirse cuatro hombres, y unos seis “gorilas”. Habiendo memorizado las posiciones me aparte del borde y me concentré, tenía que dirigir los ladrillos con exactitud, y en este caso causar algún daño colateral no sería malo tampoco. Con un poco de esfuerzo, El trozo de pared formado por los ladrillos rellenos de mercurio, haciéndolos más pesados de paso, cayeron al vacío, separándose en la caída e impactando a tres de los hombres y uno de los gorilas. Pronto los gritos resonaron por el callejón y la plaza, al igual que el ruido de pasos corriendo rápidamente. El mercurio dentro de los ladrillos lo recogí rápidamente, pasándolo por grietas de la calle y pared para que no se viera, aunque si mi compañero tenía buena visto seguro que se percataría.

-Bueno que te ha parecido, puedo ser mucho más preciso que esto, pero hubiera levantado sospechas si solamente cayeran encima de uno los escombros.

Fenrir permanecía en silencio. Cierto, había acabado con tres de los tipos sin ninguna dificultad. El murciélago parecía saber controlar la situación. No estaba mal, aunque el pelirrojo prefería un método más directo y sencillo: tajo en la garganta y empujón a un lado. Ciertamente aquello levantaba más sospechas que un montón de ladrillos cayendo sobre varias personas desde un edificio en estado de abandono, pero la verdad es que era más divertido. Sin decir ningún comentario, el hombre se encogió de hombros y empezó a bajar por las escaleras de madera, que crujían levemente bajo sus pies.

En un par de minutos, el pelirrojo alcanzó la altura de la calle, saliendo al callejón en el que se habían reunido los hombres. Con una sonrisa amarga, se agachó sobre el cuerpo de uno de ellos, que parecía llevar una bolsa oscura. Si no se equivocaba, aquello olía a una deliciosa cantidad de dinero, aunque también podía ser una trampa y no haber nada de valor allí. Intentando apartar aquellos pensamientos oscuros, el pelirrojo abrió la bolsa, para descubrir un fajo de billetes perfectamente ordenados. "Premio" pensó, mientras volvía a cerrar la bolsa.

- ¡Eh! ¿Quién eres tú? -escuchó una voz a su espalda. Escuchó el seguro de una pistola, y supo que alguien estaba apuntándole. Posiblemente el cuarto tipo, que había vuelto a por el dinero.
- Oh, mierda... -masculló el pelirrojo, maldiciendo su mala suerte-. Ahora tendré que manchar mi hoja. -poco a poco, el hombre bajó la mano hasta la empuñadura, mientras su visión se volvía roja como si un tinte escarlata hubiese llenado el mundo. Sentía al hombre tras él, y al menos dos presencias más en los alrededores.

El disparo sonó, pero el hombre se había movido rápidamente, girándose de forma acrobática, rotando su cuerpo en el aire, en diagonal, y haciendo que la bala pasase por debajo de él. Cuando volvió a su posición de pie, frente al tipo, sonrió de forma sádica. Su cuerpo pareció desaparecer en el aire para reaparecer tras el tirador, que de pronto tenía un enorme tajo cercenándole el pecho y llegándole desde el vientre al hombro. Fenrir envainó su arma con lentitud, mientras esperaba a ver cómo reaccionaban las dos presencias restantes, que seguían allí cerca.

Fenrir abandono la torre, le escuché bajar las escaleras que crujían bajo su peso. Que fuera el primero en llegar a la calle no me importaba, pues se uniera o no a la hermandad, el cliente sabría que había sido yo, y si él se llevaba el mérito ante el gobierno no pasaba nada, yo seguiría en las sombras como hasta entonces. Me quede mirando a la calle, al parecer a lo que había bajado era a saquear el cuerpo de los muertos, cosa que no criticaría, pero que no iba conmigo. En ese momento vi como alguien se le acercaba y un disparo, pero el asesino era increíblemente rápido, y lo evito con una voltereta para luego acabar con el tirador.

Entre las sombras de la calle pude localizar a otra persona, ahora a la espalda del chico. No dude un instante, y bajando en picado hacia la esquina donde estaba la amenaza, pues ya estaba desenfundado una espada, lanzándole tres agujas y convirtiéndome en mercurio al chocar contra el suelo. Cuando recuperé mi forma, ya tenía en la mano la espada corta, y en la otra preparaba un par de esferas de mercurio.

-Dime que haces aquí, acechando entre las sombras a tres cadáveres y un hombre, y puede que sea rápido e indoloro. –No quería parecer un agente de la ley, pero si intentar amedrentar al hombre como si fuera un caza-recompensas oliendo una buena suma por tres asesinatos. Además la amenaza era seria y aunque dejaba entrever que el tipo moriría, le daba alguna oportunidad, aunque fuera una mera ilusión.

Fenrir sintió una presencia descendiendo a gran velocidad sobre uno de los hombres que lo observaban. Enseguida la reconoció como el extraño murciélago asesino. El hombre entonces se giró en dirección al tipo que quedaba solo. Según parecía, estaba en una bocacalle, a su izquierda. Con un gesto impertérrito, el pelirrojo empezó a caminar hacia allí, con paso firme y seguro. Unos pasos alejándose de allí a toda velocidad le indicaron que aquel hombre había salido huyendo. El asesino masculló una maldición en voz baja mientras se dirigía a donde el murciélago se encaraba con el tercer hombre.

Observó a la figura, que parecía ser un tipo joven, de facciones redondeadas y ojos asustados. No parecía tener nada que ver con lo que acababa de pasar. Tan solo era una persona que estaba en el lugar menos indicado en el peor momento posible. El pelirrojo se relamió con una sonrisa de satisfacción. Agarró su arma de nuevo y la desenfundó con un rápido movimiento. A continuación, con una sonrisa retorcida, se acercó al chico y dijo:

- No me importa quién eres, ni qué haces aquí. Y tampoco me importa. -ahora que se fijaba mejor, el chico parecía tener unas extrañas agujas clavadas a la altura del hombro. ¿Qué demonios era aquello? El sicario no le quiso dar más vueltas, y simplemente cargó, pasando al lado del joven y acabando al lado del murciélago antropomorfo. Su velocidad fue tal que para un ojo normal él tan solo había desaparecido y reaparecido varios metros más allá. El sonido de la sangre salpicando el suelo era como una melodía para el asesino. Tras él, el chico se había derrumbado, al tiempo que su cabeza rodaba varios metros más allá. Fenrir agitó la espada con un movimiento, limpiando la hoja, y la envainó de nuevo.

- ¿Y bien? -preguntó a Enra, mientras dejaba caer la bolsa al suelo. Aquel dinero le vendría muy bien para emborracharse y poder evadirse del mundo de mierda en el que vivía.

-Estaba investigando a esos tipos, y dado que los habéis matado a sangre fría aún sin que tenga recompensa, imagino que puedo sacar algo de vosotr………………….

El cazador no termino la frase, pues Fenrir apareciendo desde su espalda le rebano la cabeza, en un alarde de velocidad y sangre fría increíble. Esos motivos eran, de hecho, los que nos habían llevado a buscar su unión a la hermandad. Aunque él no parecía estar muy dispuesto a unirse al parecer, no le cerraría la puerta, y menos quería convertirlo en mi enemigo, pues como acababa de ver era alguien a tener muy en cuenta.

-Puedes quedarte el oro, considérelo una muestra de buena voluntad, y si quieres ganar mucho más, únete a nosotros, tenemos muchos contratantes, y algún aliado y no se lo dije, pero disponemos de una isla en el norte, bastante grade y donde te proporcionaríamos casa y comida.- Dicho lo cual, le tendí una tarjeta con un número de DDM para que contactara con nosotros en caso de que no aceptara unirse a nosotros en ese momento.- Yo aquí he acabado, parto mañana por la mañana en el “Vengador de Hércules”, enséñala si te unes, sino, llama al número si cambias de opinión. –Tras eso recogí las agujas del cuerpo y comencé a caminar hacia las sombras.

Fenrir agarró la tarjeta, y asintió en silencio. Su primer pensamiento fue tirarla en una papelera en cuanto perdiese de vista a aquel murciélago, pero luego se lo pensó mejor. Siempre estaba bien tener contactos. Con un gesto casi teatral, guardó la tarjeta en el interior de su chaqueta negra. Tras eso, se cruzó de brazos.

- El dinero no me vendría mal, pero para casa y comida voy servido -el hombre no se fiaba aún de aquel extraño animal humanoide-. Y si de verdad quieres que me una, no esperes que sea una marioneta de un gremio de asesinos. Yo elijo mis trabajos, nadie me impone nada. Si quiero matar, mato, y si un contrato no me interesa, no pienso tomarlo. ¿Está claro? -aquellas palabras habían sido lo bastante claras como para que cualquiera comprendiese que el pelirrojo no era una persona que se dejase ordenar. Si el murciélago de verdad quería tenerlo en su banda, debería atenerse a ello.

Tras eso, Fenrir agarró de nuevo la bolsa con dinero, dispuesto a pagarse los servicios de una dama de compañía, o tal vez un motel barato. Se giró y empezó a caminar por la calle. Al día siguiente iría al puerto, a ver qué había pensado el murciélago sobre sus condiciones. Si las aceptaba, a él no le importaba unirse a ellos. Tener una fuente de ingresos y de asesinatos más o menos segura, sin tener que andar viajando de isla en isla, siempre estaba bien.

Durante la noche preparé todos lo necesario para la partida, asegurándome que el barco tuviera todo lo necesario para el viaje, así como que todos los miembros de la tripulación fueran los que debían estar. Tras ello me acerqué al punto de reunión para el pago, efectuado de forma muy simple, los contratantes dejaban una bolsa con el dinero en un local de confianza y yo u otro miembro lo recogía, normalmente entraba por los tejados de estos locales, evitando posibles espías que vigilaran la puerta. Los dos de esta vez eran bastante jugosos, lo que ayudaría a avanzar con la base. Una vez de vuelta al puerto, unos minutos antes de la partida vi por allí cerca de Fenrir, acercándome hasta él para hablar acerca de sus últimos comentarios de la noche anterior.

-Me alegra verte aquí, respecto al tema de anoche no imponemos misiones, cada miembro escoge la que quiere de las que los altos cargos aceptan de los proveedores. Tú como miembro de los Sen, estarías en la cúpula alta, teniendo libertad casi total. Esto es porque atacar a miembros sin justificación, o al Imperio de Hallstat, único aliado real hasta ahora de la orden, es algo que no se puede permitir. Por el resto, como ya dije tendrás tu propia casa, acceso casi total a la base entera y como el resto dar un pequeño porcentaje de las misiones al gremio para ayudarlo a crecer.

Si aceptaba lo dicho lo acompañaría hasta dentro del barco para partir, de lo contrario, le reiteraría que lo pensara y que contactara a través de la tarjeta para cualquier cosa que pudiera necesitar, o unirse a nosotros.

El mercenario apareció por la mañana en el puerto, cargando con el maletín que había obtenido la noche anterior y con su espada roja como la sangre colgada de la cintura. Nada más localizar al llamativo asesino animal, se acercó con paso ligero. Tras una rápida inclinación de cabeza a modo de saludo, escuchó lo que Enra tenía que decirle.

Fenrir observó al murciélago con un gesto serio y lacónico. Si aquellas eran las únicas limitaciones de formar parte de la banda de asesinos, no le importaba aceptarlas. Atacar a miembros de la asociación o a la realeza de un imperio no era algo que pudiera considerarse útil para él. Su expresión pasó de ser taciturna a tener un deje sarcástico. Si alguno de aquellos tipos trataba de molestarlo, y de verdad se veía en la necesidad de segar su vida, tan solo tendría que evitar parecer él el culpable. Con su macabra sonrisa aún dibujada en sus labios, un pensamiento lúgubre llegó a su mente, haciendo que su expresión se convirtiese en una mueca de disgusto: si de verdad era tan buen asesino, lo descubriría y lo mataría. Sin embargo, otra imagen vino a su cabeza: él era la Muerte. No podría pararlo, nadie podía.

Asintiendo en silencio, el asesino hizo entender a aquel animal parlante que entendía y aceptaba los términos de aquel contrato tácito. A continuación empezó a caminar por la pasarela que entraba en el barco. Una sensación de mareo le recorrió el cuerpo nada más posar el pie en el navío, pero trató de contener las ganas de echar las papillas de recién nacido. Observó la ciudad a su espalda, y tras escupir por encima de la borda con desprecio, se apalancó en una esquina de cubierta, esperando que el viaje terminase cuanto antes.