Anochecer En Hallstat. [Galia-Ivan] [Privado]

Aquel cambio de actitud, lejos de apiadarle, lo complació. Se rió por lo bajo, disfrutando de las súplicas y del dolor que podía percibir en su voz. La sangre, aunque fría y menos apetitosa que la humana, le supo mejor que cualquier banquete que hubiese tomado alguna vez. Y entonces, ella lo dijo. Le llamaba como si él fuese otra persona, exigiendo ver a su Ivan. De hecho, había algo diferente en su actitud. Apartó la cara de su entrepierna, lamiéndose la sangre de los labios y la miró. Sus ojos habían cambiado y parecía diferente. No era como la asesina violenta de antes, sino como la inocente y dulce chica que había conocido. "¿Pero qué diablos está pasando aquí? ¿Doble personalidad?" En todo caso había logrado su objetivo: Galia estaba suplicando y había pedido perdón. Echó la daga a un lado y se colocó al lado de ella, acariciando suavemente su rostro con una mano. Aún con todo, con las lágrimas de sangre que surcaban sus mejillas y con las heridas, seguía pareciéndole hermosa. De hecho había una belleza especial y perversa en aquella inocencia quebrada y en el dolor del desengaño. Con una media sonrisa, le depositó un suave beso en la frente.

- ¿Ves? No era tan difícil, ¿verdad? Shhhh, tranquila, tus heridas se acabarán cerrando pronto - le besó en la mejilla y le susurró al oído - Te perdono.

Extrajo las dagas de la piedra y la carne, liberando sus manos. Acto seguido su pelo se volvió castaño y sus ojos volvieron a ser azules como siempre, mientras su piel recuperaba el tono de los vivos. Ya que había decidido ser obediente, iba a recompensarla. En un gesto que podría interpretarse como cariñoso si no acabara de torturarla, se dispuso a abrazarla acariciando su espalda y estrechándola entre sus brazos. En el fondo la prefería así, a su adorable e inocente chiquilla y no a la vampiresa que había visto hacía unos segundos. Demasiado rebelde e irreverente. Si volvía a revolverse así contra él iba a tener que volver a disciplinarla... y no dudaría en hacerlo. Sin embargo en aquel momento volvía a ser su querida chica y no tenía que hacerle más daño. Le acarició la cabeza con ternura, enterrando los dedos en su cabello, antes de separarse de ella y ponerle las manos en los hombros:

- Shhhh, aquí me tienes. Lo siento, mi niña, entiéndeme... estabas portándote mal y tenía que castigartel. ¡Mira lo que habías hecho! - dijo, señalando con una mano a los criados muertos - La comida se disfruta, no se destroza. ¿No ibas a aprender a no matarles?

Contuvo una sonrisa cruel, sabiendo tras lo que había visto que aquello sólo serviría para convencer a la Galia "buena" de que podía mejorar. Sin embargo tras ver la vena homicida que dormía en su interior sabía que no podría contenerse, que cada vez que probara sangre mataría. Ahora sólo le quedaba domarla para que aprendiera a refrenarse y a aprovechar la comida, no a desperdiciarla montando una carnicería y destrozándolo todo como si fuera una simple bestia desquiciada. Y hablando de eso... en esa forma él era humano. Era hora de jugar un poco con la pobre Galia y comprobar hasta dónde llegaba su autocontrol. Volviendo a sonreír, se pasó el dedo índice de la mano derecha por la palma izquierda mientras un brillo azul destellaba en la yema, trazándose un corte superficial que empezó a sangrar. Riéndose suavemente, alzó la mano y la puso frente a ella.

- La quieres, ¿verdad? Adelante. Te prohíbo morderme. Este es tu regalo por ser una buena chica.

No se le escapó el detalle, ese destello rojizo en los ojos de Galia y la sonrisa maligna que lo acompañó. Parecía que no se equivocaba, ahora mismo había dos Galias... una era la chica dulce e inocente que había conocido hasta ahora y otra una sádica vampiresa. Aquello iba a ser complicado, pero pasara lo que pasara las tenía comiendo de su mano. Él era su amo y creador, así que no les quedaba más remedio que obedecerle. En cierto modo se alegraba de no haber perdido a la original, pues se alegraba de poder tener a alguien así a su lado. No todo en la vida iban a ser matanzas, asesinatos y sexo sin sentimientos, ¿no? Al fin y al cabo por mucho que hubiese consumido una akuma no mi como aquella seguía teniendo sentimientos y deseos humanos, y quería a alguien que le abrazara por las noches y que le diese cariño. Y parecía que pese a todo, pese a que momentáneamente el calor del momento le había llevado a perder el control y torturarla brutalmente, no la había perdido. "Tan frágil e inocente... y pese al dolor y estar sangrando por mi causa, sigue culpándose. Casi hasta me da pena." En el momento en que ella dejó de beber de su herida, apartó por un momento la mano, cerrándose la herida casi al instante. Entonces le acarició la mejilla y se acercó a ella, pasándole el otro brazo por la espalda mientras la miraba a los ojos. Podía ver ese destello, indicativo de que la otra Galia seguía allí. Sin embargo, ahora no le apetecía tenerla ahí. "Duerme. Ahora la quiero a ella" fue la orden mental a la Galia sádica. Iba a necesitar otro nombre para ella posiblemente, era... demasiado diferente a la normal.

- Lo has hecho a la perfección, mi dulce niña. No tienes nada que temer, no volveré a hacerte daño de esa manera... siempre y cuando te controles y no me desobedezcas, ¿vale?

Esbozó una sonrisa y le depositó un suave beso en la frente, acariciándole la espalda. Era tan manipulable... cualquier otra lo odiaría ya a aquellas alturas y desearía arrancarle la piel a tiras, o lo temería y querría huir de él. Pero no Galia. Y por eso la necesitaba a su lado, porque ella cuidaría de él pese a todo, de una manera incondicional y fiel. La abrazó al escuchar sus palabras, preguntándose cuál sería la respuesta apropiada. Tal vez amo y sierva sería más apropiado que compañeros, pero tampoco quería decirle algo así. Una jaula de oro era más apropiada para tener a su querida presa contenta, ¿verdad?

- Soy tu creador, y también tu compañero. A partir de hoy compartimos sangre más allá del vínculo familiar. Llevas mi sangre como mi creación, mi vampiresa. Mi hija podría decir, pero resultaría un poco extraño decir eso siendo como es nuestra... relación - dijo, con una sonrisa pícara.

Acto seguido le dio un corto pero intenso beso, para luego cogerla en brazos si se dejaba y llevársela a cuestas. Tenía que atender sus heridas. Sanarían por sí mismas, pero era mejor si no iba dejando un rastro de sangre por todo el castillo. Por desgracia los analgésicos ya no le afectarían, aunque tampoco podrían infectársele las heridas por otro lado. De paso debía conseguirle algo de ropa. No es como si el frío pudiera afectarle, pero ya había percibido que no parecía muy cómoda estando desnuda. Y por cierto... ¿qué sería de los criados? Activó su mantra y percibió diferentes presencias moviéndose por los pasillos en dirección a la salida. Parecía que el ruido los había alertado y era posible que hubieran visto algo. Con un suspiro envió una orden mental a los no muertos que tenía en los alrededores: "Cercad el castillo y matad a todo el que salga." Entró en la enfermería abriendo la puerta con el hombro y apoyó a Galia en un camastro, comenzando a buscar vendas. Tras rebuscar un poco encontró un traje de enfermera, lo que resultó un giro de los acontecimientos cuanto menos interesante. Con una suave risa, se lo pasó a la chica.

- Bueno, aquí tienes algo de ropa provisional.